julio 12, 2010

"Discurso en el mitin de Unificación de las Izquierdas" Rómulo Betancourt (1936)

DISCURSO EN EL MITIN DE UNIFICACIÓN DE LAS IZQUIERDAS
Rómulo A. Betancourt
[31 de Agosto de 1936]

Tengo fijas en las retinas, en el momento de ocupar esta tribuna, dos recientes caricaturas de nuestro genial Leo, quien es un leal intérprete, con su lápiz travieso y mordaz, de lo que piensa y siente Juan Bimba. Las dos criaturas a que me refiero las recuerdan todos ustedes, y son ellas las del ciudadano Presidente de la República, tendido en actitud bienaventurada a la sombra -que parece ser sombra de manzanillo- del consabido hilo constitucional; y la otra, la de la portada de Fantoches, en la que responde la mujer esquiva al Tenorio profesional que le ofrece mil cosas a cambio de sus favores: -No me hables del Programa de Febrero.
Esas dos caricaturas de Leo revelan, más y mejor que muchas páginas de literatura política o que los más expresivos discursos, cuál es la actitud que ha asumido ya la mayoría del pueblo venezolano frente al gobierno actual, frente al jefe del Ejecutivo y frente al programa administrativo que el general López Contreras presentó a la consideración de Venezuela a raíz del 14 de Febrero. Al entusiasmo y a la confianza de los primeros días ha sucedido esta actitud recelosa y desconfiada de hoy, esta falta de fe manifiesta en los resultados de la gestión administrativa del gobierno actual.
El criterio oficial, que peca de superficial y de simplista, considera que este cuarto de conversión que ha dado el pueblo se debe a la llamada "labor disociadora de los izquierdistas". Nada es más incierto. Las izquierdas venezolanas hemos sido el sector social que con más calor hizo suyo, y agitó como quien flamea una bandera, el Programa de Febrero. Pero pronto comenzamos a comprender que no había voluntad y decisión en los poderes públicos para afrontar los problemas nacionales en una forma progresiva y democrática, en una forma consecuente con los postulados escritos en las páginas de ese ilustre no¬nato bautizado con el nombre de Programa de Febrero.
El error del gobierno fue el de creer que en la dirección de los destinos de un pueblo son válidos los recursos de los volatineros. Estos pueden marchar sobre una cuerda floja indefinidamente, sin caerse a la izquierda ni a la derecha, ocupando una irreprochable posición de centro. Pero un gobierno -que es siempre expresión política de la pugna entre las diversas corrientes sociales- no puede marchar por mucho tiempo en esa dirección centrista por donde trajinan tan a su gusto los volatineros. Un gobierno tiene que definirse rápidamente por la izquierda, que significa voluntad de avanzar, progreso social, empuje renovador; o por la derecha, que equivale a intención de estancamiento, de retroceso, a propósito de no caminar hacia delante, sino de retrogradar hacia el pasado. El gobierno actual, comprobando una vez la imposibilidad de que gobiernos de tipo centrista puedan estabilizarse, se definió hace rato como un gobierno de tipo derechista, como un gobierno que marcha hacia formas políticas antidemocráticas, hacia formas políticas de tipo gomecista.
