LOS ESTADOS UNIDOS DE NORTEAMÉRICA Y EL CONGRESO DE
PANAMÁ *
Informe sobre las actuaciones en el Senado
[1825-1826]
(Extracto).
En el
mes de noviembre de 1825 los ministros de México, Colombia y Guatemala
residentes en Estados Unidos, a virtud de las instrucciones de sus gobiernos,
invitaron al de la Unión
por medio de su Ministro de Relaciones Exteriores, el ilustre Enrique Clay, a
enviar Ministros Plenipotenciarios al congreso de las naciones Hispanoamericanas
que en ese año debía reunirse en Panamá. La invitación del Ministro de
Colombia, don José María Salazar fue hecha de una manera oficial el 2 de
noviembre, la de México don Pablo Obregón el 3 y la de Centroamérica el 14 del
mismo mes. A todas ellas respondió Clay de la manera mas favorable manifestando
los buenos deseos que animaban al gobierno de los Estados Unidos para con la
nuevas repúblicas de América.
En
consecuencia, el presidente John Quincy Adams, que como ministro de su
predecesor, Monroe había sido el más celoso partidario del reconocimiento de
las nuevas repúblicas, resuelto ahora a realizar sus propósitos de fraternidad,
propuso al congreso el nombramiento de dos Ministros Plenipotenciarios al
Congreso de Panamá.
El
siguiente mensaje que dirigió, al senado con este objeto, pone en evidencia los
sentimientos y aspiraciones del gobierno de Estados Unidos.
AL SENADO DE LOS ESTADOS UNIDOS.
Washington,
26 de diciembre de 1825.
En
el Mensaje a ambas Cámaras, al comenzar la sesión, se hizo mención de que los
gobiernos de las repúblicas de Colombia, México y de Centroamérica, habían
invitado muchas veces al gobierno de los Estados Unidos para que enviara un
representante al Congreso Americano que debía reunirse en Panamá, para
deliberar sobre asuntos que atañen especialmente a este hemisferio, y de que
esta invitación sido aceptada.
A pesar
de que he juzgado esta medida de la competencia constitucional del Ejecutivo,
no he querido dar ningún paso para su consecución, antes de cerciorarme de que
mi opinión sobre su conveniencia había de concurrir con la de las dos Cámaras
Legislativas; primero, con la del senado por su decisión sobre los
nombramientos que lo han de ser comunicados, y segundo con la de ambas cámaras
para su sanción en los presupuestos, sin los cuales no puede llevarse a efecto.
Trasmito
con este oficio al senado una relación de la secretaria de estado y copias de
la correspondencia con los gobiernos Sudamericanos sobre este asunto, desde que
fuimos invitados. Ellos darán a conocer los importantes asuntos que se espera
serán materia de discusión en esta reunión, en la que hay envueltos intereses
de alta importancia para esta unión. Se verá que los Estados Unidos, ni
pretenden ni son invitados para tomar parte en ninguna deliberación de carácter
beligerante y que el motivo de su asistencia no es el de contratar alianzas ni
el empeñarse en empresas o proyectos que importen hostilidades con ninguna
nación.
El
resultado de este ha sido que en algunas ocasiones en sus comunicaciones con
los Estados Unidos han manifestado aquellos países disposiciones de reservarse
el derecho de conceder privilegios y especiales favores a la nación Española,
como en pago de su reconocimiento; en otras, han establecido deberes e
imposiciones desfavorables a los Estados Unidos y ventajosos para algunos
poderes europeos; por último han parecido considerar que deben cambiarse, entre
ellas mismas, mutuas concesiones y privilegios, a los que ni los poderes
europeos ni los Estados Unidos debían ser admitidos. En muchos de estos casos,
sus compromisos, desfavorables para nosotros, han cedido a nuestras amistosas
quejas y representaciones; pero se cree que será de grande importancia que se
les manifiesten principios liberales, en las relaciones comerciales, apoyados
en desinteresados y amistosos consejos sobre ellos, cuando estén todos reunidos
con el manifiesto propósito de consultarse juntamente sobre el establecimiento de
tales principios, como que han de tener una importante influencia sobre su
felicidad futura.
