SEGUNDO
ESCRITO
Hipólito
Yrigoyen
[20
de Mayo de 1931]
Martín García, mayo 20 de 1931.
Excelentísima Suprema Corte:
Había omitido la, referencia de una nueva inculpación en el deseo de circunscribirme a los puntos concernientes a la ciencia del gobierno y al ejercicio de los poderes correspondientes, para llegar a la incompetencia del juez y dela Cámara ,
y a la debida calificación de sus desorbitaciones esperando que esa inculpación
tan absolutamente desprovista del menor indicio como la anterior, quedase por
sí misma descalificada y desaparecieran las medidas restrictivas que con ese
motivo se me han impuesto y que me agravian en todo sentido; por lo que debo
también comprenderlos en mi exposición y es propiamente la que me ha decidido a
llevar a cabo la defensa, cuando había resuelto recogerme en el más absoluto
silencio, soportando todas las consecuencias de la situación a que se me tiene
sometido, por más que estas medidas no solamente llevan en sí la más visible de
las injusticias —lo repito— sino también la más evidente incomprensión a mi
respecto .
Había omitido la, referencia de una nueva inculpación en el deseo de circunscribirme a los puntos concernientes a la ciencia del gobierno y al ejercicio de los poderes correspondientes, para llegar a la incompetencia del juez y de
Así esperaba las debidas y definitivas soluciones, cuando luí
sorprendido por la siguiente comunicación del Ministerio de Marina, haciéndeme
saber que «las restricciones a las
visitas de mi familia obedecían a haber comprobado el Ministerio del Interior
que yo tenía comunicación subrepticia con el exterior de la isla, en
circunstancias que elementos de ideas afines a los de mi actuación tramaban un
alzamiento contra el gobierno que rige los destinos del país», coincidiendo
esta comunicación can la detención de mi defensor, el Dr. Antille, y la
ausencia de mi sobrino, en las fechas permitidas para su visita semanal.
De inmediato y con la impresión consiguiente sobre tan gratuita
suposición y en la forma tan irrespetuosa atribuyéndome actitudes solapadas, en
las cuales no he incurrido ni incurriré jamás, pues las que he afrontado sobre,
acontecimientos históricos que han abarcado más de la tercera parte de la vida
de la Nación ,
fueron siempre francas, leales e hidalgamente llevadas a cabo con toda la
altura de mis propias modalidades, me dirigí al ministro. No ha sido nunca mi
acción pública de actitudes «subrepticias»
ni de subterfugios algunos, sino de preceptos y de conceptos, de significación
y trascendencia tal, que no podía substraerme a ellos en cumplimiento de
deberes supremos a que me he sentido impulsado en la vida, como una inspiración
inmanente, con renuncia —como es bien notorio—, a todas las placideces y
comodidades que las tuve siempre en torno de mi ambiente tan plenas como las
que más, y dejando en cada caso o circunstancias asumidas estelas de ejemplos y
de enseñanzas, por lo que si se me hubiera puesto preso ,donde quiera que
fuese, sin la mayor vigilancia, habría cumplido la orden estrictamente, sin
aprovechar esa situación en ningún sentido, o de lo contrario habría .declarado
que no la aceptaba y que se hiciera lo que se quisiera a mi respecto; porque
jamás, como digo, me valdré de ninguna superchería.
Me dirigí entonces al ministro del Interior diciéndole: «Señor Ministro: Con la sorpresa consiguiente he sido enterado por el señor ministro de
Marina que las restricciones a las visitas de mi familia obedecían a haber
comprobado el Ministerio del Interior que yo tenía comunicaciones subrepticias
con el exterior de la isla, en circunstancias que elementos de ideas afines a
los de mi actuación tramaban un alzamiento contra el gobierno que rige los
destinos del país.
