julio 12, 2012

Discurso de Fidel Castro en la clausura de la I Conferencia Regional de Plantaciones de la América Latina (1961)

DISCURSO EN EL ACTO DE CLAUSURA DE LA PRIMERA CONFERENCIA REGIONAL DE PLANTACIONES DE LA AMERICA LATINA, EN EL TEATRO DE LA CTC REVOLUCIONARIA
Fidel Castro
[6 de Marzo de 1961]

― Departamento de versiones taquigráficas del Gobierno revolucionario ―

Compañeros delegados al Primer Congreso Regional de Plantaciones Agrícolas; Compañeros y compañeras;
Obreros y campesinos:
Esta noche se está clausurando un congreso o una conferencia donde se ha estado discutiendo un problema de mucha importancia. Quizás, como tenemos todos grandes preocupaciones en estos tiempos, no hayamos medido el alcance o la importancia de esta conferencia.
Se han reunido delegados de casi todos los países de América Latina, que representan a los trabajadores agrícolas y a los pequeños agricultores y agricultores medios de Latinoamérica. Naturalmente que tuvieron dificultades para venir a Cuba, y es lógico. Nuestras puertas están abiertas a todos los visitantes; nosotros en nuestro país no tenemos nada que ocultar y tenemos mucho que enseñar. Naturalmente que en las revoluciones las naciones se ven obligadas a tomar medidas de seguridad, y eso es lógico para evitar precisamente el trabajo de los agentes internacionales de la reacción.
En el caso de Cuba nos hemos desentendido de esas preocupaciones, y hasta hemos llevado a los enemigos de la Revolución a ser ellos los que tomen medidas de seguridad.
¿Por qué no permitir que vengan viajeros a Cuba? ¿Por qué obstaculizar la visita a nuestro país por parte de dirigentes obreros y de dirigentes campesinos de toda la América? ¿Por qué obstaculizar, incluso, la visita a Cuba de ciudadanos, obreros, estudiantes o intelectuales norteamericanos? ¿Por qué si nuestro país anda tan mal? ¿Por qué si son tantas las cosas horribles de la Revolución, por qué no los dejan visitar a Cuba?
Y la razón es obvia. Hay que obstaculizar las visitas a Cuba, sobre todo si se trata de dirigentes campesinos y obreros. Es que la visión directa, la comprobación directa de todo lo que está ocurriendo en nuestro país, echa por tierra todas las campañas del imperialismo, echa por tierra todas las mentiras que a diario se escriben y se repiten por todos los medios de difusión contra la Revolución Cubana.
Y cada uno de los visitantes es luego exponente en sus respectivas organizaciones de lo que ha visto en nuestro país. Lógicamente, los intereses reaccionarios en todo el continente quieren evitar a toda costa que la verdad de Cuba se divulgue.
Es peligroso para los monopolios; es peligroso para las oligarquías explotadoras; es peligroso para los grandes privilegios en América. Por eso, una conferencia como esta tenía que vencer dificultades. A pesar de todo pudieron asistir un número importante de delegados, y pudieron efectuar su conferencia y sacar una serie de conclusiones, conclusiones que habrán de divulgar cuando regresen a sus países.
El problema agrario es un problema fundamental en la América Latina; es, quizás, el problema más grave. En nuestro país, que teníamos un problema similar, hemos encontrado soluciones. A los campesinos en nuestros países les ha tocado llevar la peor parte. Por lo general es la parte que ha recibido menos educación; el número de analfabetos siempre es mayor en el campo que en las ciudades. Han tenido siempre más facilidades para ir a alguna escuela los residentes en los poblados, que los residentes en el campo, y mientras más apartadas son esas regiones, más difícil es contar con un maestro. Además, los campesinos viven diseminados en todo el territorio, no están por lo general organizados, sus productos van a parar a manos de los intermediarios que son los que extraen las mayores ganancias en su distribución; no han tenido por lo general garantías en los precios; son víctimas de la especulación; los precios nunca han tenido estabilidad; repentinamente pueden bajar los precios de los productos y arruinarse gran número de ellos; están expuestos, además, a las contingencias del tiempo, a las plagas, a los temporales, a los ciclones, sin que cuenten con sistemas que los protejan contra esas eventualidades.
Pero hay algo más. El obrero en la ciudad está organizado, en los grandes centros industriales siempre hay una poderosa fuerza obrera, el obrero lucha por sus reivindicaciones, y aún en los países más explotados, esa masa obrera que se forma junto a la industria, cuenta con una fuerza capaz de arrancar determinado número de reivindicaciones económicas a los patronos y a los propios monopolios. Y, naturalmente, cuando los obreros en la ciudad han alcanzado determinadas demandas, lo que suelen hacer los intereses que se han visto en la necesidad de acceder a esas demandas, es aumentar el precio de los artículos industriales.
De modo que un sector obrero industrial logra determinadas demandas, mejora su situación, pero esos mismos artículos que ellos producen son encarecidos por los monopolios y por los grandes industriales, y esos precios superiores los van a pagar los campesinos. Resultado: los salarios son más bajos en el campo, sus productos se venden barato, y los artículos industriales que ellos consumen se venden caros; los campesinos que trabajan en un latifundio carecen de la fuerza de los obreros que trabajan en una gran industria; suelen ser analfabetos en su mayor parte; pueden ser engañados más fácilmente, carecen de organización, y están bajo la influencia directa de los mayorales y de los latifundistas. Lo mismo ocurre con los pequeños agricultores, viven diseminados en las montañas o en los llanos, carecen de medios de comunicación y de organización.
El resultado de todo ese proceso en medio de una sociedad preñada de injusticias, es que entre los sectores explotados del país, el que vive en peores condiciones es el obrero del campo; entre los sectores explotados el más explotado es el obrero agrícola o el campesino.
Esa era una situación que se veía en nuestro país. Pero es una realidad todavía mucho más grave en la mayor parte de los países de América Latina. Lo que pasaba en Cuba ocurre también en los demás países de América Latina, pero en peores circunstancias. Hay más hambre en América Latina de la que había en nuestro país, ¡y miren que en nuestro país había hambre!
Hay países de América Latina donde los obreros agrícolas ganan 16 centavos de dólar; y hay un país de América Latina donde ganan cuatro centavos de dólar al día. Las condiciones de explotación feudal que hay en muchas naciones de América Latina son verdaderamente espantosas.
Y para esos males no hay más que un remedio: ese remedio es la reforma agraria; y si la palabra no pareciera suficientemente expresiva, podemos llamarla la revolución agraria.
Es que no hay otro remedio, en absoluto. Ya pueden romperse la cabeza los laboratorios intelectuales de la reacción en toda la América para encontrar alguna otra fórmula, que no la encontrarán.
Son tan evidentes las condiciones de hambre y de explotación en los campos de América, que hasta las propias cabezas dirigentes del imperialismo hablan de reformas agrarias. Lo difícil es saber “quién le pone el cascabel al gato”. Porque ellos comprenden que es imprescindible realizar reformas en el campo; pero esas reformas hay que hacerlas, naturalmente, a costa de los intereses de sectores económicos que son aliados del imperialismo y, en muchas ocasiones, hay que hacerlas a costa de intereses de los grandes monopolios imperialistas.
Naturalmente que las palabras reforma agraria es un concepto muy amplio; se puede llamar reforma agraria a muchas cosas. Ustedes recordarán, cuando en Cuba se comenzó a hablar de reforma agraria, que todo el mundo apoyaba la reforma agraria; incluso los latifundistas apoyaban la reforma agraria. Pero, ¿qué reforma agraria apoyaban los latifundistas? Pues, tenían una serie de fórmulas — los imperialistas también tienen fórmulas—; por ejemplo, hablaban de hacer una reforma agraria con las tierras sin cultivar.
Naturalmente que hablaron de eso cuando veían que tenían una reforma agraria arriba; antes no se habían preocupado ni siquiera por ese tipo de reforma agraria, pero como veían venir el golpe revolucionario, trataron de evadir el golpe, y se dedicaron a promover o a proclamar un tipo de reforma agraria que afectara las tierras sin cultivar, aunque, naturalmente, no enseguida, sino previo el establecimiento de impuestos, para que se aplicara la reforma agraria cuando, al cabo de algunos años, no hubiesen todavía cultivado esas tierras. Esa era una de las reformas agrarias que propugnaban.
Hay otra reforma agraria que suele propugnar el imperialismo, sobre la base del pronto pago y en efectivo, que es también otra reforma agraria utópica, porque cuando los países de América Latina van a sacar sus cuentas, se encuentran con que tienen un tremendo déficit presupuestario y, además, otro déficit grande en la balanza de pagos. Y, por lo general, los monopolios yanquis piden el pronto pago, en efectivo, y en dólares; pero los países no tienen dólares, no tienen efectivo tampoco, y entonces ese tipo de reforma agraria es una reforma utópica.
Todas esas fórmulas eran, sencillamente, paliativos para confundir y para engañar. El problema de la tierra no solo es un problema de tierras sin cultivar; el problema agrario es, también, un problema de tierras dedicadas a un solo cultivo, el monocultivo es otro de los problemas de la agricultura; pero no es solo un problema de tierras sin cultivar o de monocultivo, dedicadas a un solo cultivo, es también un problema de falta de planificación en la agricultura; es también un problema de falta de utilización correcta de los recursos agrícolas; es también un problema de mal uso de la tierra, puesto que la tierra debe estar dedicada a aquel cultivo para lo cual es más apta, y, sobre todo, hay un problema social en la agricultura, sobre todo en la agricultura monocultivista.
Ese era el caso de nuestro país. La mayor parte de las tierras estaban dedicadas a caña, o a ganado. En la zafra, hacía falta mucho personal para cortar caña; pero, durante una gran parte del año, todas esas familias que dependían de la caña carecían de trabajo, tenían que vivir del crédito que les daban, si les daban crédito; les vendían las mercancías caras; tenían, después, que estar pagando durante la zafra las deudas que habían contraído en “tiempo muerto”. Y las tierras que no estaban dedicadas a caña, estaban dedicadas a pastos, que empleaban muy pocas personas.
En el campo había mucho desempleo; las leyes salariales eran burladas mediante el sistema de contratos, en virtud del cual los obreros, desesperados por la falta de trabajo, se veían en la necesidad de aceptar contratos mediante los cuales el salario real que al fin y al cabo percibían a veces no llegaba a un peso o a medio peso.
Para encontrarle solución al problema en Cuba era necesario, en realidad, hacer una revolución agraria. En primer lugar, no podía hablarse siquiera de pronto pago y en efectivo; no había efectivo, no había dólares; y, en todo caso, el efectivo que se pudiera reunir no debía ser para pagarles a los latifundistas, el efectivo debía invertirse inmediatamente en el desarrollo de los programas agrícolas.
Se estableció el principio del pago en bonos. Eso, naturalmente, no satisfacía a los monopolios, no satisfacía a los latifundistas. La mayor parte de ellos ha renunciado a ese pago; y, por lo pronto, en cuanto a las tierras que estaban en manos de los monopolios, vino después una ley posterior, estableciendo la nacionalización; y, en consecuencia, recibirían una indemnización el día en que compraran más de 3 millones de toneladas de azúcar al año, a un precio determinado.
La actitud nuestra debía estar en consonancia con la reacción de esos monopolios con respecto a la Revolución. Si, como respuesta a la reforma agraria, ellos se negaban a comprar azúcar, como respuesta a la negativa de comprar azúcar, es decir, a la supresión de cuotas, la Revolución se negaba a pagarles indemnización alguna. Si algún día quieren volver a comprar azúcar pues, entonces, podemos discutir algún tipo de indemnización. Eso depende de las mutuas ventajas que puedan derivarse de la discusión de esos problemas.
En cuanto a los latifundistas criollos, pues, eran acreedores a la indemnización establecida por la ley, en bonos, pero ha ocurrido que la mayor parte de ellos ha preferido renunciar a los bonos e, incluso, renunciar a las 30 caballerías que les dejaba la ley; y, en este caso, nosotros les estamos muy agradecidos.
Por eso, el primer problema es el del pago. Y, a decir verdad, la experiencia demuestra una cosa: la cuestión del pago que debe hacerse a los pequeños propietarios de tierra afectados. La Revolución aplicó el concepto del pago en bonos por igual a todas las tierras; posteriormente, comprendimos que lo correcto habría sido establecer el pago, si es posible, en efectivo, a aquellas familias de modesta condición que hayan estado dependiendo de la renta que les pagaban por esas tierras.
¿Por qué? Porque había, efectivamente, numerosas familias que habían adquirido o habían heredado un pedazo de tierra y no las trabajaban, las tenían arrendadas, y en realidad estaban dependiendo de esa renta.
Cuando hicimos la reforma urbana — o la revolución urbana, como la quieran llamar— , tuvimos en cuenta esa circunstancia, e hicimos una ley más perfecta en ese sentido. Es decir que contemplamos los casos de las familias modestas que tenían inversiones en casas, y se acordó en la ley que hasta un limite determinado se les seguiría pagando esa renta, y si era una familia que al cabo de los cinco años o de los 10 años de amortización de su casa, de su antigua propiedad, no tenían otro medio de subsistencia, se les pasaba incluso una pensión. Eso era correcto, porque la sociedad está en el deber de velar por todos esos casos de familias humildes que, en realidad, no tienen otro recurso de qué depender.
Debemos reconocer que cuando hicimos la reforma agraria no teníamos esa visión tan clara del problema, en lo que se relaciona a los pequeños propietarios de tierra, y que habría sido mejor, en la ley, hacer una distinción entre los grandes propietarios y los pequeños propietarios, y establecer el principio del pago en efectivo a los pequeños propietarios de tierra, y el no pago en absoluto a los grandes propietarios de tierra. Si volviéramos a estar en ese caso, con seguridad que eso es lo que haríamos.
