diciembre 03, 2010

Mensaje del Gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, al abrir las sesiones de la Legislatura de su provincia (1848)

MENSAJE
DEL
GOBERNADOR
Juan Manuel de Rosas
AL ABRIR LAS SESIONES DE LA LEGISLATURA DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES
EL 27 DE DICIEMBRE DE 1847

¡Viva la Confederación Argentina!
¡Mueran los salvajes unitarios!
___
El Poder Ejecutivo
Buenos Aires, Diciembre 27 de 1847.
Año 38 de la Libertad, 32 de la Independencia
y 18 de la Confederación Argentina.
A la Honorable Representación de la Provincia
SEÑORES REPRESENTANTES:
Respetuosamente os saludo. Con muy grata satisfacción son abiertas vuestras augustas sesiones. El honor nacional y el aplauso del país os rodean y acompañarán vuestros actos. Me complazco altamente al ver principiar un nuevo período legal, en él contemplo le expresión del honroso estado del país en medio de una lucha gloriosa.
La fuerza empleada en oposición a la dignidad e independencia de la república, no le ha impuesto el abandono de su justa posición. Vigorosa y moderada, sostiene con lealtad su buen derecho. El mundo la contempla perseverar en su defensa. La Europa reconoce su justicia. La América le acuerda sinceras fraternales simpatías. Acontecimientos expectables han acrecentado su fuerza moral y el denuedo de la Confederación corresponde a su dignidad. Vuestro es tanto honor. Sabiamente deliberasteis sobre la suerte de la patria y habéis opuesto la firmeza de la virtud a las fuertes incesantes agresiones de una injusticia lamentable. El Omnipotente ha iluminado vuestros consejos y fortalecido vuestro ánimo. Victorias ilustres han aumentado su brillante gloria militar. Los gobiernos y pueblos confederados perseveran ardientemente en su heroica decisión de sostener el honor e independencia nacional con invencible voluntad, sin reserva de su fama, de sus armas y recursos. Execrados los salvajes unitarios en toda la república, son un objeto de escándalo para la América y el mundo libre.
Con profundo respeto os tributo mi más intenso reconocimiento y cordialmente os felicito. En esta elevación y gloria nacional americana venero y muy humildemente reconozco, con la más ferviente gratitud, la visible protección del Todopoderoso.
Os habéis reunido, Honorables Representantes, para deliberar sobre los negocios públicos. Sumisamente someto a vuestro soberano fallo los procedimientos de mi administración.
DEPARTAMENTO DE RELACIONES EXTERIORES
El gobierno conserva las buenas relaciones de la Confederación con las naciones amigas. Las que lealmente sostenía con los gobiernos de la Gran Bretaña y la Francia, aun no ha establecido a su acostumbrada cordialidad amistosa, aunque ha sobrevenido en la política del gobierno de S. M. B. una modificación apreciable hacia tan anhelado benéfico fin.
Desea sinceramente la buena inteligencia entre ambas naciones y la Confederación, sin mengua alguna del honor y soberanía nacional y que aquellos gobiernos con espíritu recto y conciliador den a la razón y buen derecho de la república el lugar que le asigna la justicia.
S. M. la Reina de la Gran Bretaña participó al gobierno el retiro de la misión en esta república del caballero D. Guillermo Gore Ouseley. Esta disposición, propia de la rectitud de S. M. B., removió uno de los obstáculos para la paz de las repúblicas del Plata.
Su Majestad anunció el feliz nacimiento de una Princesa. Participando del vivo regocijo del trono y de la nación británica, el gobierno congratuló íntimamente a S. M.
Comunicó a este gobierno el de la república peruana una declaración de S. M. B. ofensiva a los Estados sudamericanos, hecha al plenipotenciario del Perú en la corte de Londres, en respuesta a cierta solicitud de éste, respecto de la proyectada expedición contra algunas de las repúblicas del continente, por los espurios americanos Flores y Santa Cruz. Con tal motivo ordenó al Ministro argentino en Londres, llamase la atención del gobierno de S. M. sobre su sorprendente declaración y le diera a conocer la muy amarga impresión que ella le ha producido. Que en ningunas circunstancias, ni aun en el caso de alguna queja justa del gobierno británico, puede el de la república admitir medio alguno para obtener reparación que se separe de los ordinarios reconocidos entre las naciones y se confunda con los ilegítimos cambios revolucionarios y violentos que fraguan los conspiradores con socorro extranjero.
Ordenole asimismo que, sin aceptar hubiera alguno de los gobiernos de las repúblicas hermanas de Sudamérica negado justicia, en ningún caso, al de S. M., cuando la hubiese reclamado justificadamente y en debida forma, sobre lo que no tiene noticia alguna el de esta república, en lo que le toca y ofende inmerecidamente aquella declaración, porque lo comprende entre los demás gobiernos de Sudamérica, a quienes se refiere y acusa de vejámenes e injusticias contra el comercio y súbditos británicos, repeliese absolutamente en nombre del Gobierno Argentino tal acusación, como destituida de todo fundamento, haciendo resaltar ante el gobierno de S. M. la completa generosa protección que el de la república en todos tiempos ha dispensado y dispensa, al comercio y súbditos británicos, como a todos los demás extranjeros, aun en lo más vivo de la cruel intervención armada, como consta al Gobierno Británico, por declaraciones oficiales de sus propios funcionarios públicos en el Río de la Plata y por diversas peticiones a S. M., de residentes británicos en la Confederación.
Os dí cuenta en mi anterior mensaje, que el Gobierno de S. M. B había confiado al mando de su estación naval en estas aguas, en reemplazo del contralmirante Inglefield, al comodoro Sir Tomás Herbert, Su nombramiento ha cambiado la deplorable situación creada por el comodoro D. Juan B. Purvis, sostenida por el comandante Sir Tomás Sabino Pasley y reagravada por el contralmirante Inglefield. El esclarecido comodoro Sir Tomás Herbert ha correspondido con su moderación y cordura y sus honrosos antecedentes en las repúblicas del Plata.
Por órdenes del Gobierno de S. M. y delegación del Honorable Lord Howden, anticipó confidencialmente al de esta República los deseos de S. M. sobre devolución recíproca de los cañones y banderas tomados por ambas partes en el combate de Obligado. Agregó que esta proposición, de parte del Gobierno Británico, era para fortificar la esperada reconciliación entre ambos países y sepultar el recuerdo de cualquier desavenencia y colisiones que desgraciadamente se habían suscitado.
El Gobierno contestó al comodoro, benévola y amistosamente. Le significó la alta estimación que le merecía el Gobierno de S. M. y puso a su disposición la bandera inglesa y cañón que tenía la goleta Federal represada por las fuerzas de la república.
Le expresó también que esta amistosa demostración del Gobierno Argentino hacia el de S. M. a nada obligaba, ni al Honorable Howden, ni al comodoro Herbert; quedando ambos en completa libertad para proceder, en cuanto a los cañones pertenecientes a la Confederación, del modo que mejor les pareciese.
Apreciando el ilustre comodoro los sentimientos que habían impulsado al Gobierno a acceder a los deseos del de S. M., aceptó de parte de éste la bandera inglesa y pieza de artillería. Y manifestó la satisfacción con que iba a dirigir a su gobierno esta prueba de las disposiciones amistosas de la Confederación.
El Gobierno no ha cesado de demostrar al de S. M. su íntimo deseo por traer dignamente las relaciones entre ambos países a su anterior cordial armonía. Notorios son sus colmados esfuerzos a tan importante objeto; y su anhelo porque el de S. M. B. en sus ilustrados consejos cumplidamente considere y acuerde su alta justicia a las reclamaciones pendientes de la Confederación Argentina.
La justicia de los reclamos de la república sobre la injusta detención por el Gobierno de S. M., de las Islas Malvinas, impone al de la Confederación el de estricto deber de sostenerlos, como los sostendrá siempre.
Aun continúan los reiterados ataques contra los derechos de la república, que os participé en mi anterior mensaje, cometidos en las costas patagónicas y en Islas del Huano por buques de comercio con pabellón de naciones amigas, especialmente con el de la Gran Bretaña. El Gobierno mira con sumo desagrado este agravio a la soberanía nacional y presta a tal incidente seria atención.
Aun no ha podido el Gobierno ratificar la declaración de don Santiago Dasso, de haber una población inglesa en el Estrecho de Magallanes, como a cincuenta leguas del norte de éste. Según los datos que ulteriormente obtenga, procederá como corresponda para dejar ilesos los soberanos derechos de la Confederación.
S. M. el Rey de los Franceses retiró de su misión en las repúblicas del Plata al Barón Deffaudis. Así vio el Gobierno removido un fuerte obstáculo para la paz de estas repúblicas, aunque con el sentimiento de que el de S. M. no haya satisfecho a la Confederación, por los medios reconocidos que prescribe el derecho de las naciones.
Lo acompañó en su regreso a Francia el Contralmirante Lainé, comandante en jefe de la estación naval de S. M. en el Río de la Plata. Hasta los últimos momentos de su partida prosiguieron los ataques injustificables con que han ofendido la dignidad e independencia de estas repúblicas.
Bajo estas mismas circunstancias, el cabecilla Rivera, con el auxilio de las fuerzas navales de S. M. el Rey de los Franceses, y comandando varias hordas de inmorales extranjeros, protegido por el fuego de los buques franceses, atacó la heroica guarnición e indefenso vecindario del pueblo de Paysandú. Lo saqueó, y redujo, incendiándolo a espantosa desolación.
Los bandidos acaudillados por el incendiario Rivera perpetraron allí inauditas atrocidades. La humanidad se ha horrorizado con tan espantosos crímenes. El mundo civilizado alzó un clamor de execración contra hechos tan inauditos.
La marcha del Contralmirante Le Prédour, que comanda actualmente la estación naval de S. M. en estas aguas, no ha secundado tan sangrientas escenas.
El injusto bloqueo que hoy sostiene de los puertos de esta provincia, y de los de la República Oriental del Uruguay ocupados por las fuerzas de la autoridad legal de ella, ataca la ley pública y los intereses generales de las naciones.
Después que el muy Honorable Lord Howden declaró inexistentes los motivos alegados para establecerlo, haciendo terminar la intervención en estas repúblicas de parte de la Gran Bretaña, cualquier acto de continuación del bloqueo por las fuerzas navales de Francia agrava la originaria injusticia de esta agresión, ofende inauditamente la soberanía de la república, e infiere gravísimos perjuicios a los intereses neutrales. A su notoria injusticia une la flagrante ilegalidad de su deficiencia e ineficacia, y su abierto espíritu de dominación. Gratuitamente ofensivo, y continuando de ese modo, no en favor de intereses franceses, sino del intruso Gobierno de Montevideo, y de sus prestamistas de aduana, ha degenerado en una serie de arbitrarias repugnantes medidas, y consuma un escándalo sin ejemplo.
Diligentes, sin embargo, han sido y son los esfuerzos del Gobierno por el restablecimiento de las buenas relaciones de amistad entre ambos países, sin mengua de la soberanía y honor de la república. No cesará de reclamar que el Gobierno de S. M. el Rey de los Franceses ponga término a tal deplorable estado de cosas, y de entera satisfacción y reparación a la República por tan graves inmerecidas ofensas.
El Gobierno ha apreciado alta y muy sinceramente la elevada misión diplomática que cerca de él acreditaron los de S. M. B. y de S. M. el Rey de los franceses. Llegaron a esta ciudad los Honorables Lord Howden y Conde Walewski, encargados por sus gobiernos de concluir definitivamente el arreglo iniciado por su agente confidencial, caballero D. Tomás S. Hood, para la pacificación de las repúblicas del Río de la Plata. Os dí cuenta de esta distinguida misión, y de la correspondencia que en ella tuvo lugar. Impuestos os halláis de los serios inconvenientes que hicieron inadmisibles las proposiciones de paz de los gobiernos de S. M. B. y de S. M. el Rey de los franceses, presentadas por los Honorables Lord Howden y Conde Walewski. Dieron por terminada su misión y se retiraron.
El Gobierno continuando animado de los más vivos deseos por la paz, defirió a la consideración de S. M. B. y de S. M. el Rey de los Franceses a¡ ambos gobiernos las vistas del de la confederación sobre las proposiciones de paz presentadas por los Honorables Lord Howden y Conde Walewski, haciendo resaltar la posición respectiva de estos agentes, el indispensable deber en que el gobierno se halla de proceder siempre de acuerdo con las bases presentadas por el agente confidencial, caballero D. Tomás S. Hood, y modificaciones con que las admitió este gobierno, y la grata esperanza que abriga de que los de S. M. B. y S. M, el Rey de los franceses no dejarán pasar esta ocasión de hacer espectable su lealtad y justicia para con estas repúblicas.
