agosto 28, 2012

Debate Carnes Argentinas y Monopolio Extranjero: Discurso de Lisandro de la Torre en el Senado, con motivo de la investigación del comercio de carnes (1935) -5/12-

COMISION INVESTIGADORA DEL COMERCIO DE CARNES
DISCURSOS EN EL SENADO DE LA NACION CON MOTIVO DE LA INVESTIGACION DEL COMERCIO DE CARNES
Lisandro de la Torre
Sesiones del 18, 19, 21, 22 y 27 de junio, 20, 22 y 23 de julio y 10 de septiembre de 1935
[19 de Junio de 1935]

[5/12]
Sr. de la Torre.He demostrado que las estadísticas oficiales son un simple resumen de los datos que suministran los frigoríficos a los inspectores veterinarios y que esos datos no consignan la regraduación de las carnes en las cámaras, que modifica los precios originarios del chilled consignados en los boletos de venta.
Voy a consignar ahora el promedio de los precios de compra que el Ministerio de Agricultura ha dado a la Comisión Investigadora y ha difundido en todo el país; y a establecer cuáles son los que resultan de los papeles que el Frigorífico Anglo enviaba clandestinamente a Inglaterra y que fueron secuestrados a bordo del vapor Norman Star, en los 21 cajones rotulados comed beef.
En esos cajones providenciales se encontraron numerosas planillas de costos, junto con las instrucciones expedidas por el auditor Ahrens al jefe de costos, Plowman, reglamentando la manera de conservarlas. Se encontró, también, un gráfico de los costos desde el 19 de Enero de 1933 hasta la tercera semana de Febrero de 1934.
Un gráfico es un resumen que pone delante de los ojos, instantáneamente, el contenido de muchos libros comerciales y el resultado de muchos meses de trabajo. Con la ayuda de ese auxiliar comparemos los precios, término medio, que el Ministerio de Agricultura dice que el frigorífico Anglo ha pagado por novillos chilled con los que ha pagado en realidad.
Según el ministro, en el año 1933, el promedio de precios de compra de ese frigorífico, fue: en Enero, 0,21.1 centavos; Febrero, 0,21.3; Marzo, 0,21.7; Abril, 0,21.1; Mayo, 0,22; Junio, 0,22.2; julio, 0,21:1;, Agosto, 0,21.7; Setiembre, 0,21.4; Octubre, 0,21.7; Noviembre, 0,21.7; Diciembre, 0,23.2 y en el año 1934: Enero, 0.23.6; Febrero, 0,23.2.
Veamos lo que resulta del gráfico. En los precios término medio del Ministerio de Agricultura están englobados .el chilled liviano y el pesado, y en el gráfico están por separado. El chilled pesado se beneficia de un costo bajísimo y el liviano sufre el recargo consiguiente. En Enero de 1933, el costo por libra figura en 2,06 peniques, al cambio de 42,69 peniques y sale a 0,24,17 centavos el kilo de carne F. O. B. de un novillo chilled liviano; sumada la diferencia en más resultante de restar el débito por gastos de industrialización del crédito por subproductos, diferencia que es de 0,04,12; centavos, proceso inverso que nos permite llegar al precio de compra que sale por kilo de carne limpia o 0,28,30 centavos. Este precio término medio, pagado por el novillo, resulta entonces, al 60 % de rendimiento, de 16,98, en vez de 21, como pretende el informe del Ministerio de Agricultura, al aceptar ciegamente los precios dados por el frigorífico Anglo.
Hay algo más: hay que computar el chilled pesado, cuyo precio ruin de 10 centavos el kilo de carne limpia a bordo, obtenido mediante el recargo del costo del chilied liviano, asigna un precio nominal de 8,67 centavos al kilo vivo.
Puede establecerse, en consecuencia, englobando todo el chilled liviano y el pesado embarcado por el Anglo, que los novillos le costaban, término medio, 16 centavos peso vivo, o, lo que es lo mismo, 5 centavos menos de lo que dice el ministro de Agricultura; 5 centavos por kilo son $ 25 por cabeza, menos.
Estas conclusiones no pueden discutirse; son la traducción fiel de este gráfico que pueden ver los señores senadores en esta excelente reproducción fotográfica. La traducción en números consta en dos planillas preparadas por el contador don Samuel Yasky, que también se han reproducido en fotografía, junto con el borrador original encontrado también en el Norman Star, que vio para confeccionar el gráfico.
Pasaron algunos meses y el Anglo, posiblemente por escasez de ganado gordo, subió los precios de compra. Esa suba pasó desapercibida para la estadística del Ministerio de Agricultura, lo que corrobora el ningún valor de la tal estadística. El precio de los novillos comprados por el Anglo en Enero, según el ministro, era de 0,21.1 y en Abril vuelve al mismo precio. Sin embargo, el Anglo pagó en ese mes, término medio, 21 centavos por el chilled liviano, que en Enero había pagado 16,98 y le salió a 12 centavos el chilled pesado que antes le salía a 8,67. El promedio de liviano y pesado en Abril es de 20,20, antes había sido de 16. Para el Ministerio de Agricultura y para la Junta Nacional de Carnes es de 21,1.
En Noviembre de 1933, cuando se dio el decreto mejorando el cambio, el promedio mensual había salido al Anglo a 20,57 kilo vivo por liviano y 15,47 por pesado, promedio conjunto 0,20, y en Diciembre sube el liviano a 22,16 y baja a 14,90 el pesado. En Enero de 1934 el Anglo restablece los precios de Noviembre, apropiándose íntegramente la mejora del cambio, lo que representa una superganancia, no del 20 % sino del 30 %, por cuanto la carne ha subido en Smithfield un 10 %, con entera independencia de la desvalorización del peso argentino.
Esa suba en Smithfield se encuentra registrada en las cotizaciones que figuran en la planilla de la página 22 del folleto del Ministerio de Agricultura.
La cotización de Noviembre de 1933 en Smithfield es de peniques 9,87 por kilo; la de Diciembre es de peniques 10,66; la de Enero de 1934 es de peniques 10,78. La suba está bien visible.
Examinados los libros de los otros frigoríficos, libros sabiamente preparados para burlar la investigación, en los cuales no se deducen las diferencias en el término medio, causadas por los traspasos, se llega a los mismos precios inexactos de la estadística oficial, cuya falacia he puesto en evidencia.
¿Cómo puede justificarse ante el Senado el ministro de Agricultura de no tener estadísticas exactas y de fundar sus aseveraciones en favor de los frigoríficos en datos inexactos?
En la página 40 de su folleto que cité ayer, dice textualmente: “En los primeros meses del año 1934 —a los que aludí en mis demostraciones— los precios que pagaron los frigoríficos fueron muy superiores a lo que debieron pagarse”. Esa afirmación es la que ayer dijo el señor ministro de Agricultura que no era exacta. Lo he leído textualmente.
En el momento preciso en que los frigoríficos están esquilmando a los ganaderos, en el momento preciso en que el Anglo paga un promedio de 20 centavos y le sale el kilo de carne limpia chilled a bordo, a 30 centavos, el ministro de Agricultura encuentra que están pagando un precio muy superior al que debía pagarse.
Por más explicaciones que se busque a este fenómeno, no se las encuentra. Cuanto más, se podría creer que ha generalizado sin razón su propio caso que referí ayer; y como vende novillos conserva a 22 centavos no se apercibe de que otros venden chilled a menos de 18.

Sr. Ministro de Agricultura. — Ya lo vamos a ver.