Si la situación por que
atravieso puede ser compatible a una delegación suya a mi respecto, se la
encarezco, para que se haga el mayor esclarecimiento posible a fin de que quede
comprobado todo lo contrario de lo que se afirma, es decir, que he ignorado
absolutamente el suceso a que se alude, y que de saberlo lo habría reprobado
por mi manera de pensar y por la actitud que asumí ante los sucesos ocurridos,
cuyos testimonios tiene el gobierno en su poder, y sobre la que me he trazado
una regla de conducta que, como -todas las decisiones de mi vida, no me
desviaré de ella por ninguna circunstancia.
En consecuencia, no he
tenido la menor comunicación «subrepticia» con nadie, ni para nada, ni la
hubiera aceptado por mis propios respetos.
Cuando me llegó la comunicación
de fecha 27 de ese Ministerio, me extrañó la forma tan inusitada por la cual se
me ponía en el caso de no poder manejar mis intereses sino por medio de una
intervención. Por no hacer gestiones al respecto, preferí guardar silencio. Ese
dinero, cuyo cheque entregué a mi sobrino era, y es, para pagar hacienda
comprada públicamente y a la luz del día con las guías testimoniales
correspondientes; abonar los arrendamientos del establecimiento en La Riestra ; la contribución
directa de los campos de San Luis y los intereses de la hipoteca que tengo
contraída en uno de ellos; y ver los recursos con que podía contar para mi
viaje a Europa que me propongo, hacer por la salud de mi hermana y el
restablecimiento de la mía, y de lo que ya he comunicado al señor Presidente,
en la suposición de contar con su consentimiento para realizarlo .
Que a la espera de lo que
usted tenga a bien resolver y me permito expresarle el deseo de que consienta
en la venida de mi sobrino una vez por semana siquiera, dado la preocupación de
la enfermedad de mi hermana y la perturbación que sufren mis intereses. Lo
saludo muy atentamente Marzo 18 de 1931.»
Quedé así esperando que se investigara la nueva y temeraria inculpación
poniéndome a las órdenes del señor Ministro a ese objeto, a fin de que quedara
bien comprobada su inexactitud pidiendo encarecidamente que hiciera todo el
esclarecimiento necesario. Y no habiendo recibido contestación supuse que ella
habría quedado desautorizada por sí misma.
Pero el viernes 24 de abril pasado, que recién le fue permitido venir a
mi sobrino, quien no consiguiéndolo a pesar de las insistentes solicitudes al
Ministerio tuvo que dirigirse al señor Presidente provisional, tal como yo lo
hiciera también después de las gestiones a que he aludido ya, requiriendo mi
libertad o el consentimiento para ausentarme al extranjero desde que se me hizo
saber que mi detención obedecía a los sucesos del 8 de septiembre de los que no
tuve conocimiento alguno, y de haber contestado en la forma que lo hice
desautorizándolos por completo, y no habiendo sido atendido en nada y
preocupado sobre todo por mi familia que la sabía enferma y afligida por mi
prisión, me dirigí al señor Presidente provisional —como digo— manifestándole
que ante la situación por que pasaba a bordo, cada vez más mortificante a mi
salud y a la natural preocupación de no poder saber el verdadero estado de mi
familia, me permitía solicitarle que se me pasara a tierra a cualquier parte,
aunque fuera a un hospital, donde suponía que estaría más tranquilo, dando a la
familia la confortación de verla o que de lo contrario le permitiera que fuera
al buque una vez por semana.
El señor Presidente me hizo saber que había resuelto que fuera al buque
mi familia una vez por semana, a lo que respondí que grato me era haber sido
enterado de esa resolución y con ese estímulo tranquilizador permanecería
sobreponiéndome a los tormentos diarios que tanto gravitan sobre mi salud y
esperando siempre que me pasara a tierra, aunque fuera dentro de la misma
región hasta que me hiciera poner en libertad, o en último caso, dejarme salir
del país, como lo tenía requerido.