El Gobierno espera el resultado de estas órdenes a los Ministros argentinos en Londres y París. Aun conserva la confianza que deben inspirar la rectitud y magnanimidad de aquellos gobiernos.
Los honorables encargados de negocios de Portugal y de los Estados Unidos, han protestado contra la continuación del bloqueo, así por ser inmotivado y sin efectibilidad, como por las tendencias y objeto de que es acompañado. Su proceder justo los recomienda ante la civilización la humanidad y las repúblicas del Plata.
En medio del muy penoso pesar con que el gobierno vio frustrados sus deseos por la pacificación de estas repúblicas, recibió una prueba inequívoca de la justicia y sinceras disposiciones del Honorable Lord Howden a aproximarla. El esclarecido presidente legal de la República Oriental, brigadier D. Manuel Oribe, con quien se pusieron en relaciones Lord Howden y el Conde Walewski, después de concluida su misión en ésta, comunicó al gobierno el cese de la intervención en las repúblicas del Plata, y del bloqueo de sus puertos por parte de las fuerzas de S. M. B., en virtud de una declaración hecha al efecto por el Honorable Lord. Los notorios y convincentes motivos en que la fundó, se hallan explícitamente consignados en ella. Habéis sido instruidos de este importante incidente.
El Gobierno ordenó a su Ministro en Londres significase al de S. M., haber mirado con aprecio aquel acto de justicia y de conveniencia general; que lo considera el preliminar de un arreglo definitivamente honroso entre ambos gobiernos, sobre las mismas basas presentadas por el caballero Hood, y las modificaciones con que las aceptó este gobierno; que así lo espera del de S. M., robusteciendo la esperanza, que nunca cesó de tener, en la rectitud y previsión del Gobierno Británico, ese hecho que el argentino estima en ese sentido, conducente a un restablecimiento formal de las relaciones de amistad y buena inteligencia entre ambos países. Que este gobierno tiene en mucho aprecio la conducta del Honorable Lord Howden, y que no duda que el de S. M. B. proseguirá su política elevada y conveniente hasta sellar por una convención solemne, pública, de paz, las estipulaciones propuestas por el agente confidencial caballero Hood, con las modificaciones con que las aceptó este gobierno, confirmando aun más su esperanza el levantamiento del bloqueo y término de toda ulterior intervención establecido por el honorable Lord Howden, y las declaraciones hechas, así por éste, con tal motivo, como por el gobierno de S. M. en su credencial expedida al noble Lord, conforme a las bases presentadas al caballero Hood y aceptaciones condicionables del gobierno argentino.
El ministro plenipotenciario de S. M. el Rey de los franceses, Conde Colonna Walewski, discordó en este punto con su colega el honorable Lord. Ofreció en Montevideo la protección de S. M. a los furiosos extranjeros armados en esa ciudad. Y continuó la injusta intervención y bloqueo que pesa sobre estas repúblicas por parte del gobierno de S. M. el rey de los franceses
El de la Confederación ordenó al Ministro argentino en París hiciese presente al de S. M. la extraña posición asumida por su plenipotenciario Conde Colonna Walewski, continuando así el injusto bloqueo y la intervención armada de parte de la Francia, a pesar de las declaraciones hechas por él y por su gobierno en la credencial expedida a su ministro plenipotenciario, en conformidad con las bases presentadas por el agente confidencial, caballero D. Tomás Samuel Hood, y modificaciones con que las admitió el gobierno, y no obstante hallarse éste dispuesto a celebrar una convención de paz en perfecto acuerdo con aquéllas.
Ordenó también a su ministro declarase que este gobierno no alcanza a salvar la opinión entre esas declaraciones y el hecho injusto de un bloqueo e intervención armada sin motivo en su origen y fatalmente perjudicial e innecesario en su progreso, bajo circunstancias tan alarmantes para esta República, para los Estados de América y respecto de los intereses de las naciones neutrales; mayormente desde que no puede dejar de presumirse que el ministro francés obró por órdenes de su gobierno en la posición que tomó. Y que tal proceder no podía dejar de ser considerado por este gobierno, en cualquiera ulterior negociación, aun bajo las bases presentadas por Mr. Hood, y respectivas modificaciones con que las admitió, por los inmensos perjuicios que causa a la Confederación por los grandes principios americanos y de justicia universal que ofende, y por los enormes quebrantos que infiere a los intereses de las naciones neutrales.
Le ordenó también protestara ante el gobierno de S. M. el Rey de los franceses contra la injuria y perjuicios, que así se han inferido a la Confederación, y reclamase las convenientes órdenes, así para satisfacer la justicia de la República, como para que se proceda a sellar por una convención solemne, pública, de paz, las estipulaciones propuestas por el honorable agente confidencial caballero Hood y las modificaciones con que las admitió este gobierno.
Confía que los de Inglaterra y Francia removerán los inconvenientes que frustraron la última negociación, considerando la justicia y política benévola del de la República, y sus íntimos deseos por un acuerdo recíprocamente honroso.
Se complace el gobierno en anunciaros, que la viva repulsa manifestada en Europa y en América contra la intervención europea en las repúblicas del Plata, continúa decidida y enérgica. Por tan honroso pronunciamiento aumenta su fuerza moral.
Os he instruido de la invasión que contra las repúblicas americanas preparaba el cabecilla Flores, con auxilio de la Corte de Madrid.
Posteriormente, las autoridades de Londres, por reclamaciones y celosas diligencias de los ministros de las repúblicas americanas en aquella Corte, ordenaron el embargo y juzgamiento de los buques de guerra en que debía transportarse la expedición invasora, y la dispersión de los súbditos de S. M. enganchados por el cabecilla Flores para formar parte de aquélla.
En seguida los ministros plenipotenciarios de las repúblicas del Perú, Nueva Granada y de la Confederación cerca del gobierno de S. M., solicitaron expidiese sus órdenes para activar el juzgamiento de los buques.
Cuando tenían lugar estos sucesos en Londres, ocurrían otros no menos importantes en España, teatro principal donde se habían orgaizado y continuaban los preparativos para la execrable empresa.
El gabinete español, cediendo, bien a la actitud imponente de la América y las medidas que ésta se proponía adoptar contra España, en cuyo territorio se había formado la expedición, protegiéndola su gobierno, o bien a las vivas acusaciones que se le hadan por la prensa y en las ilustradas Cortes de España, ordenó la dispersión de las fuerzas españolas reunidas en Santander.
Contra las esperanzas que se abrigaban de que los buques embargados en Londres sufrirían condena con arreglo a las leyes inglesas, el juicio que tuvo lugar no produjo tan justo resultado. En él, la autoridad británica, encargada de acusar los buques, presentó una transacción irregular y sorprendente, que se había convenido entre las partes.
Por ella, dos de los tres buques de vapor, destinados para transportes de la expedición, los de mayor fuerza y valor, el "Monarca" y el "Neptuno", fueron absueltos, y alzada su detención. El tercero, transporte "Glenelg", fue vendido por cuenta de la aduana de Londres, para cubrir los gastos hechos. Agentes del gobierno español y de los desertores de la independencia americana, Flores y Santa Cruz, habían trabajado diligentemente para obtener este indebido resultado.
No fue difícil al gobierno apercibirse, por tan notable circunstancia, y visto el atrevido desenfreno de los cabecillas Flores y Santa Cruz, que en el porvenir podrían renovar su insensata tentativa.
Las posteriores noticias que recibió el gobierno vinieron a fortificar este pensamiento. Los traidores Flores y Santa Cruz, en unión con su degradado agente el odioso español Mora, se ocuparon en seducir gente en Francia y Bélgica para una nueva empresa invasora, disfrazándola con el título de emigración. Prosiguiendo en tan nefasto designio partió Flores para los Estados Unidos.
Siente manifestaros el gobierno no tener noticia que el de S. M. el Emperador del Brasil se haya explicado sobre estos notables sucesos de un modo correspondiente al pronunciamiento de los demás gobiernos hermanos de América.
Con muy penoso pesar supo este gobierno el sensible fallecimiento del Sumo Pontífice Gregorio XVI de digna memoria, y participó del duelo de la Iglesia.
Se ha asociado íntimamente el júbilo universal de la misma, y del mundo, por el muy grato y dichoso advenimiento de Su Santidad Pío IX al solio pontificio.
En el primero de estos acontecimientos el gobierno debidamente intervino y cooperó en las demostraciones solemnes de duelo y exequias fúnebres que por él tuvieron lugar en la Iglesia argentina.
En el segundo tomó parte en las altas manifestaciones de íntimo regocijo y acción de gracias de esta misma Iglesia, practicadas en celebridad de la instalación del ilustre y venerable sucesor de Su Santidad Gregorio XVI en la silla de San Pedro.
Aunque en ambos casos no ha recibido aviso de la Corte de Roma, ordenó con sentimientos de profunda veneración hacia Su Santidad y de decoro nacional, la asistencia particular de los empleados civiles y militares.
Muy sensible es al gobierno manifestaros que el honorable encargado de negocios de S. M. la Reina de Portugal en la Confederación, fue alevosamente ofendido en su persona por un infame malhechor: y que en tan escandaloso suceso el General don José María Oyuela asumió un rol ofensivo a las leyes y a la dignidad del país. El gobierno eficazmente adoptó justas prontas medidas. El reo descubierto, que según recientes noticias parece estar en Montevideo, es activamente buscado; y el general ofensor, depuesto de su empleo, y borrado de la lista militar del ejército, se halla en la cárcel de Cabildo a disposición del juez del crimen que conoce en la causa hasta ponerla en estado de sentencia, dando cuenta.
El Gobierno ha mirado con la más profunda indignación tal escándalo, y la civilización del país se ha pronunciado contra él con honrosa vehemencia. Animado el Gobierno de estricto espíritu de justicia y de cordial benevolencia hacia el de S. M. F., y su Encargado de Negocios, del modo más cumplido y amistoso satisfará dignamente sus altos respetos, en la ulterioridad del asunto, como lo ha hecho hasta aquí.
Complácese el Gobierno en estrechar su fraternal amistad con los estados americanos. En sus negocios internos guarda perfecta neutralidad. Tiene viva satisfacción en acreditarles íntima benevolencia, y en llenar su deber cooperando al sostén de la causa común.
Subsiste inalterable la amistosa buena inteligencia con el gobierno de los Estados Unidos. Con fina benevolencia le ha retribuido las sinceras explicaciones que le ha trasmitido el Ministro Argentino en Washington.
Le es grato comunicaros que con tal satisfactorio motivo ha recibido la Nación Argentina expresivas seguridades de su perfecta amistad, y de sus simpatías a la resistencia gloriosa con que sostiene la libertad e independencia de las Repúblicas del Plata. Ofrece a la civilización del mundo un ejemplo grato y consolador aquel gobierno, tan celoso de su honor, como distinguido por la justicia de los principios que le ha acreditado durante los acontecimientos singulares de la intervención europea.
Dignas son del alto aprecio y reconocimiento de la Confederación Argentina, esta política fraternal del Gabinete de Washington y la enérgica decisión con que el pueblo y las prensas de los Estados Unidos perseveran en su noble pronunciamiento contra la intervención europea en las cuestiones de estas repúblicas. El Gobierno y la Confederación les corresponde con lealtad.
No abandona la confianza que le inspira la elevada rectitud del Gobierno de Washington en cuanto a las reclamaciones de esta República, que aun se hallan pendientes.
El Honorable Encargado de Negocios de los Estados Unidos en la Confederación, consecuente con su conducta noble y honrosa, ejercitó espontáneamente cerca de los Ministros plenipotenciarios de Inglaterra y de Francia, Lord Howden y Conde Walewski, sinceros oficios por una pacificación honorable y conveniente de las Repúblicas del Plata.
S. M. el Emperador del Brasil comunicó al Gobierno el sensible fallecimiento de S. A. I. el Príncipe don Alfonso, heredero presunto de la Corona Imperial. Participando del justo dolor de SS. MM., el Gobierno asoció su duelo al de la nación brasileña, y manifestó a S. M. el Emperador el profundo pesar que sentía esta República y su Gobierno por tan deplorable suceso.
