DISCURSO AL ENTREGAR UNA MEDALLA DE ORO AL ASTRONOMO GOULD EN NOMBRE DEL INSTITUTO GEOGRAFICO ARGENTINO [1]
Domingo Faustino Sarmiento
[9 de Marzo de 1885]
Honorable Señor Gould:
La sociedad de personas que entre nosotros cultivan una rama de las ciencias naturales con el nombre de "Instituto Geográfico" y en cuyas filas milita la parte más estudiosa de nuestra juventud, me ha nombrado su Presidente Honorario para poner en las manos del astrónomo doctor Benjamin Arthop Gould, la medalla de oro que en sesiones anteriores había decidido acordarle, como muestra de gratitud del país a sus servicios, y pruebas de simpatía que deja al separarse del Observatorio Astronómico que creó, y que ha sido durante quince años, el laboratorio donde ha ejercido su poderosa acción, haciendo avanzados conocimientos humanos sobre los fenómenos celestes.
Desempeño, Hon. Mr. Gould, tan noble encargo, no diré sólo con gusto, sino como un privilegio que me es acordado por una escogida porción de mis compatriotas, a fin de ser el intérprete de sus sentimientos de gratitud en nombre del país y de estimación de los servicios prestados y del empuje dado a las ciencias, en nombre de la humanidad civilizada.
Me honran demasiado con esto último; pero en cuanto a sentimientos personales me dan lo que reclamaría como mío. ¿Quién creéis que os estima en el país más que yo, Mr. Gould?
Eligiéndome, pues, el Instituto Geográfico para ofrecemos el testimonio de su propia estimación, ha creído escoger la palabra y la voz que al recipiendario fuesen más simpáticas, pues saben que aquel sentimiento es ricamente retribuido; y si no le dan así mayor valor, buscan al menos hacerlo más aceptable, y esta intención debéis reconocerla, Hon. Mr. Gould, en vuestros consocios del Instituto.
Ahora me permitiré algunas consideraciones para explicar la razón de esta gratitud de mis compatriotas, y de esta muestra con que quieren hacerla constar, de manera que en todos tiempos y lugares os acompañe.
Habíais recibido la medalla de oro que la Sociedad Real de Inglaterra acuerda a los más avanzados pasos dados astronómicos en cualquiera parte del mundo; y el Instituto Geográfico Argentino ha querido con otra medalla de oro, dejar consignado el hecho de que estimó debidamente el valor de los trabajos con que habéis esclarecido vuestro nombre, y asociado por el Observatorio Astronómico de Córdoba, el nombre de nuestra patria al de las naciones que contribuyen al desarrollo de las ciencias.
Esto es lo que constituye para nosotros parte del gran mérito de vuestros trabajos. El nombre Argentino ha entrado en línea, diremos así, dirigido por vos en la lisa de que venía excluido por antecedentes históricos, o acaso por no haber alcanzado sino recientemente a la edad viril de las naciones.
Hemos erigido un Observatorio Astronómico por un acto deliberado y espontáneo de nuestra voluntad y sostenídolo con rentas nacionales consagradas al efecto.
Esta es nuestra obra, y podemos recordarlo con orgullo, pues fue el propósito claro del Congreso, tomar parte en el trabajo común de los pueblos cultos.
Pero es vuestra, Hon. Dr. Gould, la celebridad que ha adquirido el Observatorio de Córdoba, y los progresos que ha hecho hacer a las ciencias astronómicas, y por extensión a la meteorología, verificando por estudios y observaciones argentinas sus relaciones con las manchas del sol.
Vuestra Uranometría es el trabajo más completo que se haya verificado sobre el número, magnitud aparente y posición de las estrellas visibles, y para determinar sus magnitudes respectivas, habéis tropezado, diré así, con el grande hecho de que todas las pretendidas estrellas fijas están en perpetuo movimiento, acercándose o alejándose de nosotros, y presentando, por tanto, la misma estrella magnitudes diversas en épocas distintas.