Sr. de la Torre. Si esa no fuera una explicación, tampoco lo sería la que ha dado el ministro de Agricultura a la Comisión Investigadora, que podrán ver los señores senadores en el folleto a que me he referido.
En vez de plantear la cuestión en la realidad, todas son teorizaciones en el género del señor Prebisch. La respuesta al cuestionario fue preparada por éste y no se da por apercibido de las maniobras de los frigoríficos que modifican el precio originario asentado en los boletos de compra.
El asesor del Ministerio de Agricultura es el mismo asesor del Ministerio de Hacienda: el contador público don Raúl Prebisch y él es el encargado de sacar de apuros a ambos departamentos cada vez que una emergencia inesperada lo requiere.
Aparte de que su condición de asesor lo indicaba para contestar el cuestionario de la Comisión Investigadora, no puede haber duda acerca de la paternidad del documento; el estilo denuncia al autor. En los primeros párrafos del informe, basta para adivinarlo ver que se dice rebuscadamente “en términos de pesos papel”, en lugar de decir “en pesos papel”; y más adelante “en términos de libras esterlinas” en lugar de decir “en libras esterlinas”, para darse cuenta. Si después se habla de “márgenes estacionales”, aunque no vengan al caso, y en vez de comparar, a los efectos de la mejora del cambio, el mes de Diciembre de 1933 con el de Noviembre de 1933, para saber si el decreto de mejora de cambios surtió efecto, se compara con el mes de Diciembre de 1932, lo mismo que pudo compararse con el 25 de Mayo de 1810, entonces no hay duda de que la demostración pertenece al actual gerente del Banco Central.
La demostración antedicha no desciende jamás a la realidad y se amolda al tipo aquel del “juego de las compensaciones” tan conocido.
No hay el derecho, señor presidente, cuando se trata de asuntos serios, que son muy graves para una industria argentina de la importancia de la ganadera, no hay el derecho, repito, de salir con teologías a base de estadísticas inexactas y decir que los frigoríficos pagan precios superiores a los que debieran, sin más fundamento que una serie de sutilezas urdidas alrededor de una supuesta comparación de márgenes estacionales. Y es tan efímero, tan pueril todo eso que podría ser cierto teóricamente y ser falsa la consecuencia que se saca.
Supongamos que eso a que se llama teóricamente margen de precios de 1933, comparado con el titulado margen de precios de 1934, condujera a las conclusiones teóricas que se pretende. Habría que averiguar todavía si los frigoríficos venían explotando a los ganaderos desde el año 1933 o desde antes.
No querría decir que pagaran un precio superior al que corresponde pagar por el hecho de que se hubiera elevado el promedio pagado en el país en el año 1933. Habría que comparar siempre con los precios de venta, y no con un precio de compra anterior.
Por eso, señor presidente, pierde su tiempo el señor asesor de los ministros de Agricultura y Hacienda, sacando la cuestión de su terreno, e inducirá de nuevo en errores al ministro de Agricultura.
Aquí no se trata de márgenes teóricos; aquí se trata de abrir los libros de los frigoríficos y encontrar la verdad. Es eso lo que ha hecho la Comisión Investigadora en minoría y por eso sus conclusiones caen sobre el monopolio frigorífico con el estrago de un bloque de granito que cayera sobre una cucaracha. Se pretende que la proporción de carne comprada a bajo precio para conserva y consumo y exportada como chilled, es reducida y que no altera los precios término medio de chilled que declaran los frigoríficos y que publican mecánicamente el Ministerio de Agricultura y la Junta Nacional de Carnes.
La proporción es enorme, señor presidente, y puedo probarlo con los papeles secuestrados en el Norman Star. Aquí está un cuadro que se titula “Comparación de las compras de ganado chilled por los frigoríficos”. En esta planilla se ve la proporción del chilled comprado y del chilled embarcado. Estuvo en el siguiente orden: en el año 1933, Anglo compró como chilled el 67 % de lo embarcado como chilled; Swift, La Plata y Rosario compró el 82 % de lo embarcado; Armour el 76 %; Wilson el 66 %; Smithfield compró chilled el 58 % de lo embarcado; La Negra el 95 %. Término medio general el 75 %. ¿Se quiere algo más concluyente? No se dice en este cuadro encontrado en el Norman Star cómo ha obtenido el Anglo los datos correspondientes a los otros frigoríficos; pero no se puede suponer que haya confeccionado un cuadro con datos inexactos, en cuyo caso no le serviría para nada. Y luego están consignados los datos propios, los datos del Anglo: el 77 % de lo embarcado como chilled sólo ha sido comprado para chilled.
Hecha esta demostración, no tengo inconveniente en dar a los frigoríficos y al ministro de Agricultura que los ampara, la ventaja de pasar al estudio de los costos de industrialización, aceptando los precios término medio que dicen haber pagado, y que no han pagado los frigoríficos. Los beneficios que realizan son tan amplios, que me lo permiten.
COSTO DE INDUSTRIALIZACION
Acabo de examinar el costo de la carne en pie. Pasemos al de industrialización.
A este costo se le ha querido rodear de un gran misterio. Basta saber en qué consisten las operaciones de faenamiento y enfriamiento de una res, operaciones sencillas si las hay, para comprender lo absurdo del supuesto misterio que pueda encerrar el costo de su industrialización.
Los cálculos anteriores de personas entendidas, aun cuando no fueran exportadoras de carne, no podían estar distantes de la realidad, sino en pequeñísima proporción, así lo ha comprobado la investigación con el examen de los libros de los frigoríficos. En el supuesto de que aquellos cálculos tan menospreciados en las esferas oficiales, hubieran errado, el error máximo posible habría sido de centavos, y eso no podía influir en el resultado de un negocio que en ciertas oportunidades deja un beneficio de 80 pesos, y aún más, por cabeza, a un frigorífico.
En general, se afirmaba que el costo de industrialización no excedía de 15 pesos por cabeza, mientras el precio bruto de venta en Smithfield de la carne y subproductos de un novillo de 500 kilos de peso, oscila entre 200 y 250 pesos, y a veces más. ¿Qué importancia podía tener el error de 1 peso, de 2 pesos, o de 3 o de 5 pesos en el resultado final? Sin embargo, señor presidente, cada vez que se han pedido al gobierno argentino medidas tendientes a proteger a la ganadería contra la expoliación de las empresas exportadoras, ha aparecido la objeción formidable: nada podemos hacer, nada podemos decir, porque no conocemos los costos de industrialización. Eso ha sido también voz corriente aquí en el Congreso y su alteza el monopolio ha seguido imperando. El gobierno actual, como los anteriores, no ha querido conocer los costos de industrialización, y es por eso que no los conoce. “¡No hay peor sordo que el que no quiere oír!” A su vista funciona el Frigorífico Municipal que prepara carne chilled para la firma exportadora Grondona y Compañía, cobrando una tarifa. En 24 horas podía haber obtenido el Ministerio de Agricultura del Frigorífico Municipal, el precio de la industrialización, pero no lo ha pedido jamás, lo repito, no se lo ha pedido jamás.
Esa sola denuncia hace el proceso de la política seguida por el Poder Ejecutivo en apoyo del monopolio de los frigoríficos extranjeros. Sea por negligencia, sea por malicia, el hecho es que el Poder Ejecutivo, no obstante atribuir una importancia capital al conocimiento del costo de industrialización de la carne, no lo ha querido establecer oficialmente. La Comisión Investigadora presentó al ministro de Agricultura el cuestionario de que ya he hablado, y el ministro contestó en la página 16 de su informe impreso: “Por cierto que el desconocimiento de los costos de elaboración, transporte y expendio a través de todas las etapas que recorre la carne argentina hasta llegar al consumidor británico, impide realizar el examen minucioso que se requiere para indagar en qué medida los frigoríficos han empleado el poder que deriva de su combinación para actuar sobre el mercado en cualquiera de las formas indicadas”.
A fin de que se pueda apreciar el alcance de ese párrafo, me basta hacer notar a los señores senadores que sólo había que agregar a los gastos que pueda establecer el Frigorífico Municipal, el flete a Europa, que es conocido y prácticamente invariable, el seguro que se encuentra en las mismas condiciones y los gastos de venta en el Reino Unido, dato que pueden proporcionar veinte grandes entidades de carniceros mayoristas actuantes en el mercado de carnes británico, que se anticiparon, algunas de ellas, a formular proposiciones a los ganaderos argentinos cuando el Convenio de Londres les sugirió la vana esperanza de que podría entrar a Inglaterra un contingente argentino del 15 %, libre de las maniobras del monopolio.
Y más adelante, disertando el ministro de Agricultura, en la página 44, sobre lo que llama el margen de precios, a fin de demostrar “teóricamente” que los aumentos frecuentes de Smithfield “no representan necesariamente las variaciones de las ganancias de los frigoríficos”, agrega: “En éstas intervienen, además de la carne, el cuero y los otros subproductos, cuyo costo nos es tan desconocido como el de la carne”. Como se ve, el costo de los cueros es un misterio para el ministro de Agricultura, y así elude de nuevo ciar opinión concreta acerca de las ganancias que realizan los frigoríficos cuando compran un novillo, por ejemplo, en 80 pesos y venden su carne en Smithfield en 190, quedándoles todavía gratis los subproductos.
¿Para qué sirven, entonces, las oficinas técnicas del ministerio, la División de Ganadería, la Junta Nacional de Carnes y los demás engranajes burocráticos, que cuestan millones de pesos, si entre todos no pueden determinar en cuánto influye la oscilación del precio de los cueros en la ganancia de un frigorífico sobre un determinado embarque de chilled?
No es posible tomar en serio esa clase de manifestaciones. La ignorancia de los costos de industrialización es y ha sido un arbitrio dilatorio que el gobierno ha escogido y que mantiene con firmeza digna de una mejor causa.
La ignorancia del costo de industrialización sirve para todo. A medida que avance en esta exposición, los señores senadores irán viendo el carácter que asume la negociación del cambio por los frigoríficos; verán que en vez de entregar a razón de 15 pesos la libra todas las divisas correspondientes a sus ventas en destino, entregan sólo una parte, que corresponde al valor de aforo en el puerto de la Capital y se guardan la diferencia hasta el precio de venta.
Es un privilegio no concedido a ningún otro exportador “en consignación”, ni a la empresa argentina Gualeguaychú. Desde que se implantó ese favoritismo bajo el Gobierno Provisional, ha de haber representado una superganancia mucho mayor de 30.000.000 de pesos para los frigoríficos extranjeros, y el pretexto en que se funda la concesión no es otro que la duda terrible de saber si el precio de industrialización será de 15, 17 o 20 pesos por cabeza.
Lo habrán visto los señores senadores en la nota del ministro de Hacienda contestando las preguntas que le formuló la Comisión Investigadora. La reserva que debía guardar no obstó a que diera también su nota a la publicidad, como el ministro de Agricultura, con deliberada desconsideración para la Comisión Investigadora.
El ministro de Hacienda sostiene que esa entrega fragmentaria del cambio debe mantenerse hasta que la comisión que actúa en Gran Bretaña disipe, dentro de 10 años, la terrible incógnita de los costos de producción.
Prevengo a los señores senadores que en el caso de la negociación del cambio proveniente de exportaciones “en consignación”, el precio de costo no se pide jamás al exportador, porque no interesa. El precio que interesa es el de venta, y el precio de venta se obtiene requiriendo una factura, la factura de venta. Esto tan sencillo, lo ignora el ministro de Hacienda, al parecer.
La ley de contralor del comercio de carnes autorizó la investigación de los libros de los frigoríficos, a fin de averiguar el precio de costo. ¿Qué inconvenientes encontró el Poder Ejecutivo que dejó 12 años sin aplicar esa ley? ¡Ah! Que los frigoríficos objetaron su constitucionalidad.
Es sabido que la acción de las leyes no se enerva porque se inicien acciones contra su constitucionalidad; sin embargo, no se aplicó la ley durante 12 años, porque ningún gobierno se atrevió a aplicarla contra entidades que paralizan a los poderes públicos con una facilidad que pasma.
Desaparecido el supuesto obstáculo que surgía del juicio de inconstitucionalidad, una vez fallado el caso por la Corte en el mes de Diciembre pasado, en favor de la constitucionalidad, un sólo contador diligente que se hubiera aplicado a establecer el costo de industrialización lo habría establecido en 15 días. Han pasado ya 6 meses y el costo de industrialización sigue en el misterio para la Junta Nacional de Carnes, que no se ha interesado en establecerlo. Ha proyectado una reglamentación de los libros que en adelante llevarán o deberán llevar los frigoríficos, más o menos como en el despacho de la mayoría de la comisión, pero la investigación del costo no se ha hecho por la Junta Nacional de Carnes. Vuelvo a repetir que hay una gran indolencia y no ha existido en ningún gobierno el propósito de obligar a los frigoríficos, a descorrer el velo de sus ganancias; y digo en el gobierno, por cuanto si al ministro de Agricultura no le interesaba el conocimiento del costo de industrialización, podía y debía interesarle al presidente de la República y pudo ocuparse de él en algún intervalo de descanso entre dos fiestas.
La prueba está en la solución dilatoria que se ha inventado: ese costo, determinado por una faena que se realiza en el país, debe a juicio del ministro de Agricultura, investigarse en Londres por la comisión mixta que preside el señor Schuster, predestinada a no llegar a ninguna conclusión.
Ese juego dilatorio es uno de los aspectos más sintomáticos de este proceso, en el que un gobierno se entrega sin reservas a servir los intereses de media docena de compañías extranjeras poderosas.
Colocada, así, en su verdadero terreno la gran comedia del misterio que rodea al costo de industrialización, voy a dar el que resulta te los libros de los frigoríficos. Antes necesito una breve explicación.
Hay tres compañías que absorben la mayor parte de la cuota: el Anglo, 24,6 %; la compañía Swift, con una fábrica en La Plata y otra en Rosario, 27,5 % y la compañía Armour, comprendida La Blanca, 24,6 %. Las compañías restantes, como Wilson, Smithfield, La Negra, Gualeguaychú y Grondona y Compañía, tienen costos más elevados en razón de su menor cuota. No es posible que tenga el mismo costo Grondona y Compañía, con 0,67 por ciento, que el Anglo y el Swift; procediendo como procede el Ministerio de Agricultura, puede darse el caso de que una compañía argentina con 0,67 % de cuota pague siete veces más impuestos a los réditos que al Anglo, por no formar parte del trust y ser una empresa argentina; pero no se comprendería que tuviese costos de producción aún más bajos.
El interés de la Comisión Investigadora debió concentrarse, entonces, en la averiguación de los costos del Anglo, del Swift y del Armour, con su complemento La Blanca. El Senado sabe cómo se han conducido las compañías Anglo, Armour y La Blanca. No hay palabras suficientes para expresar la mala fe de sus actitudes. Se propusieron ocultar todo dato anterior a la investigación referente a los costos de industrialización y afirmaron haber destruido las planillas faltando notoriamente a la verdad.
El Anglo fracasó en su propósito debido al secuestro de papeles realizado en el vapor Norman Star; entre esos papeles secuestrados apareció una instrucción, número 25, para la conservación de las planillas de costo, expedida por el auditor Ahrens al jefe de la oficina de costos, Plowman. Dice así: “Septiembre 14 de 1934. Costos, instrucción número 25: Sírvase tomar nota de que se ha resuelto conservar solamente los siguientes costos. Costos mensuales. Se conservará en Buenos Aires una copia solamente, la que será guardada bajo llave y la llave en su propio escritorio. Costos semanales. Los costos de conservas serán conservados seis meses solamente guardados bajo llave en la oficina de costos. Borradores los de costos mensuales de industrialización se conservarán un mes y serán destruidos. Rendimientos y costos. Conservaremos tres meses los rendimientos y costos solamente en la oficina de costos, bajo llave. El balance se conservará privadamente en el Stores Departament en una caja bajo llave. Facturas. Es muy importante observar que todas las copias de facturas para Londres por productos se conserven bajo llave”.
La investigación se había votado en esta Cámara el 8 de Setiembre, la instrucción número 25 tiene fecha 14 de Setiembre. Es fácil ligar una cosa con la otra.
En los primeros días de Noviembre todo habría desaparecido. Es que ante el anuncio de la investigación, el Anglo resolvió evidentemente, reducir el número de las planillas de costo de industrialización que se llevaban hasta entonces por triplicado (declaración de los empleados en la Comisión Investigadora) , a una sola copia que se guardaría bajo llave.
La copia única de los costos mensuales debería conservarse siempre y ser guardada bajo llave en la oficina del jefe y a su vez guardada la llave en el escritorio del jefe; y después de prescribir la guarda bajo llave en todos los casos, se insiste en una nueva recomendación final de conservar las facturas para Londres, bajo llave. Este documento prueba que faltaba a la verdad el gerente de la compañía cuando afirmaba, asesorado por su letrado, que no se conservaban los documentos.
El frigorífico Armour y su anexo La Blanca ocultaron mejor sus papeles y sólo han proporcionado informes posteriores a la investigación. Estas informaciones son útiles del punto de vista moral más que material, por cuanto ponen en evidencia los fraudes de que se han valido para aumentar el costo de la carne “franco a bordo”.
El frigorífico Swift en cambio, exhibió sus libros acompañados de las planillas de costo de 12 meses y aun cuando falten las planillas muy necesarias de regraduación en cámara, se puede establecer el costo de industrialización en condiciones relativamente satisfactorias.
Deseo que se tenga en cuenta que en mi discurso del 1° de Setiembre, cuando fundé el pedido de investigación, estimé el costo de industrialización, el flete, el seguro y la comisión de venta en el Reino Unido, en $ 51,54 por cabeza. Ahora resulta algo menos todavía, lo que pone en evidencia la prudencia y la seriedad de mis datos y la sinrazón del presidente de la Comisión Investigadora, cuando vez pasada en esta Cámara opuso su serenidad a las exageraciones, dijo, del señor ministro y del señor senador por Santa Fe.
¿Qué costo de industrialización resulta de los libros del frigorífico Swift? Lo ha establecido el contador Yasky en la página 200 bis de su informe. Para un novillo de 505 kilos de peso vivo con 311 kilos de carne limpia de rendimiento, $ 15 min., distribuidos del modo siguiente: gastos de compra 2,23,57, faena 3,89,57; reserva decomiso 0,13,39; gastos frío, bolsa, embolsado y embarque, pesos 10,73,62. Total $ 15,00,15. Para un novillo de 500 kilos peso vivo, que se considera habitualmente como un peso típico, el costo sería de $ 14,46. ¿Cuál es el gasto total hasta que la carne llega al mercado de Smithfield y se vende? Sigamos con los libros del frigorífico Swift. El mismo informe del contador Yasky lo dice: es de pesos 50,09 por cabeza, distribuidos de este modo: gasto de industrialización; frío y embarque $ 15, 0015; gastos de aduana y seguro marítimo       $ 0,9153; flete reunido $ 2639,77; comisión y gastos $ 7,7791. Total $ 50,09.
Mi cálculo del 1° Setiembre del año pasado excede, pues, en $ 1,45 al asto término medio del frigorífico Swift por faenar, enfriar, embolsar, embarcar y vender la carne de un novillo de 500 kilos. Esta diferencia es relativa por cuanto, si bien los gastos de flete y de seguros son fijos, el de frío presenta diferencias sensibles, imputables al mayor o menor tiempo que la carne permanece en las cámaras, la faena no es tampoco invariable y la comisión de venta oscila según el precio que se obtiene.
¡He ahí develado el tremendo misterio o, mejor dicho, la grotesca comedia que ha tenido inhibida durante 20 años la acción del gobierno argentino en defensa de la ganadería nacional!
Veamos ahora el costo de industrialización del Anglo. Es aún más bajo. Aun cuando es una fábrica más moderna, tratándose del Anglo quiero hacer una salvedad, fundada en la incorrección con que ha procedido en todo. A primera vista, es claro que parece inexplicable un fraude que se proponga abaratar los costos; pero con el Anglo hay que estar siempre en guardia.
Tenemos dos fuentes para establecer los gastos de industrialización del Anglo: las planillas de Julio, Agosto y Setiembre, venidas de Londres después del arresto del señor Tootell y el gráfico y las planillas encontradas a bordo del Norman Star.
Las planillas venidas de Londres son incompletas, como lo hacen notar los contadores en su informe. Sólo contienen datos de interés una planilla de faena y otra de gastos en cada mes, que están reproducidas en el informe, previa conversión de las libras a kilos y de sus promedios respectivos.
Los contadores observan que mientras no se conozcan las fuentes de esas compilaciones de cifras mensuales, deben considerarlas desprovistas de autenticidad.
