diciembre 03, 2010

Mensaje del Gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, al abrir las sesiones de la Legislatura de su provincia (1847)

MENSAJE
DEL
GOBERNADOR
Juan Manuel de Rosas
AL ABRIR LAS SESIONES DE LA LEGISLATURA DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES
EL 27 DE DICIEMBRE DE 1846

¡Viva la Confederación Argentina!
¡Mueran los salvajes unitarios!
___
El Poder Ejecutivo
Buenos Aires, Diciembre 27 de 1846.
Año 37 de la Libertad, 31 de la Independencia
y 17 de la Confederación Argentina.
A la Honorable Representación de la Provincia
SEÑORES REPRESENTANTES:
Os saludo altamente complacido. En medio de las aclamaciones del país y de su honra nacional, comenzáis bajo prósperos auspicios vuestras augustas sesiones. Me congratulo por este acontecimiento feliz que colma-mis más ardientes deseos, y recompensa vuestros dignos sacrificios y los de la nación.
El abuso de la fuerza no ha prevalecido sobre la decisión y buen derecho de la República. Memorables ilustres sucesos se unen a su brillante honor. Los fuertes injustos ataques de sus agresores se han quebrantado ante resoluciones magnánimas, y en la opinión moral del mundo. La posición del país es elevada y gloriosa. Su valor corresponde a esa altura de virtud y de celebridad inmortal. Las simpatías americanas dignamente se han pronunciado por su cansa, y obtiene el voto justo de las naciones en ambos mundos. Adhiriendo la Confederación Argentina a la perseverante moderación del Gobierno, ha robustecido aun más sus derechos y la nobleza del carácter nacional. Con vuestra sabiduría habéis conseguido esta inmarcesible gloria. El Omnipotente ha ilustrado vuestras deliberaciones, y premia vuestras esclarecidas virtudes. La Confederación, libre y victoriosa, está salva del deshonor nacional por la invencible firmeza de su patriotismo. Sus ejércitos han conseguido nuevos triunfos gloriosos. Los gobiernos y pueblos confederados ardientemente defienden la dignidad e independencia nacional, por la cooperación decidida y tranquila de sus voluntades, de su heroico denuedo, y de sus ejércitos. La enormidad y el escándalo de una traición infame oprime a los salvajes unitarios. Os presento respetuosamente, el homenaje de un profundo reconocimiento, y os felicito con acendrada satisfacción. En resultados tan felices y honoríficos, reconozco la visible protección del Todopoderoso, y le tributo mi más humilde, ferviente gratitud.
Reunidos por el voto y confianza del pueblo, vais a deliberar sobre los negocios públicos. Sumisamente someto los actos de mi administración a vuestro soberano fallo.
DEPARTAMENTO DE RELACIONES EXTERIORES
El gobierno cultiva solícitamente las relaciones de la Confederación con los Estados amigos. Continúan perturbadas las que lealmente sostenía con los gobiernos de la Gran Bretaña y de la Francia. Estos han significado, con tendencia al restablecimiento de la paz, una modificación en su política. El gobierno sinceramente la ha correspondido con aprecio.
En mis últimos mensajes os instruí de los ataques hechos a la independencia y honor de la Confederación por el Comodoro de las fuerzas navales de S. M. B. don Juan P. Purvis, y de que su relevo por el Comandante británico, Sir Thomas Sabino Pasley, no removió tan deplorable situación.
Posteriormente, el gobierno de S. M. B. confió el mando de la estación naval en el Plata al Contralmirante Inglefield. Este ha excedido las injusticias de sus antecesores y reagravado las ofensas a la Confederación.
Siento deciros que la contestación dada por el gobierno de S. M. B. a la reclamación que le presentó el Ministro argentino en la Corte de Londres, en conformidad a las órdenes del gobierno, de que os dí cuenta en mi mensaje anterior, no ha sido ajustada, ni a los principios de la ley pública, ni a las estipulaciones del tratado existente entre la Confederación y la Gran Bretaña. El Ministro argentino pidió su pasaporte y sostuvo salvas e incólumes los derechos y el tonar de la República.
En ese estado se realizaron las esperanzas que inspiraban al gobierno las declaraciones oficiales, la magnanimidad y rectitud de S. M. y el honor del pueblo británico. Con este plausible motivo el Ministro argentino suspendió su partida de la Corte de Londres.
Grato ha sido al gobierno comprobar su constante disposición a restablecer las relaciones de ambos países a su anterior estado de cordial amistad, sin mengua del honor e independencia nacional.
El gobierno de S. M. devolvió en libertad varios prisioneros argentinos, y el de la República le ha correspondido a ese acto de benévola moderación.
Persevera el gobierno en sostener los perfectos derechos de soberanía de la Confederación al territorio de las Islas Malvinas.
Reiterados ataques contra los soberanos derechos de la República, cometidos en las costas patagónicas y en las Islas del Huano, por buques de comercio con pabellón de naciones amigas, especialmente con el de la Gran Bretaña, han llamado seriamente la atención del gobierno. Da a este importante asunto la preferente debida consideración que merece, para conservar y sostener las prerrogativas de la soberanía e independencia nacional.
Sensible es al gobierno anunciaros que en la contestación dada por el de S. M. el Rey de los Franceses a la reclamación que le dirigió el Ministro argentino en la Corte de París, en cumplimiento de las órdenes del gobierno de que os dí cuenta en mi último mensaje, no fueron consultadas las reglas de la justicia internacional, ni retribuida la perseverante lealtad con que conserva el gobierno de la Confederación las relaciones de paz y amistad restablecidas por la convención de 1840.
Pidió el Ministro argentino su pasaporte y dejó preservadas la dignidad e independencia de la Confederación. La elevada rectitud de S. M. el Rey de los Franceses, en que tan fundadamente confiaba el gobierno, con posterioridad presentó al Ministro argentino gratos motivos para detener su salida de la Corte de París.
Satisfactorio ha sido al gobierno corresponder con fina amistad, salvos los derechos y honor de la Nación, al espíritu de justicia y benevolencia manifestado por el gobierno de S. M. el Rey de los Franceses.
El Contralmirante Lainé, comandante en jefe de las fuerzas navales de S. M. en el Río de la Plata, ha proseguido sin interrupción una serie de ataques injustificables contra la dignidad e independencia de la República, con que ha reagravado sus anteriores ofensas.
Un atentado de ferocidad puso en peligro en París la importante vida de S. M. el Rey de los Franceses. La Divina Providencia visiblemente preservó los preciosos días de S. M. A pesar que el estado difícil y delicado de las relaciones entre la Confederación y la Francia no permitía al gobierno congratular oficialmente a S. M., lo felicitó el gobierno de la provincia cordialmente en el carácter particular.
Una nueva atroz tentativa renovó el peligro de la interesante vida de S. M, El Ser Supremo protegió en esta ocasión, como en tantas otras, a S. M., a su real familia y a la Francia, salvando al ilustre soberano. Se complació el gobierno en felicitar con vivo interés a S. M. por su feliz preservación. Y pudo expresarle sus sentimientos de sincera amistad de un modo oficial, después que el gobierno de S. M. y el de la Gran Bretaña transmitieron las proposiciones de paz que presentó al de la Confederación. el agente confidencial caballero don Tomás Samuel Hood.
El gobierno ha sido solícito en alejar todo motivo de complicación con los de la Francia y de la Gran Bretaña. En los momentos en que el ejército confederado, al mando del General D. Justo José de Urquiza, entró victoriosamente en la provincia de Corrientes, protestó el gobierno a los ministros de la Gran Bretaña y de Francia contra cualesquiera actos de las fuerzas navales anglofrancesas, tendientes a cooperar con los salvajes unitarios, o a auxiliarlos de cualesquiera manera. Y les declaró que en tal caso de avance por parte de aquellos ministros, necesariamente tomaría justas y adecuadas represalias.
Un suceso atentatorio e inusitado ocurrió en el puerto de la Ensenada. Varios buques mercantes a la carga en él, donde entraron cuando no se hallaba bloqueado por fuerza alguna naval anglo francesa, fueron incendiados y saqueados. Este hecho reprobado por la ley pública de las naciones, cometido con desdoro de la elevación de los gobiernos de S. M. el Rey de los Franceses y de S. M. B., a presencia de sus ministros plenipotenciarios, obligó imperiosamente al gobierno a protestar a los ministros contra tanto abuso de las fuerzas y sus consecuencias. Tomó medidas conducentes a evitar su repetición; y para reprimir a los ejecutores, declaró que incurrirían en las penas condignas que determina el derecho de gentes en casos tan extremos. Los ministros contestaron extraviados por un espíritu de lamentable inconciliación e inhumanidad contra la República. Desconociendo la justicia de la protesta del gobierno, le declararon no le recibirían nueva comunicación que no tuviera por objeto la pacificación del Plata, con la previa cláusula de la evacuación del territorio oriental por las divisiones auxiliares argentinas. Y descendieron irreflexivamente a aceptar un hecho desfigurado y supuesto por la falsaria prensa en Montevideo sobre la muerte de un oficial inglés, guardia marina, sensiblemente ocasionada en el puerto de la Atalaya por su propio injustificable ataque e imprudente procedimiento.
