agosto 28, 2012

Debate Carnes Argentinas y Monopolio Extranjero: Discurso de Lisandro de la Torre en el Senado, con motivo de la investigación del comercio de carnes (1935) -4/12-

COMISIÓN INVESTIGADORA DEL COMERCIO DE CARNES
DISCURSOS EN EL SENADO DE LA NACION CON MOTIVO DE LA INVESTIGACION DEL COMERCIO DE CARNES
Lisandro de la Torre
Sesiones del 18, 19, 21, 22 y 27 de junio, 20, 22 y 23 de julio y 10 de septiembre de 1935
[18 de Junio de 1935]
  
[4/12]
Sr. Presidente (Rothe). — Continúa la consideración del despacho de la Comisión Investigadora del Comercio de Carnes.

Sr. de la Torre. Pido la palabra.
El despacho que he subscripto descubre un panorama desconsolador. La industria más genuina del suelo argentino, la ganadería, se encuentra en ruinas por obra de dos factores principales: la acción extorsiva de un monopolio extranjero y la complicidad de un gobierno que unas veces lo deja hacer y otras lo protege directamente.
Las protestas de las víctimas vienen de mucho tiempo atrás y mi pedido de investigación fue una de las tantas manifestaciones de un viejo anhelo público: poner remedio a una situación desesperada.
No me ha movido ni me mueve otra intención, aun cuando los interesados en esconderse detrás de lo que el señor ministro de Agricultura llamó en el recinto de esta Cámara, en la Sociedad Rural y en la Comisión Investigadora, la política del respeto absoluto de las situaciones creadas, quieran quitar autoridad a mi palabra, atribuyéndome pasiones que no siento.
Como esos murmullos maledicentes han llegado a muchos oídos, y al mío, declaro que nunca he sido amigo ni enemigo del señor ministro de Agricultura.
Cuando fue elegido diputado nacional en época bastante cercana, yo no lo conocía y durante su desempeño del cargo no pronunció una sola palabra que se refiriera a mí, ni directa, ni indirectamente.
La primera vez que yo habría hablado con él, según mis recuerdos un tanto vagos, habría sido en mi propia casa. Formaba parte de una delegación de propietarios territoriales de Santa Fe, que solicitaba mi intervención amistosa ante el gobernador de la provincia, en el sentido de derogar o reformar la ley de impuesto al latifundio, y la escala progresiva de la contribución territorial. Si bien yo no accedí al pedido, por mis conocidas opiniones en favor de esos gravámenes, que había contribuido a establecer, les propuse que visitaran al ministro de Hacienda de Santa Fe, que llegaría al día siguiente, y me ofrecí a prevenirlo.
Siendo ya ministro, concurrió a esta Cámara y sostuvo el proyecto de elevadores de granos oficiales en lugar de la red de elevadores cooperativos que yo consideraba preferible. No se produjo ninguna incidencia digna de mención.
Así llegamos al debate motivado por el pedido de esta investigación; y yo pregunto, si es creíble que un viejo parlamentario como yo, que ha afrontado debates de toda índole, muchas veces violentos, vaya a guardar una pasión inextinguible por uno de los tantos encuentros a que da lugar la defensa tic los intereses públicos.
Sin embargo, se pretende negarme imparcialidad, para anular así la fuerza que irradia de las puras verdades que difundo, y se dice que estoy solo. Eso puede ser cierto; estoy solo en frente de una coalición formidable de intereses; estoy solo en frente de empresas capitalistas que se cuentan entre las más poderosas de la tierra; estoy solo en frente de un gobierno cuya mediocridad, en presencia del problema ganadero, asombra y entristece; y así, solo, me batiré en defensa de una industria argentina esquilmada e inerme, tomó me batí hace diez años en defensa de la industria de la yerba mate, que dos ministros poderosos habían condenado a Morir, y como me batí hace dos años por la modesta industria del tomate que apenas empezaba a desarrollarse en las regiones de la República más dignas de fomento, ya salía a su encuentro el ministro de Relaciones Exteriores y la ofrecía en holocausto de una de sus concepciones internacionales.
Ahora, ¿qué sucederá? ¿Será exacto que este grave asunto está resuelto de antemano, en los términos del despacho de la mayoría, que no ofrece soluciones? Si así fuera, me batiría lo mismo; el éxito no depende de una votación. Con gran frecuencia, las votaciones injustas, son anuladas por la revocatoria de la opinión pública.
Llenaré mis propósitos si realizo un análisis amplio, intenso, verídico y valiente del proceso de sometimiento del gobierno argentino a las normas que le trazan finte-_ reses particulares, irresistibles: proceso de sometimiento que empobrece al país tanto como lo humilla.
Pido a los señores senadores tengan la deferencia de escucharme pacientemente y les aseguro que pondré delante de sus ojos asombrados la prueba de todo lo que dije en las sesiones del I y del 8 de septiembre pasadas, y la pruebas de las nuevas acusaciones y comprobaciones que han resultado de la investigación y que no pueden advertirse en el despacho, a mi juicio, incompleto e impreciso de la mayoría. Todo eso ha de resultar del informe que voy a producir, y digo deliberadamente informe y no discurso, porque aquí corresponde un informe documentado. Dejaré al margen la retórica aunque haya de defraudar las esperanzas del auditorio que nos honra con su presencia.
Los despachos de la mayoría y de la minoría son divergentes sin ser Contradictorios. El despacho de la mayoría reconoce, como el de la minoría, que el comercio exterior de carnes se realiza por empresas concertadas en tina combinación monopolista, que distribuye los embarques y fija arbitrariamente, y en beneficio propio, los precios de compra; que las empresas frigoríficas llevan una contabilidad irregular y se empeñan tenazmente en ocultar los costos de producción; que los precios de compra no guardan relación con los de venta y que las ganancias de los frigoríficos, considerables en general, son exorbitantes en algunos casos. Reconoce también, como el despacho de la minoría, que el ministro de Agricultura no estuvo en lo cierto cuando afirmó que los frigoríficos transfieren a los ganaderos todos los beneficios derivados de la mejora del cambio y una parte más tomada de sus propias utilidades; reconoce la irregularidad de las concesiones hechas a determinados frigoríficos en la negociación de las divisas, desde el momento en que establece la necesidad de proceder a su reajuste; y reconoce, por último, que la cuota del 11 %, mientras dure la vigencia del convenio de Londres, debe concederse a la Corporación Argentina de Productores de Carne o a entidades extrañas a toda combinación monopolista, que ofrezcan perspectivas de mejorar los precios de compra.
De los diez puntos del despacho de la mayoría, yo no disiento en el fondo sino con el punto 7°, referente a los precios que se pagan en Australia por los novillos, y esa divergencia sobre un punto accesorio se produce porque la comisión habla ambiguamente de que los novillos argentinos, siendo de mejor calidad, han tenido mejor precio que en Australia, cuando correspondía comparar novillos de igual clase para demostrar cómo se paga mucho menos por los argentinos.
La mayoría de la comisión está equivocada y demostraré en mi exposición que los novillos argentinos de primera, exportados chilled se pagan a precios inferiores a los novillos australianos, que producen congelado de segunda.
El despacho de la mayoría se resuelve en dos proyectos que no contienen solución alguna de las cuestiones de fondo que afectan a la ganadería argentina. No se ha redactado, sin duda, el despacho, a gusto del ministro de Agricultura; es, por el contrario, para él una derrota aplastante. Comparemos sus conclusiones con lo que yo sostuve en la sesiones del 19 y del 8 de septiembre del año pasado y con lo que sostuvo el ministro de Agricultura y ha de verse que me da toda la razón.
La sensación pública es que el ministro de Agricultura, después de ese despacho de sus correligionarios, ha quedado, como ministro, moribundo.
¿Por qué no lo he firmado, entonces? Porque no encara todas las cuestiones surgidas de la investigación y no contiene soluciones proporcionadas a la gravedad de las situaciones que se han puesto en evidencia. Lo considero por eso, como ya dije, incompleto e impreciso.
Omite toda alusión a la ineficacia absoluta del ministro de Agricultura, revelada de mil maneras y ligada al porvenir de cualquier iniciativa que se promueva para corregir los males existentes; omite, de igual modo, la constancia de actos oficiales de donde surge un propósito visible y persistente de favorecer pecuniariamente a las compañías frigoríficas extranjeras, con entero olvido de los intereses del país; omite abrir juicio sobre los efectos funestos que produce el hecho de que el 85 % de la cuota argentina, deba ser adjudicado exclusivamente a compañías frigoríficas extranjeras y que el 11 % de que dispondrá la Corporación Argentina de Productores de Carnes no pueda ser concedido, ni siquiera en parte, a compañías argentinas que persigan propósitos de beneficio privado, lo que implica descalificar a los argentinos para comerciar con el más noble y genuino producto de su suelo; omite en absoluto abrir un juicio claro sobre los beneficios que pudo obtener la ganadería argentina de la actuación de asociaciones cooperativas que hubieran manejado la cuota del 11 % en los dos años transcurridos desde la firma del Convenio de Londres; y admite en silencio que, después de negada la cuota a las cooperativas argentinas, invocando la conveniencia de no fragmentarla, se concede ahora un 7 %, en dos fracciones, y una de las fracciones negada a entidades argentinas, se le ha dado a la compañía inglesa Smithfield, que forma parte desde tiempo inmemorial de las empresas frigoríficas combinadas en el monopolio de los embarques; empresa multada repetidas veces por sus clasificaciones en- perjuicio de los ganaderos nacionales.
Omite el reconocimiento de que las empresas argentinas que trabajan en conjunto su ínfima cuota de 4 % realizan ganancias que prueban la posibilidad de emanciparse del monopolio extranjero, demostrando que la venta-de la carne argentina en Gran Bretaña es perfectamente factible por intermedio de consignatarios locales.
Omite toda referencia al dumping en el comercio interno, que si no fue especialmente incluido entre los fines de la investigación, no podía ser menospreciado cuando la investigación puso en evidencia el plan de monopolizar el comercio interno, como se ha monopolizado el comercio exterior.
Omite toda referencia a los costos de industrialización, cuya fácil determinación ha probado que el Ministerio de Agricultura no los ha conocido antes porque no ha querido conocerlos.
Omite toda referencia a las maniobras de los frigoríficos, destinadas a defraudar el impuesto a los réditos, maniobras que han llegado al punto de consagrar la doctrina de que se les admita a ese efecto compensar pérdidas en Australia, Nueva Zelandia y Brasil con las ganancias que realizan en la Argentina; y por último no ha considerado en forma alguna la vida de los obreros que trabajan en los frigoríficos en condiciones antihigiénicas y en viviendas miserables, ganando salarios insuficientes.
Las conclusiones de ambos despachos se apartan, en razón de las restricciones del uno y de la amplitud del otro.
Votada la reglamentación de la contabilidad de los frigoríficos que propone el segundo proyecto de la mayoría, los frigoríficos no podrían ocultar en adelante los costos de industrialización, pero,            juicio, basta la Inspección Nacional de Justicia, si aplica estrictamente el Código de Comercio.

Sr. Landaburu. — La Inspección Nacional de Justicia no tiene facultades legislativas, señor senador.

Sr. de la Torre. Le estimaré que no me interrumpa, como yo no le interrumpí.

Sr. Landaburu. — Como me ha hecho una alusión tan directa, quería decir simplemente que la Inspección Nacional de Justicia no tiene facultades legislativas.

Sr. de la Torre. Sí, señor; yo creo bastante que la Inspección Nacional de Justicia aplique el Código de Comercio. Es posible que el proyecto de la mayoría vaya más lejos, y habría que averiguar entonces si es necesario que el proyecto de la mayoría vaya más lejos. Yo estoy convencido de que bastan la Inspección de Justicia y el Código de Comercio para que las compañías frigoríficas tengan la contabilidad que deben tener.

Sr. Landaburu. — Inspección de Justicia creada por un decreto, que se podría suprimir con otro decreto.

Sr. de la Torre. Si vamos a entrar en esa clase de disquisiciones de importancia secundaria, no vamos a terminar.

Sr. Landaburu. — No desearía interrumpirlo de ninguna manera, señor senador.