Sin embargo, es posible rectificar en cuanto a esas familias modestas que dependían de las rentas en pequeños pedazos de tierra. Lo que no era posible, por ningún concepto, era permitir que continuara el sistema de arrendamientos de tierra; no era posible permitir que continuara el sistema de arrendamientos de tierra, porque es desde todo punto absurdo que una familia esté trabajando una caballería de tierra, y de esa caballería de tierra tenga que vivir el que la trabaja y otro que no va por allí nunca.
La tierra es un bien natural. Llegó a existir el sistema de apropiación de la tierra, como consecuencia de la evolución de la sociedad humana. No se apoderaron del aire, porque no había manera de apoderarse de él; no se apoderaron de la luz del sol, porque no había manera de guardarla en una caja de caudales. En realidad, no se apoderaron de lo que no pudieron. Pero de la tierra era posible apoderarse, era posible establecer una cerca, era posible contar con un ejército que defendiera a los propietarios de esas tierras. Y, claro, si todo el mundo hubiese ocupado un pedacito... Pero ocurría que los infelices ocupaban un pedacito, y los “tiburones” ocupaban 10 000 pedacitos.
Naturalmente que los que mandaban en el país no eran los que tenían los pequeños pedacitos; los que mandaban en el país eran los que poseían las grandes extensiones de tierra, y tenían un ejército. Ahora comprendemos mucho mejor para qué servían los ejércitos. A veces creíamos que eran para apalear a los estudiantes en las calles, creíamos que eran para disolver huelgas y manifestaciones obreras. Nos decían que el ejército estaba para defender la sagrada soberanía nacional, la integridad del territorio; pero resulta que el territorio estaba en manos de compañías extranjeras y, en verdad, ese ejército, lejos de estar defendiendo la integridad del territorio, estaba defendiendo la integridad de las propiedades extranjeras en nuestro país: la propiedad de los latifundios yanquis, la propiedad de las compañías yanquis, que eran las dueñas de las fábricas, también, de azúcar, los centrales; que eran las dueñas de los centros de producción de energía eléctrica; que eran las dueñas de los servicios públicos; que eran las dueñas de la mayor parte de las industrias.
Y entonces, aquel ejército que veíamos desfilar marcialmente con sus armas modernas, y que nos decían que era para defender la sagrada integridad del territorio, era en realidad un ejército para defender la integridad de esos intereses extranjeros o criollos, pero que eran, en fin de cuentas, los intereses de una exigua minoría. Los ejércitos estaban para defender la apropiación de los recursos naturales, y entre ellos, fundamentalmente, la tierra.
Era intangible un latifundio. ¿Por qué era intangible un latifundio? Pues era intangible porque había un registro de propiedad donde constaba que el señor Fulano de Tal, en virtud de la escritura tal y más cual, era propietario de 1 000 caballerías de tierra; o porque la compró muy barata; o porque rebuscó en los archivos, y apareció que de una hacienda comunal — ¡qué hacienda comunal!—, un hato de aquellos que los españoles distribuían, porque la historia empezó cuando llegaron los españoles a Cuba. En la época precolombina, la tierra pertenecía a los indios, y en ella vivían los indios trabajando, y disfrutaban en común de aquellas tierras. En realidad, los dueños de aquellas tierras eran los indios, los naturales de este país. Pero vinieron los colonizadores, y los colonizadores no solamente se repartieron las tierras, sino que también se repartieron a los indios.
El sistema era el siguiente: llegaban a un sitio, y entonces le concedían a uno de aquellos colonizadores la propiedad de toda la tierra que hubiera a una legua en derredor. Los primeros latifundios en nuestro país tenían formas de círculo que partían de un centro. Naturalmente, había mucha tierra; y como ellos se la repartían sin consideración alguna para sus pobladores, los pobladores quedaban repartidos también. A algunos de ellos los llevaban a trabajar también en las minas, en los ríos, buscando oro. Lo cierto es que una gran parte de la masa de primitivos habitantes de nuestro país, llegó incluso al suicidio al no poder soportar aquellas condiciones de vida.
Esos fueron los orígenes de las propiedades de tierra. Fueron pasando de mano en mano; había tierras que pertenecían al Rey de España. Esas tierras se las fueron repartiendo. Cuando vino la época de la república, o de la llamada república, vinieron entonces las compañías norteamericanas y compraron esas tierras a precios ínfimos; se especulaba con la tierra, con la tierra dedicada a los cultivos y con la tierra dedicada a las zonas urbanas.
Cualquiera de ustedes puede recibir una lección práctica de lo que era el sistema de apropiación, aquí, de tierra; es bien sencillo: toman un ómnibus, cruzan el túnel y transitan por la Vía Blanca. Se encontrarán, en primer lugar, las tierras donde se está construyendo la Habana del Este; después encontrarán una serie ininterrumpida de repartos, que ya tenían muchos de ellos las farolas, las calles y el alcantarillado; continúan, y se encuentran las playas que están situadas al este de La Habana.
Allí también los “tiburones” se habían apropiado de las tierras, las tierras que estaban a la orilla de las zonas arenosas hasta más allá de Guanabo ya las tenían repartidas, parceladas, y estaban afilándose los dientes para venderlas a un suculento precio.
¿Tenían a quien vendérselas? Sí, tenían a quienes vendérselas, porque todos esos negocios se hacían dentro de una escala social. Los dueños de aquellos repartos se las vendían a los dueños de las grandes fincas, a los dueños de las grandes industrias, o en todo caso a aquellos sectores de la población más remunerados. Era un negocio seguro. A nadie le quede duda de que en el curso de algunos años habrían vendido todas aquellas tierras, a 30 pesos el metro, 40 pesos el metro, según. Ya las de la Habana del Este estaban a cerca de 50 pesos el metro.
Podían pagar aquellos solares y construir sus casas quienes tenían grandes ingresos al año. En todo caso, cuando se construían viviendas para alquilar, toda aquella especulación la pagaba el inquilino.
Cuando uno transita por esas zonas y medita un poco, se da cuenta cuántos negocios fabulosos echó por tierra la Revolución. Y se pone uno a pensar en todos aquellos dueños de repartos, y se pregunta: ¿Dónde estará esta gente? Ya tenían un negocio asegurado; eran dueños de toda la tierra que está desde el Morro hasta más allá de Guanabo; eran cientos de millones de pesos en tierra, de acuerdo con los precios a que ellos la vendían; para vivir en aquellos sitios había que pagar todos esos cientos de millones de pesos a los especuladores. Claro que una casa valía mucho más, porque había que pagar el metro de tierra a 50 pesos, más la casa.
Ahora toda esa tierra está a disposición de la nación. Es decir que toda esa tierra queda a libre disposición del país, para construir allí las viviendas que hagan falta.
¿A qué precio? Pues lo que hay que pagar ahí es el trabajo humano: lo que cueste hacer una calle, lo que cueste hacer una alcantarilla, lo que cueste poner un alumbrado, y lo que cueste construir la vivienda. Lo que es absurdo es establecer un sobreprecio a esa tierra, y que si lo invertido allí son cinco pesos por metro cuadrado en trabajo, pagar 50 pesos por metro cuadrado. Eso es sencillamente una especulación, un robo descarado, pero como vivíamos dentro de un régimen en que existía ese tipo de robo, y ese tipo de robo estaba amparado por la legislación que había implantado la clase que se beneficiaba con aquel robo, y tenía un ejército para defenderlo, y tenía la ayuda de un país vecino poderoso, que defendía ese sistema, el resultado es que le robaban desvergonzadamente al pueblo.
Hace unos días hablábamos de las lecciones prácticas de la Revolución, y observábamos cómo todo lo que estaba alrededor antes no pertenecía al pueblo y ahora sí pertenece al pueblo. De la misma manera transitando por esos sitios se comprende cómo ha vuelto al patrimonio del pueblo lo que determinados individuos privilegiados habían ocupado. Eso, que pasaba con la tierra en la ciudad, era lo mismo que pasaba en el campo: adquirían fincas; cuando la nación se gastaba millones de pesos en una carretera, entonces aquella finca adquiría doble o triple precio. El Estado se gastaba el dinero, la nación, en aquella carretera: los beneficios los percibía aquel señor que se había apoderado de la tierra.
Se apoderaron de la tierra, como decíamos, porque podían físicamente apoderarse de ella. ¿De qué va a vivir un país, si no es de la tierra? ¿De qué se va a alimentar un país, si no es de la tierra? Luego, el sistema de producción agrícola tiene que ser un sistema que contemple, antes que nada, los intereses del país, porque el país va a vivir de la tierra, y es lógico que el sistema que se aplique a la explotación de la tierra sea un sistema que permita satisfacer verdaderamente las necesidades de un país. Y entre las formas de producción, la más injusta y la más absurda era la producción latifundista y monocultivista, que no satisfacía ni las necesidades de alimentación del pueblo, ni las necesidades sociales de nuestro país.
La Revolución ha ido a la implantación de métodos justos en la explotación de la tierra. ¿Quiénes deben poseer la tierra? Es justo que posean la tierra aquellos que la trabajan directamente, con sus familiares. Eso es justo, aunque esa familia tenga la propiedad de la tierra, porque esa familia no está explotando a nadie, esa familia está extrayendo de la tierra los productos con su propio esfuerzo; y, por lo tanto, la Revolución contemplaba esa situación y consideró que era legítimo el derecho de propiedad sobre la tierra a los pequeños arrendatarios, aparcero s o precaristas.
Arrendatarios eran aquellos que pagaban una renta en dinero; aparceros eran aquellos que pagaban una renta en productos; y precaristas eran aquellos que no tenían contrato alguno que los protegiera, y que estaban constantemente expuestos al desalojo. Sobre todo, ocurría mucho en las montañas.
Las montañas eran tierras vírgenes. Allá iban los campesinos a cultivar un pedazo de tierra; desmontaban, primeramente; sembraban, lo cual hacían con muchas dificultades, porque tenían que trabajar en el llano una semana, y con lo que pudieran acumular iban a trabajar otra semana en su pedazo de tierra; después volvían al llano, trabajaban por un peso, y así constantemente, hasta que al cabo de tres o cuatro años ya tenían alguna producción de café o de cacao para vivir.
Casi todos los agricultores en las montañas eran precaristas. Cuando ya ellos habían desmontado aquellas lomas, entonces se despertaba la ambición de los latifundistas. ¿Para qué les interesaban aquellas lomas? No para producir café ni cacao: les interesaban para pasto. Y entonces empezaban a rebuscar en los archivos, descubrían papeles, fabricaban papeles, y se presentaban en las zonas aquellas a desalojar a los campesinos con la ayuda de la Guardia Rural. Esa era la historia.
Por eso, una de las medidas que adoptó la reforma agraria en Cuba fue conceder la propiedad gratuitamente a todos los pequeños arrendatarios, aparceros y precaristas. A estas horas se han entregado entre 30 000 y 40 000 títulos de propiedad de tierra a los pequeños agricultores.
Naturalmente que el sistema de producción parcelada de la tierra no es el sistema técnicamente más perfecto, pero es un sistema socialmente justo, por cuanto aquella familia vive de su trabajo, y si a alguien debe pertenecer la tierra es al que la trabaja.
Una parte de la tierra en nuestro país estaba en manos de pequeños agricultores; otra parte considerable de la tierra estaba en manos de los grandes latifundios. ¿Qué hacer con los grandes latifundios? Y ahí viene otro problema de importancia. Los latifundistas no querían reforma agraria; los latifundistas siempre proclamaban que no debían de tocarse las tierras cultivadas. ¿Qué les íbamos a dar entonces a los cientos de miles de trabajadores agrícolas que trabajaban solo algunos meses al año? ¿Y qué íbamos a hacer con aquella tierra? Esos mismos latifundistas que no querían que sus tierras fueran afectadas, después proclamaban que la tierra no se dividía, y decían que la tierra debía dividirse, las de las grandes plantaciones.
Cualquiera comprende perfectamente cuál es la situación en una finca de 80 caballerías de tierra que tiene 400 obreros agrícolas. Se reparten las 80 caballerías, y les toca un quinto de caballería por familia. Imagínense ustedes un área sembrada de caña dividida entre 400, cada uno su pedacito de tierra. Entonces, unos agricultores son diligentes, abonan la tierra, la cultivan; otros no la abonan ni la cultivan. Cualquier plan en esas 80 caballerías de tierra habría que discutirlo reuniendo uno por uno a aquellos 400 propietarios.
¿Por qué los latifundistas planteaban que aquella tierra debía dividirse? Porque ellos sabían que eso significaba la ruina de la agricultura; aquello significaba el fracaso de la Revolución. Si las grandes plantaciones se hubiesen dividido, la producción agrícola habría descendido extraordinariamente.
Piénsese, por ejemplo, en un área arrocera, que hay que anegar. Calculen cómo se habría podido anegar un área de 100 caballerías de arroz dividida en 300 parcelas, en que cada cual hubiese construido su casa en medio de aquella parcela: todo el mundo inundado, todo el mundo rodeado de fango. Porque otro de los problemas serios que plantea la parcelación es la dispersión, de donde al vivir cada cual en su pequeña parcela, la escuela queda lejísimo de numerosas casas, las tiendas quedan a gran distancia, los niños viven completamente separados de sus compañeros. Y el resultado es que por muchos maestros y por muchas escuelas que se construyan, nunca se pueden satisfacer las necesidades de educación como en un gran centro escolar.
Pero, en fin, la peor consecuencia de la parcelación de los grandes latifundios cultivados era la disminución de la producción agrícola. La agricultura moderna hay que realizarla con grandes máquinas, sistema de regadío, de abono; las grandes crías de ave, de cerdos, de ganado, requieren grandes instalaciones. Y ahora veremos cómo en la práctica solo había una manera de resolver ese problema. Si se repartía la tierra entre todos los obreros agrícolas, no alcanzaban ni a cuarto de caballería por obrero; eso en primer lugar. En segundo lugar, desaparecían todas las ventajas de la producción en gran empresa. Para resolver los problemas de la leche, habría que darle una vaca a cada familia.
