REVOLUCION Y ABSTENCION
Mensaje a la Juventud Uruguaya
con motivo de la sanción de
la Ley Sáenz
Peña
Hipólito Yrigoyen
[Abril de 1912]
Buenos
Aires, Abril de 1912.
Señor
Presidente del Comité de Propaganda de la Juventud Nacionalista
del Uruguay.-
Me
he enterado del telegrama que ustedes se han dignado dirigirme, con esa
inefable impresión que produce siempre el eco armonioso de ideales comunes
hacia fines superiores.
La efusiva felicitación de ustedes es; tanto más honrosa para nosotros, desde que viene de una juventud llena de luz, de probidad y de patriotismo.
La efusiva felicitación de ustedes es; tanto más honrosa para nosotros, desde que viene de una juventud llena de luz, de probidad y de patriotismo.
Siempre
las almas generosas se interesan por la suerte de los pueblos que se esmeran
por sostener y defender sus más sagradas facultades y sienten sonoras las
vibraciones de la solidaridad humana.
El
juicio que ustedes emiten, define sintéticamente la actitud asumida por el
pueblo argentino.
Los
sucesos acaecidos en nuestra patria que le llevan absorbido un tercio de siglo,
afectaron tan hondamente las bases fundamentales de su existencia que
determinaron la convocatoria de la opinión pública nacional e impusieron
acontecimientos apropiados a la reparación.
Desde
ese momento la revolución argentina quedó sancionada, manteniéndose incólume
hasta consumar sus magnos y trascendentales designios.
Según
los grandes preceptos de la sabiduría humana, para que una obra sea buena y
eficiente, es necesario que responde, a su destino caracterizando
definitivamente la idea que reviste y el objeto que se propone.
Dice
Fenelón —que la solidez de la razón consiste en instruirse exactamente en el
modo con que deben hacerse las cosas que son el fundamento de la vida y de
todas sus manifestaciones.
Agrega
Bossuet —que la historia y la filosofía son las más sabias consejeras que deben
saberlas los que se interesan por el bien público o tienen alguna función de la
lógica de los sucesos y de los acontecimientos humanos, como de las
providencias superiores que los interpretan y que, en definitiva, son las que
presiden el Universo.
Y
confirma Platón —que cuando se pretende alcanzar cosas grandes es hermoso
sufrir lo que cuesta adquirirlas.
Esas
han sido nuestras misiones fijas y no ha habido poder suficiente a desviarnos
de ellas por ninguna consideración.
Es
así que la abstención no ha sido entonces un recurso político militante, sino
una suprema protesta, un recogimiento absoluto y un total alejamiento de los
poderes oficiales, para dejar bien establecido en el presente y en la historia
—y como demostración al mundo que nos mira—, que la nación no tenía ninguna
comunidad con los gobiernos, que en hora fatal le arrebataron el ejercicio de
la soberanía.
Ese
ha sido el fundamento de nuestra terminante y persistente negativa para no
aceptar otra solución que la propia de las prerrogativas y de la majestad de
-la república y la inexorable severidad contra todo linaje que pudiera
descalificar ese inquebrantable propósito.
Es
derecho natural de las sociedades, sobre el cual reposa el orden legal, que los
gobiernos subsisten por la voluntad de la opinión; o, en caso contrario, la
resistencia legítima de ella.
Por
eso hemos- defendido bajo .los auspicios de la bandera racional la causa común
de la patria en acciones generadoras de todos los bienes y con elevación de
miras superiores a todos los juicios.
Las
naciones que consienten, sin erguirse en altiva protesta, la profanación y
menoscabo de cuanto tienen de más sagrado como es la renovación ilegítima y
fraudulenta de sus gobiernos, revelan estar predispuestas a rendirse de
antemano a todos los predominios y son entidades políticas negativas en el
concurso que deben a la obra del perfeccionamiento universal.
Toda
la experiencia humana enseña que donde quiera que los gobiernos hayan violado
las bases constitutivas de la representación pública y su funcionamiento legal,
causaron perturbaciones tales que demandaron siempre esfuerzos concordantes
para repararlas, así como no hay trastornos en la marcha política de las
sociedades que no tengan al fin sus fatales consecuencias si no se corrigen
debidamente.
La
opinión pública argentina tuvo entonces que acometer una de las obras arduas y
más cruentas de que haya memoria en los anales de la vida, requiriendo la
acción de todas las facultades en el más absoluto desprendimiento, y tiene la
inmensa satisfacción de no haber ahorrado ningún esfuerzo, como de no haber
empleado ninguno que no fuera compatible con la magnanimidad del espíritu que
lo animara.