Esas planillas devueltas de Londres por el Anglo establecen los siguientes gastos de faena, industrialización y embarque: Julio de 1934, por cabeza, $ 10,43; Agosto, $ 9.88; Setiembre, $ 11,33. El detalle del costo por 100 kilos, es como sigue en el mes de Setiembre: mano de obra, 0,5886; materiales, 0,0718; vapor, luz, fuerza motriz y frío, 0,1085, reparaciones y renovaciones, 0,0441, varios, 0,5379; embolsado, 0,5778; gastos indirectos, 1,6535; carga, 0,2976; derechos de estadística, 0,1111. Total, por 100 kilos 3.9909.
Este costo es el más bajo de todas las empresas frigoríficas y no ha dejado de sorprender aun cuando, como dije recién, se trata de una fábrica muy moderna, que exige menos mano de obra y que, según lo confirma su contaduría, no tiene cargo que hacer por depreciaciones en razón de no figurar la fábrica como de propiedad de la compañía.
El gráfico que mostré recién y cuya traducción en cifras también está fotografiada, consigna precios F. O. B. de carne limpia que empieza en 24,18 centavos el kilo para chilled liviano y hasta sen 8,56 centavos para el pesado. Y durante 14 meses, sólo una semana llega a 33,51 centavos para el liviano, y 25,91 para el pesado.
Demuestra el gráfico la existencia de un costo bajo de industrialización, pero el bajo costo de carne limpia F. O. B. se ha debido, en primer término, al bajo precio de compra de los novillos.
La investigación ha establecido que el término medio de los precios de compra de los novillos resultante de los boletos de los frigoríficos y de las estadísticas oficiales, es mayor que el real, por cuanto, como ya lo he dicho varias veces, no toma en cuenta la transferencia de carne barata chilled que en algunas compañías alcanzó en el año 1933 a la enorme proporción de 42 % y en general, salvo el frigorífico La Negra, no bajó de un promedio de 20 por ciento.
A menos que el Senado se resigne a ser víctima de un engaño comprobado, debe reducirse, por lo menos, en 10 por ciento el promedio de los precios de compra declarados en los boletos. Pero no lo voy a hacer sin embargo, por el momento; voy a aceptar, provisionalmente, los promedios oficiales de compra y venta, igualmente inexactos, puesto que se fundan en la exportación de un número igual de cuartos traseros y delanteros, y se exportan muchos más traseros, que valen más. Los demás gastos, de industrialización, faena, embarque, flete, seguro, comisiones, gastos de venta, han quedado establecidos en términos precisos para cada frigorífico, aun cuando sean desiguales entre ellos. He dado las razones por las cuales he tomado como base los gastos de industrialización de las compañías Swift y Anglo, las más importantes y las que faenan una cantidad mayor de ganado.
Tenemos, pues, la carne enfriada argentina en Inglaterra, con un costo de $ 50,09, además del valor del novillo.
¿A qué precio se vende? ¿Qué utilidades o pérdidas deja? La ocultación de las cuentas de venta y de sus comprobantes por las compañías frigoríficas, muestran a las claras, el propósito de no permitir el contralor de sus ganancias, sino a través de los datos que ellas suministran en balances, nunca claros ni sinceros. Las compañías Armour y La Blanca, declaran no recibir cuentas de venta de casas matrices a la llegada de los cargamentos o, mejor dicho, después de su liquidación a veces conjunta, dicen recibir un cable expresando en una cifra global el beneficio realizado.
El Frigorífico Anglo pretende ser una fábrica transformadora que trabaja a precio de costo para una tercera compañía, “The Unión Cold Storage” y, en esas condiciones, no interviene en las ventas. La Compañía Smithfield, dice ser también una simple agencia de producción; la casa matriz no les enviaría detalles de la venta, ni para salir de la curiosidad.
La Compañía Wilson presenta estos resultados de sus ventas: cuartos traseros, un promedio de 74,28 centavos el kilo, y delanteros, 43,64 centavos el kilo; exportados, 172.201 traseros, y sólo 121.241 delanteros. El promedio conjunto saldría a 62,20 centavos. Las anotaciones de donde surgen esos resultados carecen de comprobantes.
La Compañía Sansinena no exhibe cuentas de venta. El Frigorífico Swift las ha presentado, pero sin comprobantes. Del examen de los precios de venta de la Compañía Swift surge la suposición muy fundada —que algunas veces ha compartido el Ministerio de Agricultura, en tiempos anteriores, en alguna circular— de que una gran parte del beneficio va a poder de compañías filiales de distribución que tiene la Compañía Swift en todas partes del mundo, a las que remite conservas a precios bajísimos, e igual cosa por medio de la casa de Londres, en lo concerniente a la carne chilled. Posiblemente la Compañía Swift La Plata, sólo recibe la parte de beneficio correspondiente a un precio convencional, y de allí para arriba la ganancia debe ser de las casas filiales de distribución.
El Frigorífico Swift se precia de adquirir los mejores novillos, y en realidad es la compañía que paga con más amplitud 28 y 27 centavos; no se comprende, entonces, cómo en determinados momentos sus remesas de novillos de menos de 500 kilos, comprados a 28 centavos el kilo vivo, se vendan al precio de la carne común.
No se comprende, tampoco, cómo el chilled de primera que el Frigorífico Swift, en vez de consignar al mercado de Smithfield reparte directamente en camiones desde la bodega de los vapores a los grandes hoteles de Londres y carnicerías de lujo, no eleve el promedio de sus precios de venta más arriba del que obtiene en Smithfield las carnes no seleccionadas.
La Compañía Swift aparece con un promedio conjunto de ventas de 63,91 centavos el kilo, o sea, en números redondos, 64 centavos el kilo, calculado sobre la cantidad real de cuartos delanteros y traseros exportados y no sobre el promedio aritmético. El gobierno argentino le acepta para el cambio un promedio de aforos de 36 centavos.
Más adelante hablaré del Frigorífico Gualeguaychú y de Grondona y Compañía cuyas utilidades fueron amplias en 1934, con precios de venta bajos. Por el momento me detendré a establecer de dos maneras, el resultado de la exportación de chilled beef de Swift La Plata, primero, con las cifras de los libros investigados, sin transferencias, y segundo, con las mismas cifras, previa deducción de un 10 % en el precio de compra de los novillos, en concepto de transferencia a chilled, de carnes compradas para consumo, conservas y congelado. En uno y otro caso, haré la demostración sobre un novillo de 500 kilos.
Primer ejemplo: Un novillo que pesa 500 kilos, a pesos 0,2550, pesos 127,50. Gastos hasta Smithfield y comisión 50,09; total de gastos, pesos 177,59. Trescientos kilos de carne en Smithfield a pesos 0,64, pesos 192; subproductos, pesos 27, total, pesos 219; a deducir costo y gastos, 177 pesos; beneficio, pesos 42.
Segundo ejemplo: Deducido el 10 % de transferencia, un novillo de 500 kilos, a $ 0,23, pesos 115; gastos, pesos 50,09; total, pesos 165,09. Trescientos kilos de carne a 0,64, pesos 192; subproductos, $ 27; total, pesos 219; a deducir costo y gastos, $ 165.09; beneficio, pesos 53,91. Este sería el resultado a que llega la investigación en los libros del Frigorífico Swift, aceptando en promedio de venta que está seguramente por debajo del real: 43 o 54 pesos de beneficio por cabeza en treinta días durante todo el año —según se computen o no las transferencias— lo que es un beneficio exorbitante, y explica sin ningún esfuerzo cómo en determinados momentos cuando los cuartos traseros se venden en Smithfield a $ 0,80 y $ 0,90, los frigoríficos ganan $ 80 y 90 por cabeza en treinta días, mientras el productor languidece y el invernador gana 30 o 40 pesos en seis u ocho meses de trabajo y de riesgo.
La investigación confirma en absoluto los cálculos que hice en mis discursos del 1 y 8 de setiembre del año pasado, y rectifica todo lo que dijo el ministro de Agricultura.
El 1° de Setiembre regía un precio alto: 4 chelines, 10 peniques por stone de ocho libras de cuartos traseros, y, 2 chelines, 6 peniques los cuartos delanteros, equivalentes a $ 0,99 el kilo los traseros y $ 0.51,76 los delanteros. El producto bruto a esos precios, el 1° de Setiembre, los 300 kilos de carne limpia, dentro de las proporciones correspondientes de delanteros y traseros, y además los subproductos, es de $ 257,08. A deducir $ 164 de costo y gastos, el beneficio es de $ 93 en treinta días. Yo dije $ 80,54, porque en vez de calcular los gastos en $ 49,17, como ha resultado en la compañía Swift, La Plata —y menos gastos en el Anglo—, calculé $ 51,54 y prescindí de las transferencias.
Procediendo a la inversa del señor ministro de Agricultura, que no ha realizado esfuerzo alguno para aportarle a la comisión prueba de sus afirmaciones, yo solicité del contador Yasky cuando se hizo cargo de la investigación del frigorífico Swift, que se pronunciara expresamente sobre si era exacto o erróneo el cálculo que yo había hecho en el discurso del 19 de Setiembre, y he tenido la satisfacción de que el señor contador haya encontrado que a los precios de Smithfield de aquel día, registrados en los telegramas de los diarios de esa mañana, no sólo era exacto que el frigorífico ganaba $ 80,50 por cabeza, sino $ 90,72.
El cálculo del señor Yasky, está en la página 201 de su informe. Dice: “A pedido del vocal de esa Comisión Investigadora, señor senador don Lisandro de la Torre, doy las siguientes cifras tomadas de los datos facilitados por el frigorífico Swift y cuya exactitud no puedo garantizar por las razones que he expuesto en el curso de mi informe.
En el mes de Agosto de 1934, la citada compañía pagó por los novillos chilled en estancia, de un peso medio de 504 kilos, un promedio de $ 124,53 los 100 kilos vivo, o sea $ 123,74 por cabeza.
El rendimiento resultó de 61,62 %, equivalente a 311 kilos de carne limpia. Aplicando el promedio de pesos que arrojan los embarques y los precios de venta publicados en el diario “La Nación” del 31 de Agosto de 1934, el producido de Smithfield arroja el siguiente resultado: dos delanteros con 144 kilos a 51,67 pesos, total $ 74,55; dos traseros con 167 kilos a $ 99,90 los 100 kilos, $ 166,37. Total venta 240,92; valor de los subproductos acreditados a $ 7,77,48 % los 100 kilos de carne limpia, 24,16. Beneficio de la venta de los subproductos, nuevo beneficio después en los departamentos que los han entregado, $ 1,99, $ 26,15. Total 267,07. Costo del novillo y gastos 176,35. Beneficio $ 90,72.
Hecho el cálculo por cabeza, puede hacerse también por kilo de carne limpia. No creo que haya redundancia en buscar el mismo resultado por dos caminos distintos, sobre todo respecto de este punto, que puede considerarse, con razón central en la investigación.
Tenemos a ese fin lo más auténtico de que dispone la Comisión Investigadora,  el precio por kilo de carne limpia consignado en el gráfico del Anglo y en las planillas fotografiadas, que conocen los señores senadores. Es de 24,17 centavos el chilled liviano y 8,67 centavos el chilled pesado, en Enero de 1933, promedio conjunto 23 centavos. 300 kilos de carne a 23 centavos, son $ 69, y agregados $ 26,35 de fletes, y $ 9,35 de seguro y comisión de venta, son $ 104,70 de costo total, a deducir de $ 192, que importan los 300 kilos de carne limpia a 64 centavos, término medio de 1934. Queda un beneficio de $ 88 por cabeza.
Se dirá que el Anglo no tiene constantemente un costo de 24 centavos y de 8,67 centavos, respectivamente, y que en algún momento, en Mayo de 1933, por ejemplo, el chilled liviano le costó 37,29 centavos por kilo y el pesado 13,42, lo que da un promedio de 35. Es cierto, pero también lo es que hubo momentos en que la carne no valía 64 centavos en Smithfield, sino 80 o más.
Tomemos asimismo 64 centavos como precio de venta, y resultarán 300 kilos a 35 centavos, $ 105, más $ 26,35 de flete y $ 9,35 por comisión y gastos, total $ 140,70 a deducir de pesos 192, y el beneficio resulta de $ 51,30.
Y bien, señor presidente; ese beneficio de $ 51,30 en 30 días, sobre un capital invertido en la compra —aunque no fuera de 100 por cabeza— el mínimun de ganancia que realiza el frigorífico Anglo, y eso resulta de un gráfico de costos, es monstruoso, considerando que el ganadero produce casi a pérdidas y que el invernador gana $ 30 o 40 en 6 u 8 meses, cuando los gana.
En el período que comprende el gráfico, no regía aún la mejora del cambio, y asimismo las ventas calculadas a un promedio de 56 centavos, dan al Anglo una utilidad estimada para todo el año de $ 51 por cabeza y mejorado el cambio, la utilidad pasa a fluctuar entre 84 y 61 pesos por cabeza, como resulta de las siguientes liquidaciones de tropas, tomadas fielmente de planilla de costo por tropa. Se han aplicado los datos del Swift sobre flete y gastos de venta en Londres, a falta de datos del Anglo, lo que no es arbitrario y el precio de venta es tomado de la Junta Nacional de Carnes. Estas planillas pido que se intercalen en este punto, porque sería muy engorroso leerlas a la Cámara.
—Son las siguientes:
Estas planillas corresponden a tres tropas compradas en estancias y a siete tropas compradas en Mataderos. Las tres tropas compradas en estancias han dado al Anglo una utilidad por cabeza, de pesos 61,46, 69,74 y 68,79, despreciando la parte no embarcada como chilled, porque nunca se produce el 100 % de chilled, parte que algo vale, y despreciando también la mayor utilidad en los subproductos sobre el crédito hecho a la carne limpia en el momento de ingresarla a los departamentos; y las siete tropas compradas en Mataderos a los precios escandalosamente bajos que se pagan allí, produjeron utilidades aún más exorbitantes: pesos 84,05, 81,10, 79,68, 72,26, 67,35 y 53,60 por cabeza.
Veamos ahora cuanto habría pagado el Anglo por los novillos. Las liquidaciones permiten establecerlo o, lo que es lo mismo, establecer cuánto gana por cabeza el frigorífico Anglo en cada una de las tropas y destacar la diferencia que existe entre las compras en las estancias y los mataderos. El precio de venta es el que rigió en Smithfield, suministrado por la Junta Nacional de Carnes, que a su vez, como dije, lo toma del “Weekly Record”.
ESTANCIAS
Tropa 950, de Jenaro García. Pagado 113,08 por cabeza el 29 de Setiembre de 1934. Utilidad líquida por cabeza, $ 61,46 sobre 91,71 % de chilled que produjo y además, 8,29 de carne para consumo. Tropa 905, de don Juan Algau. Pagado $ 99,60 por cabeza, el 17 de Septiembre de 1934. Utilidad líquida por cabeza, $ 69,74 sobre 91,73 % de chilled, que produjo y además, 8,97 de carne para consumo. Tropa 806, de La Marianita. Pagado $ 107 por cabeza, el 11 de Septiembre de 1934. Utilidad realizada, por cabeza, $ 68,79 sobre 93,16 por ciento de chilled que produjo y además, el 6,84 % de carne para consumo.
MATADEROS
Veamos, ahora, Mataderos o Liniers. Allí el abuso es mayor. Tropa 760. Pagado $ 92,88 por cabeza, el 3 de Septiembre de 1934. Utilidad por cabeza realizada, pesos 72,34 sobre 83 % de chilled que produjo y además el 17 % de carne para consumo. Tropa 798. Llamo la atención sobre esta tropa. Pagado $ 74,39 por cabeza, el 6 de Septiembre de 1934. Utilidad por cabeza, $ 79,68 sobre 93 % de chilled que produjo. Esta tropa produce, pues, un exceso de 5,29 sobre el costo en pie, y además, el 7 % de carne para consumo. Tropa 804. Pagado pesos 93,56 por cabeza, el 7 de Septiembre de 1934. Utilidad realizada por cabeza, 84,05 sobre el 93 % que produjo y además, el 7 % de carne para consumo. Tropa 860. Pagado $ 107,49 por cabeza, el 12 de Septiembre de 1934. Utilidad por cabeza, $ 81,10 sobre el 88 % de chilled que produjo y además, el 12 % de carne para consumo. Tropa 870. Pagado $ 98,15 por cabeza el 13 de Septiembre de 1934. Utilidad por cabeza, $ 53,60 sobre el 75 % de chilled que produjo y además, el 25 % de carne limpia para consumo. Tropa 923. Pagado $ 84,33 por cabeza, el 19 de Septiembre de 1934. Utilidad realizada por cabeza, $ 72,26 sobre 86 % de chilled que produjo y además, el 14 % de carne para consumo. Tropa 927. Pagado $ 92,65 por cabeza el 20 de Septiembre de 1934. Utilidad líquida realizada por cabeza $ 67,35 sobre 82 % de chilled produjo y además, el 18 % de carne para consumo.
Todas estas operaciones debieran haber dado lugar a otras tantas multas, como las que se impusieron a consecuencia de las denuncias que se presentaron en el año 1933. Desde que asumió el ministerio el actual ministro de Agricultura, no se aplican multas. Podría decirse, que ahora eso corre por cuenta de la Junta Nacional de Carnes, que procede en absoluta conformidad con el señor ministro.
¿Creen los señores senadores, que puede haber algún país del mundo donde ocurre impunemente lo que resulta de las informaciones que acabo de leer?
En una de las tropas, el frigorífico Anglo ha obtenido $ 79 de utilidad líquida por cabeza y el 7 % de carne para consumo y la tropa le costaba $ 74 por cabeza.
Se me ha hecho una leyenda de violencia de expresión, por los fariseos de la política, que me tiene sin cuidado, y que no me cohíbe para hablar enérgicamente, cuando creo que la energía es necesaria. Este es uno de estos casos y yo digo que eso que acabo de describir no es un negocio frigorífico; ese es el robo al productor organizado por el frigorífico.
Y para amparar esa situación, el ministro de Agricultura, que vive muy satisfecho de ella, ha inventado la doctrina del respeto absoluto por las situaciones creadas. Lo apoyan el gobierno en masa y el Congreso, que, al ratificar el Convenio de Londres, subscribió la consolidación de ese despojo.
Pueden verse las fechas de las compras que acabo de enumerar; son todas de Septiembre de 1934, en plena vigencia del Convenio de Londres. Y para que eso continúe, no se quiere dar cuota a las cooperativas y se deja, no ya la del 85 %, sino también la del 11 % a los frigoríficos que proceden como acaba de verse.
Gualeguaychú y Grondona y Compañía, han obtenido en 1934, con precios de venta bajos, en una época en que la carne en Gran Bretaña se vendía a precios bajos, una utilidad superior a $ 35 o $ 40 por cabeza, promedio anual, sin valerse de traspasos de carne barata a chilled.
¿Cómo no van a ganar, entonces, 40 o 50 pesos las grandes empresas con los precios normales y hasta $ 80 cuando se cotizan precios altos?
El Frigorífico Gualeguaychú cerrará su ejercicio el 30 de Junio y por las utilidades ya realizadas se calculan que excederán de $ 1.300.000 o de 1.400.000 pesos. Sobre 42.000 novillos faenados, equivale a más de 30 pesos por cabeza, con un costo de producción elevado por los gastos que causa la necesidad de comprar, creo que la mitad de sus novillos, en la provincia de Buenos Aires, llevarlos en lanchas a Gualeguaychú, traer de nuevo la carne a trasbordarla en Buenos Aires o La Plata, y por los mayores gastos, en Inglaterra. Este frigorífico, además, entrega a la Oficina de Control de Cambios todas sus divisas, lo que le habría representado en 1934, en caso de no hacerlo así, una utilidad de 197.000 pesos.
Estos hechos son elocuentes, señores senadores, y parece mentira que, no obstante lo que enseñan y prometen, la ganadería argentina esté en condiciones míseras por inercia del gremio o mejor dicho, por complicidad del gobierno con el monopolio frigorífico.
No sé si los resultados documentados a que ha llegado la Comisión Investigadora lograrán conmover al presidente de la República y al Congreso, y poner fin alguna vez al monopolio que aniquila a los productores de carne de esta factoría sudamericana, menos celosa de sus derechos bajo el gobierno actual que las factorías de Oriente. Yo no ignoro mi aislamiento. La Sociedad Rural Argentina no ha contribuido en lo más mínimo al éxito de estas investigaciones, y en la nota pasada a la Comisión Investigadora insinúa que sólo se trata de teorizaciones peligrosas y de política. Los grandes invernadores, favoritos de los frigoríficos, murmuran contra la investigación desde el primer día y el gremio ganadero en conjunto carece de acción y de dirección para defender sus intereses. Y si de las entidades rurales pasamos al gobierno, nos encontramos con que el ministro de Agricultura proclama el respeto absoluto de las situaciones creadas y el Convenio de Londres entrega la cuota del 85 % al gobierno británico, mientras acepta conmovido los millones del empréstito del desbloqueo, y admite que los argentinos no pueden exportar carne argentina persiguiendo propósitos de beneficio privado. El Congreso consagra todas esas enormidades, y la mayoría de la Comisión Investigadora no aconseja medida alguna contra el monopolio.
Por eso, penetrado del ambiente de hostilidad pública en que tengo el honor de hablar, quise dar a los señores senadores, de entrada, la sensación de que no era broma lo que iba a decir y desplegué la cifra de los beneficios acumulados por el frigorífico Swift: 91.000.000 en cinco años. He explicado cómo los obtiene y ahora los resultados particulares que acabo de describir explican aquella cifra total. Poco importa que a las cifras auténticas que he dado, se opongan las cifras arbitrarias de los frigoríficos que han ocultado las planillas anteriores a la investigación, fraguando las posteriores, y no exhiben cuentas de venta. Poco importa que Armour o La Blanca pretendan que el kilo de carne limpia que le cuesta al Anglo, según el gráfico que remitió a Inglaterra, 24, 30 y 35 centavos, les cueste a ellos 51; y que la compañía Wilson pretenda otro tanto, después de haber dado la medida de sus procedimientos con aquel escamoteo de las planillas a que me he referido.
Son supercherías en que la investigación no se puede enredar. Es indudable que si se admite la verdad de los gastos de la compañía Smithfield, establecidos en 30 pesos por cabeza, siendo de 12 en el Anglo y 14,46 en el Swift, le saldrá la carne en el Reino Unido mucho más cara. Y si se admite el costo F. O. B. de La Blanca, de 51 centavos el kilo, no obstante el término medio que resulta de las planillas del Swift y del Anglo, habrá logrado el malicioso propósito de hacer creer que pierde dinero. Si se admite como un hecho natural que la compañía Sansinena sólo obtenga 6,63 por cada cien kilos de subproductos, cuando Swift obtiene 8.79 y Anglo 8,15 y hasta Grondona y Compañía, utilizando la industrialización incompleta de los productos en el Frigorífico Municipal, obtiene 7,60 es porque se admite la ocultación de las ganancias.