Podía ocurrir lo que nos ocurrió en la Sierra Maestra, durante los primeros repartos de vacas, que al cabo de un tiempo lo cierto es que a todas las vacas se les había partido una pata o se habían desnucado. Volvimos a repartir vacas, y aunque no en una proporción tan alta como la primera vez, a muchas vacas les volvieron a ocurrir parecidos accidentes. Cada cual hacía con su vaca lo que mejor le parecía, y a muchos les parecía que lo mejor era matar la vaca y comer carne durante 15 días.
Nosotros hemos explicado ese problema como un problema de instinto vital, en la mayor parte de las familias campesinas, que nunca consumían carne, y el cuerpo necesita proteínas, y la carne es una gran fuente de proteínas. Los cuerpos hambrientos de los campesinos les pedían el sacrificio de las vacas. Aquello no era lo que más convenía; más importante que comer carne una semana, era contar con leche para los niños durante todo el año. Sacrificar los animales era un error; en primer lugar, no se multiplicaban. Esa familia, al cabo de dos o tres años, podía tener tres o cuatro vacas; renunciaban a un alimento que es indispensable para el crecimiento y la salud de los niños. Eso, para nosotros, fue una experiencia.
¿Qué íbamos a hacer con las grandes fincas ganaderas? ¿Íbamos a repartir toda la tierra y todas las vacas? Iba a desaparecer la producción de carne. ¿Qué íbamos a hacer con las grandes empresas agrícolas? ¿Fraccionarlas en 1 000 pedazos, entregarle una vaca a cada familia? Iba a disminuir extraordinariamente la producción agrícola e iba a desaparecer el ganado. ¿Y un tractor? ¿Íbamos a darles un tractor por cada cuarto de caballería de tierra? Era imposible. Y cuando 20 tienen que mandar sobre un tractor, ¿qué pasa? Pues que surgen infinidad de conflictos.
Y así, imagínense una finca de 100 caballerías dividida entre 400 con ocho o diez tractores. ¡Cuántas fuentes de pequeños conflictos! Imagínense que de pronto surgiera un plan de diversificación de aquellas 80 caballerías, se acordara la necesidad de sembrar algodón además de caña, tomate además de caña, maní, maíz, malanga..., y que porque el país necesita producir muchos artículos, hay unos artículos que son más rentables que otros. Sin embargo, es necesario producir esos artículos que no son tan rentables, porque de todas formas son indispensables para la alimentación del pueblo.
Se presentara la ocasión de sembrar esos artículos, entonces cada cual iba a querer que le dieran una cuota de algodón o una cuota de vegetales, es decir, de aquellos productos más rentables. Pero iba a ocurrir que el cuarto de caballería de uno de ellos fuera buena para un producto, el cuarto de caballería del otro fuera buena para otro producto. Resultado: íbamos a repartir 100 caballerías entre 400; algunos iban a ser... al que le tocara un cuarto de caballería muy bueno lo podía sembrar de tomates o de papas, al que le tocara un cuarto de caballería que fuera bueno para pastos, pues iba a criar todo lo más cuatro chivos en su cuarto de caballería, y sostener su familia con cuatro chivos: o de lo contrario sembrar allí un maní que no se iba a cosechar, o sembrar un vegetal, o un algodón que no lo iba a poder cosechar. Resultado: en un paño de 100 caballerías de tierra, iba a establecer 100, o 200, o 300 familias, y las condiciones de vida iban a ser disímiles por completo y los ingresos iban a ser distintos, y el cual paño de tierra iba a ser muy difícil de desarrollarse agrícolamente o de realizar sobre él cualquier plan.
¿Qué hicimos? Sobre todo con las tierras dedicadas a la producción de caña, es decir, con el latifundio cañero, ¿qué hicimos? Pues organizamos las cooperativas agrícolas de producción. Todo el mundo recordará que cuando allá por el Norte empezaron a atacarnos lo primero que dijeron, ¿reforma agraria? Resultado: que va a disminuir la producción cañera; resultado: que Cuba no va a poder satisfacer sus compromisos de producción, sus compromisos con el mercado norteamericano y con el mercado mundial.
Ellos pensaban que íbamos a dividir esa tierra, que la íbamos a fragmentar, y estaban calculando las consecuencias. Pero se encontraron sorpresivamente con que aquellas tierras, lejos de dividirse, fueron organizadas en cooperativas agrícolas. Resultado: que tenemos este año más cañas que nunca. Con haberle dado a la tierra un mejor cultivo y haber abonado una extensión mayor, simplemente con eso, sin necesidad todavía de sembrar nuevas variedades, sin regadío, pues ya se ha producido en la misma extensión de tierra una producción mucho mayor de caña.
En esas tierras se han ido aplicando planes de producción agrícola adecuados a las necesidades de los obreros que allí trabajaban. Si en un paño de tierra había un número de obreros mucho mayor que en otro, hacia esa colonia, hoy convertida en cooperativa, se dedicaban los mayores recursos, se dedicaba un número mayor de máquinas, se dedicaba a la producción de artículos más rentables; es decir que entonces se llevaba la solución del problema a cada cooperativa, según la situación social de cada una de ellas.
Así, un plan que comenzó el año pasado, ya actualmente está demostrando extraordinarios progresos. Fueron 34 millones los que se dedicaron al cultivo de la caña. Como decía el compañero Bécquer, con esos 34 millones dedicados al cultivo de la caña, no solo se cultivó la caña, sino que se realizaron determinadas inversiones. Entre otras, se comenzó un plan para crear una lechería en cada cooperativa.
En este momento tenemos 614, entre 600 y 614, cooperativas cañeras con una extensión promedio de 100 caballerías de tierra, unas más, otras un poco menos, algunas tienen cerca de 200, donde trabajan 120 000 familias —eran los antiguos obreros agrícolas de aquellas plantaciones—, y en cada una de esas cooperativas hay ya una lechería.
¿Cuántos establos en cada cooperativa? ¿Doscientos establos? No, un solo establo. Es decir que si hubiésemos repartido una vaca por cada cooperativista, habría que establecer 200 o 300 salas de ordeño; se ha hecho una sola sala de ordeño para todas las vacas de la cooperativa, de donde los niños tienen asegurado el abastecimiento de leche. Hay una administración en la cooperativa, hay un consejo de dirección, que no permitirá que nadie mate una vaca, de donde está asegurado no solo el abastecimiento de leche, sino el desarrollo de la ganadería.
Ahora bien, ¿qué tipos de vacas son esas? Pues son vacas de pobre producción de leche. ¿Qué solución tiene? Otra solución que solo se puede aplicar en las cooperativas. Hemos establecido una escuela de inseminación artificial. Cada una de las cooperativas ha enviado dos jóvenes a estudiar inseminación. Resultado: a partir del presente año la reproducción se hará por inseminación y, entonces, mediante ese procedimiento se podrá mejorar la calidad de ese ganado, de manera que cada una de esas vacas produzca ejemplares de la mejor calidad productora de leche.
Lo que no se podría lograr en 100 000 fincas aisladas, se logra, de manera relativamente fácil, en 620 cooperativas. Imagínense ustedes que esas 120 000 familias poseyeran 120 000 parcelas de tierra, cada una de ellas poseyera una vaca, ¿cómo podríamos aplicar el sistema de la inseminación artificial? Sería necesario que cada uno de ellos fuera veterinario, sería necesario que cada uno de ellos fuera técnico. No es el caso que resulta de las cooperativas. Se ha mandado una circular a todas las administraciones de las cooperativas, advirtiéndoles que a partir de este año la reproducción se hará por inseminación. Eso significa que todas las vacas de esas cooperativas están listas para tan pronto lleguen los técnicos comenzar ese programa, que dentro de algunos años permitirá que el promedio de producción de leche por vaca sea de 10 y 12 y hasta 15 litros diarios. Algo similar se va a llevar a cabo con las crías de cerdo. En cada una de las cooperativas se va a establecer un centro de cría de cerdos de raza, de lo cual tenemos en estos momentos una gran necesidad, con vistas a las amenazas de dejarnos sin manteca.
Todos esos planes se pueden llevar adelante con gran facilidad, pero, sobre todo, se pueden llevar adelante los planes de diversificación. Lo peor de la agricultura es el monocultivo. ¿Por qué? Porque obliga a los trabajadores a permanecer una gran parte del año sin trabajo. Una finca dedicada a un solo cultivo, se recoge la cosecha en determinado mes del año, se cultiva en otro mes. Sin embargo, cuando no se produce solamente caña, sino que se produce también algodón, pues entonces esos meses de noviembre y diciembre que antes eran meses de tiempo muerto, se dedican a la recogida de algodón, diciembre y enero. Los meses que antes de la zafra estaban sin trabajo, hoy se dedican a recoger algodón. Si se siembra maíz, la recogida de algodón es en los meses de septiembre y de octubre; si se siembra maíz, pues tenemos también... o se siembra arroz, por ejemplo, pues hay recogida en el mes de noviembre, o hay recogida en los meses de verano.
Es decir que 100 caballerías de tierra sembradas de caña dan trabajo los tres meses de zafra y algún trabajo en los cultivos después de la zafra. Entonces los meses de mayo, junio, julio, agosto, septiembre, octubre, noviembre y diciembre, de siete a ocho meses tienen que permanecer inactivos. Cuando esas 100 caballerías tienen caña, arroz, frijoles, maní, algodón, vegetales, tienen trabajo todo el año, y eso es lo que está ocurriendo ya.
En las cañas, como eran las tierras donde estaba concentrada la mayor parte de la población agrícola, donde había más pobreza, se han estado desarrollando los planes de diversificación con mayor intensidad. El resultado es el siguiente: que para este año —este año de ahora—, ya no bastan las 120 000 familias para atender los cultivos de esa tierra, trabajando durante todo el año. Ese es el primer gran resultado de la reforma agraria en las plantaciones cañeras: la diversificación agrícola, que permitirá producir la misma cantidad de azúcar con menos extensión de tierra, y que a través de la diversificación dará empleo durante todo el año. Y calculen lo que eso significa en el campo: la desaparición del “tiempo muerto”; calculen qué beneficios tan extraordinarios, que esa vieja pesadilla haya desaparecido en nuestros campos, a los dos años apenas del triunfo de la Revolución, y que ello lleve parejo la duplicación o la triplicación del ingreso familiar en el campo y, al mismo tiempo, un aumento considerable de la producción agrícola.
La solución del problema, por ejemplo, de la leche, en todas las cooperativas cañeras, es otro de los logros alcanzados; la solución del problema de la vivienda, que ya se está llevando adelante en un gran número de cooperativas cañeras.
En las cooperativas cañeras tiene, además, la Revolución, uno de sus apoyos más sólidos. Nosotros hemos visitado cooperativas donde de 214 cooperativistas, 94 eran milicianos; y los que no eran milicianos, era porque estaban inválidos o porque estaban demasiado viejos. Esas cañas no las cuidan ya los guardias rurales, ni los mayorales, ni los “serenos”, o... ¿cómo les llaman?... guardacampos. Antes no le interesaba a ningún obrero agrícola que quemaran o no quemaran la caña; había ocasiones en que le convenía al obrero agrícola que se quemara la caña, porque con eso tenían que pagársela a un precio más alto. Hoy, a un cooperativista, antiguo obrero agrícola, no le conviene que se queme la caña, porque la caña es de él; y si se quema la caña hay una disminución en el rendimiento, y perjudica la cepa, y sabe que eso disminuye la producción para el otro año, y lo que le interesa al cooperativista cañero es que no se queme un solo plantón de caña.
Antes, tenía que venir la guardia rural, o tenía que venir el guardacampo, el guardajurado, a cuidar la caña. Hoy cada uno de aquellos obreros es un guardián de la caña; no hace falta ya un ejército. ¿Para qué?, si los que están cuidando la caña son los 120 000 cooperativistas, y los nuevos cooperativistas, porque en muchas de esas cooperativas van a ingresar nuevos cooperativistas, en vista de que ya los que había no alcanzan para atender todos los cultivos.
Hay 120 000 hombres, más sus familiares — es decir, más de medio millón de personas—, vigilando y cuidando las cañas. ¿Quién quema una caña en una cooperativa? Luego, aquí vemos ya un gran resultado.
En cada cooperativa cañera hay un responsable de orden público. ¿Qué significa eso? Un responsable de orden público es un miembro, electo por la cooperativa, que no cobra por eso sueldo —porque los directivos de la cooperativa son obreros que cortan caña, y que trabajan, no cobran sueldo por los cargos que ostentan en la dirección de la cooperativa— , y los obreros escogen a los compañeros más responsables para esos cargos. Y uno de los miembros de la directiva es el responsable de orden público. Tiene también su pequeño cuartel, de allí, de la milicia de allí; allí tiene los fusiles, distribuye los guardias, los recorridos. Si hay cualquier problema, hay una fiesta... Ustedes saben cómo eran las fiestas antes: terminaban, por lo general, “como la fiesta del Guatao ”; había una fiesta, y el mayoral llamaba a una pareja de la Guardia Rural; el guajiro, que le caía “pesado” el guardia rural, de por sí ya, con sus polainas y su machete, y su sombrero ese, tejano, se sentía disminuido cuando estaba en presencia de un guardia rural. Y en esos momentos de fiesta, de alegría, se tomaba algunos tragos, se sublevaba contra aquellos miedos, y de todas maneras se fajaba, se fajaba, aunque fuera para demostrar que no le tenía miedo al guardia; y en todas las fiestas del campo, siempre había reyertas.
Vayan hoy a los campos, y verán como ya nadie se faja, verán como ya nadie riñe, y lo que antes era una regla general, hoy es una excepción. ¿Por qué? Porque ya no tiene al guardia rural allí, que le cae pesado, y que lo disminuye como hombre.