Le participó asimismo el feliz nacimiento de una Princesa Imperial.
Por tan fausto acontecimiento para S. M., su ilustre Consorte y para el Imperio, el Gobierno congratuló a S. M.
El gabinete brasileño aun no ha dado justa solución a las reclamaciones de la República Argentina. El Gobierno espera de S. M. el Emperador un acto de justicia que restablezca las relaciones de cordial benevolencia y contribuya eficazmente a consolidar los verdaderos intereses de la Confederación y del Imperio.
Os dí cuenta haberse expedido órdenes al Ministro Argentino en la Corte del Brasil, para que pidiese del Gobierno brasileño el cumplimiento de la obligación que le imponía, en cuanto a la independencia del Estado Oriental el artículo 3° de la Convención de Paz celebrada entre el Imperio y la Confederación en 27 de Agosto de 1828. Os instruí también de la rehusación del Gobierno Imperial al cumplimiento de aquel deber, y de la protesta oportuna del Ministro Argentino con tal motivo. Posteriormente el Gobierno de S. M. la replicó. Sus observaciones han sido una reproducción de las que había expresado con anterioridad. Y no alcanzando éstas a invalidar la fuerza y convicciones de aquella protesta, el Gobierno ordenó a su ministro declarase la consideraba en todo su vigor. Ha dejado el Gobierno plenamente cumplidas las obligaciones de la República para la conservación y sostén de la independencia e integridad del Estado Oriental.
Habéis sido instruido en mi anterior mensaje, que el Ministro Argentino opuso una fundada repulsa a la insuficiente inadmisible contraprotesta del Gabinete Imperial, por la que persistió éste en su indebido injusto reconocimiento de la pretendida independencia de la Provincia del Paraguay. El Gobierno sostendrá, como es de su deber; los soberanos derechos de la Confederación sobre aquella provincia, parte integrante de su nacionalidad y de su territorio.
Sabiendo que el de la Provincia del Paraguay había acreditado ilegítimamente un Encargado de Negocios cerca de S. M. el Emperador, ordenó al Ministro Argentino reclamase del Gobierno Imperial la no admisión de tal agente bajo cualquier carácter público; y que si era recibido, como sucedió, protestase contra aquel acto ofensivo a la Confederación. El Ministro Argentino así lo cumplió, dejando salvas los derechos soberanos de la República.
El agente público de S. M. en Venezuela indebidamente promovió ante el gobierno de aquella república, con inexactos informes, el reconocimiento de la pretendida independencia de la Provincia del Paraguay.
No ha accedido el Gobierno de S. M. I. a la justa protesta que le presentó el Ministro Argentino contra la violación del territorio fluvial de la República, ejecutada por dos barcas cañoneras brasileñas que entraron a los puertos de la provincia argentina del Paraguay con procedencia de Matto Grosso. A la infundada réplica del gabinete brasileño ha contestado el Ministro Argentino sosteniendo el buen derecho de la Confederación al dominio en sus ríos interiores, y a sus medios de propia seguridad.
Os manifesté asimismo en mi anterior mensaje que el Ministro Argentino en la Corte del Janeiro, en cumplimiento de expresas órdenes del Gobierno, había pedido al de S. M. una explícita declaración de si aprobaba o repelía el memorándum del Vizconde de Abrantes, dirigido a las Cortes de Francia e Inglaterra, solicitando la intervención de estas dos potencias en las Repúblicas del Plata.
El Gobierno siente anunciaros que la declaración del de S .M., no correspondió a sus justas esperanzas. Tomando una responsabilidad que había rehusado ante la nación y ante el Ministro Argentino, aprobó el memorándum del Vizconde de Abrantes. Y declaró que el gobierno imperial estaba convencido de que sus más esenciales intereses exigían no continuase en esa neutralidad inactiva que lo hacía mero espectador de la guerra del Plata; que le cumplía, sin recurrir a hostilidades, porfiar en la pacificación del Plata, empleando los medios que la ley de las naciones y su práctica ofrecen con tanta ventaja de los pueblos cultos. Esta declaración, que caracterizó la verdadera política del gabinete brasileño en aquellas circunstancias sobre las cuestiones del Plata, era acompañada en un catálogo de supuestos cargos contra este Gobierno, dictados por un ánimo asombrosamente extraviado y desenvueltos por muy inconvenientes inexactitudes.
El Ministro argentino los combatió pidiendo las debidas explicaciones sobre la verdadera política del gabinete imperial en la guerra del Plata y demostrando la realidad de las cosas, los verdaderos deberes del gobierno brasileño, el honor del de la Confederación, la rectitud y benevolencia de su administración para con la América y su lealtad hacia el imperio.
El gobierno brasileño, aunque no sostuvo la posición en que se había colocado, no declinó del espíritu inconciliatorio.
Tan extraña anomalía, dejando subsistentes los fundamentos de la reclamación primitiva de este gobierno, reveló un lamentable extravío en el gabinete brasileño, en desacuerdo con la justicia que debe a las repúblicas del Plata y con los intereses de la América. El Gobierno sostendrá en toda ulterioridad su justo reclamo y las grandes conveniencias de la causa común americana que él comprende.
El Gobierno persevera en los sentimientos de moderación y benevolencia que constantemente ha manifestado a S. M. el Emperador y en sus sinceros deseos de arreglar los inconvenientes que, desgraciadamente, perturban sus amistosas relaciones.
Le es altamente satisfactorio anunciaros que con íntimo placer ve aproximarse, por una diferente política del gabinete imperial, las esperanzas que no cesa de tener en la elevada rectitud de S. M. y en el honor del pueblo brasileño, de restablecer aquellas relaciones a su anterior estado de verdadera amistad, sin mengua del honor e independencia nacional,
El encargado de negocios del Brasil en la ciudad de Montevideo por órdenes de su gobierno, ha declarado a los agentes franceses, que habiendo cesado las razones en que las potencias interventoras fundaron el bloqueo del Río de la Plata y no siendo efectivo, protestaba contra el que sostiene las fuerzas navales de Francia. Y los cónsules del imperio en esta ciudad y en la de Montevideo, han sido ordenados por S. M. se expidan en el despacho de buques brasileños de conformidad con aquella resolución imperial.
Instruido el Gobierno que el salvaje unitario Paz, después de arrojado de Corrientes y del Paraguay, se dirigía al Brasil, ordenó al Ministro argentino en el Janeiro pidiese al gobierno imperial las medidas convenientes para que fuese ordenado pasar a aquella Corte y no se le permitiese transportarse a cualquier punto de los ocupados por los salvajes unitarios.
El gobierno imperial expidió las debidas órdenes en este sentido y Paz se halla en el Janeiro.
El cabecilla Rivera está también en aquella Corte. Sus propios envilecidos cómplices en Montevideo, en los inauditos crímenes que le han valido espantosa celebridad, lo desterraron ignominiosamente. Fue conducido en un buque de guerra francés hasta las playas de Santa Catalina.
El gobierno de S. M., anticipándose a los deseos del Ministro argentino, que pidió fuese trasladado a la provincia del Janeiro, u otra interior del imperio, bajo vigilancia policial, sin que le fuera permitido salir otra vez del territorio brasileño para la República del Uruguay, había expedido las correspondientes órdenes en prevención de un caso semejante. Sin permitírsele desembarcar en Santa Catalina, se le ordenó seguir al Janeiro.
Inequívocos son los testimonios con que las ilustres Cámaras del Brasil, la nación y la prensa, acreditan su perseverancia en las honrosas simpatías que les inspira la noble causa de la América, defendida por las repúblicas del Plata. Digno es del íntimo aprecio de los Estados americanos este sentimiento propio de los conspicuos antecedentes de la nación brasileña.
Aun permanece en esta ciudad el Ministro nombrado cerca del gobierno de Chile. Se dispone el de la Confederación a despacharlo lo más pronto posible. Sus multiplicadas atenciones no le han permitido antes hacerlo.
Os dí cuenta que el gobierno de Chile había reclamado del de esta república sobre violación del territorio chileno, ejecutada por una partida de hombres armados, pertenecientes a Mendoza, en la cordillera de Talca; que este gobierno había pedido al de dicha provincia los necesarios informes; que así lo había participado al de Chile y que con vista de ellos y demás datos relativos, se expediría conforme a la justicia.
Posteriormente el gobierno de Chile comunicó una nueva violación del mismo territorio, acompañada de circunstancias agravantes, que rectificó en seguida desapareciendo éstas, ejecutadas por una partida de Mendoza. Propuso como medida preliminar para la terminación definitiva de la disidencia sobre dominio y propiedad de los terrenos disputados con el fin de evitar sensibles conflictos, la exacta demarcación de los linderos entre el territorio de ambas repúblicas: punto que, por haber pertenecido en otra época los dos países a un mismo gobierno, no podía menos de hallarse en un estado completo de incertidumbre.
Al mismo tiempo recibió este gobierno correspondencia relativa del de la provincia de Mendoza.
Entonces, con el mismo espíritu de benevolencia recíproca con que era conducido este asunto, instruyó al gobierno de la República de Chile de las recomendaciones que hacia al de Mendoza para que se esmerase en evitar toda clase de disidencia entre las autoridades subalternas más inmediatas de ambos países y que tendiera, con íntimo sentimiento de los dos gobiernos, a alterar la cordialidad entre ellos, hasta tanto que, en posesión el de esta república de todos los antecedentes necesarios, pedidos al de Mendoza pudiese resolver definitivamente. Y en cuanto al medio propuesto por el gobierno chileno de una Exacta demarcación, le manifestó que reiteraba encarecidamente al de Mendoza, el envío de los necesarios informes que ya antes le había pedido y que le eran indispensables para expedirse sobre la demarcación.
Le significó asimismo, con amistosa lealtad, las fuertes razones que impedían al gobierno proceder, aun en el caso de que recibiese aquellos conocimientos del de Mendoza, con la brevedad que desearía y exigían las conveniencias de la República y la fraternal grata armonía existente entre los dos países.
Posteriormente habiéndolos recibido, lo participó al de la República de Chile, ofreciéndole que tan luego se lo permitiesen sus actuales prementes atenciones, se ocuparía del arreglo deseado por ambos gobiernos.
Os instruí también que el de Chile había comunicado al de la Confederación un decreto abriendo el comercio entre ambos países, interrumpido por providencia de aquel gobierno, de 13 de Enero de 1842 y que el de esta República procedería, animado siempre de íntima amistad hacia Chile y su digno gobierno, en la consideración que prestase a este asunto, para acreditar la sinceridad de sus cordiales sentimientos.
Consecuentemente le manifestó los motivos que le impedían resolver definitivamente este asunto y las medidas provisorias dictadas a las provincias de la Confederación, bajo las que podía entretenerse de pronto el comercio por cordillera con la República de Chile, sin perjuicio de cualquier arreglo ulterior entre ambos países.
Reconoció el gobierno de Chile el derecho con que el de la Confederación se había expedido. Y en cuanto a la disposición provisoria, significó que era de temer no correspondiesen sus efectos a los sentimientos fraternales que la habían inspirado; que ella imponía a los traficantes la necesidad de contraer responsabilidades indefinidas por el pago de los derechos que en sus especulaciones adeudasen y cuyo importe no era posible prever, y que por lo tanto sería de desear que el Gobierno de la Confederación pusiese fin a ese estado de incertidumbre y dado caso que se tomase algún tiempo para madurar un arreglo definitivo, fijase a lo menos alguna regla o base provisional para el cobro de derecho en el tiempo intermedio o para limitar de algún modo la responsabilidad de los especuladores.
El Gobierno, al retribuir la muy estimable benevolencia del de Chile, lo satisfizo expresándole que, si la medida provisoria tenía inconveniente para los importadores y exportadores de efectos de ambas repúblicas, ellos no eran tan graves, ni las responsabilidades que imponía tan indefinidas, que destruyesen o alteraran el tráfico. Le manifestó también que, cuando el Gobierno había diferido regular definitivamente los derechos de los efectos introducidos o exportados al tiempo de la verificación de un arreglo, partió de la base de que, en la resolución que adoptara en aquella oportunidad, comprendería en cuanto al pago de derechos ya realizados, una fijación justa y equitativa, en la que vería el gobierno de Chile un elocuente testimonio de la rectitud y equidad con que, al hacerse el arreglo definitivo, sería fijado el importe de los derechos que adeudasen hasta esa fecha los empresarios por la importación o exportación.