Sr. de la Torre. Puede interrumpirme en cuestiones de más importancia que ésa.
El segundo proyecto es más grave. Existiendo cooperativas de exportación con amplias cuotas o estando la exportación en manos del Estado, sería un buen proyecto. La clasificación de las carnes y la fijación del precio de acuerdo con las clasificaciones, son viejas aspiraciones del gremio ganadero, nunca satisfechas por el Ministerio de Agricultura.
Pero el proyecto que se presenta, si hubiera de aplicarse durante la vigencia del monopolio, sería dar un cuchillo a los frigoríficos, que lo emplearían contra los pequeños productores.
Si los frigoríficos en la- actualidad no hacen todas sus compras, todas, dentro de la clientela selecta que los apoya, es porque al señor Tal le pagan 28 centavos y a Juan Pueblo le pagan 18 centavos, por novillos iguales a los del señor Tal. El día en que, de acuerdo con el proyecto de la mayoría, tuvieran que pagar 28, 26 o 24 centavos a todos los vendedores de la misma categoría, no tendrán interés por los novillos de Juan Pueblo, y Juan Pueblo no vendería.
El proyecto es prematuro; antes, habría que torcerle el pescuezo al monopolio, que el despacho de la mayoría deja intacto.
Estas razones no me han permitido subscribir el despacho y explican la orientación muy distinta de las soluciones de fondo que plantea el mío, aun cuando sea por el momento en forma de simples declaraciones.
El objeto de esta investigación se puede concretar en pocas palabras: se desea saber en qué condiciones se realiza el comercio de carnes y si los productores y los intermediarios reciben cada uno lo que en justicia les debe corresponder.
El comercio de exportación recae sobre el ganado de mejor clase y sus cotizaciones influyen en los precios del mercado interno, aun cuando el número de animales exportados sea menor que el de los animales consumidos en el país.
Diversas circunstancias harían suponer que la exportación de carnes enfriadas argentinas debe producir resultados muy satisfactorios, ya que nuestro país ofrece condiciones privilegiadas para criar, engordar y exportar ganado. Registra los costos de producción más bajos conocidos, se encuentra a menor distancia que sus rivales del mercado consumidor y la calidad de sus carnes es notoriamente superior a la calidad de las que compiten con ellas. Obtienen por eso precios superiores.
Cuando los cuartos traseros de bovinos argentinos se cotizan en Smithfield, por ejemplo, a 4 chelines, por stone de 8 libras, los cuartos traseros australianos hacen, a lo sumo 3 chelines; los canadienses, 2 chelines y 10 peniques; los neozelandeses, 3 chelines y 4 peniques; los uruguayos 3 chelines y 7 u 8 peniques, y los de Rodhesia, 3 chelines, 1 penique. Estas diferencias explican la queja reiterada de los ganaderos australianos por los 2 peniques por libra menos que, según ellos, obtienen sus carnes comparadas con las argentinas. Lo común es que obtengan 1 ½ o 1 ¾ peniques menos por libra, diferencia que se reproduce en los cuartos delanteros, sobre la base de cotizaciones más bajas.
Cuando los delanteros argentinos obtienen 2 chelines, 3 peniques, por stone, por ejemplo, es difícil que sus rivales alcancen a más de un chelín y 6 peniques. La diferencia sobre una res limpia de 640 libras, llega holgadamente a 60 pesos por cabeza en favor de las reses argentinas y en contra de las australianas.
Para el ganadero argentino, los precios de su chilled en Gran Bretaña serían suficientemente remunerativos si él los recibiera; después de deducidos los gastos de industrialización, transporte y comisión de venta. Pero no los recibe. Se interpone el frigorífico y se los lleva.
Los precios de venta no son fijos; varían de por sí en el mercado de Smithfield y los frigoríficos ayudan a la confusión ocultando el precio real, unas veces transfiriendo la carne y demás productos a compañías filiales, de distribución que realizan nuevas ganancias, otras veces simulando ser agencias industrializadoras que venden a terceros a precio de costo, y otras veces, lisa y llanamente, ocultando las cuentas de venta, como lo han hecho con la Comisión Investigadora.
Por otra parte, el mercado de Smithfield, a juicio del Ministerio de Agricultura argentino, sólo recibe el 40 %, más o menos, de la carne argentina. En lo que no pasa por Smithfield, está comprendido lo más selecto de los cargamentos y se reparte en camiones directamente de las bodegas de los vapores a las carnicerías de lujo, a los grandes hoteles, a las playas de baño y a las residencias de los potentados, haciendo precios superiores a los del término medio de la carne que se vende en Smithfield.
El gobierno argentino jamás ha procurado informarse directamente de esas modalidades y conocer por sus medios propios el verdadero valor de realización de las carnes argentinas en el Reino Unido.
La comisión investigadora no ha recibido un solo dato oficial a este respecto. No podía enviar un delegado a Inglaterra a investigar los precios de venta y ha debido conformarse con los precios de Smithfield, que llegan semanalmente en una hoja titulada “Weekly Record of Wholesale Prices”. Es la que utiliza la junta Nacional de Carnes para sus resúmenes de precios. No tiene más datos la junta de carnes después de un año y medio de funcionamiento.
Esta inseguridad acerca de los precios de venta en el Reino Unido constituye, sin duda, un contraste para la investigación, pero es una falla, que en vez de disminuir, acrece el valor de sus conclusiones. A falta de precios bien controlados, ha tomado los precios corrientes de Smithfield, que son inferiores a los reales para la carne argentina.
No los pueden objetar, entonces, el ministro de Agricultura, ni los frigoríficos, ni la Junta Nacional de Carnes.
Esos precios han oscilado, según el gráfico del Ministerio de Agricultura — aquí lo tengo — entre un mínimo en 1934, de 52 centavos y un máximo de 73, dando un término medio anual de 0,6290 por kilo, equivalente a $ 215,70 por cabeza, en esta forma: 300 kilos de carne limpia, a 62,90 centavos son $ 188,70, y por subproductos, $ 27. Más adelante analizaré lo que esos precios y ese producto bruto significan del punto de vista de la ganancia de los frigoríficos; por ahora me limito a afirmar que si el ganadero argentino, en vez de vender en las estancias a 25 centavos el kilo promedio que dice el Ministerio de Agricultura que pagan los frigoríficos y que pronto se verá que no es el promedio que pagan, o de vender di Liniers a 16 o 18 centavos, recibiera de una cooperativa $ 215,70 porcada novillo, menos $ 50, que es la cifra máxima a que alcanza el costo de la industrialización, flete, seguro y comisión de venta, según los resultados de esta investigación, recibiría 165 pesos por cabeza en vez de $ 125.
No tiene, pues, ante sus ojos el ganadero argentino el pavoroso problema que se presenta a otros productores: la insuficiencia del precio de venta.
El problema ganadero argentino se reduce a la organización de las ventas a fin de que el intermediario no se quede con las utilidades, problemas que en otro género de industrias, es a veces muy complicado, pero que en la exportación de carnes no lo es, porque no existe industria más sencilla que la, de faenar un novillo, limpiarlo muy bien y enfriarlo. Es más difícil fabricar un par de botines y el país está lleno de zapaterías.
Los señores senadores habrán oído decir que el negocio de exportación es muy difícil. ¿A quién lo han oído decir? A los interesados en que se mantengan las situaciones creadas, expresión favorita del señor ministro de Agricultura en su defensa permanente del monopolio frigorífico.
Es, sin embargo, un negocio fácil. Tenemos la prueba a la vista. La ofrecen los señores Grondona y Compañía. El señor Grondona es un ejemplo y hasta un emblema del porvenir de la exportación de carnes argentinas por pequeños productores o por pequeñas empresas. Ha exhibido sus libros sin reticencias, a diferencia de las compañías extranjeras, naturalmente, y de ellos resulta que con una cuota de 0,67 % y con un pequeñísimo capital, en 1934 ha ganado 248.835 pesos. Y no es un caso único, por cuanto el Frigorífico Gualeguaychú, libre de las dificultades que antes lo trabaron, ganará, al parecer, en 1934 - 35 el 30 % de su capital, no obstante negarle el gobierno argentino el privilegio que acuerda a los frigoríficos extranjeros, de no entregar todas sus divisas. ¿Por qué razón sucede lo que estamos viendo? ¿Por qué razón un negocio bueno, que es vital para la economía argentina, se ha enfeudado a una “maffia” de compañías extranjeras que estrangulan al productor argentino? Por dos razones: falta de capacidad gubernativa y predominio de intereses personales.
No me especializo con el gobierno actual; igual incapacidad, aunque mejores intenciones, existió en los gobiernos anteriores.
Hombres de negocio, avezados, como don Antonio Devoto, el señor Sansinena, don Benito Villanueva y el señor Mihanovich, se apercibieron de la conveniencia de exportar carne argentina, que en aquellos tiempos no era aún chilled, sino congelada, que vale mucho menos. La imposibilidad de seguir trabajando en que se vieron, se invoca para demostrar que el negocio era arriesgado y malo, pero se oculta, con malicia, que lo malo no era el negocio, sino las trabas que le imponían hasta hacerlo impracticable las compañías rivales, infinitamente más poderosas, dejadas obrar por el gobierno argentino.
Acaparaban las bodegas y abarrotaban el mercado consumidor: inconvenientes subsanables para cualquier gobierno que se hubiera propuesto defender, no el interés personal del señor Devoto, ni del señor Villanueva, del señor Sansinena o Mihanovich, sino el interés del mañana, el interés de los productores.
Las compañías argentinas desaparecieron absorbidas por las extranjeras, y la que subsistió, Sansinena, tuvo que marcar el paso; así recibió de la conferencia un 7 % de bodegas.
Fue entonces, en 1923, cuando presenté un proyecto en la Cámara de Diputados a fin de resolver radicalmente la situación. Dije en pocas palabras: “Hay un monopolio de hecho que domina la exportación de nuestras carnes y despoja a los productores argentinos del fruto de su trabajo. No se le puede vencer porque tiene recursos pecuniarios ilimitados. Establezcamos entonces el monopolio del Estado. “Muerto el perro se acabó la rabia”.
Presenté ese proyecto el 14 de abril de 1923 prohibiendo la exportación de carnes, y facultando al Poder Ejecutivo a concederla a las compañías que aceptaran las condiciones que el Poder Ejecutivo les impusiera. El Poder Ejecutivo y el Congreso consideraron que debían dejarse las cosas como estaban, como estuvieron siempre y como están hoy.
Tenemos entonces dos puntos de partida para derivar conclusiones. Primero: la calidad de la carne enfriada argentina, le asegura el más alto precio en el Reino Unido, entre todas las carnes importadas. Segundo: ese precio es suficiente para que los productores argentinos obtengan un resultado satisfactorio. Agreguemos un tercer punto: el mercado inglés necesita imprescindiblemente de la carne argentina para su consumo normal, no sólo porque el chilled argentino representa el 80 % de la importación, sino porque los importadores rivales no podrían suplir la importación argentina, ya que no tienen suficiente ganado ni en número, ni en calidad y carecen de campos de invernada comparables con los argentinos. Australia, Sud África y Brasil son países tropicales que sólo han podido mestizar su ganado limitadamente.
El que exporta mayor cantidad a Inglaterra, que es Australia, se encuentra más distante que los demás y debe soportar fletes muy altos comparados con los que rigen para la importación argentina, y el mismo costo de industrialización es más elevado en Australia, porque los salarios de los obreros de frigoríficos son más altos que en la Argentina.
Estos puntos de partida demuestran que el problema de la exportación de carne chilled ofrece condiciones ventajosas para los ganaderos y debe tener solución. Todo se reduce a transferir las ganancias exorbitantes de los frigoríficos a los productores. El único obstáculo que existe, es el monopolio que han impuesto seis compañías extranjeras, ante la indiferencia del gobierno argentino, y con la complicidad de un círculo de ganaderos, generalmente nacionalistas y principalmente invernadores que sirven al monopolio. He dicho 6 y no 7 compañías frigoríficas, por cuanto la compañía Sansinena que en la actualidad realiza utilidades importantes, ha sido hasta ahora una víctima de las otras compañías extranjeras.
El ministro de Agricultura no niega la existencia de las combinaciones monopolistas, ni oculta que tienen en sus manos establecer precios arbitrarios. Son hechos de comprobación demasiado fácil para que pudiera negarlo. Por eso mismo su situación se agrava; reconoce la existencia del monopolio y en vez de encaminar la acción oficial hacia su supresión, se pone a su servicio y despliega como bandera “el respeto absoluto de las situaciones creadas” es decir el respeto absoluto del monopolio.
Esa frase cuya paternidad se atribuye al asesor de los ministros de Agricultura y Hacienda, señor Prebisch, fue pronunciada por primera vez por el ministro de Agricultura en la inauguración de la Exposición Rural en 1934, entre los aplausos de los grandes invernadores y grandes criadores y después en esta Cámara y en la comunicación dirigida a la Comisión Investigadora el 14 de diciembre de 1934, contestando un cuestionario que le había sido presentado. Esta última comunicación fue repartida en folleto, profusamente, no obstante tratarse de un documento de la comisión que, correctamente, no podía divulgarse sino por ella.
El ministro que proclamó el respeto absoluto de las situaciones creadas en la página 7 del folleto a que me refiero, dice: “no es necesaria una larga explicación para demostrar que el reparto de las compras constituye prácticamente una combinación monopolista entre los frigoríficos, que les confiere el dominio de la demanda de ganado y les permite, dentro de límites muy amplios “establecer precios arbitrarios” distintos de los que resultarían de un régimen de libre concurrencia. Este poder de los frigoríficos se acentúa en las épocas de exceso de ganado como la presente”.
La contradicción entre este párrafo y la actuación del ministro de Agricultura, desconcierta. Si reconoce la existencia de un monopolio cuya consecuencia directa es la desaparición de la competencia en las compras y el establecimiento de precios arbitrarios, no se comprende cómo se pone al servicio del monopolio y hace suya la política del “respeto absoluto de las situaciones creadas”.