Por estos medios, que la civilización y la humanidad proscriben, daban indefinida duración a la guerra e injustas agresiones de las fuerzas navales anglofrancesas, al mismo tiempo que el ministro de negocios extranjeros de S. M. B. tenía en la Corte de Londres importantes y amistosas explicaciones con el Ministro argentino. En ellas declaró que el gobierno de S. M. B. estaba dispuesto a terminar amigablemente, de un modo satisfactorio y honroso a los dos países, las diferencias pendientes, tomando por bases los apuntes de la pacificación que el gobierno argentino había trasmitido confidencialmente al Vizconde de Mareuil, encargado de negocios de Francia a consecuencia de invitación privada y confidencial de éste y fueron rechazados por los ministros de la Gran Bretaña y de Francia en Montevideo.
En aquel mismo tiempo tenían rugar algunas conferencias entre el ministro de negocios extranjeros de S. M. el Rey de los Franceses y el Ministro argentino en París. El gobierno siente anunciaros que, aunque corteses y benévolas, las explicaciones del ministro de S. M. no fueron tan explícitas como las que dio el de S. M. al Ministro argentino en Londres.
Por esa época volvió el cabecilla Rivera a figurar entre los envilecidos opresores de la desgraciada ciudad de Montevideo. Han escandalizado al mundo las sangrientas inhumanas escenas que allí se desenvolvieron con la llegada de aquel odioso criminal. Las fuerzas navales anglofrancesas lo han protegido en sus inicuos planes de sangre y devastación. Lo transportaron con detestables secuaces extranjeros a las costas orientales, provisto de armamento, municiones y subsidios pecuniarios por la influencia de los ministros de Francia e Inglaterra. Allí ha perpetrado enormes crímenes de horrorosa crueldad e indignas expoliaciones. Los ministros han contraído así grave responsabilidad por una conducta tan opuesta a la humanidad, a la justicia y a los intereses generales de las naciones.
En estas mismas circunstancias se desenfrenó el robo en los ríos interiores, ejecutados por el pirata Garibaldi, por su colaborador Rivera y demás salvajes unitarios, reclutando extranjeros sin hogar, prontos al pillaje. Bajo la protección y auspicios de los ministros de Inglaterra y Francia, han cometido exorbitantes infames depredaciones, El gobierno ha ordenado a sus ministros en las Cortes de Londres Y París protesten contra las escandalosas violencias.
Ni el explícito reconocimiento que han hecho los gobiernos de Francia y de la Gran Bretaña de los perfectos derechos de la República sobre sus ríos interiores, ni la reprobación que han expresado del ataque al Paraná por las fuerzas navales anglofrancesas han preservado la inmunidad del territorio argentino. Los buques de guerra británicos y franceses con grave ofensa de las prerrogativas de soberanía de la Confederación, dominan los ríos interiores y reagravan la enormidad y el escándalo de los hechos de inaudita intervención, de que son responsables los ministros de Francia e Inglaterra en Montevideo.
En medio de tales agresiones, el gobierno no ha cesado de acreditar la más perseverante moderación. Sostenido por la justicia de su causa, secundado por el entusiasmo heroico de la Nación y firme resolución de sostener su honor e independencia, espera tranquilo el fin de tan extraña situación.
Llegó a esta ciudad el caballero don Tomás Samuel Hood, encargado en misión confidencial por los gobiernos de Inglaterra y de Francia, de presentar a los gobiernos legales de la Confederación y del Estado Oriental proposiciones de paz, convenidas entre aquellos gabinetes. Os he dado cuenta, Señores Representantes, de esa honorable misión, y de la correspondencia cambiada con el caballero Hood. Os halláis instruidos de los obstáculos que infundadamente han opuesto los ministros de Francia e Inglaterra al favorable y honroso término de la pacificación.
El gobierno, a quien no le era posible acceder a exigencias inconciliables con el honor y la independencia de las repúblicas del Plata, se vio constituido en el irrecusable deber de referir las proposiciones de paz a los de Inglaterra y Francia. Habéis prestado vuestra soberana aprobación a la conducta del gobierno.
Con muy penoso sentimiento comunicó el gobierno a los de Francia y de la Gran Bretaña, que habían sido frustrados los recíprocos deseos por la pacificación de las repúblicas del Plata. Les manifestó las circunstancias que lo habían motivado, y la sincera disposición del gobierno de la República para proseguir la negociación sobre las proposiciones presentadas por el caballero Hood, y aceptadas del modo que lo habían sido cordialmente por el gobierno de la Confederación. Y constantemente animado de un espíritu de conciliación y de paz honrosa, les expresó, que si nuevos sucesos, acaecidos ulteriormente, hiciesen necesario adoptar alguna otra proposición, podría ser ella objeto de nueva discusión entre los plenipotenciarios negociadores.
El gobierno reposa con grata confianza en la rectitud de los gobiernos de la Gran Bretaña y de Francia. Espera que inspirados por un deseo de paz honorable y adecuada a los intereses de todos, continuarán la negociación adelantada por el caballero don Tomás Samuel Hood, y removerán los inconvenientes que al feliz resultado de su misión opusieron los ministros de Francia e Inglaterra en Montevideo.
El retiro de esa ciudad de los regimientos ingleses, que el ministro de S. M. B. en ella desvió de su primitivo destino, la remoción del Contralmirante Inglefield del mando de la estación naval británica en el Río de la Plata, el nombramiento y venida a comandada del Comodoro Sir Thomas Herbert, de honrosos antecedentes en las repúblicas del Plata, son acontecimientos que concurren a justificar las fundadas esperanzas del gobierno.
Le es satisfactorio anunciaros que en Europa y en América se ha manifestado y se expresa viva reprobación de la intervención anglofrancesa. Tan justo pronunciamiento ha aumentado la fuerza moral de los gobiernos legales del Plata.
El cónsul general de S. M. la Reina de España en Montevideo solicitó del gobierno que eximiese del servicio de las armas a todos los súbditos de S. M. C. que contra su voluntad hubiesen entrado en las filas del ejército de la Confederación, y que permitiese salir libremente de la República a los españoles que quisieran, verificarlo.
El gobierno, animado de vivas simpatías para con la nación española, a pesar de los obstáculos que ofrece la deficiencia de carácter oficial cerca de la Confederación del cónsul general de España en Montevideo, hizo cuanto le fue posible para acreditarle los sentimientos de fina amistad que abriga hacia S. M. C. Dando a la correspondencia el carácter de confidencial, presentó en esa misma forma al cónsul general de S. M. francas y sinceras explicaciones sobre la verdadera posición política de los españoles en la Confederación. Le instruyó de la clase de servicio urbano que estos prestan, a la par de los naturales del país, en los cuerpos de milicias, y de los justos motivos de la restricción que en determinadas ocasiones sentían algunos para obtener sus pasaportes.
El cónsul general de S. M. instó en su infundada solicitud y despachó al comandante de las fuerzas navales españolas a proseguirla en términos amistosos. El gobierno sostuvo su justicia y buen derecho. Acreditó al comandante la cortesía y consideración debidas a la dignidad del gobierno de S. M. C. Siento anunciaros que el de la Confederación no fue correspondido. El indebido amparo que se dio en los botes del buque de guerra de S.M. en el puerto de Buenos Aires a varios colonos españoles fugados del poder de sus patrones, a quienes debían el importe de sus pasajes, hubo de producir resultados desagradables.
A presencia de tan injustificable proceder, el gobierno, guardando toda moderación, evitó sensibles complicaciones, con la adopción de medidas convenientes para que no se repitiese este abuso.
En la contestación que dio al cónsul general de S. M. ampliando las previas explicaciones, no cesó de manifestarle su benevolencia y cordial amistad hacia la nación española y su gobierno.
El de la Confederación ha sido informado recientemente por avisos oficiales de Europa, que el ex Presidente de la República del Ecuador, General Flores, emigrado en España, y residente en Madrid, había concertado y alistaba desde allí una invasión bélica contra aquella república, con auxilio del gobierno español, para restablecer la dominación española bajo una monarquía que deberá formarse de las repúblicas del Ecuador, Nueva Granada, Perú y Bolivia, y recaer en un hijo de S. M. la Reina Cristina y del Duque de Rianzares, su segundo esposa, cuyo hijo, apenas en la infancia, presentaría muchos años de regencia a favor del General Flores.
Uno de sus edecanes se hallaba reclutando dos mil irlandeses, que deberían asociarse a la expedición, para lo que había fletado tres vapores que los llevasen a Santander donde han de reunirse con las tropas españolas, no habiéndose podido averiguar si los grandes fondos de que se disponía en Londres, eran suplidos por S. M. la Reina Cristina, o por S. M, el Rey de los Franceses.
El General Flores era ayudado en esta traidora empresa del odioso español Mora, tan conocido en las repúblicas de América, por la cooperación que prestó en sus planes de usurpación al traidor Santa Cruz. Este había llegado a Madrid desde Burdeos a unirse con el envilecido General Flores.
El ministro plenipotenciario de la República del Perú y el encargado de negocios de la de Nueva Granada en la Corte de Londres, habían representado oficialmente al ministro de negocios extranjeros de S. M. B. sobre aquella inaudita conspiración contra la libertad e independencia de los Estados que representan especialmente contra el reclutamiento en Irlanda, pidiendo al gobierno de S. M. lo estorbase como correspondía por las leyes de la Gran Bretaña y como poder amigo y neutral.
El encargado de negocios de la República de Chile en la Corte de París, bien informado de este nefando proyecto, se había dirigido a Londres y daba pasos cerca del gobierno de. S M. con el mismo objeto.