La compañía Sansinena se singulariza por lo elevado de todos sus costos, empezando por los gastos de compra que resultan seis veces mayores que los del Swift, siguiendo por los de faena que son de 1,54, en vez de 1,25, en Swift, por los “gastos varios”, estimado en 1,75 contra 0,52 en el Anglo y 0,39 en Gualeguaychú, por los gastos de aduana, de $ 1,92 contra $ 0,29 en Swift y 0,19 en Grondona y Compañía, para concluir en la comisión de venta en el Reino Unido, que es de $ 4.37 por 100 kilos, contra 2,49 en Swift y 3,01 en Gualeguaychú.
En cuanto a los precios de venta la compañía Sansisena no los ha dado y para Swift, Wilson, Gualeguaychú y Grondona, son los siguientes: Swift, Enero a Noviembre de 1934, conjunto, 63, 92 centavos. Wilson, Noviembre de 1933 a Octubre de 1934, 62,20 centavos. Gualeguaychú, Julio de 1934 a Marzo de 1935, 55,47 centavos. Grondona, Febrero de 1934 a Febrero de 1935, 54,86 centavos.
Del Armour y La Blanca, prescindo porque los han negado. El Anglo y el Smithfield dicen ser simples agencias.
El conocimiento de los precios de venta es capital, a los fines de apreciar los resultados financieros de las compañías que se han investigado, y debió serlo igualmente para el Ministerio de Agricultura, si es que alguna vez antes de esta investigación se propuso encarar con seriedad el problema de las carnes. ¿Qué datos tenía el Ministerio de Agricultura antes de promoverse esta investigación, sobre el precio de venta del chilled argentino en Gran Bretaña, y cuál ha sido su aporte a este respecto, en los trabajos de la Comisión Investigadora?
La verdad, señores senadores, la dolorosa verdad es que el Ministerio de Agricultura no se ha interesado jamás en saber nada acerca de la forma de venta y de los precios de venta de la carne argentina chilled en el Reino Unido. Le basta lo que dice el “Weekly Record on Wholesale prices”, que se edita en Smithfield y reciben aquí numerosas entidades y personas, y entre tanto, el 60 % de la carne argentina no pasa por Smithfield y se vende a precios superiores.
El Ministerio de Agricultura no ha estado en condiciones de suministrar un solo dato valioso a la Comisión Investigadora, sobre los precios reales de venta, y no lo ha suministrado. Lo mismo ocurre con la Junta Nacional de Carnes.
Este aspecto de la investigación, constituye una prueba más de la inutilidad práctica del Ministerio de Agricultura, y de la falta de eficacia con que se le dirige.
La Comisión Investigadora, le presentó el cuestionario a que ya me he referido, al ministro de Agricultura, y la respuesta fue una reedición de los promedios de precios que establece, a ojo de buen cubero, la Junta Nacional de Carnes. Averiguar a qué precio se vende el chilled argentino que se reparte directamente de los barcos a los hoteles de Londres, es cosa que no interesa ni al Ministerio de Agricultura ni a la Junta Nacional de Carnes, y averiguar cuál es la proporción real de cuartos traseros y delanteros exportados a fin de saber cuál es el promedio efectivo de la venta del chilled argentino, y no el promedio aparente, es cosa que tampoco les interesa.
Y no es porque el Ministerio de Agricultura ignore que el 40 % del chilled argentino no se vende en Smithfield. No lo ignora, puesto que en una de sus circulares oficiales de hace dos años, dio el dato de que sólo pasa por Smithfield el 40 % del chilled argentino.
Dicha circular dice así: “Del total de la carne argentina exportada al Reino Unido, el 40 por ciento pasa por el mercado de Smithfield. Del resto, una porción de carnes de la mejor clase, son remitidas directamente por las compañías a sus clientes, con lo que evitan los gastos y manipuleos consiguientes a aquel pasaje; lo demás por intermedio de camiones, pasa de las bodegas de los barcos a las distintas poblaciones consumidoras del Reino, regidas estas dos últimas formas de operación, por las órdenes que, desde Smithfield, imparten las compañías importadoras a sus respectivos agentes.
Las partidas muy especiales de carnes refrigeradas, escapan a menudo a la cotización de Smithfield. Pasan de las bodegas a las carnicerías de lujo que las empresas aprovisionan en la capital inglesa. Swift cuenta con la mejor clientela de carnicerías de lujo. La Unión Cold Storage, dueña del frigorífico Anglo, posee 3.500 establecimientos de venta al público, aparte de sus actividades como abastecedor de otros carniceros de la capital y del interior del Reino. Los dividendos repartidos por esta última compañía en los últimos 15 años no han descendido del 10 por ciento.
“Con respecto a la forma de operar de la compañía Swift, conviene señalar, —dice también la circular del Ministerio de Agricultura—, una modalidad especial: la Compañía Swift Internacional adquiere de la Compañía Swift en la Argentina y de las homónimas de otros países, su producción de carne frigorificada a un determinado precio, vendiéndola luego, por su cuenta. Ignorase si esta actividad la ejercita también con la producción de los demás frigoríficos norteamericanos.
“Existen constancias de las enormes ganancias —dice el Ministerio de Agricultura—, alcanzadas durante la guerra y después de ella, por esta empresa financiera”.
Así, -pues, un aspecto importantísimo de la cuestión, no le ha sido posible esclarecerlo exactamente a la Comisión Investigadora por carencia de datos oficiales, y es un aspecto de gran valor para cuando se inicie la exportación de chilled argentino comprendida en la cuota del 11 por ciento.
Las demostraciones que acabo de hacer son irrefutables, como que son extraídas de los libros de los frigoríficos, pero hay otra manera no menos elocuente de mostrar cómo los frigoríficos podrían pagar en la actualidad a los ganaderos, precios más altos de los que les pagan y es la comparación de lo que pagaban en años anteriores, antes de los pactos de Ottawa. No existía entonces cuota, y siendo la exportación del chilled argentino al Reino Unido superior a 400.000 toneladas, el mercado argentino no estaba abarrotado de novillos gordos.
En el año 1934, hemos visto que el promedio de los precios de Smithfield fue de $ 0,64 el kilo de chilled, y el frigorífico que pagó más, según el término medio de las estadísticas oficiales inexactas, que no deducen el importe de las transferencias, llegó a $ 0,255, y deducidas las transferencias, queda en $ 0,23, con el cambio de la libra a 15.
Comparemos ahora con otro año anterior en que la carne argentina chilled haya valido en Smithfield $ 0,64 o menos y los frigoríficos hayan pagado en la Argentina más de lo que pagan hoy. Ese año podría ser el de 1928; la carne valía $ 0,61 en Smithfield y los novillos argentinos se pagaban a $ 0,31 y no a $ 0,23, como en la actualidad. Lo dice este gráfico que tengo aquí del Ministerio de Agricultura, y que, por lo tanto, no puede ser discutido por el señor ministro. Aquí está: Precio mínimo en Smithfield en 1928, 58 centavos en Enero y Febrero; precio máximo, 66, en Junio y Agosto; promedio 61 centavos. Precio mínimo que pagaban los frigoríficos por novillos en Enero, Febrero y Diciembre de 1928, 0,28 centavos; precio máximo en Julio, Agosto y Septiembre, 34 centavos, promedio 31 centavos. Y no hay que confundir los 31 centavos de 1928 cuando la libra valía 11,45, con los 23 centavos de 1934, cuando la libra vale 15 y el peso argentino se ha desvalorizado en un 31 % en relación con el año 1928. Los 31 centavos de 1928 son equivalentes a 40,61 centavos de la actualidad. Sería necesario, entonces, que los frigoríficos pagaran, término medio, 40,61 centavos en vez de 23, para que el precio recibido por los ganaderos fuera el de 1928. Y la diferencia en menos, de 17,61 centavos sobre los 500 kilos de peso de un novillo, representa 88 pesos en moneda depreciada, que reciben de menos los ganaderos argentinos.
Tomemos otro ejemplo: La carne siguió subiendo en Smithfield después de 1928 y en el término medio de 1930 llegó a 7 centavos, siempre según este gráfico oficial. Habiendo alcanzado el kilo de carne chilled, la cotización de 78 centavos en Marzo, Agosto y Octubre, los frigoríficos mantienen el precio de 31 centavos por el kilo vivo de los novillos y se benefician no sólo del mayor valor en Smithfield, sino también del beneficio del cambio, pues la libra que en 1928 valía 11,45 oscila en 1930 entre 12,14 y 14,66.
El gobierno argentino contempla siempre imperturbablemente todas estas cotizaciones que conducen al despojo de los productores. No se advierte la menor diferencia en esta materia entre los gobiernos radicales, el Gobierno Provisional y el de estos días. El frigorífico impera siempre.
Si existiera alguna diferencia sería, en todo caso, en favor del señor Irigoyen y de sus ministros, que entendían poco o nada de estos asuntos. Después han sido entendidos admirablemente, y así, cuando llegó en 1931 el momento de establecer el control de cambios, se violaron las reglamentaciones flamantes a que acababan de ser sometidos todos los exportadores, el Gobierno Provisional eximió clandestinamente a los frigoríficos de la obligación de entregar todo el cambio resultante de las ventas y les regaló un margen de 25 % para que lo negocien en el mercado libre o lo reserven en el exterior, y eso subsiste hoy y así lo ha comprobado la investigación.
En una palabra, siendo notorio que el precio de venta normal admitido por el gobierno oscilaba entre 60 y 70 centavos y que los gastos y fletes a deducir representan el 20 %, no se exigió a los frigoríficos extranjeros la entrega de 50 a 55 centavos de cambio por kilo. Se conformó el gobierno con recibir 36,35, y desde entonces hasta hoy sólo entregan a 15 pesos ese valor por kilo, y tienen en su haber un obsequio de 15 a 20 centavos por kilo que no se reconoce a ningún otro exportador, obsequio que negociado al cambio libre o dejado en Europa debe representar en los tres años y medio que ya han transcurrido, más de 30.000.000 de pesos de beneficios para los frigoríficos, de los cuales son pérdida real para el fisco más de 15.000.000. Y de ese obsequio clandestino a los frigoríficos extranjeros ha sido excluida, como se sabe, la empresa argentina Gualeguaychú, la que, como los demás exportadores, debe entregar todo el cambio. ¡Nacionalismo puro!
La mejor comprobación de estos hechos que no pueden extrañar a nadie, porque todos los monopolios producen los mismos frutos, se conseguiría iniciando de una vez la exportación directa por los productores argentinos de la cuota del 11 por ciento.
Si hace dos años la Asociación Cooperativa de Hacendados que solicitó una parte de la cuota hubiera sido atendida, y el presidente de la República hubiera sabido sobreponerse a la obstinada y funesta resolución del ministro de Agricultura de mantener la cuota en poder de los frigoríficos extranjeros, haría ya dos años que sabríamos a qué atenernos; haría ya dos años que sabríamos qué peculiaridades ofrece el negocio de exportación de carnes hecho por los dueños de las carnes; y haría ya dos años que sabríamos cuál es el precio equitativo que se puede pagar a los productores.
Y eso es precisamente, lo que el gobierno actual no quiere que se sepa. El gobierno actual, como lo ha proclamado el ministro de Agricultura, quiere mantener el respeto absoluto de las situaciones creadas.
Las demostraciones que acabo de hacer, tienen la autoridad que confiere el hecho de estar comprobadas en los libros de los frigoríficos, y que no son nuevas: antes de ahora han sido expuestas por numerosas personas, y en algunos momentos, se las encuentra en documentos oficiales.
Coinciden desde luego, con la demostración que hizo en una conferencia el ingeniero Pedro T. Pagés y coincide con el discurso pronunciado en la Exposición inaugurada en Palermo en 1932 por el entonces ministro de Agricultura, doctor Antonio de Tomaso.
El ministro señor Duhau, en su exposición del 8 de Septiembre, desdeñó los métodos de investigación del señor Pagés que han resultado excelentes. Supongo que nada tendrá que objetar a los informes oficiales de su antecesor en la cartera; pero ha tenido cuidado de no mencionarlos para nada.
El doctor de Tomaso dijo, en aquel discurso, lo siguiente: “Los productores se quejan de los precios que han recibido por sus ganados desde el comienzo de 1930 hasta la actualidad. Efectivamente, la línea gráfica que los representa ha ido en gradual descenso, hasta llegar a principios de este año, a 21 y 22 centavos por kilo, peso vivo, para los novillos de alta calidad, destinados a la producción del chilled. Debido a gestiones del Ministerio de Agricultura, recogidas de inmediato por los frigoríficos, el precio se elevó a 23, primero, y a 24, después. He examinado comparativamente, los precios oficiales de venta en el gran mercado de Smithfield, desde Enero de 1930 hasta Abril del corriente año, y del examen resulta evidente que los productores argentinos no carecen de razón, sobre todo si se tiene en cuenta la depreciación de nuestro signo monetario. En Enero de 1930, cuando el precio máximo por peso vivo, pagado en las estancias por el ganado para el chilled era de 35 centavos, lo que equivalía a 58 por kilo limpio, se obtenían en Londres 76 centavos argentinos por igual cantidad de carne. Una libra esterlina valía, entonces, oficialmente, 12 pesos. A mediados de Marzo, fines de Julio y fines de Diciembre, cuando por kilo de peso vivo los frigoríficos sólo pagaban aquí 33 centavos, en Smithfield obtenían 81,83, y 81, respectivamente. Una libra esterlina no valía ya pesos 12 argentinos, sino $ 12,90, $ 13,44 y $ 14,62. El 10 de Enero de 1931 el precio para los productores descendió a 21 centavos y en Londres se vendía el kilo limpio a 84,5 argentinos. Desde mediados de Agosto al 12 de Septiembre el precio fue para nosotros de 0,30 centavos y en Londres llegó a representar 93 y 96,5. La libra había llegado a cotizarse a 17,24 pesos argentinos y en Abril de este año, cuando aquí se pagaba 22 centavos por kilo de peso vivo, o sea 36,6 centavos por kilo limpio, esa misma cantidad de carne la vendían los frigoríficos en Smithfield a 81 centavos. El cambio no estaba entonces a $ 14,73. Hay que agregar naturalmente a esos precios medios de los cuartos de carne argentina el importe de los subproductos, el cual, a pesar de la desvalorización de éstos, representa en el conjunto de los animales sacrificados una cantidad estimable. Los productores de ganado tienen, pues, el derecho de decir que la depreciación de nuestro signo monetario ha ido marcando el descenso continuado, gradualmente continuado del precio recibido por ellos, por la carne de más alta calidad. Aducen los frigoríficos que los precios de venta de Smithfield, que he señalado, no han sido constantes y que ellos necesitan resarcirse durante algunas semanas de las pérdidas que experimentan en otras.
“Yo sólo puedo contestar que ignorarnos la contabilidad de estos establecimientos, pero que de los balances publicados resulta que algunos de los más importantes, han confesarlo ganancias, en relación al capital realizado, de 23,18 % y han repartido a sus accionistas un dividendo de 20 %. Esa ganancia está muy lejos de ser la alcanzada en 1931 por nuestros chacareros y nuestros productores de carne…
De este discurso, surge una comprobación dolorosa acerca de la inconsistencia de ideas de la administración actual. Dentro de nuestro sistema constitucional, el ministro de Tomaso expresaba ideas compartidas por el presidente de la República, y esas ideas planteaban la necesidad de proceder de inmediato a modificar el estado de cosas reinante. Pocos meses después era substituido en el ministerio por el señor Duhau, quien, aprovechando la misma oportunidad que su antecesor y subiendo a la misma tribuna, proclamaba la política del respeto absoluto a las situaciones creadas o, en otras palabras, el respeto absoluto del despojo de los productores que había denunciado el doctor de Tomaso. Y el presidente de la República, que había estado de acuerdo con el ministro de Tomaso, estaba también de acuerdo con el ministro Duhau. ¡Admirable ejemplo de régimen presidencial!
CUARTOS DELANTEROS Y TRASEROS
Este es también un punto importante. El examen de los libros de los frigoríficos demuestra que exportan una cantidad mayor de cuartos traseros que de cuartos delanteros. Las estadísticas oficiales pasan por alto esa circunstancia unas veces y otras reducen la diferencia a un 4 por ciento.
No puede dejarse de considerar este punto por la relación que tiene con los promedios de venta. El costo de la faena por kilo es casi el mismo por cada uno de los cuatro cuartos de un novillo. Los traseros equivalen al 52,50 % de la res y los delanteros al 47,50, más o menos. El mayor costo de los traseros es insignificante, pero los frigoríficos recargan los cuartos traseros en vista del mayor valor de su carne y reducen el costo de los delanteros en la proporción en que recargan el costo de los traseros.
El frigorífico Swift, recarga el valor de los traseros y disminuye el de los delanteros del siguiente modo: “Al 31 de Octubre de 1934 —dice el contador Yasky— el costo semanal F. O. B. resulta, convertido a peniques de 2,975 por libra y de acuerdo con publicaciones recibidas de Londres, la diferencia en Smithfield entre el precio de los delanteros y traseros era a esa fecha de 2,45 peniques”. Esta diferencia la dividen por 2, lo que da peniques 1,225, que agregados a los 2,975 de costo, resultan 4,20 peniques para los traseros y deducidos 1,225 peniques, da 1,75 para los delanteros.
Aparte de estos costos que rigen para le exportación, aparecen partidas de carne entradas y salidas a distintos precios, circunstancia que delata el intercambio de cuartos con el departamento de conserva, consumo y despostada. El contador Yasky no pudo establecer con absoluta claridad el propósito que determinaban esas operaciones internas porque no se le daban explicaciones satisfactorias y entonces sometió la dificultad a la comisión, la que llamó a declarar al gerente de la compañía, señor Kennedy, quien dijo: “Los cuartos que figuran mensualmente entrados en el departamento de exportación provenientes del departamento de conservas, consumos y despostadas, y corresponden en su mayoría a cuartos traseros que por regraduación en cámaras, se consideran aptos para formar el surtido requerido por la exportación; su precio de transferencia es fijado por la oficina “Beef Departament”.
Las salidas corresponden principalmente a cuartos delanteros excedentes, de acuerdo con las proporciones normales de los embarques y que se transfieren para conserva, consumo y depostada (Fresh Cutting Departament) a efecto de darle el destino que mejor convenga al negocio, asignándoles su precio la oficina precitada “Beef Departament”.
He ahí, pues, comprobado con las declaraciones explícitas del gerente de la compañía, que además de la carne chilled obtenida directamente de la playa, en la cual ya figura hacienda comprada para destinos inferiores, una regraduación posterior en cámara aumenta el número de los cuartos traseros que pasan a chilled, sacados de esas mismas haciendas inferiores. Y por otra parte, se mandan a chilled, conserva, consumo y despostada los cuartos delanteros que excedan de la proporción establecida por los embarques.
Pretenden las empresas frigoríficas que el menor precio asignado a los cuartos delanteros al ser traspasados al departamento de consumo, conserva y despostada compensa el mayor precio asignado a los traseros. Pero no hay tal cosa; basta examinar el cuadro del frigorífico Anglo que exhibí hace un rato que fue encontrado en el Norman Star, para ver que la cantidad de cuartos traseros correspondientes a los novillos comprados para conserva y consumo y exportados como chilled es enorme, para que el argumento pierda todo su valor.
Examinemos el año 1933, de acuerdo con esa planilla. El Anglo compró 191,648 novillos chilled y exportó $ 288,024 novillos chilled. El Frigorífico Swift en sus dos casas La Plata y Rosario, compró 277:148 y exportó 336,700. Armour y La Blanca compraron 221,445 y exportaron 291,100. Wilson compró 54,658 y exportó 83,166. Smithfield compró 51,893 y exportó 90.038. La Negra compró 97,432 y exportó 103.136. En estos traspasos la compañía Smithfield llega al 42 % de novillos baratos introducidos a chilled y el Anglo a 33 por ciento.
¿Qué importancia puede tener entonces, que los cuartos delanteros chilled que puedan haber sido pasados al consumo y conserva, sean castigados por un quebranto considerable en el precio? Ninguna.
Pero hay algo más: los cuartos delanteros que se pasan a consumo a bajo precio se venden después con ganancia, de manera que el quebranto sufrido es aparente, mientras que el aumento de valor de los traseros sacados de las haciendas inferiores y pasado a chilled es real.
El procedimiento descripto demuestra que la primera clasificación resultante del boleto de compraventa, es independiente del destino ulterior de las carnes. Y sin embargo, esa primera clasificación modificada en la playa y en las cámaras es la base de las estadísticas de la Junta Nacional de Carnes y del Ministerio de Agricultura, como ya lo dije y se reproduce y se comenta en la “Revista Económica del Banco de la Nación”, ignorando que no sirven para nada.
Para que se aprecien las diferencias de precio de cuartos delanteros y traseros a que se llega por medio de los procedimientos descriptos daré lectura de un cuadro inserto en el informe del señor Yasky, que establece el costo medio de 100 kilos de carne limpia de delanteros y traseros, fijado por el frigorífico Swift, desde Noviembre de 1933 hasta el 31 de Octubre de 1934.