Podemos establecer entonces los siguientes hechos capitales:
Primero, existe un monopolio del cual deriva la vigencia de precios arbitrarios; segundo, el monopolio se creó y subsiste por la inacción del gobierno argentino y de los mismos ganaderos; tercero: la aceptación de la cláusula del Convenio de Londres, que deja en manos del gobierno británico la distribución del 85 % de la cuota de importación argentina, con exclusión de los importadores argentinos, consolida y legaliza el monopolio; cuarto, el desconocimiento del derecho de los argentinos a organizar compañías que exporten carnes al Reino Unido persiguiendo propósitos de beneficio privado es inicuo y humillante: quinto, el establecimiento del monopolio de la exportación de carne por el Estado argentino, facultado para conceder contratos de exportación a las compañías que acepten mantener una relación razonable entre los precios de venta y los de compra, daría solución a las dificultades presentes y aseguraría a los ganaderos una retribución satisfactoria.
No contiene este plan ninguna declaración de guerra a muerte a los frigoríficos, que sería absurda y torpe, pues su desaparición total causaría perjuicios. Esas mismas compañías podrían solicitar contratos del Poder Ejecutivo, pero en vez de la libertad de que hoy disponen para apoderarse de todas las ganancias tendrían que realizar beneficios razonables.
La ley 11.747, que ha dado lugar a la organización de la Corporación de Productores, no puede dar resultados completos debido a la exigüidad de la cuota sobre la que recae, hasta habría peligro, si no se establece el monopolio del Estado, de que las compañías combinadas, desaparecidas las cuotas, volvieran a las maniobras que usaron en los tiempos de El Argentino y de La Blanca. La corporación surgida de la ley 11.747 está en manos del grupo de ganaderos adictos al ministro de Agricultura y a los frigoríficos, y no demuestra acción, ni eficacia. Se podría temer el fracaso de la ley 11.747 por mala aplicación y por insuficiencia de la cuota.
Establecidos estos aspectos generales, que anticipan una visión de conjunto sobre los puntos centrales de esta investigación, paso á referir la forma en que se ha realizado y a exponer sus resultados, que, a mi juicio, llenan ampliamente el objeto que se tuvo en vista.
Si hubiera podido efectuarse en condiciones normales, yo habría seguido otro plan de exposición. Llamo condiciones normales a que las compañías frigoríficas investigadas hubieran exhibido lealmente libros bien llevados; a que la Cámara de Diputados, sancionando la ley reglamentaria de las facultades de las comisiones investiga; doras, hubiera dado los medios para hacer efectivas medidas eficaces contra las que desacataran sus decisiones; y a que el Poder Ejecutivo, en vez de dificultar la marcha de la comisión, le hubiera prestado una colaboración sincera.
Nada de eso ha ocurrido. La opinión y los diarios han creído que las compañías frigoríficas proporcionaban los elementos que se les pedían, debido a la reserva guardada por la comisión acerca de su actitud. No ha sido así, y comprendo la sorpresa que habrán tenido los señores senadores al saber que las empresas del monopolio argentino, que manejan el 96 % de la cuota, han obstaculizado a cara descubierta la investigación ordenada por el Senado de la Nación. No obstante eso, la comisión ha llegado, al fin, a saber lo que le interesaba en lo concerniente al comercio exterior: precios de compra, costos de industrialización, gastos de fletes y seguro, precios de venta, beneficios que obtienen los frigoríficos, todo lo cual permite abarcar las condiciones en que se realiza el comercio de exportación de carne enfriada, bajo un régimen de monopolio y compararlo con las condiciones en que podría realizarse bajo un régimen de libertad. Los inconvenientes derivados del rechazo de la ley reglamentaria por la Cámara de Diputados, han sido grandes.
La comisión se vio desobedecida especialmente por los frigoríficos Anglo, Armour, La Blanca y Wilson, y no pudo castigar su alzamiento; el arresto del gerente del Anglo y el secuestro de los papeles y libros embarcados clandestinamente en el vapor Norman Star hicieron creer que la comisión tenía facultades suficientes y no era así. Al señor Tootell se le pudo arrestar hasta que entregara los libros y papeles cuya existencia había reconocido, aún cuando alegaba que los había mandado a Inglaterra; era una simple medida de compulsión, hasta que los entregara. Pero otros gerentes, aleccionados sutilmente por expertos abogados argentinos, alegaban haber destruido las planillas de costo, y, en ese caso, arrestarlos hasta que las entregaran podía importar la exigencia de una condición de cumplimiento imposible.
No se podía demostrar que las planillas estaban ocultas y no destruidas, aun cuando esa fuera la verdad. La falta de la ley que la Cámara de Diputados aplazó, no permitía ni siquiera aplicar una multa.
También ha sido funesta la falta de cooperación del Poder Ejecutivo; la cooperación de un poder público no consiste en contestar cortésmente las notas y deshacerse en manifestaciones insinceras de adhesión a un propósito abstracto; ha de consistir en hechos y, en ese terreno, la comisión sólo ha encontrado dificultades, mala voluntad y respuestas evasivas o inexactas de parte de los ministros y de los jefes de reparticiones administrativas, con excepción del Frigorífico Municipal que autorizó a su contador a que trabajara con la comisión.
Así, por ejemplo, las estadísticas presentadas por el Ministerio de Agricultura, adolecían de inexactitudes que no se ignoraban y fueron comunicadas a la comisión sin hacerle la menor advertencia acerca de sus errores y deficiencias.
Las clasificaciones del ganado que aparecían hechas en el ministerio, puesto que fundaba en ellas los promedios de precios de los novillos chilled resultaron hechas por los mismos frigoríficos y copiadas al pie de la letra, sin control alguno por los inspectores del ministerio; y respecto del aumento de los precios de compra, que debió ser consecuencia necesaria del decreto de 28 de noviembre de 1933, mejorando el cambio en un 20 %, informó a la comisión el ministro de Agricultura, que no sólo había sido hecho efectivo por los frigoríficos en la proporción correspondiente al mayor valor adquirido por la libra, sino en mayor proporción aún, tomando de su utilidades las compañías frigoríficas una parte para beneficiar a los ganaderos, afirmaciones que han resultado todas desprovistas de verdad, cuando los contadores de la comisión han compulsado los libros de las compañías y han encontrado que la mayor bonificación ha llegado al 11.86 % del aumento en el frigorífico Swift, habiendo compañías como La Blanca, que sólo bonificó el 4,76 por ciento.
Y cuando la investigación, en lo referente al pago del impuesto a los réditos, comprobó evasiones que revelaban prima facie gruesas defraudaciones de parte de algunos frigoríficos, el ministro de Hacienda, después de dos meses de demora, negó el examen de los libros donde se asientan las declaraciones juradas y no dispuso medida alguna que tendiera al esclarecimiento buscado por la comisión. Iguales o análogas sospechas surgieron respecto de la venta dé divisas por las empresas organizadoras del monopolio, y han de asombrarse los señores senadores cuando vean, en las versiones taquigráficas agregadas al despacho, en qué forma el jefe de la oficina de cambios trató por todos los medios de sorprender a la comisión y de eludir los informes acerca de lo puntos que se deseaba aclarar.
Y en lo referente a las irregularidades en la contabilidad de los frigoríficos, violatorias del Código de Comercio, verán también, cómo el ministro de justicia fue invitado a intervenir en su comprobación por intermedio de la repartición correspondiente, a los efectos a que hubiere lugar, y todo lo que se consiguió fue que un contador de la Inspección de Justicia se presentara un día en la comisión, conversara 10 minutos y no volviera más.
Por último, no fue un secreto para nadie que el rechazo del proyecto de ley reglamentaria de las facultades de las comisiones investigadoras, se produjo en la Cámara de Diputados por sugestiones emanadas de miembros del Poder Ejecutivo.
A pesar de todos estos inconvenientes —que más adelante iré concretando en capítulos especiales— la comisión investigadora en minoría establecerá en este informe los costos de industrialización de la carne bovina chilled, los costos a bordo y en destino y las utilidades que produce su negociación. Los papeles encontrados en el vapor Norman Star, la documentación entregada por la compañía Swift y los libros de las empresas argentinas frigorífico Gualeguaychú y Grondona y Compañía co operarán a los cálculos y a las demás comprobaciones.
Las empresas que han negado las planillas de costo de industrialización, anteriores a las fecha en que el Senado ordenó la investigación y han fraguado costos posteriores más elevados, como las compañías Armour y La Blanca, han dado lugar a que se comprueben sus fraudes y depone contra ellas su propia actitud al ocultar sus papeles y al pretender que no reciben cuenta de venta de sus cargamentos de chilled.
CONTABILIDAD DE LOS FRIGORIFICOS
El Código de Comercio dispone que los comerciantes lleven libros y asienten en ellos “día por día y según el orden en que se vayan efectuando, todas sus operaciones”. Esta disposición es suficiente para comprender que si, mediante cualquier subterfugio, un comerciante disimula las operaciones, al extremo de que sea imposible descubrir las condiciones en que se han realizado, se coloca fuera de las prescripciones del código, aunque lleve los libros indispensables que enumera el artículo 44.
Es permitido eliminar del Diario las operaciones de caja, llevándolas en un libro especial, pero, cuando eso ocurre, el libro de Caja pasa a formar parte integrante del Diario y no puede ser destruido, como lo dispone el artículo 46.
Por extensión, sería también lícita la anotación en el Diario de partidas globales cuyos detalles se consignen en libros especiales, pero ese sistema no puede implantarse sin que los libros especiales que contengan los detalles, entren a formar parte integrante, como el de Caja, del Diario y no sean destruidos.
El examen de los libros de los frigoríficos investigados, permite formarse un juicio claro de los ardites de su contabilidad.
No fue una novedad para la comisión comprobarlo desde el primer momento. Las compañías extranjeras se habían uniformado en el propósito de no proporcionar datos de su contabilidad que permitieran establecer el costo de las carnes franco a bordo, la clasificación en playa o graduación de las tropas faenadas, la regraduación en las cámaras y el traspaso a chilled de carnes compradas a precios bajos bajo otra clasificación. Adoptaron la misma actitud de resistencia que opusieron a la ley de contralor del comercio de carnes y pretendieron que la investigación de los cálculos de costo atentaba contra sus secretos industriales y que su divulgación por la comisión investigadora sería ilegal.
Este argumento capcioso e inconsistente que había tenido, sin embargo, la virtud de detener durante doce años la aplicación de la ley de contralor del comercio de carne, por el Poder Ejecutivo, fue renovado ante la comisión por cada uno de los gerentes de las empresas investigadas, con excepción del frigorífico Gualeguaychú, y de la empresa Grondona y Compañía, que exhibieron sus libros, sin reservas.
La comisión no tomó en cuenta la objeción fundada en la violación del secreto, por cuanto no se proponía investigar, y mucho menos, divulgar ningún secreto, ni industrial, ni comercial, y ordenó se exhibieran los libros a una comisión de contadores que nombró, compuesta primeramente por los señores Samuel Yasky, contador general del frigorífico Municipal, y los doctores J. González Galé y Mauricio Greffier. Por ausencia de este último y después por su renuncia, lo reemplazó don Antonio Lascurain. Para la investigación del comercio interno fue designado el contador señor Angel R. Masse, y para el frigorífico Swift de Rosario, el contador Amado F. Bruni.
Los contadores se presentaron el 15 de noviembre a los frigoríficos Anglo y Sansinena, y ambas empresas, cumpliendo una resolución convenida por todas, con el consiguiente asesoramiento de letrados importantes, tomaron una actitud que significaba un alzamiento real contra la investigación, bajo una aparente conformidad.
FRIGORIFICO ANGLO
El presidente local de la compañía, señor Tootell, hizo conducir a los contadores por un empleado a una oficina en la cual había diversos libros comerciales que les fueron entregados. Eran los libros rubricados. Al requerírseles las planillas y la documentación complementaria manifestó el letrado que la compañía se allanaba a satisfacer el pedido de la comisión por la presión de la fuerza pública; que no facilitaría en modo alguno el desempeño de la misión y se limitaría a hacer entrega de los elementos que se le solicitaran, a cuyo efecto los contadores serían atendidos por un empleado especial, a fin de evitar que se dirigieran al personal de la compañía; que no podían ser considerados bienvenidos y no se ofrecería ninguna colaboración que excediera los límites expresados; que si tenían algo que buscar, lo hicieran por su cuenta; y para ser más expresivo, agregó “que podían buscar lo que les faltara por el suelo o por los rincones”.
Cuando se solicitaron los cálculos de costos por los contadores, contestaron que no tenían oficina de costos, ni planillas de costo por tropa, ni planillas mensuales, ni balances por departamento, ni planillas de graduación, ni planillas de regraduación. Faltaban, en una palabra, todos los elementos esenciales pasa la determinación de los costos, objetivo principal de la investigación.
Sólo era posible esa falta, habiendo sido ocultados o destruidos ex profeso. A fin de intentar la comprobación de ese hecho, la comisión citó a declarar al gerente señor Tootell, y a los empleados de la oficina de costos suprimida, señores Esteban Pecoud, José Zanetti, Tomás Gannon, B. Boote, y H. R. Ahrens. Incurrieron en contradicciones flagrantes.
El señor Tootell negó que se tuviera la costumbre de hacer planillas del costo por tropa; los empleados declararon que las hacían en tres copias, y cuando le fue comunicado al señor Tootell lo dicho por sus empleados, ya no negó, pero dijo haber quemado las copias que le quedaron y haber remitido los originales a Inglaterra. Terminó el declarante, diciendo textualmente estas palabras: “Yo digo francamente que nosotros no queremos mostrar los costos privados”.
