julio 10, 2012

Discurso de Fidel Castro al hacer entrega de la Fortaleza Militar al Ministerio de Educación (1960)

DISCURSO AL HACER ENTREGA DE LA FORTALEZA MILITAR AL MINISTERIO DE EDUCACION, EN LA CIUDAD DE HOLGUÍN, ORIENTE.
Fidel Castro
[24 de Febrero de 1960]

― Versión taquigráfica de las oficinas del Primer Ministro ―

Compañeros colegiales;
Pueblo de Holguín:
Hace hoy exactamente 65 años del Grito de Independencia en el histórico pueblo de Baire, el 24 de Febrero de 1895.
Esa fecha ustedes la conocen perfectamente bien, porque la han estudiado en los libros de Historia de Cuba, y, precisamente, hemos querido escoger este día para inaugurar esta ciudad escolar.
Ningún homenaje mejor a los fundadores de nuestra república; ningún homenaje mejor al Apóstol de nuestra independencia, José Martí; ningún homenaje mejor a todos los hombres que cayeron en aquellas luchas y a todos los cubanos que se sacrificaron en las luchas posteriores, que este acto de hoy, donde entregamos, convertida ya en escuela, en una formidable escuela, lo que fuera un baluarte de las fuerzas de la tiranía.  Y ningún homenaje más justo al pueblo de Holguín, que dio tantos patriotas en la lucha por la independencia y en las luchas revolucionarias, sobre todo en la última lucha, que significó para este pueblo de Holguín el sacrificio de muchos de sus mejores hijos.
Por eso, ninguna satisfacción mayor para nosotros que el poder cumplir la promesa que hicimos de entregar el 24 de febrero la fortaleza de Holguín, convertida en una ciudad escolar, donde van a estudiar —aspiramos a que puedan estudiar en ella— 4 000 niños. No es solo lo que significa moralmente y lo que significa revolucionariamente haber convertido en escuela esta fortaleza, que ya es la cuarta ciudad escolar que ha hecho la Revolución, de las grandes fortalezas, en menos de un año, sino porque además, los niños de las escuelas públicas de Holguín, que carecían en muchas ocasiones de locales apropiados para dar sus clases, que carecían de campos deportivos, que carecían de espacio donde desenvolverse, van a tener ahora una escuela con la cual no se podrá comparar ninguna otra escuela existente en la ciudad de Holguín.  Es decir que los niños humildes de las escuelas públicas tendrán una escuela de primera clase que no tendrá que envidiar nada a nadie, con sus campos deportivos y con todo el espacio que necesitan no solo para estudiar, sino también para jugar y hacer ejercicios y, además, van a tener lo que se intenta por primera vez en una escuela pública: van a tener ómnibus de la escuela para el transporte de los niños desde la ciudad hasta aquí.
Es decir, antes nosotros veíamos que solamente las escuelas particulares tenían ómnibus y solamente las familias que podían pagar esas escuelas y podían pagar esos ómnibus podían enviar a sus hijos en ómnibus a las clases.
Ahora cualquier niño pobre, cualquier familia humilde, podrá tener la satisfacción de ver cómo también los ómnibus pasan por allí, cerca de su casa, para recoger a sus hijos y traerlos al centro escolar.  Van a tener aquí, además, un magnífico comedor para que puedan recibir alimentación también durante el día. Pero además, otra ventaja que nunca habían tenido los niños de las escuelas públicas: que los sábados y los domingos podrán los 10 ómnibus organizar viajes a las playas y al campo.
Ahora mismo me decía una de las estudiantes de enseñanza secundaria, una jovencita, que ella sentía no estar ahora en primer grado.  Y es que verdaderamente los niños van a tener ahora una oportunidad y una serie de ventajas que no tenían los que ahora están ya en la universidad y están en la enseñanza secundaria.  Los niños antes no tenían estas ventajas.
