julio 11, 2012

Discurso de Fidel Castro en la Asamblea General de los Trabajadores de Plantas Electricas (1960)

DISCURSO EN LA ASAMBLEA GENERAL DE LOS TRABAJADORES DE PLANTAS ELECTRICAS, EFECTUADA EN EL TEATRO DE LA CTC
Fidel Castro
[14 de Diciembre de 1960]

― Versión taquigráfica de las oficinas del Primer Ministro ―

Compañeros eléctricos —los presentes y los que no estén presentes—:
Debemos hablar esta noche con mucha franqueza. Siempre hemos hablado con franqueza, pero hoy sería mejor todavía hablar con crudeza. Es decir, como debemos hablar ustedes y nosotros, como debe hablarse en una revolución que es tan distinta a la politiquería y a la demagogia.
gY, sobre todo, abordar los problemas, como hemos abordado siempre los problemas, y analizarlos, sí, analizarlos, a la faz de la opinión pública nacional e internacional; a la faz de nuestros amigos, y de nuestros enemigos; en los términos en que la Revolución debe saber analizar los problemas.
Ha habido un problema en plantas eléctricas, sí, efectivamente. Es posible que los enemigos de la Revolución contemplen con gran júbilo un problema en plantas eléctricas, porque plantas eléctricas es un sector obrero, y la Revolución basa su fuerza en la clase obrera, en la clase campesina, y cuando nosotros decimos campesino estamos pensando también en esa parte de la clase obrera que es campesina, como el obrero agrícola.
Y, sin embargo, se ha suscitado un problema en un sector de la clase obrera; y no solo en un sector de la clase obrera, sino nada menos que en un sector de la industria monopolista norteamericana nacionalizada por la Revolución.
Y los que se quedaron con el dolor impotente de ver cómo pasaban a manos del pueblo cubano sus empresas eléctricas; los que temblaron ante la idea de que todos los pueblos del mundo donde ellos tienen inversiones y monopolios como este adoptaran medidas similares; los que han temblado ante la acción de nuestro pueblo pequeño y valiente, y resuelto, que desafiando todos los poderes que habían sido hasta hoy invencibles poderes internacionales, los que temblaron ante la acción de este pueblo nuestro, sin duda que han recibido el beneficio de un pasajero regocijo.
Imagínense ustedes el ánimo de los grandes dirigentes del consorcio eléctrico, cuyas propiedades fueron nacionalizadas; imagínense, en medio de la preocupación de esos señores, en medio de un imperio que se les derrumba, en medio de una intranquilidad que no les permite dormir, cuánta gratitud no han de sentir hacia aquellos que sean capaces de brindarles un minuto de regocijo. Y la idea de que la Revolución haya tenido problemas en el sector eléctrico, ¡nada menos que la Revolución que ha hecho temblar el imperio!, y ¡nada menos que en la empresa que con más razón histórica nacionalizó la Revolución!
Esos señores tienen que haber sentido el regocijo de que precisamente ahí la Revolución haya tenido problemas. Y, por lo tanto, sin duda que se han de sentir también agradecidos por los que tales minutos de regocijo les brindaron, aunque ese minuto dure lo que dura “un merengue en la puerta de un colegio”.
Pero, ¿por qué precisamente ha surgido el problema en ese sector de la clase obrera?, ¿por qué precisamente surge el problema en este monopolio yanki nacionalizado por la Revolución? Ha habido agitación en estos días en torno al problema eléctrico; sin embargo, no hay que agitarse.  No tiene nada de extraordinario, y les confieso sinceramente que para mí no tiene nada de extraordinario que haya surgido un problema en plantas eléctricas. No nos sorprende, y todavía más, podía decirse que era de esperarse. No surge el problema en otro sector del país; sobre todo, no surge el problema en otro sector de la clase obrera, no ocurre el problema en otro sector más humilde de la clase obrera; surge el problema en uno de los sectores privilegiados de la clase obrera.
Dije que debíamos hablar con crudeza, y no sería honesto aquí dejar de decir estas cosas.  Porque, desde luego, no estamos en una reunión de latifundistas, no estamos hablándoles a los dueños de 200 o 300 caballerías; en medio de todo, les estamos hablando a trabajadores, y además de trabajadores, a cubanos.
Y por eso están ustedes aquí; y por eso han respondido esta noche; por eso se ha llenado el teatro de la CTC; y también por esto: porque nosotros, sin ser adivinos, sabíamos que el teatro de la CTC se iba a llenar. Y lo sabíamos porque tenemos fe en los trabajadores, y porque tenemos fe en el pueblo.
No vacilamos en venir; no preguntamos cuántos había en esta asamblea antes de llegar aquí; no llamamos por teléfono. No acostumbramos a realizar esas prácticas y, además, nosotros habríamos venido aquí aunque solamente hubiesen concurrido 20 trabajadores.
Sencillamente, estábamos seguros de que ustedes responderían. Nosotros sabíamos más, sabíamos que una parte numerosa de la masa eléctrica estaba confundida. Y es posible que todavía una parte considerable de la masa obrera esté confundida; como también sabemos que esa masa, día a día, irá abriendo su corazón al sentimiento revolucionario verdadero, e irá abriendo sus ojos a la realidad.
En la masa de los eléctricos las condiciones favorecían al surgimiento de estos problemas. La masa era propicia, y la dirigencia era mala. Hay otros sectores obreros, como el sector bancario, a quien pudiéramos llamar también un sector privilegiado de la clase obrera, y que sin embargo ha marchado bien, porque ha tenido una buena dirigencia revolucionaria, y los obreros bancarios han prestado magníficos servicios a la Revolución; los obreros bancarios han cooperado extraordinariamente, porque tenían el estímulo de una orientación correcta.
Mas, si la dirección hubiese sido mala, podíamos haber tenido también allí problemas, e igual en cualquier otro sector cuyas condiciones de vida son extraordinariamente mejores que las del resto de la clase obrera, cuando no hay buena dirección.
Hay veces que la dirección es mala, pero la masa es muy revolucionaria. Y, ¿qué cuentos pueden hacerle a cualquier sector de la clase obrera que al triunfo de la Revolución estaba ganando 2,00 pesos diarios cuando trabajaba, o 2,50 pesos, como ganaban los obreros de la construcción en todo el país?, ¿qué cuentos podía hacérsele a un obrero azucarero? ¿Y quién no recuerda la actitud ejemplar de los obreros azucareros en los días aquellos primeros de la Revolución , cuando se les planteó aquí con absoluta responsabilidad, aun cuando las empresas no eran todavía empresas nacionalizadas, que pospusieran todas sus demandas? Nadie podía pensar que estábamos defendiendo los intereses de las compañías americanas, dueñas de aquellos centrales y de aquellas empresas.