Repetidas veces llamaron la atención del Gobierno las relaciones que se daban por el de la República de Chile al Congreso Nacional, sobre una colonia que había mandado formar en las costas del Estrecho de Magallanes .
Sus urgentes delicadas atenciones le han impedido hasta hoy organizar seguros datos sobre la posición geográfica de ella. Está situada en territorio argentino, "Puerto de San Felipe", generalmente conocido hoy de los geógrafos por "Puerto del Hambre", yacente en lo más austral de la Península de Brunswick, casi al centro del estrecho.
El Gobierno se ha dirigido al de Chile demostrándole los incontestables títulos y perfectos derechos de soberanía que tiene la Confederación sobre el territorio en que se ha establecido la colonia. De ellos siempre estuvo en posesión, desde el tiempo de la monarquía española, el Gobierno de Buenos Aires, a cuyos virreyes, durante aquél, se daban las órdenes para la policía y vigilancia del Estrecho de Magallanes, de sus islas adyacentes, y de la Tierra del Fuego, como autoridades a las que estaba sujeta toda esa parte del territorio.
Le ha anunciado asimismo instruiría al Ministro argentino, que debe salir para Chile, con plenos antecedentes a fin de sostener y discutir el reclamo de este Gobierno, si el de Chile, contra la justificada esperanza del de la Confederación, no llegase a considerar suficientes las razones en que justamente lo funda.
Participó el gobierno chileno al de esta República la resolución en que se hallaba de establecer dos correos mensuales para la carrera de esta República, con motivo de estarse tratando por el gobierno francés de entablar una línea de vapores correos hasta Río de Janeiro o Montevideo, Y significó sus deseos de que el de la Confederación estableciese los mismos dos correos para la República de Chile.
Deseoso de acreditar al gobierno de Chiles su sincera amistad, le ofreció que, luego de realizarse el proyecto del de Francia, anticiparía las órdenes sobre la salida mensual de los dos correos hasta la provincia de Mendoza.
Ha participado el gobierno de Chile al de la Confederación las noticias que ha recibido de sus agentes diplomáticos en Europa, relativamente a la agresora expedición que preparaban contra los Estados americanos Flores y Santa Cruz. Este Gobierno de igual modo le ha comunicado los avisos que sobre el mismo asunto ha recibido.
Muy grato le es manifestaros la patriótica perseverancia del gobierno y pueblo chileno en sus nobles decididas simpatías por la causa que defienden estas repúblicas contra la injusta intervención europea. Brilla en sus ilustradas prensas un sentimiento enérgico de honor y libertad, con que aplauden la justicia de una resistencia gloriosa y sostienen los principios conservadores de la independencia americana. Merecen el íntimo aprecio que les acreditan las repúblicas del Plata y sus gobiernos.
Os dí cuenta que el del Perú había reiterado al de esa república la invitación para formar un congreso de plenipotenciarios americanos, que la acogió con íntimo interés, y que retribuiría los elevados sentimientos del gabinete peruano como la eficaz solicitud y espíritu fraternal que constantemente tiene acreditado a los Estados americanos, y con la firme correspondiente resolución de cooperar a sostener los sagrados derechos de la causa común, de su libertad y honor.
En este sentido le significó el alto aprecio con que ha mirado aquella distinguida invitación, y su sentimiento porque las extraordinarias notorias circunstancias de la República no permiten ocuparse de este asunto, que por su misma magnitud e interés exige muy seria, profunda meditación y calma.
Y que, dispuesto, como está, a rechazar por todos los medios adecuados, pretensiones extrañas azarosas a la causa americana, para cimentar en América una política unísona a este respecto, el gobierno peruano debía estar persuadido que, después que las vitales atenciones del de esta República, de un orden urgente desapareciesen, miraría con todo interés este asunto y le prestaría debida consideración.
El mismo gobierno ha comunicado al de la Confederación los avisos de sus agentes diplomáticos en Europa sobre la expedición invasora proyectada por los traidores Flores y Santa Cruz contra las repúblicas americanas. Este Gobierno le transmitió los que había recibido.
El del Perú, en el fraternal interés que lo anima por el crédito de los gobiernos americanos y por el de la Confederación, le instruyó de la respuesta del de S. M. B. a la súplica del ministro plenipotenciario del Perú en Londres, a fin de que expidiese órdenes para impedir el alistamiento en Irlanda. Llamó la atención de este Gobierno sobre la inesperada declaración con que concluía aquella respuesta, contraída a expresar "que el gobierno británico vería con gran satisfacción todo cambio mediante el cual, la conducta de aquellos países (los de Sudamérica) hacia los súbditos británicos fuese más conforme con la justicia, con la buena fe y con las obligaciones de los tratados". Deploró que dos americanos, impulsados por una ciega ambición, hubiesen trabajado en términos capaces de concitar contra estos gobiernos semejantes sentimientos en el de S. M. B., al que ee habían ya pedido las explicaciones necesarias sobre ellos por el plenipotenciario del Perú en Londres, y anunció que se repetirían las demás que exigía un asunto tan delicado, de cuyo éxito informaría a este Gobierno.
Fácil es, Honorables Representantes, apercibirse del muy penoso sentimiento con que este gobierno se instruyó de una declaración en que se contiene tan inmerecida ofensa contra los de las repúblicas de América. Además que ella acredita falta de consideración por parte del gobierno de S. M. B., a los derechos de buen crédito de ellas, tiene cuando menos la impropiedad de desear el empleo de medios ajenos de la elevación y poder del gobierno británico para reparar las injurias de que se queja. La Gran Bretaña, nación poderosa para vindicar por las armas, cuando le asistiere justicia, las satisfacciones que pidiese su gobierno y se le negaran, jamás sería justificada al desear el trastorno de los pueblos y gobiernos establecidos en todo un continente, ligado a S. M. por los tratados más solemnes.
Así lo manifestó el gobierno en respuesta al del Perú, tributándole las expresivas y merecidas consideraciones de que se hizo digno por el espíritu fraternal y benévolo que demostró al instruirlo de aquella declaración. Y por lo que toca a este gobierno la repelió también ante el gabinete peruano, como destituida absolutamente de fundamento y contradicha por la perfecta generosa protección que se ha dispensada y continúa dispensándose en esta República, al comercio y súbditos británicos, como a los demás extranjeros, en todas épocas, aun en la extraordinaria de la inhumana intervención armada, sostenida por las fuerzas navales de la Gran Bretaña contra la soberanía e independencia de las repúblicas del Plata.
Le expresó también que este gobierno ordenaría lo conveniente al Ministro argentino en Londres y tomaría una posición digna y elevada, cual corresponde a la Nación, a su decoro y dignidad, si de las explicaciones que diese al plenipotenciario del Perú el gobierno de S. M. B., no resultase destruida aquella injusta acusación general hacia los gobiernos americanos y se sostuviera contra la evidencia de los hechos.
La nación peruana y su digno gobierno perseveran en ardiente repulsa contra la intervención europea en estas repúblicas. Inequívocos testimonios comprueban sus magnánimos sentimientos americanos. Altamente merecen la acendrada estimación que les profesan las repúblicas y gobiernos del Plata.
El esclarecido General D. José J. Monagas, anunció al gobierno haber sido llamado por la elección de sus conciudadanos a desempeñar la suprema magistratura de la República de Venezuela en el quinto período constitucional. Significó la alta política que presidiría a su administración para conservar inalterables las amistosas relaciones que subsisten entre ambos países.
El Gobierno congratuló al ilustre Presidente por la honorífica elevada confianza que había merecido. Le dirigió ardientes votos por el completo acierto y ventura en su administración. Y le retribuyó expresivamente su fraternal benevolencia, y sus finos deseos de conservar inalterables las relaciones de cordial amistad.
El gobierno de Venezuela, prestándose a extrañas diligencias de la legación brasileña en aquel estado, y a insensatas solicitaciones del gobierno de la Provincia del Paraguay, había reconocido a ésta como República independiente.
El Gobierno se ha dirigido al de Venezuela. Le ha manifestado los incontestables títulos con que la República se opone a que sea segregada aquella provincia de la Confederación Argentina. Y ha solicitado del gobierno venezolano, como un acto de justicia e interés común de las repúblicas de América, la reconsideración de este importante asunto y el retiro de su inconveniente inadmisible reconocimiento de la pretendida independencia de la provincia del Paraguay.
El Gobierno ha comunicado al de Venezuela las noticias que ha tenido sobre la expedición de los cabecillas Flores y Santa Cruz.
El gobierno de Nueva Granada y el de la Confederación recíprocamente se han comunicado las noticias que han recibido relativamente a la misma expedición.
El granadino anunció la actitud bélica en que se había colocado para resistirla. El de la Confederación, llenando sus deberes, le ha expresado su ardiente decisión y estar pronto al sostén de tan justa imperiosa defensa común americana.
El mismo Gobierno llamó la atención del de esta República, hacia la proyectada reunión de un Congreso Americano, emitiendo su juicio sobre las ventajas que podría producir esta augusta asamblea, y sobre los principales puntos que deberían arreglarse por el Congreso. Le correspondió el Gobierno, participando de sus opiniones patrióticas e ilustradas, sobre la conveniencia y necesidad de promover en América el espíritu al importante objeto que expresaba, por medios adecuados a afianzar en ella de un modo estable la paz y su independencia tan repetidas veces amagada.
Aplaudió el noble celo del gobierno de Nueva Granada por el próspero porvenir y conservación de los sagrados derechos de las Repúblicas americanas, reconociendo la sabiduría y acierto con que detallaba los puntos vitales que debería conducir al eficaz logro de los grandes bienes que formaban las elevadas y justas pretensiones de los estados americanos al constituirse independientes.
Le expresó que, como los ataques por una inaudita intervención europea contra la Confederación Argentina, y en ellos contra toda la América, exigen imperiosamente del Gobierno repelerlos por todos los medios, a cuya obra está dedicado, tiene obstáculos invencibles para tomar detenidamente en consideración este importante asunto, y se ve en la necesidad de diferirlo para otra época oportuna.
El gobierno ecuatoriano ha participado al de la Confederación los avisos que había recibido referentes a la agresora expedición preparada por los traidores Flores y Santa Cruz, y la actitud marcial en que se había colocado aquella república para rechazar tan execrable agresión.
El Gobierno ha correspondido debidamente sus fraternales avisos.
Le ha comunicado su ardiente decisión americana para coadyuvar, como es del deber común, a la actitud bélica de las demás repúblicas. Y le ha trasmitido las noticias relativas que ha tenido.
El mismo gobierno expresó al de esta República, que el Jefe Supremo de aquélla le había anunciado su elevación al mando de ella; que la falta de contestación de este Gobierno le inducía a creer no hubiese sido recibida la carta autógrafa; y que el del Ecuador, hacia constantes votos para la prosperidad de la República Argentina.
El Gobierno tuvo la satisfacción de contestarle expresivamente.
Le manifestó su sentimiento por el extravío de la carta autógrafa del esclarecido Presidente de la República del Ecuador, y que le habría sido altamente satisfactorio contestarla con el sincero interés y fina amistad de que se halla animado hacia todos los gobiernos americanos, y acreditarle su fina benevolencia y sus constantes votos por la gloria y ventura de la República ecuatoriana.
El Gobierno de Bolivia participó al de esta República su pronunciamiento contra la intervención anglofrancesa.
Le manifestó también la línea de política que declaró seguirla, y sus medidas acertadas con los de Chile y el Perú, para resistir firmemente la invasión preparada en España contra la libertad e independencia de las repúblicas americanas por Flores y Santa Cruz.
El Gobierno le contestó en perfecto acuerdo con lo que había expresado a los demás gobiernos de las repúblicas hermanas. Le dio a conocer su decidida resolución de coadyuvar, como es de su deber, a los heroicos esfuerzos de la América para repeler aquella nefanda empresa. Y le ha comunicado las noticias que ha tenido referentes a este importante asunto.
El Gobierno ha recibido recientemente una réplica, fecha 28 de Agosto último, del de Bolivia a la repulsa que le hizo el de la Confederación de los supuestos cargos que infundadamente formuló aquél, contestando la reclamación argentina de que os instruí, en demanda de reparaciones y satisfacción, conforme al derecho de gentes, por la ofensiva impunidad con que los emigrados salvajes unitarios en aquella República conspiraban contra la Confederación, armábanse y eran auxiliados para invadirla.
