DISCURSO CON MOTIVO DE CONCLUIR LAS SESIONES DE LA CONVENCIÓN CONSTITUYENTE QUE SANCIONARA LA CONSTITUCION DE 1845, EN LA CIUDAD DE CUENCA, ECUADOR [1]
Vicente Rocafuerte [2]
[1846]
Honorables Representantes:
La Convención cierra hoy sus sesiones; si no ha dado las mejores leyes son a lo menos las mas adecuadas a las tristes circunstancias de un país, que no ha gozado hasta ahora de las ventajas de su nacionalidad. En Agosto de 1809 el Ecuador empezó a despertar de su letargo colonial y estuvo luchando contra el poder peninsular, ya con prospera o adversa fortuna, hasta que en 1820 los habitantes de Guayas proclamaron el triunfo de la emancipación. Después de tan memorable acontecimiento vivieron al auxilio de nuestra causa unos guerreros, que la victoria condujo desde el Apore y Puerto Cabello hasta las orillas del Guayas, pero desgraciadamente con el tiempo ellos se convirtieron de auxiliares de nuestra Independencia, en opresores de nuestra libertad. Cansados los pueblos del despotismo de estos usurpadores, lanzaron contra ellos un grito de indignación, y el “Seis de Marzo” del año pasado anunció el exterminio de la dominación extranjera. Sobre las trincheras de Elvira, el valor y el patriotismo estamparon con caracteres de sangre, los victoriosos títulos de nuestra nacionalidad, y sobre tan nobles trofeos se ha levantado el nuevo pabellón del honor y gloria que tremola a orillas del Guayas, y que ostenta su gallardía bajo el hermoso cielo de Pichincha y de Imbabura. En su regeneración los pueblos han querido nueva Constitución, nuevas leyes, nuevas instituciones patrias, y una nueva asamblea nacional, que siendo el órgano de la opinión pública, haga olvidar las calamidades del tiempo pasado, satisfaga las exigencias del presente, y abra las esperanzas del porvenir. Para calmar la incertidumbre de los ánimos y satisfacer el voto general, se ha reunido esta Convención. Ella es el vivo reflejo de las varias y heterogéneas opiniones que fermentan en el seno de una sociedad que ha pasado de la condición de colonia al estado de independencia, de la esclavitud a la libertad, del goticismo al liberalismo; y de este conflicto de ideas antiguas y modernas resulta que nuestra legislación esta envuelta en cierto claro-oscuro, que caracteriza bien esta época de transición en que nos hayamos. Los mismos defectos de la Constitución y leyes que se acaban de publicar, servirán de punto de partida, para mejor graduar, en lo sucesivo, los progresos que vaya haciendo el país en la carrera de la civilización. La Constitución que se ha jurado, no es ciertamente la más liberal que puede darse pero es quizás la mas adecuada a nuestras circunstancias y bajo este punto de vista está conforme con la máxima de Solon, que no dio a los Atenienses las mejores leyes, sino las que mas le convenían. Una “Constitución, dice Sismondo de Sismondi, no se contrae únicamente a algunas reglas que norman a los ciudadanos, y a ciertos principios que regulen el ejercicio del poder social; ella comprende todos los hábitos de una Nación, sus afecciones, sus recuerdos, las necesidades de su imaginación, y también de sus leyes, y así es, que jamás puede escribirse sino la parte más pequeña de ella”.
La nuestra tiene por base el principio popular representativo, electivo, alternativo y responsable, divide el supremo poder para su administración en legislativo, ejecutivo y judicial: ella forma por ahora un centro de unión para todos los partidos, y a manera de faro luminoso, indica a cada uno el sendero de sus deberes y derechos, afianza el goce de las garantías individuales, promueve el bienestar general y extiende los beneficios de la libertad.
Los poderes legislativo y ejecutivo, han quedado, como estaban antes, circunscriptos a sus antiguas órbitas; el poder judicial ha salido de su esfera de inamovilidad para entrar en el círculo del sistema alternativo. La experiencia ha recomendado esta reforma en la duración de los Magistrados; los Ministros de la Corte Suprema de Justicia ejercerán sus funciones por el término de seis años y podrán ser reelegidos indefinidamente, según su buena conducta, y las exigencias de la conveniencia pública.
Los Congresos en lugar de ser bianuales son anuales, y aunque no produzcan mas bien que el de avivar la esperanza del progreso y de contener a los funcionarios públicos en la línea de sus deberes, por el temor de que se les exija más fácilmente la responsabilidad, deben merecer la aprobación de los patriotas, y servir de consuelo a los que gimen bajo el yugo de tiranuelos subalternos.
