agosto 20, 2010

Discurso de Sarmiento ante la Sociedad Histórica de Rhode Island, en ocasión de ser aceptado como miembro de la misma (1865)

DISCURSO PRONUNCIADO ANTE LA SOCIEDAD HISTÓRICA DE RHODE ISLAND
Domingo Faustino Sarmiento
[27 de Octubre de 1865]

Señor Presidente:
Hace algunos años que recibimos por conducto de mi amigo el Sr. Hopkins, aquí presente, en Buenos Aires, el Coronel Mitre y yo, los diplomas que nos constituían miembros honorarios de la Sociedad Histórica de Rhode Island. Deber mío era al venir a los Estados Unidos, ocupar el asiento que nos habéis ofrecido entre vosotros, cuando mas no fuera que para expresaros mi gratitud, ya que mi Honorable amigo el Vicepresidente Arnold, ha tenido la bondad de proporcionarme ocasión, provocando esta reunión extraordinaria. Muchos años se han acumulado ya sobre mi cabeza: algunos miles de leguas de la superficie de la tierra he recorrido en una vida casi entera de movimiento; mucho me he rozado con los hombres de diversas sociedades, para ceder a la tentación, disculpable en otra edad y circunstancias, de creer que algún título mío, me hacia acreedor a esta distinción.
Nuestro concolega el General Mitre es hoy Presidente de la República Argentina, y S. M. el Emperador del Brasil tienelo por digno aliado; y acaso la misma tienda de campaña cubre sus cabezas, a la hora de esta. Recuerdo este hecho para justificar vuestra elección, ya que ese General Presidente es también historiador, poeta y publicista, únicos títulos valederos ante vosotros.
No llevaré la afectación de modestia hasta insinuar que igual consideración seria fuera de propósito para conmigo, pues que en alguno de los estantes de vuestra biblioteca han de encontrarse huellas sino profundas, de seguro numerosas de que también yo he trillado el camino de las letras, y removido por lo menos los materiales de que se forma la Historia. En estos días he añadido la Vida de Lincoln en español, como muestra de que pongo mi grano de arena en el examen y generalización de los hechos que más de cerca os interesan, porque a nosotros nos interesan también. Lo que no admito es que este nombramiento y el de mi distinguido concolega fuese producido por el conocimiento anterior de nuestros trabajos históricos. Para el pensamiento sud-americano el océano es mal conductor, y no llevará la presunción hasta preguntar, como un capitanejo del Rey de Bambarra en África, qué pensaba y decía de él la Reina de Inglaterra., que acaso ignorase que tal reino existiese en la tierra. Hasta ahora pocos años un grave historiador ingles, no obstante la comunidad de la lengua preguntaba con desden ¿quién ha leído un libro norteamericano?
Pero así como no hay efectos sin causa, así también sucede que los extremos se tocan, y los contrastes establecen afinidades; y pudiera ser que entre el Río de la Plata y la bahía de Narraganset, entre Buenos Aires y Providence, entre los extremos Norte y Sur de América existiesen esas corrientes y atracciones misteriosas que la ciencia suele encontrar entre sustancias diversas. Acaso así se esplique como un sud-americano se encuentre sentado entre los miembros de una Sociedad Histórica de uno de los Estados que componen la pléyade de la Nueva Inglaterra; Danaides cuyo vaso no está agujereado en el fondo como el de las antiguas, a juzgar por las pasmosas riquezas que han acumulado su industria y economía.
Apenas hube visitado vuestra pintoresca ciudad de Providence, encontróme con Mr. Church, que conocí ingeniero en Buenos Aires, donde visitó en comisión del Gobierno nuestras fronteras, y escribió una importante memoria, indicando un sencillo plan de defensa, contra los salvajes, fundado en el estudio de nuestra geografía. Aquí lo encuentro Coronel de los soldados de Rhode Island que acudieron al llamado de la Libertad en peligro, como él ha podido vernos en nuestro país, con la espada al cinto por la misma causa. Ya veis, que el ingenio de Rhode Island ha tenido carta de ciudadanía en nuestra patria, y Mr. Church ha debido recordar a su regreso, acaso con simpatía, el país a que prestó el concurso de su inteligencia, y por accidente, el nombre de los que sabían apreciar sus talentos. Supe luego que Mr. Wheelwright el ingeniero cons¬tructor de ferrocarriles que actualmente lleva a las Pampas, donde solo relinchaban caballos antes, el silvo civilizador de la locomotiva, es oriundo de Newburyport, y ya la conexión entre vuestra República y las nuestras es mas sensible, pues el genio emprendedor de este hijo de la Nueva Inglaterra ha hecho campo suyo, dos Repúblicas, Chile y la República Argentina.
En Rhode Island se organizó la sociedad que acometió la primera tentativa de introducir la industria norteamericana, en el secuestrado Paraguay, donde tuvo el éxito que era de temerse de las veleidades y recelos de los régulos sombríos que desde el Dr. Francia hasta el último de los López, lo han sustraído al contacto del mundo estertor. Un gobierno que echó dentistas, por no hallarlos necesarios, con mas razón destruiría una industria naciente, pon monopolizar toda fuente de riqueza. Pero aun este desgraciado éxito establecía relaciones entre Rhode Island y el Río de la Plata. He visto lanzar desde la risueña ensenada del Tigre en el Paraná, el primer vaporcillo que surcó sus aguas, y ha de haber en Rhode Island quien se acuerde haber mandado la máquina de vapor que le daba impulso. Tocóme en el Senado de Buenos Aires conceder la línea férrea del norte; y quien la inventó, solicitó y realizó era el representante de sus amigos de Rhode Island, para comunicar la vida y el movimiento a aquellos países. Ahora tiene entre manos Mr. Hopkins, canalizar el Capitán, brazo del Paraná para acelerar la navegación fluvial y acumular las riquezas que descienden desde la zona tórrida en muelles y almacenes como los de Nueva York. No ha mucho que a bordo del vapor de la carrera regresando de aquí a esta última ciudad el joven capitán de buque, J. H. King, me decía que partiría en pocas semanas, en un vapor de Rhode Island al río de la Plata, a establecer un atracadero —ferrocarril en las márgenes del Paraná para la carena y compostura de vapores, como los que había construido en Shangai en China, con capitales y por empresa de Rhode Island. Comprendo así, que el país donde los ingenieros, las máquinas, los vapores, el capital de Rhode Island son los Pioneers norte-americanos, pueda haber hecho conocer algún tiempo los nombres de los hombres públicos argentinos, que mas simpática acogida han dado a esta iniciativa; y entre esos nombres, me envanezco de decirlo, figura el mío.
¡Pero cuál ha debido ser mi asombro al visitar la bibliotecas! Mr. John Carter Brown, el distinguido bibliófilo, y encontrar Providence la mas completa, abundante, e instructiva colección de autores españoles, sobre todo de los que han escrito sobre la America del Sur, desde los primeros días de la conquista hasta nuestra época. Comprendo después de haber admirado tan rico tesoro, que el sesudo ingles Helps, autor de una excelente historia de la Conquista Española, declare haber encontrado en Rhode Island, los documentos sobre la América española que no le subministraba el Museo Británico, tenido por abundante en libros raros. Lo que no comprendo es, si no se apela a esas misteriosas afinidades de que hablaba al principio, por qué se encuentra en Providence este tesoro, que la América del Sud le envidiaría. Si por ejemplo, hubiese de escribirse sobre la guerra que hoy desoía el Paraguay, el Brasil y las Repúblicas del Plata, el que lo intentare debiera venir a Rhode Island a buscar en esta rica colección de libros sobre las misiones de los Jesuitas y las guerras entre españoles y portugueses por causas de límites, la descripción geográfica de cada palmo de terreno, y los antecedentes echados ya en las misiones guaraníes, con su gobierno teocrático, de las tiranías posteriores y de la guerra presente.
Otros vínculos entre uno y otro país encontró aquí, que no debo pasar por alto. La obsequiosa hospitalidad de nuestro Vice-Presidente el Hon. Samuel Green Arnold, me permitió ver en su biblioteca numerosos documentos argentinos, entre ellos escritos míos casi olvidados, y en el trato familiar descubrir que habla el español sin dificultad, y lo que es mas que ha atravesado la América del Sur de un extremo al otro, visitado la República Argentina, comido con el famoso tirano Rosas, y frecuentado la sociedad de amigos personales míos, los Ocampos y otros cuyo recuerdo me es caro. En su libro de apuntes de viaje vi recordados los incidentes principales, los nombres y fisonomía de los lugares, el aspecto de la sociedad, y el gobierno y los hechos contemporáneos.
En cuanto a mi país, poco bien, sino es el de la buena acogida que recibió ha podido deciros el viajero Arnold. Visitólo en 1848, en la época mas aciaga de su historia, cuando ya iban trascurridas idos décadas de un despotismo ignorante, cruel y bárbaro, de que no habría ejemplo en la historia, si Felipe II no hubiese en solo un reinado anodado una nación para cuatro siglos.
Recuerda Mr. Arnold que sobre el frontispicio de todos los edificios públicos de Buenos Aires y en una cinta colorada qué llevaban al pecho los ciudadanos leía: "mueran los salvajes, asquerosos, inmundos unitarios" emblema puesto por el tirano, al pueblo subyugado, por veinte años de matanzas, una soldadesca brutal ostentaba el rojo chiripa del indio salvaje por todo vestido, en medio de una sociedad civilizada. En lugar de caminos conducían a la ciudad canales de barro en que carretas de construcción primitiva, tiradas por bueyes semisalvajes quedaban para siempre sepultadas. Las calles alumbraban escasamente con velas de sebo, charcos de agua estañadas y hoyos y hiatus en las estrechas veredas. No quiero extenderme mas en estos detalles, que estarán estereotipados en la memoria de mi distinguido amigo.
Pero necesito borrar ese daguerrotipo de un mundo fósil, y sustituirle los lineamentos principales de la escena actual; y como he podido darle en privado noticias de los numerosos amigos que allá dejó, quiero en el seno de la Sociedad Histórica de Rhode Island, de que es Vice-Presidente, darle también noticias de las ciudades y pueblos sud-americanos que recorrió, para mostrarle que mientras se acumulan canas sobre nuestras cabezas como individuos, allá como aquí las sociedades extienden sus ramas y se cargan de frutos dorados como las plantas. Principiemos por donde su viaje concluyó, en la costa del Pacífico. No lejos del puerto sin nombre de Copiapó en Chile que el vapor ingles debió tocar en 1848, se fundó en 1852 el puerto y ciudad de Caldera, desde cuyo muelle arranca el ferrocarril que escalando las cordilleras de los Andes, trae desde Chañarsillo y Tres Puntas los millones de marcos de plata que alimentan el comercio del mundo. Un día de navegación al Sud lo llevará al puerto de Coquimbo, y un ferrocarril a la Serena. Al anuncio del bloqueo intentado por los españoles, de estos dos puertos, el cobre ha doblado de precio en Inglaterra, lo que prueba que esos dos ferrocarriles exportan casi la mitad del cobre y que hoy recibe aquel país.