En ese sentido, ustedes se pueden considerar que han tenido la fortuna de poder estudiar en condiciones muy distintas de las que estudiaron los niños anteriormente en esta ciudad de Holguín.  Incluso, antes pasábamos por aquí, ¿y qué veíamos? Guardias, fusiles, esbirros, hasta que llegaron los rebeldes y conquistaron esta fortaleza, y la conquistaron no para quedarse con ella, porque los rebeldes no necesitan esta fortaleza, los rebeldes conquistaron esta fortaleza para entregársela a los niños.
Los rebeldes no necesitan fortaleza, el pueblo de Cuba no necesita fortaleza, ¿por qué? ¿Quién defiende ahora a la Revolución? ¿Dónde están las fortalezas de la Revolución?  En el pueblo, y en los caminos, y en las cooperativas, y en las montañas. ¿Para qué queremos estas fortalezas, si tenemos la Sierra Maestra completa, la Sierra Cristal, la Sierra de Gibara, y tenemos todas las sierras de Cuba? Y tenemos, además, una fortaleza en cada pueblo, tenemos una fortaleza en cada casa. Pues nosotros no necesitamos fortalezas; ellos sí necesitaban fortalezas, ellos necesitaban fortalezas porque no tenían una fortaleza en el pueblo, ellos necesitaban una fortaleza contra el pueblo, y por eso, a pesar de que, por ejemplo, Holguín era una ciudad desarmada por completo, ellos tenían que tener aquí un gran regimiento, ellos tenían que tener estas lomas convertidas en fortalezas, ellos tenían que tener estas fortalezas rodeadas de aspilleras.
¿Para dónde apuntaban esas aspilleras?  Para el pueblo.  Y aquí tenían que tener una fortaleza muy grande. ¿Por qué? Pues porque tenían que defender los grandes latifundios que hay en toda esta zona norte de la isla de Cuba; pero como ahora no hay que defender los latifundios, pues no hace falta la fortaleza esa. Como ahora el pueblo es el que defiende la Revolución, no hace falta que haya fusiles apuntando contra el pueblo, porque los fusiles no apuntaban hacia otro peligro, no apuntaban hacia el extranjero; los fusiles apuntaban hacia el pueblo.  Y a pesar de que en el pueblo no había fusiles, pues ellos necesitaban, aquí en Holguín, que era un pueblo desarmado, un ejército completo. ¿Eso tiene lógica? ¿Tiene sentido eso? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) Ahora es cuando el pueblo comienza a comprender todas estas cosas. Antes se había acostumbrado a pasar por aquí y ver una fortaleza. No podía pasar nadie porque le ponían un fusil.  Y el pueblo veía aquellas cosas y no entendía bien para qué hacían falta tantos soldados, y tantos fusiles y, sobre todo, tantas fortalezas; ¿qué hacían más de 1 000 soldados ahí en esa guarnición?
Y el pueblo ahora empieza a comprender esas cosas, y las comprenderá, sobre todo, cuando pasen ahora por aquí y en vez de soldados vean el espectáculo de millares de niños jugando aquí en estos campos, de millares de niños correteando, estudiando, preparándose para ser útiles a su patria, preparándose para ganarse la vida honradamente, porque la cantidad de niños inteligentes, el número de inteligencia que hay en el pueblo, de inteligencia firme, es extraordinario. Constantemente nos encontramos con alguien que, sin haber estudiado pintura, pinta un cuadro; que sin haber estudiado artesanía, fabrica un objeto, e incluso un niño de 13 años me acaba de traer un fusil, que él... ¡Cuántas inteligencias se habrán perdido por falta de escuelas!  Hoy que la república necesita hombres preparados, que necesita hombres que sepan manejar una fábrica, que sepan construir, elaborar un producto, que sepan construir caminos, que sepan construir edificios; hoy que la república necesita hombres que sepan, confrontamos trabajo para encontrar estos hombres. Y sin embargo, cuántas inteligencias se perdieron, cuántos niños inteligentes perdieron la oportunidad de estudiar, y que hoy podrían estar ayudándonos a hacer revolución.