Y para convencer al país de lo contrario de nada valen declaraciones de la índole de las que hizo hace algunas semanas el Presidente de la República a El Heraldo, de Barquisimeto. En esas declaraciones, el Presidente de la República acepta que la mayoría de la población venezolana ha manifestado francamente su simpatía por las izquierdas, y agrega que no está dispuesto a contrariar con sus actos administrativos la voluntad de la Nación. Y si es así, ¿por qué se rodea de elementos tan repudiados por las izquierdas como ese ministro Lara, agitador profesional, disociador sistemático el mismo que provocó con su ley guillotina los disturbios de Junio y el mismo ayer nomás creó un nuevo conflicto colectivo al pretender cercenarle a los telegrafistas sus elementales derechos de ciudadanos y de hombres? Si está por las izquierdas ¿por qué permite la edición del Libro Rojo, cuyo objetivo era el de preparar los ánimos para que no protestara el país ante una represión dirigida contra los elementos democráticos, al mismo tiempo que regresan impunes a Venezuela los Evencio Luque y los Paredes Urdaneta, y que en Caracas se realiza una alarmante concentración de generales gomecistas? Si está por las izquierdas ¿por qué no concede audiencia a Hermes Coello León, representante de más de 12.000 obreros petroleros del Zulia, venido a Caracas especialmente a presentar un pliego de quejas al jefe del Ejecutivo sobre las violaciones de las compañías petroleras a la Ley del Trabajo; mientras son siluetas habituales en los corredores de Miraflores el perfil yanquizado de Miguel Delgado Chalbaud y el gesto de ave de presa de Félix Galavís? Si está por las izquierdas ¿por qué son destituidos de sus cargos administrativos los hombres en quienes había puesto fe nuestro pueblo, mientras se mantiene en las presidencias de Miranda, de Mérida, de Trujillo y de Anzoátegui a elementos contra los cuales la opinión pública se ha manifestado enérgicamente? Si está por las izquierdas ¿por qué presta el apoyo de su consenso a la maniobra antidemocrática del Congreso de prolongar sus funciones por dos años más y de escamotearle al pueblo, que en todos los tonos ha manifestado su anhelo de votar, el sagrado derecho del sufragio? Si está por las izquierdas ¿por qué en vez de leyes de orden público y de leyes de prensa, vistas con lógica suspicacia por la Nación, no ha enviado a las Cámaras una nueva legislación sobre petróleo, que en realidad garantice a Venezuela una participación legítima en la principal de sus riquezas naturales?
Esta política del Ejecutivo de concesiones a gomecistas y petroleros ha determinado dos fenómenos, fácilmente constatables por el menos perspicaz de los observadores del intenso momento histórico que estamos viviendo en Venezuela. Esos dos fenómenos son, de un lado, el desprestigio cada vez mayor ante la opinión popular de un gobierno que se inició reuniendo alrededor suyo la simpatía y el apoyo de toda la Venezuela democrática; y del otro, la insolencia cada vez mayor, el descaro cada vez más cínico, con que los elementos gomecistas trabajan por sustituir este gobierno semilegalista por otro de tipo dictatorial, y aun en derrocado por la violencia para de nuevo restablecer el despotismo, si es que encuentran dificultades para operar una transformación paulatina.
Y mientras estos fenómenos surgen a la superficie de nuestra vida política, el gobierno se mantiene en el país de Babia. No se interesa por recobrar el prestigio que ha perdido al controlar las actividades subrepticias de los facciosos, de los conspiradores, de los generales gomeros que trabajan por el retorno al paraíso perdido del absolutismo. El gobierno actual de nuestro país parece que no se ha dado cuenta del hecho social más trascendente de los últimos años, que es el de la participación activa de las masas en todos los problemas de la Nación. Sólo así se explica que adopte esa actitud desdeñosa ante la opinión pública, que continúe esa política de cuchicheo y de trastienda, de discusión a puerta cerrada en los gabinetes ministeriales y de Miraflores, de insólito desdén ante lo que el pueblo piensa y dice. Y mientras esa posición miope la adoptan nuestros gobernantes, un Cáceres Quiroga, jefe del gobierno español, dice en las Cortes que dimitirá el gobierno que preside cuando le falte el apoyo de la calle; y un León Blun, jefe del gobierno francés, hace patéticos esfuerzos para que participen en su gobierno de Frente Popular hasta los representantes de los partidos de la izquierda más extrema, a fin de que todos los matices de la opinión se sientan reflejados en el Ejecutivo; y un Franklin Delano Roosevelt recorre pueblos y ciudades de la Unión Norteamericana, haciendo formidables esfuerzos de oratoria para conquistar la adhesión de las masas populares para su llamada "política del nuevo rumbo"; y aun los gobiernos más antidemocráticos, como por ejemplo los de Alemania e Italia, sien ten esa necesidad de que los respalde el poderoso aliento popular, y por eso son frecuentes en ambos países las concentraciones ciudadanas a las que piden apoyo, histéricos y gesticulantes, el Adolfo y el Benito.