Un día mas y se llega a Valparaíso, la ciudad europea, por su comercio, sus edificios, norteamericana por su actividad, sus ferrocarriles urbanos y el camino de hierro a Santiago, obra del genio norteamericano, en la persona del distinguido ingeniero Alhan Campbell, que se ha complacido allí en jugar con las dificultades para otros invencibles, de escalar materialmente en Tabón la cadena exterior y paralela a los Andes centrales. Santiago, que Mr. Arnold debió conocer ciudad colonial, es hoy llamada la ciudad de los palacios, y aun la morisca Alhambra tiene suntuosa copia en miniatura entre ellos. No la conociera hoy si volviera a verla, como la desconocí yo, que había vivido quince años en ella hasta 1855.
Atravesando los solemnes Andes, una escena dolorosa sorprendería a Mr. Arnold en su segundo viaje. La ciudad de Mendoza, de que tan agradables recuerdos conserva, dejó de existir hace cinco años. Murió de muerte violenta, arrasada hasta los cimientos por el mas horrible terremoto de que haya memoria; y le recomiendo que conserve el recuerdo de la ciudad tal como la vio, porque esa imagen es el único monumento que queda de su fisonomía. Queda solo aquella lujosa vegetación, aquellas risueñas y dilatadas campiñas de alfalfa y de mieses, cuja vista tanto complació al agricultor de Rhode Island, aquellas viñas que producen hoy exquisito Burdeos, merced al mejor cultivo e industria de viñadores franceses.
Dejando a un lado a San Juan, mi provincia natal, que dista cuarenta leguas de Mendoza, con su ciudad un tanto embellecida, con su 'Escuela Sarmiento, la mas vasta y monumental de la América del Sud entera; con sus minas de plata que explotan los millones ingleses, y cuja existencia ni soñada era en 1848, sigamos el camino que hoy hacen en ocho días, las diligencias de Mr. Sauce hasta las márgenes del Paraná. Sobre el Desaguadero hay echado un puente que no había entonces. Lo que sigue de país hasta la villa del Río IV, no ha cambiado sensiblemente de aspecto y su descripción se la dejo a Mr. Arnold. Pero del Río IV adelante encontrará al ingeniero Mr. Blyth su compatriota, que desde el trayecto del ferrocarril a Córdova, cuyos rieles estará colocando a milla por semana, le enseñará la tienda de Mr. Wheelwright, otro compatriota suyo, donde ha do estar con el mapa y el compás en la mano, tramando la prolongación de otras cien leguas de ferrocarril hasta la tórrida Tucumán, sombreándose bajo las enramadas de sus naranjales, jazmines, cedros y pacaraes. Hemos llegado al. Rosario que en el diario de Mr. Arnold figura como un villorio oscuro de ranchos y casucas en 1848. Muy atrasado de noticias está. El Rosario es un puerto y ciudad bellísima, punto de partida del ferrocarril central, emporio de los productos de todas las provincias, con diarios en español, en ingles, y todos los signos de la actividad del comercio.
En lugar de comprar carruaje para hacer la travesía de la Pampa, un vapor lo aguarda en el muelle Hopkins; y descendiendo las tranquilas aguas del Paraná, por entre leguas y leguas de durazneros cargados de frutas que Dios da para regalo de sus criaturas, sean hombres o aves del cielo, llegará a San Fernando, rozándose con las islas que dejó eriales, habitadas por tigres, y hoy son jardines deliciosos, formando con sus numerosos canales una rural Holanda, productora de papas, maíz, frutas deliciosas y maderas.
Desde San Fernando el ferrocarril trazado por su amigo Hopkins, lo llevará, pasando por Belgrano, ciudad nacida de la noche a la mañana, por el famoso Palermo de San Benito, antigua residencia del bárbaro tirano, convertida en Escuela de Artos y Oficios, hasta Buenos Arres, ciudad hoy de ciento cincuenta mil habitantes, creciendo hace años a mil edificios anuales, y cuya iluminación a gas, enseña los suntuosos hoteles de la Paz y Louvre, el Coliseo, el Hotel de Roma, el Capitolio, los Clubs del Progreso y del Plata, la Bolsa, el teatro Colon, las cúpulas de diez templos nuevos, la mi¬tad protestantes, y un pueblo activo, la mitad europeo, agitándose en calles empedradas, echando miradas curiosas sobre los almacenes, joyerías, y exposiciones de las riquezas industriales de todo el mundo.
Para visitar la campaña, el ferrocarril de la Ensenada, el de Chascomús, el del Oeste o el del Norte, están prontos a toda hora a su servicio. San José de Flores, cuyo bello templo recordaba Mr. Arnold, es ya suburbio de Buenos Aires, mañana será barrio y parroquia do la gran ciudad. Mas suntuosa que la iglesia es la Escuela de San José de Flores, y puesto que por ese lado llegó hasta Lujan, contaréle que lo que entonces era Guardia de Lujan, es hoy la muy noble ciudad de Mercedes, rodeada de plantaciones una legua en torno, y cuyo club, abierto al llegar a sus puertas el ferrocarril del Oeste, costó cien mil pesos. Mas al centro de la Pampa, donde en 1848 rondaban todavía los salvajes, se extiende el Partido de Chivilcoy, con cuarenta leguas cuadradas de tierra rica en cereales, cortadas por calles y en lotes de dos leguas; y en el centro de este país agrícola, poblado por inmigrantes, y surcado con los arados norte-americanos que introduce Mr. Coffin con todos los otros implementos de agricultura de este país, se osténtala hermosa villa de Chivilcoy, con sus anchas avenidas como las de Nueva York, con su green, (plaza o paseo de césped) como New Haven, con sus Escuelas como las de Providence; y como lo indicaba el Rev. Erastus Otis Haven en su lectura sobre los Beneficios indirectos de la, Educación, como un desiderátum en las Escuelas de Norte América, el adornarlas, para formar el gusto nacional con los productos de las bellas artes, Chivilcoy, es el único pueblo del mundo que para glorificación de sus Escuelas ha encomendado al escultor Duteill, representarle en un grupo, aquella sublime escena del Evangelio en que Jesús dice a los Apóstoles, "dejad venir a mí los niños y no se lo estorbéis", imponiéndoles las manos en seguida.
Este es, concolega Arnold, el Buenos Aires que hemos hecho diez años después de veinte años de duro batallar por arrancarnos la indígena planta de la tiranía de Rosas. Parte de eso han hecho también el genio, el capital, y el espíritu emprendedor de Rhode Island, y debéis todos vosotros congratularos de ello.
Si notáis que señalo en cada población de campaña o en la capital o en algunas provincias la existencia de edificios soberbios de Escuelas, pido a mi noble amigo Mr. Arnold que recuerde que no hace quince días que le invité a acompañarme al Cementerio del Norte do Providence, y que después de recorrer a la aventura sus sombreadas calles y caminos, ascendiendo sus elevaciones, o bajando a los vallecitos que tan variado hacen el risueño paisaje de la man¬sión do los muertos, al divisar dos columnas funerarias, "la segunda es," le dije; y desmontándonos del carruaje nos acercamos religiosamente a la tumba de Horacio Mann, que reconocí por el obelisco que sabia imitado del Vaticano en Roma, y cuya forma recordaba. Todavía otro vínculo entre Rhode Island y mi patria. Aquellas Escuelas que embellecen la Pampa de Buenos Aires son efecto de la inspiración del huésped que descansa al lado de vuestros padres e hijos. "El edificio de la Escuela es la Escuela misma, casi toda la Escuela." Este fue el axioma que aprendí de la experiencia do Horacio Mann en nuestros coloquios en 1847 en West Newton; porque debéis saber que mientras Mr. Arnold visitaba mi país para comunicarle un día el movimiento industrial con sus capitales y sus amigos, yo visitaba su patria para llevar el fuego sagrado que mantiene viva la llama de la libertad, la educación universal del pueblo. Tenia pues, un amigo mas en Rhode Island, Horacio Mann: tenemos otro vínculo mas que la Sociedad Histórica, las Escuelas Comunes. No me detendré a ostentar nuestras líneas de vapores, nuestros diarios y demás adminículos de la civilización. Vuestros marinos os contarán eso y mucho mas. Lo que necesito preveniros en precaución y como buen amigo y consocio, es que si alguna potencia nos bloquea, como hoy la España a Chile, estéis preparados a cerrar la mitad de vuestras fabricas de tejidos de lana, porque la que produce la República Argentina de solo diez años a esta parte, es ya poco menos que la de Australia; en cuatro años mas excederá a la de esta y el Cabo de Nueva Esperanza; y al paso que vamos en diez mas, como cuando los Estados Unidos dejaron de proveer algodón, mucho frió ha de sentir el mundo si nosotros le escaseamos nuestros vellones de lana, para abrigarse en el invierno. Esto es para mostrar a los políticos miopes, que tienen grande y personal interés en dejar a la América desenvolverse, porque todo gobierno debe sentir hoy lo que sentía el liberto Terencio hace dos mil años, "Homo sum, et nihl humano alienum a me puto." Nada humano es indiferente para los pueblos modernos. Esto me hace subir de los hechos parciales que he señalado, al principio que debo regirlos. Os decía antes que no hay efectos sin causas. ¿Porqué Rhode Island está presente en el río do la Plata? ¿Por qué estoy yo sentado aquí? Os pido toda vuestra indulgencia. Debemos dejar el terreno de la geografía, para remontamos a las altas regiones de la filosofía de la historia, que es nuestro propósito estudiar, y deseara, contando con vuestra indulgencia, exponer al incorporarme a vuestro instituto, cómo me explico yo estas influencias de la América del Norte sobre la América del Sud, y cómo habrán de obrar armónicamente en mayor escala, desde que nos hayamos detenido a considerar de donde emanan, y cual sea la forma en que mejor hayan de dirigirse.
II
Excepto Roma, que desde su fundación sobre las siete colmas tuvo conciencia de sus futuros destinos, los pueblos predestinados a influir en las instituciones y marcha de la especie humana se ignoran a sí mismos en sus primeras manifestaciones. Para ellos, como para el individuo es lento y difícil el nosce te ipsum del sabio antiguo. Un ojo extraño acierta a veces mejor a comprenderlos; y en este sentido Anacharsis, no es completamente una invención de Barthelemy. Despejado de todo lente artificial el observador excita ejerce la visión del conjunto, sin el movimiento propio del objeto observado. En su candor nativo trae la primera página de la civilización griega, y esta será mi disculpa por aventurar aquí algunas observaciones.
Si largo tiempo trascurre para que los pueblos iniciadores se sientan artífices de la obra que se les ve ejecutar, al principio por aquellas persistentes, asociaciones con lo pasado, vuelven instintivamente los ojos Lacia atrás, en lugar de seguir el itinerario que les está trazado. El pueblo escogido de Dios recaía a cada momento en la idolatría que debía disipar en el porvenir: los griegos se aunaban por vengaren la asiática Troya agravios de sus antepasados; y siglos mas tarde Alejandro con toda la civilización helénica, contramarchaba al Oriente, a perderla y perderse, en lugar de seguir al Occidente, hasta el Lacio, donde tenia ya su vanguardia en la Grande Grecia. Habría sorprendido entonces a los hijos de la Loba etrusca en la infancia, y amansándolos con las artes de Fidias y la ciencia de Aristóteles. Sin el error de rumbo del hijo de Filipo, nuestras mujeres estarían hoy modeladas por la Venus de Mediéis, el mundo civilizado hablaría el idioma de Demóstenes, y los bárbaros no habrían perturbado y detenido doce siglos la marcha de la civilización, paralizado las bellas artes, y retardado el triunfo de la democracia.