Sin embargo, nosotros sabíamos el minuto que estábamos viviendo, y que la Revolución corría en aquellos minutos el riesgo de hipotecarse por muchos años y el riesgo de entorpecer su propio avance.  Porque aquella era una clase obrera que había vivido, durante siete años, bajo la opresión, bajo el mujalismo, y una clase obrera a la que no le enseñaban el camino correcto; una clase obrera a la que no le enseñaban que era víctima de la explotación de aquellos intereses; una clase obrera a la que querían resignar a que el poder para siempre permaneciera en manos de los enemigos de esa clase, de los enemigos de la clase obrera, de los explotadores de la clase obrera, que el poder siguiera en manos de los monopolios extranjeros, de la camarilla militar, de los grupos politiqueros, de los grandes intereses industriales, de los grandes intereses de los terratenientes, de los grandes comerciantes. Es decir que el poder político de la nación permaneciera indefinidamente y por sécula seculorum en manos de los enemigos de los trabajadores. Y los trabajadores a resignarse, a resignarse en la perenne e interminable lucha por una migaja más de salario, por una ventaja más.
Y aquello, aquello no dejaba de ser, aparte de un elemento anárquico dentro de la sociedad, no dejaba de irse convirtiendo en un vicio.  Porque los obreros no pensaban como clase, los obreros pensaban como sector, como sindicato; y las batallas hacia donde los orientaban no eran las batallas por la clase, ni mucho menos por todo el pueblo.  Los llevaban a pelear por una pequeña migaja más.
Para el sector no importaban los demás sectores obreros, no importaba el resto de la clase, no importaba el resto de la nación, no importaba el que estaba sin empleo, no importaba el futuro.  Y todo lo cambiaban, como aquel de la Biblia, por un miserable plato de lentejas, ¡cambiaban la primogenitura de la clase obrera, el derecho de la clase obrera a gobernar y a dirigir el país, lo cambiaban por un miserable plato de lentejas!  
El futuro no importaba, y vivíamos en ese círculo vicioso: siempre viviendo para el miserable presente, y siempre olvidados de un mejor futuro. Y esa era la mentalidad que los líderes sin conciencia revolucionaria, que los líderes mediatizados, que los líderes vendidos, los líderes al servicio de los grandes intereses, le trataban de crear a cada sector obrero.
Y si el aumento de ventajas en un sector, que hoy podía ser el eléctrico, mañana el de transporte, pasado el de tejidos, o de cualquier otro sector, implicaba un gravamen para el resto del pueblo, no importaba. Al obrero se le enseñaba a no pensar en el resto del pueblo, al obrero se le enseñaba a no pensar en el resto de los hombres de su clase: “hoy fastidio a todos los demás, que mañana me fastidiarán a mí”.  Y vivíamos en ese círculo vicioso, egoísta y miserable.
No solo nos olvidábamos de los obreros que no eran de nuestro sector, sino que nos olvidábamos, por ejemplo, de que allá en los campos, desorganizados y dispersos, vivían sectores obreros que no podían librar la batalla porque no tenían las ventajas de vivir en la capital, porque no tenían las ventajas de estar concentrados en las industrias; y entonces, mientras esa parte considerabilísima del país iba quedando relegada y relegada, los obreros que estaban en mejores posiciones estratégicas para librar las batallas por su sector, iban librando las batallas.  Y así, la ciudad también crecía a expensas del campo, y los sectores que vivían en la ciudad tenían más poder de movilización, luchaban por mejoras para ellos, mientras los que vivían dispersos en el resto del país ni tenían oportunidad ni ventajas para luchar, y se iban quedando cada vez más y más rezagados.
Y así, ¡mientras a los hombres del campo les hacíamos pagar por los productos de la ciudad un precio mucho más elevado, queríamos seguir pagando un precio miserable por los productos del campo, que era del cual vivían aquellos hombres!  A los obreros no se les enseñaba a pensar; a los obreros urbanos no se les enseñaba a pensar en los obreros agrícolas; y los obreros agrícolas se iban quedando a la cola. Y fue solo después del triunfo de la Revolución que a los trabajadores de la ciudad se les comenzó a despertar el sentimiento de la solidaridad, la confraternidad y la hermandad con los obreros del campo.
A la clase obrera se le mantenía impotente, se le mantenía dividida; no luchando por las verdaderas metas por las que debe luchar la clase obrera. ¿Y saben ustedes cuál es la primera meta por la que debe luchar la clase obrera, la única meta por la cual debe luchar fundamentalmente una clase obrera en un país moderno? ¡Por la conquista del poder político!  Porque la clase obrera es la clase absolutamente mayoritaria, la clase obrera es la clase fecunda y creadora, la clase obrera es la que produce cuanta riqueza material existe en un país. Y mientras el poder no esté en sus manos, mientras la clase obrera permita que el poder esté en manos de los patronos que los explotan; que el poder esté en manos de los especuladores que los explotan, de los terratenientes que los explotan, de los monopolios que los explotan; de los intereses extranjeros o nacionales que los explotan; mientras las armas estén en manos de la camarilla al servicio de esos intereses y no en sus propias manos, la clase obrera estará condenada en cualquier parte del mundo, a una existencia miserable, por muchas que sean las migajas que en la mesa del festín, los grandes intereses y los grandes privilegios lancen sobre ella.
Y el Estado, este Estado al que han querido presentar como un fantasma, no lo presentaban como un fantasma ayer, cuando el Estado y todos sus órganos de poder, desde el poder militar hasta el poder judicial, pasando por aquel corrompidísimo poder legislativo, estaba al servicio de los patronos explotadores, y de los grandes intereses. Y lo que ha ocurrido, sencillamente, es que ese instrumento que se llama Estado y todos sus órganos de poder, aunque puede ser que le quede todavía alguna que otra mano al servicio de esos privilegios, ¡ese Estado es hoy un instrumento de poder al servicio de los oprimidos y de los explotados de la patria!  
Y, por eso, tratando de ocultar que antes el patrón era el Departamento de Estado y el Pentágono yanki, y que los obreros nuestros que trabajaban en todos esos monopolios, eran obreros explotados por esos intereses extranjeros, es que se han empeñado en azuzar el temor y el miedo, cuando el dueño de esas empresas no es ya “Míster Nadie”, no es ya ningún extranjero explotador, no es ya ninguna compañía explotadora, sino que el único, el exclusivo y el definitivo dueño de esas empresas, es el pueblo de Cuba; y cuyas ganancias no van a parar a ningún banco americano, ni van a parar a los bolsillos de nadie; cuyos ingresos van a parar al tesoro de la nación  donde nadie osa, ni osará jamás llevarse un centavo, y donde quien se lleve un centavo ¡ya sabe lo que le corresponde!  
En su impotencia, los enemigos de la Revolución tratan por eso de confundir, y tratan de que sigan muchos cubanos todavía con la venda en los ojos, oyendo cuentos de camino. ¡Porque ante las verdades incontrastables de la Revolución, ante las realidades incontrastables de la Revolución, no les queda más que el cuento de camino! Porque son hechos que no pueden negarse, y son muy grandes los cambios, y muy justos, los que han tenido lugar en todos los ámbitos en nuestra patria.  ¡Y nosotros, como actores y parte de este proceso revolucionario, no podemos menos que expresar aquí nuestro orgullo por la hora que nos ha tocado vivir, y por lo que hemos podido hacer por el bien de nuestra patria!
