MENSAJE AL PROYECTO DE LEY DE EXPROPIACIÓN DE AZUCAR
Hipólito Yrigoyen
[5 de Agosto de 1920]
Buenos
Aires, agosto 10 de 1920.
Al Honorable Congreso de la Nación :
Ha
sido una constante preocupación del Poder Ejecutivo evitar que el precio del
azúcar se elevara más allá de los límites normales. Las medidas sucesivamente
adoptadas con ese objeto son bien conocidas y sin duda a ellas se debe que
hasta ahora los precios no hayan alcanzado mayores exageraciones.
Solicitado por industriales y productores y constada la existencia de un sobrante exportable, el Poder Ejecutivo autorizó la salida de un máximum de cien mil toneladas a condición de dejar en poder del gobierno el treinta Por ciento para ser vendido en plaza a razón de cuarenta y un centavo el kilo, como así se hace con el azúcar recibida por tal concepto.
Solicitado por industriales y productores y constada la existencia de un sobrante exportable, el Poder Ejecutivo autorizó la salida de un máximum de cien mil toneladas a condición de dejar en poder del gobierno el treinta Por ciento para ser vendido en plaza a razón de cuarenta y un centavo el kilo, como así se hace con el azúcar recibida por tal concepto.
Esto
no obstante y a pesar de existir dentro del país cantidad más que suficiente
para satisfacer las necesidades del consumo interno, el precio del azúcar se ha
elevado de un breve tiempo a esta parte a un valor que no está en relación ni
con el precio de costo ni con una situación de carestía por escasez de
existencia.
En
presencia de este hecho y tratándose de un artículo indispensable para la
alimentación, el gobierno entiende que los poderes públicos faltarían a sus
deberes esenciales si permanecieran indiferentes.
Ha
llegado el momento de adoptar una medida tan enérgica como eficaz y que
concluya de una sola vez con lo que no vacilo en calificar de una verdadera
expoliación sobre el sudor de todos los trabajadores haciendo aun más precaria
la vida de sus hogares.
Está
perfectamente comprobado que este brusco encarecimiento no es debido, como
antes decía, a la falta de azúcar, a la elevación del costo de producción ni
aun siquiera a los daños de los últimos accidentes climatéricos cuyas
consecuencias se exageran a designio. Es exclusivamente la obra malsana de una
especulación incontenida que quiere multiplicar sus riquezas a expensas de la
fuente de producción y de las necesidades del consumo.
El
Poder Ejecutivo piensa que es necesario amparar la industria y fomentar su desarrollo
porque ello significa prosperidad para el que produce y bienestar para el que
consume, pero es indispensable también proceder con mano enérgica para impedir
la explotación por quienes pretenden aumentar su fortuna sin incorporar ningún
esfuerzo a la labor común.
En
la ausencia de una ley previsora capaz de impedir los acaparamientos y los
trusts de artículos vitales para la subsistencia se hace necesario adoptar una
medida ocasional que contenga el abuso y acaso llegue a ser una lección
saludable para los que especulan sobre el hambre y la sed del pueblo que
trabaja.
Existen
en el país fuertes partidas de azúcar substraídas a la venta para mantener los
altos precios. Su valor de costo no ha excedido en ningún caso del treinta por
ciento del precio en que hoy se vende.
El
productor de caña, sin embargo, no ha recibido un beneficio mayor, el
industrial no ha ganado más por la elaboración y en fin el modesto obrero
empleado en ella no ha salido de su situación difícil por obra de este
encarecimiento inaudito.
Nada
hay, pues, que lo justifique ni aun siquiera que lo haga tolerable.
El
Poder Ejecutivo no ha trepidado en llegar a esta conclusión profundamente
convencido de que la alta razón de estado no tan sólo se fundamenta en los
primordiales conceptos de orden público, sino que debe realizarse por medio de
las funciones de gobierno en garantía, seguridad y bienestar de los pueblos, de
forma que ellos no sufran las confabulaciones de malsanas tentativas.
Hemos
venido a las representaciones públicas acatando los mandatos de la opinión y
estimulados por el deber de reparar dentro de nuestras facultades y en la
medida de acción del tiempo todas las injusticias, morales y políticas,
sociales y positivas que agraviaron y laceraron al país durante tanto tiempo y no
habremos de declinar en ningún caso ni circunstancia de tan sagrados
fundamentos, porque ellos constituyen la salud moral y física de la Patria.
Estas
breves consideraciones cuyo justo alcance no escapará al elevado criterio de
Vuestra Honorabilidad, me deciden a someter el adjunto proyecto de ley,
pidiéndoos su rápida sanción.
H.
YRIGOYEN
Fuente:
“Ley 12839. Documentos de Hipólito Yrigoyen. Apostolado Cívico – Obra de
Gobierno – Defensa ante la Corte ”,
Talleres Gráficos de la
Dirección General de Institutos Penales, Bs. As 1949.-
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