¿Quién cuida el orden? Un obrero igual que él, un vecino de allí, igual que él; y que hoy lo está cuidando un obrero, y el otro domingo puede ser él, que hoy también es autoridad. Ya no mira a la autoridad como algo odioso, como un gravamen humillante; hoy él es autoridad también. Ya no mira a un hombre con un fusil, que le puede ofender la compañera, o la hija; ya el hombre del fusil es él, o si no es él, es otro, y él tiene que respetar a ese, para que a él lo respeten cuando él tenga el fusil.
Y se ha operado un extraordinario cambio en la mentalidad de ese obrero, o de ese campesino. Ya él no ve ninguna diferencia entre él y el poder de la nación; hoy el poder de la nación es él, él constituye una piedra angular de ese poder, y se identifica con los intereses de toda la nación, porque él ve y comprende que forma parte de ese poder. Ya no mira a la autoridad o el poder como algo distante de él, como era antes en realidad, en que el poder era un poder para explotarlo; hoy, es un poder para defenderlo, y no es un poder extraño a él; él forma parte de esa fuerza de la nación, tiene esa sensación que le permite disfrutar esa tranquilidad y esa seguridad. Poder del cual puede participar todo cooperativista, todo obrero.
Es lo mismo que pasa en un central azucarero: ya no es el guardajurado, ya no es el soldado, él es la autoridad también, y en cada central azucarero hay también un responsable de orden. Y lo mismo ocurre con la granja del pueblo. Allí también hay un responsable de orden público. ¿Que hay que hacer una investigación? ¿A quién le preguntaban antes los jueces? Le preguntaban al mayoral, al latifundista, al sargento de la Guardia Rural; y hoy, ¿quién informará de todos los acontecimientos? El responsable de orden público informará también al juzgado sobre cualquier acontecimiento que ocurra en un central, en una granja del pueblo o en una cooperativa.
¿Qué significa eso? Que ha ocurrido un cambio extraordinario. ¿Por qué tenía que haber antes un mayoral, o un guardajurado, en la plantación cañera?, ¿por qué tenía que haber una pareja de soldados? Sencillamente, porque tenía que haber una fuerza que defendiera los intereses de los dueños de esa plantación. ¿Qué le importaba al obrero, y por qué el obrero iba a sacrificar su vida defendiendo aquella plantación que no era suya, y a donde a él no le permitían que sembrara en la guardarraya una mata de maíz? ¿Qué puede pedir ese obrero?, ¿puede ocurrir una huelga allí? Imposible. ¿Por qué? ¿A quién le va a pedir?, ¿a su propio consejo de dirección, que él nombró y eligió libremente? ¿Qué es lo único que puede pedir ese cooperativista? Pues, puede pedir más trabajo. ¿Para qué? Para producir más artículos y obtener un ingreso mayor.
Mira aquellas cañas, y ve que aquellas son sus cañas. Ve crecer aquellas cañas, y se complace de pensar que aquellas son sus cañas. Llueve, y piensa que esa lluvia está beneficiando sus cañas. Quiere alguien quemar aquellas cañas, y está dispuesto a dejarse matar, antes que alguien queme aquellas cañas.
Sabe que no tiene que pedirle a nadie, más que a sí mismo. ¿Que quiere más recursos para trabajar? Se los facilita la nación. ¿Que quiere obtener más ingresos? A trabajar más para que aquella tierra produzca más, porque lo que va a producir aquella tierra es para él. ¿Que se muere un animal? Ese animal es suyo y tiene que tratar de salvarlo. ¿Que maneja un camión? Ese camión es de la cooperativa y tiene que cuidarlo. ¿Que maneja una turbina y que maneja un tractor? Si el tractor se rompe o se rompe la turbina, quien pierde es él. Antes él no perdía; hoy él sí pierde. Se ha organizado la producción de manera que los intereses de las plantaciones se identifiquen absolutamente con los intereses del productor, del trabajador. De esta manera desaparecieron los conflictos en el campo, desaparecieron los problemas, puesto que ya ellos son los que están dirigiendo y disfrutando aquellos cultivos.
Si la tierra no da más, no se puede pedir más; si la tierra puede dar más, él puede hacer todo lo necesario para que la tierra dé más; si mejora la calidad de los cultivos, será en beneficio suyo; si aumenta la producción, será en beneficio suyo; si las vacas dan 10 litros en vez de cinco litros, será en beneficio de sus hijos. Y así, se puede augurar un porvenir extraordinario en todas esas cooperativas, y de hecho ya se nota. Basta visitar cualquiera de ellas, preguntarles cuánto trabajo han tenido, cuánto trabajo van a tener, qué planes de diversificación van a llevar adelante, y se sorprenderán. Tanto avanzan, que nosotros hemos visto que ya en una de esas cooperativas han organizado un teatro propio; tienen organizado un grupo teatral, y no solo eso, sino que hay campesinos ya que están escribiendo las obras de teatro que va a representar ese grupo teatral.
¿Qué quiere decir eso? Que los campesinos ya no marchan a la zaga; los campesinos, incluso, satisfechas ya sus aspiraciones fundamentales, están preocupándose por cuestiones de tipo cultural. Y ese hecho ha estimulado el propósito del Gobierno Revolucionario de organizar 3 000 instructores de arte, a fin de enviar a las granjas del pueblo y a las cooperativas un instructor de arte dramático, un instructor de música y un instructor de danza. Es decir que dentro de dos años, con las escuelas que en estas próximas semanas van a empezar a funcionar, ya podremos enviar tres instructores a cada granja del pueblo y a cada cooperativa, y que cada granja del pueblo y cada cooperativa tendrá su grupo artístico, y llegará el día en que cualquier familia de la ciudad marche un domingo al interior de la república, y pueda pasar el día alegremente entre los campesinos, y pueda presenciar magníficas representaciones teatrales, de danza, y que de ahí saldrán magníficos artistas que algún día vendrán también a la ciudad.
El campesino posee una mentalidad virgen, libre de una serie de influencias con que en la ciudad envenenaban las inteligencias de los ciudadanos. La Revolución trabaja sobre esas inteligencias fértiles, como trabaja sobre la tierra. Y se incorporarán al país esas inteligencias que antes se frustraban.
La reforma agraria tiene, pues, en las cooperativas, la segunda forma de producción. Pero, sin embargo, quedaban grandes extensiones de tierra donde vivían muy pocas familias, y que estaban dedicadas a la producción de ganado. ¿Qué hacer con una finca de 600 caballerías dedicadas a producir carne mediante un sistema extensivo, y donde trabajaban 10 o 12 obreros? Allí no se podía organizar una cooperativa. ¿Por qué? Porque eran 10 o 12. Era un método anticuado de producir ganado; no se les podía entregar aquel rebaño a 10 o 12 familias, porque íbamos a tener 10 o 12 familias dueñas de 2 000 o 3 000 cabezas de ganado. Y, además, había que implantar allí también la diversificación.
¿Qué hizo el INRA con las grandes haciendas ganaderas? ¿Dividió la tierra? No, porque tenía por delante la tarea de abastecer de carne al país, y ya ustedes se imaginarán si había que tomar o no en serio esa responsabilidad, por lo que habría significado que un día el pueblo se quedara sin carne. No solamente había que continuar abasteciendo la demanda que había en el momento en que la Revolución llega al poder, sino que había que satisfacer una demanda que era el resultado de un aumento de cerca de 400 millones de pesos en el ingreso familiar, porque el que pagaba 60 pesos en un apartamento, y después tenía que pagar solamente 30, le quedaban 30 pesos libres, que a lo mejor de vez en cuando se iba al mercado a comprarse unas cuantas libras de carne. Los 200 000 nuevos empleos significaban también 200 000 nuevos consumidores de carne.
Antes siempre faltaba la carne en determinada época del año; eran las maniobras especulativas de los grandes ganaderos. Ahora se está consumiendo casi un 50% más de carne, y, sin embargo, no ha faltado la carne. Eso significa un gran esfuerzo, porque los animales no se multiplican fácilmente. Se multiplican en virtud de un proceso natural que requiere tiempo. Luego, era necesario lograr mayor cantidad de carne en el mismo número de animales y en un número menor de tiempo; era necesario alimentar con pienso a cientos de miles de reses que irían a abastecer los mercados de la ciudad.
¿Qué hizo la Revolución en las grandes haciendas ganaderas? Ni repartió las tierras ni organizó cooperativas: constituyó las granjas del pueblo.
¿Qué son las granjas del pueblo?, y esto es bueno que se comprenda. Hay una tremenda confusión, originada principalmente porque muchos que escriben sobre la reforma agraria, no se han tomado todavía la molestia de averiguar qué es una cooperativa y qué es una granja del pueblo, y el resultado es que lo mismo escriben una cosa que escriben otra, y no son exactamente la misma cosa.
La agricultura está dividida hoy en tres formas de producción: agricultores pequeños; cooperativas agrícolas, que surgieron principalmente de los latifundios cañeros; y las granjas del pueblo, que surgieron de los latifundios ganaderos. Las granjas del pueblo son propiedad de la nación; en la cooperativa, los cooperativistas son dueños de los productos de la cooperativa.
Las granjas del pueblo son empresas igual que las fábricas propiedad de la nación. ¿Cuáles son las ventajas? Las granjas del pueblo tienen sus ventajas; las cooperativas tienen las suyas. El país necesita las dos formas de producción.
En la cooperativa el obrero tiene el ingreso mensual o diario que le asigna la cooperativa, es decir, el cooperativista tiene el ingreso mensual que le asigna la cooperativa; obtiene las utilidades de las cosechas, pero tiene que pagar, por ejemplo, la vivienda. Es decir que la cooperativa tiene que pagar el pueblo con sus utilidades; tiene que pagar el agua, tiene que pagar la luz, tiene que pagar muchos servicios que, en cambio, el obrero de las granjas del pueblo los va a recibir gratuitamente. El obrero de las granjas del pueblo va a recibir el salario que marca la ley. Bien. ¿Pero es solo eso? No. En cada granja del pueblo se construirá un pueblo. Es decir que el obrero tendrá derecho a la vivienda gratuitamente; a la electricidad gratuitamente; agua gratuitamente; médico y medicinas gratuitamente; círculo social gratuitamente... , aunque, desde luego, desde el momento que es obrero y contribuye con el 4% ya tiene ese derecho de todas formas.
Pero, además, los medios técnicos más completos y más modernos se llevan allí. Hay que hacer, por ejemplo, un cultivo hidropónico de tomate para producir tomates todo el año; es una inversión grande, esa inversión no se podría hacer en una cooperativa, porque la cooperativa esa resultaría extraordinariamente beneficiada, y sería una cooperativa con beneficios que no tendrían las demás. ¿Dónde se lleva? Se lleva a una granja del pueblo. Se importa determinado número de miles de vacas de leche de alta producción. ¿Dónde se llevan? Hay que llevarlas a una granja del pueblo. Si se llevan a una cooperativa, resultaría entonces que esa cooperativa recibe beneficios que no reciben las demás.
¿Y a quién beneficia el desarrollo de cualquier granja del pueblo? Pues beneficia a todas las granjas del pueblo del país; a los obreros de todas las granjas del pueblo. Si una cooperativa tiene una tierra muy fértil, quien recibe los beneficios es esa cooperativa que tiene una tierra muy fértil; si a una cooperativa le tocó tierra que no tiene un buen manto hidráulico, entonces no podrá tener regadío, y los ingresos de esa cooperativa serán inferiores a los ingresos de una cooperativa que tiene un buen manto hidráulico y tiene regadío.
Es decir que la cooperativa es un buen sistema de producción, pero que, sin embargo, tiene también sus defectos, y es el que se origina de la diversidad de tierras, de la distinta fertilidad de cada tierra, en que aquella comunidad que está en una cooperativa de tierra buena, recibirá beneficios superiores a aquella que está en tierra mala. Habrá cooperativas donde los niños vistan mejor que en otras cooperativas. ¿Por qué? Porque tienen una tierra más fértil. Habrá cooperativas donde las familias tengan ingresos mayores que otros. ¿Por qué? Porque tienen mejores tierras.
Sin embargo, no será así en las granjas del pueblo. No importa que una granja tenga una tierra pobre y otra tenga una tierra rica. Los obreros de todas las granjas recibirán los mismos beneficios; los niños de todas las granjas recibirán iguales beneficios, sea pobre o sea rica la tierra donde están las granjas. Todos los obreros tendrán derecho a tener casa; en cada uno de esos pueblos, los obreros de la granja del pueblo tendrán también allí un centro escolar. En las cooperativas también tendrán el centro escolar y tendrán el pueblo.
En las cooperativas, el pueblo se construye con un préstamo que le hace el gobierno a la cooperativa, y que la cooperativa tiene que pagarlo de las utilidades, por lo que vale el pueblo. En la granja del pueblo, las casas se construyen como una inversión de la nación.
En el centro escolar de las granjas del pueblo, en toda granja del pueblo habrá un centro escolar y una granja infantil. En esa granja infantil, los niños, cuando tengan 10 años, tendrán un lugar donde trabajar, es decir, una pequeña granja; criarán sus animales, realizarán sus cultivos, en fin, realizarán trabajos por la mañana, y estudiarán por la tarde. Ya hemos venido haciendo pruebas; tenemos dos granjas infantiles piloto, para demostrar que los niños, desde cierta edad, son capaces de producir dedicando unas pocas horas al día.
Ellos producirán vegetales, leche, huevos, aves, que ellos mismos consumirán en el comedor del centro escolar. Es decir que en las granjas del pueblo los niños recibirán desayuno, almuerzo y comida en el centro escolar; una parte de esos alimentos los producirán ellos mismos, otra parte los pondrá la granja, la administración de la granja; pero ellos, incluso, producirán una parte de sus alimentos. Además, los niños recibirán ropa y zapatos en el centro escolar.