La Francia de 1790 cediendo a esta fatal propensión del espíritu humano, remontó la historia para buscar en Grecia y Roma, la libertad y la República que tenia al habla y le llevaba Lafayette con la Declaración de la Independencia y la Constitución de los Estados Unidos. La verdad está siempre en los hechos actuales, y solo la cariátide que sostiene el entablamento o lleva la antorcha, parece ignorar su fuerza, o la luz con que ilumina a los otros. ¿Escaparán los Estados Unidos a esta como fatalidad histórica?
Ved sino la doctrina Monroe de que se muestra impregnada la atmósfera, y que es mas bien una niebla que una luz. Esperan los unos ver desprenderse rayos de su seno; los otros resolverse en aurora boreal fija y esplendente, en aquella luz del Norte que presentía Webster, destinada a guiar a los Magos del Sur, hacia la cuna de la libertad americana. Para el mundo es una causa mas de perturbación.
Y sin embargo, la doctrina de Monroe tiene su ejemplo en la historia, y su lugar preparado en el derecho de gentes. El cristianismo tiene su doctrina Monroe, aceptada por el Islam y las potencias occidentales. La Francia ejerce de siglos atrás el protectorado moral del Santo Sepulcro, e interviene con el asentimiento de la Europa en favor de los cristianos de Oriente, a condición de no poner una mano profana sobre el sagrado depósito, en beneficio propio.
Una nación como los Estados Unidos que ha fecundado en menos de un siglo la República como forma de gobierno estable, sobre terreno virgen y desligado geográfica y políticamente del asiento de los gobiernos tradicionales del resto del mundo, tiene derecho de guardar los alrededores de la Santa Cuna de un mundo nuevo, y proteger a los cristianos de este occidente, que desprendidos igualmente de todo vínculo, ensayan sobre terreno virgen la organización de la República. La América española no ataca derecho alguno europeo o dinástico en su suelo, y hay agresión europea, en intentar recolonizarla con un principio de gobierno que no importaron sus primeros pobladores. La América del Sud está muy abajo en la corriente humana, para pretextar que enturbia el agua a los gobiernos dinásticos.
La doctrina Monroe fue en su origen la protesta de la Inglaterra y los Estados Unidos contra toda intervención europea, que tuviese, por objeto, como lo intentaba la Santa Alianza, la proscripción de principios de gobierno libre en la América del Sud, como habían, sido proscritos en Europa después de 1815.
La Europa entera asintió a ella por el reconocimiento de la Independencia de las Repúblicas, y la mantiene en las protestas diplomáticas que preceden o suceden a los actos hostiles, de no atentar contra la Independencia de ninguno de sus Estados. La doctrina Monroe asegurando la Independencia de las colonias per se independientes, y asegurando el derecho de las colonias a emanciparse, que los Estados Unidos habían proclamado en su Declaración, no comprometía la soberanía inglesa donde se conservaba, puesto; que de acuerdo con la Inglaterra y a provocación de Mr. Canning, vino la doctrina de Monroe al mundo.
Pero hay siempre una secta que materializa las ideas morales y cree que el Mesías prometido es un Rey poderoso que viene a someter la tierra al pueblo que lo espera. El depositario olvidó un momento las leyes del depósito, y la doctrina Monroe perdió su santidad y dejó de ser una barrera do separación, como hoy se la querría pervertir en amenaza.
Al presentarse los Estados Unidos en la escena del mundo vao cierno, ponían a prueba una constitución sin precedente en la historia de los gobiernos; y los mismos que lanzaban esta nave, construida sobre no experimentado modelo, en mares para ellos inexplorados, temieron a cada momento verla estrellarse contra Syrtes desconocidas. La nave hendió los mares impulsada por auras propicias haciendo presentir el siglo del vapor aplicado al desenvolvimiento humano. El éxito era debido precisamente a que el plan de la estructura se fundaba en las simples nociones de la justicia. Pero la posterior introducción de un viejo material, antes repudiado, cual es la dominación y absorción de pueblos y territorios por las armas! era volver atrás dos mil años, y renunciara la iniciativa de la nueva reconstrucción de la humanidad. Era volverse europeos, asiáticos de americanos que eran, como el general Bonaparte, descendía desde lo alto de las Pirámides del Egipto, donde el provenir lo contemplaba, para disfrazarse con la púrpura poluta y descolorida de Marco Antonio que traía rodando a sus pies el Simoun de las revoluciones. Qué eclipse tras las nubes de polvo de la historia!
El sistema federal es la mas admirable combinación que el acaso haya sugerido al genio del hombre. La Grecia se salva si lo ve; porque a la vista y entre las manos lo tenia, en sus ligas aqueas y anfictiónicas. Poma se salva, si el Senado concede a los Italiotes aliados la igualdad que reclamaban. La Francia se salva, si por seguir Republicana la obra de Luis XI, Richelieu, Mazarini, Luis XVI, no borra del mapa la Guayana, la Bretaña, el Languedoc, el Artois, la Picardía y las tritura en Departamentos, como un damero, para entregarla al Faubourg San Antoine o a cualquier general feliz en el juego del ajedrez político. Pero si el sistema federal ha dejado ejercitar los miembros, sin traer congestiones cerebrales, peligroso es convertirlo en república invasora, tragando sin digerir: como el boa romano. Nunca probó bien el experimento. El imperio república con Alejandro murió de muerte natural en Arbella, matando a la Grecia: la república imperio con César abrió como Nerón las entrañas maternas para ver de donde había salido, y libró su cadáver y el mundo, doce siglos a los ultrajes de los bárbaros. Napoleón murió atado a una roca en medio del océano con que no había contado en la constitución del mundo moderno, y la Francia devolvió la mitad de sus Departamentos. La España en cuyos dominios no se ponía el sol, tiene hoy sobre el cielo de la Península; una nube de plomo que le impide ver a ella misma el sol que alumbra nuestro siglo; y la Inglaterra no se ha salvado sino el día que preparó sus colonias a emanciparse, dejándole así al mundo el legado de sus instituciones libres, sin la amenaza de su dominio, y creando una Inglaterra moderna, como los fenicios crearon a los cartagineses, sin su fatal destino. La república coronada de laureles y ostentando trofeos es la muerte del ebrio de oxígeno, que llena de Y gloriosas ilusiones la mente, mientras el cuerpo muere en convulsiones inefables de alegría. La doctrina Monroe necesita pues ser y depurada de todas las manchas que el contacto de la mano del hombre ha echado sobre en lustre. Ahora que la constitución de los Estados Unidos va a fijar en el frío bronce, el metal nuevo que ha salido depurado de la hormilla de la guerra intestina, debe añadírsela como cláusula inmaleable, para dar tranquilidad al mundo exterior. La República de Chile puso a la cabeza de su constitución esta cláusula: "Chile es el país comprendido entre los Andes y el Pacífico: entre el Cabo de Hornos y el Desierto de Atacama. Los Estados Unidos necesitan decir que son el país que media entre dos océanos y dos tratados; y al día siguiente que lo haga, la doctrina Monroe es aceptada en el derecho de gentes de la Europa, cerrando así el rumbo, por donde la magnífica nave puede un día hacer agua. Quinientos millones de seres humanos se solazarán dentro de siglos en ese espacio de la tierra que encierra todos los dones de la naturaleza, y nuestras ideas actuales del derecho no están calculadas para el gobierno de tales masas de hombres. A este precio la doctrina Monroe será la oliva ofrecida al mundo.
El gobierno de las sociedades es como la moral del individuo de, origen e inspiración divina, y cada rajo de luz que se desprenda de este fuego, cuando acierte a encontrar por pábulo una verdad que esté en la naturaleza humana, iluminará sus alrededores, en la extensión del presente o en la profundidad del porvenir hasta donde la intensidad y brillo de su luz lo permita. Será luna con el despotismo para dejar siquiera ver los objetos en las tinieblas de la servidumbre o de la ignorancia. Será sol esplendente cada vez que fuertes corrientes de libertad aviven su llama.
¿Quién había de temer que la República había solo de proyectar sombras en torno suyo, la esclavitud hacia el Sur, la conquista al Oeste, la amenaza al Norte, el reto a la Europa, como la Francia que en un tiempo entonó la marsellesa al balcón de todas las naciones para darse y darles un nuevo y mas grande Luis XIV?
Afortunadamente que la República americana volviendo luego sobre sus pasos, atraída por las tempestades que deja en pos el que va sembrando vientos, tuvo que depurar su simiente de la cizaña de malos principios que se introdujeron del mundo antiguo, como la cicuta y el cardo, que desde las costas van invadiendo las Pampas argentinas, de donde no son oriundos, y ahora vacilan, tentad a veces a contramarchar también como los griegos al Asia para vengarse de los Darios harto castigados en Maratón y Salamina.
No nos toca a nosotros señalar el camino que delante de sí tiene la República moderna, sino ha de dejarse extraviar por los fuegos fatuos que a tantas otras perdieron; pero nos será permitido, con la ciencia del desierto interrogar el suelo, la lengua, la historia y los progresos de la América del Sud, en relación con la del Norte, que y no solo el istmo de Panamá constituye continuación la una de la otra; y acaso podamos mostrar huellas medio borradas unas, imperecederas otras, que revelen el tránsito del pioneer explorando el país, abriendo caminos para el futuro movimiento.
Desde luego, los Estados Unidos precipitaron la Independencia y de la América del Sud. Las colonias inglesas al declararse independientes establecieron ciertas verdades, como evidentes de por sí, que no lo han sido sin embargo para todos los pueblos del mundo, sino a la luz de su feliz ensayo en la constitución de los Estados Unidos; pero que fueron proclamadas en nombre de la Humanidad, como lo exponía Lincoln en su inmortal interpretación de la Declaración en Independence Hall, en Pensilvania. hay otras empero, y que se dirigen a pueblos colocados en ciertas circunstancias con relación a otros: "Cuando en el curso de los sucesos humanos dice, y se hace necesario para un pueblo romper los vínculos que lo ligaban Y a otro, y asumir entre los poderes de la tierra la posición igual y separada que las leyes de la Naturaleza y la naturaleza de Dios le asignan &a."
Fue esta la proclamación del derecho de las colonias a emanciparse, donde quiera que rijan las leyes de la naturaleza, y la naturaleza de Dios sea comprendida por la conciencia humana. La América del Sud se sintió evocada por este heraldo, y en San Martín y en Bolívar halló Washingtons y Lafayettes que le aseguraran por la sanción de la victoria, la Independencia que sus Congresos declararon, y como los norte-americanos, tomaron asiento entre la familia de las naciones.