Revolucionarios
y abstencionistas, se nos ha llamado por los prejuicios interesados e
incapaces.
Esa
es precisamente la expresión cierta o integral del concepto que hemos
tremolado, como la encarnación más suprema de nuestros deberes.
Afrontar
todos los sacrificios y aceptar todas las inmolaciones en defensa de la patria,
es el rasgo que más revela las excelsitudes del espíritu humano.
Así
los pueblos han permanecido inaccesibles a la seducción habiendo preferido ser
mártires de la causa de la
República , imprimiendo a su actitud el sello propio de su
personalidad histórica.
Y
así también la opinión, en actitud tan honorífica como ejemplar, renunció
espontáneamente a todos los beneficios y prestigios, en la participación de los
gobiernos, manteniendo intacto su carácter y su dignidad para asumir la
resistencia tal como la planteara la revolución.
Todo
se ha aunado en la magna empresa, virtudes, talentos, abnegaciones,
sacrificios, martirios, y decisiones supremas, en reparación del presente y en
idealización de los fundamentos perdurables de la patria.
Es
así cómo los pueblos alcanzan la reconquista de la plenitud de sus soberanos derechos;
es así cómo los movimientos de opinión consiguen realizar esos esfuerzos con
esplendentes luces y magnos ideales; es así cómo los ciudadanos pueden
contemplar el deber cumplido a la luz que ilumina las obras inmortales,
conduciéndose por la línea que su espíritu les trazara y dando su nombre a las
más altas representaciones.
En
otras oportunidades he dicho : que la opinión no requería más que comicios
honorables y garantidos, y nada más que comicios honorables y garantidos, como
condición indispensable para volver decorosamente al ejercicio de sus derechos
electorales —y que entonces, propios y extraños se asombrarían de la magnitud
de ese sólo acto como punto cardinal de las más magnas proyecciones nacionales
en todas las esferas de su vida, y así se vería la trascendental diferencia que
hay entre una nación ahogada por todas las presiones que la circundan, a una
nación respirando en toda la plenitud de su ser y difundiendo al bien común su
inmenso poder vivificante.
He
dicho también que había un juicio público y ojala que así hubiera una razón de
Estado superior —y que el día que esos dos atributos se identificasen, el mundo
se asombraría. de la grandeza argentina que esa era la obra de la Unión Cívica Radical,
y esa sería la solución, con todos los esplendores de su genio.
Y
bien, así ha sucedido:
Ha
bastado una pulsación caballeresca, un latido justo de gobierno del Señor
Presidente de la República
para que el problema que ha tenido conmovido tan intensamente a la nacionalidad
argentina durante más de treinta años quede definitivamente resuelto y
confirmada toda la justicia y el acierto de la revolución triunfante.
Ahora,
sólo una fatalidad regresiva del gobierno o de la representación pública podrá
malograrlo todo y hacer surgir de nuevo y más airado el interrogante
reparador...
Hemos
dejado resuelto el más vital problema de las ciencias morales y políticas, restaurando
a la patria las facultades plenas que son la primordial condición de los
pueblos civilizados para avanzar expansivamente hacia su destino en acción
noble y altiva, fundando su prosperidad y poder sobre las sólidas bases del
ejercicio de su soberanía; porque vanas serán siempre las ofuscaciones del
progreso, si no se basan en el establecimiento del orden moral y político.
La
escena no ha podido ser más solemne y correspondía a los argentinos en las más
graves de las causas, concurrir con todos los recursos de su genio y con todo
el calor de sus decisiones. Así debía ser la solución, llevando impresa lo que
consagra la admiración de las naciones humanas: ¡la expresión heroica de su
alma grande!
No
debo abusar más de la indulgente nobilidad de ustedes, y aunque el pensamiento
cese en estas líneas, no por eso dejarán de estar fijas las dedicaciones
predilectas de mi espíritu hacia tan altivos y dignísimos hijos de una nación,
en la cual, todos los heroísmos y todos los martirologios tienen su símbolo glorioso,
como las páginas luminosas en la historia humana, y en cuyo seno de tan
generosa confraternidad, he pasado muchos de los días apacibles de la vida y
también de los azarosos de la existencia arrojado por las proscripciones, en
defensa de los infortunios de mi patria.
Con
mi mayor reconocimiento me despido de ustedes hasta la vista y hasta siempre.
H.
YRIGOYEN
Fuente:
“Ley 12839. Documentos de Hipólito Yrigoyen. Apostolado Cívico – Obra de
Gobierno – Defensa ante la Corte ”,
Talleres Gráficos de la
Dirección General de Institutos Penales, Bs. As 1949.-
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