Bastarían estas tres grandes observaciones, con la recuenta de las estrellas visibles al ojo, sin contar vuestras sospechas de que los cometas creídos de órbita fija, la extienden y reducen según circunstancias especiales, lo que abre un inmenso campo a la observación, para constituir la aureola de gloria de un astrónomo y asegurarse un puesto distinguido entre los grandes sabios.
Porque son verdaderos progresos los que suscita aquel que, por observaciones propias, pone en duda alguna de esas limitaciones que la tradición humana trae asignadas a la observación.
Estaba establecido que siendo enorme la presión de la masa sobre el fondo y demasiado densa para que la luz la penetre, el fondo del mar profundo, el "abismo", no podía estar habitado.
Asimismo, las estrellas quedaban fijas en medio del firmamento. Es verdad que de algunas se sabía ya que se movían; pero al querer fijar el tamaño preciso de un tipo de cada magnitud conocida, por verificar y comprobar la primera observación, habéis encontrado en la segunda que seis meses después ya no era del mismo tamaño, ni la tercera observación confirmaba las anteriores, ni ninguna estrella encontrasteis perezosa y tranquila corno se la suponía antes.
Cuando se ha sondeado la profundidad del mar, se ha encontrado que la vida pulula a seis mil metros debajo de la superficie; que la creación va por el terreno terciario aun; y que algunos peces, a mas de ostentar colores variados, han tenido el talento de dotarse de un farol de fósforo en lugar de un ojo suprimido, a fin de que el otro vea su camino y en esos abismos no se lleve por delante a la gente el propietario.
Vosotros sabéis la monografía de las moneras que tapizan en algunas partes el fondo del Océano, y el rol que se les asigna en la creación. Una chispa de vida, sin forma, pero dotada de volición; se mueve sin patas, come sin boca y se reproduce sin órganos: vive, o más bien, es la celda viviente. Otro tanto me parece que va a suceder, cuando entre en la categoría de verdad práctica que los sesenta millones de estrellas discernibles están cada una en movimientos que lo que ha sucedido cuando se verificó y aceptó que la tierra no estaba immobile in moedium firmamentum coeli.
Todo se ha puesto en movimiento desde entonces: la circunnavegación del globo, la astronomía, y aun esta manifestación de aprecio al Profesor Gould de Norte América, en esta ciudad de Sud América, brota como el raudal de su fuente, del descubrimiento de Copérnico. El famoso e pur si muove donado a Galileo lo ha llevado el Observatorio de Córdoba al cielo estelar, anunciando al mundo que ¡e pur si muove!
¡A cuántas novedades pueden dar lugar estas ampliaciones de los grandes principios, o más bien la transformación de un hecho parcialmente observado, en verdad científica y principio universal, puede deducirse del dicho de Arago a Leverrier, cuando la pedía consejo para dirigir sus estudios, "en la astronomía poco queda que hacer, le decía, sino es buscar un planeta hipotético que explique las aberraciones de Urano!" Y sin embargo, la aplicación del espectroscopio a la luz del sol ha abierto un universo de hechos y el examen de unas cuantas estrellas revelado que estamos en el principio del comienzo del estudio de la creación.
II
No entra en la esfera de mi aptitud, limitada a dar expresión al sentimiento que inspira este acto, detallar y explicar la importancia y consecuencias de quince años de trabajos asiduos bajo vuestra dirección en el Observatorio de Córdoba.
De ellos llevan cuenta todos los observatorios del mundo que están recibiendo los hermosos y correctos volúmenes que los contienen.
La Uranometría por sí es una obra completa.
Las zonas en cinco volúmenes le suceden. Viene el Catálogo general formado de las observaciones que no entran en las zonas, y que alcanzan a 1.885 desde la fundación del Observatorio. Toda esta materia ocupa hasta el volumen XIV.
Vienen últimamente las observaciones fotográficas, que ya contienen en planchas todos los cúmulos y las principales estrellas australes, que ocupan ya como la Uranometría el primer lugar en los progresos de la astronomía moderna.
