julio 12, 2010

"Una frase de Roosevelt" Rómulo A. Betancourt (1938)

UNA FRASE DE ROOSEVELT [1]
Rómulo A. Betancourt
[7 de Enero de 1938]

Es apasionante tema de actualidad mundial el mensaje presentado por el presidente Roosevelt al Congreso de Estados Unidos.
El aspecto político de esas declaraciones hechas por el progresista presidente de la Unión escapa a la índole de esta sección. Vamos a enfocar una sola frase del extenso mensaje, atañedera a la orientación hacia lo económico que hemos dado a esta columna.
Dijo Roosevelt, textualmente, después de condenar los abusos de los grandes consorcios monopolistas: “El mal uso del poder capitalista puede terminar con el sistema tan desacreditado del capital”.
Esta frase condensa el criterio de todo un vasto sector social, integrado por gentes de mente lúcida, que sin renunciar a su adhesión al actual orden social critican la terquedad suicida con que los dueños del dinero socavan los cimientos del capitalismo.
Porque no otra cosa hacen cuando amontonan en los cimientos de la organización social, en la cual ocupan rango privilegiado, la dinamita del descontento de masas hambreadas, oprimidas, acosadas.
Roosevelt, y los que como él piensan, aspiran a prolongar la existencia de la actual organización social adecuándola a los tiempos nuevos. Modernizándola. Humanizándola. Ven claro cómo cada día se hace más firme y más consciente la exigencia de los sectores laborantes a una participación mayor en la riqueza de los pueblos. Y de que no bastan ya los argumentos de la fuerza para reprimir el ansia incontenible de los desposeídos a disfrutar también de su sitio bajo el sol.
El sector más obcecado por el demonio de la rapiña no valora estos esfuerzos que hacen los hombres como Roosevelt por estabilizar el régimen donde ocupa tan cómoda posición. En defensa de un derecho al lucro sin límites, que conceptúan sagrado, se revuelven coléricos contra esos propulsores de una reforma del capitalismo. En Ford, Morgan y otros grandes magnates de la industria norteamericana ha encarnado esa corriente furiosamente antirooseveltiana y antirreformista. Han acudido a la Corte Suprema de Estados Unidos pidiendo la anulación de cuanto en el New Deal pudiera rozar, tímidamente, sus intereses; y los periódicos de Hearst, la “cadena” de prensa al servicio de los grandes trusts, no ha velado sus ataques contra el presidente demócrata, llegando a acusarlo de “comunista”. No se dan cuenta, quienes así proceden, de que están apresurando acontecimientos no propiamente favorables a sus inmensas fortunas.
Estas reflexiones no pueden circunscribirse a lo que sucede en Estados Unidos. Es universal el fenómeno de los sectores privilegiados manifestándose coléricos contra quienes les exigen una renuncia de parte de sus privilegios en nombre de la tranquilidad social. Sin ir más lejos, tenemos el caso de Venezuela.
La actitud del capital privado en nuestro país no puede ser ni más torpe ni más suicida. De un lado, se niega obstinadamente a hacer la menor concesión en favor de las masas laborantes y de la economía colectiva; del otro, no vacila en acusar como enemigos del orden social a quienes propugnen, aun situándose en un ángulo de franca adhesión a la actual organización de nuestra sociedad, limitaciones a esos “abusos del capitalismo” de que habla el presidente Roosevelt. Es bien sabido, a este respecto, cómo no han vacilado grandes señores de la industria y de la banca en acusar en corrillos de “comunista” al actual Presidente de la República a causa de cualquier tímido esfuerzo de su administración en favor del pueblo.
Es tarea fácil la de detallar los muchos hechos que evidencian la obstinación del capital privado de no colaborar en el progreso económico-social del país. La resistencia de las más fuertes empresas a ajustarse a la Ley del Trabajo es tal vez el más evidente y renovado de esos hechos. Otro, también de mucho bulto, es la actitud de retraimiento del capital privado para invertirse en otra forma que no sea la hipoteca saneada o la adquisición del inmueble urbano. Del resto, los escasos grandes capitalistas del país prefieren mantener sus dineros congelados en las cajas de los bancos (meses atrás, los depósitos bancarios inmovilizados alcanzaban la respetable suma de trescientos millones de bolívares); o destinarlo a especulaciones, como ha sido esta de intensificar la exportación en dólares de sus bolívares, aprovechándose del bajo precio de las divisas extranjeras y con el propósito de traerlos de nuevo al país cuando se realice esa desvalorización de nuestro signo monetario por la que desembozadamente trabajan determinados sectores. La actitud de la banca usurera –que no actúa como institución de crédito, sino de agio– torpedeando y echando a pique el proyecto de Banco Central de Emisión del diputado Alvarado Silva, es otra demostración de nuestro aserto. Como se ve, sin dificultad se amontonan pruebas en el expediente que puede hacérsele al capital nativo por su renuencia a adaptarse a la nueva mentalidad ya creada en Venezuela.
Los magnates de Estados Unidos, los magnates del mundo entero, debieran colocar en letras visibles, en frente de los escritorios donde ultiman sus pingües negocios, la frase previsora de Roosevelt: “El mal uso del poder capitalista puede terminar con el sistema tan desacreditado del capital”.
ROMULO A. BETANCOURT
[1] Publicado en Ahora, Caracas, 7 de enero de 1938.

No hay comentarios:

Publicar un comentario