Su reconocimiento no se obtuvo, sin vencer malquerientes oposiciones. Cuando las nuevas Repúblicas nacían a la existencia, y acaba de ser vencido y encadenado Napoleón, hijo extraviado de la República francesa. Los Borbones habían sido restaurados, como representación incólume del derecho divino de gobernar, y la Santa Alianza constituídose en Inquisición política para quemar las constituciones que invocasen la voluntad del pueblo.
La Inglaterra y los Estados Unidos olvidando disentimientos pasajeros se acordaron esta vez que quedaban solos en el mundo para preservar las libertades inglesas, expuestas a ser aisladas, o proscritas; y defendiendo la una el origen popular de sus reyes, sosteniendo los principios de la Declaración de la Independencia los otros, pidieron y obtuvieron asiento para las emancipadas colonias, declarándolas sus iguales. La doctrina Monroe, que nació entonces, tiene origen mas elevado que un nombre propio, como el sistema métrico decimal qué está fundado en las leyes de la naturaleza de Dios, y por tanto no es francés sino humano.
Lo que el Gobierno de Washington hizo entonces fue enviar al Río de la Plata en la América del Sur, a bordo de la fragata "Congress," una misión sin carácter diplomático, a fin de que examinase de cerca el estado y las probabilidades de la guerra de las colonias contra la España por aquella parte. Quería sondear el terreno para proceder al reconocimiento, según la capacidad de las colonias de triunfar definitivamente.
Publicóse el resultado de esta misión exploradora en 1819 en dos volúmenes, en Baltimore, y fue reimpresa en Londres en 1820, y dedicada por el Secretario de la misión Mr. H. M. Brackenridge a Sir James Mackintosh como a quien comprendía plenamente los destinos futuros de ambas Américas del Sud y del Norte, tan de acuerdo marchaban los dos gabinetes, y tan unidos iban los dos continentes en las simpatías y en la doctrina.
Esta obra por su carácter y origen oficial y por los documentos que la acompañan, despertó mucho interés en favor de la América del Sud en Inglaterra y Estados Unidos. Acompañan ala obra del Secretario el Informe de Mr. Rodney, Jefe de la expedición, dirigido a Mr. John Quincy Adams, entonces Secretario de Estado. Graham, otro de los Comisionados, dio por separado otro Informe complementario del de Mr. Rodney que debieron firmar ambos. Termina la obra una carta dirigida a James Monroe por un ciudadano norteamericano, abogando calorosamente por la Independencia de las colonias españolas, y preparando así la opinión pública al reconocimiento. La conclusión a que llegaba este escrito después de haber sostenido el derecho y la justicia de las colonias a emanciparse, era esta: "Es del todo evidente que nosotros debemos ser y hacernos un titulo de honor de ser los primeros en reconocer la Independencia de Sud América o una parte de ella, toda vez que sea consumada ahora o en diez años mas."
El libro de Mr. Brackenridge, los informes oficiales y la carta a Monroe, respiran el mismo interés por la causa sud-americana, la misma aprobación de sus motivos, la misma confianza en los resultados. Campea en ellos una simpatía profunda por los pueblos que habitan las márgenes del Río de la Plata, explicando su situación, y subministrando animadoras noticias sobre la topografía, recursos, comercio y civilización presente, y esperanzas de desarrollo, con tan fiel relación de los acontecimientos que han presenciado, y los antecedentes que los produjeron, que los posteriores historiadores argentinos [1] han debido ocurrir a estas fuentes, como a un daguerrotipo de la edad juvenil, para verificar los hechos históricos comprendidos en aquella época.
El público de los Estados Unidos conoció entonces, por el Viaje a Sud América de los Comisionados del Gobierno en la fragata "Congress," la historia, geografía y crónica contemporánea de aquellos países, bañados por el Río de la Plata, í se interesó en su independencia, que no tardó en ser reconocida por los Estados Unidos. Después de aquel acto y del libro de Brackenridge no se ha publicado obra alguna en los Estados Unidos de estudio y apreciación tan simpática de las Repúblicas de la América del Sud, cuya Independencia fue asegurada por generales y batallas que en importancia en nada ceden a las mas esclarecidas que celebra la historia.
En 1826 en la discusión sobre la misión al Congreso de Panamá, Webster dejaba oír desde lo alto de la tribuna del Congreso estas sentidas palabras, contra la indiferencia que ya empezaba a insinuarse en los ánimos. "¿Qué se quiere, Señor, decía, significar con esto? ¿Preténdese que el pueblo de los Estados Unidos deba mostrarse del todo indiferente a la suerte de estos nuestros nuevos vecinos? ¿No habremos de mirarlos bajo un nuevo punto de vista, desde que se han emancipado de todo dominio extranjero, establecido su independencia, e instituido a nuestras puertas mismas gobiernos, republicanos en su esencia, siguiendo nuestro propio ejemplo? No quiero, señor, hacerme ilusión sobre los progresos de los nuevos Estados, en la grande obra de establecer una libertad popular sobre bases sólidas. Sé que es esa obra larga, y que en esa parte son niños de escuela. Pero, a Dios gracias! ya están en la Escuela. Han tenido que habérselas con dificultades que ni nosotros, ni nuestros padres encontramos nunca, y debemos ser muy indulgentes para con ellos. ¿Qué conocimos jamás nosotros parecido a la servidumbre colonial de aquellos Estados? ¿Cuándo hemos nuestros padres ni nosotros, sentido como ellos, el peso del despotismo que encorva al hombre hasta el suelo, o el de la intolerancia religiosa que va hasta cerrar las puertas del cielo a toda otra creencia? Señor, nosotros pertenecemos a otra sociedad, tenemos otros antecedentes. Nosotros no hemos probado ni sufrido nada del despotismo político de la España, ni sentido el calor de las hogueras do la Inquisición. Un hombre racional no ha de exigir de la América del Sud, que corra con la misma rapidez eme la del Norte, ni pretender que una provincia española insurrecta se encuentra en las mismas condiciones en que se hallaron las colonias inglesas, cuando proclamaron su independencia. Mucho mas queda por hacer en el primero que en el segundo caso; pero no por eso ha de ser menos digno de honra el intentarlo; y si a su tiempo todas las dificultades llegasen a ser vencidas, el honor seria mas grande todavía. Será muy ardua la empresa; pero no será, menos noble porque haya mayor ignorancia que disipar, mas preocupaciones que desvanecer. Si se achaca a debilidad sentirse fuertemente interesado en el buen éxito de estas revoluciones, tengo que confesarme criminal do aquella debilidad."
La historia de los Estados Unidos muestra que hasta Winter Davis, Webster fue el último de sus hombres de Estado que sintió aquella debilidad.
III
¿Quién ha leído un libro americano, preguntaba no ha mucho el historiador ingles Macaulay? Washington Irving respondió presentando Vida y Viajes de Cristóbal Colon, y la Inglaterra y el mundo leyeron un libro norteamericano de nacimiento, sud-americano y español de raza.
Femando e Isabel, Reyes de Aragón y de Castilla, Colon y el Descubrimiento de Española son la primera página de la historia de Norte America; y toda vez que el espíritu norte americano haya de remontar hasta sus fuentes el río histórico de que los Estados Unidos forman solo un brazo, ha de llegar a la España de Carlos V y de Felipe II, como los exploradores del Nilo a las fuentes recientemente descubiertas, y esparcirse por sus contornos, seguir el curso de otros brazos, y encontrarse por afinidad y complicación, historiador de otra lengua, de otra nación y de otras colonias. Washington Irving siguiendo a Colon, señaló el camino en el dédalo de cronistas e historiadores españoles y sud-americanos, y los polvorosos documentos hacinados en el archivo de Simancas, a toda la escuela de historiadores norte-americano-españoles que siguió sus huellas. Prescott fue el primero que penetró en el río Blanco de las conquistas españolas en México y en el Perú, en los reinados de los Reyes Católicos y de Felipe II, para mejor explicarse el sentido histórico de los sucesos que narra, como Leverrier rehacía y rectificaba los cálculos astronómicos existentes, antes de lanzarse en busca de su planeta.
Prescott es historiador sud-americano, y tiene en la historia de las colonias carta, de ciudadanía. Prescott es también un historiador español, por su erudición profunda, y por aquella indiferencia moral, que ya, veía venir y rechazaba Webster, en cuanto a las consecuencias de los errores y perversidades de la colonización española en la América del Sud. Es regla del arte plástico de la composición histórica que el historiador ha de mostrarse imparcial, y transportarse a vivir do la vida, preocupaciones e ideas de los tiempos que describe. Pero hay gran riesgo de tocar en el extremo opuesto, y perder, a fuerza de imparcial, toda conciencia del bien y del mal, y enamorándose de su asunto, como el estatuario de la Venus que en cincel saca del mármol, atentar contra el pudor de la historia y hacerse cómplice de los vicios de sus héroes. Yo he querido descubrir en qué país y en qué siglo han sido escritas las obras de Prescott sobre la colonización española de la América del Sud, y a veces me ha parecido que era en España, a mediados del siglo XVIII.
Otra cosa es Motley eu su Rise of the Dutch Repubic, otro brazo de la dominación española que va a los pantanos de Holanda a ahogar en su cuna, y la propia patria del degenerado flamenco Felipe II, los gérmenes de la libertad moderna. Motley es norteamericano en cuerpo y alma. Historiador imparcial, ejerce la judicatura histórica, llamando ante su tribunal a los ilustres malvados me no tienen otro juez en la tierra que el historiador, quien, deslíes de oídos los testigos, y exhumados los cadáveres para verificar las heridas o la presencia del veneno, entrega a aquellos con su fallo la execración de las edades futuras. Motley, sin faltar a la imparcialidad histórica, pelea al lado de Orange, el taciturno, interpreta su mutismo, y ejecuta sus órdenes. La historia de las guerras y Flandes es el comienzo de la historia norteamericana, por cuan allí se ensayaron los principios de gobierno que se desenvolvieron: Norte América; y de la de Sud América, porque los capitanes españoles que de allí pasaron a América, aprendieron a endurecerse crimen y a la violación de las leyes divinas, en nombre de un Dios, servido con el pillaje y el exterminio. La historia de Mottley no ha sido aun traducida al castellano, acaso porque los ajusticiados en ella tienen deudos y amigos que so sienten ensambenitados en aquel auto de fe celebrado en desagravio de la humanidad, la libertad y la conciencia; y seria de desearlo en la América del Sud, para que el valiente y generoso Motley vaya allí, a fustigar con su látigo histórico, todo lo que queda de la obra de Felipe II en las colonias, que Prescott dejó impune y en tranquila posesión del suelo.
Trasladado así el arte histórico norteamericano a los orígenes de la historia de Sud América, necesitaba penetrar mas adentro en la literatura y las bellas artes españolas, y Ticknor desde Boston, escribió con éxito cumplido la Historia de la literatura española, con el auxilio de cinco mil volúmenes escritos en aquella lengua, como los ingleses estudiaron el sánscrito, olvidado de los hindúes, en los Vedas y Puranas. Cosa singular! Las imprentas del idioma español están en París, Bruselas y Nueva York: el primer hablista de la lengua castellana, Andrés Bello, venezolano residente en Chile, no ha estado nunca en España, aunque haya sido nombrado Miembro de la Peal Academia de la Lengua, que como el Tribunal de los Pitos en China, tiene por función rechazar en nombre de una civilización inerte y coagulada, las palabras que con los objetos y el movimiento de las ideas piden carta de ciudadanía. En la Nueva Inglaterra, sin hablarla mejor que el griego o el latín, está Mr. Ticknor, el mas erudito literato actual de la lengua española, tratada así por los extraños como lengua clásica, pero muerta.