En medio del carácter atentatorio a la dignidad e independencia de la América que presenta aquel execrable plan, tan en desacuerdo con los intereses de S. M. C, y de la nación española, el Gobierno ha adoptado, y sostendrá decididamente la posición que le prescriben las altas conveniencias de la Confederación, y las de la causa común de los demás Estados americanos para resistir y repeler tan inaudita irritante agresión.
El Cónsul general de S. M. el Rey de Cerdeña ha sido acreditado en el carácter de Encargado de Negocios. El Gobierno se ha complacido en reconocerlo.
S. M. el Rey de Suecia y Noruega ha ratificado el reconocimiento de la independencia de la Confederación hecho por el Capitán de la marina real de Suecia M. Enrico de Klint, comisionado al efecto por S. M.
El Gobierno se esmer en estrechar su fraternal amistad con los estados americanos. Observa exacta neutralidad en sus negocios domésticos. Le es altamente grato acreditarles cordial benevolencia.
El gobierno de los Estados Unidos continúa dando al de la Confederación distinguidas pruebas de benévola amistad. No ha cesado de corresponderlas el Gobierno argentino con acendrado aprecio en todas oportunidades.
El Ministro Plenipotenciario de los Estados Unidos en la Corte del Brasil, informó equivocadamente a su gobierno creía al de la Confederación, dispuesto a reconocer la independencia de la Provincia argentina del Paraguay. El ministro de Relaciones Exteriores de los Estados Unidos invitó al Ministro Argentino en Washington a darle explicaciones sobre este importante asunto. Las presentó con claridad y franqueza. Demostró el error del Ministro Plenipotenciario de los Estados Unidos en la Corte del Janeiro, los invencibles inconvenientes que ofrece a la Confederación ese reconocimiento, y sostuvo el incontestable derecho con que se opone a la segregación de la Provincia del Paraguay.
El ministro de Relaciones Exteriores de aquella República escuchó estas razones. El gobierno de los Estados Unidos no ha reconocido la independencia de la Provincia del Paraguay. El de la Confederación aprecia cordialmente este nuevo testimonio de la justicia de los Estados Unidos.
Su Encargado de Negocios, Caballero D. Guillermo Brent Jr., ofreció al Gobierno la estimable mediación de los Estados. Unidos para terminar las diferencias existentes con el Gobierno del Paraguay. El de la Confederación la aceptó y con perfecto aprecio. Se complació en dar esta nueva prueba de su amistad y consideración al de los Estados Unidos.
Sensible le es daros cuenta de un incidente desagradable ocurrido con Mr. Eduardo A. Hopkins, comisionado por el gobierno de los Estados Unidos para transmitirle informaciones sobre la Provincia del Paraguay. Arrogándose atribuciones diplomáticas que no le competían, ofreció al de esa provincia la mediación de los Estados Unidos.
Después de este grave error, vino a esta ciudad en circunstancias que el Gobierno había aceptado la mediación de .los Estados Unidos ofrecida por el Encargado de Negocios D. Guillermo Brent Jr. Pretendió se le diese conocimiento del asunto y participación en las conferencias que se tenían con el Encargado de Negocios. El Gobierno rechazó la infundada protección de Mr. Hopkins, por su falta de carácter diplomático acreditado cerca de la Confederación.
Se comp1ace el Gobierno en manifestaros que la rectitud del de los Estados Unidos se anticipó, a la reclamación ordenada al Ministro Argentino de Washington sobre la conducta ofensiva e inconveniente de Mr. Eduardo A. Hopkins. Aquel Gobierno dio al Ministro Argentino amistosas explicaciones. Su Ministro de Relaciones Exteriores le leyó una nota que dirigió a Mr. Hopkins, en la que le manifestaba su serio desagrado, la desaprobación de su conducta y le mandaba regresar inmediatamente a los Estados Unidos. El Gobierno ha estimado con cordial aprecio la elevada política del de aquella República. Y sus recientes amistosas explicaciones han sido debidamente apreciadas por este Gobierno.
El de los Estados Unidos llamó cerca de sí a su Encargado de Negocios, el Caballero D. Guillermo Brent J r., y acreditó en igual carácter al Caballero D. Guillermo Harris. El Gobierno de la Confederación se ha complacido en reconocerlo; y manifestó al primero, en su despedida, su aprecio y el de la República. De él se hizo digno por su conducta franca, fraternal y por su ilustrado empeño en mantener y estrechar las buenas relaciones entre ambos países.
El actual encargado de negocios participó al Gobierno, en su primer acto oficial, hallarse especialmente instruido por el de los Estados Unidos para declarar su explícita reprobación de la inconveniente conducta de Mr. Eduardo A. Hopkins en la Provincia del Paraguay. Muy satisfactoria ha sido al Gobierno retribuir con iguales testimonios de benévola amistad los que le ha acreditado el de los Estados Unidos.
Su Encargado de Negocios ha participado al Gobierno los motivos que existen para la guerra entre los Estados Unidos y Méjico, las medidas adoptadas por aquéllos, y el fin a que tendían. El Gobierno profesando la más estricta neutralidad, ha agradecido sinceramente la oficiosa atención del de los Estados Unidos y ha manifestado a su Encargado de Negocios sus buenos deseos y ofrecido sus oficios amistosos fraternales igualmente para con los dos estados americanos contendientes.
El Gobierno confiadamente espera sean atendidas las reclamaciones de la República pendientes ante el Gabinete de Washington.
Los Estados Unidos han reprobado la intervención anglofrancesa en las Repúblicas del Plata. Este solemne testimonio de sentimientos americanos y justos, honran altamente a aquella República. Es muy digno del elevado aprecio de las del Plata y de sus gobiernos legales.
S. M. el Emperador del Brasil participó al Gobierno el feliz nacimiento de una Princesa Imperial. Uniéndose al júbilo y felicidad de SS. MM. y de la nación brasileña, cordialmente felicitó a S. M.
Siento anunciaros, que el gobierno imperial no ha dado justa solución a las reclamaciones del Ministro Argentino, de que os he instruido en mis anteriores mensajes, relativas a la conducta hostil de los ministros residentes del Imperio en Montevideo y Buenos Aires el año de 1843, a la protección dispensada a los salvajes unitarios, refugiados en el territorio brasileño, y al desconocimiento que hizo del bloqueo, establecido en el Puerto de Montevideo por la Confederación, el Comandante en jefe de las fuerzas navales brasileñas. Aún persevera el Gobierno en esperar de S. M. el Emperador un acto de justicia, que restablezca la cordial inteligencia entre dos estados americanos
El Ministro Argentino ha opuesto una fundada repulsa a la insuficiente e inadmisible contraprotesta del Gobierno Imperial, por la que persistió éste en su indebido e injusto reconocimiento de la pretendida independencia de la Provincia del Paraguay.
Aunque ávidamente ha solicitado se le asocien otros gobiernos en aquel proceder, no han sido eficaces sus esfuerzos contra los deberes de la justicia. Las dificultades para un conveniente honorable arreglo con el Gobierno de la provincia del Paraguay provienen principalmente de los actos del Gabinete brasileño, disconforme en todo sentido con la perseverante leal amistad de la Confederación hacia el Brasil.
Pesa seriamente sobre el Gobierno Imperial la violación del territorio fluvial argentino, ejecutada por dos barcas cañoneras brasileñas, que han entrado a los puertos de la provincia del Paraguay con procedencia de Matto Grosso. El Ministro Argentino en cumplimiento de las órdenes del Gobierno, ha protestado contra esta nueva ofensa Inferida a la soberanía de la Confederación.
La elevada justicia de S. M., y el compromiso de los intereses recíprocos, amenazados por la intervención anglofrancesa, indujeron al Gobierno a ordenar al Ministro Argentino en la Corte del Brasil, pidiese del Gabinete Imperial el exacto cumplimiento de la obligación que le impone, en cuanto a la independencia del Estado Oriental, el artículo tercero de la Convención de Paz celebrada entre la Confederación y el Imperio, en 27 de Agosto de 1828. El Gobierno imperial rehusó prestarse al cumplimiento de aquel deber. El Ministro Argentino protestó contra esa infracción del pacto.
No han tenido éxito satisfactorio las reiteradas reclamaciones que el Ministro Argentino ha dirigido al Gobierno Imperial respecto a los salvajes unitarios refugiados en la provincia de Río Grande. Incesantemente han hecho éstos del territorio neutral el foco de sangrientas operaciones y atentados. A la vista de las autoridades del Imperio en aquel territorio, han salido armados de allí a invadir la República Oriental. Diversas han sido estas incursiones, enormes los crímenes y saqueos perpetrados sobre nacionales y extranjeros, e irritantemente atroces los asesinatos que las han marcado.
Convencido el Gobierno de la ineficacia de las órdenes que repetidamente anunció el Gabinete Imperial haber expedido para evitar tales escándalos, se vio en el forzoso deber de ordenar al Ministro Argentino protestase ante el Gobierno de S. M. contra semejantes hechos, contrarios a la neutralidad del Brasil, ofensivos a la Confederación, y fuertemente reprobados por los principios de humanidad. Los refugiados en el Río Grande han proseguido sus incursiones armadas y todo género de maquinaciones contra las Repúblicas del Plata.