La política de los explotadores era la política de siempre: la política de dividir a los obreros, de confundirlos, de fragmentarlos en mil pedazos, con cuentos de camino, y con migajas. Era fácil ser líder obrero en un monopolio yanki; difícil era ser líder obrero en una colonia cañera, con ocho meses de tiempo muerto, con los fogones apagados y con el plan de machete sobre las costillas de los obreros agrícolas. Era fácil ser líder obrero en un monopolio eléctrico; lo difícil era ser líder obrero en las colonias de la United Fruit Company... Allí había otra colonia, propiedad de un monopolio, pero el azúcar había que venderlo en el mercado mundial, el azúcar estaba sometido a la competencia de otras áreas productoras, y entonces, la política de esos monopolios yankis era exprimir al obrero hasta su última gota de vida, para extraerle hasta el último centavo; sembrar extensivamente las cañas, no limpiarlas, pagar por ajustes para burlar las leyes salariales. Ellos no podían fijar el precio arbitrariamente: el precio estaba sometido a competencia, y no era lo mismo que en el caso del monopolio eléctrico. Era muy distinto ser líder en una empresa monopolista yanki, cuyos precios eran inalterables, que no estaban sometidos a competencia, como no fuera la competencia de chinchales que técnicamente no podían producir la corriente al mismo costo, cuyos precios no se discutían en el mercado mundial, ni se discutían en ninguna parte, y que cuando trataron una vez, los cubanos, de discutirlos, costó la caída de un gobierno, la implantación de una tiranía que asoló, saqueó y ensangrentó a este país durante muchos años, y el asesinato de uno de los grandes líderes revolucionarios de la generación anterior:  Antonio Guiteras.
La compañía imperaba. ¿Quién mandaba en Cuba? ¿Quién mandaba en Cuba más que la compañía? La compañía mandaba, ¿y quién pagaba? El pueblo pagaba. ¿Y qué precios pagaba?  Precios más altos que en cualquier país de América.  La compañía mandaba y el pueblo pagaba.  El precio era el precio de monopolio, y entonces la compañía imperialista podía hacer gala de buena, podía hacer gala de sabía, podía hacer gala de institución benemérita, e invertía en esto millones de pesos en propaganda que el pueblo pagaba.  Y la compañía podía tender la cortina de humo para demostrar las maravillas del imperialismo, a fin de ocultar las terribles miserias a que tenía sometido a nuestro pueblo, las miserias de aquellos obreros de la “Atlántica del Golfo”, o de la “Miranda Sugar Company”, o de la “United Fruit Company”, o de “Chaparra”, o de “Delicias”, o de cualquiera de los monopolios que aquí como en América Central, como en la América del Sur, en los campos agrícolas y en las minas matan de hambre a los trabajadores.
De esa manera era fácil ser líder en el monopolio de la compañía eléctrica. Y era fácil no solo ser líder, sino líder malcriado por la compañía eléctrica. ¿Qué importaba acceder a una demanda si el pueblo pagaba? ¿Qué importaba que el pueblo pagara la luz eléctrica más cara que en ningún lugar del mundo, si la compañía benemérita podía hacer gala de generosa y encumbrar ese tipo de líder que es el peor enemigo de la clase obrera; incubar ese tipo de líder que divide a la clase obrera; incubar ese tipo de líder que lucha junto a los intereses explotadores, contra los intereses de la clase obrera?
Y así, con los precios de monopolio que cobraba la compañía, podía dar y dar, acceder, mimar a esos líderes, presentarse como ejemplo de institución benemérita y, al mismo tiempo, sustraerle más de 20 millones de pesos todos los años al pueblo.
Si fácil era ser líder antes del triunfo de la Revolución, mucho más fácil era ser líder en los primeros días de la Revolución, cuando aquellos lidercillos demagógicos se enfrentaban a un grupo de empresarios amedrentados, incapaces de no ceder a la menor presión.
¿Pero en qué pensaban en aquellos días aquellos líderes? ¿Pensaban acaso en la conquista del poder para la clase obrera? ¡No! ¿Pensaban en la desaparición de los monopolios? ¡No!  ¿Pensaban en la recuperación de la riqueza nacional? ¡No! No podían estar pensando eso, no podían estar pensando en el futuro, y le indicaban a la clase obrera no el camino luminoso y prometedor del futuro, le enseñaban la migaja debajo de la mesa, le enseñaban el plato miserable de lentejas; no le enseñaban a la clase obrera el camino de la liberación, el camino de la recuperación de aquellas riquezas, sí, en aquellos momentos esos líderes, cuya inmensa mayoría han “volado la valla” como esos gallos de mala ley , no pensaban en el futuro de la patria, pensaban en apuntalar sus posiciones políticas y sindicales.
Para ellos la Revolución se reducía al Primero de Enero; para ellos con esas viseras —no recuerdo bien cómo les llaman a esas cosas que les ponen a los asnos para que no miren a los lados, creo que orejeras— ellos no podían ver mucho más lejos de sus narices; para ellos la Revolución se reducía a aquel minuto, a apretar por el pescuezo al empresario y que el empresario soltara, y después que el empresario soltara todo lo que tenía, ¿qué?; y el futuro del país, ¿qué?; y la liberación de la clase obrera, ¿qué?; y la recuperación de la riqueza nacional, ¿qué?; y el desarrollo de la economía del país, ¿qué? Habría que seguir pidiendo limosnas; habría que seguir pidiendo de rodillas, porque aquellos eran incapaces de ver dos metros por delante de sus frentes.
Y esa era la realidad. ¿Por qué no pensamos en aquel cuadro? ¿Por qué no recordamos aquellos días?  Es posible que muchos dirigentes lo hicieran no de mala fe, sino por la costumbre, porque vieron la oportunidad de exigir, de obtener ciertos beneficios inmediatos para sus compañeros, aparte de que algunas de las demandas eran de impostergable necesidad y de indiscutible justicia, pero eran demandas por la libre; una especie de competencia a ver quién pedía más, sobre todo, porque las elecciones sindicales estaban próximas. Y, ¡claro!, no hay palabra más bonita en cualquier asamblea, en cualquier acto, no hay palabra más seductora que 30%, 40%, 100%, más esto, más lo otro, más menos trabajo, más más sueldo.
Esa es la palabra mágica. ¡Claro!, esa palabra era difícil de pronunciar en la United Fruit, pero era fácil de pronunciar frente a un monopolio que habría leído en “La Historia me Absolverá”, que una de las consignas de la Revolución era la nacionalización del trust eléctrico. Y que aquella empresa estaba en mejores condiciones que ninguna, y en el momento más propicio de exigirle y de pedirle, y de dar.
Aquello era una tarea fácil, y aquello venía bien con el miedo terrible que tenía la compañía.           ¡Ah, y si la compañía hubiera podido dar el doble de lo que recaudaba sabiendo que la iban a nacionalizar, mucho mejor! ¡Qué torpe y qué estúpida es esa compañía que no puso un sueldo mínimo de 2 000 pesos mensuales para cada uno de sus trabajadores! ¡Qué torpe es esa compañía, y qué milagro que los líderes no hicieron la demanda!
Si la compañía iba a perder el monopolio, ¿qué le importaba dejarle esa herencia al Gobierno Revolucionario? ¿Fue la política del Gobierno Revolucionario hacer incosteables las empresas?  No. ¿Fue la política del Gobierno Revolucionario a repartir las semillas entre el pueblo, para que no nos quedara ni una sola semilla que sembrar para el futuro? No. Esa no fue la política del Gobierno Revolucionario.