El Gobierno, aun esta vez más, ha visto ilusoria su esperanza en la rectitud y amistad del de Bolivia, Persistiendo éste en no adherir al buen derecho de la reclamación, y la notoriedad de los hechos en que ella se funda, desconoce equivocadamente la justicia de esta República, con la reiteración de gratuitos cargos, impotentes ante la lealtad y benevolencia constantemente acreditadas por este Gobierno al de Bolivia.
El de la Confederación le ha contestado con datos irrefragables, sosteniendo su justo reclamo en la discusión a que tan sin motivo nuevamente lo obliga el Gabinete boliviano. Y ha procurado conducirla a un éxito que anhela sea satisfactorio a las fraternales relaciones entre ambos países y recíprocamente honroso.
El Gobierno fue informado por el de la provincia de Salta, que tres jóvenes bolivianos habían bajado en dos pequeñas canoas desde los ríos Itan y Tarija, hasta la confluencia del Bermejo y del Zenta. Presentándose como viajeros naturalistas recabaron permiso de la Tenencia de Gobierno de Orán para continuar su cacería en esas inmediaciones, y luego emprendieron una fuga precipitada al territorio de Tarija. Según las indagaciones practicadas, se supo que habían recibido recursos pecuniarios de la caja de Tarija para tal reconocimiento.
Simultáneamente con las órdenes convenientes dadas al Gobierno de la provincia de Salta, dirigió el de la Confederación el debido reclamo al de Bolivia, significándole su confianza de que dictaría medidas eficaces para que no se reprodujesen iguales sucesos, por las desagradables complicaciones que pudieran presentar en perjuicio de la buena armonía existente entre ambos países y que este Gobierno sinceramente desea conservar sin alteración.
El Gobierno de Bolivia informó que los tres jóvenes exploradores, empleados de la mesa topográfica de aquella República, habían tenido orden de ir a Tarija para levantar el plano de ese departamento y preparar los datos que a su juicio convendría tenerse presentes, cuando los dos gobiernos de común acuerdo pudiesen contraer su atención a demarcar las respectivas fronteras de las dos repúblicas. Agregó que para su mejor desempeño, habían emprendido la navegación de los ríos Itan y Tarija, afluentes del Bermejo; y librados al curso de las aguas, en canoas pequeñas e imperfectas y con crecientes sobrevenidas, se propasaron hasta internarse en territorio argentino.
Aunque bajo tales circunstancias creyó aquel gobierno demostrar que el hecho en sí mismo envolvía tendencias a menoscabar la inviolabilidad del territorio argentino, el de la Confederación le explicó su disconformidad por la conducta de aquellos oficiales, de cuyo estricto deber era instruir a su Gobierno de las dificultades porque decían se vieron contrariados, para que, con conocimiento de ellas, las autoridades de los pueblos argentinos hubiesen formado juicio exacto de la realidad del hecho, sin presentar las responsabilidades que en vano quisieron excusar los exploradores con incorrectos informes.
El Gobierno fue informado por el de la provincia de Entre Ríos del viaje por ella, de regreso para la República de Bolivia y con procedencia de Montevideo, de un oficial boliviano, que en calidad de correo de gabinete se había presentado en el pueblo de Gualeguaychú; y de la medida que adoptó de detenerlo hasta la resolución de este Gobierno.
Dio en el acto el Gobierno Argentino, las órdenes correspondientes a los de las provincias de Entre Ríos y de Santa Fe y se dirigió al de Bolivia, haciéndole las observaciones emergentes de semejante viaje, por un camino desusado, cuyo desagradable incidente, si podía envolver uno los rasgos de injusta y violenta animadversión del general Guilarte, no era de naturaleza tal que le hiciese perder la confianza de que el gobierno de Bolivia, apreciaría esa demostración del modo que tenía derecho a esperarlo el de esta República; y también sabría corresponderle, reprobando explícitamente la conducta del general Guilarte, si por sus órdenes el oficial boliviano había emprendido de esa manera su viaje.
Hasta donde le fue posible, el Gobierno de Bolivia quiso excusar las inconveniencias de tal viaje y ofreció que, si los motivos para él, a que aludía el de la Confederación, sobre inseguridad de las comunicaciones, o de sugestión del general Guilarte contra la política e intereses del Gobierno Argentino, resultasen haber tenido parte en la determinación del viaje, le haría justicia, reprimiendo cualquier malevolencia de sus agentes.
El Gobierno apreció estas seguridades. Y en el empeño con que siempre ha procurado evitar todo motivo de alteración en perjuicio de la cordial amistad entre los dos países, le expresó sus deseos de que el oficial, antes de emprender su viaje por aquella vía, hubiese puesto a la consideración del Gobierno los motivos que a ello lo impulsaban.
Siente el Gobierno participaras el muy lamentable fallecimiento del ex Encargado de Negocios de aquella República cerca de la Confederación, ocurrido en esta ciudad. Terminó desgraciadamente su existencia por el reprobado medio del suicidio.
El Gobierno lo participó al de la República de Bolivia. Le expresó haber dispuesto pasen las investigaciones practicadas con muy recomendable diligencia por la policía, sobre aquel infausto suceso, a la autoridad competente, ante quien aun pendían para su ulterior esclarecimiento y resolución de la causa, debiendo dar cuenta al Gobierno. Se constituyó en el deber de participarle cualquier resultado que ella tuviese; y le anticipó la seguridad de que si la desgraciada muerte del ex Encargado de Negocios resultase ocasionada por algún asesinato, sobre lo que no aparecía el más leve indicio, el criminal o criminales recibirían la pena condigna a tan atroz atentado.
El gobierno boliviano contestó apreciando este solícito interés y reconociendo la existencia de indicios del desgraciado suicidio.
Posteriormente el juez de la causa la ha elevado al Gobierno con el fallo correspondiente. De él resulta que el ex Encargado de Negocios de Bolivia, Coronel D. Manuel Rodríguez, se suicidó.
El Gobierno, consecuente con lo que tiene ofrecido al de aquella República, le instruirá de este esclarecimiento definitivo a que ha llegado el proceso judicial.
El sensible estado de agitación de Bolivia y los amagos de una guerra con el Perú, hicieron importuno el envío del Ministro Argentino nombrado cerca del gobierno boliviano. El de esta República dispuso el cese en su misión y su regreso.
Han emigrado a las provincias de Salta y Jujuy algunos bolivianos.
Aquel gobierno ha solicitado del de la Confederación adopte medidas precaucionales con los refugiados, en el interés de paz y amistosas reclamaciones entre ambos países. Por lo premioso de las circunstancias y a causa de la larga distancia, ha hecho igual solicitud a los de las provincias de Jujuy y Salta, interponiendo los respetos de este Gobierno, para que anticipasen por su parte la ejecución de las medidas solicitadas.
Simultáneamente ha recibido el Gobierno correspondencia de los de Salta y Jujuy, dándole cuenta de la del de Bolivia y de las medidas de estricta neutralidad que habían adoptado.
El Gobierno, sin demora, ha prestado la debida consideración a éste asunto. Ha aprobado, por la urgencia y especialidad del caso, la correspondencia de los de Salta y Jujuy, ajustada a la más estricta neutralidad de la Confederación en los negocios interiores de Bolivia. Les ha prevenido deben marchar siempre del mismo modo en perfecto acuerdo con los principios de escrupulosa neutralidad que el gobierno encargado de las Relaciones Exteriores sostiene, en orden a los disturbios y asuntos domésticos de los estados amigos. Les ha ordenado igualmente adopten las correspondientes medidas de policía para que desarmados los emigrados por dichos gobiernos de Salta y Jujuy, se conserven en actitud inofensiva, los hagan retirar a todos a cincuenta leguas de distancia de la frontera de Bolivia, les recojan todas las armas, municiones y demás útiles de guerra que hubiesen llevado, entregándolas bajo inventario a las competentes autoridades bolivianas; y que del mismo modo procedan respecto de cualquier caudal público que hubiesen conducido al territorio de dichas provincias. Ha instruido al Gobierno el de la provincia de Jujuy de una grave violación del territorio argentino ejecutadas por fuerzas pertenecientes al ejército de Bolivia al mando de dos oficiales, que penetraron violentamente hasta la Quiaca en dicha provincia y desarmaron varios emigrados que se habían asilado en ella.
Ha reclamado el Gobierno de la Confederación, al de Bolivia, el justo castigo de los perpetradores de este atentado y la adopción de medidas eficaces que impidan en lo futuro semejantes escandalosas violaciones.
Bolivia y sus ilustradas cámaras ardientemente sostienen su honroso pronunciamiento por la justicia de las Repúblicas del Plata contra la intervención europea. Su intensa fraternal decisión corresponde a los principios americanos que tienen acreditados. Le corresponde dignamente el alto aprecio que les acuerdan los orientales, los argentinos y sus gobiernos.
La República Oriental, aliada fiel de la Confederación, persevera en su heroica defensa y brilla ante el Universo por sus espléndidos triunfos e inmortal denuedo.
La Asamblea Legislativa legal gloriosamente prosigue, tranquila y firme, sus importantes honrosas sesiones.
El ilustre Presidente del Estado Oriental, Brigadier D. Manuel Oribe, con valor y sabia política, sostiene elevadamente el honor e independencia de la nación. Manda en todo el territorio por el voto de su patria. Las repúblicas del Plata y la América ardientemente lo aplauden. Los gobiernos de Chile y del Ecuador han significado las simpatías que le profesan.
Los de la Gran Bretaña y de Francia, han recibido del Presidente del Estado Oriental, un nuevo testimonio de sus nobles sinceros deseos por una paz honorable.
El Gobierno trasmitió al del Estado Oriental las noticias que ha tenido relativas a la expedición de los cabecillas Flores y Santa Cruz. Le anunció el argentino su disposición a resistir, como corresponde, tal ataque contra los derechos y seguridad de la América. Contestó de la manera más digna y expresivamente americana, manifestando su resolución de cooperar ardientemente a la defensa común.
La República Oriental, sus esclarecidas Cámaras y gobierno legal, luchando heroicamente por su independencia y dignidad, merecen el honor elevado de las más expresivas congratulaciones que les acuerda el mundo libre.
INTERIOR
Los gobiernos y la provincia de la Confederación heroicamente cooperan, en armas y por el más decidido pronunciamiento, a la defensa nacional contra la intervención europea, y sus envilecidos colaboradores los salvajes unitarios. Simpatizan cordialmente con los principios y conducta del Encargado de las Relaciones Exteriores. Con enérgica decisión acreditan su amor a la patria y a la independencia nacional. Claman incesantemente porque el Gobierno les señale el lugar donde deban combatir contra los enemigos de la Confederación. Fieles al pacto federativo, le han ofrecido sus hijos, sus recursos y su fama, para preservar incólumes los sagrados derechos de la República, y con ellos los de la América. Ante tan fuerte poder y eficaz cooperación, se quebrantarán para siempre todos los ataques que se dirijan contra la soberanía y dignidad de la tierra.
Agobiados con el enorme peso de su envilecimiento, y con la execración uniforme de los pueblos, abatidos ante el anatema de la América y de la Europa, los salvajes unitarios yacen, por su traición nefanda, reducidos a muy menguado número, y a nulidad absoluta. La intervención europea, último refugio de que se han amparado, sírvese de ellos para sus reprobados designios, y menosprecia su abyecta degradación.
El gobernador de la provincia de Mendoza renunció el mando de ella. La influencia fatal que los salvajes unitarios habían logrado ejercer en los consejos de su gobierno, y su marcha administrativa en desacuerdo con el voto de la Confederación y de sus conciudadanos federales, impidiéronlo a dar aquel paso.
Incompetentemente solicitó de Su Santidad la institución de un Obispado, faltando a las condiciones fundamentales del pacto federal de la República, arrogándose facultades nacionales de que enteramente carecía. El Gobierno reprobó semejante grave infracción, y ha hecho sobre este asunto las debidas convenientes manifestaciones a Su Santidad, el Venerable Pontífice Pío IX.
Fue elegido para subrogar al gobernador de Mendoza un virtuoso ciudadano federal. Anunció su nombramiento e Instalación en el mando supremo. El Gobierno, complacido por tan digna elección, lo felicitó.
La provincia de Mendoza, con, tal feliz acontecimiento, continúa satisfactoriamente su marcha de orden y de progreso, a la par de las demás de la Confederación.