Digna materia de estudio es la España en sus manifestaciones artísticas, que salvo influencias colaterales son suyas propias, sin la herencia del arte antiguo, que no renació para la España como para el resto de la Europa con la caída de Constantinopla. Hasta hoy en la Península y en la América española Sófocles y Homero no han dado lectura de griego en sus universidades. Velazquez, Murillo, Surbaran, no son como Miguel Ángel y Rafael, discípulos de Fidias y Praxiteles. El modelo de Velazquez es el pastor de Castilla Vieja elevado al rango de Patriarca: la Virgen de Murillo es la andaluza de formas ondulantes, como lo requiere la belleza curvilínea del ideal humano. Calderón de la Barca inventa de punta a cabo un arte dramático, y llega a mayor perfección que en la estatuaría el misterioso pueblo que ha dejado sus monumentos en Nicaragua. Su mérito no pasa de ahí sin embargo, aunque es tan grande que la humanidad le debe un accesit. Es un prodigio crear un arte, sin echar mano de la tradición humana desde los griegos que deificaron las formas en el mármol o en la palabra; pero tales ensayos no pueden servir de modelo, y después de admirados pasan a los museos de curiosidades.
En la literatura española Mr. Ticknor ha debido tropezar con aquella grande areólita, caída del cielo sobre el suelo de la Mancha, Don Quijote; y parádose a contemplarla con la misma admiración y estupor que todos los literatos del mundo. Del cielo! porque no se descubren combinaciones metálicas de ese género en las montañas de España. Ni francesa, ni italiana es, por lo que pudiera haberla perdido un transeúnte. Cervantes como Homero no tiene padres; pero su regia estirpe acaba con él mismo. En efecto, excepto Cervantes, sin Cervantes, después de Cervantes....la pitonisa ha enmudecido para el mundo. Es el genio humano extraño a las influencias de raza o atmósfera. Encuentra en España rezagada la leyenda extranjera de Amadis de Gaula y la andante caballería, y emprende a golpes de genio expulsar a los haraganes, que pervierten el sentido de la nación. Pero extirpada aquella mala yerba de la edad media, nada nació en su lugar, cuidando la Inquisición de arrancar de raíz toda nueva planta, traída en germen por los vientos que agitaban la Europa moderna.
Cervantes conocía poco la historia de España, y lo que Ticknor señala como descuidos, lo manifiesta por lo numerosos y esenciales. Es por esto que no pertenece a nación alguna. Es gloria excelsa de la raza humana, y todas lo reclaman. Creó a su paso en la tierra un idioma, porque los ángeles del cielo perfeccionan todo lo que tocan. Este idioma se llama el idioma de Cervantes, y ha sido momificado en su honor.
Otra corriente de su propia historia debía llevar a los norteamericanos a la América del Sud, desde que su país dejase de ser ingles, para ser America en la historia y progreso de la raza humana. De Bancroft y sus historiadores del movimiento interno, la ficción con Cooper, intentaría describir el contacto de la raza blanca con los indígenas que poblaban el suelo que han ido sometiendo a cultura, y cuyos anales están perdidos en la espesura de las selvas primitivas. El pensamiento americano no se apercibe todavía de la tintura especial que le da en filosofía, en historia, en bellas artes la vecindad de la selva, el espectáculo de la naturaleza originaria, el contacto con el alma humana, tal como era en las primeras ediciones, y se ve en el salvaje, antes que se saturase de las nociones que la historia y el arte do escribir lo subministran; pasando de imaginar a razonar, do la comparación a la deducción. La oratoria del piel roja, el consejo do los sachems, el wigwam encierran a Démostenos, el senado romano, el chinesco. Más allá de las fronteras y de lo presente están los monumentos de una civilización que ha tenido su edad media, sin renacimiento. La America tiene sus petrificadas ciudades, moradas que fueron de un gran pueblo que floreció en ellas: pirámides que rivalizan con las de Egipto, templos y palacios que hoy fecundan los troncos de árboles seculares. La arquitectura de Sahi, revela una civilización anterior a la egipcia, aunque rama de la misma familia humana, por la construcción piramidal y la momia, que so encuentra en Tebas y en el Perú, con el mismo campo, o ídolo, con el mismo nombre y en el mismo lugar colocado; y cuando estos monumentos que principian por el montículo y acaban por la enorme masa de piedras talladas y esculturadas con mil jeroglíficos hayan sido estudiados, clasificados y comparados, la historia de ambas Américas comenzará por la misma página, ilustrada con las mismas láminas, desde sus orígenes indígenas, hasta Colon, desde donde se divide en dos grandes capítulos, Cabot y Pizarro, que terminan en Washington y San Marlin en los extremos opuestos para volver por las instituciones propias y los desarrollos sucesivos a ser la Historia Común de la Grande Familia Americana, poniendo en la antigua, o el renacimiento, para instrucción de sus hijos, las de las naciones que le subministraron sus habitantes y sus artes: el Egipto y los bárbaros primero, los ingleses y españoles después, el mundo entero mas tarde.
No había de hacerse esperar largo tiempo la crítica histórica aplicada a los crudos materiales, colectados por historiadores plásticos y por viajeros observadores. A New history of the Conqest of Mexico in which Las Casa’s denunciations of the popular historians of that war are fully vindicated by Robert Anderson Wilson, ha venido a abrir una nueva época en la historia del mundo antiquísimo, mostrando por el examen crítico de las ruinas de treinta ciudades en la América Central, que antes de la aparición de griegos y romanos ligaba por la navegación, la religión y las artes, una misma humanidad de la misma manera civilizada la India, la Fenicia y el Egipto al Yucatán en la América Central, México al Norte y Perú al Sur, pues no ceden en importancia las minas peruanas, a las de los otros países nombrados, ni en indicaciones evidentes del origen común entre fenicios, egipcios, y las antiguas civilizaciones americanas.
Aquel estudio sobre las artes y monumentos antiguos ha principiado ya en Norte América; pero siguiendo las trazas del pueblo que los dejó en sus emigraciones al Sur, Stephen los ha encontrado aproximándose al arte griego en las estatuas de Nicaragua, Norman en Yucatán diseminadas en pirámides palacios y templos en las solemnes ruinas de Chichen, Kabah, Zahi, y Uxmal, como los exploradores españoles las habían encontrado asombrosas en Palenque, en el Cuzco y por todo el Perú, donde hay señales no de una sino de varias civilizaciones monumentales anteriores a la época de los Incas, que va las encontraron en ruinas.
Mientras que estos trabajos de anticuarios se completan, sigamos los pasos de otros exploradores que examinan el terreno de la escena futura del movimiento humano.
The exploration of the Valley of the Amazon, made under direction of the Navy Department by Lewis Herndon and Lardner Gibbon, mandada publicar por la Sala de Representantes del Congreso de los Estados Unidos, ha expuesto a la contemplación del mundo el mas pasmoso estuario de ríos que como las venas en el cuerpo se difunden para dar vida a todo el continente sudamericano, pues se ligan a la hoja del Orinoco y pueden sin grande esfuerzo comunicarse con el Río de la Plata. Acaso el Amazonas está destinado para hacer una devolución de los países tórridos a la raza negra, a quien Dios los adjudicó, levantándose naciones púnicas a lo largo del poderoso Amazonas, con los libertos del Brasil y de los Estados Unidos.
La Plata, the Argentine Confederation and Paraguay, being a narrative of the exploration of the tributaries of the river La Plata, and adjacent countries, under the order of the United Status Government, by Thomas Page, U. S. N. Commander of the Expedition, es otra exploración del segundo de los ríos sud-americanos, después del Amazonas, y continuación en 1855 de la misión de 1817, de la fragata "Congress" por la "Water Witch."
La obra publicada sobre Chile por el Teniente Gillis de la marina norte-americana y mas tarde Secretario del Instituto Smithsoniano, completa, aunque con poco tino en esta parte el estudio norteamericano de los puntos principales de la América del Sud, Y esperándose la obra de Mr. Squier sobre Yucatán y el Perú, sobre monumentos antiguos y lo que añada del estudio presente de aquella parte.
Pueden citarse como complemento científico de estas exploraciones de la America del Sud, las observaciones astronómicas ejecutadas por el mismo Gillis desde Chile sobre la región austral del cielo en las inmediaciones del polo que aun no han sido publicadas, y que fueron mandadas hacer bajo el patrocinio del Gobierno de los Estados Unidos. La expedición científica encabezada por el sabio Agassiz, y costeada por ciudadanos de Massachusetts, con el propósito de estudiar la geología, botánica y mineralogía del Brasil, y de la olla del Plata, está destinada a ilustrar con nuevos datos las nociones que ya se tienen sobre aquellos países; y si se llevase a cabo la idea del astrónomo Gould de Cambridge de erigir en Córdoba un observatorio para completar lo que falta a un catálogo completo de las estrellas, los Estados Unidos habrían dado la última mano a la grande obra de inventariar la creación de que nuestro globo por tan mínima y humilde parte.
Mas influente parte en el progreso material de la América y Sur cabe a los que han extendido hasta ella los beneficios de la locomoción rápida que tantos males de la mala colonización española ha venido a remediar. Panamá, el punto central en la ocupación y conquista do las costas del Pacífico por la España fue un tiempo la ruta oficial y obligada del comercio, hasta que el contrabando abrió nuevas vías por el Río de la Plata y Chile para llegar al Perú. La revolución de la Independencia franqueó el Cabo de Hornos, y disipados sus terrores, Panamá cayó en ruinas como Palmira del Desierto, cuando el comercio de Oriente abandonó la ruta del golfo pérsico.
El norteamericano Stephens, el célebre anticuario, emprendió ligar los dos océanos con el ferrocarril de Panamá, obra pavor que solo el go ahead americano podía acometer, calculando de antemano, como el general que quiere apoderarse de una posición estratégica, el número de víctimas que habrán de sacrificarse a los dioses infernales. Panamá ha vuelto a ser el centro del comercio de ambos mares, y lo será del Oriente y del Occidente, con los archipiélagos del mundo oceánico intermediario.
En Chile Wheelwright abre la primera línea de ferrocarril en Capiapó, haciendo nacer un puerto y una ciudad en Caldera. Entre Valparaíso y Santiago Campbell traza el trayecto que más dificultades naturales haya vencido en el mundo, con solo dos excepciones hasta entonces, y el norteamericano Meigs es el ejecutor feliz de aquella obra de ciencia y de audacia.
Campbell pasa la cordillera de los Andes y traza sobre la llana y de suyo nivelada superficie de las Pampas argentinas el ferrocarril central desde el Rosario a Córdoba, que está construyendo actualmente Wheelwright, quien se propone llevarlo por Tucumán hasta las profundidades del continente sud-americano, con lo que se introducirá un rayo de civilización y de progreso en aquellas colonias mediterráneas que la España escondió en el seno de las selvas y lejos de las costas para sustraerlas al movimiento del mundo.