La
conveniente adopción de los principios de neutralidad marítima, y favorable
para la navegación en la paz y comercio en tiempo de guerra, ocuparán también a
este Congreso. La doctrina de que el buque libre hace libre la mercadería y las restricciones razonables sobre la extensión
de los bloqueos, se han de establecer por la conveniencia general y por el
empeño de todos en aceptarlos, será concertada en tal reunión, de un modo mas
sencillo y tal vez con menos peligro, que por tratados parciales o convenciones
con cada una de las naciones separadamente.
Se
encontrará prudente también un convenio entre todas las partes representadas en
la reunión, para que cada una esté prevenida contra cualquier establecimiento
futuro de una colonia europea dentro de sus límites. Hace más de dos años que
mi predecesor anunció este al mundo como un principio nacido de la emancipación
de los dos continentes americanos [1]. Debe
manifestarse así a las nuevas naciones Sudamericanas de modo que todas ellas lo
acepten como un apéndice esencial a su independencia.
Hay
aun otro asunto a cerca del cual, sin entrar en tratados, la influencia moral
de los Estados Unidos producirá sin duda benéficas consecuencias en tal reunión,
a saber, el adelantamiento de la libertad religiosa. Algunas de las naciones
Sudamericanas están todavía de tal manera ligadas por la preocupación, que han
establecido en sus constituciones políticas una iglesia exclusiva, sin la
tolerancia de otra secta que la dominante. El abandono de esta última enseña del
fanatismo y opresión religiosa ha de ser producido con más eficacia mas por los
esfuerzos unidos de aquellos que concuerdan en los principios de libertad de
conciencia, mas bien que por los aislados empeños de un ministro de cada uno de
los gobiernos separadamente.
La
influencia indirecta que los Estados Unidos habían de ejercer sobre los
proyectos e intenciones que originara la guerra en que estamos empeñadas aun
las repúblicas del sur, y que ha de afectar seriamente los intereses de esta
unión, y los buenos oficios con que los Estados Unidos, habían de contribuir para
traer esta guerra, por último, a buen fin, aunque figuren entre los motivos que
me han convencido sobre la necesidad de cumplir con la invitación, que os
dirijo son, tan contingentes y eventuales que sería impropio insistir mas sobre
ellos.
Por
último, un aliciente decisivo para acceder a la medida, es el mostrar, con esta
señal de respeto, a las repúblicas del Sur, el interés que tomamos en su
felicidad y nuestra buena disposición para cumplir con sus deseos. Habiendo
sido los primeros en reconocer su independencia y habiendo simpatizado con sus
esfuerzos y sufrimientos para adquirirla, tanto como nos lo permitían nuestros
deberes de neutrales, hemos apoyados la fundación de nuestras futuras
relaciones con ellos, en los claros principios de la reciprocidad y en los mas
cordiales sentimientos de fraternal afecto. Para extender estos principios a
todas nuestras relaciones comerciales con ellos y para trasmitir esta amistad a
las edades futuras, la misión proyectada es conveniente a la alta política de la Unión , como debe serlo para
la de todas aquellas naciones y su posteridad. En la confianza de que estos
sentimientos han de merecer la aprobación del sonado, he nombrado a Richard, C.
Anderson, de Kentucky, y a John Sergeant, de Pensilvania, Enviados Extraordinarios
y Ministros Plenipotenciarios en el Congreso de las naciones americanas en
Panamá; y a Guillermo B. Rochester, de Nueva York, secretario de esta legación.
JOHN
QUINCY ADAMS
Presentado
el mensaje que acaba de leerse al Senado, ordenó éste en sesión del 28 de
diciembre que pasase a la comisión de Relaciones Exteriores para que informase
sobre el objeto que en él se proponía.