Los gobernadores de las provincias de Córdoba, San Juan, la Rioja y Tucumán, participaron su reelección. El Gobierno altamente complacido, los ha congratulado.
El Gobierno ha seguido con los de las provincias de Córdoba, Mendoza, San Luis y trasmitido al de Santa Fe, correspondencia relativa a los indios Ranqueles y su pacificación. Les comunicó sus vistas e instrucciones, que han sido apreciadas por aquellos gobiernos; y es de esperar tengan un éxito satisfactorio.
En mi anterior mensaje os dí cuenta, en el Departamento de Guerra, haber el esclarecido General Pacheco combinado hábilmente y obtenido por una valiente división del denodado ejército de su mando, sobre los indios ladrones, en sus propias guaridas en las escabrosas soledades del desierto, un triunfo glorioso, que había asegurado dilatados fértiles campos, y gran porción de la riqueza de la provincia. Después de esto ninguna invasión ni robos han cometido en esta provincia los indios ladrones del desierto. Los caciques luego solicitaron de este Gobierno la paz. Les ofreció admitirla bajo condiciones convenientes y decorosas que les fueron trasmitidas por el juez de paz del Azul, y aceptadas por ellos con demostraciones tendientes a su realización.
Posteriormente participaron al Gobierno los de Córdoba y San Luis, con observaciones, una incursión depredadora cometida por los indios en las provincias de su mando.
Ya respecto a los asuntos de la paz, ya en cuanto a los ansas de incursión, les contestó respectivamente por una serie de consideraciones que en muy sucinto resumen paso a exponeros.
El Gobernador de Córdoba procedería recta y convenientemente en perseguir los indios hasta sus tolderías, después del robo que habían hecho en la provincia de su mando. Con igual justicia y conveniencia obrarían de ese modo los gobernadores de San Luis, Santa Fe, Mendoza y Buenos Aires, si lo deseaban, y les era posible.
Esa represalia era justa desde que los indios habían roto la negociación pacífica, y la esencial condición de la paz, en arreglo con este gobierno, de que no debían robar en ninguna de las fronteras de aquellas provincias, ni por las de la república chilena.
Los indios enemigos que han quedado en el desierto, después de la expedición en 1833 y 34, son tan pocos como insignificantes, en proporción a los recursos de las provincias fronterizas. Habiendo uniformidad de acción, y siendo uno solo el gobierno que se entienda con ellos, toda vez que solicitasen la paz de alguna de las provincias, o cualquiera otra cosa, el resultado será que en pocos años esos diminutos restos de indios ladrones, o entrarían en sosiego, o desaparecerían, o quedarían muy retirados sus pequeños restos.
Llevado esto a efecto, lo que ahora parece un mal debe considerarse, por el contrario, un positivo bien preliminar de los mejores resultados, porque los indios, después de su último latrocinio, verán que hay una sola voz de uniformidad en todos los gobiernos de las provincias fronterizas, lo que les infundirá respeto y temor en provecho de su pacificación.
Considerada la posición de la benemérita provincia de San Luis, la acendrada estima con que mira este gobierno al digno Gobernador de aquélla, a sus federales habitantes y la protección al comercio en su tránsito, lo ha facultado para aumentar la fuerza auxiliares de los Andes, y lo ha auxiliado con algún armamento, municiones y vestuarios.
Al instruir al Gobernador de Córdoba de las convenientes trasmisiones que debía hacer a los indios, este gobierno le expresó el error perjudicial se retuviesen indios enemigos, que se imponían de todo, recibían impresiones inconvenientes de los salvajes unitarios, y las trasmitían a los caciques. A este respecto, sobre todo, debía resguardarse de los jesuitas, y no era acertado se mandasen cristianos enviados a las tolderías de los indios enemigos.
Le significó que cuando creía el Gobernador de Córdoba que el asunto de negociación pacífica pendiente había terminado para ambas provincias, por un acto de felonía tan común en los indios enemigos, no sólo juzgaba exactamente, sino que seguía en libertad de llevar el escarmiento de muerte con sus tropas a los indios ladrones, si así lo estimaba conveniente y necesario, hasta sus mismas tolderías, y aun mucho más allá en todas sus guaridas del desierto.
Expresó también este gobierno a los de Córdoba y San Luis, que en vista del robo que habían hecho los indios por las fronteras de aquellas provincias, necesitaba le comunicasen ambos gobiernos noticia detallada de los puntos por donde hubiesen hecho la incursión, el número de indios, nombres de los caciques invasores, muertos que hubieran hecho, nombres, sexos y edades de los cautivos que hubieran llevado y cantidad clasificada de las haciendas que hubiesen robado.
Les manifestó estaba próxima a despachar del cuartel general al cacique Guichar con los indios que tiene detenidos con él desde 1839, según lo había ofrecido por conducto del Juez de Paz del Azul, a los caciques enemigos que han estado solicitando la paz. Mas que en vista de lo sucedido suspendía ese procedimiento, y si venían o hubiesen ido al Fuerte Azul algunos indios de los negociantes de paz, dispondría se les hiciera entender su serio desagrado, por su perfidia comprobada con la incursión que habían hecho en las fronteras de Córdoba y San Luis; por todo lo que queda sin efecto la negociación pacífica, no les manda al cacique Guichar, y dispone regresen con esta contestación a sus caciques.
Que si quieren siga la negociación pacífica, deben devolver a los gobiernos de Córdoba y San Luis todas las cautivas que han llevado, las haciendas que han robado, pidiéndoles perdón de sus delito; y mandarles indios que permanezcan en rehenes, por los que aseguren no robar más, y estar arrepentidos. Que el gobernador de Buenos Aires no puede seguir la negociación de paz, ni perdonarlos, mientras los de Córdoba y San Luis no le comuniquen haberlos indultado.
Manifestoles también este gobierno a los de Córdoba y San Luis no considera propio decir que los indios enemigos depredadores son inducidos a sus incursiones por los salvajes unitarios. Si roban, es porque acostumbrados a tener donde hacerlo, no cuidan lo que llevan, y así quedándose luego sin mantención, tienen que volver a robar en las fronteras para mantenerse. Agregó creer sí, como siempre ha creído, y había de creer, que donde haya en las poblaciones salvajes unitarios, y sobre todo jesuitas, no conviene allí recibir ni hacer permanecer indios enemigos procedentes de sus tolderías.
Según las posteriores comunicaciones del gobernador de Córdoba, el robo enunciado, que solamente han podido conseguir los indios ladrones en la frontera de Córdoba, fue de cuatrocientos noventa y seis caballos, cuatrocientas treinta y siete yeguas y trescientas cuarenta y cinco cabezas de ganado vacuno, llevando siete cristianos cautivos.
De la correspondencia del gobierno de Mendoza, seguida desde 1845 resulta, que varios caciques asesinaron al de igual clase Guimané, amigo de esta República, teniendo parte en el asesinato los caciques Ayllal, Porán y Cristiano.
Este último arengó a una partida de cristianos que tiene Baigorria, para que los abandonase, y les prometió emplear su influencia a fin de que se les facilitara en Chile un número de indios para invadir el territorio argentino, reunidos con ellos.
Aparece que el capitán Zuñiga, a la cabeza de indios amigos de Chile, fomenta incursiones a la Confederación. Que algunos súbditos chilenos, al regreso de los indios, con el pillaje hecho en esa República, les compran ganado, a pesar de ser conocida su procedencia: y que un capitán Salvo, al servicio de Chile, mandó una carga de municiones de guerra a Baigorria.
El gobierno entre tanto recibe otros conocimientos del de la provincia de Mendoza, se ha dirigido al de Chile manifestándole la grata esperanza que abriga de que dictará sus órdenes a fin de contener a los individuos que aparecen culpables.
El gobierno llamará muy especialmente la atención del de la provincia de Córdoba sobre los jesuitas, sus hechos sediciosos en esta República y sus funestos antecedentes conexos con los feroces planes de los salvajes unitarios. Conocidos son al país y al gobierno los libelos difamatorios publicados contra la Confederación y sus gobiernos, por los jesuitas. No deben éstos esperar impunidad en sus recientes manejos subterráneos de que algunos de ellos ciegamente son ejecutores.
En mi anterior mensaje os dí cuenta del estado de los arreglos pacíficos con el titulado gobernador de Corrientes, a que éste manifestó hallarse dispuesto; de los insuperables inconvenientes que tenían los tratados que remitió el general en jefe del ejército de operaciones contra los salvajes unitarios, para la aprobación del gobierno; y de las órdenes que le dirigió con la conveniente explicación e instrucciones, para proseguir la negociación pacífica sobre bases justas y honorables.
Los diligentes generosos esfuerzos del benemérito general en jefe para traer al salvaje unitario Madariaga a un arreglo conveniente y digno, fueron infructuosos. Las pretensiones inauditas que presentó y las multiplicadas hostilidades que no cesaba de cometer contra la República, aun en medio de hallarse pendiente la negociación pacífica, demostraron la distancia en que se hallaba de abrigar miras honorables de paz.
El Gobierno, no obstante la notoriedad de estas disposiciones inamistosas del titulado Gobernador de Corrientes hacia la Confederación, dio aún una nueva prueba más de sus sentimientos pacíficos y conciliatorios, y de sus ardientes votos por terminar la rebelión de los salvajes unitarios en Corrientes, sin desdoro ni pérdida de sangre.
Pretendió aquél hacer injustas inadmisibles modificaciones, en algunos de los artículos del proyecto de tratado. Aunque el Gobierno comprendió fácilmente los reprobados designios que se proponía Madariaga de entretener la negociación, le presentó en el mismo espíritu conciliador de que era animado este Gobierno, sus vistas en completo desacuerdo con las modificaciones, ofreciéndole toda la cooperación de la República para la estabilidad de la paz y orden interior de la provincia de Corrientes. El general en jefe segundó dignamente esta política del Gobierno General. Puso a disposición de Madariaga la fiel valiente división federal correntina, que se hallaba incorporada al ejército.
Bien distante de retribuir el salvaje unitario Madariaga estos actos de fraternal sincera amistad, acumuló nuevos avances, evidentemente significativos de su notoria oposición a un arreglo pacífico y honorable y de su pública mala fe.
Así animado de ella se dirigió a este Gobierno, quien aun por otra vez le acreditó la sinceridad de sus pacíficos sentimientos.
Hizo un sacrificio más el Gobierno por los apetecibles bienes de la paz. Disintiendo de las modificaciones, le explicó amistosamente las fuertes inconveniencias que ellas ofrecían. Le instruyó, sin reserva, de las órdenes que daba al general en jefe, a que era ya impelido por sus imperiosos deberes y por el decoro de la República. Y le anunció que si ni abandonaba sus infundadas pretensiones, pesaría sobre él la enorme responsabilidad de las calamidades que sobreviniesen, por persistir en exigencias inadmisibles, y rehusar concertarse con la Confederación para adoptar una marcha dignamente federativa, nacional y americana, única de común utilidad y de honor para todos.
Aun esta elocuente demostración de los elevados conciliatorios sentimientos del Gobierno, fue indignamente correspondida. Prefirió el salvaje unitario Madariaga, a un arreglo honroso y amigable, los horrores de la guerra. Aceptó la inmensa responsabilidad de renovar ésta. Y el general en jefe del ejército de operaciones contra los salvajes unitarios, en cumplimiento de las órdenes del Gobierno encargado de las Relaciones Exteriores, abrió la campaña contra aquélla.
El bien merecido crédito del valiente general en jefe, la heroica decisión con que la benemérita provincia de Entre Ríos, presidida por su ilustre gobernador, se armó rápidamente en masa para destruir los últimos restos de los salvajes unitarios en Corrientes, el valor y disciplina del victorioso ejército que tan dignamente comanda y la opinión de la mayoría de los correntinos, fuertemente pronunciada contra el tiránico poder que los oprimía, fortificaron la fundada confianza de ver en breve reincorporada aquella provincia a las demás de la Confederación y gozando de los inapreciables bienes de la paz interior.
Esta confianza ha sido espléndidamente realizada. El ilustre general, en jefe del ejército de operaciones contra los salvajes unitarios, Brigadier D. Justo José de Urquiza, con el heroico virtuoso ejército de su mando, venciendo obstáculos inmensos, penetró hasta las trincheras en que se guarecían los salvajes unitarios y en una importante inmortal batalla, que ha colmado de gloria y honor a los valientes del ejército de operaciones y a su hábil denodado general en jefe, concluyó para siempre los últimos restos de los salvajes unitario, que aun manchaban el suelo libre de la República.