Esa declaración motivó una medida compulsiva: el arresto, hasta que presentara las planillas de costos enviadas a Inglaterra. Después de varios días ofreció, por intermedio de su letrado, el doctor Horacio Beccar Varela, solicitar a Londres las planillas de costos. Se le puso en libertad, en atención a que lord Edmundo Vestey prometió por telégrafo, enviar las planillas. Lord Vestey faltó a su palabra, pues, como se verá en los informes de los contadores, lo enviado de Londres se reduce tan sólo a planillas incompletas e incoherentes de los meses de julio, agosto y setiembre de 1934.
Casi simultáneamente, recibió la comisión denuncias acerca de la destrucción y ocultación de documentos a que se habían entregado repentinamente todas las empresas con el propósito de substraerlos a la investigación. Una denuncia concreta se refería al embarque clandestino de papeles y libros realizado por el frigorífico Anglo en el vapor Norman Star, de la Blue Star Line, y al envío de tres remesas de libros y papeles a Fray Bentos. Efectuada la diligencia del secuestro por el comisario interino del Senado, señor Mercado, y por el secretario de la comisión, señor Núñez Brian, fueron descubiertos en una carbonera del vapor cuarenta cajones con el rótulo de comed beef, cubiertos por bolsas de estiércol de los cuales 21 contenían papeles y libros embarcados clandestinamente como comed beef.
Entre los papeles secuestrados, aparecieron muchas planillas de costos; un gráfico con los precios de costo correspondientes a todo el año 1933 y a Enero y Febrero de 1934 —documento de la mayor importancia, que tengo aquí en mi poder, porque es el resumen irrefutable de los costos durante ese período—; una planilla que también tengo aquí, de la que resulta que el traspaso a chilled de carnes compradas bajo otra clasificación por el frigorífico Anglo, alcanzó en el año 1934, al 33 por ciento de lo exportado; numerosas piezas de correspondencia con instrucciones de distinto orden, y entre ellas algunas que tienden a disimular ganancias; estudios analíticos sobre costos, de los que resultan evasiones en la venta del cambio; resultado de los subproductos y otros libros y papeles sin importancia, cuya presencia confirma la fidelidad de los datos recibidos por la comisión, según los cuales, tanto el embarque en el Norman Star como la destrucción por el fuego en los hornos del frigorífico y la ocultación en sitios distantes se habían efectuado aceleradamente, sin el tiempo necesario para una clasificación prolija. Por último, se tuvo la suerte de encontrar una copia inicia-lada de las instrucciones, expedidas por el auditor, señor Ahrens para la conservación de los costos, cuya existencia había negado 24 horas antes el señor Tootell. En esas instrucciones —fechadas poco tiempo antes, el 14 de setiembre—, el auditor, señor Ahrens, ordena al jefe de costos, señor Plowman, que guarde copia de los costos mensuales bajo llave, en su propio escritorio, y las demás en la oficina, también bajo llave.
Probada la remesa de cajones con papeles a Fray Bentos, se intimó su devolución y fue acatada, aparentemente, pero los papeles devueltos correspondían todos a operaciones de faena, romaneos, compras, etcétera, del establecimiento de Fray Bentos, mostrando que los auténticos habían sido suplantados. Llamados a declarar al respecto el subgerente señor Beak, que concurrió con su letrado el doctor Beccar Varela, el contador Willet y el auditor Ahrens, sus explicaciones insuficientes no destruyeron las sospechas que surgían del examen de los papeles. No pudieron demostrar con las constancias de la correspondencia o de los copiadores que se les pidieron, que dichos papeles pertenecientes al frigorífico de Fray Bentos hubieran estado alguna vez en Buenos Aires, ni que fueron reexpedidos después de examinados.
FRIGORIFICO SANSINENA
El mismo día 15 de noviembre en que los contadores se presentaron en las oficinas del Anglo, concurrieron a la compañía Sansinena. Se les dijo que en la fábrica de Avellaneda serían atendidos por el contador. Una vez allí, el contador les entregó exclusivamente los libros rubricados. Del mismo modo que en el frigorífico Anglo, faltaban los elementos esenciales para la determinación de los costos de industrialización, objetivo principal de la investigación. Sin embargo, la compañía Sansinena, después del arresto del señor Tootell, cambió de actitud y exhibió toda la documentación que se le pidió.
Los cálculos de costo que los otros frigoríficos extranjeros, salvo Smithfield, han pretendido que se destruían por innecesarios, fueron presentados por la compañía Sansinena prolijamente encuadernados. Los costos de la carne chilled en esta compañía, resultan muy elevados, en parte, por recargarlos la utilidad en los subproductos, que llega a 445.950 pesos, y en parte por el monto considerable de los gastos generales. Resulta un costo más elevado que el de Grondona y Compañía, teniendo estos últimos, 0,67 % de cuota y La Negra 7 por ciento.
A propósito del examen de los libros de este frigorífico, yo dejé constancia en el libro de la comisión, de que los contadores, señores González Galé y Lascurain, no habían ahondado todo lo que correspondía en la explicación de las ganancias.
FRIGORIFICO SWIFT LA PLATA
El gerente, señor Kennedy, manifestó al contador de la comisión, señor Yasky, encargado de examinar los libros, su decisión de cooperar ampliamente. Además de los libros rubricados, entregó planillas de costos desde Noviembre 1° de 1933 hasta Octubre de 1934; pero de esos once meses, sólo el último, Octubre de 1934, iba acompañado por las planillas de graduación en playa y ese mes corresponde a una fecha posterior a la investigación. Más adelante, entregó “reconstruidas”, planillas de graduación de tres meses anteriores, sin explicar satisfactoriamente, cómo pudieron ser reconstruidas si habían sido destruidos realmente los elementos indispensables. El personal de la contaduría de la empresa no prestó una colaboración directa, ni hizo indicaciones acerca de la forma en que podían encontrarse los datos que se buscaban, dejando librada su obtención a la pericia del contador de la comisión. En lo demás manifestaron corrección y cortesía. En el informe del contador Yasky se dejó constancia de numerosas omisiones, incorrecciones y deficiencias encontradas en la contabilidad.
En la página 2a párrafo 39, dice: “El sistema que lleva la compañía satisface exclusivamente sus propósitos favorecida por la circunstancia de hecho de que, hasta ahora, las anotaciones no han sido controladas por el Estado; en consecuencia, la compañía ha implantado el sistema, que le resulta suficientemente informativo para el conocimiento de los negocios que realiza, y a la vez económico por la extrema simplificación de la contabilidad. De ahí que se encuentren anotaciones y cálculos básicos, como son los costos, hechos en simples planillas a lápiz común, de las cuales no se conservan los detalles de su origen y sin que se hallen pasadas a los libros o vinculadas como parte integrante de los mismos.
“Los libros rubricados se llevan en cumplimiento de las exigencias del código, pero las sintéticas anotaciones que en ellos se hacen sólo se refieren a las operaciones que llamaré comerciales. El sistema de contabilidad en la fase industrial carece de las debidas formalidades, circunstancia que se agrava por el hecho de conservar la documentación completa que permita comprobar su correlación con los libros principales.
“¿Es posible que las empresas frigoríficas destruyan los papeles y cálculos originarios, conservando sólo las totalizaciones mensuales? se pregunta el contador y contesta resueltamente que no y se inclina —dice— a pensar que la negativa a ponerlos a disposición de la Comisión Investigadora, invocando una supuesta destrucción, no puede ser sincera”.
En la página 6 (capítulo planillas de hacienda vacuna) dice: “Se notará que en todos los meses figuran compras bajo el rubro “Livestock Payments” y “Valenzuela y Bibiloni”, sin indicación de cabezas, peso, ni precio por kilo.”
En la misma página, refiriéndose a las planillas de compras, dice: “No se indica la calidad de la hacienda comprada, que sólo es posible hallar en los cálculos de costos, los que, a su vez, no mencionan el nombre del vendedor y además las tropas en los costos no figuran en el mismo orden numérico que en las planillas de compras”.
En la página 76, bajo el epígrafe: Planillas de cálculos de costos, dice, refiriéndose a la antedicha dificultad de encontrar los comprobantes que corresponden a los costos: “La omisión en los costos del origen de la hacienda no es explicable en un sistema que se proponga ser claro e informativo”.
En la página 130, bajo el epígrafe de: Sumario de costos de carne graduada en la playa, mes de Octubre de 1934, dice:
Desde el comienzo de mi tarea en el frigorífico Swift, he recabado los antecedentes y constancias de la graduación o tipificación de las carnes en playa y sus respectivos precios, sin obtener una información concreta”.
Estudiando a fondo este importante aspecto de la investigación, vinculado también a la distribución de las carnes, elevé a esa Comisión Investigadora, con fecha 7 de Enero próximo pasado, un memorándum que motivó las explicaciones y entrega de las planillas del mes de Octubre, resumidas a continuación. La compañía ha prometido reconstruir las planillas similares de los meses de Noviembre de 1933 a Setiembre de 1934, con las cuales quedaría completo el período investigado.
“Debo informar a esa Comisión Investigadora que es inexplicable la forma en que la compañía podrá hacer ese trabajo reconstructivo sin contar con los papeles originales de los cuales deben compilarse las datos requeridos. Mientras la compañía no facilite los medios de comprobar la exactitud de los datos contenidos en las planillas, de Octubre y de las que entregue el subscripto, se verá imposibilitado de aseverarla por otros medios”.
En la página 131, hace el contador señor Yasky, otra observación muy importante, referente a los precios de las distintas calidades no “chilled”.
“Se puede notar —dice— que son inferiores al precio de playa, lo que repercute en el precio de la calidad principal”.
Y más adelante, en la misma página, agrega: “Surge la evidencia de que de las tropas adquiridas bajo el título de  conserva, consumo o despostada, se ha obtenido también un porcentaje de carne chilled”.
Este hecho vuelve a repetirse al regraduar las carnes en cámaras para compensar el mayor número de cuartos traseros que se exporta”.
En la página 174 deja constancia el informe de que el contador de la compañía Swift ha manifestarlo no conservar las rendiciones de cuentas de las liquidaciones de las ventas en Londres de los meses anteriores a Enero de 1934 (coincide con la fecha en que se dio el decreto mejorando el cambio) y con este motivo dice:
Señalo este caso concreto a la consideración de la comisión como una prueba más de la arbitraria modalidad que la compañía pretende haber tenido respecto a la documentación como la que se trata, requerida ineludiblemente para la investigación”.
En la página 176, refiriéndose a la forma de las rendiciones de cuentas en Londres, dice:
Estas planillas son copias a carbónico, cuyos originales han sido evidentemente manuscritos a lápiz. Carecen de documentación de ninguna especie o comprobantes de las distintas operaciones de ventas efectuadas que permitan formar juicio sobre las características del mercado de ventas. No contando con tales antecedentes y ante la imposibilidad de compulsar su contenido, los resultados demostrados en los legajos que me ha exhibido la compañía deben tomarse con las limitaciones que su examen sugiere. Ninguna referencia permite establecer si el resultado obtenido lo es por ventas directas a los mayoristas o si por el contrario, se trata de operaciones con filiales de la compañía que realizan la distribución de los productos”.
Y, por último, en la página 197, bajo el epígrafe, Resumen y conclusiones, encontrará el Senado el juicio de conjunto que formula el contador señor Yasky sobre la contabilidad del frigorífico Swift, y, como se comprenderá después de lo que he transcripto, declara que la investigación se ha realizado en condiciones deficientes, debido a la forma en que es llevarla la contabilidad.
Reitera la manifestación de que los cálculos de costos llevados en planillas sueltas, a lápiz, sin detalles de origen, no han sido pasados después a los libros y no exhiben vinculación alguna con ellos. Carecen de autenticidad —dice— y de las formas inherentes a los asientos en los libros de comercio. Además, son incompletos.
Las planillas de compra —agrega— no indican la calidad de la hacienda comprada y no es posible encontrarla valiéndose de las planillas de costos, porque éstas no mencionan el nombre del vendedor.
Todo esto —opina el contador—, se ha hecho deliberadamente y se agrava con los traspasos de carnes compradas para consumo y conserva a las cámaras de chilled y con, la desigual exportación de cuartos. Además, no existe libro de existencia y las rendiciones de cuentas de las ventas se presentan sin comprobantes.
No es de extrañar, entonces, que el contador Yasky advierta a la comisión que el examen de los libros y papeles que el frigorífico Swift ha exhibido sólo tiene un valor relativo, puesto que le ha sido imposible comprobar la exactitud de las constancias de dichos libros y papeles.
FRIGORIFICOS ARNIOUR Y LA BLANCA
Estas dos empresas que forman prácticamente una sola entidad, negaron los costos anteriores a la fecha de la investigación. Siendo de todo punto inadmisible que en el mes de Noviembre pudieran haber destruido los costos de producción inmediatamente anteriores, se pudo presumir que se proponían fraguar nuevos costos. Esto carecía de interés para la Comisión Investigadora, salvo bajo el aspecto moral si pudiera demostrarse que los nuevos costos eran fraudulentos. El frigorífico Armour no fué propiamente investigado, aun cuando se requirieron datos y su respuesta deja traslucir la malicia de sus procedimientos, como puede verse de las declaraciones de sus gerentes, señores Porter y Cochrane, cuando fueron citados por la Comisión Investigadora para prevenirles que el contador Yaski comunicaba no haber recibido de ellos las planillas y papeles con las cifras exactas que necesitaba para expedirse.