El Gobierno Revolucionario aspiraba a hacer marchar la Revolución hacia adelante y no incurría en la demagogia.  El Gobierno Revolucionario rebajaba los alquileres hasta un 50%, eso no hacía incosteable a ninguna empresa, afectaba las rentas colosales de algunos señores y elevaba el estándar de vida del pueblo por la vía de una reducción en los gastos del alquiler; el Gobierno Revolucionario rebajaba el precio de los solares; el Gobierno Revolucionario rebajaba las tarifas eléctricas; el Gobierno Revolucionario rebajaba las tarifas telefónicas; el Gobierno Revolucionario iba a la elevación del nivel de vida, no por vías de la incosteabilidad, sino por vías de la reducción de aquellos gastos que las familias hacían, y por donde no iría a afectar el principio de la costeabilidad.
¿Cuál habría sido nuestro deseo? No solamente reducir el costo de vida en una serie de aspectos, sino evitar que el costo de vida se elevara. Pero a veces ocurría que alguien libraba su batalla dentro del sindicato, y ganaba su batalla; y antes de que el gobierno pudiera darse cuenta, había un artículo más caro en el mercado, y otro día, otro artículo más caro. ¿Por qué camino íbamos? Por el camino de tomarnos el pelo todo el mundo; por el camino de engañarnos unos a otros; por el camino de la ficción, de la ficción de recibir hoy un 20% de aumento y pagar mañana un 25% de aumento en los artículos que consumimos. Porque es un engaño creer que puede haber elevación del nivel de vida sin aumento de la producción, sin aumento de la productividad, por mejor eficacia en el trabajo o por la tecnificación de los medios de producción. Y todo lo demás es una mentira, la mentira con que entretenían antes a los trabajadores.
Y la política correcta no podía ser nunca la política de la lucha anárquica de los distintos sectores por el mejoramiento económico; la política correcta era la lucha por mejorar no a los que estaban mejor, sino por mejorar a los que estaban peor.
Y aquí, ante los obreros eléctricos, ¡proclamamos con toda honradez que antes de pensar en el obrero eléctrico, había que pensar en el obrero agrícola de la “United Fruit Company”! 
¿Y hacia dónde debió orientarse el esfuerzo? ¿Qué habría hecho un líder honesto en el sector eléctrico antes del triunfo y después del triunfo?, ¿cuál habría sido la consigna revolucionaria, aunque no se sacara un solo voto en las elecciones sindicales? ¡La consigna revolucionaria habría sido luchar por la rebaja de las tarifas eléctricas! Esa habría sido la consigna revolucionaria, porque no hay que olvidar que el dinero con que se pagaba el salario de 8.00 o de 10.00 pesos, era el dinero que salía del obrero de la construcción, que ganaba 2.50; del vendedor de periódicos, o del limpiabotas, o del cafetero ; o del empleado público, que ganaba 75.00 o a veces 60.00 pesos, y de tantos y tantos obreros cuyo promedio de salario no pasaba de 90.00 o de 100.00 pesos, pero que tenía que ir allí a pagar la luz al mismo precio que la pagaba un millonario; que tenían que pagar la luz al mismo precio que la pagaba un obrero eléctrico (EXCLAMACIONES DE:  “¡Más cara!”); más cara me dicen ustedes.
Es decir que si eso es lo justo, nosotros no entendemos lo que es justo. Mas, si lo justo, y lo humano, y lo solidario, y lo patriótico, y lo revolucionario, es lo otro, es decir, no pensar egoístamente en uno y querer que el mundo se conforme para uno; si tenemos un deber de elemental solidaridad con los demás, nosotros tenemos una idea de lo que es justo. Pero predicar lo justo habría sido tarea de un verdadero revolucionario, no tarea de un demagogo.
Lo fácil, y lo simpático, era pedir y pedir más, sin pronunciar una sola palabra en favor del pueblo, sin pronunciar una sola palabra en favor de los demás, que pagaban las tarifas más caras que en ningún lugar del mundo.  Pero no eran hombres honrados los que adoptaban el camino fácil, de antes y de después del Primero de Enero, y a costa del pueblo, pagando el pueblo, sin acordarse nunca del pueblo, se conquistaron posiciones y se ganaron adeptos, esos adeptos que, en infamante peregrinación, perpetraron, para regocijo de los enemigos de la patria, un hecho contrarrevolucionario y vergonzoso, que era una deshonra para la clase obrera, ¡y una puñalada en el corazón de la patria, en lucha contra el imperialismo!
Nosotros estamos seguros de que estas palabras honestas, pronunciadas aquí con absoluta franqueza, con total honradez, en medio de los obreros eléctricos; estas palabras, que no son de adulación; estas palabras, que son de análisis y que son pronunciadas aquí sin una pizca de demagogia, sino aun a riesgo de que haya quienes no las comprendan; estas palabras, no recibirán jamás, no recibirán jamás el elogio de una de las agencias mentirosas del imperialismo; no recibirán jamás el elogio de ninguno de los periódicos, o de las revistas, al servicio de los grandes intereses; no recibirán jamás una palabra de elogio por parte de los criminales que quieren ensangrentar otra vez la tierra cubana. ¡Ah!, de esos rumbos no vendrán elogios; y, en cambio, la manifestación, y los gritos de la manifestación, recibieron los más cálidos y entusiastas elogios; de las agencias mentirosas que difaman a la patria, de las revistas mentirosas que difaman a la patria, de los voceros del crimen, de los voceros de los esbirros, de los voceros de los traidores, recibieron los mayores elogios.
Y por si hay por ahí algún tonto todavía que no vea claro los términos del problema, baste que se haga esta pregunta por encima de todas las demás cuestiones, por encima de las pugnas que pudieran existir, por encima de cualquier problema que pudiera existir en el seno de la masa eléctrica, por encima de antipatías o simpatías personales hacia cualesquiera de los compañeros, basta hacerse esta pregunta: ¿a quién pueden elogiar los enemigos de la patria?, ¿a qué hecho pueden elogiar los enemigos de la patria?, ¿a qué hechos pueden elogiar la UPI, la AP, los periódicos y las revistas, y los voceros de los esbirros?, ¿a quiénes pueden aplaudir? No será a los hombres leales a la patria, no será a los que tengan una posición honesta.  Los criminales, los ladrones y los traidores, los grandes intereses afectados por la Revolución, no elogiarán jamás a un amigo de la Revolución; no elogiarán jamás a una actitud leal; no elogiarán jamás a los verdaderos revolucionarios; no elogiarán jamás las actitudes dignas. ¡Dime quién te elogia, y te diré quién eres!  
Nosotros no hemos tenido necesidad de hacer muchas investigaciones. A nosotros nos bastó leer la UPI, la AP, leer las cosas que escribían los voceros de la contrarrevolución, leer los panegíricos dedicados en estos días por los mercenarios, por los enemigos de Cuba, por los voceros de los grandes intereses, y hemos sacado una conclusión definitiva.
Y era lógico. Cualquiera que sea traidor a la patria, tengan la seguridad de que recibirá los mayores elogios de los enemigos de la patria, de los vendidos al oro mercenario del extranjero, de los vendidos a los agresores a nuestro país, de los vendidos a los que quieren destruir la Revolución, aunque sea al precio de destruir la nación entera.  ¡Los traidores ya saben que tienen un elogio asegurado y una paga asegurada!