Esta célebre victoria ha vuelto la provincia de Corrientes, libre y triunfante, a la Nación Argentina. Presidida por un gobierno federal, en unión con sus demás hermanas, después de la época de desolación y sangre que ha sufrido bajo el terrorismo de los salvajes unitarios, envilecidos esclavos de la intervención europea, marcha gloriosa a la prosperidad y ventura en el seno de la Confederación.
El gobierno tuvo la grata complacencia de prescribir elevadas demostraciones en celebridad de tan esclarecida victoria, con que la Divina Providencia se ha dignado favorecer a la República. Se han practicado en medio del más ardiente entusiasmo y regocijo público.
El gobierno de la Provincia del Paraguay aun abriga el insensato designio de segregarla de la Confederación. Ha continuado actos hostiles a la República; y ha celebrado tratados bélicos contra ésta con los rebeldes salvajes unitarios en Corrientes, hasta poco tiempo antes de la completa derrota de éstos. A tales actos opone el Gobierno la constante moderación con que siempre ha caracterizado su marcha hacia aquella provincia. No cesa de acreditarle fino sentimientos de fraternal amistad. Dispuesto a cooperar, bajo las prescripciones del pacto federativo, al engrandecimiento y progreso de sus habitantes, sólo anhela conservar ilesos los derechos soberanos e integridad de la República. Mantiene las seguridades que siempre ha dado y sostenido lealmente, de que las armas de la Confederación no invadirán la provincia del Paraguay; y siente que, siendo este hecho tan público, su gobierno innecesariamente tenga armados a los paraguayos con un pretexto notoriamente destituido de exactitud y fundamento.
He ahí, Honorables Representantes, el estado de las relaciones exteriores y las provincias de la Confederación. La República, reposando en su justicia y valor, sostenida por la visible protección del Omnipotente, con gloria inmortal ante las naciones todas del mundo, resiste heroica a la sinrazón y la fuerza, preparando dignamente por su moderación e invencible firmeza, una paz sólida honorable.
GOBIERNO
La provincia de Buenos Aires coopera con honor y denuedo a la defensa de la dignidad e independencia nacional. Acredita al Gobierno elevados testimonios de su heroísmo patriótico. Sus ciudadanos sostienen con ardiente entusiasmo, en la ciudad y campaña, su glorioso armamento. Esta conducta de la provincia es honorífica, altamente digna de sus antecedentes, de su virtud y de su valor.
La suma del poder público que me confiasteis, se ha empleado en actos de clemencia, y en sostener los derechos y garantías de todas las personas y propiedades, sin excepción alguna, contra violencias individuales, o abusos de autoridad.
El Gobierno sostiene con celo piadoso el esplendor del culto público tributado a la Majestad Divina. Nuestro Ilustrísimo Obispo, el Venerable Cabildo Eclesiástico, el clero secular y regular, con anuencia y cooperación del gobierno, han acreditado por solemnes demostraciones religiosas sus sentimientos de duelo por el lamentable fallecimiento del Sumo Pontífice Gregorio XVI; y los de júbilo y acción de acción al Ser Supremo por la muy feliz exaltación de Su Santidad Pío IX al solio pontificio.
El Gobierno tuvo la satisfacción de manifestaros en su anterior mensaje cuanto se resienten del abuso de los días festivos entre semana el orden público, el sosiego de las familias y los males que sufren por esa causa, la moral, el Estado, el comercio y la industria. Os instruyó asimismo haberse dirigido a nuestro Ilustrísimo Obispo Diocesano, manifestándole estos males que de cerca toca, y que así se descargó del deber que le imponen su responsabilidad y su conciencia. Aun no ha tenido ulterioridad este asunto.
Vuestra Honorabilidad, el Gobierno y el país, han acordado dignamente merecidos honores a la ilustre memoria del esclarecido argentino doctor D. Tomás Manuel de Anchorena, que dejó de existir en medio del duelo universal de la Confederación.
El público auxilia generosamente las instituciones de beneficencia y caridad. Si les faltase algunas veces; este voluntario auxilio, el Gobierno suministrará lo necesario.
La instrucción pública adelanta y se perfecciona. La comisión inspectora de la enseñanza llena sus deberes.
El museo se ha enriquecido con algunas preciosas adquisiciones dedicadas por generosos donantes.
Se colocó solemnemente la piedra fundamental de la obra en la ribera, y se ha continuado con honroso empeño. Proseguirá según lo permitan los recursos, de conformidad al espíritu de vuestra honorable resolución que la ordenó.
El Gobierno, atento al monopolio que se advierte en los abarcadores de trigos, harina y panaderos, ha dado al oficial primero en comisión, encargado del Departamento de Policía, las órdenes convenientes para impedirlo, que empezarán a tener efecto a principio de 1848.
Los empleados de todos los departamentos de la administración desempeñan celosa y fielmente sus deberes: Merecen vuestro acendrado aprecio, el del Gobierno y de sus conciudadanos.
Mirad ahora, Honorables Representantes, la virtud y heroica gloria del ejército.
GUERRA
El conspicuo General D. José de San Martín, continúa acreditando patrióticamente sus simpatías, como dedicó sus espléndidas glorias a la causa de la independencia de la República Argentina y de la América. El Gobierno distinguidamente aprecia la noble conducta de aquel invicto americano. Se complace en ver el entusiasmo con que tan merecidamente se pronuncia su ilustre nombre y el afectuoso respeto que se le consagra en toda la Confederación y en la América.
Los rebajados, los individuos de la milicia activa y pasiva, todos los ciudadanos, con heroico patriotismo y acendrada subordinación defienden el honor e independencia de la República.
El Gobierno arregló definitivamente los ejercicios militares de una manera adecuada a los satisfactorios resultados que se han obtenido.
Los hacendados y labradores prestan con la más recomendable generosidad y desinterés patriótico, estimables auxilios y donaciones importantes.
Brilla la lealtad y heroísmo de los ejércitos de línea y milicia. Han conseguido victorias inmortales que ensalzan el valor americano.
El ejército de operaciones de la provincia en campaña, fuera de ella, denodado y fiel, se ha coronado de inmarcesible gloria. El de la guarnición de esta ciudad, el de los Santos Lugares, el del Norte, el del Sur, el del centro y el de la frontera, penetrados de ardor marcial, perseverantes y heroicos, anhelan por combatir contra los enemigos de la Confederación. Esperan con profundo respeto las órdenes de Vuestra Honorabilidad.
El Comandante del Fuerte Azul avisó haber llegado allí varios indios ranqueles enviados por sus caciques a solicitar la paz y el perdón del Gobierno. Aseguraban su buena fe, prometían observar en adelante tina conducta pacífica y enviaron como garantía algunos de sus hijos y hermanos.
Se le ordenó les diese a saber las siguientes proposiciones, compendiadas.
El Gobierno aceptaba la paz que proponían. Era necesario, para que fuese buena y ventajosa a ellos, a los cristianos de esta provincia, a los demás de la Confederación y a la república hermana de Chile, se celebrase con la mejor buena fe.
Si los caciques que robaban por las fronteras de las provincias de Córdoba, Santa Fe, San Luis, Mendoza y Buenos Aires procedían lealmente, lo había de conocer el Gobierno desde que dejasen de depredar en las fronteras argentinas y en las de la República de Chile.
En ese caso haría el Gobierno lo posible para irles gradualmente arreglando la paz de un modo benéfico para todos.
Esto solamente lo verificaría cuando se lo permitiesen sus preferentes atenciones de que no podría apartarse en mucho tiempo.
Al mandar sus enviados, no debían solicitar pronto despacho. Lo haría el Gobierno cuando le fuese posible.
A Baigorria lo perdonaba. Sería ocupado al objeto de la paz.
El Gobierno había de socorrer a los indios, si se celebrara ésta en la forma enunciada, con animales para su manutención.
Desde que suplicaban la paz, confiando en el Gobierno, iba a corresponderles remitiéndoles al cacique Guichar y demás indios que tenía detenidos desde 1839, ya a causa de sus robos, ya en fuerza de las atenciones preferentes del Gobernador de la provincia.
Los cristianos que estaban entre los indios enemigos quedarían todos perdonados cuando se ajustase la paz. Podían venir y mandarlos los caciques, seguros de que el Gobierno les daría libertad para que trabajasen, como lo había hecho en años anteriores con otros cristianos de esta misma condición.
Si se efectuaba la paz, debían entregar los cautivos cristianos.
El Comandante dio cuenta haber recibido los indios las proposiciones con placer y regresado a dar cuenta a sus caciques.
Posteriormente avisó al Comandante haber remitido el cacique Pichun cinco cautivos cristianos, diciendo estar todos los caciques muy conformes con todo cuanto el Gobierno les había trasmitido sobre el arreglo de la paz solicitada por ellos y que en prueba de esto, mandaban los cinco cautivos mientras eran reunidos los que debían remitir. En seguida comunicó el envío de cuatro cautivos más por el cacique Galván con la misma expresión.
En este estado de la negociación pacífica, sobrevinieron los robos cometidos por los indios enemigos en las fronteras de Córdoba y de San Luis. El Gobierno adoptó las medidas de que os ha instruido, al daros cuenta, en la parte "Interior", de la correspondencia oficial cambiada con los gobiernos de aquellas provincias. La perfidia de los indios, originada de sus inclinaciones vandálicas, de su miseria, hambre y situación precaria desesperada, rompió una de las esenciales condiciones que con previsión y conveniencia general les impuso el Gobierno y lo ha dejado expedito para proseguir los actos de escarmiento contra los indios del desierto, ladrones en las fronteras.
Sobre las de esta provincia no se han atrevido a repetir sus incursiones.
Los indios amigos se recomiendan por su lealtad. Sus numerosas tribus enristran las lanzas y están prontas para defender su tierra argentina.
El ilustre presidente del Estado Oriental, Brigadier D. Manuel Oribe, comandando un ejército argentino auxiliar, defiende con heroico denuedo y espléndida gloria la santa causa de las dos repúblicas del Plata y de la América. Enalteciendo sus honorables antecedentes e ínclito renombre, ha dirigido victorias memorables en el Estado Oriental, obtenidas denodadamente sobre los salvajes unitarios y extranjeros.
El ilustre Gobernador de Entre Ríos, Brigadier D. Justo José de Urquiza, realzando su esclarecida fama sostiene con inmensa gloria el honor nacional. Al frente del virtuoso denodado ejército de su mando, emprendió intrépidamente la expedición libertadora de Corrientes y su espléndida inmortal victoria presenta nuevos gloriosos trofeos a la causa americana.
Regocijaos, Honorables Representantes, con el Gobierno, con los de la Confederación y con los argentinos, porque la gloria de los ejércitos de la República, defensores de la Nación, es pura, elevarla y digna del renombre americano. Los generales, jefes, oficiales y tropa, altamente son acreedores a vuestro distinguido reconocimiento y al acendrado aprecio de la República y de sus gobiernos. Con sincera satisfacción los comando, y al presentaros el cuadro de sus hechos gloriosos, tengo a honra recomendaros sus acrisoladas virtudes y el heroísmo on que han inmortalizado el nombre argentino.
Sigo a daros cuenta del lisonjero estado de la hacienda pública.
HACIENDA
Tenéis la gloria de haber proporcionado con vuestras sabias deliberaciones los medios de salvar las dificultades de tina época extraordinaria. Honorífica es la situación que conserva la hacienda pública.
El estado del empréstito de Inglaterra es el mismo que os manifestó el Gobierno el año anterior. Os repite "desear sinceramente como siempre, la oportunidad para el arreglo y acomodamiento sobre este solemne compromiso. Aun subsisten las poderosas causas por las que fue sensible suspender el pago mensual de cinco mil pesos fuertes, en cuenta del empréstito. El Gobierno, siempre constante en su resolución y buena voluntad de llenar puntualmente el compromiso preliminar, no dejará de continuar las entregas mensuales con el restablecimiento de la paz".
Os es conocida la solidez del crédito público y su estado próspero. Sabéis subieron los fondos a la par, así se conservan y que la escasez de ellos en venta ha venido a paralizar la amortización, acumulando un capital creciente inactivo.
El Gobierno no cesará de fijar su atención en el agio. Reglamentó por un decreto vuestra honorable sanción de 6 de Febrero de 1846.
El depósito por un año, concedido a los cargamentos de ultramar, subsiste por el injusto bloqueo.