Desatendidos fueron los reclamos del Ministro Argentino para impedir la salida de la Corte al funesto Rivera, cabecilla de los salvajes unitarios. El Gobierno Imperial, con infracción de la neutralidad y desconociendo tan justo reclamo, dio el pasaporte al infame Rivera. Lo puso así en capacidad de renovar en la República Oriental sus sangrientas escenas y famosas expoliaciones. La protesta del Ministro Argentino contra esa resolución del Gabinete Imperial y los sólidos fundamentos en que la apoyó, no han sido debilitados por los inadmisibles e inoportunos efugios con que ha pretendido combatirla el ministro brasileño. Quedan plenamente expeditos los derechos de esta República en este grave asunto.
El Ministro Argentino, dando ulterioridad adecuada a los sentimientos pacíficos de este Gobierno y a los intereses, honor y justicia de la Confederación, en cumplimiento de órdenes que recibió, ha declarado, que semejante política del Gobierno de S. M. I., ofensiva a la República Argentina, rompe la neutralidad del Brasil; y ha renovado su anterior protesta contra aquel procedimiento injustificable.
El Gobierno no puede ser indiferente a los altos intereses y dignidad del país, ni excusar un acto, que notoriamente favorece a los salvajes unitarios en Montevideo, y da a la intervención de los ministros de Francia y de Inglaterra un cabecilla que sirve a sus miras.
Confía que el Gobierno de S. M. I., guiado por una política justa y conforme a los recíprocos intereses, no desconocerá los derechos claros de la Confederación. Se ha visto denunciada ante el mundo, de una manera inequívoca, la extraordinaria solicitación hecha por el Gabinete Imperial ante los gobiernos de Inglaterra y Francia de la intervención armada anglofrancesa contra las Repúblicas del Plata, por medio del Vizconde de Abrantes.
Este Gobierno ordenó al Ministro Argentino reclamase contra ella.
Sabidas son las inadecuadas evasiones con que el Ministro brasileño pretende negar en vano un hecho notorio, que ha merecido la reprobación universal. Las reprodujo al Ministro Argentino al contestar su reclamación.
Este, en cumplimiento de expresas órdenes que se le comunicaron, las ha replicado. Ocupándose del memorandum del Vizconde de Abrantes, y ampliando declaraciones importantes acerca de la política de esta República para con la del Paraguay, a fin de remover toda duda, y fijar el verdadero espíritu de la política del Gabinete del Imperio sobre los derechos de la Confederación, y respecto de la misma intervención, ha pedido al Gobierno de S. M. la declaración de si aprueba o rechaza el memorandum del Vizconde de Abrantes, dirigido a las cortes de Francia e Inglaterra, sobre los negocios del Río de la Plata.
De esperar es no se niegue S. M. a una declaración digna de su justicia, conforme a los intereses del Brasil y de las Repúblicas de América.
En medio de las penosas impresiones que producen estos hechos inconciliables con las declaraciones pacíficas y amistosas del Gabinete Imperial, el Gobierno ha perseverado en procurar la buena armonía con S. M. Aunque no ha podido de ninguna manera ser impasible a las imperiosas exigencias de la seguridad y honor nacional, y al más sagrado de sus deberes, no se desviará de su espíritu sinceramente pacífico y conciliador, acreditado con actos de constante benevolencia hacia S. M. y la nación brasileña, en tanto que pueda esperar de la rectitud de S. M., dejar firmemente preservadas la dignidad y esclarecida justicia de la Confederación.
Las ilustres Cámaras del Brasil, la nación y la prensa, ardientemente perseveran en sus nobles simpatías por la causa americana que defienden las repúblicas del Plata. Este sentimiento americano del Brasil es altamente apreciable y digno del denuedo brasileño.
El Ministro argentino en Chile se halló en una situación especial. Fuertemente agitado y sin tranquilidad de ánimo para expedirse propiamente en los asuntos de su misión, a causa de las violentas invectivas de los emigrados salvajes unitarios por la prensa y de un incidente desagradable ocurrido con un doméstico de la legación, dio un paso disconforme con sus instrucciones. Instruido de ello el gobierno, y de su vivo deseo de retirarse a su país, por su posición intranquila y enfermedad de su esposa, le ha enviado su carta de retiro, con explicaciones cordialmente amistosas hacia el gobierno de Chile.
En consonancia con ellas ha nombrado el gobierno un nuevo ministro con el encargo de estrechar las relaciones de fraternal amistad y de acordar honradamente los asuntos pendientes, conforme a los intereses de ambas repúblicas.
El gobierno de Chile ha reclamado del de la República sobre una violación que expresa ejecutada del territorio chileno por una partida de hombres armados pertenecientes a la provincia de Mendoza, en la cordillera de Talca.
El gobierno pidió al de Mendoza los necesarios informes. Así lo participó al de Chile. Con vista de ellos y demás daros relativos se expedirá el de la Confederación conforme a la justicia.
El ilustre General D. Manuel Bulnes participó la reelección hecha en su persona, por el unánime sufragio de la nación chilena, para la suprema magistratura de la República, en un quinquenio constitucional. El gobierno le congratuló fina y expresivamente. Muy estimable le ha sido la manifestación que con tan grato motivo le hizo sobre la política del gobierno de Chile en sus relaciones con el de la Confederación. La ha retribuido con fraternal interés. Espera que ella sea productiva de recíprocas importantes conveniencias y contribuya muy eficazmente a la prosperidad y gloria de ambos países.
El gobierno de Chile ha comunicado recientemente el decreto que ha expedido, con autorización del Congreso Nacional, abriendo el comercio entre aquella república y la Confederación, que se hallaba interrumpido por el decreto del 13 de Enero de 1842.
El gobierno, animado siempre de benévola disposición hacia aquella república y de su gobierno, en la consideración que preste a este asunto, aprovechará tan grata oportunidad para acreditarle la sinceridad de sus amistosos sentimientos.
El de Chile ha establecido por un decreto dos correos mensuales para esta República. Por otro, ha dispuesto se reparen las casuchas de las cordilleras que se hubiesen destruido, o que estuviesen en mal estado y aquellas partes del camino que ofreciesen riesgo, o causasen retardo y gastos de los traficantes.
Ha participado al de la Confederación los datos que habían llegado a su conocimiento de preparativos que se hacían en la península española, bajo la protección, o a lo menos, la connivencia del gobierno de S. M. C., para dirigir una expedición a estos mares, con el objeto de reinstalar al ex presidente General Flores en el gobierno de la República del Ecuador. Anuncia que en esta tentativa se recelaba, con bastante probabilidad, que los Generales Flores y Santa Cruz estuviesen unidos y que se tratase de resucitar, bajo una forma u otra, tal vez monárquica, la antigua Confederación Perú-boliviana.
Con muy recomendable solicitud y reconociendo en este asunto una importancia demasiado trascendental, le transmite sus ilustradas vistas sobre él, las circunstancias que lo caracterizan y su confianza de que este gobierno, aun en medio de los altos objetos que en este momento ocupan su atención, no mirará con indiferencia un acontecimiento tan grave.
El gobierno ha apreciado íntimamente el elevado interés que le acredita el de la República de Chile, por tan obligante y fraternal aviso. Al corresponderlo con no menos sincera y decidida solicitud, le participará su ardiente disposición a coadyuvar y cooperar firmemente en las providencias que adopten contra esta inaudita invasión y cualquiera otra de igual naturaleza, que ataque la libertad e independencia de alguno de los nuevos Estados americanos.
Me es muy grato anunciaros que la nación chilena persevera dignamente en su noble pronunciamiento contra la injusta intervención anglofrancesa en las repúblicas del Plata. Sus simpatías, heroica decisión americana y las de su gobierno, corresponden a la elevación de los antecedentes de Chile y merecen el distinguido aprecio de las repúblicas del Plata y de sus gobiernos.
Anunció haber sido elevado a la presidencia constitucional de la República del Perú, el ilustre General D. Ramón Castilla. Al felicitarlo cordialmente, el gobierno le expresó su fina confraternidad y sus vivos deseos por la felicidad y gloria del Perú.
Me complazco en anunciaros que aquel gobierno se pronunció oficialmente contra la intervención anglofrancesa en las repúblicas del Plata. La decisión del pueblo peruano es explícita y enérgica en el mismo sentido de dignidad americana. Son dignos del acendrado aprecio de las repúblicas del Plata y de sus gobiernos.
Ha comunicado el gobierno del Perú al de la Confederación el ambicioso y ofensivo proyecto del General Flores para turbar el reposo de la América Meridional. En la justa indignación que le ha causado tan descabellada empresa, declara que cooperará, en cuanto esté de su parte, para rechazar las tentativas y proyectos que se han acordado en España contra la independencia de las repúblicas americanas y que repelerá la agresión por todos los medios posibles, oponiendo la justicia a la sinrazón y la guerra a la guerra. El gobierno peruano, contando con confianza en los sentimientos americanos del de la Con federación, lo ha invitado a obrar en el mismo sentido, o a adoptar otras medidas que tiendan a asegurar la paz continental, combinando un mismo sistema de operaciones capaces de hacer respetables el crédito y honor de los pueblos sudamericanos.
Reitera al de esta República, con motivo de este incidente, la invitación para formar un congreso de plenipotenciarios americanos, adonde mande el suyo, a efecto de fijar de un modo sólido las bases de la futura seguridad de los pueblos de este continente.
El gobierno ha acogido con íntimo y perfecto interés tan apreciable indicación. Corresponderá los elevados sentimientos del gobierno peruano con la eficaz solicitud y espíritu fraternal que constantemente tiene acreditado a los Estados americanos y con la firme correspondiente resolución de cooperar a sostener los sagrados derechos de la causa común de su libertad, honor e independencia.