1933
Delanteros
Traseros
Noviembre
19,69
49,31
Diciembre
20,60
52,26
1934


Enero
21,93
57,78
Febrero
22,31
56,35
Marzo
27,77
51,01
Abril
27,82
49,39
Mayo
19,86
54,57
Junio
21,51
55,09
Julio
24,33
53,43
Agosto
17,82
60,05
Septiembre
16,84
57,50
Octubre
22,35
57,17

Se advierte, desde luego, que no hay una proporción fija para establecer el valor de los cuartos. Mientras en el mes de Marzo a un promedio de 51 los traseros, corresponde el de 27,77 los delanteros, en Agosto suben los traseros a 60, y los delanteros bajan a 17,82.
Esos bajos precios artificiales asignados a los delanteros sirven para organizar el dumping en el mercado interno, y el alto precios igualmente artificial fijado a los traseros exportados en mayor número, sirve, a su vez, para simular una ganancia menor en la exportación.
Esto sin perjuicio de que el promedio de los precios de facturación del frigorífico Swift, es invariablemente superior al costo F. O. B. que resulta de sus libros.
He aquí la proporción de los cuartos chilled enviados a Londres, desde Noviembre de 1933, hasta Octubre 31 de 1934, por el Frigorífico Swift:

1933
Delanteros
Traseros
Noviembre
26 %
74 %
Diciembre
29 %
71 %
1934


Enero
29 %
71 %
Febrero
33 %
67 %
Marzo
32 %
68 %
Abril
34 %
66 %
Mayo
27 %
73 %
Junio
31 %
69 %
Julio
38 %
62 %
Agosto
29 %
71 %
Septiembre
29 %
71 %
Octubre
33 %
67 %

En los cargamentos consignados a Liverpool se alteran esas proporciones. -En conjunto puede decirse que se exporta un 40 % de delanteros y un 60 % de traseros.
Estas diferencias pasan desapercibidas para la estadística oficial argentina. No se las consigna en ninguna parte, y de esa omisión resulta el error en la apreciación de las ganancias de los frigoríficos por cargamento. No es lo mismo que los embarques de un mes representen 32.000 cuartos traseros y 32.000 delanteros, total 64.000, o bien 42.700 cuartos traseros y sólo 21.000 delanteros, como sucedió, por ejemplo, en Noviembre de 1933 en el Frigorífico Swift.
El promedio aritmético de precios de los cuartos traseros y delanteros que publican el Ministerio de Agricultura y la junta Nacional de Carnes, se dirían hechos para favorecer a los frigoríficos, disimulando sus ganancias. Por eso, el promedio correcto de los precios de venta de la carne argentina en Gran Bretaña, debe estimarse, cuando menos, en 2 o 3 centavos más alto que el promedio aritmético que consignaran la Junta de Carnes y el ministerio.
Supongamos que un cargamento pesó doscientos mil kilos y que los cuartos traseros se vendieron a 75 centavos el kilo y los delanteros a 55 centavos; el promedio aritmético calculado sobre un número igual de cuartos, como lo hace el Ministerio de Agricultura, daría 65 centavos. Pero si el peso de la consignación no se dividía por mitad, en razón de haber más cuartos traseros que delanteros, y de que además el cuarto trasero pesa un 5 % más que el delantero, la cuenta hecha por el sencillo procedimiento de dividir por 2, es incorrecta. Habría que decir: tantos cuartos traseros que pesaron 130.000 kilos, por ejemplo, a 75 centavos, y tantos delanteros que pesaron 70.000 kilos, a 55 centavos, y el promedio sería 68 centavos en vez de 65 centavos.
La mayor exportación de cuartos traseros en la elevada proporción que he consignado, contribuye también a demostrar que los boletos de compra de los novillos chilled que sirven de base a la estadística oficial, no pueden ser tomados en cuenta. No se conocen en el país novillos con 3 cuartos traseros y 1 delantero. Por eso los embarques no coinciden con la estadística de las compras de chilled.
En los primeros cuatro meses del período comprendido por la investigación, de Noviembre de 1933 a Febrero de 1934 y en el último mes. Octubre de 1934, los embarques del frigorífico Swift acusan las diferencias que se verán en este cuadro:



       Kilos
Noviembre de 1933
Delanteros
21.390
1.587.769

Traseros
42.889
3.492.991
Diciembre de 1933
Delanteros
31.523
2.371.583

Traseros
47.084
3.853.974
Enero de 1934
Delanteros
19.477
1.448.490

Traseros
29.986
2.474.551
Febrero de 1934
Delanteros
24.128
1.802.099

Traseros
37.548
3.089.890
Octubre de 1934
Delanteros
27.523
1.996.547

Traseros
47.563
3.811.001

Veamos ahora qué número de cabezas chilled se han requerido para exportar ese número de cuartos y qué número se ha comprado y para simplificar, lo haré con el último de los meses comprendidos en el cuadro y también con todo el período:

Delanteros
Traseros
Existencia al 1° de Octubre
2.860
3.855
De la faena del mes
38.916
38.916
Total……….
41.776
42.771
Embarques del mes
27.523
47.563
Saldos…….
14.253
4.792
Existencia al 31 de Octubre
8.882
5.405
Diferencias
5.371
10.197
Embarques del 1° de Noviembre de 1933
293.716
453.685
Existencia al 1° de Noviembre de 1933
13.752
15.888
Existencia al 31 de Octubre de 1934
9.424
5.947
Total embarcado proveniente de faena
298.388
443.744
Total de cuartos producidos
382.579
382.579
Exportado de menos
93.191

Exportado de más….

61.165

Véase ahora otro cuadro con los resultados del Frigorífico Armour tomados de su propia nota, fecha 13 de Abril, en respuesta al pedido de datos de la Comisión Investigadora.

DETALLE
Julio
Agosto
Setiembre
Octubre
Total
Exportación traseros
33.030
36.064
29.378
45.163
143.635
Exportación cabezas
16.515
18.032
14.689
22.581
71.817
En pie (92% de chilled)
17.951
19.600
15.966
24.545
78.062

12.668
14.489
12.942
14.767
54.866
Cabezas de más con relación a exportación

5.283

5.111

3.024

9.778

23.196






Compras mixtas Estancias
1.303
2.659
1.598
1.545
7.105
Compras mixtas Liniers
3.578
5.725
4.702
4.428
18.433






