julio 27, 2010

Discurso de Perón sobre los precios máximos y la carestía de la vida (1944)

«Selección de discursos período 1943-1945»
“DISCURSO SOBRE LOS PRECIOS MAXIMOS Y EL PROBLEMA DE LA CARESTIA DE LA VIDA”
Juan Domingo Perón
[31 de Julio de 1944]

Con una intensa emoción, rodeada de características totalmente distintas a las que me han conmovido en ocasiones semejantes, me acerco a vosotros para daros cuenta de una nueva medida de gobierno.
Permitdme, pues, sin que por ello pretenda hacer alarde de la intimidad de mis sentimientos, que antes de explicaros el alcance de esta medida de índole puramente económica, os diga con toda sinceridad que la incontenible emoción que siento, obedece a que he querido reunirme de nuevo con vosotros, en ésta, vuestra casa, para deciros con sobria franqueza de soldado y profunda unción ciudadana que, si bien siempre os he hablado con el corazón, hoy vengo a hacerlo con el corazón en la mano.
Restauración económica de los trabajadores
¡Amigos míos, compatriotas!
Yo que he salido de entre las filas del pueblo de mi patria; que siento como propias –por haberlas vivido- vuestras mismas preocupaciones, que aliento vuestros mismos ideales, he tenido la fortuna inmensa de ver que los hombres del Gobierno de la Nación Argentina, -cuya responsabilidad comparto-, se han sentido una vez mas, solidarios de la obra de restauración económica de los trabajadores y han adoptado nuevas medidas que contribuirán eficazmente a disminuir las pesadas cargas que por tanto o tiempo han venido agobiando a la familia obrera.
Y me honro en proclamar muy alto que, contrariamente a las prácticas ya caducadas definitivamente en nuestra Patria, estas trascendentales medidas que jalonan la marcha ininterrumpida de nuestras realizaciones, no han sido precedidas de los fuegos artificiales de una campaña proselitista para lograr fervorosas adhesiones. De los gabinetes de estudio has pasado a la sanción del Poder Ejecutivo de la Nación para que sus efectos directos e inmediatos los sintáis vosotros mismos y, con la franqueza que siempre ha presidido nuestras relaciones, digáis si las medidas son acertadas o requieren retoques que las tornen más eficientes.
Y aún puedo aseguraros que estaríamos dispuestos a cambiar el rumbo que seguimos si comprobáramos que la salud de esta República, que es vuestro propio bienestar, exige remedios más eficaces y categóricos que los que venimos aplicando.
Exhumamos la ley para dignificarla
El Gobierno de la Revolución utiliza en esta oportunidad, como en todas aquellas que el estado de la legislación permite, las disposiciones promulgadas con anterioridad a su advenimiento. Pero entendedlo bien, utiliza las leyes aplicándolas; las utiliza, no para buscar la interpretación que capciosamente podría dárseles para encontrar la forma de incumplirlas.
Y he de aclarar todavía más: no usaremos jamás las leyes argentinas; no aplicaremos jamás una medida legislativa de nuestra Patria; no interpretaremos jamás el mas breves artículo de nuestros Códigos en forma que pueda olvidar o desconocer, ni disminuir siquiera, un derecho legítimo ya reconocido al trabajador. En esta trayectoria tan firmemente trazada y serenamente seguida, el Gobierno ha exhumado la Ley 12.591 que reprime la especulación y el agio y trata de evitar los encarecimientos injustificados del precio de las cosas. La ha exhumado para darle nueva vida e infundirle el calor del alma popular que le faltaba.
No diré yo que no se hubiese hecho aplicación de ellas, pero sí puedo afirmar sin temor a equivocarme que habían merecido atención más preferente los productos que demandan las grandes organizaciones económicas que aquellos otros más modestos que el pueblo necesita adquirir por la mañana, por la tarde o por la noche de modo indispensable y que no puede recurrir a los préstamos bancarios para solucionar los terribles problemas que le crea su lucha por la vida.
Los artículos de consumo de primera necesidad son materias de poca monta para la mayoría de los economistas. Cuando aquellos géneros salen de los grandes depósitos, de las grandes concentraciones y de los grandes mercados; cuando pasan a constituir un problema de puertas adentro del hogar obrero, cuán pocos han sido los hombres de ciencia o de gobierno que han querido realizar las vicisitudes y amarguras que comporta llegar a conocer lo que realmente cuesta un kilo de pan a quienes para vivir sólo cuentan con el fruto de su trabajo.