El esclarecido General D. José Joaquín Herrera anunció su elevación al mando supremo de la República de Méjico. El gobierno lo felicitó con íntima amistad. Le retribuyó sus benévolos votos hacia la Confederación Argentina, y le expresó sus cordiales deseos por la gloriosa felicidad de la nación mejicana.
Os dí cuenta en mi anterior mensaje había reclamado del gobierno de Bolivia reparaciones y satisfacción, conforme al derecho de las naciones, por la ofensiva impunidad con que los emigrados salvajes unitarios en aquella república conspiraban contra la Confederación, se armaban y eran auxiliados para invadirla. Aquel gobierno no ha correspondido con su contestación a las esperanzas que el de la Confederación había fundado en la rectitud y amistad del gabinete boliviano. Desentendiéndose de la notoriedad de los hechos e imperiosas exigencias de la justicia internacional, ha pretendido infundadamente formar al gobierno de la Confederación el cargo de enemigo de la paz de Bolivia. El gobierno ha repelido firmemente tan injusta acusación. En el buen derecho de sus reclamos, en la constante lealtad de sus actos y en la sincera benevolencia que siempre ha acreditado al gobierno y pueblo boliviano, tomó concluyentes razones para demostrar las profundas equivocaciones de aquel gobierno. Espera comprenderá la innegable justicia con que reclama la Confederación. El gobierno le ha presentado el inequívoco testimonio de la perseverante lealtad con que ha sostenido, aun en medio de sensibles dificultades, la paz y buena armonía íntimamente ligadas a los vitales recíprocos intereses. No puede el gobierno boliviano excusarse razonablemente de retribuirla, reprimiendo con eficacia el impune desafuero de los salvajes unitarios que, abusando en Bolivia del asilo, persisten obstinadamente en sus designios de turbar la paz y el orden de la Confederación, o impulsan la publicación por la prensa de indignos libelos.
El encargado de negocios de Bolivia declaró, por orden de su gobierno, al de la Confederación, los elevados principios americanos que profesaba la administración boliviana que preside el ilustre General don José de Ballivian. Reprobó la intervención anglo francesa en el Plata. Reparó que de ella no se hubiese instruido a su gobierno y manifestó expresivamente sus apreciables simpatías por la justa defensa de los gobiernos legales de las repúblicas del Plata contra aquella intervención. Complacido el de la Confederación, satisfizo cumplidamente los reparos del encargado de negocios y correspondió los nobles votos de justicia e interés americano que le había declarado.
Tan solemne declaración vino a ser inmediatamente contrariada por actos inconcebibles del gobierno boliviano.
El General Guilarte, nombrado en misión especial por aquel gobierno, se singularizó en Montevideo por su conducta antiamericana, manifiesta connivencia con los salvajes unitarios y desdorosa cooperación que prestó a la injusta intervención anglofrancesa, que acababa de reprobar su propio gobierno. Con inexactos informes procuró inducirlo a tomar una abierta participación en ella. Secundó con innobles publicaciones los desenfrenados ataques de los salvajes unitarios contra las repúblicas del Plata, contradiciendo infundadamente el bien merecido crédito de la nación boliviana en la causa de la independencia de la América. Y eligió, atacando la soberanía de la Confederación, las circunstancias en que corría heroicamente la sangre argentina en gloriosa resistencia en las márgenes del Paraná a las escuadras combinadas de Francia e Inglaterra, para publicar, invocando órdenes de su gobierno, ofertas de premios a los que penetrasen con embarcaciones hasta el Pilcomayo.
En tales circunstancias, el encargado de negocios anunció al gobierno el nombramiento del General Guilarte en el carácter de ministro plenipotenciario de Bolivia en la Confederación. Penetrado de las complicaciones formadas por el General Guilarte en las relaciones de ambos gobiernos, deseoso de que no tuviesen ulterioridad, y sinceramente; convencido de las fuertes inconveniencias que reconocía para la admisión del General Guilarte en el carácter de plenipotenciario de Bolivia, espontáneamente ofreció dar cuenta a su gobierno y pedirle órdenes. El de la Confederación adhirió al justo y amistoso proceder del encargado de negocios y le apreció su rectitud y espíritu benévolo.
El General Guilarte anunció desde Montevideo su nombramiento de ministro plenipotenciario de Bolivia, deseando saber si sería reconocido. El gobierno le contestó tomaría en consideración sus manifestaciones luego que su gobierno se hubiese expedido sobre este mismo asunto.
Con posterioridad su gobierno le ordenó pasase al Janeiro y llamó cerca de sí a su encargado de negocios en la Confederación. Este diplomático consiguió en su despedida expresivos testimonios de gratitud hacia el gobierno, y sus ardientes votos por que se conserven y estrechen los vínculos fraternales que unen a las dos repúblicas. Huy grato fue al gobierno retribuidos con fina sincera amistad.
El gobierno boliviano aprobó la oferta de premios publicada en Montevideo por el General Guilarte a los que penetrasen con embarcaciones hasta el Pilcomayo,
Le comunicó órdenes para dar u1terioridad a este asunto en concierto con Lafone en Montevideo. No reprobó las avanzados pasos del General Guilarte en concurrencia a la intervención anglofrancesa, ciñéndose a estimarlos solamente prematuros. Estos hechos, Honorables Representantes, demuestran la verdadera posición del gobierno de Bolivia hacia la Confederación, y la inexactitud de las manifestaciones del Presidente de aquella república en su último mensaje a las Cámaras Legislativas de ella, al darles cuenta de sus relaciones con la Confederación.
La desdeñosa indiferencia que atribuye el Presidente de Bolivia y la autoridad encargada de las relaciones exteriores de la Confederación, es muy disconforme con la suposición de que desee complicar al gobierno boliviano en los sucesos ocurridos en el Río de la Plata, cuando ha tenido que satisfacer el gobierno argentino las quejas que representó el encargado de negocios de Bolivia abrigaba su gobierna por no haberle participado e! de la Confederación el injusto ataque de la intervención anglofrancesa.
El indiferente desdeño que reconoce e! Presidente de Bolivia haber adoptado hacia un país hermano, injustamente atacado por fuertes potencias de la Europa, no ha, sido provocado por el gobierno de la Confederación. Lo hallareis inequívocamente explicado por el proceder del General Guilarte en los más graves momentos de la gloriosa lucha americana de las repúblicas del Río de la Plata. Y veréis ahí aun más desvanecidos los infundados cargos que el Presidente de Bolivia dirigió al gobierno de la Confederación, cuando aquél aseguró en su último mensaje su disimulo de pretendidos motivos de quejas, y de exigir satisfacción con alegadas causas para mandar retirar a su encargado de negocios.
A esta incomprensible marcha del gobierno de Bolivia, el de la Confederación ha contestado con amistosos actos de moderación y con un espíritu sinceramente conciliador, Espera de la rectitud y elevada política del gabinete boliviano, una resolución conforme a la justicia de la Confederación y ajustada a las verdaderas conveniencias de ambos países.
Bolivia y sus ilustradas Cámaras ardorosamente simpatizan con la justa noble causa que sostienen las repúblicas del Plata contra la intervención anglofrancesa. Su glorioso pronunciamiento, en acuerdo con los derechos de la América, e interés y dignidad del Estado boliviano, ofrece al mundo un elevado testimonio de sus sentimientos americanos. Merecen el íntimo aprecio de las repúblicas del Plata y de sus gobiernos.
El Ministro argentino nombrado cerca del gobierno de Bolivia, no ha proseguido a su destino. La reconcentrada inmensa atención que el gobierno se ha visto forzado a dar a los asuntos más vitales de la República, le han privado hasta ahora acordar y dirigirle las correspondientes instrucciones.
La República Oriental, fiel aliada de la Confederación, ha acrisolado espléndidamente su heroísmo, su constancia y sus triunfos.
La Asamblea Legislativa legal preside la defensa del país y continúa tranquila sus gloriosas sesiones.
El ilustre presidente del Estado Oriental, General don Manuel Oribe, sostiene con la firmeza de su valor y la sabiduría de su política, la dignidad e independencia de la nación oriental. Corresponde honoríficamente a la alta confianza que le han encomendado los fieles orientales. Ha acreditado a los gobiernos de la Gran Bretaña y de la Francia su espíritu pacífico, amistoso y elevado. Las dos repúblicas y la América le consagran un monumento de honor y gratitud.
La República Oriental, sus ilustres Cámaras y gobierno legal, presentan el universo un ejemplo grandioso en la lucha que heroicamente sostienen para c6nservar su independencia y su honor.
INTERIOR
Los gobiernos y las provincias de la Confederación dignamente sostienen su decidido ardiente pronunciamiento contra la intervención anglofrancesa, Sus enérgicos votos, glorioso armamento e ínclito patriotismo, son dignos de la elevación nacional. En armas esperan la señal del gobierno para combatir donde quiera que le exijan la conservación del indisoluble pacto federal, el honor e independencia de la República.
El gobierno recibe solemnes y reiterados testimonios de esta Uniforme heroica decisión.
Con las nobles patrióticas ofertas que le han reproducido de todos sus recursos para sostener el honor, la independencia y el pacto federativo de la nación contra la intervención anglo francesa y contra los salvajes unitarios, cooperan a poner a salvo los soberanos derechos de la República.
