julio 12, 2010

"Serie de notas periodísticas de Betancourt sobre nazismo y defensa continental" (1941) 4/7

Serie de siete notas periodísticas sobre nazismo y defensa continental, publicadas en 1941
LA DEFENSA MILITAR DEL CONTINENTE A LA ORDEN DEL DÍA [1]
Rómulo A. Betancourt
[22 de Junio de 1941]

[4/7]
El 3 de junio de 1940 se inauguró en Santiago de Chile, sincronizando con el Congreso de Gobiernos celebrado en La Habana, un congreso de pueblos latinoamericanos. Estuvieron representados casi todos los 20 países, por delegaciones de sus partidos democráticos y populares.
La importancia de este congreso –el primero que se realiza en nuestra América sin la activa injerencia de las internacionales fracasadas de Europa– se puede medir no sólo por su repercusión popular, sino también por el interés que le prestaron varios gobiernos. Los presidentes Batista de Cuba; y Cárdenas, de México, enviaron su adhesión por cable. El Gobierno Popular de Chile lo rodeó de particular consideración, abriendo para su sesión de clausura el Salón de Honor del Congreso Nacional, sólo utilizable anualmente para el acto de lectura del mensaje presidencial. Terminadas sus labores, el canciller chileno –señor Mora Miranda, actual Ministro de Hacienda en el gabinete Aguirre Cerda– sostuvo una larga entrevista con los jefes de delegaciones.
En la sesión inaugural de esa asamblea de pueblos, expuse los puntos de vista del sector político venezolano en donde estoy ubicado. Estas fueron las palabras que dije, con relación al problema de la defensa militar del continente americano, frente a una previsible agresión armada del totalitarismo depredador que comanda Adolfo Hitler.
“Nosotros somos partidarios de la paz. Condenamos la guerra de conquista, como una vergüenza para la humanidad y como un crimen contra los pueblos. Estamos dispuestos a suscribir, sin cortapisas ni reservas, la fórmula América fuera de la guerra. Pero no somos traidores, ni somos tontos, que es otra forma de ser traidores. Y aleccionados por la experiencia europea, sabemos que vivimos una época en la cual el destino de los pueblos débiles, desunidos e inermes, es la esclavitud y el vasallaje. Por eso nosotros, sosteniendo ardientemente que América debe ser substraída al vértigo bélico, proponemos la adopción de una política nacional y americana, enérgica y previsiva, que le dé garantía material a nuestra no beligerancia. Por lo tanto, nosotros en nuestro país no nos dejamos arrastrar por un pacifismo fabiano, beatón y cobarde, y sostenemos la necesidad de que se mejore el material bélico de la Nación, de que se adiestre a los tres millones de venezolanos en el manejo de las armas modernas y de que nos capacitemos, en síntesis, material y psicológicamente, para defendernos, con el fusil en la mano, de cualquier agresión extranjera.”
Insistí luego en la tesis –ya expuesta en anterior artículo– de la formación de un frente orgánico latinoamericano, capaz de negociar con Estados Unidos en un plano de respeto mutuo y de intangibilidad de nuestra soberanía. Y concluí definiendo así los términos de esa entente defensiva entre las dos Américas, para impedir que los agresores fascistas pongan su planta conquistadora en el continente:
“Una entente condicionada, donde taxativamente se deja constancia de que no admitiremos marinos extranjeros en nuestro territorio, de que no cederemos concesiones para establecer bases aéreas y navales, y de que por ningún respecto, en ninguna ocasión, sea cual fuere la causa invocada, “contribuiremos a una guerra ofensiva que inicie Estados Unidos en Europa o Asia.”
Actualidad de este planteamiento
Ha transcurrido un año del Congreso de Santiago. Y el desarrollo de los acontecimientos internacionales no ha hecho sino fortalecer la tesis entonces sustentada.
Hitler está dominando a Europa; y con la ocupación de Creta y de las islas del Mar Egeo, se está abriendo camino para el dominio del Cercano Oriente. La flota británica –que se conceptuaba como una múltiple ciudadela, flotante e inexpugnable–, cerrando el paso del viejo al nuevo continente, está quebrantada por la activa guerra aérea y submarina. Ayer nomás confesaba el almirantazgo inglés que los submarinos y bombarderos del Eje llevan ya hundidos 1.639 barcos de Gran Bretaña y sus aliados, confirmándose la afirmación de Roosevelt de que la capacidad de producción naviera de las potencias anglosajonas no basta a compensar las pérdidas sufridas por ellas. Seguro de su fuerza avasallante en Europa, Hitler está exigiéndole a Stalin que Rusia le preste servicios al Eje aun más importantes que los muchos ya aportados hasta la fecha.
Por otra parte, Estados Unidos está virtualmente en guerra con Alemania. La “congelación” de los créditos ítalo-germanos y el cierre de los consulados fascistas en la unión, preludiaron la declaración hecha por Roosevelt ante el Congreso, el 20 de junio, sobre el caso del “Robin Moor”. Ese agresivo discurso del presidente yanqui se parece, como una gota de agua a otra, al mensaje de Wilson, cuando el hundimiento del “Lusitania”, que determinó el ingreso de Estados Unidos a la guerra del 14. Y hasta los más ilusos saben que el estallido de las hostilidades entre el Eje –incluyendo el Japón– y Estados Unidos, puede sobrevenir en plazo de semanas, de días o de horas.
