abril 26, 2010

"Proclama" Francisco de Miranda (1801)

PROCLAMA
Francisco de Miranda
[1801]

Compatriotas:
Tres siglos ha que los españoles se apoderaron por fuerza de este continente. Los horrores que cometieron en su conquista son conocidos de todo el mundo, mas la tiranía que han ejercido después, y que continúan ejerciendo hasta hoy no es conocida ni sentida sino de nosotros. Nuestros derechos como nativos de América, o como descendientes de los conquistadores, como indios o como españoles han sido violados de mil maneras. No es menester para conocerlo que nos acordemos de las violencias ejecutadas por los visitadores en 1781, de las capitulaciones de Zipaquirá tan solemnemente juradas y tan descarada como escandalosamente violadas por el gobierno español: de la ferocidad con que nuestros compatriotas de Santa Fe y Caracas han sido expatriados y conducidos en cadenas a España en 1796 y 1797. Estas violencias son tan comunes que no hay uno de nosotros que no las experimente todos los días. Olvidados para todo lo que nos puede ser útil, la España sólo se acuerda de nosotros para imponernos un enjambre de tiranos que nos insulten y despojen de nuestros bienes, para ahogar nuestra industria, para prohibir nuestro comercio, para embarazar nuestra instrucción y para perseguir todos los talentos del país. Es un crimen para ella el nacer en América. A los ojos de su gobierno, todo americano es sospechoso, incapaz de obtener ningún empleo, hecho sólo para sufrir.
Con una tierra fertilísima, con metales de toda especie, con todas las producciones del mundo, somos miserables, porque el monstruo de la tiranía nos impide el aprovechar estas riquezas. El gobierno español no quiere que seamos ricos, ni que comuniquemos con las demás naciones porque no conozcamos el peso de su tiranía. Esta no puede ejercerse sino sobre gentes ignorantes y miserables.
Pero tres siglos de opresión son una lección sobrado larga para enseñarnos a conocer nuestros derechos. Estos son: la seguridad personal, la libertad, la propiedad, tan esenciales al hombre que vive en sociedad; mas, ¿qué libertad, qué seguridad podemos tener nosotros, en nuestras personas ni en nuestros bienes, cuando el déspota se dice dueño de vidas y haciendas, y cuando sus satélites nos privan de una y otras el día que les da la gana, cuándo la menor instrucción, la palabra más indiferente, una queja vaga en la boca de uno de nosotros es crimen de Estado que nos conduce irremediablemente a la tortura, a un presidio, o a la muerte?
Compatriotas: el mundo está ya muy ilustrado para que suframos tantos ultrajes, somos demasiados grandes para vivir en una tutela tan ignominiosa. Rompamos las cadenas de esta esclavitud vergonzosa y hagamos ver al mundo que no somos tan degradados como la España piensa. Sigamos las huellas de nuestros hermanos los americanos del Norte, estableciendo como ellos un gobierno libre y juicioso obtendremos los mismos bienes que ellos obtienen y gozan al presente. No ha más que veinticinco años que son libres; sin embargo, ¿qué ciudades no han edificado después de esta época, qué comercio no han establecido, qué prosperidad y contento no se ve entre ellos? ¿Y nosotros, más numerosos, habitando un suelo rico, sufriendo lo que ellos nunca sufrieron, quedaremos siempre en la miseria, en la ignorancia y en la esclavitud? Los Apalaches verán sus faldas cultivadas por manos libres, y los Andes que dominan al mundo serán desiertos o habitados por esclavos infelices. El Delaware y Potomac serán abiertos a todos los pueblos del mundo, mientras que el Amazonas, el Orinoco y tantos otros ríos majestuosos que bañan nuestro país quedan olvidados de los hombres. Las Artes y las Ciencias serán extranjeras en la América Meridional. No, compaisanos, seremos libres, seremos hombres, seremos nación. Entre esto y la esclavitud no hay medio, el deliberar sería una infamia. El único enemigo que se puede oponer a nuestra emancipación está encadenado en su península, de donde no puede salir, ni evitar largo tiempo el castigo que les prepara una nación insulada y