Pero eso los define.  ¡Para qué molestarnos en mencionar nombres! Les juro que da pura repugnancia, preferible es no mentarlos, porque han sido tan bajos, han sido tan mediocres, han sido tan miserables, que producen más lástima que otra cosa. Y, sobre todo, por la mancha que llevan encima, por la traición que han cometido quienes llegaron a la infamia de propiciar con la atmósfera que crearon dentro del sector, y con sus actividades contrarrevolucionarias, y con sus traiciones, con los traidores de todos los tamaños, desde aquel que un día en este teatro recibió un voto de confianza pedido por nosotros para salir de la crisis a donde lo habían conducido sus torpezas, para terminar sin honra y sin gloria en la galería infame de los traidores a la Revolución, hasta el último, los que promovieron la vergüenza para los obreros eléctricos y para la clase obrera de llegar a sabotear su propio centro de trabajo.
Y quienes no dispararon ni un volador contra la tiranía que asesinó a 20 000 cubanos; quienes no movieron un dedo contra el pulpo imperialista que derrocó al gobierno revolucionario del 33 y promovió el asesinato de Antonio Guiteras; quienes no movieron un dedo contra el trust explotador, ni movieron un dedo por las rebajas de las tarifas eléctricas, cometieron la inenarrable infamia de colocar bombas en los propios registros de la empresa donde trabajaban, de la empresa que ya no pertenecía al Pentágono, ni al State Departament, ni a la compañía extranjera, sino al pueblo, ¡de la empresa administrada por el Gobierno Revolucionario que rebajó en 15 millones de pesos lo que el pueblo de Cuba, el obrero humilde, el obrero que ganaba 90.00 y 100.00 pesos, pagaba por el servicio eléctrico, sin rebajarles un solo centavo a los obreros!  , sino, incluso, el Gobierno Revolucionario bajo cuya actuación y cuya protección se aumentaron los salarios en 2 955 000 pesos al sector eléctrico, y se aumentaron los empleos en número mayor de 1 000, en los dos años de Gobierno Revolucionario, sin sacrificar uno solo de los beneficios que disfrutaba el sector, y que, además, rescató de manos extranjeras esa empresa para ponerla en manos del pueblo.
Los cobardes y los miserables, que no movieron un dedo contra todo el pasado oprobioso, vendidos al oro de los enemigos de la patria, sabotearon la propia empresa dejando caer una mancha sobre el sector eléctrico y sobre la clase obrera, y poniendo, incluso, en riesgo la vida de sus propios compañeros, que de pura casualidad no resultaron muertos en los trabajos posteriores, a consecuencia de algunas bombas que habían permanecido sin estallar, para regocijo de los enemigos de la patria, para regocijo de los monopolios, ¡para vergüenza eterna de ellos, que no de los obreros, que tendrán sobradas oportunidades de borrar la mancha que la traición dejó en el sector de los eléctricos y de los trabajadores!
Llegaron a eso, y sin un ápice de razón; llegaron a eso, aun cuando nosotros habíamos intervenido a fin de aliviar las pugnas que había en el seno del sector eléctrico. Y promovimos una disminución de las tensiones, hasta que las tensiones estallaron, y estallaron en forma de bombas traicioneras y criminales, en los registros eléctricos.
Y una de las cosas que se solazan en pronosticar, los esbirros y los contrarrevolucionarios, son sus planes de hacer estallar alguna planta eléctrica, sin reparar siquiera que en cualquiera de esas plantas trabajan cientos de obreros, y cualquier explosión allí produciría un holocausto espantoso de trabajadores cubanos, que superaría el propio holocausto de la explosión de “Le Coubre”, que tantas vidas de obreros portuarios y de soldados rebeldes costó. Ni siquiera disimulan su optimismo en cuanto a la esperanza de convertir el sector eléctrico en un sector contrarrevolucionario; ni siquiera disimulan su jactancia. Y llegaron, sin razón, a hacer lo que hicieron.
¿Cuál había sido la política del gobierno? ¿Cuál era la política del gobierno en el sector eléctrico y en los demás sectores que tenían ingresos muy superiores a los de cualquier sector obrero?  La política del gobierno, invariablemente ha sido la de no sacrificar ninguno de los beneficios que disfrutaban esos sectores; aun cuando eran beneficios que no tenían otros sectores obreros, la política del Gobierno Revolucionario fue la de respetar esos beneficios. Pueden haber ocurrido algunos intereses afectados, pero no se trataba de intereses morales.  Cuando, por ejemplo, en el transporte se tomaban medidas contra las filtraciones, podía resultar afectado el interés de algún obrero que no fuese moral, es decir, resultaba afectado un interés inmoral.  De la misma manera, había ciertos procedimientos inmorales, sobre todo, relacionados con algunos tipos de trabajos extras, que, como ustedes saben, eran deliberadamente prolongados, a fin de cobrar cantidades mucho mayores de las que ya se percibían, con un buen salario.
Y así, por ejemplo, vamos a ver el caso de uno de estos saboteadores. William Le Santé Nasser.  Su sueldo quincenal, sin contar todos los demás beneficios que el monopolio eléctrico se podía dar el lujo de conceder a costa del pueblo...  este señor ganaba 185.00 pesos quincenales; es decir, 370.00 pesos mensuales. Trabajaba en soterrado, y era de los que practicaban el sistema de la hora extra inevitable; y entonces percibía, una quincena 37; otra, 168; otra, 230.  Y aquí tenemos: primera quincena de agosto de 1960, 185.00 pesos quincenal por salario, más 230.00 por horas extras, le hacían un total de 415.27 pesos a la quincena, es decir 100.00 pesos más de lo que gana, pues, voy a decir, por ejemplo...  300.00 pesos más de lo que gana en una quincena el administrador general de la compañía “Antonio Guiteras”...  ¿Cómo le llamamos ahora?  No es compañía...  del servicio eléctrico.
Bueno, es decir que el administrador general gana 225.00 pesos y este señor ganaba 415.27 pesos en una quincena.
Al producirse la nacionalización, algunas prácticas inmorales como estas, de una hora extra cuando no fuera necesaria, se suprimieron, y entonces tenemos que ni en la segunda quincena de agosto, ni en la primera ni en la segunda de septiembre, hay horas extras. Vuelve a haber horas extras en octubre: 122.00 pesos, horas extras que fueron necesarias.  Sí, en octubre, primera quincena, percibe 357.00 pesos, pero, claro, en la siguiente quincena fueron 4.00 pesos, y en el último mes anterior, pues, en una quincena nada, y en otra 41.00 pesos de horas extras.  Pero es decir que se nota aquí: desde principios de año hasta la nacionalización, hay en todas las quincenas horas extras; después de la nacionalización, hay una, dos, tres quincenas sin horas extras, una quincena con horas extras, otra quincena con 4.00 pesos, una quincena sin horas extras, y otra quincena con 41.00 pesos extras. Es decir que de siete quincenas, hay cuatro quincenas sin horas extras.