Precios fuera del alcance de los salarios
La Ley 12.591, de precios máximos y control de abastecimiento, frecuentemente era olvidada cuando se trataba de producir un beneficio directo e inmediato al auténtico pueblo de la República, a pesar de que durante años y años se ha intentado mantener despierta la atención de los Gobiernos mediante la publicación mensual de los índices del costo de la vida. Resultaba más cómodo ignorarlos y, cuando la ocasión se presentaba, combatirlos, sin preocuparse de que cada elevación de la curva incrementaba la angustia en los hogares obreros y, con frecuencia, la inacción oficial encubría la especulación y las mas repugnantes maquinaciones para alterar el precio de las cosas de consumo indispensable.
Pero yo os aseguro firmemente que el Gobierno de la Revolución –que tanto empeño ha puesto y seguirá poniendo para modernizar todos los organismos y servicios del Estado- no ha pasado ni pasará por alto estas serias estadísticas pacientemente elaboradas, porque son los instrumentos que en un momento determinado, iluminan con claridad meridiana arduos problemas como el que reclama nuestra atención en los instantes presentes. Consideramos la estadística como labor sustantiva y primordial, y base necesaria de toda obra de gobierno y de todos los avances legislativos.
Las cifras recopiladas a través del tiempo nos ha revelado que ciertos artículos y productos han experimentados injustificados aumentos. La despreocupación por los problemas obreros y la francachela política permitieron que los precios de 1939 se elevaran a un nivel cercano al 20 %. Pocos días antes del 4 de Junio, La Revolución, por mera acción de presencia, hizo bajar este exagerado e injustificado aumento. Medidas complementarias subsiguientes redujeron el costo de la alimentación y los alquileres. Pero el atrevimiento de los inescrupulosos ha sido tal, y tal ha sido el desmayo o la falta de medios con que se ha podido actuar. Que paulatinamente los precios fueron escalonando nuevas alturas hasta llegar a las cumbres que jamás pueden ser alcanzadas por el reducido poder de compra del salario.
Hay que ganar la batalla de los precios
Una doble finalidad tiene la reunión del día de hoy. En primer término para exponerles, con la mayor claridad, de las orientaciones que sustento respecto al costo de la vida, precios y salarios, factores que entran en primera línea a integrar el complejo económico nacional.
En segundo lugar os he llamado para que me ayuden a ganar la batalla que comienzo contra el alza injustificada de los precios. Yo sé que no me va a faltar vuestro concurso ni van a regatearme vuestros esfuerzos. Pero les pido también muestras inequívocas de vuestra prudencia. Cuanto mayores sean la prudencia, la discreción y el tacto con que actúen, mayor será la eficacia de vuestra obra y mejor se demostrará que no me he equivocado al solicitar vuestra cooperación.
Exhorto a los dirigentes gremiales, a los presidentes de las Comisiones de Fomento, Cooperadoras Escolares, y demás entidades caracterizadas que aspiren al honor de colaborar en esta obra común, a que remitan, a la mayor brevedad, separadas por Seccionales de Policía, las listas de sus asociados que están condiciones de prestar su concurso. Estas listas deberán indicar: nombre, apellido, domicilio, profesión y número de la Cédula de Identidad o Libreta de Enrolamiento, a los efectos de extender las credenciales. A la entrega de la credencial se comunicarán las instrucciones precisas a que cada cual deberá ajustar su actuación.
De esta manera creo que se habrá dado la satisfacción, debida a las aspiraciones tantas veces manifestadas de tener intervención directa el pueblo en un asunto que tan vitalmente le interesa.
Sólo aspiramos al bienestar del pueblo
No quiero fatigar más vuestra atención. Sólo me queda decirles que lo único que necesitamos todos es mantener un valor patriótico tan elevado que resista la presión de todos los intereses egoístas parapetados tras los más inverosímiles reductos.
Dejad de lado a cuantos viven agazapados esperando en vano el retorno de la corrupción ciudadana y de la venalidad política y administrativa. Y tened la seguridad de que desde esta Casa de los Trabajadores Argentinos, sigo firme y vigilante todas las vicisitudes de vuestra identificación con las esencias vitales de la Patria encuentre, en los hombres que la dirigen, la condigna recompensa de su gratitud.