Sr. Cochrane. — No se pueden dar cifras exactas. Cuando se me preguntó si podría reproducir con exactitud esto, dije terminantemente que no. Sólo se puede hacer un cálculo a grosso modo, tomar el mes de Junio o Julio y ver las compras de las haciendas de mayor precio. Las compras que hacemos en Mataderos son generalmente para consumo.

Sr. Yasky. — En las estancias compran hacienda, que no es para chilled.

Sr. Cochrane. — Pero se sabe por el precio si traemos alguna hacienda de Entre Ríos, por ejemplo.

Sr. Yasky. — Pero no basta, para la misión que tenemos que cumplir. Nosotros tenemos que verificar en los libros y no nos sirve para nada la acumulación de cifras, porque esto puede significar un proceso previo de transferencias.

Sr. Cochrane. — Esto confirma mi punto de vista. Le dije terminantemente desde el primer momento que no se podía reconstruir.

Sr. de la Torre. Se confirma, que ustedes ponen al contador en condiciones de no poder reconstruir los costos.

Sr. Cochrane. — Con los datos que hay disponibles yo no puedo hacerlo.
No había objeto, en esas condiciones, de investigar ese frigorífico.
La Blanca fue investigada sobre la base de sus planillas de Noviembre y Diciembre de 1934, posteriores en dos o tres meses, respectivamente, a la fecha en que se dispuso la investigación.
El resultado de la compulsa justifica ampliamente los temores que permitía abrigar la actitud de las empresas que se negaban a presentar planillas anteriores a Octubre. Los costos de industrialización y el precio F. O. B. acusados, difieren por completo de los que la comisión considera auténticos, por cuanto provienen de las planillas del Anglo encontradas en el Norman Star y de los costos resultantes de los libros del Swift. Resultan también superiores los costos de La Blanca y de Armour a los costos de Grondona y Compañía, que por trabajar con una cuota de 0,67 % debe, necesariamente, soportar una proporción mayor de gastos generales; y resultan superiores, también, a los costos de Gualeguaychú, que tiene una cuota de 3,33 % y transporta su carne en lancha y la transborda en los puertos de Buenos Aires o La Plata.
Una vez puesta en ese terreno, la gerencia del frigorífico La Blanca ha fraguado un costo F. O. B. de 51 centavos por kilo, que contrasta con los costos de industrialización de otras empresas.
Con el propósito de elevar fraudulentamente el costo de la carne, La Blanca ha echado mano de procedimientos groseros, que la investigación ha puesto en claro con suma facilidad.
Es sensible que el miembro informante de la mayoría de la comisión no se haya referido a algunos de ellos. Por ejemplo, en vez de transferir los cueros al departamento respectivo al precio corriente aproximado, como es de práctica, y hacer crédito a la carne limpia del importe, reduciendo su costo, los ha transferido a un precio bajo, a un precio ínfimo, y el resultado de esa maniobra conduce, por una parte, al encarecimiento de la carne, y por otra a producir una ganancia artificial en los cueros; y ha sido tal la falta de medida con que ha procedido La Blanca, que exhibe el siguiente resultado: utilidad en los cueros en 1934, $ 516.786; utilidad en la carne, pesos 578.701. Producen lo mismo los cueros que la carne en ésa empresa frigorífica.
Ha existido en esa compañía, acostumbrada a la impunidad, el propósito de burlarse de la comisión. Realmente, creo que no lo ha conseguido y que no le hará ningún bien la comprobación pública de su mala fe.
 Respecto de la ocultación de utilidades, Armour y La Blanca han procedido con igual desenvoltura, negando las cuentas de venta. A creer lo que han dicho a los contadores de la comisión, sólo reciben un cable que les comunica cifras globales de ganancias, que ni siquiera pueden referir a cargamentos determinados. No existe, pues, manera de comprobar la exactitud de los beneficios que declaran en sus balances.
A juicio de la minoría de la comisión, no deben ser tenidos esos balances por ciertos.
El informe sobre el frigorífico La Blanca dio lugar a distintas apreciaciones en la comisión investigadora. Yo lo impugné por insuficiente y pedí que se rechazara; no es que yo negara la buena fe con que habían procedido los dos contadores encargados del examen; pero la comisión no podía sufrir las consecuencias de su falta de experiencia en la contabilidad de frigoríficos, demostrada en la pericia. El informe sobre La Blanca es, en realidad, oscuro y no contiene sobre muchos puntos las informaciones que debía contener.
FRIGORIFICO WILSON
Puede decirse que se encuentra en las mismas condiciones que Armour y La Blanca; con igual descaro sostuvo que destruye las planillas y que al llegar los contadores de la comisión ya no conservaba las anteriores; pero se produjo un episodio interesante: un día el contador que había negado las planillas faltó a su puesto y lo reemplazó otra persona de la cual los contadores solicitaron algunos datos; el reemplazante del contador del frigorífico, que ignoraba el propósito de ocultación de las planillas anteriores a noviembre, las trajo del sitio donde estaban escondidas… Esta circunstancia tiene el valor que resulta de la comprobación de la mala fe de la compañía y de su alzamiento contra las resoluciones del Senado.
FRIGORIFICO SMITHFIELD
Esta compañía entregó, desde el primer momento, las planillas de costos anteriores a la investigación, no así las de regraduación en cámara que no ha entregado ninguna empresa: Las planillas de regraduación guardan el secreto del traspaso de carnes y sin conocerlas no se pueden establecer los precios verdaderos a que resulta la carne chilled. Si las planillas entregadas fueran sinceras, esta compañía trabajaría muy defectuosamente, pues sus costos son exorbitantes comparados con los del Anglo y el Swift; a semejanza de La Blanca, tendría un costo mayor de industrialización que el Grondona y Compañía y que el Gualeguaychú, no obstante su mayor cuota.
Tampoco presentó la compañía Smithfield las cuentas de venta y se pretende también una agencia de industrialización. Las cuentas se llevarían en la casa matriz y las ganancias serían de la casa matriz.
Hay una circunstancia digna de notarse en honor de esta compañía comparada con el Anglo. Ni la una ni la otra, pagaban el impuesto a los réditos. Pero un día, espontáneamente, la compañía Smithfield se presentó en la Dirección de Impuestos a los Réditos y pagó los correspondientes, dijo, a las utilidades de la casa central, por los años 1932, 1933 y 1934. No puedo abrir juicio sobre el pago en sí mismo de estos réditos, por falta de informaciones de los libros de la casa central, pero señalo el hecho, que es un antecedente valioso para considerar el caso del frigorífico Anglo, que nada paga en concepto de los beneficios obtenidos en el comercio exterior, y lo hace con la plena conformidad del jefe de la Oficina de Impuestos a los Réditos y con la aprobación del ministro.
FRIGORIFICO GUALEGUAYCHU
Presentó sus libros con amplitud, pero la contabilidad, del punto de vista técnico, ha dejado mucho que desear. Los contadores de la comisión que se trasladaron a Gualeguaychú, dicen que “existe la base de una contabilidad de costos similar a la de otras empresas”, pero “que no ha sido debidamente ajustada y señala diferencias que han impedido recoger una amplia información”. Limitado el estudio al ejercicio 1934-35, no ha sido posible conocer cifras de costo por matanzas, pero los cálculos han mostrado diferencias de tal magnitud con las cifras del análisis departamental que a juicio de los contadores las hace inútiles a los efectos de la información que debían suministrar. Los costos de los últimos meses tienden a una mayor exactitud, pero asimismo estudiado el mes de Febrero pasado, han aparecido discrepancias que no permiten aceptar los costos como correctos. Las matanzas por cuenta de La Saladeril de Concordia, cuyo mayor gasto ha sido promediado con el de la faena propia, han desnaturalizado las cifras que figuran en el análisis departamental.
A diferencia de los frigoríficos extranjeros, Gualeguaychú ha presentado las rendiciones de cuenta de sus consignatarios en Londres y los comprobantes correspondientes que no ha presentado ninguna otra empresa.
El promedio de venta en Londres resulta de $ 55,46 por kilo en 1934, pero debe tenerse presente que esta compañía exporta chilled de segunda, tercera y cuarta.
La utilidad del ejercicio que se cerrará el 30 del corriente, era, al 28 de Febrero de 1935, de $ 1.036.363,58, según balance de comprobación presentado por el contador del establecimiento. Ese beneficio, al 30 de Junio, rendiría más del 30 % de interés sobre su capital.
GRONDONA Y COMPAÑIA
En esta empresa, los contadores han encontrado “una contabilidad que se destaca —dicen— por la amplitud de detalles, tanto en los libros rubricados como en la documentación”.
El contrato con el Frigorífico Municipal, que comprende en la misma tarifa, además de la industrialización de la carne, la industrialización hasta cierto grado de tal subproductos no permite establecer los costos en la misma forma que en las demás empresas.
Incluida dicha industrialización de subproductos, el costo F. O. B. sería de 22,29 pesos por cabeza.
La utilidad dejada por la cuota del 0,67 % fue de 248.835 pesos, después de haber destinado a diversas amortizaciones 29.807 pesos. La utilidad se aproxima a 40 pesos por cabeza en número redondos.
UTILIDADES DE LOS FRIGORIFICOS
Antes de establecer detalladamente los precios de compra del ganado en pie, los costos de industrialización y transporte y los precios de venta, deseo que los señores senadores tengan una visión de conjunto acerca de los beneficios que obtienen las compañías frigoríficas. Ese conocimiento anticipado, lejos de ser inoportuno, les permitirá ir apreciando mejor los resultados de la exportación de carne chilled, que la casi totalidad de las empresas ha intentado colocar fuera del alcance de la investigación.
Tomaré a ese efecto un frigorífico de los que tienen mayor cuota. Habría deseado elegir al frigorífico Anglo, que, a mi juicio, debe ser el que realice mayores ganancias, pero simula ser una compañía transformadora que trabaja por el precio de costo para una tercera entidad establecida en el extranjero. En el hecho no existe tal compañía transformadora y se ocultan las utilidades. En la Argentina, el Anglo dice que las utilidades se realizan en Gran Bretaña y en Inglaterra, lord Vestey dice que las utilidades se realizan en la Argentina, y así elude el impuesto a la renta en ambos países.
Podríase hacer la concesión de dar personería a esas compañías transformadoras simuladas; pero, no siendo justo que unos paguen y otros no, debería crearse un impuesto directo a las compañías transformadoras que dicen vender a precios de costo y fijarles una suma equivalente a la que pagan, o deben pagar, las compañías que venden a precios reales.
Tomaré de ejemplo, entonces, a la Compañía Swift, en vez del Anglo. Tiene un capital de 20.000.000 de pesos oro, equivalente a 45.454.000 pesos moneda nacional, y ha realizado en los últimos cinco años utilidades por $ 91.602.360,53. Repetiré la cifra, porque alguien puede suponer que ha oído mal: $ 91.602.360,53, en cinco años, es decir, un beneficio del 40 % anual. Esto resulta de los libros de la compañía Swift, y debe ser el reflejo de lo que ganan los frigoríficos en general; no hay razón para que no sea así.
En el mismo período los ganaderos argentinos productores de la materia prima que ha dado lugar a esa cantidad fabulosa de una compañía extranjera, se han muerto de hambre o poco menos, salvo un relativamente reducido grupo de invernadores y criadores prósperos.
La cifra de beneficios que acabo de dar, ha sido extraída de los libros por el contador Yasky, reconstruyendo las partidas que disimulaban los beneficios. Los balances de la compañía arrojan en los últimos cinco ejercicios una utilidad que es tan sólo de 81.379.319 pesos, a saber: ejercicio de 1930, pesos 19.458.334,59; ejercicio de 1931, pesos 17.742.526,11; ejercicio de 1932, pesos 16.053.421,22; ejercicio de 1933, pesos 15.213.048,61; ejercicio de 1934, pesos 12.871.989,15; total, pesos 81.379.319,68.
Pero los libros bien analizados dicen otra cosa. La diferencia en menos de 10.223.00Q pesos, corresponde a partidas que no pueden ser excluidas de las utilidades. Consisten por una parte, en un supuesta comisión anual adjudicada a la compañía Swift Internacional, que no es tal comisión, puesto que la compañía Swift Internacional, simple entidad financiera, propietaria de acciones de la compañía Swift de La Plata, no realiza acto alguno que pueda ser retribuido con tal comisión.. Hay, además, reservas para cambios, seguros, etcétera. Son también utilidades omitidas en la cuenta de ganancias que deben acumularse.
Y, por último, el contador Yasky se ha resistido con toda razón a deducir de las utilidades del ejercicio de 1934 una suma de 3.000.000 en números redondos, empleada voluntariamente por la compañía Swift en el dumping de porcinos: esa pérdida voluntaria ha salido de las utilidades.
El renglón porcinos daba siempre beneficios como puede verse en el siguiente cuadro: año 1930, pesos 135.994,33 oro sellado; año 1931, pesos 173.131,23 oro sellado; año 1932, pesos 142.072,78 oro sellado; año 1933, pesos 91.815,94 oro sellado; durante los primeros tres meses del año 1934 la compañía continúa ganando, pero llegado el mes de Abril resolvió perder con el fin de conseguir, por medio del dumping, la desaparición de las fábricas nacionales de embutidos y de los abastecedores y en cinco meses perdió 3.000.000 entre La Plata y Rosario; cuanto más perdía, elevaba más el precio de compra de los cerdos vivos y más barata vendía la carne. El frigorífico Armour está en las mismas condiciones: perdió 1.000.000 de pesos.
Es comprensible y acertado que el contador de la comisión no haya querido castigar las utilidades de 1934 con la deducción de una pérdida voluntaria derivada de la ejecución de planes que la ley de represión de los trust considera delictuosos y los castiga como tales.
Los castiga, eso sí, nominalmente, porque el delito no se persigue. Queda, pues, firme, el beneficio de 91.002.360,53 pesos, obtenido en cinco años por la compañía Swift, y con esto los señores senadores entenderán mejor lo que voy a explicar en el curso del informe.
Pero antes de pasar adelante, quiero llamar la atención sobre la forma en que el ministro de Agricultura ha contestado a la pregunta sexta del cuestionario, de la comisión, que decía “ganancias de cada frigorífico”.
Este punto importante y complejo no ha merecido ningún comentario al ministro de Agricultura ni le ha sugerido dato alguno que pudiera servir a la comisión. Se ha limitado a transcribir en su respuesta los balances que la comisión no le había pedido, por cuanto los frigoríficos se los habían mandado, y al transcribirlos, lo ha hecho en forma de aumentar el capital con las reservas y con las ganancias acumuladas, sin comprobar previamente si esas reservas y ganancias no repartidas habían ingresado al capital circulante. Aumentado el capital, el tanto por ciento de utilidades del ejercicio resulta menor. Era indispensable hacer la comprobación a que me refiero, pues si las reservas y ganancias no repartidas se hubieran inmovilizado en inversiones ajenas al frigorífico, como ser, títulos, acciones o préstamos a otras compañías, como por ejemplo, a la Swift Internacional entidad financiera, del grupo Swift no habría razón para sumar las reservas y ganancias no repartidas al capital inicial, a los efectos de establecer el capital en circulación en el negocio de carnes y sus derivados.
Las memorias de la compañía Swift de La Plata, no contienen una información que permita conocer con precisión el destino de las reservas y ganancias no repartidas, y es por pura oficiosidad que el ministro de Agricultura las incorpora al capital efectivo y reduce el tanto por ciento anual de los beneficios.
Si algún indicio existe acerca del destino de esas ganancias, es en contra del procedimiento generoso adoptado por el ministro de Agricultura.
Por ejemplo: en la memoria del año 1932, figura en el activo exigible la partida “Deudores en Cuenta Corriente” en $ 12.495.649 oro sellado; y en la memoria del año 1933, la misma cuenta del activo exigible se ha reducido a 4.402.321, oro sellado.
¿Qué se ha hecho la diferencia?
Aparece en el activo circulante, en la partida Títulos Diversos por $ 8.556.671 oro sellado.
¿Cómo ha podido invertir en un instante en valores mobiliarios la compañía Swift una suma tan enorme? Sencillamente porque no estaban incorporados al capital en giro, sino disponibles en un depósito, sin duda en la compañía Swift Internacional.
A estas oficiosidades agrega el ministro de Agricultura, la de no computar como ganancia el aumento de las reservas. Incurre en un doble error: 1°, el de no considerar el aumento de las reservas como beneficio obtenido en el año; 2°, al computar cada año las reservas como capital en circulación, cuando una parte corresponde a beneficios obtenidos al cierre. Por ejemplo, en el año 1930 al cerrarse el ejercicio de 1929, había un saldo de $ 5.391.00 oro sellado, de reserva, que podría entrar, a lo sumo, en el giro del negocio al año siguiente. En cambio, en el folleto del ministro de Agricultura (página 79) se torna como incorporación a la circulación de 1930, la reserva que aparece sólo al final de este año, o sea 7.111.003 pesos, que en el mejor de los casos, como acabo de decirlo, podría entrar. en giro en el ejercicio siguiente ,de 1931. Las ganancias de los demás frigoríficos so tratadas de igual manera. Y así cuando el Anglo, la compañía frigorífica que realiza mayores beneficios, muestra su balance con 75.000 pesos de utilidad, el ministro de Agricultura lo acepta sin la menor dificultad, y cuando Smithfield dice que en 1932 perdió 149.000 pesos y en 1933 sólo ganó 262.000, también lo acepta. ¡Qué porvenir para la Corporación Nacional de Productores, que ha elegido para adjudicarle una parte de la cuota del 11 % a una compañía que pierde con tanta frecuencia y con tanta facilidad. Un poco más y el señor ministro puede llegar a la conclusión de que las compañías frigoríficas se están arruinando a consecuencia de los sacrificios que se imponen para beneficiar a los ganaderos argentinos.
Establecida la enorme utilidad de 91.600.000 pesos en cinco años en la compañía que he elegido para mi demostración, he dado a los señores senadores una impresión de conjunto y probablemente, me habría limitado a ello, si la exposición del señor senador por San Luis no adoleciera en este punto de algunos defectos que podrían inducir en error. El señor senador por San Luis, al hablar de las utilidades de las distintas compañías ha dicho más ele una vez que los contadores ele la comisión han establecido tal utilidad y han llegado a tales conclusiones. Propiamente no es así. Son los balances de las compañías los que establecen esas utilidades y los contadores ele la comisión las han registrado, porque están en los balances, pero no han podido verificar su exactitud. Es, pues, una cosa distinta.
Los contadores han dicho repetidas veces que ningún frigorífico, absolutamente ninguno, salvo, se sobreentiende al frigorífico Gualeguaychú y Grondona y Compañía, han presentado los comprobantes ele sus ventas y esto es esencial a los efectos de saber si las ganancias son efectivamente de 10 o de 20.
El señor senador por San Luis, no ha hecho sin embargo mención de una salvedad tan importante. Ha dicho: página 168, que la comisión ha preguntado concretamente a los contadores designados para examinar los libros y elementos de contabilidad de los frigoríficos, cuáles eran sus verdaderas ganancias. Hay un error, la pregunta que formuló la comisión estaba en estos términos: “ganancias ciertas o aproximadas de los frigoríficos en el último ejercicio”. Y los contadores se han limitado a resumir las cifras que anotaron en los informes ele cada frigorífico y han expuesto las dificultades que encontraron para determinar la veracidad de las conclusiones. La pregunta de la comisión y la respuesta de los contadores deben estudiarse con el auxilio de los informes parciales. En la forma vi que se ha expresado el señor senador por San Luis parecería que toda la labor de los contadores está contenida en la respuesta referida cuando en realidad se trata sólo ele una condensación destinada a ciar una visión de conjunto de los beneficios obtenidos.
Es, precisamente, en esa visión de conjunto donde pueden notarse las enormes disparidades que acusan una gran habilidad de los frigoríficos para disimular sus beneficios.
De acuerdo con las cifras de los frigoríficos, las utilidades son las siguientes:
Swift, 37,50 %; Anglo, 4,17 %; Sansinena, 11,85 %: La Blanca, 12,65 %; Wilson, 8,26 % Gualeguaychú, 6,02 %; Grondona, 553 por ciento.
La utilidad de 6,02 % del frigorífico Gualeguaychú comparada con el 30 % que se espera como utilidad de este ejercicio, parecería demostrar que las utilidades de los frigoríficos, fluctúan. No es así. La utilidad del frigorífico Gualeguaychú del ejercicio 1933/34 fue mucho mayor en realidad que el 6,02 %, pero la mayor parte se insumió en solventar compromisos anteriores.
Nadie ignora la situación difícil porque pasó con anterioridad ese frigorífico y ha procedido acertadamente, al sanear su situación comercial con sus utilidades. Por esa razón no se le puede reprochar que no haya pagado precios más altos. Ahora, si la situación ha cambiado definitivamente, como se cree, sería el momento de acordarse de los ganaderos.
Respecto de las utilidades de Grondona y Compañía, es oportuno hacer también una aclaración, pues resultaría sorprendente que Swift gane el 40 % y Grondona y Compañía el 553.
La explicación es simple, exporta carne no teniendo que hacer funcionar un frigorífico, y puede girar sobre los conocimientos a sus consignatarios de Gran Bretaña: no necesita un gran capital y por eso una simple utilidad de 40 pesos por cabeza puede representar un dividendo del 553 por ciento.
Ese beneficio es el que el gobierno actual no quiere que obtengan los ganaderos argentinos. Las utilidades que declaran los frigoríficos pueden no ser verdaderas, y hasta la utilidad realmente impresionante del Swift, pesos 91.600.000 en cinco años podría ser inferior a la realidad, y es casi seguro que lo sea.
En lo referente a este frigorífico no estoy de acuerdo con las cifras que dio el señor senador por San Luis para 1934.
Dijo que la utilidad era de 4.000.000 y fracción oro sellado y de 1.954.000 pesos más, indebidamente transferidos a la compañía financiera Swift Internacional, a título de comisión sin causa. El señor senador al omitir la suma de cerca de 3.000.000 papel, empleada por el frigorífico Swift en hacer el dumping de porcinos en Buenos Aires y Rosario, admite indirectamente la legitimidad del dumping y prescinde de la ley que no sólo lo prohíbe, sino que lo castiga.