¿Cuál es el deber del administrador? ¿Promover prácticas inmorales? No. Se respetaron todos los beneficios.  Esas fueron las instrucciones.  Tengo entendido que hubo algún detalle, no recuerdo bien si era en cuestión de los préstamos que hubo algunas discusiones o algunas confusiones, pero la instrucción invariable fue la de mantener las condiciones de trabajo, pero las condiciones de trabajo no implican prácticas inmorales.  Esa es la política que se ha seguido y se seguirá en todas las empresas nacionalizadas.
Es decir, no se sacrificó a ningún sector. El Gobierno Revolucionario no solo le ahorró al pueblo 15 millones de pesos con los recibos de la luz eléctrica, que son 15 millones de pesos más en alimentación y en ropa y en recreo, 15 millones al año, sino que, además, habiendo recibido la compañía nacionalizada bajo supuestas pérdidas, está ahorrando para los programas de desarrollo de la electricidad, un millón y medio de pesos todos los meses , sin sacrificar los beneficios que tenía el sector, si se exceptúan algunas prácticas inmorales. Y, además, desde el triunfo de la Revolución, se pagan en el sector más de 4 millones de pesos de aumento en las nóminas, entre aumentos, es decir, con la equiparación y con los nuevos empleos.  Resultado de la Revolución: 15 millones de pesos paga menos el pueblo, que después serán 20, a medida que se extienda el servicio; 4 millones más en las nóminas de salarios, y 18 millones para el programa de inversión, que como ustedes saben, la compañía desarrollaba sus planes, en parte considerable, con dinero nacional, con los préstamos que le había hecho la tiranía. Y el desarrollo de un programa mínimo de electrificación, requiere gastos de 30 millones por año. Y, por lo menos, el sector eléctrico, la industria eléctrica nacionalizada, de esa cantidad puede aportar aunque sea el 50% para el desarrollo, que significarán millares de nuevos empleos para millares de cubanos que no tienen trabajo actualmente.
Esa es la política correcta, y la única política correcta. Nosotros no hemos sacrificado los beneficios del sector, ni esa fue nunca la intención, ni lo será, del Gobierno Revolucionario.
Nosotros luchamos por mejorar las condiciones de los que están, peor sin sacrificar los beneficios de los sectores que están mejor.
Sería una vergüenza leer el informe del G-2 de cómo fue desarrollado el sabotaje (EXCLAMACIONES DE: “¡Léalo!”).
“Los atentados dinamiteros llevados a cabo en los distintos registros de la Compañía Cubana de Electricidad 'Antonio Guiteras' en horas de la tarde del día 29 de noviembre pasado, fueron perpetrados por empleados de la mencionada compañía, los que aprovecharon para colocar las bombas de tiempo con las que efectuaron dichos actos terroristas —estas bombas explotaron en las primeras horas de la madrugada del día 3—, su conocimiento previo de los lugares y de las condiciones en que se encontraban esos registros, y las facilidades que les daba su propia condición de empleados.
“Estos registros soterrados habían sido reforzados recientemente con una capa de una sustancia especial que sella las tapas de los mismos, de manera tal que para poder abrirlos, es necesario tener la llave correspondiente, así como utilizar un equipo especial para romper el sellaje, operación esta que no se podría realizar sin levantar sospechas, de no ser empleado de la mencionada compañía.
“En la referida Compañía Cubana de Electricidad 'Antonio Guiteras', opera un grupo contrarrevolucionario perteneciente a una organización que dirigía David Salvador Manso, actualmente detenido. También dirige esta organización Jesús Fernández Hernández, que fuera delegado del BANSESCU, y últimamente trabajaba con el referido David Salvador, así como otros elementos contrarrevolucionarios.
“Que este grupo dirigido por el ya mencionado Jesús Fernández Hernández, por Jorge Ernesto Arnao Caraballo, conocido por 'Viruta', por Juan Francisco Collado, dirigente de los eléctricos, y un tal Domingo Domínguez, celebraba reuniones contrarrevolucionarias en el piso número ocho del edificio situado en la esquina de Galiano y Águila.
“Que en las últimas reuniones que celebraron, tomaron el acuerdo de realizar los atentados terroristas que estamos mencionando; que como una forma de combatir al Gobierno Revolucionario y servir a los propósitos subversivos del imperialismo, varios integrantes de la referida agrupación contrarrevolucionaria, escogieron la víspera de la fecha del 30 de noviembre, para llevar a cabo los expresados actos terroristas; que no lograron a plenitud su propósito, o sea, dejar la Ciudad de La Habana a oscuras durante 15 días, debido, entre otras cosas, a que dos de los artefactos dinamiteros no estallaron en los registros donde fueron colocados, debido a que estos se llenaron de agua con posterioridad.
“Y así las cosas, y puestos de acuerdo previamente el ya mencionado Jesús Fernández, Jorge Ernesto Arnao, Julio Casielles Amigó, Luis Méndez Pérez, Juan Francisco Collado, dirigente de los obreros eléctricos, y un tal Domínguez, que está sujeto a expediente acusado de un robo en dicha compañía, William Le Santé Nasser y otros, en la tarde del día de los hechos, o sea, el 29 de noviembre, procedieron a llevar a cabo los referidos atentados dinamiteros del modo siguiente:  William Le Santé Nasser que se encontraba de guardia en las horas del mediodía del 29 de noviembre pasado, cumpliendo lo convenido de antemano, hubo de entregar las llaves de los registros eléctricos y el camión chapa número 3-020, que presta servicios en la referida compañía, al también empleado Olirio Luis Méndez Pérez, marchándose momentos después.
“Acto seguido Olirio Méndez Pérez, actuando como chofer, sacó el camión número 3-020 perteneciente a la Compañía Cubana de Electricidad del depósito de esta compañía, sito en Blanco y San Lázaro, aprovechando al parecer un descuido del miliciano José A. Recio Lobato que se encontraba de guardia en la puerta de dicho local.
“Momentos antes, según hubo de declarar el expresado miliciano, llegaron a dicho local de Blanco y San Lázaro, el dirigente de los eléctricos Juan Francisco Collado, el cual hubo de salir después que se fue el camión con un sujeto grueso que trabaja en los cables de dicha compañía, agregando que después estuvo el chofer de Amaury Fraginals, el cual preguntó por un individuo al que le dicen 'Billete', y al no encontrarse este, se marchó.
“Según declaró Alejandro J. León Hernández, guardajurado de la Compañía de Electricidad, el cual se encontraba de posta esa tarde en que se sacó el camión del local de Blanco y San Lázaro, el dirigente Collado se encontraba en el lugar saliendo momentos después en que salió el camión, y que dicho dirigente iba en un automóvil acompañado de un tal Domínguez, que se encuentra en proceso de investigación, acusado de un robo en dicha compañía.
“Que el referido camión 3-020, que conducía Olirio Luis Méndez, recogió en su trayecto a Jorge Ernesto Arnao Caraballo, alias 'Viruta'.  En otro lugar hizo contacto con el automóvil en el que viajaba el dirigente Collado acompañado de Jesús Fernández y del sujeto conocido por Domínguez o Domingo, el cual pasó del auto al camión siguiendo en este último a donde trasladó las bombas de dinamita que hubo de entregarle Collado y que estaban dentro del auto de este.  Después que el camión siguió su marcha, hubo de recoger en la calle de Alambique, cerca de Tallapiedra, al también empleado de la compañía eléctrica Julio Casielles Amigó, el cual había sido citado de antemano para dicho lugar.