En la organización del régimen interior de la República se ha adoptado el principio de centralización gubernativa en los altos poderes, y descentralización administrativa en las provincias, cantones y parroquias, para que cada localidad pueda más fácilmente desenvolver el germen de ventura que encierra en su seno; por esta razón la ley orgánica del régimen político interior establece consejos parroquiales, que hasta aquí no han existido.
En la ley orgánica de hacienda se han hecho dos reformas muy conducentes al mejor servicio y economía del ramo, se ha suprimido la Contaduría General, y se han extinguido las oficinas de rentas internas.
Le ley de tribunales y la del procedimiento civil que los Magistrados de la Corte Suprema han redactado y presentado a la aprobación del Congreso General, corresponden a la merecida reputación de saber y patriotismo de que gozan sus dignos redactores.
En la ley orgánica de elecciones, se han introducido algunas reformas que llevan por objeto impedir las intrigas de que se valen a veces los agentes del Gobierno, para ganarse las votaciones. Ellos trabajan en sacar Diputados y Senadores del amaño del Ejecutivo, que van a los congresos, no a defender los derechos de los pueblos, sin o a sostener los excesos y tendencias ambiciosas del poder que distribuye empleos y gracias, y que expide ordenes de pago del tesoro.
Hasta aquí la Nación ha sido del ejército, pero en adelante el ejército será de la Nación y llenará el objeto de su instituto, cual es, de conservar el orden interior, de sostener el honor nacional dentro y fuera de la República, y de dar ejemplo de respeto a la Constitución, de obediencia a las leyes, y de sumisión a las autoridades constituidas. La fuerza brutal, primer elemento del antiguo derecho de conquista, no es ya de nuestra época, pasó el tiempo en que un ejército elevado a potencia social disponía del imperio, y formaba una sociedad bélica dentro de otra sociedad inerme y pacífica: en el día se prefiere la oliva de la paz al laurel de la victoria; las virtudes pacíficas del modesto Washington opacan el brillo de la gloria militar de Napoleón, a los héroes de la guerra han sucedido los héroes de la paz, del orden legal y de la libertad. Tal es el espíritu de nuestro siglo, y en su conformidad se ha redactado la ley orgánica militar, que habéis sancionado. Consultando la economía del tesoro que es inseparable de todo sistema de orden representativo, se ha reducido el ejército al pie de 1310 plazas y sus gastos a 291.587 pesos. Para cortar el vuelo a la ambición de los entorchados, se ha resuelto que en lo sucesivo no habrá en la República mas que cuatro Generales y ocho Coroneles. A los oficiales con letras de retiro se les ha removido el obstáculo que encontraban en el goce del fuero tanto civil como criminal, para poder girar y entregarse a sus negocios como los demás ciudadanos. Los propietarios serán en adelante los jefes y oficiales de las milicias nacionales, las que estarán en lo sucesivo bajo las inmediatas órdenes de los Gobernadores, y no de los Comandantes Generales. Una ley especial arregla los reemplazos en el ejército. Quedan por ahora suprimidos de la lista militar los generales, jefes y oficiales de la administración pasada, que no han prestado servicios a la causa del Seis de Marzo, pero podrán ser reinscritos para los próximos Congresos, los que habiendo servido en la guerra de la independencia se hubiesen manejado con honradez, imparcialidad y circunspección. Se ha echado también el velo de la amnistía sobre los procedimientos de los ecuatorianos extraviados y que han sido adictos al partido de la usurpación.
La libertad de comercio debe considerarse como un elemento constitutivo de nuestra regeneración política, y siguiendo sus preceptos en los arreglos de la hacienda pública, se han abolido los derechos de exportación que gravaban los frutos y manufacturas del país; se ha puesto en libertad la extracción de la paja de toquilla que estaba prohibida, poniéndole un derecho de diez pesos por quintal, para favorecer la manufactura de sombreros Manabí y de Santa Elena. Se han reformado los aranceles, y reducido los derechos de importación en las aduanas de la República. Se ha dado un golpe mortal al agiotaje, prohibiendo la admisión de papeles de pago de derechos, y exigiendo que todo se cobre en dinero en efectivo. Se han disminuido los derechos de capitanía de puerto, de limpia y baliza; una ley de jubilaciones pone termino a lo abusos que se habían introducido en este ramo. La ley de presupuesto anual que es de la más alta importancia en todo gobierno representativo, se ha discutido en la Cámara, con aquella viva solicitud que inspiran los intereses nacionales, que tienden a consolidar la paz, a mejorar el país, y a reanimar el moribundo crédito. El total de los gatos asciende a 82.572 pesos.