Total
4.881
8.384
6.300
5.973
25.538
PRECIOS PAGADOS





Chilled, estancias
24,60
23,88
24,95
25,35

Tropas mixtas de estancias
17,94
16,53
17,46
17,39

Liniers
16,51
17,96
18,13
17,58


Puede observarse que el saldo exportado en más de las cabezas adquiridas como chilled de estancias se ha tomado de las haciendas mixtas en su casi totalidad, las que han sido adquiridas a precios mucho menores de las de chilled.
Se deduce que el promedio de precio pagado por el chilled realmente exportado, ha resultado mucho menor que el aparentado por el Armour.
UTILIDAD EN LOS SUBPRODUCTOS
Dentro del sistema industrial de los frigoríficos, la elaboración de los subproductos tiene una gran importancia, pero la determinación de las ganancias ofrece dificultades insuperables. Aparentemente los subproductos se pasan a los departamentos de elaboración a un precio estimado de acuerdo con los rendimientos anteriores, de manera que, en principio, la utilidad debería ser pequeña. Es también lo que resulta a primera vista de la contabilidad.
Pero hay motivos para suponer que los precios a que figuran vendidos los subproductos son convencionales y que las casas filiales o la casa matriz, que los reciben en esas condiciones, se reservan un margen muy grande de beneficios. Ese procedimiento asumiría también los caracteres de ocultación de las ganancias de los establecimientos situados en la Argentina, dándolas a las filiales y a la casa matriz.
Por otra parte la determinación de los costos de los subproductos animales y ovinos ha resultado imposible en razón de la importancia de la elaboración de los productos vegetales, a que se dedican ahora en gran escala los frigoríficos.
BENEFICIO DEL CAMBIO DERIVADO DEL DECRETO DE 28 DE NOVIEMBRE DE 1933
En este punto la Comisión Investigadora tenía que dilucidar dos cuestiones, y tanto el despacho de la mayoría como el informe del señor senador por San Luis, han omitido una.
Yo comprendo las razones de la comisión, son razones de solidaridad; pero conmigo no rigen, y debo la verdad al gremio ganadero y al país en general.
La primera de esas cuestiones era la de saber qué destino tuvo el aumento de cotización de la libra. Es decir, en qué proporción benefició a los frigoríficos y en qué proporción los ganaderos fueron despojados de lo que les correspondía; y una segunda cuestión no era menos importante, y consistía en saber qué motivos había tenido el ministro de Agricultura para asegurar en la Cámara de Diputados que los frigoríficos no sólo habían transferido a los ganaderos el beneficio derivado del aumento del precio de la libra, sino también una parte suplementaria de sus ganancias, no siendo eso exacto.
Esta segunda comprobación era de extraordinaria importancia. Hay interés en saber cuando sirven sinceramente los intereses públicos los hombres de gobierno y cuando amparan intereses particulares en contra del interés público.
Yo había sostenido en las sesiones del 1° y 8 de Septiembre, que el ministro de Agricultura sabía que los frigoríficos se quedaban con la mayor parte del beneficio del cambio derivado del decreto del 28 de Noviembre, y que, sabiéndolo, había dicho lo contrario en la Cámara de Diputados, y lo probé dando lectura de la carta dirigida el 8 de febrero de 1934 al ministro de Relaciones Exteriores por el ministro de Agricultura.
El ministro eludió el debate inmediato y pidió que la comisión se pronunciara al respecto. Yo acepté que la Comisión Investigadora lo hiciera y el ministro adhirió a1 pedido mío.
No tiene, pues, excusa la mayoría de la comisión, por no haber hecho ni siquiera mención de un punto que le había sido expresamente sometido por las dos partes. Sin embargo, ese punto no se ha mencionado ni en el despacho, ni en el informe.
Voy a eso. A poco de instalada la comisión pedí que el ministro, señor Duhau fuera citado. Compareció el 30 de Octubre.
Al ser informado por el presidente de la comisión, de que se deseaban explicaciones sobre el destino de las mejoras del cambio y sobre la nota pasada por él al ministro de Relaciones Exteriores, pidió autorización para contestar por escrito. Aquí tengo la versión taquigráfica.
Pasaron cinco meses y medio; la investigación estaba al concluir y la contestación, como el mate de las Morales, no llegaba. Pedí, entonces, que le fuera reiterado el pedido por nota. Quince días después se recibió la respuesta que aquí tengo. En ella el ministro no contesta lo que se le pregunta y contesta lo que no se le pregunta. Informa acerca de los motivos que tuvo para pasar la nota al ministro de Relaciones Exteriores, urgiendo la constitución de la Comisión Investigadora de Gran Bretaña, punto ajeno a la pregunta. Y no dice una sola palabra acerca de los motivos que tuvo el 8 de Febrero de 1934 para afirmar que los frigoríficos se quedaban con la ganancia del cambio, y el 8 de Junio de 1934 para afirmar que la habían transferido a los ganaderos.
No está demás que lea el texto literal de la comunicación del ministro de Agricultura al de Relaciones Exteriores. Dice así: “Mientras tanto las compañías frigoríficas que integran la conferencia no han respondido con su actitud en la medida que corresponde al plan de restauración económica iniciado por este gobierno a fines de Noviembre próximo pasado. El promedio general de los precios del ganado de exportación no se ha elevado en la proporción correspondiente o aproximada al mayor valor adquirido por las divisas británicas, no obstante coincidir esa circunstancia con la mejora del precio que viene observándose en las cotizaciones del chilled beef en Londres”.
El Senado juzgará de la actitud de un ministro que encontrado en flagrante contradicción sobre un punto tan delicado, no halla cómo decir una palabra en su descargo y elude ante la Comisión Investigadora la dilucidación correspondiente, enviándole una nota que no tiene relación alguna con el punto preguntado.
Queda, pues, ampliamente probado lo que dije en las sesiones del 19 y 8 de Septiembre. El silencio de la mayoría de la comisión, formada por correligionarios políticos y amigos personales del ministro, en vez de ser una absolución para él, es una lápida mortuoria.
No ha de ponerse en duda que si los señores senadores por San Luis y por Salta hubieran encontrado alguna forma concreta de explicar la contradicción del ministro de Agricultura, lo habrían hecho y era su deber hacerlo. No lo han explicado porque no tiene explicación.
Paso ahora al segundo punto: ¿cuál fue el destino del beneficio derivado de la valorización de la libra a consecuencia del decreto del 28 de Noviembre? Los contadores de la comisión lo han establecido de una manera irrefutable. Dejándose de teorías, han ido a los libros de los frigoríficos. De su estudio resulta que La Blanca se quedó con el 78,21 % del incremento de valor; la compañía Smithfield, con el 71,87 %; el Anglo, con el 67,04 %; Sansinena, con el 49,13 %, y Swift, con el 46,53 por ciento.
Los tres contadores firman la compulsa de perfecto acuerdo, y esa es la verdad.
Es interesante, entonces, ver el procedimiento de que se ha valido el ministro de Agricultura para llegar a la conclusión extraordinaria de que los frigoríficos transfirieron todo el beneficio del cambio a los ganaderos. Y además una parte tomada de sus utilidades.
Puede preverse, desde luego, que sólo mediante un truc es posible llegar a un resultado de esa clase. Pero un truc, como todos los trucs, no resiste al examen. Van a verlo los señores senadores.
El artificio empleado es tan pueril, que la única importancia que yo le veo, consiste en que saca de la obscuridad y entrega al juicio público la personalidad de un funcionario hasta hace poco anónimo, cuya influencia, desde el advenimiento del Gobierno Provisional y, sobre todo, bajo el gobierno actual, ha sido extraordinaria en los departamentos de Agricultura y Hacienda. Más que asesor ha sido director e inspirador de los ministros y es el autor de la casi totalidad de lo que parece ser su obra legislativa.
No necesito nombrarlo para que los señores senadores se den cuenta de que el autor del plan, por medio del cual se prueba que 2 y 2 son 15 y que una valorización del 20 % de la libra esterlina no es de 20 %, sino de 12 %, es el contador público, señor Prebisch, actual gerente del Banco Central.
No le llamo contador público por disminuirlo, porque no le tengo ninguna mala voluntad, sino por la costumbre de decir la verdad. El señor Prebisch sabe más que muchos doctores, pero no es doctor en nada, ni siquiera en Ciencias Económicas, que es un doctorado barato.
Su capacidad de estudio y de trabajo es grande y maneja los números con una habilidad tal que les hace decir lo que necesita que digan a los efectos que busca, y a menudo se le va la mano. En este caso se propuso servir a los frigoríficos y los ha servido. Los libros de esas compañías dicen que se quedaron con el beneficio de la valorización de la libra en una proporción variable, que llega en La Blanca al 78 %, pero el señor Prebisch encuentra el modo de demostrar que perdieron plata “teóricamente”, eso sí, en beneficio de los ganaderos.
El señor Prebisch descuenta, sin duda, la enorme ignorancia del honorable público en lo que se refiere al cambio y no sospechó en Junio de 1934, cuando elaboró su demostración maravillosa, destinada a un efímero debate parlamentario, que tres meses después se sancionaría una investigación y que una comisión de contadores investigaría los libros de los frigoríficos.
El problema que él planteaba como un caso teórico se iba a resolver en una compulsa de libros. Estaba perdido. El castillo de naipes se vino al suelo.
El truc del señor Prebisch consiste en esto: La libra había venido bajando desde el año 1931, en que llegó a cotizarse, me parece, a 17. En el año 1933 había estado arriba de 13 y el 28 de Noviembre sólo estaba a 12 y pico.
Resuelto por el Poder Ejecutivo el 28 de Noviembre, valorizar la libra en un 20 % o, si se quiere, desvalorizar el peso en un 20 por ciento, hizo el cálculo. Los productos de exportación lógicamente debían valorizarse en un 20 % sobre la cotización de Noviembre. La combinación o maniobra del señor Prebisch consiste en comparar la valorización adquirida por los productos, no con la cotización correcta de Noviembre de 1933, sino con las cotizaciones de meses anteriores de la libra que eran más elevadas, pero esas cotizaciones no tenían velas en el entierro.
Para llegar a ese resultado inventó la teoría de las variaciones “estacionales de la libra”; siempre se mueve este contador en la región de las teorías, cuando debería ir a la realidad. El señor Prebisch sabe que el precio de los novillos varía con cierta regularidad en las distintas estaciones del año. En el verano bajan porque abundan las gorduras y en el invierno suben por la razón inversa.
Pero eso son los novillos en el mercado interno y no la libra esterlina.
Pues bien, a pesar de la diferencia existente entre una libra esterlina y un novillo, el señor Prebisch llega a esta conclusión que no sé si llamar maliciosa o pueril. “La valorización de los productos derivados del incremento del valor de la libra no debe relacionarse con la cotización que tenía la libra cuando fue valorizada, sino por la cotización del mismo mes del año anterior”. Esto será todo lo ingenioso que se quiera pero es disparatado y lo comprueba la consulta de los libros de los frigoríficos y los que piensan, todos los que entienden de la materia.
El señor Prebisch se procura de esta manera para sus comparaciones la cotización más alta que la libra tuvo en los primeros meses de 1933 y el 20 % de la valorización real que el Poder Ejecutivo decretó, se reduce, según se compare con Febrero, Marzo o Junio en vez de comparar con Noviembre, al 11, al 10 y al 12 por ciento.
Esto será, vuelvo a repetir, todo lo ingenioso que se quiera pero es absolutamente absurdo y lo grave es que todo ese ingenio del gerente del Banco Central, se emplea en servir a los frigoríficos en contra del interés nacional y en justificar un inicuo despojo de que los ganaderos han sido víctimas. El señor Prebisch, será pues un funcionario de aptitudes geniales como dicen sus amigos y un colaborador insuperable de ministros que necesitan ser asesorados. Pero no puede inspirar tranquilidad al país cuando se comprueba que hace una mala aplicación de sus calidades; el árbol se juzga por sus frutos.
El señor senador por San Luis, miembro informante de la comisión, ha reconocido en los términos más suaves posibles que el ministro estuvo en error y que los frigoríficos si no transfirieron a los ganaderos tan sólo una parte de la utilidad derivada del alza del cambio, mal pudieron transferirles suma alguna de sus ganancias; pero ha padecido un error tanto más lamentable cuanto que siendo un error de hecho demuestra que no ha leído el informe de los contadores sobre este importante punto, con toda la atención que merecía. El informe de los contadores llegaba a esta conclusión: en el mejor de los casos la compañía frigorífica que transfirió mayor proporción del beneficio a los ganaderos, la compañía Swift no llega al 60 %, y hubo algunas, La Blanca, por ejemplo, que sólo transfirió el 20 por ciento.
Mediando esos antecedentes, yo me quedé perplejo cuando leí la conclusión sexta del despacho de la mayoría de la comisión en que se dice que las transferencias del beneficio del cambio a los ganaderos, oscilan entre el 40 y el 90 %. Yo estaba desprevenido, porque al discutirse el despacho en la comisión, el tanto por ciento estaba en blanco. Lo vi en los diarios. No hago de esto ninguna cuestión.
Para fundar esa divergencia con los contadores, el señor senador por San Luis se expresó así: “La mayoría de la comisión discrepa con los contadores en el modo de apreciar el incremento del valor de la libra. Desde luego, cuando se refiere a ese incremento los contadores lo aprecian en un 20 %, tomando la cotización más baja de la libra, la que regía el mismo día que se produjo el decreto y haciendo la comparación con la cotización promedial del mes siguiente”.
Bien, señor presidente; el señor senador por San Luis ha leído mal el informe de los contadores y les atribuye procedimientos que no han usado, porque los contadores no han tomado la cotización más baja de la libra, como dice el señor senador equivocadamente, ni han fijado en un 20 % el incremento del valor de la libra; los contadores han hecho, precisamente lo que el señor senador les reprocha no haber hecho: han tomado, el “promedio” de Noviembre y lo han comparado con el promedio de Diciembre, y no les ha resultado el 20 % exacto en ningún caso; les ha resultado siempre arriba el 20 % de incremento en el valor.
Aún más, señor presidente: los contadores han llevado su escrupulosidad hasta hacer lo que no ha advertido el señor senador por San Luis. No se han valido, para hacer los promedios, de las cotizaciones de los diarios ni aun de los bancos; han sacado de los mismos libros de los frigoríficos el promedio de sus ventas de libras en Noviembre y en Diciembre. Por eso, dichos promedios son ligeramente distintos para cada frigorífico.
Véase cómo han procedido, a  diferencia de lo que les atribuye el señor senador por San Luis. He aquí el informe. Dice: “Compañía Swift, cambio promedio hasta el 28 de Noviembre, por libra, 12,5651; cambio promedio de Diciembre, por libra, 15,35; aumento, 21,17 por ciento”. Se ve, pues, que el incremento del valor no es de 18,15, como pretende el señor senador, sino de21 %. De ese incremento, el Frigorífico Swift sólo transfirió a los ganaderos el 53 %, en números redondos, y no el 90 %, como decía el señor senador.
Compañía Sansinena: cambio promedio hasta el 20 de Noviembre, por libra, 12,5698; cambio promedio hasta Diciembre, por libra, 15,2271; aumento, 21,15 %; transferido a los ganaderos, 51 por ciento.
Compañía La Blanca: Cambio promedio hasta el 28 de Noviembre, por libra, 12,59. Véase cómo varía respecto del cambio de las compañías anteriores. “Cambio promedio de Diciembre, libra 15,34; aumento, 21,84 %; transferido a los ganaderos, 21 por ciento.
Compañía Smithfield: Cambio promedio hasta el 28 de Noviembre, por libra, 12,81; cambio promedio de Diciembre, por libra, 15,22; aumento, 18,81 %; transferido a los ganaderos, 28 por ciento”.
La demostración no puede ser más convincente y yo espero que el señor senador hará constar que su discrepancia con los contadores se ha fundado en un error material.

Sr. Landaburu. — Le rogaría al señor senador, que me permitiera una interrupción, si es que ha terminado su exposición sobre este punto.

Sr. de la Torre. Sí, señor senador.

Sr. Landaburu. — El miembro informante de la mayoría ha tenido a la vista, como no podía menos de suceder, el informe de los contadores, que tengo aquí.
Los contadores, al apreciar el incremento en el valor de la libra, lo han fijado en el 20 por ciento…

Sr. de la Torre. No, señor senador.

Sr. Landaburu. — La parte pertinente de su informe dice: “Como la libra esterlina se estabilizó meses después a razón de $ 15, podemos contentarnos con admitir sólo un aumento de 20 %”. Ese porcentaje que sirve de base a sus cálculos.
Pero eso no es lo más importante...

Sr. de la Torre. El informe de los contadores consta de dos partes; una, que se extrae de los libros; esa es la que vale, y otra, unas consideraciones generales. A esos párrafos que el Señor senador ha leído, y que yo impugné en la comisión por innecesarios y pedí que se devolvieran...

Sr. Landaburu. — Yo le he pedido al señor senador una interrupción suficientemente larga para poder fundar mi pensamiento; si no me la concede, voy a creer que no tiene fe en la eficacia de sus argumentos. Le ruego, pues, al señor senador, que me permita una interrupción tranquila para repetir lo que realmente la comisión ha dicho sobre este punto.
He leído el párrafo del informe de los contadores en que aprecian el incremento del valor de la libra, que ellos fijan en el 20 % y, que sirve de base a sus cálculos.
Posteriormente, me he referido a la comprobación de precios que ellos hacen extrayendo los datos de los libros de los frigoríficos y tanto la mayoría de la comisión como la minoría aceptan estos datos como base de cálculo para extraer, en cada caso, la proporción en que se ha hecho la transferencia del cambio.
Pero hay un factor esencial que el señor senador por Santa Fe y los contadores no lo han tenido en cuenta y que la proposición del Senado a la Comisión Investigadora obliga a tener en cuenta: es el margen estacional de precios en los novillos.

Sr. de la Torre. Voy a eso. Ahí está peor el señor senador.

Sr. Landaburu. — El señor senador por Santa Fe ha tomado a la letra el informe de los contadores en su faz numérica, pero no ha apreciado un elemento lógico de juicio que la proposición del Senado obliga a la comisión a tener en cuenta: es el margen estacional de precios, margen que el señor senador en palabras pronunciadas hace un instante, acaba de reconocer ampliamente.

Sr. de la Torre. Bueno. Hago constar que mi observación se refería a que el señor senador dijo que los contadores, habían elegido en Noviembre la cotización más baja de la libra en lugar de tomar el cambio promedio, y eso no ha sucedido: los contadores han tomado el cambio promedio de Noviembre y de Diciembre. Con eso queda el punto perfectamente y demostrado que no tiene razón el señor senador.

Sr. Landaburu. — Eso lo juzgarán quienes nos escuchan.

Sr. de la Torre. El señor senador ha recordado que en la minuta sancionada por el Senado se habla de las variaciones estacionales. Precisamente, esa parte de la minuta fue propuesta por el ministro de Agricultura y no por mí, y fue redactada en términos, que eran impropios, porque para la cotización de la libra no tienen nada que ver las variaciones estacionales.
Entonces, el señor senador, que hace piadosamente todo lo posible por mejorar la posición del señor ministro…

Sr. Landaburu. — Absolutamente.

Sr. de la Torre.…ha echado mano de ese último recurso de las variaciones estacionales con el fin de aumentar el por ciento de transferencia que los frigoríficos han hecho a los ganaderos. Y argumentando con una apariencia de buen raciocinio, ha dicho en su discurso lo siguiente:
“Si, por ejemplo, el decreto de cambios se hubiese producido en el mes de Marzo, cuando los precios suben por la razón que antes he apuntado, habría error atribuir a una transferencia por mejoras del cambio lo que era simplemente una consecuencia del alza estacional. Por el contrario, producido el decreto de cambios en el mes de Noviembre, cuando se inició la baja de los precios, es justo, y así lo ha establecido el Senado, estimar el descenso también estacional de los precios. “¿Cuánto es ese descenso o ese margen estacional del precio? —se pregunta el señor senador.— “La comisión en mayoría, que ha aceptado comparar las cotizaciones de la libra entre los meses de Noviembre y Diciembre, aceptó también para apreciar ese margen estacional, la comparación entre los últimos meses. Del promedio de los 10 últimos años, resulta que ese margen de descenso estacional de los precios es de 2 1/2 centavos, de Noviembre a Diciembre. Dejando el medio centavo para compensar el mayor precio que en ese tiempo tenían las carnes en Londres, y dejando también el 1 1/2 de diferencia entre la cotización de la libra —a que antes me referí— para compensar el mayor precio de los subproductos, que es una cantidad pequeña, creemos aplicando ese margen estacional a las mismas cifras de precios dados por nuestros contadores y extraídas de los libros de los frigoríficos, que la conclusión que corresponde es la que hemos expresado en el despacho. La transferencia por mejoras del cambio, computado al margen estacional, es de 40 a 90 % de chilled y de 20 a 80 % en las demás clases de carnes”.
Esto está bien planteado pero mal calculado. Se lo voy a demostrar con los datos del informe del ministro de Agricultura que corre impreso en folleto. Ruego al señor senador por San Luis que recorra la página 22…

Sr. Landaburu. — Muy complacido.

Sr. de la Torre.…y verá que ahí consta que la carne subió en Smithfield en Diciembre de 1933, 0,79 de penique por kilo, que equivale a 4,13 centavos curso legal, al cambio de 12,56 que dan los contadores,, lo que al 60 % de rendimiento, importa 2,48 centavos por kilo vivo y no medio centavo, como ha dicho equivocadamente el señor senador.
Y con eso se acabó toda la cuestión. No hay margen estacional que computar, porque el mayor valor en Smithfield ha anulado la baja en el mercado interior. Se acabó.