“Por consiguiente, el camión número 3-020 que conducía Olirio Luis Méndez, llevaba ya en su interior a Jorge Ernesto Arnao, a Casielles y al Domínguez o Domingo, que es un sujeto pelado a lo alemán, rubio, narizón, de unos 25 años de edad, así como las bombas explosivas.
“Detrás del tantas veces mencionado camión número 3-020, iban los ya referidos Juan Francisco Collado y Jesús Fernández Hernández, los cuales tripulaban el auto marca Chevrolet del año 1958, chapa número 61357, motor número E581-133666, cuyo auto aparece a nombre del Sindicato Provincial de Plantas Eléctricas y que era manejado y utilizado en sus labores sindicales por el dirigente Collado.
“Así las cosas, procedieron a realizar el primer sabotaje en el registro soterrado situado en la esquina de las calles Diaria y Águila, para realizar el cual Casielles Amigó rompió el sellaje de la tapa y levantó la misma, bajando acto seguido a su interior el Arnao, el cual colocó una bomba reloj, en cuya operación seguía las indicaciones del Domínguez o Domingo. En tanto hacían esta operación, alrededor de las 2:00 de la tarde, el Collado y el Fernández dentro del auto que tripulaban y próximos al camión, vigilaban discretamente a fin de justificar con una evasiva la acción que estaban realizando en el caso que acudiera algún agente de la autoridad, y al mismo tiempo para comprobar la realización de los mencionados sabotajes. Que esta misma operación la realizaron en todos los demás registros en que colocaron artefactos dinamiteros.
“Que en la madrugada, o sea, varias horas después tuvieron lugar explosiones en los siguientes registros: Zulueta y San José, edificio del teatro Payret; San José y Consulado, al lado de Radio Cadena Habana; Galiano entre Neptuno y Concordia, donde radica el cine América; calle Enna y Justicia, en Luyanó; sótano del teatro 'Estrada Palma'; Antón Recio entre Puerta Cerrada y Diaria; Alambique entre Vives y Esperanza; Concordia No.153; Santa Emilia No.24, Santos Suárez.
“Que después de terminar esta criminal labor terrorista los participantes quedaron en reunirse en el Club Cubanaleco, con el objeto de abandonar el país en una embarcación.  Pero como el tiempo pasaba y Collado, Fernández, Arnao y Domingo no se aparecían, los restantes complicados se marcharon y buscaron por su cuenta otra embarcación de la propiedad de un sujeto que le dicen 'El Gallego', también empleado de la Compañía Cubana de Electricidad, para irse de Cuba.  Tomaron esta embarcación Julio Casielles Amigó, William Le San té Nasser, Olirio Luis Méndez Pérez y Armando Rodríguez Vizcaíno, este último cuñado de Casielles.
“Que se hicieron a la mar en la referida embarcación propiedad de 'El Gallego', la cual debido a fuerte oleaje zozobró a cierta distancia de la costa cuando se dirigían hacia las playas de la Florida, siendo recogidos por el patrón de la arenera 'Manate', nombrado José Hernández Graniel, vecino de la calle J. Galíndez No.20510, entre Segunda y Tercera, Residencial San Miguel del Padrón. Y al llegar a tierra fueron detenidos por miembros de la Policía Marítima Revolucionaria que procedieron a remitirlos a las oficinas del G-2, al comprobar que eran empleados prófugos de la Compañía Cubana de Electricidad 'Antonio Guiteras'.
“Que Pedro Fraginals, participante indirecto en los hechos que se produjeron y que en unión de los encartados formaba parte de la Comisión de Orden del Sindicato de Plantas Eléctricas, al enterarse de la detención de algunos de los complotados hubo de asilarse en una embajada en esta capital.  Se significa que las reuniones de estos contrarrevolucionarios se llevaban a efecto en el apartamento de Jesús Fernández Hernández, que tiene el No. 11 en el octavo piso del edificio sito en la calle Galiano No.151. Comandante Ramiro Valdés Menéndez.” 
Estos son los hechos. Además, tenemos la impresión por todos los datos que se han podido recoger, que los mecanismos fueron preparados en el exterior. Además, hay un hecho cierto, y es que el Servicio de Inteligencia de Allan Dulles, y los bandidos del Pentágono yanki han estado abasteciendo a los elementos contrarrevolucionarios, con un tipo de explosivo especial y de alto poder que usa el Ejército de Estados Unidos.
Todos ustedes y todo el pueblo sabe que estas campañas están dirigidas desde el exterior; que desde el exterior los abastecen de explosivos, que desde el exterior los abastecen de recursos.  Y el gobierno criminal de Estados Unidos hizo recientemente, una vez más, galas de su apoyo a la contrarrevolución, al disponer de un millón de pesos para ayudar a los contrarrevolucionarios y a los criminales de guerra.
Eso, como ustedes saben, es simplemente la incitación a abandonar el país, a reclutar y a enrolar a las decenas de miles de elementos de las antiguas fuerzas armadas, a preparar en el exterior una organización mercenaria de ataque, y en el interior una organización mercenaria de terrorismo y de sabotaje.
Eso costó la vida recientemente a algunos compatriotas, y entre ellos a un modesto piloto de la compañía de aviación, al que un grupo de esbirros trataron de hacer desviarse de su ruta para conducirlos a Miami. Eso fue inmediatamente después del ofrecimiento del millón de pesos.  Y esos señores arrestados en el avión llevaban por toda identificación sus “carnés” del antiguo ejército; y eso les basta para presentarse allí a recibir las piltrafas que los amos imperialistas les lanzan a sus jaurías de criminales.
¿A quién atribuirle el asesinato de ese heroico piloto?, ¿a quién, sino al imperialismo?, ¿a quién, sino a los que ofrecen un millón de pesos?
Cuando se luchaba contra la tiranía sangrienta que destruyó tantas vidas y sembró tanto luto y tanto terror, nunca ofrecieron un centavo, ¡ni falta que hacia!, lo que hacían era quitarles armas a las organizaciones revolucionarias, hacer lo que hicieron cuando “La Fernandina”, que es vieja la historia de estos alevosos imperialistas; es vieja la historia de esos piratas, y de esos buitres, y de sus asociados de todas calañas, ¡algunos de ellos vestidos con sotanas traicioneras!  Es vieja la historia, es vieja la historia de los enemigos de los pueblos y de los enemigos de nuestro pueblo, que vienen de muy atrás.  Pero en esta ocasión se han encontrado con una tarea muy difícil; y los ingenuos que se crean que van a marchar adelante, no saben hasta qué punto está decidido nuestro pueblo a resistir, no saben hasta qué punto está decidido nuestro pueblo a luchar por grande que sea la legión de los mercenarios y de los traidores.
El grupito de politiqueros, de vendepatrias, de hombres flojos de piernas, que tan fácilmente se arrodillan a la mesa de los poderosos, no han medido bien todavía con qué clase de pueblo se las tienen que medir; no han calculado todavía con qué clase de revolucionarios tienen que luchar; y los merengues de la politiquería y de la vida fácil se han olvidado del pueblo que tienen delante y de los revolucionarios que tienen delante, que son hombres que no se van a arredrar, por toda la fuerza que puedan movilizar el oro y el poder político de los explotadores de ayer, de los opresores de siempre, y se hacen tal vez la ilusión de que puedan progresar.
