julio 12, 2010

"Discurso de Betancourt en apoyo a la política petrolera del Pte. Isaías Medina Angarita" (1943)

DISCURSO EN UNA CONCENTRACIÓN EN APOYO  A LA POLÍTICA PETROLERA DEL PRESIDENTE ISAÍAS MEDINA ANGARITA
Rómulo A. Betancourt
[17 de Enero de 1943]

Señor Presidente de la República; Señores Ministros del Despacho; Pueblo venezolano; compañeros de Partido que me escucháis hasta en los más apartados rincones de nuestra ancha y promisora Venezuela:
Signo de madurez de la conciencia política venezolana es este acto, llamado a tener dilatada resonancia en el futuro de la Nación. Congréganse hoy aquí voces de la más variada extracción ideológica, pero concordantes en reconocer la necesidad de una conducta patriótica y nacionalista del Estado ante la industria minera, eje alrededor del cual se articula la vida económica, y por ende, política y social del País.
De parte de Acción Democrática, partido en cuyas filas milito fervorosa y orgullosamente, su concurrencia a esta clamorosa asamblea plebiscitaria es un acto de consecuencia con su plataforma programática y con su proceder de toda hora. Hemos mantenido en alto la bandera del más celoso nacionalismo económico, porque una Patria de libertadores no puede recibir trato de factoría; y una nación de ingentes riquezas naturales no puede seguir admitiendo paralelo con el mendigo en andrajos, reclinado en un sillar de oro, paradójicamente suyo y ajeno al propio tiempo.
Por ser consecuente con esa línea de conducta, nuestra organización y sus hombres han sido objeto en enconadas diatribas. Recuérdese, a este respecto, como fue de incomprendida la posición limpia, honesta y venezolanista asumida por nuestro Presidente Rómulo Gallegos, cuando en función de Candidato a la Primera Magistratura Nacional, proclamó la necesidad de que se pusiera en vigencia el artículo 21 de la Ley de Arancel de Aduanas y de que una actitud de nuevo signo, decorosa y valiente, asumiera la Nación venezolana en la cuestión minera.
Habidos estos antecedentes, resulta de consecuencia elemental con nuestros más sentidos ideales y con nuestras más enérgicas campañas en el Parlamento, la tribuna pública y la prensa, la posición que adoptamos cuando el Presidente Medina Angarita hizo reiteradas y promisorias declaraciones oficiales sobre materia tan vital para los destinos de Venezuela. El 17 de Julio de 1942, en discurso pronunciado en Miraflores, expuso el Jefe de Estado la decisión de su Gobierno de revisar la política petrolera nacional. Y aún más categórico y explícito fue en su histórico discurso de Maracaibo el 15 de Noviembre de 1942.
La tesis expuesta en esta última oportunidad por boca del más alto personero del Poder Ejecutivo es la misma que sustenta todo venezolano honrado, que sienta a la patria como deber y como responsabilidad: "Debe corresponderle a Venezuela -dijo- una participación adecuada a su carácter de propietaria de la materia que es fuente verdadera de esa industria, y que su proceso industrial debe tener en Venezuela su principal asiento para multiplicar las oportunidades de empleo del trabajador venezolano". Estas palabras esbozan una línea de conducta oficial que desde ahora, y a la espera de que pronto se traduzca en hechos cumplidos, tiene el consenso unánime de la parte más entrañablemente venezolana del país; la constituida por sus grandes masas productoras de riqueza, por los trabajadores manuales e intelectuales, los industriales, comerciantes y agricultores de mentalidad moderna.
El aumento hasta límites de estricta justicia de la participación nacional en la riqueza petrolera, el traslado a Venezuela de las refinerías en que se "trata" el mineral extraído de nuestro subsuelo, la reducción del plazo de vigencia de los contratos, la abolición de las absurdas exoneraciones de los impuestos aduaneros a las Empresas concesionarias y seguridades de mejoramiento económico y social de los técnicos, obreros y empleados venezolanos al servicio de las Compa¬ñías: estos son los pivotes donde debe insertarse una nueva política minera de gran envergadura.
Y nuestra actitud bien definida es la de apoyar en sus lineamientos generales esa posición nacionalista proclamada por el Presidente de la República.
Esperamos, como lo espera con preocupado interés todo el pueblo venezolano, el nuevo estatuto petrolero que se está elaborando. Desde un ángulo de responsabilidad y de recto espíritu de cooperación analizaremos ese proyecto legislativo, y a su hora y momento formularemos todas las observaciones y sanas críticas que contribuyan a hacer de la Ley que se sancione un hito plantado en la marcha hacia la conquista de nuestra cabal independencia económica.
Es oportuno precisar aquí que nuestra posición no es de irreflexiva xenofobia frente a la inversión extranjera. La necesita un país de escaso desarrollo técnico y de limitadas reservas propias de capital. Sólo que creemos que esa inversión debe realizarse en forma tal que el Estado la condicione y la regule para que realmente sea factor dinámico y creador de nuestra vida económica y social.
Por último, ya para terminar, anunciamos que nuestro más firme propósito es el de contribuir, desde la independiente pero serena posición que ocupamos en el panorama político del país, a que el mayor ingreso fiscal por concepto del petróleo sirva realmente de beneficio para Venezuela entera. Nuestro más firme empeño será el de contribuir a que, en el Presupuesto de 1943 yen los sucesivos, sean canalizados hacia los capítulos de educación pública, de sanidad y asistencia social, de protección a la industria, a la agricultura y la cría, los excedentes de ingresos nacionales que vayan a obtenerse de la renta minera.
Y todo esto realizado con serena ecuanimidad, sin estrecho criterio banderizo, al amparo de este clima político existente en Venezuela, actualmente go¬bernada por un hombre que ha revelado no tenerle miedo al ejercicio de las libertades públicas que a todos garantiza la constitución nacional.
Todo esto realizado -insisto- dentro de nuestra conocida línea de compactación nacional de leal entendimiento entre los venezolanos de buena voluntad, formen filas en el Gobierno o en tiendas políticas independientes para lograr la liquidación de la crisis económica y fiscal interna que nos angustia, y para hacer cada día más eficaz nuestra colaboración, junto a las Naciones Unidas, para la derrota de esa pesadilla del género humano, que se llama nazi-fascismo.
Señor Presidente de la República:
Aquí está congregada una densa representación del pueblo venezolano. Sólo espera la voz de un comando valeroso para entregarse a una gran faena creadora. Es un pueblo que ya quiere hacer historia, que se resiste a continuar embebido en la estática adoración del pasado, usufructuando el prestigio que para el gen¬tilicio conquistaron los abuelos próceres y embriagado con el capitoso licor de la epopeya. Usted lo ha dicho y nosotros lo creemos, con ardiente fe: no es la absorta contemplación del ayer lo que está requiriendo un pueblo que está hoy tan capacitado como lo estuvo en esa hora estelar de nuestra historia, la de 1810, para él ser el pionero, el puntero, el baqueano de todo un continente, en el momento de la marcha resuelta hacia el futuro.
Tenemos fe, señor Presidente, en su palabra empeñada. Deposite Usted confianza, toda su confianza, en el pueblo, y no será defraudado. Como no lo ha sido, a través de la historia de todos los pueblos, ningún gobernante que se haya tapiado los oídos ante el susurrar interesado de las camarillas cortesanas para auscultar directamente el gran corazón dolorido y generoso de las masas.
ROMULO ANTONIO BETANCOURT

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