Los salvajes unitarios, manchados con la más infamante traición, repelidos fuertemente por la opinión de los pueblos, están reducidos a la impotencia. La intervención anglofrancesa es su solo recurso, y el extranjero mismo que acoge su traición, desprecia su degradado envilecimiento.
Los gobernadores de las provincias de Santa Fe y Entre Ríos han participado su reelección en el mando de ellas. El gobierno vivamente complacido los ha felicitado con íntima cordialidad.
El digno Coronel D. José Manuel Saravia anunció su nombramiento e instalación en el mando de la provincia de Salta El gobierno se ha complacido por tan acertada elección y sinceramente lo ha felicitado.
Su antecesor, el benemérito Coronel D. Manuel Antonio Saravia, se desempeñó dignamente en su administración.
Sucesos desagradables perturbaron momentáneamente la tranquilidad interior de las provincias de Catamarca y la Rioja. El orden y la paz doméstica fueron restablecidas en ellas. Sus gobiernos acreditan altamente al de la Confederación decidida cooperación y patriotismo.
Cuando el ejército de operaciones de la Confederación contra los salvajes unitarios, a las órdenes del valiente General D. Justo José de Urquiza, expedicionó a Corrientes y obtuvo gloriosos triunfos, el gobierno, con motivo de haber aceptado la mediación del de los Estados Unidos en las diferencias existentes con la provincia del Paraguay, ordenó al General en Jefe regresase con el ejército victorioso al territorio de la provincia de Entre Ríos. Digna es ésta como su Gobernador, el esclarecido General D. Justo José de Urquiza, por sus recomendables servicios, denuedo y heroísmo, del distinguido aprecio de la Confederación y del gobierno.
El Gobernador de Corrientes manifestó disposición a entrar en arreglos pacíficos al General en Jefe del ejército de operación contra los salvajes unitarios, Brigadier D. Justo José de Urquiza. El gobierno dirigió a éste en oportunidad las convenientes órdenes, en respuesta a las manifestaciones que le transmitió. Con posterioridad dio cuenta de los tratados que había celebrado el 14 de Agosto. El gobierno tuvo poderosos inconvenientes para aprobarlos. Dirigió nuevas órdenes al General en Jefe con la conveniente explicación e instrucciones para proseguir la negociación pacífica sobre bases justas y honorables.
El mismo General en Jefe del ejército de operaciones contra los salvajes unitarios, Brigadier D. Justo José de Urquiza, ha comunicado al gobierno, en tres del presente, los votos que el titulado de Montevideo le transmitió en diez y ocho de Noviembre, para que contribuya al término de la guerra, por su mediación sobre bases que aquel intruso gobierno en Montevideo le propuso. El General en Jefe equivocadamente creyó franca y leal tan insidiosa tentativa de los salvajes unitarios en Montevideo, sobre exigencias inconciliables con la seguridad, la independencia y el honor de las dos repúblicas del Plata. Equivocadamente, también, le dio ulterioridad sin considerar las órdenes anteriores del gobierno encargado de las relaciones exteriores en oposición a otra invitación relativa de los mismos salvajes unitarios, de que había dado cuenta. Contestó el General en Jefe al intruso gobierno en Montevideo, aceptando la mediación. Suplicó al presidente del Estado Oriental, Brigadier D. Manuel Oribe, se dignase admitir su interposición. Y simultáneamente comunicó a este gobierno los pasos que había adoptado, creyendo que tal asunto no afectase, como afecta tan altamente, los intereses, honor e independencia de las .dos repúblicas, las atribuciones de sus gobiernos legales y el serio actual estado que tiene la pacificación de ellas. El gobierno se ocupa de este asunto. Manifestará al General en Jefe del ejército de operaciones su grave error y le enviará las órdenes correspondientes.
Persiste el gobierno de la provincia del Paraguay en su desacordado designio de separarla de la Confederación. Su inaudita declaración de guerra contra ésta es una nueva prueba de la funesta influencia que ejercen en él los salvajes unitarios y malévolas desleales maquinaciones extranjeras. Ante aquella inopinada declaración e injustificables hostilidades que la siguieron, el gobierno ha guardado constante moderación.
Los insólitos términos en que expresó aceptaría el gobierno de la provincia del Paraguay la mediación del de los Estados Unidos, exigiendo como base previa e indispensable la concesión y reconocimiento pleno de todos sus exorbitantes e injustas pretensiones, equivalen a una perentoria repulsa.
El gobierno de la Confederación no abandona la benévola y pacífica disposición que siempre lo ha animado hacia aquella provincia. Salvas los derechos soberanos e integridad de la Confederación, le acredita, como siempre, sinceros sentimientos de fraternal amistad.
Este es, Honorables Representantes, el estado de las relaciones exteriores y de las provincias de la Confederación. La Divina Providencia protege la justa causa e inmortal denuedo de la República. Resistiendo gloriosamente a injustas agresiones, procura una paz sólida y dichosa que afiance con honor su dignidad, su independencia y ventura perdurable.
GOBIERNO
La provincia de Buenos Aires cumple noblemente sus deberes en la defensa del honor e independencia nacional. El gobierno recibe continuos y clásicos testimonios de su heroico patriotismo. El armamento de todos sus ciudadanos en la ciudad y campaña, prosigue con ardiente entusiasmo. Es altamente recomendable este ejemplo de su virtud y denuedo.
El poder público que instituisteis por la ley y depositasteis en mis manos, ha ejercido bienes y practicado oportunamente actos de clemencia. Ha afianzado la protección a todos los nacionales y extranjeros y la tranquilidad del país. Raudales de sangre hubieran corrido de otra suerte al desencadenarse las pasiones encendidas por el poder de extraordinarias circunstancias. Los esfuerzos del gobierno han sido felices. El país debe a la sabiduría de vuestras deliberaciones una gloria pura.
El gobierno mantiene celosamente el esplendor del culto público debido a la Majestad Divina. Nuestro ilustrísimo Obispo, el Venerable Cabildo Eclesiástico, el clero secular y regular, desempeñan con ejemplar virtud su sagrado ministerio.
La administración de justicia se expide con regularidad como en tiempos ordinarios.
La policía llena sus deberes.
El público auxilia generoso las instituciones de beneficencia y de caridad.
El gobierno ha instituido una comisión inspectora de los programas y obras que sirven de texto para la enseñanza pública. De su deber es ajustarla a la santa religión del Estado, a los principios de la moral, de la sagrada causa nacional de la Confederación y al progreso de las ciencias.
El orden público y el sosiego de las familias se resienten del abuso de los días festivos entre semana. El Estado, la industria, el comercio y los obreros sufren por esa causa. El gobierno se ha dirigido a Nuestro Ilustrísimo Obispo Diocesano, manifestándole estos males que de cerca toca. Se ha descargado así del deber que le imponen su responsabilidad y su conciencia.
El gobierno atiende moderadamente la obra de la Alameda. La dirección es encargada al ciudadano ingeniero D. Felipe Senillosa. La ejecución, reparo y celo de los trabajos, están encomendados al capitán del puerto.
La comisión central directiva de vías públicas no podía llenar cumplidamente los objetos de su institución. El gobierno la ha suprimido Considerando reunidos en la policía los principales elementos para su mejor desempeño, la ha encargado de aquellos objetos.
Los empleados civiles y militares, en los diversos departamentos de la administración, desempeñan fielmente sus obligaciones. Dignos Son de vuestro íntimo aprecio, el del gobierno y de sus conciudadanos.
Ahora contemplad, Honorables Representantes, las virtudes y gloria esclarecida del ejército.
GUERRA
El General D. José de San Martín ha consagrado a la causa de la independencia de su Patria y de la América, documentos inmortales. El Gobierno se ha complacido altamente por esta demostración elevada de tan ilustre héroe argentino. La Confederación la ha celebrado con entusiasmo. Por aquélla ha congratulado la América al virtuoso defensor de sus derechos y de sus glorias.
Los rebajados de diversas épocas, los individuos de la Milicia activa y pasiva, todos los ciudadanos en la ciudad y campaña, sostienen con las armas la independencia y el honor nacional. Por el acendrado entusiasmo, y ejemplar subordinación con que llenan sus deberes, merecen vuestro alto aprecio
Los ejercicios militares se practican en un día cómodo entre semana.
Los hacendados y labradores, prestan generosos auxilios y donaciones patrióticas. Los recomiendo a vuestra estimación.
Se ha regularizado el Tribunal de Presas, para que se expida cumplidamente en los casos relativos.
Los ejércitos de línea y milicia, leales y virtuosos, han acudido a todas partes con heroico denuedo. Han obtenido victorias dignas de la causa de la independencia americana y de su propio renombre.
La conducta de los ejércitos de operaciones en campaña fuera de la provincia, es altamente gloriosa y digna de celebridad inmortal. El de la guarnición de esta ciudad, el de Santos Lugares, los del Norte, Sur y Centro y el de la frontera, acreditan constantemente, inflamados de patriótico entusiasmo, la lealtad con que están prontos al llamamiento de la Patria.
Los generales, jefes, oficiales y soldados ilustremente merecen vuestro elevado reconocimiento y el distinguido aprecio de la Confederación. Con la complacencia y honor de comandados, os presento sus espléndidas glorias, os recomiendo sus acendradas virtudes y os rindo sumisamente el homenaje de su subordinación, amor y respeto.
El Gobierno no olvida tomar oportunamente en consideración el establecimiento de una nueva guardia y de algunos fortines más en la frontera.