Es decir que nosotros tenemos que empezar por sembrar, sobre todo escuelas. Tenemos que empezar por llenar de escuelas la república, para que todas las inteligencias tengan oportunidad de prepararse y adquirir conocimientos para que la república, el día de mañana, tenga lo que nosotros no hemos tenido hoy, para que la república, el día de mañana, tenga decenas de miles y cientos de miles de técnicos, de hombres que puedan contribuir a elevar la riqueza de nuestro país, para que el estándar de vida de todas las familias sea más alto, para que todas las familias puedan vivir mejor, para que todas las familias puedan tener casas decorosas, para que todas las familias puedan tener trabajo, para que todas las familias puedan vivir de una manera que no tengan que carecer de lo más elemental. Para eso necesitamos que los niños estudien, para eso necesitamos que los niños aprendan; para que la república, el día de mañana, pueda brindarles a todos los ciudadanos lo que hoy no les puede brindar; porque, nosotros, ¿qué herencia fue la que recibimos? Recibimos la miseria, recibimos esos bohíos que se están cayendo, recibimos esas escuelas derrumbadas, recibimos esos latifundios, recibimos esos pueblos sin acueducto, sin alcantarillado, sin hospital; recibimos un pueblo que no estaba preparado para la gran tarea de producir.
Si cada familia no puede tener hoy un estándar de vida más alto; si cada cubano no puede tener trabajo todo el año; si cada familia no tiene lo indispensable para vivir cómodamente, ¿a qué se debe? A que hemos heredado un país colonizado, a que hemos heredado un país pobre. Si muchos niños no tienen ropas, si muchos niños no tienen zapatos, si muchos niños no tienen ni con qué comprar unos caramelos, si muchos niños no tienen oportunidad de ir al cine, si muchos niños no tienen oportunidad nunca de pasear, si muchos niños carecen de todo, ¿por qué eso? Porque hemos heredado un país colonizado, un país pobre, con 500 000, 800 000 desempleados, y hemos tenido que empezar a hacerlo todo. Hemos tenido que empezar a hacerlo todo con lo poco que tenemos, y hemos tenido que empezar a hacerlo todo con un pueblo donde todavía hay cientos de miles de hombres que no saben leer ni escribir, con un pueblo que no tuvo escuelas, con un pueblo que no tuvo salubridad, con un pueblo que no tuvo hospitales, con un pueblo que no tuvo centros técnicos de educación, con un pueblo que no tuvo tierra, con un pueblo que no tuvo fábricas; es decir, con un pueblo que era un pueblo colonizado y explotado.  Ese es el por qué la Revolución se encuentra ahora con la gran tarea que tiene que realizar por delante.
Es natural que los frutos de esa obra que estamos haciendo, los frutos de estas ciudades escolares que estamos construyendo, los cosecharán ustedes: esta propia generación de niños que el día de mañana vivirá de una forma muy distinta de lo que ha vivido esta generación.  Esta generación de niños y las generaciones venideras serán las que recojan los frutos, porque dentro de 10, dentro de 15 años, muchos de los niños que ahora van a estudiar en estas escuelas se habrán graduado en universidades y estarán capacitados, y otros gobernantes en el futuro podrán disponer de lo que nosotros no hemos podido disponer hoy.  Podrán disponer de cuantos hombres capaces necesiten, podrán disponer de un pueblo preparado, porque este es un pueblo cívico, es un pueblo con conciencia revolucionaria, es un pueblo valiente, pero no es un pueblo preparado todavía, preparado como lo necesitamos para hacer la obra que estamos haciendo.
Sin embargo, este pueblo tiene un gran mérito, y tiene el mérito de haber derrotado la tiranía, tiene el mérito de haber conquistado la liberación nacional, y tiene el mérito de empezar una obra que si él no va a recibir los mejores frutos de ella, tendrá la satisfacción de que el día de mañana las generaciones venideras tendrán que reconocerle a este pueblo todo lo que está haciendo por su felicidad en el futuro.