Consecuente al artículo 108 de la Constitución que declara que nadie nace esclavo en la República, ni puede ser introducido en ella en tal condición, sin quedar libre, el Congreso General ha aprobado el tratado que se ha celebrado con el gobierno de la Gran Bretaña, sobre la total abolición del tráfico de esclavos en África.
También se ha aprobado el tratado de comercio y navegación celebrado en los Estados Unidos de Norteamérica.
Ha merecido la particular atención de la Cámara la ley de crédito público, que asigna fondos para el pago de intereses y amortización de la deuda interior y exterior: ella hace responsable al ejecutivo de cualquiera falta que se observe en el exacto pago de los intereses que causan los capitales acensuados, que se han trasladado o que se trasladaren al tesoro. Nuestros acreedores verán en estas medidas el ardiente deseo que nos anima de cumplir con nuestros deberes, y la esperanza que nos aliente de poderlos satisfacer, con el aumento de las rentas, que será el resultado de nuestro sistema de orden, de paz , y de economía. La confianza en el porvenir nos consuela de la escasez de nuestra actual situación.
La Convención, en los cuatro meses, que ha tenido de sesiones ha podido contraerse sino a la Constitución y leyes orgánicas, que son de absoluta necesidad para la marcha del gobierno, y se separa con el sentimiento de no haber despachado sino muy pocas peticiones particulares, pero se complace en creer que el próximo congreso que debe reunirse en septiembre de este año, llenará el vacío que deja, no por su voluntad, sino por la premura en que se haya el Ejecutivo de trasladarse cuanto antes a la Capital. Su presencia en Quito facilitará las comunicaciones con Pasto, y contribuirá a sacar a los pueblos de la inquietud en que los tiene el estado incierto, en que se hayan nuestras relaciones con Nueva Granada. Los sentimientos de independencia, , de honor y patriotismo que animan al gobierno de Ecuador, serán debidamente apreciados por el ilustrado Gabinete de Bogotá, cuando esté bien impuesto de ellos, y bastará que ambos gobiernos entren en francas y leales explicaciones, para que desaparezcan los motivos de desconfianza que ha podido producir el curso de complicados acontecimientos.
No lisonjees la grata esperanza de un pronto avenimiento, porque de una y otra parte haya demasiado respeto a la opinión del mundo civilizado, y demasiado valor acompañado de ilustración, para dar el escándalo de una guerra fraticida sin objeto ni fundamento. La paz conviene a todos y su triunfo será el primer lauro de la nueva administración; la paz apoyada en la justicia y promovida por consideraciones de recíprocos intereses nacionales, estrechará los vínculos de amistad y de simpatías, que han existido, y deben siempre existir entre pueblos vecinos, amigos y hermanos.
Tal es, Sres. Representantes, el resumen de vuestras nobles tareas, si no producen el efecto que esperáis, os quedará el consuelo de haber puesto cuantos medios han sugerido el honor y el patriotismo para corresponder a los deseos de los pueblos. Ellos os han pedido instituciones patrias, y cumpliendo con sus votos, les habéis dado constitución y leyes: bastante habéis hechos hasta aquí, pero os queda todavía que hacer. Ahora que volvéis al seno de vuestras familias, os oca consolidar vuestra propia obra y dar vitalidad a la naciente patria. Patria significa en el moderno vocabulario de su suramericano: libertad, orden, riqueza y civilización, estos bienes sociales arraigados en el suelo nativo, garantidos bajo un mismo pacto de asociación política y representados por el signo de una misma bandera, son los que constituyen la verdadera patria y no únicamente los ríos, montes, bosques, y materialidad del suelo. Suelo hemos tenido por trescientos años, y no hemos tenido patria, ella ha nacido para nosotros al rayar la aurora del venturoso 6 de Marzo. Mecida en su cuna por el huracán de la revolución, rodeada de los horrores de la guerra, expuesta al furor de la tiranía, amenazada de muerte por todas partes, ella ha pasado en angustias sus primeros días. La variedad de sus padecimientos aumenta el interés de su gloriosa existencia, al paso que estrecha más la obligación en que nos hallamos de amarla, conservarla, ensalzarla y glorificarla. Un noble sentimiento de lealtad y de republicanismo nos impone el deber de circundarla de los atributos de la paz y del orden, de promover el espíritu de unión y de concordia, de calmar la irritación de las pasiones, de purificar las costumbres de difundir la instrucción, y de dar impulso a la agricultura, industria y comercio. Si cumplimos con esta parte de nuestra misión, si logramos abrir un nuevo horizonte de trabajo útil, y de especulaciones lucrativas, que conduzcan a la fortuna por las vías de la honradez, de la constancia y de la inteligencia, mereceremos entonces la aprobación de nuestros electores, el respeto de nuestros conciudadanos, y la gratitud de toda la República.