Sr. Landaburu. —  Si me permite, voy a aclarar esa aparente contradicción.
Al principio he tornado las cifras que nuestros contadores aceptan como ganancia de los frigoríficos en 1934. En eso la mayoría de la comisión coincide con la minoría.
Después, aludiendo a las ganancias que a ese frigorífico se atribuye, he hecho mención a la suma de 4.000.000 y pico de pesos oro, que son las que él acusa, sin incluir las cantidades pagadas por comisión al Swift Internacional y tampoco la pérdida en la venta de porcinos que la comisión no quiere deducir de ganancias reales.

Sr. de la Torre. Muy bien.
Esta utilidad de la compañía Swift presenta otra particularidad interesante.
La investigación comprende desde el primero de noviembre de 1933, a 31 de octubre de 1934, es decir, diez meses de 1934. En esos diez meses se había realizado una utilidad de pesos 7.657.000 aro sellado y deduciendo de ella los 252.000 pesos oro, correspondientes a intereses de títulos que no están incluidos por la investigación en el capital, resulta, en diez meses una utilidad líquida equivalente en moneda nacional a $ 16.827.000. Ese beneficio en diez meses extendido proporcionalmente a doce meses equivale a pesos 20.193.000 moneda nacional, equivalente a su vez a una utilidad del 36 % en 1934.
Pero los frigoríficos constituyen como digo una fuente inagotable de sorpresas, y todo fue iniciarse la investigación y empezar el frigorífico Swift a perder; los meses de Noviembre y Diciembre le han dado pérdidas. La utilidad que al 31 de octubre era de $ 16.827.000, como he dicho, bajó al 31 de diciembre a 16.256.785 pesos.
El señor senador por San Luis dio detalladamente las ganancias que arrojan los balances de las empresas frigoríficas extranjeras. No pudiendo saber si esas cifras son exactas, o no lo son, porque no están controladas, es perfectamente legítimo, a título ilustrativo, hacer la comparación con lo que resultaría en el caso en que todas esas compañías hubieran ganado en la misma proporción que la compañía Swift. De esa comparación resulta que habrían ganado 60.000.000 de pesos, suma ésta que sale del país anualmente.
Y el señor ministro de Agricultura y lo señores de la Sociedad Rural, que se alarman ante el peligro de que la cuota del 3 % dada al Gualeguaychú siendo empleada en la exportación de novillos pesados, pueda importar un menor ingreso de divisas británicas al país de una suma que podría llegar a 150 o 200.000 pesos oro al año, no se alarman de que los frigoríficos extranjeros se lleven 25.000.000 de pesos oro anuales, que podrían perfectamente quedar en el país aplicando otro régimen a la exportación de las carnes.
Aún más, el Poder Ejecutivo les facilita la extracción de ese oro, permitiéndoles, lo que no se les permite a ninguno otro exportador, esto es que se queden con un 25 % de divisas extranjeras que no se le entrega a los ganaderos.
LOS FRIGORIFICOS INTERNACIONALES COMPENSAN SUS PERDIDAS EN EL EXTERIOR CON LAS GANANCIAS EN LA ARGENTINA
El examen de los libros de la compañía Swift Internacional, motivado por la falta de pago de 279.000 pesos correspondientes al impuesto a los réditos sobre los dividendos del frigorífico Swift La Plata, ha puesto en evidencia, inesperadamente, un hecho de tanta gravedad que debería ser objeto de una consideración especial del Congreso, con independencia de esta investigación.
Se advierte fácilmente que las compañías internacionales que tienen frigoríficos en los países rivales del nuestro, compensan las pérdidas que sufren en ellos con las ganancias que realizan aquí.
En 1933 la compañía Swift Internacional acusa una pérdida de $ 2.142.124 oro sellado en Australia; $ 544.098 en Nueva Zelandia y 217.320 en Río Grande, mientras obtiene un beneficio de 20.000.000 de pesos en la Argentina; 15.213.000 declarados en el balance y además las comisiones a la compañía Swift Internacional y las reservas no incluidas en las ganancias.
Con las ganancias en la Argentina se pagan esas pérdidas.
He ahí explicado lo que sorprende al ministro de Agricultura y al señor senador por San Luis: ¿cómo pueden pagar en Australia los frigoríficos precios que en muchos casos dan pérdidas? En el conjunto de los negocios esos frigoríficos compensan las pérdidas de Australia con las utilidades de aquí.
Es este un gran problema que nunca un gobierno argentino se ha planteado.
Es un problema extraño, por cierto, a las preocupaciones de la Sociedad Rural y, sin embargo, es de la mayor importancia y gravedad.
No debería permitirse el trabajo en la Argentina a ninguna compañía frigorífica que poseyera establecimientos en el exterior que hagan competencia a la producción ganadera argentina.
Para llegar a ese resultado se necesitaría, también, empezar por el establecimiento del monopolio del Estado, y para ponerse en el camino que conduce al establecimiento del monopolio del Estado, se debería empezar por la denuncia del Tratado de Londres del 1 de Mayo de 1936.
Sin exageración alguna, puede decirse que los ganaderos argentinos, no sólo se ven obligados a servir enormes dividendos a las compañías extranjeras que los explotan, sino que se ven obligados a subvencionar indirectamente a los ganaderos que les hacen competencias desde Australia, Sud África y Brasil.
Voy a agregar, por eso, a las siete declaraciones de mi despacho, una más en estos términos: 8a Que no se debe permitir el funcionamiento, en el país, de compañías frigoríficas que exploten igual industria en otros países cuya exportación de carnes compita con la Argentina.
ESTADISTICAS INEXACTAS Y FALTA DE CONTROL
Las operaciones de una empresa frigorífica se descomponen en compra de ganado en pie, industrialización, transporte y venta. Voy a analizarlas una por una, a la luz de los resultados de esta investigación, que me satisface en alto grado haber promovido.
Las compras de ganado por los frigoríficos se consignan en boletos cuyas copias remiten los compradores y vendedores a la Junta Nacional de Carnes; antes se enviaban a la División de Contralor del Comercio de Carnes. La Junta registra las operaciones que se le comunican, hace una lista, la da a los diarios. Los de la mañana la publican invariablemente. Allí puede informarse cualquiera del número de novillos comprados por cada frigorífico, del destino, del precio, del peso, del nombre del vendedor, de la estación donde deben embarcarse.
A primera vista resultaría sumamente sencillo establecer frigorífico por frigorífico, el término medio de los precios pagados en las estancias por los novillos “chilled”, conserva, consumo o congelado, mes por mes o día por día, o año por año. Sin embargo, la comisión investigadora pidió la estadística de compras de novillos al Ministerio de Agricultura y a la Junta Nacional de Carnes y apenas la hubo recibido, encontró que no coincidía con los embarques de los frigoríficos, que resultan de sus libros. Como los embarques de los frigoríficos no podían estar equivocados, las estadísticas oficiales debían estarlo; era ésta una suposición fundada. A poco andar, se encontraron las causas que motivaban las diferencias. Las consecuencias de este hallazgo inesperado eran importantes; en primer término la comisión investigadora se veía privada de los datos oficiales que más necesitaba y en segundo término, perdían toda autenticidad las conclusiones que el Ministerio de Agricultura extrae de promedios de precios erróneos. Para hacer más claro este raciocinio pondré un ejemplo sacado del montón: Los señores Seppe Hnos. venden al frigorífico Swift, de Rosario, tropa 1.383, 595 novillos a 14 y medio centavos para conserva y consumo, y el frigorífico en vez de mandarlos a conserva y consumo, destina 511 a “chilled” y 66 a continente, no quedando sino 18 para conserva y consumo. Son esos casos numerosísimos y en el año 1933 llegan al 33 % en el Anglo, según resulta de los papeles secuestrados en el Norman Star. La estadística oficial tanto del Ministerio como de la Junta Nacional de Carnes, hechas de ese modo, sirven para poca cosa, y sin embargo, es sobre la base de esas estadísticas inexactas que el ministro de Agricultura edifica sus construcciones, siempre abstractas y que el señor Prebisch hace estadísticas en la revista del Banco de la Nación Argentina. Se admite así, que los frigoríficos pagan precios más altos de los que en realidad pagan y que transfieren a los ganaderos las mejoras del cambio.
La investigación ha comprobado la absoluta inexactitud de los promedios oficiales. Demostraré que las estadísticas son inexactas con las declaraciones prestadas ante la comisión investigadora por el presidente de la Junta Nacional de Carnes, doctor Horacio Bruzone, y por el inspector veterinario en el frigorífico Anglo, doctor H. Sánchez Moreno. Después estableceré en qué proporción esas inexactitudes vician las estadísticas oficiales y cuáles son los verdaderos precios de compra de los frigoríficos que el ministerio del ramo demuestra no conocer.
Los frigoríficos entregan diariamente al inspector veterinario una planilla de la faena, que el inspector traslada literalmente a planillas quincenales por triplicado, de las que remite una a la Dirección de frigoríficos del Ministerio de Agricultura, otra a la Junta Nacional de Carnes y la tercera la guarda él. Los frigoríficos hacen así, sin control alguno, las planillas que sirven de base a toda la estadística oficial. Preguntado el doctor Bruzone acerca de las medidas de control adoptadas por la Junta Nacional de Carnes, para comprobar la veracidad de los datos que remiten los frigoríficos, dijo: Doctor Bruzone: “Hasta que la Suprema Corte dio el fallo que autorizó a la Junta Nacional de Carnes a intervenir en la contabilidad de los frigoríficos, era un control que se realizaba en base a las manifestaciones que hacían los frigoríficos en la boleta que ellos acompañaban y que se controlaba con las que mandaban los productores. En ese sentido, nunca se encontró ninguna diferencia entre el boleto de los frigoríficos y el boleto de los vendedores. En las oportunidades en que se han encontrado diferencias, fue examinando las planillas de clasificación “post mortem” que manda el Ministerio de Agricultura a la Junta y que últimamente hemos mandado algunas a la Comisión Investigadora, comparadas con esos boletos. Esa diferencia aparecida en el caso Carballo - Merino, tan conocido, el cual entiendo, fue el que dio motivo a la aplicación de multas a los frigoríficos. La primera de esas multas fue ésa, y, con posterioridad, cuando aparecieron diferencias de clasificación, fueron multados los frigoríficos, multas que fueron aplicadas después del fallo de la Suprema Corte y que han abonado todos. El único que ha hecho el pago bajo protesta ha sido el Anglo”.
Preguntado el doctor Bruzone si recuerda cuáles fueron los frigoríficos multados por esa infracción, dijo: “Sr. Bruzone. — Todos los frigoríficos, el Swift, el Anglo, Armour, La Blanca, Sansinena, Smithfield y el Wilson.
Advertido de que la clasificación de las compras ha sido contemplada en la pregunta referente a la planilla número 1, y que en la planilla número 2 se trata exclusivamente de la clasificación en playa, o sea del destino que se les da a las reses, dijo: “Sr. Bruzone. — He entendido bien y por eso dije que no podíamos decir que fuera exactamente la clasificación en playa, porque todavía nosotros no tenemos esa clasificación”.
Preguntado si la clasificación que tiene la Junta proviene de los frigoríficos, dijo: “Sr. Bruzone. — Lo que hemos dado a la Comisión Investigadora son los datos provenientes de las planillas de los frigoríficos”.
Preguntado por la clasificación en playa, dijo: “Sr. Bruzone. —Nosotros no tenemos todavía clasificación en playa”.
Preguntado si la Junta verifica que la producción en cuartos delanteros y traseros, coincide con la exportación consiguiente que efectúa el frigorífico, dijo: “Sr. Bruzone. — No, por ahora, no”.
Preguntado si la Junta Nacional de Carnes controla la proporción de cuartos traseros y delanteros que exportan los frigoríficos, dijo: “Sr. Bruzone. — En la planilla que hemos confeccionado nosotros, de acuerdo con la estadística que ya se tenía con anterioridad, se ha establecido ese porcentaje: de los animales comprados como “chilled”, se destinan en porcentaje de kilos, el 52 % como cuartos traseros y el 48 % tomo cuartos delanteros, porque es más pesado el cuarto trasero que el delantero. De manera que ese porcentaje lo hemos referido a kilos, pero no existe la verificación directa de los cuartos que se exportan”.
Preguntado cómo puede garantizar la Junta la exactitud de la planilla número 1, si no conoce la proporción de cuartos embarcados, dijo: “Sr. Bruzone. — Por eso hice referencia hace un momento, que es dentro de los datos que poseemos. Lo que quiero decir, al garantizar esa información, es esto: la exactitud de los datos está dentro de los datos que nosotros tenemos”.
Preguntado si la Junta tiene un inspector destacado en el frigorífico Swift de Rosario, dijo: “Sr. Bruzone. —Nosotros tenemos un inspector para Rosario, pero hasta ahora la inspección relativa al frigorífico Swift no se realizaba por razones de escasez de personal. Precisamente, en este momento se está practicando un concurso para tomar personal e inspeccionar frigoríficos”.
Preguntado si tiene con respecto a ese frigorífico, partes o informes de inspectores, dijo: “Sr. Bruzone. — Inspectores permanentes, no. En este momento hay un contador inspector verificando los libros del Swift. No se sí la pregunta es con este propósito. Es precisamente ahora con este nuevo personal que va a haber inspección permanente en los frigoríficos”.
Preguntado si la Junta tiene elementos para estar cierta, de que las clasificaciones en playa, a que se llama graduación en playa, se mantienen fielmente en las cámaras frigoríficas, dijo: “Sr. Bruzone. — Elementos oficiales no tenernos. Todavía la inspección a los frigoríficos no se realiza, como acabo de decir, pero se sabe que la clasificación que se hace en playa no siempre es la misma que la que se hace después en las cámaras y mucho menos cuando ya entra el barco. Los frigoríficos hacen modificaciones en su clasificación”.
Preguntado si la Junta por ahora no vigila la clasificación en las cámaras y en los embarques, dijo: “Sr. Bruzone. — Ni en las cámaras ni en los embarques, hasta que no establezcamos la clasificación oficial, porque esa es una consecuencia de la clasificación oficial”.
Preguntado si tiene conocimiento la Junta Nacional de Carnes, de que la inspección veterinaria vigila la clasificación en las cámaras y los embarques, dijo: “Sr. Bruzone. — Yo no podría contestar a eso. Creo que después de la clasificación en playa el inspector no sigue más la carne. No estoy seguro de esto, porque como ello pertenece al ministerio, no puedo decir si hacen la inspección definitiva o no”.
Preguntado si tiene conocimiento la Junta de que el Ministerio de Agricultura realiza en los frigoríficos alguna inspección de las cámaras y de los embarques, que no sean con propósitos sanitarios, dijo: “No tengo conocimiento”.
Preguntado si sabe la Junta que haya en el frigorífico otros funcionarios del Ministerio de Agricultura, además del inspector veterinario, dijo: “No, que yo sepa no”.
