julio 12, 2010

Palabras de Betancourt en despedida de su exilio en Chile (1940)

PALABRAS DE DESPEDIDA DE SU EXILIO EN CHILE
Rómulo A. Betancourt
[26 de Diciembre de 1940]

Amigos y compañeros:
Eleodoro Domínguez me colocó el casaquín galoneado del Embajador, y cuando lo hacía estaba pensando en una frase que he visto por ahí en estos días; dice que, para ser un excelente embajador, se necesitan dos condiciones: un apetito siempre presto y un organismo nada refractario al bicarbonato y, leyendo esta frase, pensaba que en Chile no se necesita ser diplomático para requerir ambas condiciones. Hace mes anuncié mi salida y, desde entonces, presumo que con gran contentamiento de mi señora, no se prende el fuego en casa. Pero más, compañeros, que comer con amigos alrededor de una mesa bien servida y al alcance de la mano el vaso de buen vino, he hecho en Chile. Durante el año de permanencia que llevo en este país he seguido atentamente como espectador, como espectador apasionado, el proceso social de este gran pueblo, y me llevo a Venezuela la convicción de que es Chile uno de los países de América donde han madurado más aceleradamente las condiciones que hacen posible la transformación profunda y estable en la organización económica y social de este pueblo. Existen aquí partidos de gran arraigo, entre los cuales quiero referirme especialmente al Partido Socialista y, al lado de esos partidos, o como apoyo de esos partidos, la masa popular americana más politizada, mejor organizada y con un sentido mayor de la responsabilidad histórica. Al mismo tiempo, he podido constatar en Chile que es éste uno de los pueblos de América donde se ha logrado una mejor organización administrativa técnica.
Siempre conservaré el recuerdo de aquellos trabajadores de Chile a quienes vi un día, en los altos hornos de Corrales, trabajando el hierro, y a los otros trabajadores que vi en el apostadero naval de Talcahuano, enfrentándose al acero, y entonces pensé que ese complejo de inferioridad que existe en nuestros pueblos por sentirse incapaces de forjar la máquina, debe desaparecer, porque ya hay un pueblo de América, el chileno, donde el trabajador se enfrenta al problema de la industria siderúrgica, que es, indiscutiblemente, la manifestación más alta del desarrollo económico de un país.
Al mismo tiempo que este aspecto organizativo y social, y que este aspecto técnico del pueblo chileno, llevo de él una magnífica impresión de su actitud despreocupada, esa actitud que le hace burlarse hasta de la muerte, con la saeta de la talla.
En Chile la gente me ha querido, y apenas llevo el recuerdo, para mí gratísimo, de dos ataques públicos que se me han dirigido, uno de ellos desde el órgano del periódico de la extrema derecha de este país, el otro desde las páginas del diario El Siglo, órgano del Partido Comunista, el cual me dispensó, para orgullo y satisfacción míos, uno de esos insultos patentados que nos conocemos bien los hombres que en América realmente luchamos por la liberación nacional y social de nuestros pueblos, y me satisfacen esos ataques porque revelan que en Chile he sido consecuente con la línea de mi Partido que en Venezuela lucha, no solamente contra quienes nos pretenden importar el régimen fascista, sino también contra aquellos que pretenden hacer pasar su mercancía averiada y totalitaria debajo de la bandera de la hoz y el martillo. Frente a Berlín y el Moscú staliniano está el Partido Democrático Nacional de Venezuela y los hombres que en sus filas militan. (Aplausos.)
Se ha aludido en esta reunión al Congreso de Partidos Democráticos y Populares que se reunió en Santiago del 3 al 5 de octubre próximo pasado. Quiero referirme a este congreso, porque mi Partido le asigna una significación especial: por primera vez se reunieron los representantes de los Partidos que en América representan de verdad el querer, la esperanza y la decisión revolucionarias de nuestros pueblos, y se reunieron a debatir los problemas de América, sin escuchar la voz de orden que viniera de Berlín o de Moscú, tratando de desentrañar de nuestra propia realidad los rumbos seguros que nos conduzcan hacia las metas ambicionadas por todos los revolucionarios: la construcción de una sociedad sin clases. En este congreso dijimos los representantes de los partidos de avanzada de América Latina, desvinculados de las Internacionales europeas, que estamos dispuestos a colaborar en la defensa continental de la intromisión totalitaria, y que para eso propugnamos la unificación de los veinte pueblos de América Latina, a fin de que puedan entenderse de quien a quien, de potencia a potencia, con Estados Unidos de Roosevelt; y al mismo tiempo, dijimos que la principal valla para el avance totalitario en nuestros pueblos está en la progresiva democratización de los gobiernos de América Latina, porque la mayoría de estos gobiernos son primos hermanos y muchos de ellos hermanos siameses de los gobiernos totalitarios de Europa.