Todo lo cual significa que América está próxima a convertirse en frente de guerra. Y entonces cabe preguntar: ¿Cuáles medidas se han adoptado en nuestros países para cuando eso suceda? ¿Es que nuestras 20 nacionalidades tienen una idea precisa, consciente, clara, de los riesgos que sobre ellas planean, tan amenazantes como inmediatos?
Los pueblos han venido diciendo su palabra. A través de sus partidos populares, de sus organismos de trabajadores organizados, de sus centros culturales previsores, han adherido a la tesis de defensa continental; y han manifestado su resolución de no sufrir la suerte de esas naciones desprevenidas, o desintegradas internamente, de la vieja Europa, que se acostaron siendo neutrales y a las que despertó el traqueteo de las ametralladoras y el fatídico vuelo de las escuadrillas de Goering.
En cambio, los gobiernos guardan silencio. Siguen practicando la suicida política exterior de “puerta cerrada”. Y conceptuando problemas de tanta envergadura, porque en ellos se juega con el destino de las naciones, como asunto privativo de silentes cancillerías.
El caso ejemplar de México
En ésta, como en otras tantas oportunidades, México ha tenido el privilegio de la excepción. Su gobierno ha hablado con una claridad meridiana, diciéndole al país su presidente Ávila Camacho cuál concepto se ha formado sobre el actualísimo problema de la defensa militar del continente.
Las declaraciones de Avila Camacho fueron promovidas por la encuesta pública, planteada al Ejecutivo por el líder obrero Lombardo Toledano. La Confederación Mexicana del Trabajo había lanzado, el 18 de marzo de 1941, un encendido manifiesto, alertando una vez más a los trabajadores y al país sobre el peligro nazi-fascista. Y quiso, hablando por boca de su dirigente máximo, que el Ejecutivo externara sus puntos de vista. La respuesta de Ávila Camacho fue tajante. La publicó Ahora el 13 de este mes, traduciéndola del Daily Mirror.
Dijo el presidente Ávila Camacho: “En caso de una agresión contra cualquiera república de América, México no vacilará en participar con la mayor energía en la defensa común que la colectiva salvación de este hemisferio requiere”.
Entró luego a diafanizar las relaciones de su país con Estados Unidos. Pueden resumirse así sus definidos puntos de vista:
1º No existe tratado secreto alguno entre ambas naciones.
2º México no ha cedido ni cederá el dominio temporal sobre cualquier parte de su territorio para el establecimiento de bases navales o aeródromos o cualquier cosa de carácter militar. Y agregó: “Porque es justo, y con objeto de disipar de una vez infundados recelos, yo declaro que ningún gobierno nos ha formulado peticiones territoriales. En caso de que fueran formuladas, serían rechazadas categóricamente en nombre de nuestra soberanía”.
3° “Ningún acuerdo internacional nos obliga a participar en la guerra fuera de América. La colaboración entre México y Estados Unidos no es el resultado de una alianza militar, sino de un entendimiento regional de carácter defensivo. Si Estados Unidos declara la guerra a cualquier potencia de Europa o Asia, este hecho por sí solo no obliga a México a tomar la misma actitud”.
Esta declaración la ha hecho coincidir el gobierno mexicano con una ofensiva implacable contra las quintas columnas totalitarias. Por su parte, la CTM ha planteado la necesidad de que se confisquen las propiedades de los agentes del nazi-fascismo, conspiradores contra la seguridad del país y de América.
Este planteamiento es justo y previsor. Concilia las necesidades de la defensa militar del continente con la responsabilidad de poner a salvo algo, tan sagrado, que no puede ser objeto de transacción o pacto: nuestra soberanía.
Ya quienes objeten que la no cesión de bases territoriales a Estados Unidos invalida la defensa continental, le vamos a contestar con palabras del propio presidente Roosevelt. Dijo así el presidente de la Unión, en un discurso pronunciado el 28 de diciembre de 1933 en la Fundación Woodrow Wilson:
“No vacilo en decir que si yo hubiera tomado parte en la campaña política de cualquier otra república americana, me habría visto muy tentado de acusar a Estados Unidos de tendencias imperialistas, con miras a una expansión egoísta. Como ciudadano de cualquier otra república, difícilmente habría podido creer en el altruismo de la más rica república americana. En particular me habría parecido difícil aprobar la ocupación, aun como medida temporal del territorio de las repúblicas latinoamericanas”.
ROMULO A. BETANCOURT

P. D. Para El Morrocoy Azul. Este semanario humorístico me acusa de “súbita pasión volcánica por Estados Unidos y su gobierno”. No recogería la insidiosa alusión si no coincidiera con la campaña de pasquines que contra Luis Beltrán Pietro, contra mí, y otros, vienen haciendo el grupito de insolventes políticos que forman el llamado “Partido Comunista”, acusándonos de “delegados del imperialismo yanqui en Venezuela”. No estamos al servicio de Washington, como lo testimonia nuestra vida y nuestra obra. Pero tampoco somos quintacolumnistas, al servicio del totalitarismo negro o rojo. Esto por hoy.
R.B.
[1] Publicado en Ahora, Caracas, 22 de junio de 1941.

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