Es necesario que todas esas manos infantiles, que agitan las banderas de la patria, sean las manos que el día de mañana dirijan nuestras fábricas, que el día de mañana dirijan nuestros hospitales, que el día de mañana dirijan nuestros centros de trabajo, que el día de mañana sean las manos también que, con la ayuda de la maquinaria y con la ayuda de la técnica, produzcan todas las riquezas que la patria necesita. Que esas manos que hoy esgrimen la bandera de la patria, esgriman mañana la herramienta del trabajo fecundo; esgriman la pluma, esgriman el libro, esgriman, en fin, todos los instrumentos que hay que esgrimir para hacer a un pueblo feliz.  Que esas manos que hoy se levantan agitando las banderas orgullosas de la patria, en un instante emocionante como este, los que van a esgrimir mañana en estas aulas los lápices y los libros, sean también los brazos poderosos, los brazos revolucionarios que sepan defender la obra de hoy, que sepan defender la patria; los brazos revolucionarios que defiendan esta obra y que continúen esta obra, y eso es lo que debe estar en nuestras mentes.
Este acto de hoy es un acto de niños y un acto donde también han acudido muchas personas mayores.  Y lo que tenemos que pensar nosotros, los mayores, lo más honesto, y lo más noble, y lo más correcto que debemos de pensar nosotros, es en el futuro, es en esta generación de niños.  Nosotros no hemos tenido la fortuna de tener lo que ellos tienen hoy y, sobre todo, lo que van a tener mañana.  Pero el deber nuestro es precisamente hacer para estos niños lo que nosotros no tuvimos la fortuna de recibir.  Nuestro pensamiento ha de estar, sobre todo, en ellos, porque ellos serán los que el día de mañana constituyan el núcleo fundamental de la nación.  Ellos serán los que trabajen para sus padres; ellos serán los que trabajen para los que ya no puedan trabajar.  Ellos serán los que produzcan para los que ya no puedan producir.
Nosotros también recibiremos parte de los frutos, porque cuando muchas de las personas aquí presentes tengan que retirarse del trabajo y ya no puedan trabajar, tendrán su vejez asegurada en la misma medida en que estos niños progresen, en la misma medida en que estos niños sean capaces de producir grandes bienes para la patria, en la misma medida en que el país se industrialice y progrese económicamente, será el mejoramiento de todos nosotros y será la seguridad y el bienestar de los que hoy trabajan para ellos y mañana tendrán que recibir los frutos del trabajo de estos niños.
Y en eso es en lo que más debemos pensar: en los niños de hoy, que son el pueblo de mañana.  Hay que cuidarlos y velar por ellos como los pilares con que se funda una obra verdaderamente hermosa y verdaderamente útil.  Hay que pensar en ellos, repito, más que en nosotros. La tarea de esta generación es, sobre todo, crear para el futuro, y nosotros seguiremos convirtiendo las fortalezas en escuelas, y esta zona de Holguín se convertirá en una gran área escolar, porque allí tenemos otros edificios que se van a llenar de niños y de estudiantes también, y así tendremos en esta sola área más de 6 000 niños. Y continuaremos convirtiendo las grandes fortalezas en escuelas y no daremos tregua hasta que se hayan convertido todas las grandes fortalezas en escuelas como esta, que realmente emocionan, que realmente impresionan, y esta en particular, porque es de las que mejor nos han quedado hasta este momento.  Por eso hay que felicitar a los trabajadores, hay que felicitar a los ingenieros de Obras Públicas y hay que felicitar al Ministerio de Educación, por este verdadero monumento que hoy se levanta a los mártires de la Revolución y, simbolizando a estos mártires, a aquel heroico compañero de Holguín, Oscar Lucero, cuyo nombre hemos escogido para el de este formidable centro escolar.
Y ahora, después del esfuerzo que hemos realizado todos, solo les pedimos a los niños una cosa: les pedimos que jueguen, les pedimos que se diviertan, les pedimos que hagan ejercicios, les pedimos que hagan excursiones, pero, sobre todo, ustedes van a decir lo que queremos de ustedes: Estudiar.
FIDEL CASTRO RUZ

Fuente: http://www.cuba.cu/gobierno/discursos

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