Puentes en los ríos, telégrafos eléctricos, canales como el que abrirá en la Delta del Paraná Eduardo Hopkins, inventor del ferrocarril de Buenos Aires a San Fernando, como así mismo servicios de diligencias en los caminos; molinos de vapor como los norteamericanos, provisión de aguas corrientes a las ciudades, ferrocarriles urbanos son de ordinario en la América del Sud, empresa o ejecución de ideas norte-americanas, y muestra de su necesario contacto.
Así la Historia de las colonias españolas y la literatura de su lengua; los monumentos y vestigios de otras edades que cubren su suelo; la exploración de los grandes ríos y sus tributarios: la geología y naturaleza de los terrenos que bañan; las vías de comunicación terrestre para acelerar el movimiento; y hasta las constelaciones del cielo austral han venido durante medio siglo excitando la actividad de los norteamericanos, como si fuesen parte integrante aquellos conocimientos de su historia, geografía y cielo, y aquel mundo prolongación natural del suyo, y campo vasto a su actividad e industria, arrastrándolos la naturaleza de las cosas, mas que una reconocida homogeneidad a extender su acción sobre aquellos países, y avanzar los conocimientos humanos sobre sus mal exploradas regiones. ¿No hay en este movimiento instintivo leyes que lo dirijan e impulsen, como las aguas se encaminan hacia donde un desnivel y depresión mayor del suelo les traza un canal?
El mundo político actual presenta muchos de los rasgos de aquellas épocas iniciales en que sociedades espontáneas ensayaban sistemas y principios de gobierno y civilización, según que accidentes históricos o geográficos determinaron su desenvolvimiento interno; chocándose entre sí por prevalecer en el exterior, hasta que sucumbiendo las organizaciones débiles, como supone Darwin en la selección natural de las especies, se determinó una corriente que arrastró tras sí las otras tendencias, imponiéndose aquella por siglos a la humanidad. Los egipcios con sus castas sacerdotales; los Persas con sus Daríos; los Espartanos con sus leyes de Licurgo; los Atenienses con sus bellas artes; los fenicios y cartagineses con su comercio y colonias; los romanos con sus legiones y su legislación, cada uno de por sí vienen bregando, luchando por establecerse modelo y regla universal, hasta que los griegos eliminan a persas y egipcios; los romanos a griegos y cartagineses, y Roma al fin se hace la corriente que remodela el Oriente y Occidente absorbiéndolos en su seno.
¿Quién no ve que hay flotantes por decirlo así en el mundo político actual, como aquellas enormes masas de hielos polares, impelidas por los vientos y próximas a chocarse, tendencias cartaginesas; con su comercio, colonias y fuerte oligarquía; aspiraciones teocráticas que remueven las sociedades desde otro punto, solicitándolas a volver atrás; recrudescencias de imperio romano con sus águilas y sus legiones de veteranos por toda razón : y hasta una Macedonia se encontraría a retaguardia y en la frontera de aquella discordante Grecia, espiando sus movimientos?
La reproducción del ciclo fatal de Vico, aunque en proporciones más vastas se realizaría, sin el advenimiento de la América que ha dislocado el mundo antiguo, sacando su centro del Mediterráneo y descentralizándolo.
En la America, los Estados Unidos acaban por la guerra social interna de tomar posición definitiva en el mundo político, pasando de ensayo de instituciones, a civilización inicial, armada de todas piezas, y preparada necesariamente para servir de regla y modelo a una de esas generales conclusiones en que ansia por reposarse la humanidad después de haber sostenido cada una de sus fracciones alguna verdad separada.
Seria necesario mas espacio y meditación que la que admite una reseña introductoria para determinar, dadas las necesidades de la época, los elementos que constituyen la civilización norteamericana. Indicaremos los que entran en nuestro propósito. Separación histórica y alejamiento geográfico de las tradiciones y escena del viejo mundo. Exposición al Pacífico y al Atlántico, al Oriente y al Occidente antiguos. Posesión en su territorio de inextinguibles depósitos de oro, plata, hierro, carbón de piedra y maderas, elementos indispensables al engrandecimiento humano. Diez veces mas terreno que el que ocupa la generación presente, para dar lugar a las futuras, con su natural crecimiento, y la absorción acelerante del crecimiento de otras naciones. Supremacía marítima como medio de contacto con los otros pueblos sin inferioridad militar, a nación ninguna existente, tanto en el número, como en la eficacia de las armas —Generalización nacional de la facultad inventiva, para acelerar y multiplicar las producciones de la industria humana, y apropiarse la materia— Aptitud intelectual generalizada a toda la nación y a todas las generaciones por un plan de educación universal para apropiarse inmediatamente todo nuevo progreso del saber humano en todos los países. —Preparación del suelo terminada ya por ferrocarriles, canales, ríos y mares a un rápido movimiento y circulación; y todo este conjunto de ventajas naturales o adquiridas creado, impulsado, regido por un sistema de instituciones políticas que tienen la sanción del tiempo, de la experiencia fructuosa y feliz, y lo que es mas la sanción moral de la conciencia humana en todos los países, puesto que la libertad civil y religiosa, de acción y de pensamiento está ya como una verdad incuestionable en la conciencia de los hombres, aunque no en todas partes esté en los hechos.
Como se ve por esta reseña ninguno de los poderes actuales de la tierra tiene en su seno o en su esencia todos, aun que tenga algunos de estos elementos de grandeza presente o de desarrollo futuro.
Por otra parte solo la Inglaterra y los Estados Unidos tienen instituciones fundamentales que ofrecer como modelo al mundo futuro; la Inglaterra porque propaga las suyas, con su comercio, industria y lengua a sus numerosas colonias, no exportando afuera los moldes de tierra en que fueron vaciadas, su monarquía y su patriciado; los Estados Unidos porque las han fecundado y dilatado en terreno exento de las creaciones del pasado. La Inglaterra aristocrática puede enorgullecerse de haber producido los democráticos Estados Unidos, como la patricia Cornelia a los tribunicios Gracos; pero falta aun ver, si los Gracos modernos aciertan mejor a dirigir las fuerzas populares, y salvándose a sí mismos, salvan al mundo de esos retrocesos que siguen al extravío de los iniciadores y guías en los grandes movimientos sociales. Nosotros no creemos en la fatalidad histórica. El mal es obra de los hombres; de los accidentes de la vida; de un error o de una pasión del momento. ¿En qué forma habrán de dilatar su acción los Estados Unidos?
IV
Imaginaos la posibilidad de que de la materia solar se desprendiese una grande mole; y obedeciendo a la leí empírica de Bode, viniese a. fijarse entre Marte y Júpiter en el hiatus en donde hoy vagan cien asteroides. Que perturbación en las órbitas del mundo solar! Qué aberraciones basta equilibrarse las antiguas con la nueva atracción perturbadora! Y en el interior de los planetas, qué sacudimientos no vistos; qué alzarse violentamente los mares, y de ahí los cambios de lecho, los diluvios y los trastornos! ¡Cuánto tiempo, para que de la. confusión universal saliese el nuevo orden y regular, armónico, equilibrado!
Tal fue la situación de la América del Sud al comenzar del nuestro siglo. Los Estados Unidos se desprendieron al fin del otro de la masa del mundo europeo, y tomaron asiento entre las antiguas naciones, llenando el hiatus que separaba el Oriente antiguo del moderno Occidente; y la conmoción se sintió luego en toda la tierra. La América del Sud fue irresistiblemente atraída a ser independiente también; y luchó y batalló desde un extremo al otro, y rompió sus cadenas y fue independiente. "Y fue la tarde y la mañana del primer día." El día siguiente traía su tarea; organizar gobierno. ¿Serian Repúblicas? La francesa de 1793 había sucumbido. ¿Serian monarquías? Los reyes de España el uno era imbécil, el otro estaba cautivo. ¿Serian imperios? El grande emperador estaba para escarmiento atado a la roca de Santa Helena. Despejada la tormenta europea en 1815, iluminado el caos, el mun¬do político aparece en tres grupos. La Europa continental bajo la Santa Alianza —la Inglaterra liberal y monárquica: los Estados Unidos de América republicanos y federales. ¿Cuál de estos dechados tomará por tipo la América, del Sud?
El libertador Bolívar extiende su prestigiosa influencia sobre Venezuela, Nueva Granada, Ecuador, Perú y la improvisada Bolivia. Bolívar imaginó, al decir de un panegirista suyo, una adaptación del gobierno ingles, "libre sin excesos tumultuarios, fuerte sin los azares del despotismo, con Cámaras populares. Presidente vitalicio, y entre estos extremos un senado hereditario."
Pero entre imaginar y realizar hay un mundo! Cuánto no han imaginado los franceses desde Sieyes, Robespierre, Fourier y Napoleón el grande! Por toda la América, del Sud, del fondo de la sociedad, en despecho de las cuerdas combinaciones algebraicas de los hombres de listado salía, de la lucha misma, de la parcial emancipación de los pueblos, la disolución de los antiguos virreinatos, con la palabra federación, mas que con la forma, con la intuición mas bien que la idea. "Semejante forma de gobierno, decía Bolívar, es una anarquía regular, o mas bien la ley que prescribe desasociarse y arruinar el Estado. Pienso que mejor seria para la América adoptar el Corán, que el Gobierno de los Estados Unidos, aunque es el mejor del mundo." Y sin embargo, la grande aglomeración que venia haciendo desde el Orinoco basta el Desaguadero, se desasoció, y la República federal, como los Estados Unidos quedó establecida o sigue pugnando por establecerse.
Por el mismo tiempo el Libertador del extremo Sud de la América, el general San Martín, cuya Vida y actos públicos be tenido el honor de ofrecer a vuestra biblioteca, decía: "me muero cada vez que oigo hablar de federación. Puede verificarse?" Y sin embargo no murió sin reconocer en su país la federación intuitiva, establecida a despecho del Congreso de 1818 que aceptaba la monarquía, a despecho del Congreso de 1826 que constituía la República unitaria. Después de su muerte esos mismos que como él se morían de oír la palabra federación constituyeron las Provincias Unidas del Río de la Plata, obedeciendo al voto popular, como México ha luchado veinte años por llamarse los Estados Unidos do México.
¿Porqué esta persistencia general en adoptar una forma que no estaba en sus antecedentes históricos? Porque con esa forma se presentaba poderosa, feliz, libre la única República subsistente, los Estados Unidos de América; y los pueblos no aceptan ideas abstractas, sin Infirma que revisten en los hechos prácticos. Serán aquellos países o no aptos para la federación, estarán o no preparados para el propio gobierno, la República vino, por la misma razón que vino la independencia, y la República de nuestro siglo, la República modelo, la gran República revestía el ropaje federal.
He aquí pues otra influencia de los Estados Unidos sobre la América del Sud: influencia inconsciente, latente, permanente, instigadora de cambios y de revoluciones.
La mitad de los trastornos de México, de Colombia, de la República Argentina durante medio siglo, hasta demoler todo el sistema colonial, hasta pulverizar las imitaciones de República romano-francesa, han sido electo do influencias indirectas pero eficaces de los Estados Unidos.