Es también necesario confesar que a nosotros -cuando digo "nosotros" me refiero a las organizaciones políticas democráticas que estamos representando en ese mitin- nos cabe una parte de responsabilidad en ese desdeñoso respingo con que ve el gobierno las peticiones que se saca Juan Bimba de las entrañas. No hemos sido aptos hasta hoy para crear un solo gran frente de oposición, respetable por su número y por su solvencia doctrinaria, capaz de compactar todas las fuerzas progresivas del país y de encauzar en un sentido constructivo las enormes energías potenciales del pueblo venezolano. Nos fraccionamos hasta el infinito en una serie de organizaciones, con diferencias de matices en su programa y en su táctica, pero actuando cada una de ellas sectariamente, sin haber sido capaces de plantear una política de conjunto de fuerte envergadura, capaz de unir alrededor de ella a todas las voluntades y a todos los esfuerzos de la Venezuela democrática. Y mientras las izquierdas formábamos un mosaico de organizaciones, ellos, los hombres y las clases de mentalidad oscurantista, integraban su armonioso frente único.
Estamos ahora tratando de rectificar rápidamente el grave error político cometido, estructurando una sola organización democrática, donde quepan desde el industrial progresista, el agricultor arruinado y el comerciante enemigo del monopolio hasta el obrero de las ciudades y el campesino de nuestras montañas.
Ese partido único no sería nunca, ni podría sedo, el defensor de uno solo de los sectores explotados y oprimidos de la población venezolana. Por su programa y por su estilo de lucha, debe revelarse capaz de compactar todas las dinámicas interesadas en estabilizar la democracia y en libertar a Venezuela del ominoso yugo de los petroleros. En sus filas tendrá un sitio para luchar el comerciante, a quien el arruinador arreglo cambiario, realizado por Tinaco, en beneficio de los petroleros y mantenido por el gobierno actual, le impone la obligación de pagar Bs. 4 los dólares para cubrir sus obligaciones con el exterior; y el industrial, que ya sabe por propia experiencia que tiranía significa monopolio por el jefe de la producción de cemento, de la producción de azúcar, de la producción de mantequilla; y el maestro de escuela, que no podrá olvidar nunca cómo se les desdeñaba y extorsionaba en los días de González Rincones; y el abogado, que sabe bien cómo en régimen despótico no se ganan los litigios en las salas de las audiencias sino en las antesalas de las Dolores Amelia; y el estudiante y el joven en general, que no ignora cómo impiden las tiranías la aplicación en tareas nobles de ese excedente de energías que atesora la juventud; y el artista, para quien el ambiente pretoriano de un gobierno go¬mecista no es el adecuado para el libre desarrollo de sus facultades estéticas; y por último -últimos en la enumeración, primeros en la escala de los que más sufren bajo un gobierno absolutista-los obreros, campesinos y empleados, cuyos conflictos con los patronos se solucionan bajo un régimen de mano dura con los procedimientos gratos a Pedro García para acabar con las huelgas tranviarias de Caracas: plan de machete a los huelguistas que manifestaban en las calles, e incomunicación, hambre y vejaciones en el "rastrillo" para los apresados.