Al
mismo tiempo el Senado en su sesión del 4 de enero de 1826 solicitó del
Ejecutivo que pusiese a su disposición todos los documentos que existiesen en
el gabinete sobre las relaciones internacionales de los Estados Unidos con las
Repúblicas Hispanoamericanas. El Gobierno se apresuró a llenar estos deseos
enviando copias y traducciones de los diferentes tratados que habían celebrado
entre si las Repúblicas independientes: Entre estos figuraba el celebrado por
Chile con Colombia el 28 de octubre de 1822, y que fue ajustado por el enviado
de Bolívar don Joaquín de Mosquero, y los Ministros Echeverria y Rodríguez
Aldea [2].
En
la sesión del 16 de enero la
Comisión de Relaciones Estertores presentó un luminoso
informe sobre el mensaje del Presidente Adams en el que dilucidaba cada una de
las cuestiones que este proponía como bases de las resoluciones del Congreso de
Panamá, y aunque aceptaba la conveniencia de algunas de ellas, terminaba
oponiéndose a que los Estados Unidos tomasen parte en aquel Congreso, y se
apoyaba para este en dos razones principales, a saber:
1°
que ya las relaciones entre todos los nuevos estados habían sido establecidas
por tratados recíprocos entro ellas, en la que los Estados Unidos no estaban
llamados a tener participación alguna; y
2°
en los compromisos que podía acarrear a los Estados Unidos el entrar en una
liga con países que estaban todavía en guerra con su madre patria, lo que en
cierto modo era una violación del principio de neutralidad, que a toda costa,
entonces como ahora, sostenían los Estados Unidos, como la base de su política
internacional.
Sin
embargo, la comisión se manifestaba animada de los mas ardientes y generosos
sentimientos en favor de las Repúblicas independientes, y al concluir su
informe, que forma por si solo un pequeño folleto, decía estas palabras: «El interés que las Estados Unidos han
manifestado siempre por sus potencias hermanas (sister sovereignties) durante
la guerra de su independencia, será para ellas la mejor garantía de que nunca
seremos indiferentes a sus destinos. Siempre miraremos con ansiosa
contemplación todo lo que tienda a su prosperidad; a la aparición de la mas leve
nube que empañe el brillo de su carrera, seremos los primeros en advertirla del
peligro, y en suma, los Estados Unidos manifestarán siempre el mas profundo
interés por el engrandecimiento y felicidad de las naciones del nuevo Mundo.»
Como
era de esperarse, en virtud del informe desfavorable de la comisión del Senado,
el mensaje del ejecutivo iba a encontrar una fuerte oposición; y así sucedió
que al ponerse en la orden del día la discusión de aquel documento en la sesión
del 6 de febrero de 1826, hubo 22 votos contra su adopción en general y solo 23
en favor.
Siguiose
después una calorosa discusión que duró mas de un mes y ocupó el Senado durante
mas de doce sesiones, siendo encabezada la oposición por el célebre Van Buren,
que fue después presidente de Estados Unidos.
Al
fin, en la sesión del 15 de marzo de 1826 y cuando ya la discusión se había
prolongado, después de las 12 de la noche, el mensaje del Ejecutivo fue
aprobado por 24 votos contra 19, de manera que el gobierno solo obtuvo una
mayoría de cinco votos.
En
consecuencia, fueron nombrados ministros al Congreso de Panamá los ciudadanos
Ricardo Anderson, que había sido el primer enviado de los Estados Unidos a la América española
independiente [3] y Juan Sergeaut.
Estos,
o por lo menos el último, se dirigieron a México a consecuencia de haberse
trasladado la residencia del Congreso de Panamá a Tacubaya, como hemos referido
anteriormente; mas como la guerra civil envolviera en breve aquel país,
encontró la misión de los Estados Unidos el mismo fin que el de las otras
Repúblicas coligadas.
Fuente:
Sociedad de la Sociedad Americana
de Santiago de Chile, “Union i Confederacion de los pueblos Hispano-Americanos,
pág. 370 y sgtes., Imprenta Chilena-1862. Ortografía modernizada.
* Los siguientes extractos han
sido sacados por la comisión de un grueso e interesantísimo folleto de 160
págs. en 4° mayor publicado en Washington en 1826 y cuyo titulo es—The
executive proceedings of the senate of the United States en the subject sf the
Missión to the Congress of Panamá.
[1]
La doctrina del presidente Monroe— «
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