Las numerosas tribus de fieles indios amigos, mantienen su actitud marcial para la defensa del territorio argentino.
El ilustre Presidente del Estado Oriental, Brigadier D. Manuel Oribe a cuyas órdenes se halla un ejército argentino auxiliar, sostiene con inmensa gloria sus elevados antecedentes y esclarecida fama.
El esclarecido Gobernador de Entre Ríos, General D. Justo José de Urquiza, ha conseguido con ínclito denuedo una nueva victoria memorable. A la cabeza del heroico ejército de su mando se ha llenado de gloria.
El General Pacheco corresponde dignamente a su renombre y honor sin mancha, a sus altos hechos e ilustres virtudes. Combinó hábilmente y obtuvo por una valiente división del denodado ejército de su mando, sobre los indios ladrones, en sus propias guaridas de las escabrosas soledades del desierto, un triunfo glorioso, que ha asegurado dilatados fértiles campos y gran porción de la riqueza de la provincia.
El invicto General Brown mere ce toda la estimación del Gobierno y del país.
Una valiente división del ejército al mando del benemérito denodado General Mansilla ha acrisolado su heroísmo en honrosos combates sobre las riberas del río Paraná, que gloriosamente ha defendido.
Complaceos, Señores Representantes, en que la República, superando las agresiones de injustos enemigos, es fuerte y digna por la justicia de su causa y por el heroico valor de sus defensores.
Paso a daros cuenta de la hacienda pública.
HACIENDA
La Patria, libre f. independiente, os debe, Honorables Representantes, los recursos conducentes a salvar las dificultades financieras de una época extraordinaria.
El crédito, como sabéis, se ha elevado a un grado honorífico. Los Fondos Públicos han subido a la par. La amortización rápidamente extingue la deuda. Está reducida a menos de la tercera parte.
El Gobierno no cesa de desear sinceramente, como siempre, la oportunidad para el arreglo y acomodamiento sobre el solemne compromiso en el empréstito de Inglaterra. Aun subsisten las poderosas causas por las que fue sensible suspender el pago mensual de cinco mil pesos fuertes, en cuenta del empréstito. El Gobierno, siempre constante en su resolución y buena voluntad de llenar puntualmente el compromiso preliminar, no dejará de continuar las entregas mensuales con el restablecimiento de la paz.
Los derechos de entrada y salida marítima y terrestre, puerto, correos, pregonería, grados, alquileres, arrendamientos, intereses, corrales, saladeros y policía, han excedido al cálculo en cuatro millones, doscientos noventa y un mil, ochocientos cincuenta y ocho pesos, cinco y tres cuartos reales. Y el de la Contribución. Directa, en treinta y siete mil, novecientos setenta y cuatro pesos, seis reales.
El producto de los impuestos de papel sellado, patentes y registros de marcas de los hacendados y los labradores, ha disminuido en cuatrocientos veintiún mil, novecientos veintitrés pesos, dos reales, de la suma calculada. El de entradas extraordinarias, en doscientos cuarenta y seis mil, ciento noventa y seis pesos, dos y medio reales.
Y el de venta de cueros, en dos cientos cincuenta y ocho mil, quinientos diez y seis pesos, tres y medio reales.
Las comisiones reguladoras de los capitales en la ciudad concluyeron su encargo en el período prefijado por la ley. Las de la campaña se han aproximado a él. En el año venidero deben circunscribirse exactamente a ese término legal. Todos han hecho donación generosa del estipendio que le acuerda la ley. El Gobierno les ha agradecido esta demostración.
Grato es al Gobierno advertir el reconocimiento que manifiestan los empleados de la lista militar y demás ciudadanos ocupados en el servicio del Estado, por la honorífica distinción con que, en justo premio, son exonerados del pago de la contribución directa, patentes, boletos de marcas y otros impuestos.
Los ganados superabundan en la campaña y prosiguen las faenas agrícolas.
La ley que sancionasteis en seis de Febrero para evitar el alza artificial del metálico, algo ha impedido el agio. El Gobierno se contraerá, luego que se lo permitan sus premiosas atenciones, a reglamentar el modo y forma de inspeccionar las anotaciones que los corredores de número, en cumplimiento de aquella honorable sanción, deben hacer en sus libros.
Atendiendo al bien público, el Gobierno ha decretado que todo propietario de oro o plata sellada, conducida en buques neutrales de guerra o paquetes, pierda el derecho de reembarco si no solicita el permiso correspondiente dentro de tres días, contados desde el en que diere fondo en el puerto el buque conductor.
El Gobierno se complace hayan merecido vuestra soberana aprobación las cuentas generales de la provincia de 1844 y el presupuesto general de gastos para 1846, que sometió a vuestro fallo en cumplimiento del deber que le impone la ley.
Oportunamente atenderá el Gobierno a la deuda clasificada, que tiene siempre en debida consideración.
Los billetes de tesorería han mejorado en su crédito. Se ha pagado puntualmente el interés.
Los corredores de número continúan prestando el recomendable servicio de formar el estado de los precios corrientes. Este asunto exige nueva atención del Gobierno.
La inversión de las rentas continúa garantida por la contabilidad, y su publicación.
Con los ingresos realizados y las sumas mensuales entregadas en la tesorería, de la emisión gradual sancionada por V. H., se han atendido las necesidades del año.
El monto de la deuda particular pasa al año entrante.
El Gobierno os rinde las cuentas correspondientes al año de 1846.
Examinadlas y fallad. En la administración del caudal público no me considero investido con la suma del poder.
Os presento el Registro Oficial que contiene, en orden cronológico vuestras soberanas sanciones, los decretos gubernativos y los estados de la administración del tesoro público.
Los ingresos, gastos y suma presupuesta, presentan los resultados siguientes:
Las entradas ordinarias y extraordinarias, reducido el metálico a moneda corriente, suman treinta y dos millones, novecientos treinta y tres mil seis pesos y seis y tres cuartos reales (32.933.006 6 ¾).
Agregase cuatro millones seiscientos mil pesos correspondientes a las mensualidades de Noviembre y Diciembre, que existen en la casa de moneda (4.600.000).
Total de entradas, treinta y siete millones, quinientos treinta y tres mil seis pesos, seis y tres cuartos reales (37.533.006 6 ¾).
De esta suma se rebaja la existencia en tesorería que pasa a 1847 en metálico, moneda corriente y letras de aduana, importante un millón, quinientos ochenta y cinco mil quinientos setenta y tres pesos, cuatro y cuarto reales, y los cuatro millones seiscientos mil pesos que existen en la casa de moneda para que resulte lo desembolsado en 1846 con arreglo al presupuesto. Importan las dos partidas, reducido el metálico a moneda corriente, seis millones ciento ochenta y cinco mil quinientos setenta y tres pesos, cuatro y cuarto reales (6.185.573 4 ¼).
Resulta haberse desembolsado en 1846, treinta y un millones, trescientos cuarenta y siete mil cuatrocientos treinta y tres pesos, dos y medio reales (31.347.433 2 ½).
Agregase a esta cantidad diez y ocho millones quinientos cincuenta y tres mil novecientos quince pesos uno y medio reales que importa la deuda particular exigible, para demostrar el total de los gastos ordinarios y extraordinarios con arreglo al presupuesto de 1846 (18.553.915 1 ½).
Son cuarenta y nueve millones novecientos un mil trescientos cuarenta y ocho pesos, cuatro reales (49.901.348 4).
El presupuesto de 1846, incluso el de la Honorable Junta de Representantes, suma sesenta millones doscientos treinta y siete mil doscientos cuarenta y cinco pesos, cinco y medio reales, incluso la deuda particular exigible (60.237.345 5 ½).
Queda demostrado haberse gastado en 1846, incluido la deuda, diez millones trescientos treinta y cinco mil ochocientos noventa y siete pesos uno y medio real menos de la suma que votasteis (10.335.897 1 ½).
En tres millones cuatrocientos tres mil, ciento noventa y siete pesos, tres y tres cuartos reales, que han tenido entrada, además de los seis millones, quinientos veintinueve mil, ochocientos nueve pesos, tres reales, que importa el cálculo de recursos para el presente año de 1846; en el vestuario del ejército, que aun no se ha provisto, correajes, monturas y otros artículos de guerra relativos, que tampoco han entrado al parque, y todo lo que, como el vestuario, debe tener lugar y realizarse en el año entrante, y en el crédito, subordinación y ardiente patriotismo, hallará V. H. la causa de esta diferencia.
El sistema de hacienda claro y sencillo, consolida su exactitud y cuenta pública
Es grato al Gobierno cumplir con la ley del presupuesto. Os presenta el de 1847. Examinadlo y deliberad.
Presupuesto general de sueldos y gastos para el año de 1847, incluso los extraordinarios y reducido el metálico a moneda corriente.
Honorable Junta de Representantes: Cuarenta y siete mil setecientos veintiséis pesos (47.726).
Gobierno: Dos millones setecientos cincuenta mil ciento noventa -y cinco pesos seis reales (2.750.195 6.
Relaciones Exteriores: Dos millones ciento sesenta y dos mil setecientos sesenta pesos
(2.162.760).
Guerra: Veintisiete millones seiscientos sesenta mil ochocientos ochenta y seis pesos, seis reales (27.660.886 6).
Hacienda incluso la deuda particular exigible: Veintiséis millones noventa y ocho mil seiscientos cuarenta y cinco pesos cinco y medio reales (26.098.645 5 ½).