En una granja del pueblo, el instructor de arte dramático, de música, de danza, lo paga la administración; en una cooperativa, ese instructor lo paga la cooperativa. Es decir, hay una diferencia entre los dos medios de producción. En una, la producción pertenece a los cooperativistas, pero todos esos servicios ellos mismos tendrán que pagarlos con sus productos o con sus utilidades; en la otra, se les garantiza los mismos servicios a todas las familias de los obreros de las granjas del pueblo. Y este hecho de que los niños, en las granjas del pueblo, reciban en la escuela la alimentación y la ropa y los zapatos, significará una verdadera revolución. ¿Por qué? ¿Por qué? Porque hay un problema humano del cual yo no sé si todos nos hemos percatado, porque nosotros, que andamos preocupados por todas estas cuestiones y tratando de darles forma a las instituciones revolucionarias, descubrimos a veces cosas que son duras.
Y tal es el caso, cuando llegamos al campo y nos encontramos que una familia tiene 10 hijos; y pensamos que ese obrero recibe un salario; es un salario igual al que recibe otro obrero que tiene un hijo o dos hijos. De donde resulta que esa familia se tiene que sostener — esa familia de 10 hijos, de 12 miembros—, se tiene que sostener con el mismo ingreso que el de una familia que tiene tres o cuatro miembros. Y entonces, uno se pregunta: ¿Cómo vivirá esa familia?, ¿cómo se alimentarán estos niños? Siendo igualmente niños, y teniendo iguales necesidades, nos encontramos con que aquellos niños que son 10 están recibiendo una alimentación mucho más deficiente que aquellos niños que son dos.
Y el resultado se verá el día de mañana. Los 10 niños que no recibieron alimentación adecuada, cuando sean hombres, ciudadanos del país, resultará que empezarán a padecer o de una deficiencia o de otra, consecuencia de no haber recibido una alimentación eficiente. Y resulta que aquellos niños, por el solo hecho de tener un mayor número de hermanitos, estarán condenados ya desde niños a tener que pagar el día de mañana las consecuencias de eso que para ellos viene a constituir una desgracia: el hecho de tener muchos hermanos.
¿Cómo subsanar esa realidad? ¿Cuál es la situación del obrero que tiene que atender 10 hijos con el mismo salario? Ese obrero tiene que privarse de todo. Además, si es un padre abnegado, con seguridad que gastará en sus hijos el salario; si es un padre indolente, con seguridad que gastará en cualquier cosa su salario. De donde los niños no solamente estarán expuestos a la circunstancia de tener más hermanos o menos hermanos, sino a la circunstancia de tener padres indolentes o padres abnegados.
¿Cómo subsanar esa realidad? ¿Cómo garantizarles a todos los niños una vida saludable? ¿Cómo garantizarles una alimentación adecuada? En la escuela. Allí, en el centro escolar de la granja del pueblo, allá irá el niño tempranito, desayunará en la escuela; los más pequeños comenzarán sus clases inmediatamente, los mayorcitos irán a realizar las tareas que les correspondan por la mañana; vendrá la hora del almuerzo, almorzarán en la escuela, estudiarán por la tarde; comerán en la escuela y regresarán a sus hogares por la noche.
Entonces, se podrá garantizar que cada niño consuma la cantidad de leche, de huevos, de carne, de pescado, de vegetales y de alimentos que realmente necesite; se garantizará a todos los niños una alimentación eficiente; tengan o no muchos hermanos, ese niño tendrá su alimentación asegurada. Y tenga o no muchos hijos, cada obrero tendrá su salario garantizado también para que él lo gaste en lo que estime pertinente. Y así, los padres que tengan 10 hijos tendrán derecho a disfrutar las mismas cosas que los padres que tengan un hijo, o dos hijos, o tres hijos.
Una de las cosas que permite la agricultura, en determinadas épocas de cosecha, es el trabajo de las mujeres y hasta de los niños. En una recogida de algodón, por ejemplo, cualquier niño de 11 o 12 años puede recoger tanto algodón, quizás con menos derroche de esfuerzo, que un hombre, una persona adulta. En las cosechas de algodón, de tomate, en una serie de cosechas, los niños pueden trabajar, y pueden, incluso, contribuir al ingreso familiar.
En la industria también, pero en algunas industrias, no en todas las industrias. Sin embargo, en la agricultura existen tareas en las cuales pueden trabajar las mujeres y los niños, y con eso también en las familias numerosas los hijos tendrán oportunidad de ayudar a la familia. De las casas no tienen que preocuparse, porque las casas las hace el gobierno. Es decir que tener muchos hijos no aumenta el gasto en casa, es exactamente el mismo gasto; no aumenta el gasto en ropa, no aumenta el gasto en alimentación, no aumenta el gasto en medicina, no aumenta el gasto en juguetes. En fin, que un día de reyes un niño tendrá el derecho a recibir su juguete, igual que lo tiene cualquier otro niño, sean muchos o sean pocos hermanos. Esa es la organización de las granjas del pueblo, y es bueno que se comprendan todos estos detalles, porque son las tres formas de producción que tiene el país.
¿Quiere decir esto que porque nos guste una más que otra, debemos optar por una o por otra, o permitir que cada cual opte? No. Con seguridad que muchos cooperativistas cañeros quisieran convertir las cooperativas en granjas del pueblo; sin embargo, nosotros nos oponemos a ese cambio. ¿Por qué? Porque entramos en una etapa de desarrollo, están por ver los resultados, y nosotros sabemos que el método de producción en cooperativa es un método muy superior al método que existía antes; es un método superior incluso a la producción en pequeñas parcelas. Pero el país necesita de ese sistema de producción. ¿Por qué? Porque los cooperativistas han demostrado que son capaces de aumentar extraordinariamente la producción con muy poca inversión; los cooperativistas han demostrado que son capaces de producir a bajo costo, y lo demuestra el hecho de que habiéndose concedido 34 millones para los cultivos, ellos realizaron esos cultivos — 34 millones de préstamo, de préstamo—, ellos realizaron esos cultivos con cantidades inferiores e invirtieron una parte de esos 34 millones que eran para los cultivos, realizaron inversiones con ellas, logrando un aumento de la producción.
La Revolución necesita de las cooperativas, y por eso hemos establecido el principio de no permitir que voluntariamente las cooperativas se conviertan en granjas del pueblo. Ya están organizadas las cooperativas y ya están organizadas las granjas del pueblo. Vamos a ver con el transcurso del tiempo qué nos dice la experiencia, qué nos indica la experiencia sobre ambos métodos de producción, y qué aconseja, y con cuál de ellos se logra una producción mayor y cuál de ellos satisface más las necesidades de nuestro país.
En las cooperativas hay un gran estímulo, y hemos tenido la ventaja de que las cooperativas se han organizado sobre la base de una masa obrera muy luchadora: los obreros agrícolas cañeros, que siempre fue una masa muy sufrida y muy luchadora. No es como en las granjas del pueblo, que se han iniciado precisamente en áreas donde no existía una masa obrera, sino donde trabajaban muy pocos obreros. Ejemplo: la granja del pueblo Granma, donde trabajaban unos 150 obreros y no todo el año, y actualmente están trabajando cerca de 7 000 obreros constantemente.
La granja Granma tiene 3 000 caballerías de tierra, y está situada en la zona de Belic, donde desembarcamos el 2 de diciembre de 1956; hay una granja del pueblo en Pinar del Río, la granja Los Pinos, donde trabajaban seis peones de ganadería, y actualmente están trabajando allí 2 000 obreros . Esa es una masa obrera más heterogénea, no eran obreros establecidos en un punto, sino que han venido de muchos sitios; no era una masa tan organizada ya, disciplinada ya, como la masa que estaba en los latifundios cañeros, obreros que venían desde hacía muchos años luchando en aquellas cañas; era una masa organizada y con ella se han constituido las cooperativas cañeras. Llevan esa ventaja.
Por eso es necesario que se mantengan estos dos medios de producción. Pero hay otro medio de producción agrícola, o sistema de producción, el de los pequeños agricultores.
Una parte considerable de la tierra está en manos de pequeños agricultores. ¿Qué política sigue la Revolución con los pequeños agricultores? La siguiente política: la Revolución no es solo la búsqueda de métodos ideales; la Revolución tiene que contemplar también las realidades, y la Revolución debe adaptar las realidades, las aspiraciones a las realidades. Hay en Cuba infinidad de pequeños agricultores que han desarrollado su cultivo con mucho sacrificio, con mucho esfuerzo, que están muy apegados a la tierra. ¿Qué ha hecho la Revolución con esos pequeños agricultores? En primer lugar, liberarlos del pago de toda renta, y, en consecuencia, ya ningún pequeño agricultor en Cuba paga renta. El pequeño productor de tabaco pagaba a veces el 25 o el 30, el pequeño agricultor de tabaco; el colono de café también pagaba una parte grande; el de caña pagaba también una parte de su producto en rentas.
¿Qué ha hecho el Gobierno Revolucionario? Suprimió la renta. Ya hablamos de eso al principio. Y en muchos casos afectó, sencillamente, al latifundista. En algunos casos afectaba a pequeños propietarios, a los cuales nosotros decíamos que debimos haber pagado en efectivo, y estamos considerando una revisión de los pequeños propietarios que fueron afectados, es decir, el que tenía un pequeño pedazo de tierra arrendado, vamos a revisar todos esos casos para contemplar la posibilidad, a todos esos casos, de pagarles en efectivo, puesto que en ese orden cabe una rectificación.
Pero todos los arrendatarios, los pequeños agricultores, quedaron liberados de renta en absoluto. Muchos de ellos están en las montañas. ¿Es el método de producción en parcela un método perfecto de producción? No, no lo es. Pero, sin embargo, puede ser un método justo, y es un método justo de producción, por cuanto el agricultor trabaja con su familia esa parcela de tierra.
¿Cuál debe ser la política de la Revolución con los pequeños agricultores?, ¿convertirlos en cooperativistas? No. Eso es lo que quisiera la contrarrevolución. La contrarrevolución quisiera que nosotros nos volviéramos unos revolucionarios utopistas y empezáramos a meter el pie. Y esa no es la política que debe seguir la Revolución, sino la política de ir sumando a todos aquellos sectores sociales que eran sectores explotados. Ese pequeño agricultor era un explotado: lo explotaba el central cuando era un colono cañero, lo explotaba el latifundista que le cobraba una renta, lo explotaba todo el mundo; después venía el sargento y le robaba la gallina, le robaba el puerco, y si se descuidaba le llevaba hasta la familia.
El pequeño agricultor era víctima del desalojo, era víctima de los intermediarios que le compraban barato sus productos, era víctima de un sistema de gobierno que permitía las oscilaciones de los precios que no le brindaban ninguna seguridad; es decir que el pequeño agricultor era un explotado. La Revolución ha liberado a los explotados, y entre los explotados liberados está el pequeño agricultor.
¿Qué debe seguir haciendo la Revolución con el pequeño agricultor? Ayudarlo, darle crédito, que es lo que está haciendo. ¿Que quiere comprar una vaca? Se le da crédito para que compre una vaca. ¿Que quiere hacer un pozo? Se le da crédito para que haga el pozo y para que ponga la turbina. ¿Que quieren agruparse 10, o 12, o 15 para comprar un tractor? Se les da crédito para que compren el tractor. ¿Que son agricultores de las montañas, que quieren sembrar café y cacao?, pero como con el café y el cacao hay que esperar cinco años, pues se les da crédito a largo plazo durante cuatro o cinco años para que siembre todo el café y todo el cacao que quieran y después paguen.
Esa es la política de la Revolución con el pequeño agricultor. Y hay en las montañas decenas de miles de pequeños agricultores quienes ya están recibiendo créditos; es decir, ya empezaron a recibir créditos; ya hay cerca de 7 000 créditos concedidos, por un procedimiento muy sencillo y sin mucha bulla. Se han escogido por cada cuartón, por cada zona, un sector guajiro de allí, se le ha dado dos caballos, una montura, se le ha puesto un sueldo modesto, para que él estudie todos los casos de los campesinos que solicitan crédito, recomiende esos créditos y, al mismo tiempo, fiscalice cómo se van invirtiendo.
Hay una escuela que acaba de empezar de 300 técnicos en cacao y café en Baracoa; esos son campesinos. Esos técnicos cada tres meses saldrán de la escuela e irán a donde están los inspectores trabajando para, de acuerdo con los conocimientos que ellos han adquirido, ir inspeccionando cómo van aquellos cultivos y vuelven a la escuela.
En el curso de dos o tres años ya estarán graduados, pero mientras tanto ya irán prestando sus servicios. En Cuba esos cultivos de café y cacao estaban muy mal hechos, muy anticuados; los campesinos sembraban demasiadas matas en un área pequeña de tierra, cuando el café hay que darle espacio para que extienda sus ramas y produzca el grano. El cacao también estaba cultivado con métodos anticuados, variedades muy pobres. En todos estos cultivos se va a mejorar la calidad de las plantas, y no solo eso, a medida que los técnicos vayan adquiriendo más conocimiento. Ahora se siembra una variedad determinada, pero cada vez que haya que replantar, es decir, sustituir aquellas matas que no se desarrollen bien, se irán estableciendo plantas de superior calidad, plantas híbridas, que tienen una producción mucho mayor pero que necesitan también más conocimientos.
Y así en las montañas se va a llevar a cabo un programa de créditos tal que voy a citarles unos datos, para que tengan una idea de lo que significa. Por ejemplo, la zona de Baracoa siempre fue una zona de tierra muy rica, pero de población muy pobre. Hubo un tiempo en que Baracoa se cultivó por la United Fruit, o adquirida por la United Fruit, promovida por la United Fruit, se cultivó el plátano “Johnson”. Entonces, se desarrolló esa producción; durante algunos años significaron una época de “vacas gordas” para Baracoa. Pero vinieron las plagas, y la United Fruit se fue a sembrar plátanos por allá, por otros países; pero a los baracoenses se les quedó aquello del plátano en la cabeza, añoraban el plátano, soñaban con el plátano, suspiraban por aquella época magnífica del plátano. Sin embargo, era un problema, sobre todo por el problema de las plagas. Había que buscar una solución; ¿qué hacer?
