julio 27, 2010

Discurso de Perón en una concentración gremial organizada por los ferroviarios, celebrando su designación como Vicepresidente de la República (1944)

«Selección de discursos período 1943-1945»
“DISCURSO ANTE LA CONCETRACION GREMIAL ORGANIZADA POR LOS FERROVIARIOS, CELEBRANDO SU DESIGNACION COMO VICEPRESIDENTE DE LA REPUBLICA”
Juan Domingo Perón
[8 de Julio de 1944]

Compatriotas: La presencia de los trabajadores del país en esta histórica plaza, en representación de cuarenta sindicatos argentinos que comprenden la hora y que viven las inquietudes del Gobierno de la Patria, constituye para mí el más insigne honor y el estímulo más significativo que yo pudiera recibir.
Sólo ostento tres títulos que me enorgullecen; el de ser soldado, el de ser considerado primer trabajador argentino y el de ser un patriota. El de soldado me lo he ganado con treinta y cinco años de servicios honradamente prestados a la Nación; el de trabajador argentino me lo habéis otorgado vosotros con un gesto que colma mi felicidad de hombre y de ciudadano, y el de patriota lo debo a la Providencia que ha hecho que tenga la dicha de haber nacido en este país, que tanto amo y amaré por sobre todas las cosas.
Al asumir la alta función para la que he sudo designado por el Excelentísimo Señor Presidente de la Nación, estos tres títulos serán el mandato que encaminará mi acción durante el desempeño de mi alta investidura; el de soldado para cumplir la finalidades fijadas por el Ejército de la Patria, que no sabe de egoísmos ni de claudicaciones mezquinas; el de primer trabajador argentino, para continuar en la defensa de la clase trabajadora en que nos hallamos empeñados por mandato de una justicia superior a todas las demás, que es la de lograr la felicidad de la patria buscando el bienestar de las masas que laboran su grandeza; el de patriota para trabajar hasta el último aliento por el engrandecimiento material y moral de nuestra patria; y, si fuera necesario, cunado ninguna energía quede, ofrendar la vida en su defensa donde fuera menester.
Sé que seremos combativos, pero sé también de nuestra voluntad y de nuestra voluntad y de nuestra férrea energía y afirmo que no hemos de desmayar en la defensa de estos ideales que constituyen la necesidad básica y fundamental de Estado en estos momentos.
Al hablar en otra oportunidad a los trabajadores de la patria, les solicité que tuvieran confianza en nuestra honradez y decisión. Hoy me encuentro absolutamente persuadido de que esa confianza existe y que ella debe constituir el fundamento de lo que les pediré en este momento a los trabajadores compatriotas. Es necesario que esa confianza se transforme hoy en fe, sobre lo que todavía debemos realizar, y que realizaremos cualesquiera sean lo obstáculos que se opongan, porque no medimos el esfuerzo ni mediremos el sacrificio, pues tratándose de ofrendar todo lo que tenemos en aras de la patria, no puede existir limitación mezquina de ninguna naturaleza. Esta confianza que habéis dispensado y esta fe que estoy seguro dispensaréis, tienden a un objetivo superior a la unidad de todos los argentinos, para lo cual es necesario hacer desaparecer luchas odiosas y diferencias absurdas, para que en este país con nuevos ideales, con los lábaros de la pureza y virtud a su frente, se pueda decir algún día que se ha cumplido el ideal tan antiguo como el mundo, de que no haya hombres excesivamente ricos ni hombres excesivamente pobres.
Cuando esas diferencias hayan desaparecido, lograremos la unidad, por el convencimiento de que cada argentino, por humilde que sea, por insignificante que pueda ser el puesto que ocupa en la Nación, es un elemento indispensable en el país, que debe trabajar con todo empeño a fin de que todos vayamos adelante, sin desfallecimientos.
Es necesario que la Revolución llegue a las almas, porque en este país, donde la naturaleza con toda prodigalidad ha derrochado a manos llenas la riqueza material, deberíamos dar todos los días gracias a dios por sus dones maravillosos; pero esa riqueza no es todo. Es necesario tender también hacia la riqueza espiritual, hacia eso que constituyen los únicos valores eternos y que son los que unirán, si es necesario, a los catorce millones de argentinos, en defensa de la patria, a costa de cualquier sacrificio.
Es menester seguir esta acción porque la patria se encuentra en la buena senda de su salvación. Hoy la voz de orden debe ser “adelante sobre este camino”, y ello es lo que yo pido a todos los compatriotas, amigos o enemigos, por la suprema dignidad del Estado; por la obligación que tenemos de seguir adelante, honrando las virtudes de nuestros mayores y aspirando a la felicidad de nuestros descendientes.
JUAN DOMINGO PERÓN

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