De las directas un solo hecho os dará idea. En 1848 volvió de los Estados Unidos un viajero, y con la inspección que había hecho del juego admirable de la Constitución de los Estados Unidos y con sorpresa de sus antiguos correligionarios políticos, inició un movimiento en la prensa, que pasó a la opinión, a los partidos, a la guerra y a las instituciones. Su razonamiento era sencillo. "La voluntad nacional, la violencia, los hechos han dado al Estado la forma federal. Las constituciones no son mas que la proclamación de los derechos y obligaciones del hombre en sociedad. En este punto todas las Constituciones del mundo pueden reducirse a una sola. En cuanto al mecanismo federal, no hay otra regla que seguir por ahora que la Constitución dolos Estados Unidos. ¿Queremos ser federales? Seámoslo al menos como lo son los únicos pueblos que tienen esta forma de Gobierno, ¿Quemamos acaso inventar otra forma federal desconocida hasta hoy en la tierra? .... Llamaos los Estados Unidos de la América del Sud, y el sentimiento de la dignidad humana, y una noble emulación conspirarán para no hacer un baldón del nombre a que se asocian ideas grandes." En 1859, después de diez años de trepidaciones en los hechos y en las ideas, las Provincias Unidas del Río de la Plata fueron proclamadas, con lo que Story destronó a Rosas, fruto de la doctrina del libre arbitrio en materia constitucional, como fueron la obra de Rousseau, Sieyes, Robespierre, Napoleón, los desastres de la revolución francesa que decapitaba a Luis XVI en nombre de la libertad, para llegar dos veces a Julio César, esto es para volver dos mil años atrás en la ciencia del gobierno de las sociedades humanas.
Principio norte americano es la libertad do las conciencias, la igualdad de las creencias, el desarme general de las ideas religiosas que han ensangrentado la tierra por siglos. A la persecución religiosa debe el mundo la existencia de los Estados Unidos; a Rojerio Williams debe la historia el pacto de alianza entre perseguidores y perseguidos, y la raza humana su quietud de conciencia presente. Strauss, Colenzo, Renán pueden examinar de nuevo la Biblia, sin llevar como Lutero, Calvino, Torquemada, Tomas de Cantorbery los hombres y los libros, a la guerra y a la hoguera, para someter la verdad religiosa al juicio de la sangre y del fuego que se creía el juicio de Dios.
América del Sud, poblada por exterminadores religiosos, aunados el fanatismo y las Leyes de Indias, en el Estado inquisición, se ha desgarrado heroicamente para arrancarse del cuerpo este elemento constitutivo de su propia esencia, adherido tenazmente en una iglesia dominante, con inmensos bienes, con un personal exclusivo, docente sin contradicción, prestigioso, prepotente.
La libertad de cultos ha sido la piedra de escándalo en toda la América española, las temporalidades del clero el blanco de la lucha de los partidos. Las muchedumbres ignorantes, supersticiosas, indiferentes a la libertad, al bien estar, a la nacionalidad solo eran sensibles cuando se hacia vibrar la cuerda de la religión dominante, exclusiva, intolerante; y los Estados Unidos están presenciando la suerte que cupo a México en su lucha por romper la cadena secular. Juárez secularizó los bienes de la Iglesia, y los obispos entregaron el Estado al extranjero. Maximiliano, en nombre de los grandes principios, hizo justicia a Juárez, y se quedó con la República. ¿hay tanto motivo para maldecir esas santas luchas intestinas de la América del Sud? El soldado que sale cubierto de heridas del combate, ¿es menos glorioso que el que salió sano y salvo? Norte América cosechó el fruto de la sangre derramada por sus padres en Inglaterra, que les trajo a los Peregrinos, a Lord Baltimore, Penn y Rojerio. Solo hace cuarenta años a que el pueblo en Lima desparpajo los tizones de la inquisición, y desbarató los instrumentos de la tortura. La América del Sud va todavía por su guerra de los Treinta años, para entrar en las condiciones sociales del mundo moderno; desangrándose, para que protestantes y disidentes ingleses y norteamericanos tengan derecho allá como aquí de adorar a Dios, según la fe de sus padres. La primera constitución de las Provincias Unidas del Río de la Plata, decía en 1815: "la religión católica, apostólica, romana es la religión del Estado. La segunda de 1819 añadía a la que prestaran sus habitantes el mayor respeto sean cuales fueren sus opiniones" La de .Buenos Aires de 1834, promulgada mas tarde, siempre con religión do Estado, decía sin embargo, "es inviolable el derecho que todo hombre tiene para dar culto a Dios, según su conciencia. "La final de 1852, suprimiendo la religión de Estado, se contenta con decir: "El Gobierno federal sostiene el culto católico" Cuarenta años ha costado llegar desde la exclusión colonial, hasta la supresión de la iglesia de Estado; pero entre cada una de aquellas enmiendas, media un trastorno, y muchas batallas. Acaso sean necesarias otras y otras para llegar al principio norte-americano.
Cuatro años de guerra, la pérdida de un millón de hombres, y tres mil millones de deuda, cuéstanle a los Estados Unidos ser los últimos en la tierra para abolir la esclavitud. La propia experiencia les ha enseñado a ser indulgentes con aquellos audaces y determinados patriotas sud-americanos, que desde 1810 adelante emprendieron a un tiempo ser independientes, dar libertad a sus esclavos, como la querían para ellos, y darse una forma de gobierno que no estaba en sus tradiciones coloniales como la de los Estados Unidos, sin desalentarse dos veces como la Francia, y abandonar su suerte a la tutela: de un hombre; pues que ni el prestigioso Bolívar, ni Rosas el sanguinario exterminador, fueron parte a domellar el indomable propósito de la América del Sud, de aprender a ser libre, a sus costillas, a su riego y peligro, ofreciendo su sangre, una generación tras otra, para regar cada principio nuevo introducido en la patria. Así es que cuando habían ganado un punto, y dejádolo establecido, lo abandonaban al cuidado de las mujeres; y por el cilicio y el ayuno se preparaban a conquistar el otro; y una nueva guerra civil comienza, y tras la batalla se firma la carta magna: tras otra el bill of rights; tras otra la libertad de cultos para los extranjeros; porque nosotros los católicos la tenemos. ¡Santos Padres Peregrinos de la América del Sud! un día os harán justicia los hijos de los de Plymouth, y Rhode Island y Massachusetts Bay!
No quiero disimularos que la ignorancia de tres siglos, la ignorancia española del siglo XV, traída a tierra salvaje, la abyección del indio crudo incorporado en la sociedad colonial, el fanatismo, el aflojamiento de todo vínculo moral, su consecuencia, no produzcan en la América del Sud peores resultados que los que ha producido la esclavitud en el Sur de los Estados Unidos. No hay apostolado sin Judas, sin Pedro que niegue tres veces a su maestro. Habéis visto en el sincero historiador Macaulay, como la época y los Y hombres mas depravados de la Inglaterra fueron sin embargo los que constituyeron definitivamente la libertad inglesa.
No os pedimos indulgencia sino justicia para la América del Sud. Solo el tiempo necesario para que cada causa produzca su efecto. Comparemos. Los Estados Unidos pusieron diez años en hacer la guerra de la Independencia y cuatro en la de la Esclavitud. Como nosotros hicimos las dos cosas a un tiempo pusimos quince. Estamos a mano. Pero vosotros no habéis hecho la guerra por establecer la Libertad de conciencias que la Inglaterra hizo por vosotros en un siglo de horrores, de persecuciones y de destierros por millares. Vosotros sois el resultado de esa guerra. Dadnos veinte años siquiera para apagar los fuegos de la Inquisición, a cada rato renaciendo aquí y allá en la vasta extensión de la América. Pero vosotros no habéis tenido una influencia francesa que desde 1810 hasta 18...que se yo cuantos, os haya estado perturbando con malos libros y peores ejemplos, para mostraros, como era el maximum bonum del gobierno, la República, no, que el imperio. El imperio no, sino la monarquía por la gracia de Dios restaurada: no restaurada sino popular. Fuera monarquía! Venga la República. Abajo la República, es Emperador...! pero vosotros no habéis tenido unos Estados Unidos por vecinos, que al mismo tiempo os tantalicen con su federación, con sus progresos asombrosos, y sus libertades. ¿Cuántos años nos concedéis para ensayar todos estos modelos de la perfección humana? ¿Ni veinte mas siquiera? Pues no hace tanto que logramos ser independientes y comenzamos a probar recetas, buenas unas y perversas otras, hasta que el diablo metiendo la cola, vuelve a encenderse la guerra por toda aquella extensión. Y la Europa interviene en México, en Chile, en el Perú, en Santo Domingo. Salen a la palestra los indios guaraníes educados por los Jesuitas, a darnos un cacique salvaje, gerente de Dios en la tierra, y tenéis el campo de Agramante.
¿Creéis que en el entretanto aquellos países se han arruinado? ¡Pobres deducciones del viejo sentido común! Eso era bueno antes de la guerra de los Estados Unidos. Vosotros sabéis en qué época se introdujeron en la aduana de Inglaterra las primeras siete pacas del algodón con que hoy vestís al mundo. Pues bien: en me¬nos tiempo la República Argentina se ha hecho el primer productor en peleterías y el segundo en lanas. Chile en cobre y plata tiene el primer rango, y su carbón de piedra abastece al Pacífico. Sin el salitre del Perú y sin el guano, menos cañonazos se dispararían y menos fértil seria la tierra en Europa. La quinina es exclusiva producción do Bolivia, como el añil y la cochinilla hacen la riqueza de Centro América; participando de todas estas producciones en menor o mayor escala el Ecuador y Colombia, sin excluir el café y el azúcar que enriquece al Brasil. Todas estas grandes y aun dilatables industrias han nacido y se han desarrollado al calor de la Revolución; pues que la España ignoró que de tales productos fuese capaz la América. No hay Estado que no esté haciendo ferrocarriles o no los posea de hace tiempo; y cuando la prensa anuncia el proyecto de un Código civil de Nueva York, es cuando en unas secciones sud-americanas de diez años a esta parte, en otras de cinco, todas tienen en ejercicio Códigos de Comercio, civil, criminal, &a., &a, Todavía creo que hemos de combatir en América por establecer vuestro sistema de Educación Común. Combatiremos; y quedará fundado!
Mas os invito a que echéis una mirada sobre la situación actual de la América del Sud, que arde en la guerra, casi de uno al otro extremo y veréis, como es inocente ella de la mitad de sus desgranas. Qué es lo que veis en efecto! La isla de Santo Domingo ocupada por la España, que creyó que el pueblo le pedía a gritos reanudar la rota cadena de la colonización; y después de tres años le guerra con ese mismo pueblo la España misma confesando que se había engañado al creer que tales aclamaciones había oído. ¿No oyen las beatas decir a las campanas, lo que ellos quieren oír? En la Revue des Deux Mondes de 1801 se encuentra explicado como la España hizo ella misma llamarse, por el tratado de 1856, y cómo acudió presurosa a su propio llamado.