Baracoa tiene valles muy fértiles, tierras muy feraces. Ciertos cultivos que se daban allí muy bien, el cacao y el café, tenían el inconveniente de que tardaban años. En una ocasión, se organizó un patronato, en la época de la dictadura, y aquel patronato se dedicó a politiquear. Hicieron un fondo de 4 o 5 millones, para invertirlo en un número de años; lo repartieron de acuerdo con los intereses de los políticos que manejaban ese fondo.
Bien, en estos momentos se está llevando un plan de créditos en la zona de Baracoa que significará, en comparación con lo que significaba el valor total de la producción de plátanos, en la época de las “vacas gordas” — el valor total de la producción total de plátano era de 4 millones—, en los próximos cuatro años la zona de Baracoa recibirá, solamente por concepto de créditos para el desarrollo del cacao y del café, el equivalente de 7 millones de pesos al año. Es decir, algunos millones de pesos más de lo que recibían en su mejor época, de plátano. Pero lo importante es que dentro de cinco años, el valor de la producción de cacao y de café de Baracoa habrá aumentado a 30 millones de pesos al año. Este mismo plan se está siguiendo en toda la zona montañosa del norte de Oriente, en la Sierra Maestra y en Las Villas.
En las montañas no se puede, por ejemplo, sembrar algodón, ni una serie de cosas que en cualquier zona llana les da empleo a muchas personas. Basta llevar un equipo de tractores, y regadío, y así en algunos lugares donde había desempleo, con unas pocas máquinas el desempleo desapareció. En las montañas es más difícil el problema; los caminos se hacen más difíciles de construir, y la irregularidad del terreno hace que beneficien a un menor número de personas. Por eso era necesario establecer un sistema de préstamos a largo plazo, para que los paguen con los productos cuando ya estén en producción esas plantaciones.
Esto se ha comenzado a hacer este año, como parte del plan de ayuda a los pequeños agricultores. En total, hay 35 millones de pesos en el presupuesto de este año para créditos a los pequeños agricultores. Es decir que se van a conceder créditos a 80 000 pequeños agricultores. ¿Qué tipo de crédito? Pues, son créditos que les permitan desarrollar plantaciones que las puedan atender con sus familias. Si a un pequeño agricultor se le da un crédito grande, es decir, crédito para desarrollar una plantación mayor de la que pueda atender con su familia, resultará que después va a necesitar tener obreros allí trabajando y, en cierto sentido, pues, llegará un día en que tenga una plantación grande y tenga necesidad de muchos trabajadores.
¿Qué hacemos cuando un campesino tiene mayor cantidad de tierra de la que puede cultivar con ese crédito que se le da de 40 pesos todos los meses?, ¿se le quita la tierra? No. Se le pregunta si tiene un hermano, o un hijo mayor de 18 años que quiera trabajar en sociedad con él. Si tiene un hijo mayor de 18 años, se le dan otros 40 pesos por el hijo; si tiene un hermano, se le dan otros 40 pesos por el hermano; y así, con un hermano y un hijo, puede reunir un ingreso de 120 pesos y, si dispone de tierra, cultivar, en vez de media caballería, una caballería, caballería y media, o dos. Así que se promueven pequeñas cooperativas familiares, cuando disponen de tierras. No se les toca la tierra cuando tienen un poco más, sino que se les da la oportunidad de traer a un familiar, a recibir un crédito y trabajar junto con él en esas tierras.
Esa es la política de la Revolución con los agricultores pequeños, porque los agricultores pequeños eran explotados y los agricultores pequeños son aliados de la Revolución, aliados del obrero agrícola, del cooperativista y del obrero de las granjas del pueblo.
¿Qué ha ocurrido? Los contrarrevolucionarios han tratado de meterles miedo a los pequeños agricultores, diciéndoles que los vamos a cooperativizar; incluso, se había dado el caso de que algunas personas, entusiasmadas con las cooperativas, empezaban a hacer campañas en favor de las cooperativas. No, eso es un error. Se ha dado el caso de campesinos que han propuesto unirse en cooperativas, y campesinos independientes han organizado cooperativas, entre ellas está, por ejemplo, la cooperativa Itabo, que ya tiene un gran centro comunal, es decir, un pueblo de cerca de 200 casas. Se les ha construido el pueblo, e indiscutiblemente que esos pequeños agricultores recibirán más beneficios que estando aislados.
Pero, ¿qué norma hemos adoptado con respecto a eso? En vez de promover la formación de cooperativas con los pequeños agricultores, lo que hemos hecho es lo contrario: ¿Que un grupo de pequeños agricultores independientes quiere formar una cooperativa?, les decimos: “No”, ¿que insiste?, les decimos: “No”; ¿que insisten mucho?, entonces lo discutimos en el INRA, para considerar si se les concede permiso o no.
¿Por qué? Precisamente para evitar que nadie cometa errores de estar promoviendo, por su cuenta, la organización de cooperativas; es decir, no haya funcionarios del INRA, por ejemplo, tratando de promover cooperativas entre los agricultores pequeños, porque eso sería un error, eso solo serviría para que vinieran los contrarrevolucionarios a hacer campaña entre los pequeños agricultores de que los quieren cooperativizar, y hay campesinos que están muy apegados a su pedazo de tierra; al país eso no le preocupa, a la economía nacional eso no le afecta. Existe una cantidad de tierras tan grande en manos de las cooperativas y de las granjas del pueblo, que se puede desarrollar extraordinariamente la agricultura, sin que perjudique nada el que un campesino tenga y quiera conservar hasta que se muera, y conservar por 50 años si quiere, su pedazo de tierra; eso no afecta nada a la Revolución, y hay campesinos muy apegados a la tierra. Hay que darles garantías de que ellos pueden conservar esa tierra y que recibirán ayuda de la nación todo el tiempo que lo deseen.
Y, para evitar que se promuevan cooperativas por la libre, y para evitar que se cometan errores, hemos establecido el principio de que no se autorice a crear las cooperativas de los pequeños agricultores, a no ser que ellos insistan mucho; que sea espontáneo, y acuerdo unánime de todos los que quieran ingresar en las cooperativas. Solo entonces el INRA puede acceder a organizar cooperativas con los agricultores pequeños, en cuyo caso puede extenderles los beneficios de construirles el pueblo, es decir: el pueblo, con el centro escolar y con todas las ventajas que tienen las cooperativas.
Mientras sean agricultores independientes, se les facilitan créditos, asistencia técnica, y se les ayuda. Esa es la política que la Revolución se ha trazado con los agricultores pequeños, sin que los pequeños agricultores tengan que preocuparse absolutamente, ya que siempre podrán contar con la ayuda del gobierno.
¿Ha sido esto fácil? No, esto no ha sido muy fácil. ¿Qué ha pasado con los pequeños agricultores? Pues, resulta que hay algunos que no eran pequeños, que eran agricultores “grandecitos”, y esos eran, por lo general, los que controlaban las asociaciones de agricultores, es decir: la de los ganaderos, la de los cafetaleros, la de los cañeros. ¿Qué han hecho algunos manganzones de estos?, ¿qué han hecho? Pues, esos eran los que se dedicaban a agitar a los agricultores pequeños, y a querer hablar en nombre de los agricultores pequeños. ¿Qué hemos hecho nosotros? Hemos convocado a todos los pequeños agricultores, a todos los que tengan menos de cinco caballerías de tierra, cinco o menos caballerías, a que integren la Asociación Nacional de Pequeños Agricultores; entre ellos, los pequeños colonos, los pequeños cafetaleros, pequeños ganaderos, pequeños agricultores de tabaco, y, en fin, ya está organizada la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, y están a disposición de la asociación 35 millones de pesos para concederles los créditos a esos agricultores pequeños.
Hay cosas que a uno no le queda más remedio que soportarlas. Nosotros hemos tenido que soportar que haya quienes, incluso valiéndose de vínculos familiares — y no me queda más remedio que tratar este tema aquí, con toda la delicadeza que el caso requiera—, se han aprovechado para tratar de agitar a los agricultores pequeños. Es natural que eso no se produce por casualidad. El imperialismo es tan inescrupuloso en toda su actuación y en todos sus métodos, que hasta trata de promover las divisiones familiares y los problemas familiares, cuando encuentra el menor chance.
Nosotros aquí hemos estado soportando que constantemente, valiéndose de la circunstancia de que nosotros éramos descendientes de familia que era propietaria de tierra, y que las leyes de la Revolución han tenido que afectar los intereses de nuestra propia familia, tratar de aprovecharse de esas circunstancias para promover divisiones y problemas, y hasta presentarnos a nosotros como enemigos de nuestra familia. Nosotros teníamos sencillamente que cumplir con el deber de aplicarle por igual las leyes que nosotros hemos promovido, a todos por igual, y sin privilegios para nadie.
Este es un gobierno que además se caracteriza porque los funcionarios todos de este gobierno, tenemos ingresos relativamente modestos, y que, además, es un gobierno absolutamente honrado, sin privilegios para nadie. Y nosotros estaríamos traicionando la Revolución el día que nos dejásemos llevar por algunas de esas prácticas, que eran prácticas clásicas aquí en los gobernantes. Ninguno de nuestros familiares ha tenido privilegios de ninguna clase . ¿Es dureza esa de nuestra parte? No. Nosotros, por ejemplo, tenemos una tía que perdió un hijo en la guerra; nosotros con lo nuestro la ayudamos. Eso es lo que podemos hacer y lo que hacemos. No somos duros, sino que somos honrados, ¡y ser honrados, a veces es duro!
Los reaccionarios, sin embargo, y los agentes del imperialismo, se tratan de valer de estas circunstancias, y no falta quien se acerca en plan de periodista a un familiar nuestro, para encontrar críticas a la Revolución; y divulgar esas críticas, y presentarnos a nosotros como combatidos por nuestros propios familiares. Son mañas arteras y groseras de la reacción y del imperialismo, que no respetan, ni vida ni honor de nadie, para ir a divulgar opiniones. Y hay familiares a veces, tan incautos, que caen en esas maniobras.
Y así, nosotros hemos tenido este problema con las cuestiones de los pequeños agricultores. Se hizo la ley, se estudió y se decidió cortar toda la caña; se explicó por qué se debía cortar toda la caña: porque era un crimen que permanecieran 10 000 caballerías de tierras maestras sembradas de caña que no se cortaban, 10 000 caballerías de tierras maestras fértiles; era absurdo que los buldóceres del Estado estuvieran tumbando marabú y tumbando manigua cuando había 10 000 caballerías que se podían tumbar con el machete, y lograr una gran diversificación y un gran aumento en la agricultura. Se acordó cortar esa caña.
¿Se podía pagar al precio que tenía una caña, cuyo azúcar no estaba seguro de que se vendiera? No. Se les pidió a los trabajadores y al pueblo la cooperación para cortar esa caña, porque aunque no se vendiera había que cortarla para disponer de esas tierras. En consecuencia, se decidió cortar toda la caña. Ahora, de toda la caña, solamente podíamos garantizar la venta de 4 millones a cuatro centavos, y otra parte al mercado mundial... Se acordó un precio provisional de 2,50, y después la diferencia entre lo que se pagara de esos 2,50 y lo que realmente se vendiera. Si se tiene en cuenta que se venden a cuatro centavos 300 000 toneladas de consumo nacional, pues ya tenemos un diferencial de un centavo y medio en 300 000 toneladas, pero se va a cortar a dos y medio.
¿Cómo distribuir esto? Pues era lógico que si por ejemplo se producían 7 millones, de cada 7 millones se pagaran cuatro a cuatro centavos, y tres a dos y medio. Esto por igual a todo el mundo. No había que pensar en cuota, puesto que era zafra libre; zafra libre, si se va a pagar hasta 4 millones a cuatro centavos, y el resto a dos y medio, ¿cómo debe distribuirse? Pues, si 7 millones es el total, calcular toda la caña que se ha molido, y pagar cuatro partes a cuatro centavos, y tres a dos y medio, por igual para todos. Eso era una cosa justa que nadie podía discutir.
¿Qué estaba pasando con esto de los colonos? Siempre existen los demagogos, y los incautos, y los fáciles instrumentos de los enemigos de la patria. ¿Que se libraba a los colonos del pago del 15%? Ya eso era un beneficio para los colonos, puesto que ya no tenían que estar pagando renta. ¡Ah!, pero entonces venían los grandes colonos a decirle al colono: “Bueno, ahora vamos a pedir que nos den el 60% de la producción de azúcar”, es decir, una nueva demanda que empiezan a plantear.
¿Que se expropian, o se ocupan, o se confiscan las tierras de las administraciones cañeras, las cañas por administración? ¿En quién había que pensar en ese momento? ¿En el que tenía una caballería, o media caballería, o el que no tenía ninguna? ¿Qué se iba a hacer con las cañas de administración? Pues había que organizar las cooperativas, porque de eso tenía que vivir el obrero cañero que trabajaba en las cañas de administración. ¿En qué estaban pensando los manganzones del colonato? ¡Ah!, estaban pensando en la demagogia de plantear que les repartieran las cuotas esas entre ellos.
En una ocasión en que me invitaron a una reunión de los colonos — que por cierto estaban los grandes manganzones todavía dirigiendo la asociación—, yo les dije: Ni sueñen con estar hablando de repartir las cuotas de las cañas de administración, porque antes sí, estaba bien que antes discutieran con el central; antes planteaban una demanda frente al central, que era el dueño de las cañas, y pedían cuotas, pero resulta que ahora se acabó la caña de administración y queda la cuota de las cooperativas. No se iba a repartir entre los que ya tenían cuota. ¿Qué se hizo? Se les dio hasta 40 000 arrobas a todos los pequeños colonos que tuvieran esas cañas físicas, es decir, el que tuviera 35 000 arrobas, que las moliera; hasta 40 000 las molieran todas los pequeños colonos, y así se hizo.