Quiero recordarles a los representantes de partidos políticos que concurrieron a ese congreso la grave responsabilidad que contrajimos al comprometernos a organizar un segundo congreso, que ha de realizarse en la Ciudad de México, capital de ese gran pueblo puntero de nuestra América, a quien quiero rendir un homenaje emocionado en la persona del querido embajador y compañero, Reyes Espínola. En ese Congreso de México echaremos las bases de la Confederación Latinoamericana de Partidos Democráticos y Populares que, sin olvidar que los problemas del mundo están procurando coordinarse en tácticas y objetivos comunes. Comprendemos que nuestra tarea específica y fundamental es la de conducir a su liberación definitiva de los pueblos de nuestra América.
Al propio tiempo, quiero hacer referencia al grupo de refugiados republicanos españoles que amablemente ha querido concurrir esta noche a esta reunión. Conversando con ellos, escuchándolos, he confirmado la tesis, entrañablemente sentida por todos los hombres libres de América, de que en la Península se libraba la dramática batalla entre la libertad y la opresión, la convicción de que aliado de la España Republicana estaba lo mejor de ese gran pueblo, y que si la lucha española no condujo al triunfo, si España fue vencida, como dijo Baraibar, en cambio no fue derrotada, Y algún día surgirá triunfante, cuando haya desaparecido, como una pesadilla, la dictadura de los totalitarios de Europa y de los otros, de los miopes, de aquellos que en Francia y en Inglaterra no supieron comprender que en España se estaba librando la batalla de la humanidad.
Quedan en Chile unos cuantos compañeros de mi Partido, jóvenes estudiantes universitarios que militan en las filas del Partido Democrático Nacional, y quiero recordarles a estos compañeros, uno de los cuales me saludó esta noche, lo que siempre les dije, la prédica en que siempre les insistí: nuestros compañeros de generación están quemándose en Venezuela en una batalla terrible; y a ellos que, por determinadas circunstancias viven en Chile, en un medio de cultura superior, les corresponde el deber de situarse a la altura del espíritu de sacrificio de que están animados sus compañeros de Venezuela, y regresar allí dentro de algunos años, no sólo con un título doctoral, sino con un acervo de conocimientos y de cultura que permita al Partido, cuando asuma la función de gobernar y de transformar a Venezuela, tener en ellos reservas de grandes constructores y de técnicos eficaces.
De igual manera quiero decirles, estimados amigos y compañeros, dos últimas palabras con respecto a mi país: regreso a Venezuela en un momento de particular importancia. Se acerca el momento en que ha de debatirse la cuestión de la sucesión presidencial. A fines de abril de 1941 tendremos en Venezuela nuevo presidente. La reacción de mi país, fuertemente apuntalada en intereses imperialistas extranjeros, pugna por que vaya a la Presidencia de la República no un hombre que rectifique los errores del actual jefe del Estado y amplíe y profundice lo que en su obra hay de progresivo y salubre para los intereses del país; la reacción venezolana pugna por que vaya al poder un hombre que retrograde el país a la época del “gomecismo”. Por otra parte, tenemos el propósito firme y decidido de cerrarle el paso a toda dictadura y, en este sentido, la responsabilidad y el deber de mi Partido son muy graves: es la única fuerza política de izquierda, con arraigo popular, con un programa concreto y claro y con una táctica realista y seria, y yo les prometo a Uds., que el Partido Democrático Nacional actuará en tal forma que sea un aglutinante, un coordinador de todas las fuerzas y de todas las corrientes políticas que aspiramos en Venezuela a que la solución que se dé a la crisis política del 41 sea de índole democrática, porque estamos resueltos a que, en Venezuela, ni el fascismo ni ninguna de sus variantes sea restablecida.
Compañeros, para concluir no quiero sino prometerles una cosa, y es la siguiente: si en mi país continúan funcionando las agencias para fomentar el turismo forzoso, que hasta ahora han existido, y tengo que salir de nuevo a la aventura del viaje, hay, por lo menos, noventa y nueve probabilidades contra una de que el barco que zarpe de La Guaira me deje en aguas de Valparaíso. Salud, compañeros.
ROMULO A. BETANCOURT

No hay comentarios:

Publicar un comentario