Ese consentimiento se extendió más tarde a permitirle que pudiera
residir conmigo aquí en la isla, con cuya primordial tranquilidad esperaba,
como lo digo, las debidas y definitivas soluciones.
Pero he sido enterado por mi sobrino que su ausencia de cerca de tres
meses respondía a la circunstancia de haber llevado para su cobro un cheque al
Banco de la Nación
que con las indicaciones que debía dar a ese dinero le entregué en presencia de
las autoridades de la isla y el empleado investigaciones de la policía de la Capital , que viene
vigilándolo, y ante quienes debo mantener siempre mis conversaciones de
cualquier índole que ellas sean. Ese cheque no fue ni ha sido abonado aún, sino
que ha pasado por una verdadera odisea, siendo constituida en prisión la
persona a quien ocupa ordinariamente mi sobrino y sometidos ambos a sumario en
la penitenciaría por empleados de la policía, con la imputación de que el
importe de ese cheque era destinado a la compra de armas, «en circunstancias que elementos de ideas afines a las de mi actuación
tramaban un alzamiento contra el gobierno que rige los destinos del país».
Ante semejante y nuevo agravio que no había llegado a imaginar y no,
obstante las malevolencias experimentadas, que realmente me asombran porque
contrastan en todo sentido con mis sentimientos, mis credos y mis reglas de
conducta de toda la vida y con la actitud que asumí en la hora suprema ante los
sucesos ocurridos que no sé cómo calificarlos, pero que parece que lo que en la
realidad se quiere es atribuirme a todo trance alguna culpabilidad de cualquier
naturaleza o carácter que fuera. Recién después de enterarme de lo que dejo
dicho he podido comprender el significado, el móvil y el sentido de la nota del
Ministerio de Marina que transcribo y que me llegó en contestación a un mensaje
que envié al Ministerio del Interior pidiéndole dejara venir a mi sobrino como
lo acordara el señor Presidente, porque me llegaron noticias muy alarmantes
sobre la extrema gravedad de la salud de mi hermana.
Dice así la nota: «Señor Ministro
de Marina: El Señor Ministro del Interior en ejercicio de la presidencia del
gobierno provisional, ha recibido una carta del señor Hipólito Yrigoyen
solicitando una nueva visita de su sobrino D. Luis Rodríguez de Yrigoyen.
Los motivos que indica el
señor Yrigoyen no son a juicio del señor Presidente interino, suficientes para
admitir la reiteración de esas visitas, y estima también- que las noticias sobre
la salud de la señora hermana del señor Yrigoyen que éste da como causa para
que dichas visitas continúen, pueden perfectamente hacerse llegar por
intermedio del Ministerio de Marina.
En cuanto al cheque de cien
mil pesos a que hace referencia la carta mencionada y que no ha sido pagado,
según informaciones del Banco de la
Nación , tenían ciertos defectos legales que impedían el pago.
Por otra parte el gobierno provisional ha tomado disposiciones para que el
señor Yrigoyen no pueda girar libremente sobre su cuenta; dichas medidas han
sido tomadas usando facultades que acuerda el estado de sitio, y la
consiguiente suspensión de garantías individuales.
En adelante el Señor
Yrigoyen deberá efectuar sus pagos por intermedio del Banco de la Nación , debiendo el Banco
controlar su realidad y destino en forma auténtica.
El Señor Yrigoyen, si lo
prefiere, podría constituir apoderado administrador al citado Banco
conjuntamente con su sobrino y con carácter irrevocable mientras dure su
detención.
Ruego al Señor Ministro,
haga poner en conocimiento del Señor Yrigoyen esta información. Firmado:
Bullrich. Pase al jefe de la Isla
de Martín García para que se sirva dar conocimiento del contenido de la nota
del Ministro del Interior que se adjunta al señor Yrigoyen. Febrero 27 de 1931».