Cuando organizamos las cooperativas, plantearon aumentar a dos caballerías de tierra a todos los pequeños colonos. Señor, habría un colono que tendría tres cuartos de caballería, pero no era correcto aumentársela a dos, mientras había 10 familias que no tenían ni un pedazo de tierra. Así que nosotros dedicamos las cañas de administración a las cooperativas cañeras.
Ahora se decide la zafra libre. El año pasado el promedio del precio de venta del azúcar fue de tres cuarenta y tanto; sin embargo, todos los colonos habían cobrado precio provisional de 3,60... El gobierno asumió esa diferencia, para que el zarpazo al quitarnos el millón de toneladas no gravara a los pequeños colonos, y salieron beneficiados los colonos con eso.
Este año una parte de sus cañas las van a vender a cuatro centavos. Bastó eso para que surgieran demagogos e incautos aprovechándose de vínculos familiares para mandar un memorándum a todos los pequeños colonos, presentando las cosas como una injusticia para ellos, y planteando la cuestión de las cuotas, es decir que se molieran las cuotas, los que tenían cuotas, a cuatro centavos, pero que las cañas que no tenían cuotas, cañas que son de cooperativistas, que era la gente que estaba pasando más hambre; entonces, que toda esa caña que estuviera por encima de la cuota que tenía la caña de administración, la molieran a dos y medio, donde iba a resultar que los cooperativistas, entonces, si tenían 4 o 5 millones, y nada más tenía cuota de 2 millones, tuvieran que cortar a dos y medio el resto de los 3 millones, y eso era una injusticia. Es decir que lo correcto era zafra libre; todo el mundo que muela la caña que tenga, y si la zafra es de 7 millones, de cada siete partes: cuatro a cuatro centavos, y tres partes a dos y medio. Eso era lo más justo que podía plantearse.
Me veo en la necesidad de hacer esta aclaración para orientar a los pequeños colonos, y decir que aquí líderes revolucionarios habemos dos Castro: Raúl Castro y Fidel Castro (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Fidel, Raúl!”, QUE SOLO SON ACALLADAS CON LAS NOTAS DEL HIMNO NACIONAL).
Y nosotros, nosotros hablamos con el derecho que nos da el haber enarbolado una bandera y una causa. A eso nos hemos dedicado exclusivamente; nosotros no nos dedicamos a negocios particulares, ni nos interesan los negocios, ni nos interesa el dinero, ni nos interesa nada de eso en absoluto.
Esto es, sencillamente, lo nuestro, y nuestra dedicación y nuestra vocación, y a eso nosotros vivimos entregados, y, además, obligados a cumplir con nuestro deber. Nosotros, simplemente, tenemos la confianza de la nación, por lo menos de la inmensa mayoría de la nación, es decir, lo que nos interesa de la nación. Estamos muy conscientes de los millones de personas que integran los sectores humildes y pobres de nuestro país, que son los que defienden la Revolución por encima de todo, y a ellos nos debemos por entero.
El imperialismo y el capitalismo se han presentado como defensores de la familia (EXCLAMACIONES DE “¡Fuera!”), y resulta que son los grandes destructores de la familia. Y, además, los intereses económicos son tan poderosos, los intereses de clase son tan poderosos, que a veces pueden incluso más que los más estrechos vínculos familiares.
Pero, en fin, para nosotros hay el pueblo, y nosotros nos debemos al pueblo. Esa es nuestra vida, esa es nuestra vida, y uno tiene que poner eso por encima de todo. Tan es así, que a Carlos Manuel de Céspedes le hicieron un hijo prisionero, y cuando le preguntaron si estaba dispuesto a renunciar a la bandera, a la causa que estaba defendiendo, a cambio de la vida de su hijo, él dijo que hijos de él también eran todos los demás ciudadanos.
Es decir que nosotros también pensamos igual; nosotros no podemos nunca, por ninguna razón, anteponer ningún sentimiento nuestro por encima de lo que son nuestras obligaciones para con el país y para con el pueblo. Nosotros vivimos dedicados a eso exclusivamente, y nos moriremos dedicados a eso . Correremos siempre la suerte del pueblo. Todo el mundo tiene esa seguridad... Sobre todo, vale la pena correrla en estos tiempos, que son los tiempos difíciles de la lucha. Ya cuando todo marche bien, bien, perfectamente bien, pues entonces ya no tiene ningún mérito especial, y también nosotros tendremos derecho a la jubilación y dejar luego de trabajar.
Es decir... Y de paso, casi nunca se habla de estas cosas, pero ya queda dicho esto. Nosotros no vamos a ser eternos gobernantes, ni nada de eso. Y, desde luego, nosotros no pensamos en eso tampoco, porque estamos en medio de la lucha, y en medio de la lucha no se piensa en nada; se afronta todo lo que sea, como sea; y esto nosotros sabemos que es una lucha larga, lucha en la que van a acudir a todas las armas, a todas las miserias, a todas las debilidades humanas, en fin, a todo, como han hecho siempre las reacciones. Nosotros tenemos ahí a los vecinos muy cerca, y son unos vecinos enemigos rabiosos de esta Revolución, que van a hacer todo lo imposible aquí; debemos esperar siempre de ellos lo peor en todos los órdenes. Por lo tanto, sabemos que esto es una lucha larga y van a acudir a todas las armas, pero a todas. Para desgracia de ellos, van a acudir inútilmente, inútilmente, por gusto, porque el incendio este no lo apagan más nunca.
Quede, pues, aclarada cuál ha sido nuestra política con todos los pequeños agricultores, entre ellos los cañeros, y que nadie tiene derecho a hablar entre los pequeños agricultores, porque aquí nosotros tenemos la representación de los pequeños agricultores. ¡A nombre de los pequeños agricultores puede hablar Pepe Ramírez, que fue toda su vida un guajiro luchador que tuvo que... y que de verdad conoce los intereses de los campesinos! No puede hablar nadie que no haya sido un pequeño agricultor o no haya sido un revolucionario. Porque yo no fui pequeño agricultor, pero, sin embargo, soy revolucionario y cada día me siento más revolucionario. A nombre de los pequeños agricultores no pueden hablar, sobre todo, los grandes colonos; eso no se le ocurre a nadie. Y el que quiera hablar a nombre de los pequeños agricultores, que empiece por renunciar su colonia y decir: “Vengo a hablar ahora en nombre de los pequeños agricultores” . Liquidado el incidente. A buen entendedor, pocas palabras.
Esto es lo que hemos hecho en la agricultura, en general. Estas son las cosas que podrán presenciar directamente los delegados. Nosotros creemos que marcha maravillosamente bien el desarrollo de la agricultura. Tan es así, que hemos podido resistir el impacto de la agresión económica. Si no fuera por las cooperativas... si le quitan a un gobierno cualquiera, de los que había aquí, la cuota, dura 48 horas, porque se muere de hambre en el campo todo el mundo. ¿Por qué ahora no? Nos quitaron la cuota y la gente está picando toda la caña; y después siembra ahí comida y siembra de todo.
Así que hay una cosa que está asegurada. Luego vienen algunos de veintipico y treinta caballerías, y dicen:“Nuestros pobres obreros.” Para “nuestros pobres obreros” hay una fórmula magnífica: que nos entreguen las veintipico o treinta caballerías y verán cómo vamos a arreglar el problema. ¡Que no cometan el descaro de hablar de “nuestros pobres obreros”! Porque “pobre obrero” de verdad es todavía los que quedan en muchas colonias por ahí, que no las quieren limpiar ni quieren trabajar en ellas. Y a nosotros nos duele pensar en esos trabajadores, que mientras los de las cooperativas ya tienen resuelto su problema, esos están todavía “comiendo tierra”.
Así que esa es una realidad... ¡Y que los que tienen veintipico y treinta caballerías se dediquen a cultivarlas, que se dediquen a cultivarlas! Si quieren crédito, que se lo pidan al Banco Nacional, pero que si no las cultivan les vamos a meter otra reforma agraria (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Fidel, seguro, a los curas dales duro!” y “¡Fidel, Fidel, que los curas corten caña, y si no quieren cortarla, que se vayan para España!”).
Hay algunos de estos agricultores, de esos dueños de fincas de veintipico y treinta caballerías, que no les dan trabajo a los obreros y después le quieren echar la culpa al gobierno (EXCLAMACIONES DE: “¡La sotana!”,“¡a los curas!”, etcétera). Yo me alegro de que todos comprendan bien que tenemos unos cuantos frentes de lucha, y que tenemos que luchar duro. Es que tenemos que luchar contra toda la plaga de reaccionarios y de retrógrados que hay aquí (EXCLAMACIONES DE:“¡Los curas, los curas!”). Menos mal que el pueblo sabe bien. Después de dos años y dos meses y siete días de la Revolución, el pueblo ha aprendido bastante. Hay que darse cuenta, cada vez con más nitidez, de lo que es la Revolución para saber quiénes son los que están con ella, y quiénes son los que están contra ella (EXCLAMACIONES DE: “¡Los curas!”).
Hay que comprender bien cuáles son las fuerzas sociales que apoyan a la Revolución, y cuáles son las fuerzas sociales que combaten a la Revolución (EXCLAMACIONES DE: “¡Los curas!”). Y entre ellos tienen, por ejemplo... ¿Los curas? Un momento, espérense... Vamos a dejar hablar a todos. Bueno, un momento, todos no pueden hablar; vamos a dejar hablar aquí a esta muchacha... ¿Quién, por ejemplo? Tú (UNA MUCHACHA DICE QUE LOS CURAS). ¿Los curas? ¿Por qué? (LA MUCHACHA DICE: “Porque son reaccionarios”). ¿Y por qué los curas están defendiendo a la reacción? ¿Y quién cree aquí ya en los curas reaccionarios? (EXCLAMACIONES DE:“¡Nadie!”) ¿Y cómo se convencieron ustedes de eso? ¿Están con los ricos o están con los pobres? (EXCLAMACIONES DE: “¡Con los pobres!”) No, yo digo los curas (EXCLAMACIONES DE: “¡Con los ricos!”). A ver, ¿hicieron alguna pastoral ayer, contra el robo, por ejemplo? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Alguno de ustedes vio alguna pastoral para defender a los obreros cañeros? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Pidiendo escuela para los niños en el campo? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Combatiendo el asesinato de líderes obreros y estudiantiles? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Protestando contra los precios de las compañías eléctrica y telefónica? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) Nunca. ¿Protestaron contra la politiquería alguna vez? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Contra la especulación con los productos alimenticios? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Contra los altos alquileres? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Protestaron contra el juego? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Contra el contrabando? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”)
Ellos dicen que tienen diferencias ideológicas con nosotros. Y es la diferencia que hay entre los aliados de todo eso y los enemigos de todo eso. Nunca apareció un solo sermón, ni una sola pastoral defendiendo al pueblo, ni ahora ni en la guerra de independencia, no se olviden de eso, que esto viene de atrás, desde que llegaron aquí con los colonizadores que quemaban a los indios vivos. Y ellos en vez de protestar contra la quema de indios vivos, les ofrecían a los indios vivos ir al cielo. Y los indios decían:“ ¿Y estos que nos queman vivos van al cielo?” Y cuando les decían que sí, contestaban: “Bueno, pues nosotros no queremos ir al cielo.”
Yo pregunto: si los latifundistas van al cielo, nosotros no queremos ir; si los imperialistas van al cielo, nosotros no queremos ir al cielo; si los criminales van al cielo, nosotros no queremos ir; si los explotadores van al cielo, nosotros no queremos ir al cielo (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Paredón, paredón!“, “¡los curas, ladrones, que se quiten la sotana y se pongan pantalones!”).
Bueno, eso es importante, que sepamos bien, que aprendamos a descubrir a nuestros enemigos, que sepamos que la lucha es dura, y que mientras más profunda es una revolución, como hay más gentes siquitrilladas, más dura.
Pero eso es lo bueno que tiene una revolución profunda, que cuenta con el respaldo precisamente de la parte más combativa del pueblo, parte del pueblo que tiene que darles batalla a los enemigos internos y a los enemigos externos. Nosotros sabemos que vamos a salir victoriosos de esta lucha. Ya eso lo sabemos desde el primer día. Y todavía no hemos visto nada, ¡todavía no hemos visto nada! Ellos van a seguir asomando la cabeza, y por dondequiera que asomen la cabeza... Nos quedan unas cuantas peleítas por echar, ¡nos quedan unas cuantas peleítas por echar!
Ustedes saben que desde que este señor llegó ahí, este que está ahora... (ALGUIEN DICE:“El nuevo”), el nuevo, este ha seguido los mismos caminos del anterior, y si cabe más agresivo, pero le están saliendo las “criadas respondonas” en toda la América Latina. Y yo creo que no marcha tan bien la cosa como ellos soñaron “en una noche de verano”. La cosa en América Latina no está tan fácil. Se está efectuando ahora un gran congreso en México, convocado por esa gran figura revolucionaria que es Lázaro Cárdenas, amigo de nuestra Revolución y uno de los prestigios más sólidos de este continente.
Los gobiernos de Ecuador y de Brasil, han hablado con claridad y con energía. El chantaje y la bravuconería yanqui no surten los efectos de otros tiempos. Los chantajistas marchan de fracaso en fracaso. ¡Y qué será el día en que esos obreros explotados, esos campesinos sedientos de tierra, qué será el día en que esos hombres, que los delegados a este congreso representan, se convenzan de su fuerza, y se convenzan de sus posibilidades de lucha! ¡Qué será el día que se convenzan, qué ocurrirá el día en que se convenzan, de que esos soldaditos mercenarios son fáciles de barrer del mapa!
La Revolución ha enseñado la inutilidad de esos ejércitos enormes que consumen casi el 50% de los presupuestos nacionales. Con ese dinero habría para construir millones de casas. Baste decir que, por ejemplo, en este año... ¿Qué le van a contraponer a la Revolución? ¿Qué fórmula mágica será la que Mr. Kennedy vaya a llevarle, vaya a ofrecer a la América Latina?