Preguntado si al confeccionar los precios término medio de cuartos traseros y delanteros en Smithfield que consigna la planilla número 2, ha tenido en cuenta la Junta, la mayor cantidad de cuartos traseros que exportan los frigoríficos, dijo: “No, nosotros hemos hecho la estadística en base a ese porcentaje a que acabo de referirme, tomando del kilaje total que se exportan un 52 % para cuartos traseros y el 48 % restante para los cuartos delanteros, admitiendo que si compran los animales “chilled”, deberían exportar el animal entero. Ahora, en la práctica ocurre que exportan más cuartos traseros que cuartos delanteros. Eso lo hacen los frigoríficos para mejorar, dentro de la cuota establecida, los precios de las carnes que ellos pueden exportar”.
Preguntado si la proporción entre los cuartos delanteros y traseros no fuera igual, la venta produciría más beneficios que la de la carne en conjunto, contestó que no hay duda, porque tiene más valor el cuarto trasero que el delantero.
Preguntado si quiere decir que los precios recibidos por la comisión no serían válidos, porque el término medio no sería correcto, contestó: “Es indudable que exportando más cuartos traseros, el promedio es mayor”.
Esta declaración indudablemente exacta, hecha por el presidente de la Junta Nacional de Carnes, comprueba que la junta, por distintos motivos, no controla las modificaciones que introducen los frigoríficos en el destino de los novillos. El único recaudo de que dispone la Junta, el boleto de compra, resulta inútil a los efectos de la estadística, puesto que las clasificaciones verdaderas son las clasificaciones finales que hace el frigorífico en las playas y en las cámaras, sin intervención alguna de la Junta.
El Presidente de la Junta Nacional de Carnes ha declarado que es el inspector del ministerio quien remite las planillas quincenales que sirven de base a la estadística. La Comisión Investigadora citó entonces, al inspector del ministerio en el frigorífico Anglo, doctor Horacio Sánchez Moreno.
Preguntado si presencia la clasificación en playa, si puede garantizar la exactitud del destino que se da a los cuartos en las planillas, y si le consta que la clasificación en las cámaras frigoríficas sea la misma que en playa, dijo: “Sr. Sánchez Moreno. — Como ya be expresado en otra oportunidad, la función nuestra es sanitaria y técnica, de industrialización de los productos y subproductos del animal. La clasificación de carnes la hace la empresa exclusivamente, y ella nos da estos datos diariamente, de las tropas que se han sacrificado el día anterior, con la clasificación de “chilled” correspondiente, en lo que nosotros no tenemos ninguna ingerencia, porque no estamos autorizados. Tenemos solamente la cuestión de comiso es decir, rechazo, que anotamos también en las planillas diarias”.
“Ahora, esos datos que nos da la empresa, son para completar la información de la planilla que asentamos en los libros. Lo que nos da la empresa, respecto a la clasificación de carnes, por planilla doble, lo remitimos quincenalmente a la división del frigorífico, la cual manda una de esas planillas a la Junta Nacional de Carnes. Así que de cada información de ésas, tenemos tres copias: una queda en poder nuestro, otra se remite a la Junta Nacional de Carnes, y la otra es para el frigorífico.
Como he dicho, con respecto a la clasificación de carnes, nosotros no tenernos absolutamente nada que ver, porque no estamos autorizados para eso”.
Preguntado si había presenciado la clasificación o la “graduación” en playa, dijo:
Esa clasificación que la empresa hace, la realiza para poder determinar y clasificar el tipo de carne de acuerdo a la necesidad comercial de ella, pero nosotros, por ejemplo, no podemos saber por qué tienen distintas letras. Así tienen el chilled, A, E, G, H, N, L, y nosotros no sabemos por qué hacen esa subdivisión, porque no tenemos una misión oficial para preguntar, interrogar y verificar. Hasta tanto no nos autorice la superioridad, no podernos tomar ingerencia en ello”.
Preguntado si hay otros funcionarios del ministerio para esas funciones dijo:
No hay absolutamente nada.”
“Nosotros controlamos el peso exacto de las haciendas que llegan al frigorífico y ese peso exacto se remite diariamente a la Junta Nacional de Carnes. Al productor, como al criador, nosotros le suministramos nada más que ese dato: lo que pesa la hacienda; de clasificación, nada absolutamente.”
“La cuestión técnica nuestra es ya demasiado complicada, y para intervenir en eso necesitamos una orden superior y personal apropiado y capacitado, con suficientes conocimientos para poder determinar y fijar una clasificación, porque no es cuestión que se pueda improvisaren un momento”.
Preguntado, si podría garantizar la exactitud del destino de los cuartos en playa, dijo:
Garantizar el destino de acuerdo a los rechazos que la Inspección Veterinaria verifica de acuerdo con las lesiones que presenta la res”. Y agregó: “Lo demás, no, el destino, no, porque no tenemos esa misión. Eso vendría a ser una misión comercial a la que no entramos”. Preguntado si le consta que la clasificación de las carnes en las cámaras frigoríficas sea la misma que se hizo en playa, dijo:
Tampoco, porque no tenernos nada que hacer en ese sentido”.
Preguntado si los embarques corresponden a la clasificación que se hace en la playa, contestó:
Tampoco, porque no tenemos ninguna ingerencia”. Preguntado si algún funcionario del ministerio o de la Junta Nacional de Carnes vigila los embarques, dijo: “Hasta la fecha, creo que nadie. Lo único que tiene destacada la Junta Nacional de Carnes, pero que es personal nuestro, son tres empleados de balanza con turnos de ocho horas, que son los que registran las pesadas. Pero es personal nuestro, del que la Junta Nacional de Carnes ha echado mano”.
Preguntado si además de la Inspección Veterinaria hay alguna otra inspección en los frigoríficos del ministerio o de la Junta Nacional de Carnes anteriores a los embarques, contestó:
No conozco nada más que la inspección de manteca y la inspección de huevos”.
Preguntado si la Inspección Veterinaria se limita a la playa de matanza, contestó:
Al estado sanitario, desde que llega la hacienda viva y después de muerta, y a la técnica de industrialización de todos los productos y subproductos de origen animal”. De esta declaración y de la del presidente de la Junta Nacional de Carnes, resulta que las planillas quincenales de faena que la División de Ganadería envía a la Junta Nacional de Carnes, como si fueran confeccionadas por ella y el ministerio toma después para sus apreciaciones en defensa de los frigoríficos, son confeccionadas por los frigoríficos mismos y carecen de todo control oficial. Resulta, además, que no hay propiamente hablando, inspección del Ministerio de Agricultura en los frigoríficos, fuera de la que tiene carácter sanitario. No se controlan las cámaras ni los embarques. No sabe el ministerio lo que se embarca, y así se explica cómo un buen día el frigorífico Anglo pudo cargar clandestinamente 21 cajones con libros y papeles y los colocó con toda facilidad en 21 cajones rotulados “corned beef”, y sellados con el sello a fuego de la Inspección del Ministerio de Agricultura.
Se inició un juicio criminal para castigar ese hecho delictuoso en el mes de noviembre. Ocho meses después el juicio sigue en trámite; es un asunto que debió substanciarse en tres meses, en defensa de la seriedad de la administración. No hay eficacia administrativa para impedir los fraudes y no hay jueces que fallen. Lo primero puede ser una consecuencia de lo segundo.
FRAUDE EN LAS CLASIFICACIONES
El traspaso de carnes compradas bajo una clasificación e incluidas en otra, no sólo adultera los datos estadísticos, sino que importa un despojo al vendedor, cuando se han hecho clasificaciones bajas con el objeto de pagar por los novillos menos de lo que valen.
El primero de esos fraudes hecho público, dio lugar a la imposición de una multa y se debió a la energía de un ganadero del partido de Bolívar, en la provincia de Buenos Aires, don Manuel Carvallo Merino, a quien admiro sin conocerlo, por cuanto he podido ver con motivo de esta investigación qué clase de tiranía ejercitan los frigoríficos sobre los estancieros, amenazándoles con no comprarles si no se someten en silencio a sus malas artes, y cuando he podido comprobar, cómo personas acaudaladas e influyentes tiemblan ante la posibilidad del boicot de los frigoríficos. El señor Carvallo Merino, a despecho de las consecuencias que podrían sobrevenirle, se presentó a la División del Contralor del Comercio de Carnes a cuyo frente estaba entonces el doctor Juan E. Richelet, denunció que el frigorífico Anglo lo había engañado y defraudado clasificándole como “congelado inferior” 162 novillos que debía clasificar como “chilled” de primera, puesto que los exportó como “chilled” de primera. El sumario levantado por la División del Contralor del Comercio de Carnes comprobó que de los 648 cuartos correspondientes a los 182 novillos, 630 cuartos habían sido destinados a “chilled” y 7 cuartos a consumo, es decir, 97 % “chilled”. Y la tropa había sido clasificada como congelado y pagada a 12 centavos. A fojas 22 del expediente el jefe de la División de contralor del Comercio de Carnes, Dr. Richelet, hace constar en su informe a la División de Ganadería, que al mismo caso ocurre todos los días.
En las planillas adjuntas, dice: consignarnos número de tropa correspondiente a animales que el citado frigorífico (Anglo) comunica a esta división haber comprado con destino “a congelar” y luego se faenaron con destino a chilled. Sobre 9.475 animales comprados con destino “a congelar” y cuyo precio ha sido de acuerdo con esa categoría, de los 37.900 cuartos que constituyen aquel total, 31.060 han sido destinados a chilled, es decir, el 81,95 (Nota del 13 de Febrero, pasada por el doctor J. A. Richelet al director de ganadería, doctor Arturo R. Lucas) “.
El Senado puede ver por esto en qué proporción está viciada la estadística de los precios de compra de los novillos exportados como chilled que ha mandado el Ministerio de Agricultura a la comisión, sin hacer la menor advertencia acerca de los defectos que la invalidan y que él no ignora.
¿Podía ignorar el ministro de Agricultura, el 14 de Diciembre de 1934, fecha de su informe, que los frigoríficos transferían a las cámaras de chilled, cantidades muy grandes de carnes adquiridas para conserva, consumo y congelar, a precios bajos, y las que exportaban como chilled? No podía puesto que el hecho estaba comprobado en sumarios administrativos y había sido materia de debates en el Congreso, debates en los que él mismo intervino. Divulgado el hecho. ¿Podía ignorar su repercusión sobre los precios término medio? No podía. ¿Por qué remitió, entonces, una estadística errónea a la comisión investigadora del Senado de la Nación?
Supongamos una explicación sui generis; supongamos que se dijera que los frigoríficos, a la vez que despojan a determinados vendedores, sin influencia, bonifican a determinados vendedores influyentes, pagándoles los precios que corresponden a chilled por animales que van después en gran proporción a conserva o consumo, o a chilled inferior y que hay compensación.
La pregunta 43 del cuestionario de la comisión se refería a eso, y decía: “Si en las compras en el país se advierte algún favoritismo en favor de determinado gremio de vendedores o de determinados vendedores?” El ministro de Agricultura contestó a fojas 73 de su folleto: “El Departamento de Agricultura no tiene denuncias, concretas de favoritismo en favor de determinado gremio de vendedores en las operaciones de compra de ganado realizadas por los frigoríficos”.
Ignora, pues, el ministro de Agricultura que hay ganaderos a quienes se les pagan los novillos destinados a conserva y consumo al precio de chilled y se les clasifican como chilled novillos que se destinan a conserva.
Veré si con los datos proporcionados por la investigación puedo suplir esas fallas.
El frigorífico Swift Rosario compró a don Luis Duhau, en Enero de 1934 — tropa número 2 —, 269 novillos, equivalentes a 1.076 cuartos, a $ 0,28, precio máximo que corresponde a chilled superior. Los 1.076 cuartos sólo produjeron 691 de chilled “buenos”, el 64 ½ %, y fueron destinados a chilled “inferior” 231 cuartos, a congelado 108 cuartos y a conserva 42.
El frigorífico Swift Rosario compró a $ 0,28 a la Compañía Inmobiliaria C. F. Duhau, en Agosto de 1934 —tropa 2.268 — 300 novillos, equivalentes a 1.200 cuartos, que sólo produjeron 278 cuartos de chilled “bueno”, o .sea, el 23 %. Pasaron a chilled “inferior” 610, a congelado 214 y a conserva 81. El chilled inferior se pagaba entonces entre 19 y 24 centavos.
¿Representa o no un favoritismo pagar el precio máximo de 28 centavos por un ganado desparejo que sólo tenía 23 % de chilled bueno?
El mismo frigorífico compró en Abril de 1934 a don Luis Duhau a 20 centavos, 300 novillos equivalentes a 1.200 cuartos. La categoría a que corresponden es chilled inferior, pero sólo produjeron 16 ½ % de chilled inferior y 83 % de conserva.
El precio de los novillos para conserva, según los datos que el ministro de Agricultura ha enviado a la comisión, era de 14 centavos en Abril de 1934. ¿Por qué razón, el frigorífico le pagó 20 centavos en vez de 14 al ministro de Agricultura? La diferencia de 6 centavos equivale a 30 pesos por cabeza.
El mismo frigorífico compró en Octubre de 1934 a 27 centavos — precio de chilled superior — a la compañía C. F. Duhau, 418 novillos equivalente a 1.672 cuartos —tropa 2.704—, y sólo produjeron 175 cuartos de chilled bueno y pasaron a chilled inferior 1.349 cuartos, y a conserva 139.
El frigorífico Swift compró en Agosto de 1934 a la misma Compañía Inmobiliaria C. F. Duhau 110 novillos, a 22 centavos; precio correspondiente a chilled (inferior). De los 440 cuartos que ellos representaban no se destinó uno solo a chilled y se repartieron 319 cuartos a conserva y 113 a consumo. El frigorífico pagó 8 centavos por cabeza arriba del precio corriente o sea $ 40 de más por cabeza.
El mismo frigorífico compró en Enero de 1934 a don Luis Duhau a 27 centavos, que es el precio ele chilled “superior”, 230 novillos equivalentes a 920 cuartos y sólo rindieron 528 cuartos de chilled bueno. En Abril de 1934 el mismo frigorífico compró a don Luis Duhau 460 novillos, tropa número 949, equivalentes a 1.840 cuartos a 27 centavos, precio de chilled “superior” y rindieron 1.115 cuartos de chilled bueno, es decir, el 61 por ciento.
El mismo frigorífico compró en Junio de 1934 a 26 centavos precio, todavía, de chilled “superior”, 125 novillos que equivalen a 500 cuartos lo que sólo rindió 112 cuartos de chilled (bueno).
En Enero de 1934 el mismo frigorífico compró a la Compañía Inmobiliaria C. F. Duhau 210 novillos equivalentes a 840 cuartos, a 20 centavos, precio que no corresponde ni a conserva ni a consumo, y de los 840 cuartos fueron destinados al consumo y conserva 662 es decir, “el 80 por ciento”.
Podría continuar la enumeración por las planillas que tengo aquí a la vista que consignan todos los detalles correspondientes a 3.305 novillos. Y se trata de un solo frigorífico…