Nos oponemos a la nivelación de la miseria
Si a los encarecimientos artificiales provocados por agiotistas y especuladores se contesta con aumentos de salario, el Estado que lo tolera se convierte en cómplice de aquellos especuladores porque contribuyen a que sigan haciendo el “caldo gordo” a expensas del magro puchero o de nuestros trabajadores, hecho, en circunstancias difíciles, a base de huesos sin carne solamente. Los encarecimientos injustificados justifican una sola actitud gubernamental; rebajar los precios a nivel razonable y justo. Esto es lo que hoy se ha hecho se ha hecho en vez de iniciar una interminable carrera de elevación de precios y salarios. El Gobierno sigue este sistema convencido de que si el encarecimiento de precios fuese justificado tampoco dejaría abandonado a su suerte al trabajador, porque cuenta ya con los estudios técnicos necesarios para adaptar los salarios a las fluctuaciones del costo de la vida. Llegado el caso se pondrían inmediatamente en marcha los resortes necesarios con la misma celeridad con que se han movilizado todos los recursos para iniciar esta nueva ofensiva contra los precios altos, antes de cumplirse siete horas hábiles de jornada administrativa desde el momento en que las rebajas de que voy a darles cuenta fueron aprobadas por el Gobierno Nacional.
Amontonamiento monstruoso de dinero
Ha sido decretada la fijación de precios máximos a diversos artículos de alimentación y se han introducido rebajas en la gran cantidad de artículos de vestir y ropa blanca para el hogar. Por primera vez, después de cuatro años y once meses de control de precios, se entra en un terreno que parecía vedado: el feudo de la industria textil.
Somos un país digno y altivo, y ninguno de sus hijos habrá de tolerar jamás que los trabajadores argentinos se conviertan en una turba de andrajosos para que un grupo de privilegiados pueda seguir sosteniendo a sus lujos, sus automóviles y sus placeres. Aquí, gozaremos todos o sufriremos todos. Cada cual según su aporte a la colectividad, el bienestar de la colectividad, y según sus méritos, su capacidad, su esfuerzo y su honradez.
No permitiremos una igualdad económica arrastrando hacia abajo, porque ello es contrario a la naturaleza humana y al propio ser de las cosas; pero tampoco permaneceremos impasibles ante el acaparamiento de mercaderías ni el amontonamiento monstruoso de dinero, porque estamos convencidos de que la finalidad económica de un país no ha de ser el lucro, sino la satisfacción de todas las necesidades de todos sus habitantes.
Artículos de primera necesidad, no de lujo
Se muy bien que no hemos tocado todavía algunos de los artículos básicos de nuestra producción y que algunos de ellos marchan todavía de contramano, pero quiero advertir que no transcurrirá mucho tiempo sin que sean tomadas las medidas más apropiadas para evitar que los artículos primordiales de alimentación popular (y que constituyen la base fundamental sobre la que se asienta nuestra economía), sigan siendo artículos de lujo para el común de nuestros compatriotas y un ideal inaccesible para aquellos que han de compartir la desgracia de vivir una vida miserable con el honor excelso de haber nacido en suelo argentino.
Y esto que podría considerarse como una dilación a medidas que estimo impostergables y que, contra mi costumbre, podría aparecer ante los suspicaces como una promesa que el tiempo diluirá en la lejanía del recuerdo, obedece al propósito que tengo de no obrar más apresuradamente. Ninguna medida debe adoptarse sin tener la seguridad de que la razón en que se apoya la preservará de toda injusticia.
De igual manera he de salir al paso a cuantos con una visión simplista de los problemas o por afán de mejorar excesivamente, juzguen con ligereza el alcance de las medidas contenidas en el Decreto firmado en Acuerdo de Ministros Nº 20.263, que acaba de ser promulgado. Las rebajas que implica este Decreto son rebajas estudiadas con pulcritud y con tal moderación que quienes se atrevan a incumplirlas o alterarlas, además de hacerse reos de las sanciones que la legislación establece, serán merecedores del desprecio más absoluto de todos los hombres de bien.
No voy a entretenerlos señalando los precios máximos fijados o las rebajas introducidas a los que regían al momento de promulgarse el Decreto Nº 20.263 que fija aquellos y señala éstas. Estos precios y rebajas deberán hallarlos fijados mañana mismo en los negocios donde vayan a efectuar vuestras compras. Y si por casualidad no estuvieran a la vista acudan enseguida a denunciarlo para que el peso de la Ley caiga sobre el infractor en forma inexorable.
JUAN DOMINGO PERÓN

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