Aun no ha podido contraerse el Gobierno a la atención, que demanda el estado mensual de los precios corrientes, cuyo servicio rinden los corredores de número.
Los billetes de tesorería han mantenido su crédito. Se ha pagado puntualmente el interés.
"Oportunamente atenderá el Gobierno a la deuda clasificada, que tiene siempre en debida consideración."
Por motivos poderosos de justa defensa nacional, el Gobierno ha prohibido, de acuerdo con su aliado gobierno legal de la República Oriental, el tráfico con el puerto de Montevideo, protegiendo el comercio lícito de las introducciones directas de ultramar.
"Grato es al Gobierno advertir el reconocimiento que manifiestan los empleados de la lista civil y militar y demás ciudadanos ocupados en el servicio del Estado, por la honorífica distinción con que en justo premio son exonerados del pago de la contribución directa, patentes, boletos de marcas y otros impuestos."
La Divina Providencia protege la labranza y pastoreo. La cosecha se ha presentado favorable. Los ganados se multiplican en gran número.
En 1839 y 40, el Gobierno, para la defensa de la Confederación tomó todas las caballadas de la provincia. Así en muchas estancias se alzaron los ganados, con grave perjuicio general y de sus dueños, por la falta de caballos y de peones suficientes para conservarlos en su mansedumbre. El Gobierno tiene en consideración remediar, según le sea posible, este mal, de un modo conveniente al Estado y a los propietarios.
Las cuentas generales de la provincia en 1845, merecieron vuestra soberana aprobación.
Aprobó también Vuestra Honorabilidad, el presupuesto general de gastos para 1847.
Las cuentas rendidas por la Casa de Moneda correspondientes a 1846, han sido examinadas por la contaduría. No ofreciendo ésta reparo, el Gobierno, en lo que a él toca, las ha aprobado y dispuesto su publicación.
Los derechos de entrada y salida marítima y terrestre, puerto, correos, pregonería; grados, alquileres, arrendamientos, intereses, corrales, saladeros y policía, que en el presupuesto para el presente año se calcularon en "seis millones, seiscientos veintiséis mil, quinientos noventa y seis pesos, dos y medio reales", han producido, además de la suma calculada, "ocho millones, ochocientos noventa y un mil, trescientos setenta y un pesos, seis y medio reales".
La contribución directa, que fue calculada en "novecientos sesenta y ocho mil, setecientos treinta y nueve pesos, tres y medio reales", ha producido más "ciento noventa y cinco mil, trescientos cuatro pesos".
Las comisiones reguladoras de los capitales en la ciudad concluyeron y han remitido los registros a la colecturía general, en el término prefijado por la ley.
Los jueces de paz de la campaña, con algunas excepciones, han retardado la remisión de los registros y sumas recaudadas. El Gobierno adoptará las medidas convenientes para impedir en lo sucesivo semejante criminal falta en el cumplimiento de la ley.
Las mismas comisiones, en la ciudad y campaña, "han hecho donaciones generosas del estipendio que les acuerda la ley. El Gobierno les ha agradecido esta demostración patriótica".
El producto del papel sellado, patentes y boletos de registros de marcas, que se propuso en "un millón, cuatrocientos setenta y cuatro mil, doscientos pesos, ha dado de menos "ciento setenta y cinco mil, novecientos noventa y siete pesos, seis reales".
Las entradas extraordinarias que se fijaron en "cien mil pesos", han dado de menos "noventa y un mil, quinientos treinta y siete pesos, siete y medio reales".
Y la venta de cueros calculada en "ciento cuarenta mil pesos", nada ha producido.
Reasumidas las anteriores demostraciones dan por resultado en el cálculo de recursos un aumento de "ocho millones, seiscientos setenta y nueve mil, ciento cuarenta pesos, un real",
El déficit que el año anterior era de "cuarenta y tres millones, doscientos veinticinco mil, ciento cuatro pesos, siete y cuarto reales", ha disminuido en el presente en "once millones, novecientos treinta mil, setecientos cincuenta y ocho pesos, un real".
Con los ingresos realizados y las mensualidades hasta Septiembre inclusive, de la emisión gradual, sancionada por Vuestra Honorabilidad, se han atendido las necesidades del año.
El Gobierno os rinde las cuentas correspondientes al presente año.
Las somete a vuestro soberano examen y deliberación. Sabéis que en la administración del caudal público no me considero investido con la suma del poder.
Os presento el Registro Oficial que contiene, en orden cronológico, vuestras soberanas sanciones, los decretos gubernativos y los estados de la administración del tesoro público.
Los ingresos, gastos y suma presupuesta, presentan los resultados siguientes:
Las entradas ordinarias y extraordinarias, reducido el metálico a moneda corriente, suman cuarenta y cuatro millones, ochocientos setenta y cuatro mil doscientos cuarenta y nueve pesos tres y cuarto reales (44.874.249 3 ¼).
Agréganse seis millones novecientos mil pesos correspondientes a las mensualidades de Octubre, Noviembre y Diciembre, que existen en la Casa de Moneda (6.900.000).
Total de entradas: Cincuenta y un millones, setecientos setenta y cuatro mil doscientos cuarenta y nueve pesos, tres y cuarto reales (51.774.249 3 ¼).
De esta suma se rebaja la existencia en tesorería que pasa a 1848 en metálico, moneda corriente y letras de aduana, importante cinco millones, setecientos noventa y ocho mil quinientos ocho pesos, cinco y tres cuartos reales y los seis millones novecientos mil pesos, que existen en la Casa de Moneda para que resulte lo desembolsado en 1847 con arreglo al presupuesto. Importan las dos partidas, reducido el metálico a moneda corriente, doce millones seiscientos noventa y ocho mil quinientos ocho pesos, cinco y tres cuarto reales (12.698.508 5 ¾).
Resulta haberse desembolsado en 1847, treinta y nueve millones, setenta y cinco mil setecientos cuarenta pesos, cinco y medio reales (39.075.740 5 ½).
Agregase a esta cantidad diecisiete millones quinientos ochenta y siete mil novecientos cuatro pesos siete y medio reales que importa la deuda particular exigible, para demostrar el total de los gastos ordinarios y extraordinarios con arreglo al presupuesto de 1847 (17.587.904 7 ½).
Son cincuenta y seis millones seiscientos sesenta y tres mil seiscientos cuarenta y cinco pesos, cinco reales (56.663.645 5).
El presupuesto de 1847, incluso el de la Honorable Junta de Representantes, suma cincuenta y ocho millones setecientos veinte mil doscientos catorce pesos, uno y medio reales, incluso la deuda particular exigible (58.720.214 1 ½).
Queda demostrado haberse desembolsado en 1847, incluso la deuda, dos millones cincuenta y seis mil quinientos sesenta y ocho pesos cuatro y medio reales menos de la suma que votasteis (2.056.568 4 ¼).
El origen de este menor gasto, lo encontrará V. H. en el vestuario de una parte del ejército de la guarnición de esta ciudad, del de los Santos Lugares, de algún armamento y municiones, que aun no han tenido entrada en el parque.
"La inversión de las rentas continúa garantida por la contabilidad y su publicación. El sistema de hacienda, claro y sencillo, consolida su exactitud y cuenta pública."
Grato es al Gobierno cumplir con la ley del presupuesto. Os presenta y somete a vuestro examen y deliberación el de 1848.
Presupuesto general de sueldos y gastos para el año de 1848, incluso los extraordinarios reducido el metálico a moneda corriente.
Honorable Junta de Representantes: cuarenta y cinco mil trescientos sesenta y seis pesos (45.366).
Gobierno: tres millones doscientos setenta y cuatro mil seiscientos setenta y un pesos, seis reales (3.274.671 6).
Relaciones Exteriores: dos millones quinientos cuarenta y tres mil setecientos cincuenta y dos pesos (2.543.752).
Guerra: veintisiete millones seiscientos sesenta mil quinientos doce pesos, seis reales (27.660.512 6).
Hacienda: incluso la deuda particular exigible, veinticinco millones cuatrocientos treinta y dos mil quinientos noventa y seis pesos tres y medio reales (25.432.596 3 ½).
Importa: cincuenta y ocho millones novecientos cincuenta y seis mil ochocientos noventa y ocho pesos, siete y medio reales (58.956.898 7 ½).
Cálculo de recursos para 1848
Existencia en tesorería en letras y moneda corriente, reducido a ésta el metálico: Cinco millones setecientos noventa y ocho mil quinientos ocho pesos, cinco y tres cuartos reales (5.798.508 5 ¾).
Ídem en la Casa de Moneda, por las mensualidades de Octubre, Noviembre y Diciembre, seis millones novecientos mil pesos (6.900.000).
Suman las existencias: Doce millones, seiscientos noventa y ocho mil, quinientos ocho pesos, cinco y tres cuartos reales (12.698.508 5 ¾).
Colecturía
Por derechos de entrada y salida marítima y terrestre, de puerto, correos, pregonería, grados, alquileres, arrendamientos, intereses, corrales, saladeros y policía, doce millones cuatrocientos mil pesos (12.400.000).
Contribución directa: un millón, ciento sesenta y cuatro mil cuarenta y tres pesos, tres y medio reales (1.164.043 3 ½).
Papel sellado, patentes y boletos de registro de marcas, un millón trescientos mil pesos (1.300.000).
Tesorería
Entradas extraordinarias: cien mil pesos (100.000).
Total de recursos: veintisiete millones seiscientos sesenta y dos mil quinientos cincuenta y dos pesos, uno y un cuarto reales (27.662.552 1 ¼).
Déficit: treinta y un millones doscientos noventa y cuatro mil trescientos cuarenta y seis pesos, seis y cuarto reales (31.294.346 6 ¼).
Total de recursos incluso el déficit, cincuenta y ocho millones, novecientos cincuenta y seis mil ochocientos noventa y ocho pesos, siete y medio reales (58.956.898 7 ½).
El Gobierno atenderá los gastos de 1848 con la suma presupuesta, y con los dos millones trescientos mil pesos que acordasteis para cada mes durante el bloqueo y hasta un trimestre después que él terminase. Pasará a 1849 el déficit que hubiere a fin de 1848. En todos casos el Gobierno sostendrá firmemente el honor e independencia nacional. Reposa en la segura confianza que le inspira el patriotismo del país, la subordinación de los empleados, de los ejércitos y de los ciudadanos.
El Gobierno en su personalidad moral os ha dirigido las anteriores manifestaciones.
El General Rosas se considera en la necesidad muy especial de llenar un irrevocable deber. Agobiado por las inmensas tareas de su tan prolongada administración, con su salud destruida, sinceramente deseoso de dejar a salvo sus invariables principios, os reitera con justificada esperanza, una vez más entre tantas, sus anteriores encarecidas súplicas para que le eximáis de la responsabilidad que no puede sobrellevar. Acceded, Honorables Representantes, a tan justa conveniente solicitud, que ardientemente reproduce, Es este el voto más intenso de su corazón, y el alto clamor de sus profundas convicciones.
Os he sometido el cuadro de los actos de mi administración, durante un período difícil, en que con sumo esfuerzo he continuado desempeñando el mando supremo, en obediencia a vuestros soberanos mandatos. Anhelosamente os ruego sea esta la última vez que llene tan elevado y responsable deber. La misión de asegurar la suerte de la patria, y de sostener la gloria e independencia nacional llama ya a otro ciudadano. Elegid el que deba sucederme.
La Divina Providencia protege la República. Su esclarecida justicia y valor heroico, le afianzan la elevada nombradía de los pueblos libres, y una gloria perdurable.
Habéis sostenido sus derechos y dignidad. El honor nacional está acrisolado. Os rindo mi más cordial intensa gratitud. Las aclamaciones de toda la República, y el voto de los libres del mundo, ensalzan elevadamente esta obra de vuestra virtud, sabiduría y patriotismo.
El porvenir está en vuestras manos. Será glorioso y útil, por vuestras deliberaciones honorables. Con humildad y ferviente reconocimiento, tributo rendidas gracias a Dios Nuestro Señor, por sus grandiosos indecibles beneficios. Su Divina Providencia, que se ha dignado sostener y fortificar a la- Confederación en una lucha de celebridad inmortal, os ilumine, Honorables Representantes, coronando vuestras sesiones, con la gloria ilustre de afianzar dichosamente para siempre, la libertad, la independencia y el brillante honor de la República.
JUAN MANUEL DE ROSAS

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