Ha pasado casi inapercibida la historia que hicisteis en 1878 ante la Universidad de Córdoba, de la fotografía celeste, con motivo de entregaros los premios acordados al Observatorio por la belleza de las que mandó a la Exposición Universal de Filadelfia, no obstante el concurso de todos los otros observatorios, y con mucha satisfacción, sin duda, del ilustre Rutherfurd, a quien vos mediante, traté de cerca, y que sin ser astrónomo de profesión ha dotado al observador de medios de investigación sorprendentes.
Lo que prometíais como hacedero entonces, es ya aunque ignorado del público, hecho consumado. Dejáis fotografías en planchas de vidrio, como documentos imperecedero de las posiciones celestes que ocupan a la fecha todas las principales estrellas del hemisferio austral y todos los cúmulos y agrupaciones de estrellas.
Recién ahora, y como movidos por el impulso dado desde el Observatorio de Córdoba, se habla en Europa de adoptar y generalizar el mismo procedimiento, aplicado con brillo doce años entre nosotros.
Por el mismo método quedan fijadas las posiciones relativas de estrellas dobles, no sólo entre sí mismas, sino en relación al meridiano celeste. Desde que se emite la idea de que el movimiento es la ley universal, aun en las estrellas, se comprende de cuánta magnitud pueden ser los resultados de la fotografía celeste.
Hay actualmente estrellas que lo tienen tan rápido, que puede vérseles, durante la corta vida del hombre, cambiar de lugar. Una descubrió vuestro maestro Angerlander y lleva su nombre, que camina 7" por año. Otra de 4".
El Observatorio de Córdoba ha fijado auténticamente el movimiento de otra austral a 6"9' un décimo de segundo menos rápida que la de Angerlander; y la semana pasada al despedirse el astrónomo de su Observatorio, pudo fijarse en 6" 1 el movimiento de otra, como para despedirse el Observatorio y el cielo austral, del observador.
¿Por qué, como a otras dos en el hemisferio Norte llevan el nombre de Angerlander no le llamaríamos "Gould", a la primera estrella, como yo pediría en nombre de nuestro país llamar á la segunda estrella, la estrella farrewell! en memoria de esta cordial despedida. ¡No es pedir sino lo justo!
Estos son como los Hechos Locales de la Astronomía. El Premier Paris tiene otro alcance. Si se fija fotográficamente la posición relativa de cada estrella en cada cúmulo o agrupación estelar en varios meses, y durante una serie de años, de la comparación final de las impresiones, resultaría escrita la marcha de cada estrella, y la dirección que lleva, dejando a la imaginación solo anticipar el asombro que causará a la generación próxima, verificar que no obstante la inmovilidad aparente, estos cielos no son en sus detalles mínimos, los mismos que vio Hiparco o contemplaron los sacerdotes caldeos. Verán las generaciones futuras, anotada la "música de las esferas", seguir la sorprendente expresión de Shakespeare.
En el prólogo o introducción del Catálogo de las Zonas Estelares está sencillamente narrada la ejecución y el progreso de idea fundamental y que dio origen a la creación del Observatorio de Córdoba, a saber, llenar el vacío que quedaba en la ciencia astronómica, de un catálogo por zonas de las estrellas comprendidas entre las observaciones de Mr. Gillis desde Santiago de Chile y las que va pertenecían al caudal de los conocimientos humanos.
Llenar este vacío era la ambición que os dominaba, joven en Boston, cuando tuve el placer de conoceros, pues os parecía como Arago del planeta hipotético, que llenar este vacío era lo que quedaba por hacer de notable en astronomía.
La Uranometría fue hija del acaso de haberse roto un vidrio, y mientras lo mandaban componer por el inventor, empleasteis vuestro escogido personal y tiempo, a falta de otra cosa, en volver a contar las estrellas, visibles desde el durísimo cielo de Córdoba. El Catálogo General os ha dado mayor nombradía, si cabe, que el de las zonas parciales; pero uno y otro completan el poderoso influjo ejercido por el Observatorio de Córdoba en el progreso de las ciencias astronómicas.