México también pidió a gritos un Emperador para asegurarle a la iglesia sus bienes. Esta es la verdad oficial, la verdad verosímil, la verdad, pero no toda la verdad, como decía Lincoln. Toda la verdad es que hace tiempo se proclamó en Europa la era de los Césares, la negación de los principios políticos que son la base del gobierno de los Estados Unidos, sustituyéndoles para el arreglo de las naciones, el cálculo de la parábola que describe la bala del canon. ¿Qué culpa tiene México de que estas u otras teorías políticas se ensayen en Europa, donde tantas se han ensayado sin éxito, y de que la guerra de los Estados Unidos, abriese el camino de ponerle a sus puertas, como tropezadero la teoría imperial? México tan desestimado, tan incapaz de gobierno, tan desmoralizado como se le cree, no sucumbió en Puebla, como liorna en Farsalia; y fatigando a sus detractores, y a sus vencedores, empieza a interesar al mundo por su valor, su constancia en la desgracia y su amor a las instituciones republicanas. Acaso si viviera Talleyrand, diría al segundo lo que en vano dijo al primero: S. M. no oirá el último cañonazo de una guerra con los que pelearon ochocientos años con los moros. La América del Sud consumó su Independencia con derrotas, hasta que de la confusión salieron los Grant y los Sherman, los Bolívar y los San Martín, que acaban en una campaña, cuatro años de combate. Si el dicho de Pablo Jones, "recién comienzo a pelear", cuando hundiéndose su nave le intimaban rendición, es norteamericano, la América del Sud fue un colosal Pablo Johnes que dijo lo mismo desde el Río de la Plata y Concepción hasta Centro America y México. El Coronel Pringles, mi compatriota, estrechado contra el mar por los españoles, se metió al mar con su destacamento de caballería y continuó peleando entre las olas sin rendirse. Los enemigos respetaron aquel heroísmo, y le abrieron paso, escoltándolo hasta su ejército.
En el Perú se presenta una cosa como agente diplomático español, reclamando celebrar un tratado de independencia, y sin aguardar respuesta, una Comisión científica española declaró anexadas al Museo de Madrid las islas guaneras de Chinchas. La América se indigna de la reivindicación; la prensa de Chile se ríe un poco de la gracia, la Reina desaprueba la reivindicación, pero retiene lo reivindicado. El Gobierno del Perú quiere prescindir del agravio, y el pueblo se subleva y tenéis ya la guerra civil. La España refuerza sus escuadras, no satisfecha con tres millones que su agente había pedido por tratar; y arma querella a Chile, porque le salude la bandera, como iría uno de nosotros a Inglaterra a exigirle en su casa a un lord ingles, que a fuer de bien criado nos quite el sombrero, y castigarlo, si no sabe lo que le pasa, cuando tal demanda oye.
Y aunque la España se equivocó en Santo Domingo, y desaprobó sus agentes en el Perú, y sus ministros en Chile, como en México puede haberse equivocado S. M. el Emperador, que todos estamos sujetos a error, esto no quitará que a la América se le eche en cara siempre que ella les enturbie el agua, como el cordero al lobo; y si protesta que aun no había nacido en la época del agravio, le replican que habrá sido su Primo Americano, que para el objeto es lo mismo.
Otra guerra abraza medio continente americano, la guerra del Paraguay con el Brasil, la República Argentina y el Uruguay. Aquí en Providence, en la Biblioteca de Mr. Carter Brown, encontrareis cuatrocientos volúmenes escritos sobre esa guerra que comienza por una bula del papa Alejandro VI. Yo os daré un apéndice a esos libros. Recordareis que en Massachusetts los Puritanos pusieron en práctica las leyes de Moisés. En el Paraguay los Jesuitas se propusieron ensayar teorías de gobierno que se deducen de las Epístolas de San Pablo, y la tradición de los primitivos tiempos de la iglesia. Instituyeron un gobierno paternal, teocrático, con la abnegación del individuo, la obediencia pasiva per inde ad cadaver, como la de su instituto; la Comunidad de bienes; la pobreza del individuo y la riqueza del Estado, como es su instituto. Ensayaron in corpore vile, en indios reducidos: y marchó bien, mientras hubo un padre jesuita que tocase la campana para salir al trabajo, para comer, para rezar, para hacer el ejercicio, apagar el fuego a la hora de queda, alegrarse públicamente al repique de las campanas, o entristecerse en masa cuando tocaban plañideramente a muerto. Tan bien iba el ensayo, y tanto prosperaban (no los indios gobernados paternalmente, sino los padres gobernantes), que los Reyes Católicos, a quienes los indios de las Misiones del Paraguay no reconocían por su Rey, sino por medio de los Misioneros, a una misma hora de la noche, en toda la extensión de la América, expulsaron a los Jesuitas. Después del Éxodo, viéronse las consecuencias del gobierno paternal. Faltaron los padres, faltó la reina en cien colmenas de abejas, y la confusión se hizo por todas partes. Las abejas bípedos enseñadas a moverse por voluntad ajena, se desbandaron por los bosques, echando menos el alma que les daba vida y pensaba por ellos. La revolución sobrevino, y un discípulo político de los Jesuitas, montó el gobierno sobre la base de la obediencia pasiva, del hombre abeja, y administró pacíficamente el estado guaraní medio siglo. Sucedióle en el gobierno el primero que acertó a pasar, cuando el tirano se hubo muerto, y este dejó a su hijo por testamento el Gobierno solo hace dos o tres años. Aquí tenéis una República que en cincuenta y cuatro años ha tenido dos Dictadores solo. Pocas son las monarquías del mundo que han tenido tan largos; reinados. Desde los tiempos de los Jesuitas, el Gobierno hace por su cuenta el comercio extranjero: él vende el tabaco, la yerba mate, las maderas de los bosques. El ciudadano de aquella ejemplar república tiene el derecho de trabajar; y el de vender al gobierno al precio que la ley le asigna. Poniéndose en contacto con el mundo exterior el tercero de los Dictadores, proveyose de armas, vapores, maquinistas, ingenieros y capitanes en Inglaterra, y un día con sorpresa de todo el Paraguay encerrado en sí mismo medio siglo, extraño a la guerra de la Independencia en que no tomó parte, invade a Matogroso de un lado, a Corrientes del otro, sin dar de ello aviso; al Brasil o a la República Argentina agredidos, sino después de consumada la agresión.
He aquí, pues, corriendo la sangre hoy, porque ahora dos siglos, unos buenos sacerdotes creyeron haber inventado un gobierno adecuado a la situación de sus neófitos salvajes, y ad majorem gloriam Dei. Pero cualquiera que el éxito de esa guerra sea, y ya parece no ser dudoso, el Paraguay quedará abierto al comercio y civilización del mundo, y los ricos dones de la zona tórrida descenderán por aquellos ríos majestuosos a reunirse en las bocas del Plata, con los que traen los productos de climas templados; y aun quizá se realice la idea de canalizar el terreno que divide el Araguay, afluente del Plata, con el Maderas, un afluente del Amazonas, que está por la naturaleza ligado al Orinoco, presentando así al mundo atónito, el último de los mundos en reserva para el desarrollo de la humanidad, con una navegación fluvial de mil doscientos ríos tributarios, atravesando el valle del Amazonas, que es él solo un mundo, y descargando sus aguas en el mar Caribe al Norte, o en el Río de la Plata al Sud, o en el Amazonas al Este.
Sin eso vuestras empresas en el Río de la Plata, vuestra iniciativa en el Paraguay, para volver de los mundos fantásticos del porvenir a las realidades prácticas de la vida, tomaran nuevo incremento, y el canon que ahora truena en las soledades del Paraguay, los ejércitos que penetran en las villas y misiones rodeadas hasta donde la vista alcanza de espesos naranjales, serán los Precursores de la Industria Americana, para quitar las esclusas y cataratas que impedían el paso a vuestros vapores de río, hasta el centro de la América, donde el algodón crece espontáneamente en su patria nativa, donde el hierro tiñe de rojo el suelo sobre el que se mecen palmas y dátiles, que solo comen los guacamayos de colores ardientes. Terminaré esta larga exposición, señalando una influencia norteamericana que falta, ya que os he mostrado las benéficas y las perversas que nos trabajan. No solo de pan vive el hombre; y la Nueva Inglaterra está ahí para acreditarlo en honra de la especie humana, y en cumplimiento del precepto. Ya os he mostrado como el espíritu de Horacio Mann coloniza la América del Sud, levantando escuelas suntuosas donde quiera que son conocidas sus doctrinas. Esta acción moral debe ser continuada, dilatada, fortificada. Filantropía os sobra, después de haberla derramado en torno vuestro, y acudido con bálsamo a todas las heridas. Las Sociedades Bíblicas expenden anualmente millón y medio de pesos en llevar la luz del Cristianismo a los mas distantes puntos del globo. Pero la América del Sud no participa de esos dones, ni los aceptaría en esa forma. No es iniciarla en las tradiciones escritas lo que necesita, sino en el espíritu práctico del cristianismo. Se que habéis fundado en Providence una Escuela Normal para preparar maestras que lleven al Sur y distribuyan el pan de la moral a los libertos por el cultivo de la inteligencia. El Gobernador Andrew ha mandado ya 600 maestras al territorio do Washington para prepararlo a llevar la toga de Estado. Esta es la última forma de la propagación de los principios del Evangelio, unidos con la libertad, y el trabajo libre. Esto es lo que la América del Sud necesita y aceptaría. En las Escuelas que he visitado se enseña francés en unas, alemán en otras, en ninguna español. ¿Se preparan vuestros maestros a ir a Francia a enseñar las artes de la libertad americana? Y el español es sin embargo la clave de la América del Sud. Vuestros grandes historiadores le deben su fama: vuestros navegantes, ingenieros, constructores lo necesitan cada vez que a uno y otro lado del cabo de Hornos desde California, hasta la Habana tocan costa sus naves, o penetran en el interior de la tierra.
Cuando las sociedades miraban para atrás al avanzar, los griegos aprendían el egipcio: los romanos el griego, los bárbaros el latín. Temían extraviarse. Ahora que el pueblo está en posesión de sí mismo son los idiomas del porvenir los que deben aprenderse; y el ingles es el idioma del mundo oceánico, como el español es la lengua que va a desarrollarse a continuación del ingles en la América del Sud. Es el castellano el idioma que el pueblo norte-americano: tiene delante de sí, como un hilo conductor, y debiera hacerse el y idioma enseñado en las Escuelas, donde un idioma a mas del ingles se enseña. Vuestras maestras de Escuelas abrirán colegios en veinte Estados sud-americanos, en doscientas capitales de Provincia, en mil villas y ciudades, y con provecho propio, prepararan el terreno al arado, al cultivador, a las máquinas de segar, de trillar y a los seis mil seiscientos privilegios de invención que ha acordado este año la Oficina de Patentes, y que en la América del Sud no se difunden porque no está preparada la inteligencia del pueblo para manejarlas. Esta es la única conquista digna de un pueblo libre; esta es la doctrina Monroe en acción; este, el rol iniciador de Rhode Island, en el Río de la Plata; este mi título para sentarme en la Sociedad Histórica, que me ha honrado con nombrarme miembro suyo.
DOMINGO F. SARMIENTO

[1] Historia Argentina, por M. Domínguez

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