Y nosotros, que no nos hemos impacientado por las medidas drásticas, que siempre hemos sido predicadores de la mayor ecuanimidad, hemos sido así, simplemente, porque sabemos muy a conciencia hasta dónde puede llegar esta lucha, ¡y hasta dónde, cuando las circunstancias lo exijan, los enemigos de la Revolución van a saber lo que es una revolución, y hasta dónde van a saber que con la Revolución no se puede jugar, y hasta dónde van a saber, en sus propias carnes, la fuerza con que cuenta la Revolución!  Porque no hemos estado perdiendo el tiempo; hemos estado trabajando, y hemos estado trabajando incansablemente, durante dos años, y nuestras mejores energías las hemos invertido trabajando, y sabemos lo que viene detrás; sabemos el retoño, y la fuerza que trae, de la semilla que la Revolución ha sembrado.
Y cuando los traidores crean sentirse estimulados por el número de los que han abandonado su patria, bueno sería que miraran hacia la generación que crece; bueno sería que miraran hacia las legiones de jóvenes que avanzan; bueno sería que supieran que, entre brigadas juveniles, milicias obreras, soldados rebeldes y maestros voluntarios, ¡hay que hacer cola para subir el Turquino!, para que no se embullaran, sacando la cuenta.  Porque hemos trabajado duro, y no hemos trabajado en balde; bueno sería que echaran la cuenta, y ojearan las fuerzas del pueblo que se organizan, las decenas de miles de hombres, los cientos de miles de hombres que se organizan y se preparan para darles la batalla cuando sea necesario, cuando sea oportuno.
Y ya tendrán oportunidad de saber que esas fuerzas son fuerzas; como la tuvo un traidor, un miserable traidor, que con un grupito de seguidores, en días recientes tuvo la vileza, sobornado por los contrarrevolucionarios, de robarse 42 armas de un batallón y marcharse a las montañas.  Su propio batallón, marchó primero que los demás, y ocho batallones lo redujeron a un triple anillo de acero, de donde no pudieron escapar cuando uno de los batallones de milicianos de pinar del Río, con extraordinaria marcialidad, avanzó por dentro de los bosques, hasta topar con ellos, ¡y liquidarlos en pocos minutos!  
Nunca habíamos visto un grupo de combatientes avanzar como avanzaron aquellos milicianos, con la disposición, el valor y la decisión con que se dirigieron al encuentro de los enemigos de la patria.  Y esto no es más que una ligera idea de lo que serán las unidades de combate del pueblo, cuando tengan que movilizarse y salir a combatir.
Mientras tanto, juguetean los contrarrevolucionarios; vuelan de nuevo las avionetas piratas procedentes de “rumbo norte”, y en una sola noche varias de ellas violaron el espacio del territorio nacional. ¿Qué dirán los embusteros de Washington?, ¿qué dirán los cínicos de Washington?, ¿qué dirán los desvergonzados de Washington? Dirán que no, dirán que no, que la avioneta no vino del norte; ¡y lo dirán hasta el mismísimo día en que les tumbemos otra avioneta, con matrícula americana, procedente de territorio americano!  
Y así, siguen adelante, impotentes, sin darse cuenta todavía de la clase de pueblo que tienen delante.
Y han llegado a las osadías que han llegado; pero estos hechos requieren medidas, y nosotros entendemos que, ¡hay que “sacudir la mata” en el sector eléctrico!  
Bien ustedes saben que hay quienes tenían hasta dos familiares trabajando en la compañía; guardaespaldas de Mujal, trabajando en la compañía; recomendados de criminales, trabajando en la compañía. Y, claro, para nosotros cualquier medida de ese tipo es dolorosa. Preferible es que no hubiéramos llegado a la necesidad de tomarla, pero nosotros sabemos que es inútil ser tolerantes con los contrarrevolucionarios.
Cuando un grupo de corrompidos y de traidores llegó tan bajo, como para ser capaz de perpetrar semejante traición al pueblo, como fue el sabotaje de los registros, no hay lugar a dudas ni hay lugar a vacilación, y no queda más remedio que cortar por lo sano, ¡y “sacudir la mata” bien sacudida!  Y, por tanto, en nombre del Gobierno Revolucionario le propongo a esta asamblea de obreros eléctricos que asumamos la responsabilidad de sacudir la industria eléctrica, para “sacudir la mata” de elementos contrarrevolucionarios, para que los contrarrevolucionarios sepan que la Revolución, generosa y magnánima, sabe también tener la mano firme cuando las circunstancias lo requieren y lo exigen.
¡Vamos a “sacudir la mata”, y bien sacudida! ¡Y el que quiera ganarse el pan, que se lo gane honradamente!, ¡el que quiera ganarse el pan, que se lo gane legalmente!, ¡el que quiera ganarse el pan de la patria, que se lo gane patrióticamente! Y que quien no ofrezca seguridades al pueblo, ni seguridades a la patria, no esté donde pueda hacerle daño al pueblo, donde pueda traicionar a su patria, donde pueda poner una bomba criminal que prive de la vida a sus propios compañeros, y que no pueda servir a los enemigos de su pueblo y de su patria. Y que se vayan a trabajar, si quieren, aquí mismo, pero que vayan a trabajar allí donde no puedan hacerle daño a la patria. Y si no quieren trabajar honradamente, si no quieren trabajar lealmente, si no quieren trabajar patrióticamente, ¡que se acojan a la limosna del millón de pesos con que los imperialistas pagan a los traidores! , que la Revolución seguirá adelante con los buenos obreros y con los buenos cubanos.
Y nosotros sabemos que ustedes sabrán lavar la mancha, y que esta legión de buenos obreros eléctricos se irá nutriendo más y más con los compañeros que se quiten la venda, que se abran a la verdad, y conviertan al sector, aunque sea el sector bien pagado, cuyos beneficios la Revolución respetará, porque nuestra consigna no es reducir a los que han logrado un nivel mejor, sino ayudar a los que todavía penan en la miseria y en el desempleo, y que ese sector, ese sector eléctrico, como los bancarios y como otros sectores, estarán junto a su clase, junto a su Revolución, la Revolución que arrebató el poder a los explotadores, a los criminales, a los politiqueros; la Revolución que les arrancó las armas de las manos a los esbirros, y puso el poder en manos de ustedes, y puso las armas en manos de ustedes; ¡la Revolución que puso fin a la tiranía de los privilegiados, de los grandes intereses, y le entregó el poder a la clase que crea, a la clase que produce, a la clase que trabaja, a la clase que trabajó ayer para los explotadores y los privilegiados, y trabaja desde hoy, y trabajará mañana, y trabajará siempre para beneficio de su pueblo y para su propio beneficio!  
¡Y ustedes, obreros eléctricos, pertenecen a la clase obrera, pertenecen a la clase triunfante, pertenecen a los que rigen el destino del país y no cambiarán jamás el porvenir prometedor de la patria por el plato miserable de lentejas de ayer!  
¡Y ese sector estará entre los sectores más revolucionarios de la clase obrera, porque son, antes que nada, obreros, y son, antes que nada, cubanos!
FIDEL CASTRO RUZ

Fuente: http://www.cuba.cu/gobierno/discurso

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