De los libros publicados hasta hoy y distribuidos a los observatorios astronómicos y a las gentes interesadas directa o indirectamente en el progreso de las ciencias, resultan hechos que me es grato enunciar. El primero de todos es la cooperación inteligente, asidua, espontánea, entusiasta de los ayudantes, M. M. Thome, Davis, Chalmero, Wiggins, a quienes, y esto es un motivo más de satisfacción para mis comitentes, dais su parte merecidísima de labor y de reputación.
Tantas veces la ambición de gloria enceguece a los protagonistas que olvidan al humilde soldado que pelea valientemente o al marino que ejecuta la maniobra y que son injustos sin quererlo. Vuestros colaboradores están visibles en la batalla, al pie del cañón, y la muerte de William Stevens fulminado por un rayo atraído acaso por la cúpula del Observatorio colocado sobre la barranca vecina de Córdoba, cierra la narración de los procedimientos para fijar la posición de 73.000 estrellas en el Catálogo General.
En el tomo VIII del Catálogo de Zonas Estelares, la epigraña encontrará un día a guisa de dedicatoria una leyenda que dice al presente: "Este es el camino del Lacio. (Dice así, pero no se leerá). Os recomiendo su lectura a los que quieren servir a la humanidad."
"Este catálogo de estrellas australesFruto de cerca de trece años de trabajo asiduoEs dedicado a la querida y honrada memoriadeMaría Quincy GouldA cuya aprobación y desinteresado estímuloLa empresa original fue debida.Por cuya simpatía, abnegación y práctica ayudaSu ejecución se hizo posible,Quien soportó con valor, las privaciones, el destierroy afligentes contrastesA fin de que fuese dignamente concluidaPero que no alcanzó a ver su fin. [2]"
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El método seguido, los medios empleados para la ejecución de obra tan vasta, quedan descriptos y con claridad suma consignados en los volúmenes que acreditan, perpetúan y generalizan la obra de quince años. Queda en ello una escuela práctica, no sólo para nuestros Observatorios, sino para los otros Observatorios del mundo, pues a más de las cien mil observaciones que les lega, están los medios prácticos de ejecutarlas, con pocos elementos y un personal reducido, aunque valiente y eficaz.
Es satisfacción que debemos daros, doctor Gould, repitiendo lo que la notoriedad pública ha hecho vulgar entre los que prestan atención a estas cosas en Europa y era América, y es que el Observatorio de Córdoba ha hecho mas trabajo en quince años que los otros observatorios, sin excluir el de Greenwich o el de París o el de Rusia, que es el que con menos personal cuenta, y menos renta consume, lo que decuplica el valor intrínseco de sus resultados.
La creación del Observatorio de Córdoba es, pues, un acontecimiento de influencia universal para la ciencia, y vuestra dirección la ocasión feliz de dar lugar a un joven estudioso para añadir algunas verdades eternas a las ya conquistadas por el saber humano. Y séame permitido con este motivo, aplaudir el nombramiento recaído para reemplazaros, en el señor J. M. Thome, vuestro principal colaborador. Mr. Thome en el Observatario y Mr. Gualtiero Davis en la Oficina de la Meteorología, llenan el vacío que dejáis, puesto que el primero es el más antiguo de vuestros colaboradores, y el segundo por su vocación especial para esta clase de estudios puede, lo sé de vos mismo, Hon. doctor Gould, enriquecer la ciencia con adquisiciones y conquistas apenas presentidas.
No debéis haberos olvidado de la observación de Fígaro, sobre la provisión de empleos en tiempos que no han desaparecido en todas partes: "se necesitaba un contador, decía, y nombraron un maestro de baile."
Felizmente el Gobierno ha nombrado esta vez uno de vuestros contadores de estrellas.