Sr. Landaburu. — Después del decreto, cuando precisamente el margen estacional estaba comprendido en el precio.

Sr. de la Torre. La baja calculada por el señor senador en 2 1/2 centavos fue contrarrestada por la suba en Smithfield, reconocida por el ministro de Agricultura.

Sr. Landaburu. — He apreciado las subas de Smithfield y la he compensado con el margen estacional del precio del novillo en la Argentina.

Sr. de la Torre. Eso en Diciembre. Pasemos a Enero. La suba de la carne en Smithfield fue aún mayor: alcanzó a 0,91 de penique, equivalente a centavos 2,86 por kilo vivo, contra la baja teórica de 2,50, de manera que ya el señor senador está perdiendo plata.
Habla después del mayor precio en que se benefician los frigoríficos a consecuencia del decreto del 28 de Noviembre y lo estima en un centavo y medio. No voy a insistir en esto, pero cuando se hace una estimación, hay que dar algunas razones que la expliquen. Y olvida otros factores que no debía olvidar el señor senador. Olvida que el beneficio derivado del incremento del valor de la libra no beneficia exclusivamente a los frigoríficos en relación con los novillos que compran; los beneficia igualmente en relación con todos los demás gastos que realizan, al recibir una suma de dinero mucho mayor por la mercadería exportada y conservar los gastos en el mismo nivel. Si los frigoríficos, en esas condiciones no suben los salarios, se apropian el beneficio del cambio en la proporción correspondiente de idéntica manera que si no hubieran aumentado el valor de los novillos, y tienen por ese concepto un beneficio que no ha de ser menor del 20 por ciento.
El señor miembro informante de la mayoría de la comisión lo ha pasado por alto y el ministro de Agricultura igualmente.
Bien; la demostración intentada por el señor senador por San Luis con el propósito de ampliar los porcentajes de transferencias que establecieron los contadores, se ha frustrado y pone en evidencia que los factores omitidos reducen considerablemente la transferencia que se le había reconocido a los frigoríficos.
EL “CHILLED” DE GUALEGUAYCHU Y DE GRONDONA Y COMPAÑIA
Uno de los aspectos inesperados del debate de Septiembre, fue el ataque violento que el ministro de Agricultura dirigió a las empresas argentinas Gualeguaychú y Grondona y Compañía, a propósito de la carne chilled que exportan a Gran Bretaña.
Los señores senadores escucharon con asombro sus expresiones. No habrán olvidado que dijo textualmente que sólo existe un chilled inferior al de Gualeguaychú, y es el de Grondona y Compañía, y que ambos desprestigian el chilled argentino en Gran Bretaña. Sólo le faltó proponer que se clausuraran manu militari ambas fábricas.
Ese furor insólito le apareció recién en el momento en que las dos empresas iniciaron gestiones para obtener una parte de la cuota del 11 %. Antes de que eso ocurriera no se ocupó el ministro de Agricultura de la calidad del chilled que producían esos frigoríficos, ni del prestigio o desprestigio que provocaban en el Reino Unido. Y en prueba de ello, jamás en casi dos años de desempeñar el ministerio les dirigió comunicación alguna observándoles la calidad de sus productos.
Si fuera exacto lo que dijo en contra de ese chilled en la sesión que he recordado, habría hecho su propio proceso, pues sólo un ministro que no cumpliera con su deber o que no supiera discernirlo, pudo haber visto surgir el descrédito de la carne argentina provocado por productos de clase inferior, sin tomar ninguna medida.
La comisión incluyó en su cuestionario una pregunta acerca de la preparación y presentación del chilled, y esa fue la oportunidad elegida por el ministro de Agricultura para editar un folleto y repartirlo profusamente, sin la venia de la comisión.
Como ese folleto era en realidad una réplica a lo que yo había dicho en el Senado a ese respecto, no me resigné a esperar cinco meses para contestarlo y, con gran sentimiento del presidente de la Comisión Investigadora, puse las cosas en su lugar; ratifiqué lo que había dicho en el Senado, y, avanzando un poco más, fijé mi posición en estos términos: “El ministro de Agricultura combate y desprestigia a las empresas argentinas Gualeguaychú y Grondona y Compañía, porque su éxito es una amenaza para la perpetuación de las situaciones creadas, que él propicia, y como la expansión de sus actividades, mediante una participación en la cuota del 11 %, podría significar el derrumbe definitivo del monopolio, trata de crear un desprestigio tal que no permita la utilización de sus fábricas por la Corporación Argentina de Productores.
En la sesión del 6 de Septiembre había dicho el ministro de Agricultura: “Tengo informes de fuente oficial de que la calidad del chilled beef en Inglaterra se está deteriorando. Antes el chilled beef que llegaba de la República Argentina era irreprochable. Se hablaba de chilled beef de la Argentina; y no se hablaba de calidad, porque se sabía que era el mejor que se mandaba allí. Ahora, es doloroso decirlo, —y yo tengo espíritu nacional, señor presidente,— el chilled beef que exporta la Argentina a Londres no es el de antes y nos duele confesar que el de Gualeguaychú no está a la altura del chilled beef producido por otros frigoríficos.
Me afecta mucho, señor presidente, decir estas cosas, pero hay que decirlas, porque la opinión pública tiene que hacerse, diciéndole la verdad, por desagradable que sea. Sólo hay un chilled beef inferior al de Gualeguaychú, que es el Grondona, y no lo digo por atacar particularmente al señor Grondona. Por el contrario: yo deseo que esas cosas se vayan perfeccionando. Pero, figúrense los señores senadores la gravedad de lo que ocurriría si diéramos mayor proporción de cuota argentina a frigoríficos que están deteriorando la calidad del chilled beef en el exterior; hay mejor carne que eso. Espero que lo haremos, tengo una gran confianza en que podremos llegar a mejorar esas cosas, pero no sostengamos, desde ahora, que son los mejores porque son argentinos. Así no se perfecciona”. (Página 1.083 del Diario de Sesiones).
Este episodio es uno de los más impresionantes y dolorosos en la actuación funesta para el país, a mi juicio, del señor ministro de Agricultura. No hay necesidad de insistir en la responsabilidad en que incurre un ministro que desacredita un producto noble y valioso de la producción nacional, sobre todo cuando lo hace sin razón y peor todavía si persigue un propósito se destrucción.
La prueba de los cargos lanzados debía ser concluyente para que el ministro se justificara y, sin embargo, no ha probado nada. “Tengo informes de fuente oficial”, dijo en el Senado, en el párrafo transcripto. ¿A qué informaciones oficiales se refería? La comisión lo interrogó en la pregunta 12 del cuestionario y los señores senadores pueden ver la respuesta en la página 110 y siguientes del folleto editado por el ministerio. El informe oficial que ha invocado es un alegato preparado a posteriori por un funcionario dependiente de él, el director de ganadería, doctor Aníbal Fernández Beyro, en el cual, poniéndose en contradicción con opiniones propias anteriores, dice todo lo que el ministro de Agricultura necesitaba que se dijese en aquel momento para justificar sus afirmaciones temerarias de la sesión del 8 de Septiembre.
El doctor Fernández- Beyro, fue representante del Ministerio de Agricultura en la Gran Bretaña, desde 1930 a 1934, y el informe a posteriori se vuelve en su contra, con sólo preguntar ¿por qué razón no advirtió al gobierno argentino, mientras desempeñaba funciones en Inglaterra de que el chilled beef de Gualeguaychú y Grondona y Compañía, estaba desprestigiando al chilled beef argentino?
¿Qué hizo en Londres durante dos largos años, desde el 11 de Mayo de 1932, en que pasa la última de sus comunicaciones, de que haya tenido conocimiento oficial el Frigorífico Gualeguaychú, hasta mediados de Julio de 1934, en que regresó al país ascendido a jefe de la División de Ganadería? ¿Cómo pudo durante todo ese tiempo tolerar en silencio el descrédito del chilled argentino en Gran Bretaña?
Desde su llegada de Inglaterra, en Julio de 1934, hasta el mes de Diciembre, en que el ministro de Agricultura le pide la preparación del informe a posteriori, ¿qué hizo para impedir que las dos empresas inculpadas posteriormente, siguieran realizando embarques defectuosos? ¿Qué conminaciones les notificó? ¿Qué inspección de las condiciones de elaboración llevó a cabo? ¿Qué consejos sugeridos por sus observaciones en Inglaterra les hizo llegar?
No conminó a nadie, no inspeccionó nada, no aconsejó nada. Y un buen día salió a la calle el alegato, sin haber dado el menor aviso a las dos empresas, de las consideraciones difamatorias que se iban a divulgar.
Por lo que respecta al ministro autor de la publicación, incurrió en otra grave falta, divulgando en folleto, un informe que debió reservarse en la Comisión Investigadora hasta el final de la investigación. Esa publicación intempestiva denuncia un interés especial.
Fuera del informe a posteriori la comisión no ha recibido del ministro de Agricultura una sola prueba en apoyo de sus manifestaciones en contra de la preparación y presentación de las carnes exportadas por Gualeguaychú y Grondona y Compañía.
Las empresas atacadas, en cambio, han presentado una documentación abundante, demostrando la inexactitud de los cargos. Consiste: Primero: en la copia de las notas que pasó el propio doctor Fernández Beyro, en 1932, cuando estaba en Londres inspeccionando las carnes argentinas. Segundo: en las pericias del experto británico, teniente coronel Dunlop Young, que es el experto oficial de los gobierno de Australia y Nueva Zelandia y ahora es también el experto oficial del gobierno argentino. Se le había dado ese cargo en los días en que produjo su informe sobre las carnes de Gualeguaychú y Grondona y Compañía, y estuvo a punto de perderlo debido a eso, pero, en definitiva, entiendo que ha quedado como experto del gobierno argentino. Tercero: en los certificados enteramente favorables de casas acreditadas que comercian en carnes en Londres, Birmingham, Manchester, Portsmouth. Cuarto: la prueba de que jamás les faltan compradores.
Los informes del doctor Fernández Beyro, hechos en Londres en Abril y Mayo de 1932, cuando el Frigorífico Gualeguaychú comenzaba sus embarques, se debieron a un pedido especial que recibió entonces de la subsecretaría del Ministerio de Agricultura. Sin eso, el inspector parecería que no se hubiera interesado en el asunto. Resulta eso claramente del encabezamiento de la nota del 13 de Abril, en que deja constancia de la recomendación recibida de la subsecretaría, y dice que recién entonces se puso .en contacto con los consignatarios del Frigorífico Gualeguaychú. No los conocía ni se le había ocurrido conocerlos.
Hace unos días, —dice— me puse en contacto con la firma Poels y Compañía a quienes viene consignada carne, pero hasta hoy, por no haber dispuesto de tiempo en la oportunidad debida, no me había sido posible verla. Hoy se colgaron y vendieron en el mercado de Smithfield 300 cuartos posteriores y 300 anteriores. Los cuartos no presentaban moho, ni otras alteraciones producidas durante el transporte. A ese respecto, se hallaban en perfectas condiciones”.
Después, objeta detalles de la presentación que no considera perfecta, como ser, magulladuras debidas a traumatismos y manifiesta que el aspecto exterior denuncia que todavía hay que adelantar algo en el desuelle y toilette de la res. Encuentra falta de lisura, uniformidad y limpieza en la superficie de los cuartos y también que el peso es desparejo.
En la segunda carta del 11 de Mayo motivada por una nueva remesa en el vapor Higland Princess parece encontrar un progreso y ditt: “La carne que vi, ofrecía muy buen aspecto, sin alteración alguna ligada a las condiciones de conservación y transporte, ni defectos de presentación (toilette) al punto de que parecía tratarse de carnes frescas”. Esto es importante porque en el anterior cargamento había observado defectos de toilette.
Pero sigue encontrando desigualdad en el peso de los cuartos, lo que es explicable en un frigorífico que faena sistemáticamente chilled pesado sin dejar de faenar también animales livianos. La desigualdad de peso no es -defecto que tenga relación con la calidad ni con la presentación.
Habla después de la superioridad de los terneros congelados de Gualeguaychú comparados con los de Nueva Zelandia, y dice: “Los terneros congelados de Gualeguaychú son de aspecto fresco, atrayente, casi como de carne recién salida de la playa de matanza. Y en cambio —dice— los de Nueva Zelandia tienen mal color de la carne y de la grasa y mala presentación, las medias reses ofrecen un aspecto obscuro, seco como de carne conservada largo tiempo”. No las encuentra “atrayentes” y dice “que se venden a menos precios que los terneros congelados de Gualeguaychú”.
En resumen, el mismo doctor Fernández Beyro en la carta del 13 de Abril reduce el valor de sus observaciones a tan poca cosa, que dice textualmente en la página dos: “Los pequeños defectos que he señalado desaparecerán gradualmente sin duda a medida que el Frigorífico Gualeguaychú, que casi recién se inicia, vaya adquiriendo experiencia”.
Cuando un funcionario oficial ha expedido un informe en esos términos tan favorables para una empresa nacional y se ha pasado después dos años presenciando embarques sucesivos que no le han merecido la menor observación, ¿cómo es posible que se preste a poner su firma al pie de otro informe en el cual oculta la buena opinión que antes consignó y exagera y desnaturaliza lo que él mismo calificó de pequeños defectos que desaparecerán gradualmente, y llega a la conclusión de que se trata de carne inferior y mal preparada? El mismo funcionario que comunicó al Ministerio de Agricultura en 'el año 1932 que los consignatarios de la carne estaban contentos porque vendían fácilmente a buen precio todo lo que recibían; 6 1/4 penique par libra los posteriores de primera, y 5 7/8 los de segunda, y 5 3/8 lbs de tercera, dice, audazmente en el informe posterior que su venta es “artificial”.
La inferioridad de las carnes de Gualeguaychú, Grondona y Compañía, continúa diciendo, Fernández Beyro, no contribuye por cierto a mantener el prestigio del chilled beef argentino en el Reino Unido. Antes que esas compañías intervinieran en el mercado de Smithfield se hablaba en toda Gran Bretaña de la calidad de nuestros productos, encomiando su calidad. Hoy ya no sucede lo mismo, la encomian pero agregando que ahora llega también de la Argentina chilled beef de inferior calidad. (página 114).
El funcionario que se expresa así es el mismo que durante dos años había presenciado en Inglaterra la venta del chilled de distintos orígenes y de inferior calidad como chilled argentino y no se había preocupado por el descrédito que eso causaba al buen nombre del chilled argentino. Ese funcionario es hoy jefe de la Dirección de Ganadería. Son, pues juicios de un funcionario argentino que favorece al monopolio extranjero.
El teniente coronel Young, experto oficial de los gobiernos de Australia y Nueva Zelandia, y ex inspector veterinario de la ciudad de Londres, inspeccionó las carnes del Frigorífico Gualeguaychú, e informó lo siguiente: “De acuerdo a su pedido de fecha 28 de Setiembre de 1934, he practicado un examen minucioso de la apariencia, calidad y adaptabilidad al mercado de las carnes procedentes del frigorífico mencionado más arriba, tal como se ven en el mercado de Smithfield, y a continuación me es grato informar como sigue:
Calidad. La carne, a pesar de no ser igual a algunas de la más alta calidad exhibidas por algunas firmas argentinas, es, a mi criterio, de buena calidad y provechosa, sin exceso de gordura, hecho que suele motivar quejas por parte de los revendedores. Los abastecedores afirman que existe una demanda estable para esa carne, aumentando los pedidos de la clientela constantemente pata el mismo tipo y categoría, lo que es siempre un buen indicio de la bondad de la carne.
Desuello. Enteramente satisfactorio y no se puede hallar defectos en él.
Clasificación. Compara favorablemente con otras consignaciones procedentes de la Argentina. El porcentaje de cuartos clasificados como primera, evidencia el cuidado puesto en ese trabajo, para mantener el standard de las diferentes categorías. He conversado con abastecedores y revendedores, los que me expresaron que estaban completamente satisfechos con estas carnes y por lo tanto no encuentro justificación para críticas desfavorables al respecto, ni tampoco he encontrado persona alguna que haya emitido un juicio desfavorable”.
El teniente coronel Young, no conocía en ese momento el juicio del ministro de Agricultura.
Ese certificado tiene fecha de 17 de Octubre. Dos meses después le fue solicitada una nueva inspección, que se produjo en los siguientes términos: “Once de Diciembre. Desde que les escribí mi carta de fecha 17 de Octubre de 1934, relativa al asunto del rubro, he continuado inspeccionando y observando los cargamentos de carne, y nada nuevo puedo agregar, sino confirmar mis informes anteriores.
“He examinado las carnes en los puestos del mercado de Smithfield. Los negociantes de carnes que trabajan allí, son de reconocida capacidad, negocian con carnes de buenas clases y son buenos jueces para estas mercaderías, y todos ellos expresan satisfacción por las carnes de procedencia del Frigorífico Gualeguaychú. Por lo tanto, presumo que será necesario que vuelva a ampliar este informe”. Firmado T. D. Young.
Como dije, en la fecha más o menos en que el teniente coronel Young expedía estos informes, había sido nombrado experto del Ministerio de Agricultura argentino en Inglaterra. Fue tan grande, al parecer, la contrariedad experimentada aquí al conocer su opinión favorable a las carnes de Gualeguaychú y Grondona, que estuvo a punto de dejarse sin efecto el nombramiento.
Nótese que el teniente coronel Young no ha encontrado persona alguna que haya emitido un juicio desfavorable. Estaba reservado al ministro de Agricultura de la Argentina, don Luis Duhau, y al director de Ganadería, doctor Aníbal Fernández Beyro, ser los únicos detractores de las carnes argentinas que el experto de Australia y Nueva Zelandia encontró excelentes.
Hay una carta del teniente coronel Young a los agentes de Grondona y Compañía, que es más o menos igual a la que he leído dirigida a los agentes del Frigorífico Gualeguaychú.
Hay después las siguientes cartas de comerciantes en carnes:
Liverpool, 2 de Octubre de 1934.
Señores A. J. Poels y Cía. Ltda., 58, West Snzithfield, Londres, E. C. I.