Y todas estas clases interesadas en que Venezuela sea gobernada con métodos democráticos tienen también un interés vital en que se libere nuestro país de la tutela de yanquis e ingleses. De que en vez de la legislación actual del petróleo, redactada por los propios gerentes de las compañías y por sus abogados criollos, se emita otra redactada por un Congreso que nada tenga que ver con los dólares ni con los consejos de Mr. Doyle ni de Mr. Stabler; todos están interesados en que se le impongan tributos más cónsonos con esa fabulosa ganancia de no menos de 500 millones de bolívares que sacan anualmente de nuestro país las compañías de petróleo a fin de que el erario pueda atender necesidades tan urgentes como dotar de escuelas a los 420.000 niños que no reciben enseñanza ni siquiera elemental, según las constataciones a que acaba de llegar la 1 Convención Nacional del Magisterio Venezolano; todos están interesados, en fin, en que se logre algún día nacionalizar esas enormes riquezas de nuestro subsuelo, aun cuando para ello sea necesario librar un nuevo Ayacucho y obtener de ese modo que Venezuela sea para los venezolanos.
He aquí sintetizados los dos grandes objetivos del partido único que intentamos crear, uniendo las diversas organizaciones democráticas: lucha por las libertades democráticas, lucha contra el imperialismo, ligando estas reivindicaciones por la acción diaria a fin de elevar el nivel de vida de todas las clases explotadas del país.
Este partido sería de oposición, en tanto que el gobierno no enrumbara su acción hacia el leal cumplimiento de su programa administrativo. Pero hay que entenderse con respecto a lo que significa oposición. No es el ataque a diario, sistemático, a todo acto oficial, sin analizarlo, sin discriminarlo, por el solo hecho de emanar del gobierno. Ese tipo de oposición lo practican los resentidos, porque un gobierno no les dio sitio en la mesa del presupuesto. Es la oposición que practicó el gran Partido Liberal amarillo, cuando lo fundó el farsante máximo que ha desfilado por el tinglado de nuestra vida política: Antonio Leocadio Guzmán. Y terminó esa oposición cuando José Tadeo Monagas los llamó a ocupar carteras en su gabinete. De paso, como detalle pintoresco, recordaré aquella escena de un furioso oposicionista liberal, que perdió sus arrestos, cuando llegó a un ministerio y contestó cínicamente a quien le preguntaba extrañado porqué se había vuelto tan silencioso: "Es una falta de educación hablar cuando se tiene la boca llena ... "
Un oposicionismo de esa índole no sería nunca el de nuestro partido. Criticaríamos, con responsabilidad, sin actitudes evasivas, los actos del gobierno merecedores de censura, pero al mismo tiempo apoyaríamos toda acción del gobierno, si es que el gobierno actual es capaz de iniciarla, dirigida contra el gomecismo y contra el imperialismo. Y no nos limitaríamos a esa actitud en parte pasiva de esperar que el gobierno actuara para criticarlo o para darle un apoyo de opinión. Sino que en todo momento haríamos llegar hasta los poderes públicos la voz de la Nación, la palabra de Venezuela, señalando soluciones progresivas a todos los problemas de importancia para la vida nacional que se plantearen.
Conciudadanos:
La tarea de luchar por elecciones libres y populares se simplificará también si al frente de esa campaña, encausándola y dirigiéndola, está un gran partido democrático, nacionalmente estructurado. La satisfacción del anhelo de la Nación de expresar su voluntad a través de una consulta electoral, será más viable si un gran partido, el partido que estamos tratando de forjar, inscribe esa entre las consignas esenciales de su programa de acción.
Concluyo lanzando al aire, en esta noche magnífica, en que una vez más, el pueblo del 19 de Abril de 1810 y del 14 de Febrero de 1936 demuestra pal¬mariamente su decisión de libertad, las consignas centrales de este mitin:
Por un Partido único de izquierdas, frente de combate de todas las fuerzas renovadoras y sanas de Venezuela!
Por elecciones generales, para que en 1937 se sienten en el hemiciclo del Capitolio 144 legítimos representantes de Venezuela!
Caracas, 31 de Agosto de 1936.
ROMULO ANTONIO BETANCOURT

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