Hace tiempo me habíais dicho que teníais en el Observatorio iniciados y entre manos, trabajos esenciales para doce años más, y el confiar el Observatorio a uno de los colaboradores y ejecutores de ese trabajo, es garantía de que se continuarán y por ello conservará por muchos años más la posición eminente que vuestros trabajos le han conquistado.
Suele ser práctica administrativa y aun republicana nombrar por sucesor al adversario de sistema, de política o de principios, destruyendo éste, por poco que la envidia y la nulidad victoriosa ayuden, la obra aun no terminada, pero que ya era una promesa y una conquista para el país o la ciencia.
La reputación adquirida, los laureles conquistados la obra ejecutada os mantendrán astrónomo, donde quiera que residáis, sobre todo en vuestra patria, que consagra al estudio del cielo igual atención como a la libertad y bienestar de los hombres que en la tierra están bajo la acción de sus leyes.
Cuántas corrientes nuevas de entente cordiale, entre las dos repúblicas del Sur y del Norte de América pueden establecerse con la comunidad de estudios, métodos y propósitos de dos astrónomos en los dos extremos del Continente, pidiéndose y dándose recíprocamente datos, haciéndose encargos de observaciones de tal o cual fenómeno, etc.
Todavía habéis, sin eso, de prestar importantes servicios a esta vuestra verdadera patria, pues en ella se ha formado vuestro nombre de astrónomo esclarecido.
Darwin encontró en este país los primeros elementos de su sistema de evolución de las especies.
Aquí notó en los potrillos las cintas horizontales en las patas, que son comunes a las cebras y desaparecen después. Humboldt debe a la América la grandiosa idea del Cosmos que ha fundado el mundo científico moderno. Pero vos doctor Gould, habéis venido exprofeso a la República Argentina, llamado por su Gobierno, no al acaso del primer astrónomo que se encontrase en disponibilidad, sino vos, Benjamin Gould, para construir el Catálogo de las Zonas del Sur, que debía hacerse con ventaja en Córdoba y no en otra parte, y "si fue para esta serie de observaciones que se proyectó originariamente una expedición", como lo decís muy bien en vuestra introducción, "y que adoptada por la Nación Argentina, vino a ser el germen de su Observatorio". La Nación Argentina no adoptó la expedición proyectada, sino que adoptó al presunto expedicionario y lo hizo suyo, dándole un Observatorio para que catalogase las estrellas, como la compañía del gas de Estados Unidos da al físico Edison los medios de ejecutar sus famosos descubrimientos. Os consta que así fue, según puede leerse en el Discurso de inauguración del Observatorio de Córdoba, en que el Presidente de la República os decía, teniéndose ambos interlocutores tomados de la mano: "¡Cuán pocas veces es dado realizar un buen pensamiento a través de las vicisitudes humanas; y con cuánta justicia debemos congratularnos de haber traído a cabo y buen fin el nuestro!...
"...Cuando los otros Observatorios del mundo reciban comunicaciones que les enviaréis, y vuestros trabajos pertenezcan al catálogo de las conquistas científicas, vuestro país y el nuestro han de sentirse enorgullecidos y recompensados de la cooperación que se prestan recíprocamente para dominar las grandes e inconmensurables extensiones del espacio, que es vuestra misión explorar y revelar."
Quince años después, con la Uranometría en la una mano, la Meteorología Argentina en la otra, y respaldado sobre los resultados del Observatorio Argentino en ocho volúmenes, podéis llamaros argentino de adopción, norteamericano de nacimiento, y Prócer de la gran República de las ciencias y de las letras, en que son títulos de admisión sólo el estudio, el trabajo, el talento, según sus grados de desarrollo y utilidad hasta el genio.
Por nuestra parte, nos enorgullecemos de contaros como uno de nuestros grandes hombres.
Hay otros títulos más tiernos para fundar el patriotismo, y son los dolores del corazón que nos ligan a ciertos puntos de la tierra. Por ese lado, es esta también parte de vuestra patria.