oprimida. Los buenos españoles, que gimen sobre el estado de mi patria ven con gusto nuestra libertad. Tenemos amigos que nos protegen poderosamente, y que impedirán que el tirano haga el menor esfuerzo contra nosotros. Tenemos armas y generales de nuestro propio país, acostumbrados a pelear por la libertad. Tenemos sobre todo razón y justicia y esto nos dará todo el vigor necesario. Así, compatriotas, todo depende de nosotros mismos. Unámonos por nuestra libertad, por nuestra independencia. Que desaparezcan de entre nosotros las odiosas distinciones de chapetones, criollos, mulatos, etcétera. Estas sólo pueden servir a la tiranía, cuyo objeto es dividir los intereses de los esclavos para dominarlos unos por otros. Un gobierno libre mira todos los hombres con igualdad; cuando las leyes gobiernan, las solas distinciones son el mérito y la virtud. Pues que todos somos hijos de un mismo padre: pues que todos tenemos la misma lengua, las mismas costumbres y sobre todo la misma religión; pues que todos estamos injuriados del mismo modo, unámonos todos en la grande obra de nuestra común libertad. Establezcamos sobre las ruinas de un gobierno injusto y destructor un gobierno sabio y creador; sobre la tiranía, la libertad; sobre el despotismo, la igualdad de derechos, el orden y las buenas leyes.
Nuestras miserias cesarán con la tiranía. Nuestros puertos abiertos a todas las naciones nos procurarán la abundancia de lo que necesitamos y la salida de lo que nos es superfluo. Nuestras tierras recibirán toda especie de plantas sin restricción. No habrá más estancos, más tributos personales, más alcabalas, más guardas, ni ningún derecho impeditivo del comercio o de la cultivación de la tierra. Cultivaremos y traficaremos para nosotros, no para unos extranjeros codiciosos e injustos. Todo lo que contribuimos hoy a la España para que nos oprima lo emplearemos en limpiar nuestros caminos, en hacer navegables nuestros ríos, en abrir nuestros canales para nuestro tráfico, en establecimientos para las ciencias y beneficencia pública. En fin, conciudadanos, ya no seremos extranjeros en nuestro propio país. Tendremos una patria que aprecie y recompense nuestros servicios. ¡Una Patria! ¡Ah!, esta voz no será más una voz sin significado en nuestra lengua. Ella animará nuestros corazones de aquel entusiasmo divino con que animó tantos pueblos célebres antiguos y modernos. Por ella el vivir es agradable y el morir glorioso.
Dulce et decorum est pro patria mori.
FRANCISCO DE MIRANDA
[1] Sebastián Francisco de Miranda y Rodríguez: creador de la bandera de Venezuela. Es considerado el “Precursor” de la Independencia Hispanoamericana, “el criollo más culto de su tiempo”, “el primer criollo universal” gracias a su empresa emancipadora por lograr la independencia Hispanoamericana del yugo español. El Libertador Simón Bolívar, lo llamó “… el más ilustre colombiano…”. Su nombre está grabado en el Arco del Triunfo en París, su retrato forma parte de la galería de los Personajes en el Palacio de Versalles y su estatua se encuentra frente a la del general Kellerman en el campo de Valmy. Participó en los 3 acontecimientos magnos de su hora: la Independencia de los Estados Unidos, la Revolución Francesa y la lucha por la libertad de Hispanoamérica.
Fue el primero en propagar la Carta a los españoles americanos del jesuita peruano Juan Pablo Viscardo y Guzmán al darse cuenta de su valor y del efecto que produciría en el ánimo de sus compatriotas. Todos los historiadores coinciden en afirmar que Miranda es el traductor de la Carta.
Dominó 6 idiomas francés, inglés, alemán, ruso, conocía suficientemente el árabe y el italiano, además traducía del latín y griego.
Su obra escrita comprende un vasto archivo de documentos conocidos como la “Colombeia”; cartas, manifiestos, proclamas, ideas de gobierno, planes militares, expresan en cada una de sus palabras el inquebrantable proyecto de la libertad suramericana que encontró, en éste prócer, uno de sus representantes más comprometidos y perseverantes.

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