“PALABRAS DURANTE EL ACTO ORGANIZADO POR LA UNION TRANVIARIOS PARA EXPRESAR SU ADHESION A LA POLITICA SOCIAL DEL GOBIERNO”
Juan Domingo Perón
[20 de Julio de 1944]
Siguiendo mi costumbre, no he de hacer un discurso, sino una conversación con ustedes, porque entiendo que la verdad habla sin artificios. En primer lugar, tengo el placer de traerles el saludo afectuoso del excelentísimo señor Presidente de la Nación, que se encuentra convaleciente de una indisposición y que en razón del tiempo inclemente, no ha podido llegar hasta aquí, como era su ferviente deseo.
Celebro, en primer término, verlos a ustedes reunidos en un ambiente de admirables camaradería y entusiasmo, que son las únicas fuerzas que pueden hacer triunfar a los gremios en sus justas aspiraciones.
Celebro, en primer término, verlos a ustedes reunidos en un ambiente de admirables camaradería y entusiasmo, que son las únicas fuerzas que pueden hacer triunfar a los gremios en sus justas aspiraciones.
La Secretaría de Trabajo y Previsión trae por mi intermedio un cordial saludo para el gremio, con el afecto que ese organismo ha puesto en todos los hombres que trabajan, a los que considera como formando parte integrante de si mismo; pues a sus fines son los de defender a las clases trabajadoras, olvidadas durante largos años por quienes tuvieron la obligación de luchar por su bienestar.
No han sido palabras vanas las que he pronunciado a este respecto desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, para todos los trabajadores de la patria. Hemos dicho que nuestra tarea es de armonía. Buscamos que el capital y el trabajo, regidos por el Estado, lleguen a armonizar sus problemas y a elaborar conjuntamente la grandeza de la República, mediante una cooperación jamás interrumpida, y siempre apoyada por las fuerzas sanas de la Nación.
Los decretos que hoy hemos traído para leer a ustedes, con la misma satisfacción con que ustedes lo escuchan, son una demostración de esa buena voluntad del gobierno, que tiene confianza en los trabajadores del país; y trabaja incansablemente para resolver sus problemas. Y Dios mediante, no hemos de dejar ningún problema por solucionar.
Aspiramos a que la Revolución del 4 de junio sea un movimiento del pueblo y para el pueblo. Varias veces he dicho que no se trata de una Revolución hecha por el Ejército, sino de un movimiento en que el Ejército se hace cargo de la causa de los hombres que trabajan y elaboran la grandeza del país.
Por eso aspiramos a entregar esa bandera a las clases trabajadoras, dando así a esta Revolución el contenido social indispensable, sin el cual pasaría a ser un acto intrascendente, sin importancia en la vida de la Nación.
Ya los timoratos que llegan hasta mí me han dicho sibilamente al oído: “Tenga cuidado; usted hace un juego peligroso con las masas obreras”. Yo les he contestado: “Tengo fe en los hombres que trabajan, porque no he sido jamás engañado ni defraudado por los humildes”. En cambio no puedo decir lo mismo de los poderosos.
-Yo sé perfectamente adonde voy. Buscamos la solución de los problemas para la Nación. Las épocas no son siempre de paz y de bonanza. Los conflictos obreros se resuelven de dos maneras: con la fuerza o con la justicia.
Han pasado los tiempos en que los conflictos podían resolverse con la fuerza. La posguerra puede traer problemas que solamente las imaginaciones mas privilegiadas pueden prever en toda su intensidad. Esos conflictos, que llegan muchas veces hasta la guerra civil, representan una destrucción tan extraordinaria de los valores, que no existe un solo habitante que no tenga algo que perder en ellos.
Para evitar esas conmociones es necesario analizar la situación del país en lo relativo a la justicia social, y buscar de suprimir las causas como única forma de evitar los efectos. Los alzamientos, ya sean desde la mas modesta huelga hasta la guerra civil, obedecen siempre a causas que lo provocan. En consecuencia, buscamos hacer desaparecer toda causa para segurar con una armonía, a base de justicia social, la imposibilidad de la alteración de nuestras buenas relaciones entre el trabajo, el capital y el Estado.
Se ha dicho también a menudo que nosotros propiciamos una u otras formas de agremiación y del sindicalismo. Hay quienes luchan porque un sindicalismo libre permita un tablero de ajedrez gremial y se me ha enrostrado que yo soy nazi o cualquier otra cosa, porque defiendo la unidad de cada gremio.
Estos calificativos ya han perdido su valor a fuerza de emplearlos mal o inadecuadamente. Sin embargo, yo he de decir y de repetir, una y mil veces: es necesario que cada gremio permanezca absolutamente unido e indivisible para el logro de sus justas aspiraciones.
Entiendo que esa fuerza reside exclusivamente en la unidad. Sé bien que los que quieren fraccionar un gremio, lo haben porque no pueden concertar los intereses gremiales con los intereses personales. Yo defiendo la absoluta unidad de cada gremio porque no tengo nada que ganar ni nada que perder.
En este sentido la Secretaría de Trabajo y Previsión no exige nada. Aconseja a cada gremio lo más prudente para su propio gobierno. Hemos declarado que la agremiación será libre, y hemos de mantener esa libertad; pero nos permitimos aconsejar a los trabajadores, porque esa es nuestra obligación, acerca de cómo serán más eficaces en la lucha por la defensa de sus propios intereses.
Finalmente, señores, al haber tenido esta hermosa oportunidad de pasar con ustedes momentos de satisfacción –y no acostumbro jamás decir lo que no siento- confío en que los trabajadores que han educado su personalidad en la mejor escuela del carácter, el trabajo y el sufrimiento, has de entendernos perfectamente. Por eso anhelo y estoy profundamente convencido que hemos de lograrlo; que esta Revolución del 4 de junio ha de ser proficuos resultados para la clase trabajadora argentina, porque los que la hemos hecho y la estamos desarrollando y llevando adelante, hemos crecido entre los hijos proletarios de la patria.
Hemos tratado e instruido la muchedumbre joven y trabajadora del país; sabemos sus problemas, conocemos su vida y sus esfuerzos. Por eso, a pesar de que durante muchos años el Ejército ha estado separado de la masa trabajadora, afirmo que ello no volverá a repetirse jamás en nuestra patria.
Hoy conocemos los problemas del país; y sabemos que su grandeza no está en cuatro o cinco familias, sino en el bienestar de todo el pueblo y el pueblo son ustedes, señores.
No deseo retirarme esta noche sin agradecer emocionado los presentes con que hemos sido agraciados. Al hacerlo declaro que en el desempeño de nuestras funciones cumplimos con un deber para con la Nación como gobernantes o funcionarios del Estado.
JUAN DOMINGO PERÓN
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