Pero esos dolores se tornan en dicha cuando como en el caso presente, los que representan a su país por el amor y el respeto al saber, os dedican una muestra de esos sentimientos entregada por la mano simpática de vuestro amigo.
Figuraos que la República alada está detrás de sus hijos y que hijos vuestros, también alados, os sonríen desde lo alto, viendo la justicia que se os hace, y hallareis tanto mérito en esta conmemoración como en la de la Asociación Real de Londres.
He concluido, Hon. doctor Gould.
Recibid esta medalla que consagra la gratitud y el respeto de una nación, y no os empeñéis en decirnos en cuánto la tenéis por ahora. Una vida entera que os deseamos larga y próspera, os queda por delante, y tiempo sobrado tendréis de mostraros simpático al pueblo argentino y socio honorario y correspondiente del Instituto Geográfico de que sois miembro.
He dicho.
DOMINGO F. SARMIENTO
[1] Dijo Benjamin A. Gould: "Vd. señor Sarmiento, dice, me ha atribuido el honor de haber hecho algo en pro de este país querido. Permítame contestar que es Vd. y el país que han hecho todo para mí. Cuando tuve el privilegio, veinte altos hace, de entrar en relaciones con Vd. y se principió en la compañía de Emerson, Longfellow, Lowell, Agassiz, Pierce, y la señora Mann, la amistad con la cual me ha honrado desde entonces, Vd. ha sabido, lo que era el colmo de mi ambición, conseguir la oportunidad de estudiar el cielo astral. Es Vd. quien me proporcionó la oportunidad anhelada: es la República Argentina que me ha hecho fácil valerme de ella; es el Gobierno Nacional que en sus varias formas, bajo tantas administraciones distintas, siempre me ha provisto de todos los medios y recursos necesarios; es el pueblo argentino que me ha acompañado en mi tarea, apoyándome con sus simpatías y animándome con su cariño."
[2] Deben conservarse aquí las palabras con que en el Nº 11.059 de El Nacional, Sarmiento anunciaba la sentida muerte de aquella ilustre dama:
"Los que trataron de cerca al estudioso e infatigable sabio, le oían siempre atribuir a su compañera la parte más laboriosa de sus trabajos astronómicos; pero las señoras que en Córdoba frecuentaban la amistad de la señora de Gould, solo veían en ella la dama cumplida de salón, la madre desgraciada de sus hijas, perdidas en una catástrofe, o feliz en educación de los que conservaba. Muy tarde supieron que era, además de un sabio, una señora de ilustre prosapia por sus ascendentes los Quincy que vinieron a poblar las colonias inglesas, por el Presidente Quincy Adams, su abuelo, por su padre el Gobernador Quincy de Massachusetts. Así, pues, el nombre y la sangre de sus venas se ligaba a la historia de las colonias, tres siglos al gobierno de los Estados Unidos y a la administración del primero de los Estados de la Nueva Inglaterra. Por su inteligencia, las ciencias exactas la han contado en el número de sus adeptos.
Sus cartas a algunos de sus amigos aquí, revelan en el estilo más puro, los más elevados sentimientos. Comunicándome los servicios y trabajos de su padre, Josiah Quincy, el hijo de Adams, me dice: "No me disculparé, mi honorable amigo, de tomarle tiempo en su laboriosa vida, con esas reminiscencias del que en muchos respectos fue su fue su compañero de trabajos. Vd. conoció a mi padre y quizás recuerde aquel chiste que nunca brilló para herir y aquella dignidad sencilla que nunca pidió nada para sí mismo. Debe ser un momento de reflexión y sobrecogimiento para cada uno de nosotros, cuando por primera vez nos encontramos al frente de la línea; y doy a Vd. las más expresivas gracias por la simpatía que nunca me ha escaseado de sus labios, en algunos de los momentos supremos de mi vida".
Ahora estas simpatías no alcanzan ya a la ilustre matrona; pero ha de tenerlas en algo el Dr. Gould, aunque más no sea que para no sentirse solo. Recíbalas.- D. F. S."
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