Parecióme una comunicación inconducente desde todo punto de vista pero
no suponiendo, como digo, el verdadero móvil de ella, decidí ni analizarla en
sus aspectos inconcebibles limitándome a no aceptar las indicaciones que
contenía, por considerarlas desdorosas, prefiriendo sobrellevar los perjuicios
que me irrogaba el no poder disponer de mis intereses, antes de andar en
gestiones tan desagradables y extrañas al sentido legal del derecho común, y
muy especialmente inusitadas a mi respecto.
En esta situación me encontraba a la espera de mi defensor como lo había
solicitado a V. Honorabilidad, cuando me llega un nuevo sumario de jurisdicción
militar, por el cual el comandante en esta Isla ha recibido un oficio del general
de brigada Adriano Juárez, juez militar «ad-hoc», con la autorización del juez
federal Miguel Jantus de someterme al siguiente interrogatorio: sobre si en mi
carácter de Presidente de la
Nación , había hecho presente al coronel Baldassarre, director
general de administración, que integraría la comisión qué se encontraba
desintegrada, y por qué causa o motivo no lo había hecho.
Si había autorizado al Ministro de Guerra, General Dellepiane, a que
proveyera de un automóvil al teniente Raúl Speroni para el desempeño de
comisiones especiales encomendadas por la Presidencia.
Y si, siendo Presidente de la
Nación , el Poder Ejecutivo había resuelto el envío de tropas
a la frontera sud.
Respondí: Que no obstante el carácter militar de ese sumario, lo que
sería suficientemente explicable para rehusar toda contestación al respecto,
reiteraba en este caso lo que ya tenía manifestado en análogas circunstancias,
esto es, que como Presidente de la
Nación y representante del P. Ejecutivo no podía ser
compelido por ninguna otra autoridad que el Congreso, que es el único y
exclusivo juez de los poderes de gobierno que rigen la Nación ; que no
procediéndose tal como me expresaba, se violarían los mandatos de la Constitución y la
legislación correspondiente.
Tengo que agregar también que según he sido enterado, el Dr. Jantus me
ha nombrado defensor de oficio sin comunicármelo, no pudiendo explicarme la
causa de tal medida cuando está a la deliberación de V. Honorabilidad la
recusación de incompetencia de los jueces del Poder Judicial para procesarme,
por usurpación de fuero e invasión de facultades y cuando mi defensor se
encuentra ya en libertad y se ha presentado a Vuestra Honorabilidad a los
efectos consiguientes.
Estas nuevas providencias del juez que no puedo mirar con tranquilidad
estando a todas las que ha tomado en el curso de su indebida intervención; y
que las considero extemporáneas desde todo punto de vista, acentúan en mi
espíritu la decisión de no dejar consentida la menor duda sobre las
consideraciones que ya he aducido y sus testimonios comprobatorios.
Por lo que ruego a V. Honorabilidad que me acuerde los resguardos y
garantías correspondientes, a cuyo objeto reitero la presencia de mi defensor
por las razones a que me he referido anteriormente.
Pero temiendo que su ausencia pueda prolongarse, y colocándome en
situación de no poder defenderme ni por mí mismo, contra la disposición
constitucional que tan acentuadamente condensa el concepto más sagrado de la
justicia humana, por el cual es inviolable la defensa en juicio de las personas
y de los derechos, y siéndome indispensable tener a mi alcance algunos
elementos de juicio que debía requerir por medio de mi defensor para completar
mi exposición, ruego a Vuestra Honorabilidad, que se sirva disponer que el
ujier de esa Corte Suprema venga, por el buque el 8 de junio próximo a retirar
la terminación de mi defensa.
Dios guarde a Vuestra Honorabilidad.
H. YRIGOYEN
Fuente:
“Ley 12839. Documentos de Hipólito Yrigoyen. Apostolado Cívico – Obra de
Gobierno – Defensa ante la Corte ”,
Talleres Gráficos de la
Dirección General de Institutos Penales, Bs. As 1949.-
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