Importa: Cincuenta y ocho millones setecientos veinte mil doscientos catorce pesos, y uno y medio reales (58.720.214 1 ½).
Cálculo de recursos para 1847
Existencia en tesorería en letras y monedas corriente, reduciendo a ésta el metálico: Un millón quinientos ochenta y cinco mil quinientos setenta y tres pesos, cuatro y cuarto reales (1.585.573 4 ¼).
Ídem en la casa de moneda, por las mensualidades de Noviembre y Diciembre: Cuatro millones seiscientos mil pesos (4.600.000).
Suman las existencias: Seis millones, ciento ochenta y cinco mil, quinientos setenta y tres pesos, cuatro y cuarto reales (6.185.573 4 ¼).
Colecturía
Por derechos de entrada y salida marítima y terrestre, de puerto, correos, pregonería, grados, alquileres, arrendamientos, intereses, corrales, saladeros y policía-Seis millones seiscientos veintiséis mil quinientos noventa y seis pesos dos y medio reales (6.626.596 2 ½).
Contribución directa, novecientos sesenta y ocho mil, setecientos treinta y nueve pesos tres y medio reales (968.739 3 ½).
Papel sellado, patentes y boletos de registro de marcas: Un millón cuatrocientos setenta y cuatro mil doscientos pesos (1.474.200).
Tesorería
Entradas extraordinarias: Cien mil pesos (100.000).
Venta de cueros: Ciento cuarenta mil pesos (140.000).
Total de recursos: Quince millones cuatrocientos noventa y cinco mil ciento nueve pesos, dos y cuarto reales (15.495.109 2 ¼).
Déficit: Cuarenta y tres millones doscientos veinticinco mil ciento cuatro pesos, siete y cuarto reales (43.225.104 7 ¼).
Total de recursos incluso el déficit: Cincuenta y ocho millones, setecientos veinte mil doscientos catorce peso, uno y medio reales (58.720.214 1 ½).
El gobierno atenderá a los gastos de 1847 con la suma presupuesta y con los dos millones trescientos mil pesos, que acordasteis para cada mes durante el bloqueo, y hasta tres meses después de concluido éste. Y pasará a 1848 el déficit que resultare en fin de 1847. Deliberad, Honorables Representantes, en la seguridad de que, de todos modos y en cualesquiera circunstancias, el gobierno marcharé firmemente por la senda de su deber, para preservar y mantener incólumes, conforme a vuestros augustos mandatos, y al voto del país, la dignidad e independencia nacional. Intensamente confía y a honra tiene repetíroslo, en el sublime patriotismo y virtuosa subordinación de los empleados, de los ejércitos y de todos los ciudadanos.
El gobierno, en su carácter moral, es el que os hace estas manifestaciones de ulterior efecto. Mas el General Rosas, Honorables Representantes, ha mucho que no puede sobrellevar el peso de la administración que desde tanto tiempo gravita sobre su responsabilidad. Mis principios y convicciones exigen imperiosamente que ella termine. También mi salud muy quebrantada decididamente lo reclama.
Injusto sería de mi parte desconocer el voto cordial de V. H. y de mis conciudadanos. Su entera y acreditada confianza es la más alta distinción con que han podido honrarme en las extraordinarias circunstancias que reclaman los servicios de todos los fieles hijos de la República.
Os he manifestado en mi mensaje de 1839, que divisaba el anhelado término de la misión que me confiasteis cuando fue contristada la República por hondos e indefinidos conflictos. Os recordé mi desafortunada situación. Os expuse que la irreparable pérdida de mi amante esposa Encarnación, la prolongada lucha de mis más queridas afecciones para subordinarlas a mis altos deberes, y los principios de mi vida pública, me alejaban de una posición en que fuera desacuerdo reproducir sacrificios ya colmados. Y con intenso anhelo, muy encarecida y humildemente os supliqué, que sin pérdida de momento, eligieseis la persona que debiera sucederme en el mando supremo de la provincia.
El Gobernador Delegado, en su mensaje de 1840, os manifestó en mi nombre, que se abstenía de proponer arbitrio alguno para llenar el déficit de 1841, porque, habiendo terminado el período de mi compromiso para el mando supremo de la provincia, era aquél del resorte de la nueva administración y de vuestras ilustradas deliberaciones entrar en esa tarea. Y en su mensaje de 1841, os expuso por mi especial encargo, que terminado estaba con exceso el período de mi continuación en el mando. Que no podía ya sobrellevar el grande peso que me impusisteis, y que encarecidamente con decisión íntima, os suplicaba que eligierais la persona que debiera sucederme. Os manifestó que crueldad sería compulsarme a un sacrificio contrario a los dictados de mi conciencia; y al interesaros en la inmensidad de mis tareas, y en mi penetrante pesar por la irreparable pérdida de mi amante -esposa y de mi muy amado padre, os recordó que hay en nuestra querida tierra ciudadanos virtuosos y eminentes, dignos de vuestra elección.
Por mi mensaje de 1842, tuve el honor de expresaros, reiterando el intenso voto de mi corazón, que terminado estaba con exceso el período de la delicada misión que me confiasteis. Con íntimo encarecimiento os reproduje mis fervorosas súplicas. Y representé a vuestra consideración, para que os dignaseis elegir la persona que debiera sucederme, que después de una áspera carrera fatigosa, se habían disminuido mis fuerzas y debilitado mi salud: que ni me era posible continuar por más tiempo forzado contra mis invariables principios republicanos, ni sostener tan poderosa confianza en medio de mis acerbos infortunios domésticos.
En el año de 1843, os representé nuevamente que había consumado todos los sacrificios, os recordé mis pesares domésticos, os interesé en los acerbos quebrantos de mi corazón, en los padecimientos de mi debilitada salud: y manifestándoos que no podía con un peso tremendo, ni abandonar los principios republicanos de toda mi vida, os pedí admitierais mi dimisión del mando supremo.
Inculqué en mi mensaje de 1844 exponiéndoos qué motivos profundos instaban la reconsideración de vuestros honorables resoluciones que me prescribían continuar en el mando. Si las circunstancias de la República, os dije, exigen un poder con suficiente fuerza, armonía y rapidez, la inamovilidad de la persona en el mando supremo no es un principio. Mientras la elección más reflexiva asegura los derechos públicos, hay patriotas esclarecidos que merecen vuestra confianza y que inspiran la seguridad de un fiel desempeño. Mirad, Señores Representantes, que teniendo los ciudadanos iguales deberes, he prestado ya con último esfuerzo todos los servicios posibles. Para obedeceros he desatendido mi salud y oprimido los afectos y quebrantos de mi corazón. Mas el sacrificio de mis convicciones es u superior a mis fuerzas". Y os rogué que admitieseis la dimisión del mando supremo que decididamente os reiteraba con perfecta confianza en un éxito necesario.
Permitidme también recordaros que en mi último mensaje os manifesté instaban con redoblado poder los elevados motivos que no me permitían continuar en el mando. Os dije sabíais cuanto deseo vivamente, como todos los ciudadanos, en cumplimiento de nuestro solemne y honorífico deber, consagrar sin ninguna reserva mi persona y mis bienes a la defensa de la libertad y honor de la República; mas que mi receso de la administración, era alta exigencia de los principios republicanos que profeso. Os representé que ni me era posible superar aun más una fatiga inmensa en medio del quebranto de mi salud. Esperé de vuestra esclarecida justicia no dilataseis por más tiempo adherir a mis constantes deseos. Os mostré que al llamamiento de la independencia nacional, consagrándose todos los argentinos a la causa pública, los más venerables patriotas estaban prontos a todos los sacrificios E imploré eligieseis la persona que debiera sucederme en el gobierno.
Aun cuando las circunstancias de la República requieren un poder eficaz y compacto, hay ciudadanos ilustres que son dignos de vuestra elevada confianza y de la del pueblo.
Considerad esta declarada y especial situación. Si el honor y bien de la República irrevocablemente exigen se conduzca a un término glorioso su heroica defensa, y que no se abandone su suerte a las pasiones, también es indispensable preservar los principios republicanos felizmente radicados en nuestra patria. Ellos comprenden el inmenso porvenir de su dignidad, hoy tan gloriosamente sostenida y de sus altos destinos. Venero profundamente estos principios y de ellos no puedo separarme. Elegid entre los patriotas respetables el que deba sucederme en el mando, y de nuestros principios, la obra de vuestra sabiduría y patriotismo.
¡LEGISLADORES!
Confío y espero ardientemente que este acto glorioso de justicia distinguirá vuestras sesiones de 1847. Os he dado por última vez cuenta fiel de mi administración.
La Divina Providencia protege el virtuoso denuedo de la Confederación. Su justa causa resplandece con inmenso honor.
Habéis conservado y enaltecido dignamente, Honorables Representantes, puro y brillante el sagrado depósito de las glorias nacionales. Os presento toda mi admiración e intimo reconocimiento, entre los altos aplausos que el país os dirige.
Vuestras deliberaciones van a comprender el futuro de la patria, designado en su gloriosa actualidad. Con humilde gratitud reconozco los inefables beneficios de Dios Nuestro Señor, y rindo a su Divina Majestad la más reverente acción de gracias. El os guíe benignamente y bendiga los sacrificios sublimes de la Confederación, concediéndole consolide perdurablemente su libertad e independencia, en tranquila posesión de sus derechos y de su honor inmortal.
JUAN MANUEL DE ROSAS

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