Sr. Ministro de Agricultura. — Continúe leyendo esas cifras, señor senador.

Sr. de la Torre. No necesito; es bastante elocuente lo que he leído.

Sr. Ministro de Agricultura. — Ya veremos más adelante.

Sr. de la Torre. En los otros frigoríficos y en la casa matriz del frigorífico Swift de La Plata, estos datos se han ocultado o se han creado toda clase de dificultades a los contadores para poder encontrarlos.
En la página 6 del informe del contador Yasky, se puede ver con respecto al frigorífico Swift que en los comprobantes de cada operación no se indica la categoría de la hacienda comprada y al ir a buscarla en los cálculos de costos falta el nombre del vendedor. “He intentado —dice el contador Yasky— realizar ese trabajo que hubiera permitido seguir cada tropa desde su adquisición hasta la faena, pero las tropas, en los costos, no figuran en el mismo orden numérico y aun cuando es posible encontrarlas, ello hubiera requerido mucho tiempo para ordenar los doce meses estudiados”.
El frigorífico Swift Rosario, trata al señor ministro de Agricultura y a la sociedad en la que él tiene participación, a la inversa del tratamiento que el frigorífico Anglo dio al señor Carvallo Merino. Pero no se debe a que el frigorífico Swift Rosario no trate a ningún ganadero como el frigorífico Anglo trató al señor Carvallo Merino. He aquí la prueba: El frigorífico Swift Rosario compró 595 novillos a los señores Seppe Hermanos (tropa número 1.383) con destino a conserva y consumo a 14 ½ centavos el kilo vivo y de esos 595 novillos exportó como chilled 511.
El mismo frigorífico compró a Pedro Elizondo (tropa número 1.762) 198 novillos con destino a conservas a 13 ½ centavos y exportó como chilled 149 y como “continente” 35. El mismo frigorífico compró a Gowland Hermanos a 16 centavos con destino a congelar y consumo, 164 novillos y exportó chilled 136, y “continente”. 32.
El mismo frigorífico compró a los señores Seppe Hermanos, tropa 1376, a 16 centavos, para congelar y consumo, 398 novillos, y exportó chilled 299 y continente 68.
El mismo frigorífico compró a los mismos vendedores, tropa 1.377, a 14 ½ centavos, con destino a congelar y consumo, 147 novillos, y exportó 100 como chilled y 42 continente.
Los demás frigoríficos proceden lo mismo.
El frigorífico Anglo por ejemplo, compró el 1 de Octubre de 1934, a Juan Lartirigoyen, de Catriló, 399 novillos de 532 kilos a 22,5 centavos, que le rindieron 94,75 % de chilled; destinó tan sólo 18,37 % a chilled pesado, habiendo sido comprado como pesado, fijándole un costo F. O. B. de 29 centavos el kilo limpio, cuando la carne limpia de esa clasificación valía en Smithfield, en Octubre de 1934, en promedio para los cuartos delanteros y traseros, 66 centavos.
El mismo frigorífico Anglo compró a Genaro García, de Quetrequén, el 29 de Septiembre de 1934 (tropa 980) 456 novillos de 514 kilos, a 22 centavos, que le rindieron 91,71 % de chilled, y sólo destinó 3 % a pesado.
El mismo frigorífico Anglo compró a Juan Algan, de Rufino, el 11 de Septiembre de 1934, 115 novillos de 498 kilos, a 20 centavos que le dieron 91,73 % de chilled superior y bueno.
El mismo frigorífico Anglo compró a la Sociedad Anónima La Marianita, el 11 de Septiembre de 1934, a 20 centavos, 300 novillos de 535 kilos, y le dieron 93,16 % de chilled, destinando tan sólo 11 % a chilled pesado, fijándole un costo F. O. B. a $ 0,3096, en el momento preciso en que el chilled argentino alcanzaba, en Smithfield, la cotización máxima de 1934.
Consta en la publicación semanal de la Junta Nacional de Carnes, que los cuartos traseros chilled se pagaron en Smithfield en esa fecha a 94 centavos; le costaban al Anglo 30.
Con las tropas antedichas de los señores García, Algan y Sociedad Anónima La Marianita, el frigorífico Anglo ganó entre 60 y 70 pesos por cabeza.
Y nada digo de los novillos comprados en Mataderos, entre 15 y 18 centavos, que rinden también arriba del 90 % de chilled, y le dan costos F. O. B. de 22, 23 y 24 centavos. Tengo un caso de un costo F. O. B. de 0,2190, en Septiembre de 1934, cuando los cuartos traseros valían en Smithfield 90 centavos. En esas tropas ganó el frigorífico Anglo de 80 a 85 pesos por cabeza, en 30 días, y el ganadero vendió a 80 u 85 pesos.
Después de conocer estos datos comprenderá el Senado cómo estaré de inquieto ante la idea de que el ministro de Agricultura vaya a demostrar que los frigoríficos pierden dinero, o, como dice en la página 40 de su informe, destinado a la inmortalidad, que los frigoríficos pagaron en 1934 más de lo que debían pagar…

Sr. Ministro de Agricultura. — No he dicho eso.

Sr. de la Torre. En operaciones de 1934.
Habría convenido que el miembro informante de la mayoría de la comisión diera algunos de estos datos, que arrojan tanta luz sobre el comercio de carnes, en relación con el despojo de que constantemente son víctimas los ganaderos argentinos.

Sr. Landaburu. — La Comisión Investigadora, señor senador, no se ha dacio a la tarea de hacer investigaciones de carácter personal.
Nunca me he opuesto a que se haga una investigación cuando se ha propuesto. El señor senador no ha propuesto que se hicieran investigaciones de carácter personal y ha ocultado hasta hoy el propósito de hacer estas revelaciones al Senado. El señor senador sabrá por qué lo ha hecho.

Sr. de la Torre. Es absolutamente absurdo e inadmisible que se pueda decir que yo he ocultado lo que consta en los informes de los contadores de la comisión.

Sr. Landaburu. — Ha ocultado el propósito de hacer esa revelación.

Sr. de la Torre. El señor senador no me debe obligar a decir cómo han pasado las cosas en la comisión.
La comisión nunca ha discutido los resultados de la investigación. Cada uno ha investigado por su lacio.

Sr. Landaburu. — ¡No tendrá absolutamente nada que decir el señor senador, porque la mayoría de la comisión ha cumplido rectamente con su deber!

Sr. de la Torre. Mi opinión no es esa.

Sr. Landaburu. — ¡Lo desafío al señor senador a que lo pruebe!

Sr. de la Torre. ¡Le acepto el desafío y tendrá que arrepentirse!

Sr. Landaburu. — ¡Ahora mismo, señor senador, dígalo ahora mismo!

Sr. de la Torre. Lo diré a su hora. No me enrede el debate.

Sr. Presidente (Rothe). — Prevengo a la barra que le está prohibido hacer manifestaciones. Continúa con la palabra el señor senador por Santa Fe.

Sr. de la Torre. Decía, señor presidente, que habría convenido que el informe de la mayoría de la comisión diera algunos datos que arrojaran luz sobre el comercio de carnes en relación…

Sr. Landaburu. — No pudo el informe de la mayoría de la comisión dar datos de carácter personal, porque para eso no ha sido instituida la comisión sino para fines de legislación.

Sr. Presidente (Rothe). — Recuerdo al señor senador por San Luis que el señor senador por Santa Fe no admite interrupciones.

Sr. Landaburu. — Es un cargo a la mayoría de la comisión que tengo que recoger de inmediato.

Sr. de la Torre. Si se comprueba que los frigoríficos han establecido categorías privilegiadas de compradores, no lo puede considerar el señor senador del punto de vista personal. Comprendo la interrupción; pero esto no tiene nada de personal. Yo no hago cargos de carácter personal; estoy revelando hechos necesarios para la investigación y si algunos de esos hechos son graves para alguien, yo no tengo la culpa!

Sr. Landaburu. — Por eso es, señor presidente, que la mayoría de la comisión propone clasificar las carnes y ese proyecto no merecerá el voto del señor senador por Santa Fe.

Sr. de la Torre. El señor senador quiere implantarlo bajo el régimen del monopolio y entregarlo a los frigoríficos como un arma; es un proyecto de clase el del señor senador.

Sr. Landaburu. — Ya veo que se ha arrepentido muy pronto, porque en el seno de la comisión manifestó su conformidad con el proyecto.

Sr. de la Torre. Estoy conforme, hoy mismo, pero una vez que se le tuerza el pescuezo al monopolio.

Sr. Landaburu. — Pero va a votar en contra del proyecto porque no es suyo.

Sr. de la Torre. Había dos varas y dos medidas, y, sin embargo, cuando la Comisión Investigadora, deseosa de establecer la verdad de los precios y la situación de los vendedores del punto de vista de la igualdad y equidad de los procedimientos de compra, le preguntó al señor ministro de Agricultura i sabía algo al respecto, el ministro de Agricultura beneficiario de las desigualdades de tratamiento, contestó a la comisión que no sabía nada.
Resumiendo lo demostrado en este y el anterior capítulo, sostengo que ni la estadística enviada por la Junta Nacional de Carnes, ni la estadística remitida por el ministro de Agricultura concernientes al precio pagado en los frigoríficos por los novillos chilled tienen validez, porque sólo se refieren a los precios consignados en los boletos de compra y que esos precios sufren modificaciones posteriores no registradas ni controladas.
Puede afirmarse, además, que después de 36 años de existencia del Ministerio de Agricultura, sigue reinando allí el más completo desorden y que no existe, todavía, estadística oficial del faenamiento y clasificación de la carne exportada, ni de la consumida en el interior. Los datos de que disponen, tanto el Ministerio de Agricultura como la Junta Nacional de Carnes, son los que les dan los frigoríficos.

/…Continúa en la Sesión del 19 de junio…

Fuente: Lisandro de la Torre, Escritos y Discursos – Las Carnes Argentinas y el Monopolio Extranjero, T° IV, Págs. 153/215, 1947, Colegio Libre de Estudios Superiores – Buenos Aires.

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