agosto 20, 2010

"Los desertores de marinas de guerra" Domingo F. Sarmiento (1857)

LOS DESERTORES DE MARINAS DE GUERRA [1]
Domingo Faustino Sarmiento
[17 de Abril de 1857]

El encargado del consulado inglés urge a nuestro gobierno, como se ha visto por las notas que hemos publicado, por que se haga una convención por la cual se le entreguen los desertores de su marina.
El gobierno ha prometido, sin obligarse permanentemente a ello, a no darles asilo, haciéndolos salir del territorio cuando se denunciase el caso.
Nada parece más natural que acceder a los deseos del gobierno inglés. ¿Qué cosa más propia que entregar sus desertores a los buques de guerra?
Pero nosotros que no somos gobierno ni pueblo, examinaremos a nuestro modo la cuestión de los desertores.
¿Qué es un buque de guerra y qué viene a hacer a nuestras aguas? Un buque de guerra es un enemigo que viene de amigo.
El día que el buque de guerra amigo-enemigo se le antoje, nos dice en plena paz: voy a obrar un desembarco de gente ––¡Pero señor buque, estamos en paz y no es permitido violar así el territorio extraño! ––¡Qué quiere usted!, contesta el buque de guerra. Se me antoja que mis compatriotas están en peligro, y desembarco gente para defenderlos. ––Pero, señor buque de guerra, soy yo quien debe saber si hay o no peligro y le respondo que no lo hay de ningún género; y si lo hubiera, tengo los medios de garantir la propiedad inglesa. Jamás ha sido atacada en el país, aunque haya habido convulsiones, y si usted se permite desembarcar, todos los buques de guerra de todas las naciones imitarán su ejemplo. ––Qué quiere usted, contesta con flema el buque de guerra, a mí se me pone que hay peligro; y cuando a mí se me pone una cosa, no tengo obligación de respetar ni la aserción formal de un gobierno, ni los respetos debidos a un territorio. Los buques de guerra tienen este modo de pensar; ¡qué quiere usted! ¡Esta es nuestra cuestión! Nosotros decimos: creer o reventar. Este es nuestro credo.
Otro día el buque de guerra se presenta a las puertas de ese mismo gobierno, pidiéndole, con el sombrero en la mano, que se le entregue los desertores que se le fugan. ¿Qué es un desertor de un buque de guerra? Es un enemigo, que se hace de veras amigo, pasándose a nuestro bando.
¿Cuántos desertores ha perdido? Los mismos que nosotros le hemos ganado al enemigo. Aquí que no peco. Nosotros no seducimos desertores; pero sean bien venido los inmigrantes a este país. En California quedan desamparados los buques de guerra que se acercan a las playas. A bordo hay carne salada y palos; en tierra, altos salarios y libertad.
Hacemos la guerra pacífica. Aquí está en uso este sistema. Por creer el buque de guerra en la guerra que nos hace La Reforma Pacífica, pueden descender los marinos ingleses a dar su voto en las elecciones, es decir, resolver las cartas y embrollar el juego.
–Pero, señor, dice el buque de guerra: todas las naciones tienen celebrados tratados de extradición de desertores con nosotros.
–Distingo. Las naciones que tienen recíprocamente desertores de marina que entregarse, pase; pero como nosotros no tenemos marina, queremos celebrar un tratado con todas las naciones del mundo, estipulando que desertor de nuestros buques de guerra que vaya a estacionarse en sus costas, pueda decirles cuando estén por elegir gobernantes: se me pone que los argentinos están en peligro, y sin más acá ni más allá, se preparen a desembarcar en Inglaterra o en Francia, y no sólo los guarden como un enemigo menos, sino que les pelen la cola, según las leyes de la marina inglesa.
–Pero, señor mío y mi dueño, replica el buque de guerra, con esa política, un buque de guerra inglés no podrá permanecer en puertos amigos en tiempo de paz.
–¿Tienen más que irse con su musiquita a otra parte? La inmigración armada y con cañones en lugar de arados, no nos conviene, en manera alguna, y maldito lo que nos divierte ver desembarcar un día de elecciones trescientos inmigrantes con sus mosquetes y sus piezas de artillería a hacer la policía de la ciudad.
–Luego, ¿ustedes nos hacen la guerra destruyendo la marina inglesa?
–Líbrenos Dios de pensarlo siquiera. Si tuviéramos fuerzas para ello no alcanzaríamos a matarle cuatrocientos marinos en diez batallas navales. Para hacerle este desfalco, que para la Inglaterra es como un cabello caído de su cabeza, tendríamos que sacrificar el doble de gente nuestra; ídem mantener una escuadra. Cada bala de cañón disparada cuesta doce fuertes, y para suprimir cuatrocientos enemigos es preciso disparar cuatrocientas mil; y nosotros no estamos para estas fiestas.
Mientras que la deserción nos da cuatrocientos ingleses prisioneros, sin tomarnos la molestia de cazarlos. El marinero desertor es buena pieza, donde no hay tratados; y nosotros no hacemos tratado sin reciprocidad. Al enemigo vencido puente de plata; al inglés desertor alejarlo tierra adentro, para que se vaya a su tierra por otro camino que el que trajo. El extranjero es inmigrante y nosotros protegemos la inmigración.
¡Viva John Bull, sin la chaqueta colorada!
DOMINGO F. SARMIENTO

[1] El Nacional, 17 de abril de 1857.

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