CANALES INTEROCEANICOS: PANAMA, NICARAGUA [1]
Manuel Baldomero Ugarte
[16 de Julio de 1931]
Mi querido García Monge:
Recibo su carta y desde luego, por pedírmelo usted, tan acreedor a nuestra admiración y afecto, voy a contestar a la encuesta. Pero he de contestar con franqueza meridiana porque, dado el giro que ha tomado la política imperialista en estos últimos tiempos, no cabe, al considerar tales asuntos, más que el silencio o la verdad.
Se ha gastado, hasta caer en desuso, el expediente conciliador de fingir no ver los propósitos y atenerse a la apariencia legal de las ilegalidades. Entre Nicaragua y los Estados Unidos no pudo haber tratado por dos razones:
a) porque Nicaragua está gobernada por un grupo que no representa el sentir de Nicaragua,
b) porque, hallándose ese grupo sostenido por los Estados Unidos no puede pactar con los Estados Unidos, más que lo que los Estados Unidos quieran.
Resulta vano buscar interpretaciones o prever conflictos alrededor de un convenio unilateral.
Hemos entrado en una época en que no cabe preguntarse en qué papel dorado de mentiras conviene envolver la abdicación. Hay que contemplar la ignominia en toda su purulencia, la ignominia de los que nos humillan y también la ignominia de nosotros, que soportamos la humillación. Podrá convenir a los Estados Unidos dar forma diplomática a la violencia y pagar 3.000.000 de dólares por anular una nacionalidad y afianzar el dominio interoceánico. Eso equivale a comprar la ciudad de Nueva York mediante un cajón de whisky. Pero no hemos de contribuir nosotros a prestar consistencia al expediente, tomándolo en serio y discutiendo alrededor de él.
Se habla de un nuevo tratado. ¿Entre quiénes se firmaría ese tratado? Nicaragua se halla ahora en manos de los mismos (poco importan las etiquetas) que la sacrificaron en 1914. Sólo tendría verosimilitud un tratado refrendado por Sandino, que está salvando con su resistencia, el honor de un Continente.
Pero a Sandino se le trata en los Estados Unidos de malhechor y nosotros lo dejamos injuriar a mansalva, prestando hasta nuestros periódicos para corear la difamación. Así triunfó siempre el imperialismo de todos nuestros valores, con el auxilio de las emulaciones lugareñas.
En el reino de la hipótesis, cabe propiciar la internacionalización del canal y esta será, cuando se restablezca el ritmo de la vida, la solución más clara pero en el estado actual, ¿de qué serviría la ilusoria coparticipación de gobiernos que no tienen independencia ni fuerza para hacerse respetar? Europa nos abandonó, al aceptar la doctrina de Monroe en el tratado de Versalles. El Japón se agazapa en sus islas. ¿Cuáles serían las naciones capaces de establecer la equivalencia que da nacimiento al equilibrio? Porque la teórica igualdad de derechos sólo se hace efectiva cuando hay igualdad de iniciativa y de poder.
¿Pesimismo? No tal. Creo en nuestro porvenir, porque oigo el paso de la juventud que sube. Pero nuestra fuerza futura estará basada sobre la exactitud de visión. Los Estados Unidos serán dueños de estrangulamos, mientras nosotros nos dejemos estrangular. La presión existirá hasta que logremos sacu¬dirla. El derecho nada tiene que ver en estas cosas. Pero esto lo saben ya las nuevas generaciones; y de ahí nace el hondo fervor combativo que empieza a transformar el ambiente de las repúblicas hispanas, al calor de ideales avanzados que son la negación del estancamiento, del privilegio y de la sumisión. Nuestra debilidad está hecha de inmovilidad. El día en que nos propongamos ser fuertes, lo seremos.
En cuanto a la conciliación, respeto todas las ilusiones, pero es el caso de preguntarse qué conciliación puede haber entre la víctima tendida en el suelo y el victimario que le sigue asestando golpes. Cuando dirigí, en marzo de 1913, una carta abierta al presidente Wilson, señalándole los atentados de aquella época y pidiéndole que la bandera estrellada no fuese símbolo de opresión en el Nuevo Mundo, yo creía aún en la posibilidad de una reacción. Hoy no lo creo. Nos encontrarnos en presencia de una política deliberadamente imperiosa, que continuará por encima de los hombres y de los partidos, hasta que tengamos la entereza de cerrarle el paso. Yeso es lo que la juventud se apresta a hacer, al empeñarse en transformar, ante todo, el andamiaje y la organización de la América Latina, porque fueron las ambiciones politiqueras y los intereses de casta los que engendraron el dolor actual.
Y conste que es un desahogo poder decir estas cosas. Si no contesté a la primera carta circular, que recibí hace algunos meses, fue porque comprendí que mis opiniones resultan impublicables para cualquier hoja que no tenga la tradición de libertad que hace el prestigio de Repertorio Americano.
Un apretón de manos muy cordial de su viejo amigo,
MANUEL UGARTE
[1] Escrito en Niza el 16 de julio de 1931 y publicado en Repertorio Americano de agosto de 1931. Archivo General de la Nación Argentina.
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