Ven ustedes que un gobierno, el de El Salvador, al que nosotros ni habíamos reconocido, ni pensábamos reconocer, porque nosotros no reconocemos juntas cínicas militares de esas, ni pensábamos reconocer, y sin que nadie los reconociera, ni mucho menos, se apresuró a declarar que había roto con nosotros para que le diera unas cuantas piltrafas de dólares allí . ¡Qué vergüenza, y qué infelicidad! ¡En un país donde el 90% del pueblo es analfabeto!
Pues nosotros, este año, podemos presentar la marcha de las seiscientas y tantas cooperativas, las 300 granjas del pueblo, y los 80 000 agricultores pequeños ayudados por la Revolución; podemos presentar nuestra campaña contra el analfabetismo, que erradicará el analfabetismo este año, definitivamente, en nuestro país; y nuestro plan de construcción de viviendas, que incluye la construcción, este año, de 25 000 nuevas viviendas campesinas. Y les lanzamos el reto a los enemigos de la Revolución, a la reacción internacional, que se dejen de pamplinas , que se dejen de hablar boberías, que se dejen de idioteces, y que le digan al pueblo lo que el pueblo quiere: dónde están los maestros y cuándo vienen los maestros, dónde están las escuelas y cuándo vienen las escuelas, dónde están los créditos y cuándo vienen los créditos, dónde está la solución del desempleo y cuándo viene esa solución, y dónde están las casas, y dónde está la reforma agraria, y por qué no convierten todos esos cuartelones en escuela.
Por mucho que le digan al guajiro de nosotros, y traten de condicionarle el cerebro con los argumentos que salen de los laboratorios del imperialismo, cuando los guajiros sepan que aquí lo que hicimos fue que a todas las compañías las mandamos para sus casas y que hemos hecho cooperativas en todas esas cañas, los obreros agrícolas de Honduras, de Guatemala, de Costa Rica, de Colombia y de todos los países de América Latina, dirán: “Esa gente no puede ser mala: porque esa gente convirtió todos los cuarteles en escuelas, ¡eso es lo que hace falta hacer aquí!”; “¿se acabó el analfabetismo en Cuba?, ¡eso es lo que hace falta hacer aquí!; ¿se acabó el latifundismo?, ¡eso es lo que hace falta hacer aquí!; ¿que el pueblo tiene fusiles?, ¡eso es lo que hace falta aquí!”
De ninguna manera podrán ir a engatusar con sus teóricas “libertades”, que son las libertades de los manganzones de irse a gastar los millones de pesos a París, la libertad de los millonarios de comprarse 10 Cadillacs todos los años, la libertad de los millonarios de prostituir al pueblo, la libertad de los millonarios de vender su alma al imperialismo, la libertad de engañar al pueblo, de controlar todas las universidades, y todos los periódicos, y todas las estaciones de radio y de televisión, para engañar miserablemente al pueblo. Y cuando a los indios, que no saben leer ni escribir, y quieren tierras, y les pagan cuatro centavos de dólar, les digan que nosotros les hemos quitado a los latifundistas la tierra, van a decir:“¿Y qué más les hicieron?” “Bueno, pues, se fueron y les dejaron las casas...”; “¿y qué más les hicieron?” Y me temo que en lo único que no van a estar muy conformes es porque no los hemos fusilado a todos. Con el hambre que hay en América Latina, con la miseria y la explotación que hay en América Latina, de lo único que se van a asombrar esos campesinos y obreros explotados es de que los hayamos dejado marcharse, tranquilamente; lo único que nos van a reprochar es que hemos sido demasiado blandos con ellos.
Pero, bueno, nosotros creemos que en América Latina, por ser peores las condiciones, los pueblos oprimidos van a ser menos blandos, y los pueblos oprimidos van a ser más duros. Nosotros no teníamos que haberlos fusilado, por eso no los hemos fusilado; si vienen aquí a fastidiar, si vienen... Hemos hecho bien en dejarlos que se marchen; hay algunos que se quedaron, viven en paz, ya no explotan a nadie. Ahora, ¿que se quieren ir para Estados Unidos y quieren vivir a costa del gobierno...? (ALGUIEN DEL PUBLICO DICE: “¡Fregando platos!”) Bueno, todavía, si fregaran platos..., pero ahora les están dando plata, unos friegan platos y otros cogen plata; unos friegan platos, y otros friegan plata. ¡Pobre pueblo americano que tiene que cargar con todos esos parásitos! ¿No es una pena que haya americanos trabajando para todos esos esbirros?, ¿no es una pena que haya obreros norteamericanos trabajando en la industria del acero, y en el campo, para que esos manganzones, después que los botamos de aquí, vayan a comer allá? Pero, ¿qué van a hacer?, eso es lo que ha hecho el gobierno de Estados Unidos.
¿Ustedes han oído hablar de los nobles, han oído hablar de los príncipes, de los marqueses y marquesas, condes y duques, y vizcondes?, ¿ustedes no han oído hablar de toda esa plaga que andaba con pelucas empolvadas, que se casaban entre ellos, el príncipe de tal casa con el otro príncipe? Bueno, de cualquier país de donde han botado a toda esa plaga de parásitos: de la Unión Soviética, de Polonia, de Checoslovaquia, de dondequiera que los han botado, de la China Popular, de dondequiera que los pueblos revolucionarios han botado a los parásitos, ¿saben a dónde han ido a parar? A Estados Unidos. ¡Cuanto parásito hay en el mundo, cuanto conde, marqués, noble, aristócrata, gangster, contrabandista, ladrón, latifundista, explotador, terrorista, criminal hay en el mundo! (EXCLAMACIONES DE: “¡Fuera!”) ¿A dónde van a parar los Ventura de todo el mundo?, ¿a dónde van a parar los Masferrer de todo el mundo?, ¿a dónde van a parar los Pilar García de todo el mundo?, ¿a dónde van a parar los esbirros de todo el mundo? ¡Allá!
Y ese es el retrato del imperio: ha ido recogiendo todos los desechos humanos, y los acumula allí. Y allí tiene que trabajar el pueblo americano para darles comida a todos esos manganzones, porque esos manganzones en su vida han doblado la espalda, y en su vida han producido. ¡Ni un palillo de dientes han producido en su vida! ¡Han consumido mucho, eso sí! Las casas de ellos eran las más grandes, los Cadillacs, los carros eran de los más lujosos, las ropas de las más caras; esos nunca iban a una fondita a comer, esos nunca comieron carne dura, ni picadillo, como no fuera por hobby, un día de campo; esa gente se comían de la res lo mejor. Esa gente nunca ha trabajado; sin embargo, lo mejor se lo comían ellos siempre. ¿Quién se comía el hueso? El pueblo.
Pero la Revolución es eso: que el pueblo tenga derecho a comer hueso, y a comer jamón también. ¡Ah!, ¡si los pueblos pudieran abrir de repente los ojos, y aprender todos los pueblos de América lo que ha aprendido el pueblo de Cuba en dos o tres años, ya no habría lugar en la tierra donde esconderse un solo esbirro! A pesar de todo, el mundo se les pone cada día más estrecho; el tiempo llegará en que no tengan donde meterse; y el tiempo llegará también en que en Estados Unidos haya una revolución, ¿por qué no? Las crisis económicas, los desbarajustes económicos que se hacen cada día más visibles en Estados Unidos, llevarán a Estados Unidos también a una revolución, y algún día tendremos en Estados Unidos un gobierno revolucionario, amigo de nosotros. Un día los obreros, y los campesinos gobernarán también en Estados Unidos. Eso tiene que venir, por ley de la historia; de eso no se salvan, ni con un Pentágono, ni con 20 Pentágonos.
Ellos saben que ese es su destino, de ahí su peligrosidad, porque se saben derrotados a plazo fijo; de ahí el peligro que constituyen para la humanidad, de ahí sus aventuras belicistas, su psicosis guerrerista, el delirio bélico que están padeciendo los dirigentes de ese país; de ahí los crímenes estúpidos que cometen, y las amenazas. Porque se saben vencidos, condenados fatalmente por la historia, viendo un mundo que se levanta: en Asia, en Africa, ¡y en América, que era lo que faltaba!
Por eso los vemos acudiendo a todas las artimañas para perjudicar la Revolución, haciendo el ridículo, porque no hay cosa más triste que el ridículo, y lo que está haciendo el imperialismo con nosotros es el ridículo, lo que está haciendo el Servicio Central de Inteligencia es el ridículo. El otro día mandaron un avioncito, y ya debe estar en... (ALGUIEN DEL PUBLICO DICE: “¡Lo tumbaron!”) Sí, lo tumbaron; lo tumbaron, cayó frente a la zona de Baracoa, cayó en el mar. Ahí tenemos todos los datos y todas las cosas, estamos callados, esperando ver por dónde resuellan. Pero no solo eso: ese mismo día un avión, de estos piratas, procedente de Guatemala — y ahí están los hechos—...ustedes han visto en los periódicos un cable, nada menos que de la UPI, de un avión que llegó con un motor parado y agujereado. Y así ha quedado al descubierto, mucho mejor todavía que si hubiese caído por aquí o hubiese caído al mar, la procedencia y las actividades a que se dedican.
Ese avión DC-4, en la madrugada del sábado, comenzó a dar vueltas por la zona de Cabañas, con tan mala suerte que se encontró que estaban de maniobras por aquella zona, haciendo prácticas, dio la casualidad que se encontraban por aquella zona varias baterías de antiaéreas que cuando vieron un avión que comenzó a dar vueltas en actitud sospechosa, abrieron fuego y lo agujerearon por todas partes. Posteriormente ese avión — que aparentemente venía a lanzar armas—, ya averiado, tiró las armas, al parecer para evitar la carga, y lanzó este cargamento: un mortero pequeño, 15 obuses sueltos, seis cajas de granadas de mano, tres ametralladoras calibre 30, 14 cajuelas de cintas de ametralladoras calibre 30, tres ametralladoras Browning, siete cajas de Garand —total, 28 Garands— , tres cajas de ametralladoras Thompson —total, nueve—, seis cajas de gelatina, una caja con equipo completo para minar, seis paracaídas tipo U.S. Army Camouflage. Es decir que este avión al ser averiado lanzó... aparentemente siguió por todas las costas por miedo a no poder... así que esa fue la razón por la que no siguió rumbo a Miami; siguió, aparentemente, bordeando las costas, y entonces llegó en estado de emergencia a Jamaica. Allí fueron arrestados por las autoridades de Jamaica, y descubrieron en el avión un motor paralizado y numerosos impactos de bala, y han podido comprobar las autoridades que procedían de Guatemala, de donde ha quedado al descubierto —mucho mejor todavía que si el avión se hubiera estrellado aquí— la procedencia del avión, la actividad descarada de los que desde bases piratas construidas por el Servicio Central de Inteligencia yanqui en Guatemala, han estado violando el territorio nacional; ellos han quedado al descubierto: tiraron las armas; se les olvidó tirar las proclamas; llegaron llenos de huecos y no supieron explicar cómo habían sido esos huecos, ni qué hacían. Es decir, salieron de Guatemala y fueron a aterrizar a Jamaica.
Nosotros esperamos que como avión pirata que es, y como delincuentes piratas internacionales que son, las autoridades de Jamaica nos entreguen a esos violadores de la soberanía y del derecho internacional. Al menos, eso es lo que corresponde a Jamaica. Nosotros esperamos que el imperio británico, que tanto se preocupó por la piratería en 103 siglos pasados, cumpliendo su tradición nos envíe a esos piratas para ser juzgados por los tribunales cubanos. De todas formas, el gobierno británico no puede hacerse cómplice de estas fechorías internacionales por parte de elementos mercenarios que constantemente están violando el territorio nacional, y exponen a nuestro país a los lanzamientos de armas y a los lanzamientos de bombas. El hecho es que los mercenarios agujereados se vieron en la necesidad de aterrizar en Jamaica, y allí ha quedado descubierto ante todo el mundo lo que Cuba ha venido denunciando. Y ahora nuestro canciller en la ONU tendrá un argumento más..., si no fueran suficientes todas las pruebas que tenemos y todos los cargamentos, que los vamos a exhibir en estos días, todas las armas yanquis nuevecitas, ocupadas aquí, con las cuales podemos armar una tropa.
Y eso en definitiva son papeles ridículos; en un solo día les tocaron dos aviones, y nos han regalado en estas últimas semanas un buen número de armas. ¿Qué hacen si no el ridículo? La verdad es que están haciendo unos papelazos, que a cualquier gobierno le daría pena, más a un gobierno tan presumido como el gobierno de Estados Unidos, y tan “inteligente” como el nuevo presidente de Estados Unidos. Lo que están haciendo son verdaderos papelazos, verdaderos ridículos. Y ese es el camino que tienen, porque aquí les vamos a hacer polvo a cuanto mercenario lancen aquí sobre nuestro territorio.
Y con todos esos actos de hostilidad no van a poder impedir que realicemos todos los programas de la Revolución: industrialización, alfabetización, desarrollo de la agricultura, y todas las metas que la Revolución se ha propuesto. Nosotros sabemos que los que están en realidad preocupados son ellos, no nosotros; ellos saben que están en un callejón sin salida, y nosotros sabemos a qué atenernos, estamos trabajando, no perdemos un minuto, tenemos confianza absoluta en el triunfo; ellos están de fracaso en fracaso, comiéndose los hígados. No hay la menor duda de que estos señores van a vivir unos cuantos años menos nada más que de puro dolor de hígado.
Así que ellos, fracaso sobre fracaso, y la Revolución triunfo sobre triunfo; ellos sabiendo que la historia está contra ellos, nosotros sabiendo que la historia está a favor de nosotros; ellos sabiendo que el tiempo está contra ellos, y nosotros sabiendo que el tiempo está a favor de nosotros; ¡ellos sufriendo por la Revolución Cubana, y nosotros jubilosos, pensando que esa Revolución será un día la Revolución de toda la América y de todo el mundo!
FIDEL CASTRO RUZ

Fuente: http://www.cuba.cu/gobierno/discursos

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