Nuestra atención ha sido llamada sobre una declaración hecha por el ministro de Agricultura, estableciendo que las carnes enfriadas procedentes del Frigorífico Gualeguaychú habían sido tan inferiores que afectaban desfavorablemente la reputación de todas las demás carnes importadas de Sudamérica. Nuestra firma ha vendido muchos miles de cuartos de procedencia del Frigorífico Gualeguaychú y nos apresuramos a enfáticamente negar la verdad de esta afirmación. La carne, casi invariablemente, llega en la más perfecta condición y es de fácil venta. No lleva tanta gordura ni tiene el peso del chilled excepcional y conviene admirablemente para el negocio de numerosos carniceros que compran este tipo de carne cada semana del año, en preferencia al chilled de calidad excepcional, por tener mucho menos desperdicio al cortarse para la venta y por dar toda satisfacción en la preparación de los manjares.
Aquí en Inglaterra, hay mercado para colocar el doble de este tipo de carne si fuera posible su exportación. Toda reducción que se hiciera en los cargamentos de este tipo de carne no aumentaría la venta de otros importadores de carnes sudamericanas, sino induciría a los carniceros que ahora adquieren carne del Frigorífico Gualeguaychú a comprar carne enfriada de procedencia australiana, cuyo volumen de importación está acentuándose mes por mes.
Saludamos a ustedes muy atentamente.
Park Bros. (Liverpool) Ltd.Firmado: William Park.Director gerente.
De los señores Green e hijos, de Manchester: Manchester, Octubre 4 de 1934.

Señores A. J. Poels y Cía. Ltda.

58, West Sznithfield
Londres, E. C. I.
Muy señores nuestros:
Nos es grato acusar recibo de su atenta carta del 2 del corriente, referente a carne enfriada del Frigorífico Gualeguaychú.
Me parece estar en lo cierto al afirmar que hemos iniciado nuestras compras de carne enfriada procedente del Frigorífico Gualeguaychú desde que llegaron los primeros embarques y que desde entonces nunca hemos dejado de adquirir una cierta cantidad cada semana.
Ustedes tendrán presente que siempre hemos sido compradores de su tercera categoría (1 estrella) y que ella ha resultado ampliamente satisfactoria, desde el punto de vista de la calidad y cualquier otro aspecto. He estado 17 años al servicio de la casa Morris y Compañía lo que hace suponer que tengo algunos conocimientos en materia de carne enfriada procedente de Sud América y, a mi modo de ver, es muy superior en calidad y condición al tipo del frigorífico La Blanca y compara muy favorablemente con cualquier clase procedente de la Argentina.
Esta carne es del tipo apropiado para nuestro mercado y nuestros clientes la prefieren. Para su gobierno no es grato informar que gran número de instituciones en Manchester prefieren la carne del Frigorífico Gualeguaychú a otros tipos de carnes procedentes de Sud América. Por nuestra parte, estamos muy satisfechos con la carne y, siempre que mantenga su calidad y condición actuales, no pensamos comprar carnes de otras procedencias.
Saludamos a ustedes muy atentamente.
Fdo.: Th. N. Green y Sons.
De la Cooperativa Mayorista de Londres:
Londres, Octubre 4 de 1934.

Señores A. J. Poels y Cía. Ltda.

58, West Smithfield.
Londres, E. C. 1.
Muy señores nuestros:
Refiriéndonos a su carta del 1° de Octubre no vacila-más en afirmar que desde que negociamos sus carnes enfriadas, su condición ha estado a la par con la de otros importadores siendo la calidad satisfactoria.
Saludamos a ustedes muy atentamente.
Cooperative Wholesale Society Ltd.
(Fdo.) : Ilegible.
Gerente Dpto. Carnes.
Del Departamento de Veterinaria de la ciudad de Birmingham
Por la presente certificarnos que inspeccionarnos regularmente en este mercado carnes enfriadas procedentes del Frigorífico Gualeguaychú, S. A. y que la hemos encontrado siempre libre de enfermedades, de buena calidad y condición excelente.
Fdo.: Brenna de Vine.

Jefe veterinario.

Birmingham.
El ministro de Agricultura, entre tanto, no llevó a la Comisión Investigadora una sola prueba que cohonestara su actitud. Se limitó al informe del doctor Fernández Beyro, desautorizado por sus propias manifestaciones anteriores y por su silencio mientras estuvo en Inglaterra.
¿Cómo se explica la actitud del ministro de Agricultura al desacreditar gratuitamente la carne de dos empresas argentinas y no poder probar después que dijo la verdad?
Yo no tengo la culpa de que esa actitud incomprensible justifique la sospecha de que ha querido desacreditar la carne chilled de Gualeguaychú y Grondona y Compañía, a fin de dar un motivo a la Corporación de Productores para que las excluyera de toda participación en el reparto de la cuota del 11 %. Y así ha sucedido y, por cierto, que con éxito completo: Un frigorífico inglés recibe la participación que no han podido conseguir dos empresas argentinas, y para que el hecho sea más expresivo, el frigorífico elegido es el que ha presentado a la Comisión Investigadora los costos de industrialización más altos entre todos los frigoríficos, exceptuando naturalmente a Armour y La Blanca, que han presentado costos groseramente fraguados: 0,4142 el kilo de carne a bordo es el costo que pretende, mientras Gualeguaychú sólo alcanza a 0,32 el kilo y Grondona y Compañía a 0,30; el Anglo tendría 0,34 en cierto momento, y en otros, consignados en su gráfico de costos hasta 0,24. Y si mañana la corporación pierde dinero, mientras Gualeguaychú gana el 30 % sobre su capital, se echará la culpa del fracaso a la funesta ley 11.744, que ha querido emancipar al rebaño argentino de la amorosa tutela del pool. El objeto se va logrando.
Las compras del Frigorífico Gualeguaychú. — Los sostenedores de la política ganadera del Poder Ejecutivo argumentan en su favor con los precios de compra del Frigorífico Gualeguaychú y de Grondona y Compañía. Ponen el grito en el cielo arguyendo que pagan precios más bajos que los frigoríficos del pool y que explotan también a los ganaderos.
Este punto interesante merece una dilucidación tranquila.
A estar al informe presentado a la comisión por el ministro de Agricultura, página 488, en los primeros diez meses de 1933, los promedios de los precios compra de los frigoríficos del pool, habrían oscilado entre 22.70 el Swift, y 19,30 en la compañía Smithfield, mientras que Gualeguaychú habría pagado 18,90. Y en los primeros diez meses de 1934, los mismos promedios habrían oscilado entre 25,50, el Swift, y 23 en la compañía Smithfield, mientras que Gualeguaychú habría alcanzado tan sólo a un promedio de 19,90 por kilo vivo. Ya sabemos que esos promedios no son exactos, pero hay que usarlos porque no hay otros y se les llama “oficiales”.
Es bien sabido que los frigoríficos del pool y el frigorífico Gualeguaychú no compran la misma clase de ganado; entonces, la comparación no puede hacerse en la forma al parecer simple, y en realidad maliciosa, en que la hacen los defensores de la política de exterminio del frigorífico Gualeguaychú, política que llegó a encontrar apoyo hasta en los debates del año pasado en la Cámara de Diputados.
Si el frigorífico Gualeguaychú se especializa en la compra de chilled pesado, debe averiguarse, para comparar, cuánto pagan los frigoríficos del pool y cuánto paga el Frigorífico Gualeguaychú por el chilled pesado, y no sería sorprendente, por cierto, que resultaran los frigoríficos del pool pagando menos precio por ese tipo de hacienda.
Cuando se recorren los expedientes de las multas aplicadas a los frigoríficos del pool por falsas clasificaciones y se ve en qué proporción han pagado 10 y 12 centavos por novillos que exportan después como chilled, novillos que no figuran en las planillas de que se vale el Ministerio de Agricultura y la Junta Nacional de Carnes para preparar sus precios, se ve que los pretendidos promedios de precios, más altos que los de Gualeguaychú, son una superchería “en términos de promedio”, como podría decir si imitara los primores literarios del informe redactado por el señor asesor del Ministerio de Agricultura.
Tomo algunos de esos numerosos expedientes que dieron lugar a multas por $ 460.000, que hoy ya no se imponen y encuentro:
Compañía Smithfield. — Vendedor, Juana M. de Marcó, precio 13 centavos, clasificación “continente”. Exportado el 100 % como chilled.
Compañía Smithfield. — Vendedor, Pedro Olano, precio 15 centavos, clasificación “congelar”. Exportado 96 por ciento chilled.
Compañía Smithfield. — Vendedor, Bertolini Hermanos, precio 13 centavos, clasificación “consumo”. Exportado el 80 % como chilled.
Frigorífico Wilson. — Vendedor, A. Rosas, precio 10 centavos, clasificación “conserva”. Exportado el 76,87 % como chilled.
Frigorífico Wilson. — Vendedor, R. Van Straten, precio 10 centavos, clasificación “consumo”. Exportado el 56 % como chilled.
Frigorífico Wilson. — Vendedor, E. Lahore, precio 13,50 % centavos, clasificación “congelar”. Exportado 80,11 % como chilled.
Frigorífico La Negra. — Vendedor, Bancalari y Copello, precio 12 centavos, clasificación “congelado inferior”. Exportado 94,47 % como chilled.
Frigorífico La Negra. — Vendedor, Josefa I. de Mayora, precio 13 centavos, clasificación “consumo inferior”. Exportado el 95,83 % como chilled.
Frigorífico La Negra. — Vendedor, Lorenzo Coarzi, precio 17 centavos, clasificación “congelado bueno”. Exportado el 98,61, % como chilled.
Frigorífico Armour. — Vendedor, A. de Luzarreta, precio 12 centavos, clasificación “congelar y consumo”. Exportado el 89,77 % como chilled.
Y en otros puntos de esta exposición ya me he referido a las compras,.a los precios anteriores que hacen las compañías Swift y Anglo, y cómo embarcan esas carnes adquiridas con la clasificación de “conserva”, “consumo” y “congelado”, como chilled superior y bueno.
Enfrente de esos precios aparece el .Frigorífico Gualeguaychú (y también Grondona y Compañía), pagando 17, 18, 19 y 20 centavos. Hágase la cuenta del promedio del chilled pesado, y se verá que esos dos empresas argentinas no pagan por chilled pesado, menos precio que los frigoríficos del pool.
Y no es la primera vez que se le hacen al ministro de Agricultura estas observaciones, no obstante lo cual sigue repitiendo que los frigoríficos del pool pagan 5 centavos más que Gualeguaychú —no hay peor sordo que el que no quiere oír—. En la Cámara de Diputados en la interpelación que formuló el diputado Noble al ministro de Agricultura, el diputado por Entre Ríos señor Acosta replicando no sólo las afirmaciones del ministro, sino de varios diputados gubernistas, dijo: “Se presenta el término medio de los precios pagados por animal, como si todos los animales aportaran la misma calidad de carne. No se contempla ningún distingo entre unos y otros; no se ha analizado qué cantidad de chilled de primera calidad han enviado el Swift La Plata, el Armour La Plata, La Blanca, Gualeguaychú, etcétera, y cuánta de cuarta calidad, respectivamente, enviaron esos frigoríficos. Para el señor ministro, a través de esa, estadística, todos los frigoríficos han enviado la misma calidad de chilled de primera, de segunda, de tercera y de cuarta.
Sobre esa base tan deleznable, como se ve, el señor ministro elabora una planilla para demostrar que Gualeguaychú es el frigorífico que paga menos. Parecería que hubiera el deliberado propósito, el sistemático propósito de disminuir, de menoscabar la importancia del Frigorífico Gualeguaychú.
“Yo le pregunto al ministro: si los ganaderos de la provincia de Buenos Aires, tan bien remunerados con relación a lo que paga Gualeguaychú, le venden a Gualeguaychú ¿por qué es? Por calidad no ha de ser; ha de ser porque les conviene; porque los precios de Gualeguaychú han de ser tan buenos o mejores que los de los otros frigoríficos. Lo que ocurre es cosa bien distinta a la sugerida por el señor ministro. Gualeguaychú exporta poca cantidad de chilled de primera. Estos otros frigoríficos que abastecen a los consumidores más aristocráticos de Londres envían un porcentaje muy superior de chilled de esa cantidad en comparación a la remitida por Gualeguaychú. Esa es la razón por la cual, en este término medio de precios, aparece Gualeguaychú pagando una cantidad menor que otros frigoríficos.
“Gualeguaychú compra pura y exclusivamente ganado para elaborar chilled que, como decía antes se clasifican en su mayor cantidad, dentro de la segunda, tercera y cuarta categoría. Los otros frigoríficos compran también ganado de mi provincia pero no es porque paguen mejores precios dentro de la provincia de Entre Ríos que los que paga Gualeguaychú que alcanza a comprar ganado de esa zona, es en razón de que tienen viejos clientes, que en atención a beneficios, consideraciones, etcétera, no los han querido eliminar; al frigorífico Swift Rosario, principalmente”.
En definitiva, señor presidente, si las empresas Gualeguaychú y Grondona y Compañía pagaran precios bajos por el chilled pesado, sería por culpa de los frigoríficos del pool, que han establecido esos precios. ¿Acaso dos compañías que exportan en conjunto 4 % son las que fijan los precios? ¿Acaso se puede hacer competencia y regular el mercado con una cuota tan reducida? Gualeguaychú y Grondona y Compañía pagan los precios corrientes que han impuesto los otros frigoríficos que tiene cada unoDe  27 %, 25 %, 24 %de cuota en vez de 3.30 y 0,67.
Cuando Gualeguaychú y Grondona compran una tropa se puede tener la seguridad de que ningún frigorífico ha querido pagar más por ella.
En el reciente congreso agrario de La Pampa se votó por unanimidad una proposición pidiendo que se aumente la cuota de Grondona y Compañía. ¿Habría sucedido esos si pagaran por los novillos menos que los frigoríficos del trust?, y en los corrales de Liniers nadie ignora que en los días en que Grondona y Compañía compran, hay más firmeza en la plaza, no obstante tratarse de una firma que no alcanza a disponer del 1 % de la cuota argentina. Lo ha dicho en una nota el Centro de Consignatarios.
Además, señor presidente, esa firma se ha dirigido al ministro de Agricultura en repetidas ocasiones ofreciendo industrializar carnes por cuenta de los productores. ¿Y cuál cree el Senado que ha sido la acogida dispensada por el ministro de Agricultura a esa proposición tan interesante? Dejar las cartas sin contestación. Procedimiento análogo han seguido con otras cartas la Junta Nacional de Carnes y la Corporación de Productores. Esta última ha prescindido de la propuesta que la firma Grondona y Compañía, le hizo para industrializar, transportar y vender una parte de la cuota del 11 % sin discutirla y sin dar razones. No hay, pues, una palabra de verdad en la disculpa de que el ministro de Agricultura persigue a las empresas argentinas porque pagan menos que los frigoríficos extranjeros.

/…Continuación en la Sesión del 21 de Junio…
Fuente: Lisandro de la Torre, Escritos y Discursos – Las Carnes Argentinas y el Monopolio Extranjero, T° IV, Págs. 215/285, 1947, Colegio Libre de Estudios Superiores – Buenos Aires.

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