Concluiré, Señores, dándoos mis mas expresivas gracias por los testimonios de bondad y deferencia, con que me habéis distinguido, mientras he tenido el honor de presidir esta augusta asamblea, y de anunciaros, que quedan cerradas las sesiones de la Convención.
VICENTE ROCAFUERTE
[1] Esta convención es hija de la llamada “Revolución Marcista” del 6 de Marzo de 1845, que destituyó al Presidente ecuatoriano de entonces, el General venezolano Juan José Flores, quien habiendo llegado a ejercer el cargo por un tercer período, pretendió perpetuarse en el poder mediante la Constitución de 1843, llamada “Carta de Esclavitud”, y que el mismo había promovido.
[2] Joseph Vicente Rocafuerte y Rodríguez de Bejarano (1783-1847), Nació en Guayaquil, en el seno de una familia acomodada, constituida por el capitán Juan Antonio de Rocafuerte y doña Josefa de Bejarano y Lavayen. Fue político, diplomático, escritor y presidente constitucional ecuatoriano desde 1835 hasta 1839. Su carrera pública es en cualquier caso muy extensa: Alcalde Ordinario de Guayaquil, Procurador general del Cabildo, Capitán de la Milicia Criolla, Diputado a las Cortes de Cádiz, Diputado por Pichincha, Jefe Supremo del Departamento de Guayaquil, Jefe Supremo de Guayaquil, Puná, Jefe Superior del Guayas, Jefe Supremo del Estado del Ecuador, Presidente Provisorio del Ecuador, Gobernador de Guayaquil, Diputado por Cuenca a la Convención de Quito, Diputado por Pichincha en la Convención de Cuenca. Presidente de la Asamblea Nacional de Cuenca, Senador al Congreso de Quito, Presidente de la Cámara del Senado y ocupó e intervino en numerosos representaciones diplomáticas.
Rocafuerte fue uno de los más notables pensadores de la América revolucionaria y uno de sus más eficaces gobernantes. Hombre de sólida cultura, talentoso y patriota; poseedor de grandes dotes de estadista, en México desarrolló una importante actividad intelectual adecuada a la nueva situación; en defensa de la República publicó Ideas necesarias a todo pueblo independiente que quiera ser libre; contra Itúrbide, el Bosquejo ligerísimo de la revolución de México, desde el grito de Iguala hasta la proclamación imperial; sobre problemas de las nuevas formas de gobierno, El sistema colombiano popular electivo y representativo es el que más conviene a la América independiente. Otras obras suyas fueron Ensayo sobre las cárceles, Ensayo sobre la tolerancia religiosa, Curso de filosofía moral, la serie de manifiestos A la nación y Ensayo político. Favoreció además la publicación de numerosas obras de instrucción en el Nuevo Mundo. Más que liberal y librepensador, Rocafuerte fue sobre todo un hombre de gran sentido práctico que trató de prevenir las graves consecuencias del despotismo político y de la tolerancia religiosa.
Vicente Rocafuerte [2]
[1846]
Honorables Representantes:
La Convención cierra hoy sus sesiones; si no ha dado las mejores leyes son a lo menos las mas adecuadas a las tristes circunstancias de un país, que no ha gozado hasta ahora de las ventajas de su nacionalidad. En Agosto de 1809 el Ecuador empezó a despertar de su letargo colonial y estuvo luchando contra el poder peninsular, ya con prospera o adversa fortuna, hasta que en 1820 los habitantes de Guayas proclamaron el triunfo de la emancipación. Después de tan memorable acontecimiento vivieron al auxilio de nuestra causa unos guerreros, que la victoria condujo desde el Apore y Puerto Cabello hasta las orillas del Guayas, pero desgraciadamente con el tiempo ellos se convirtieron de auxiliares de nuestra Independencia, en opresores de nuestra libertad. Cansados los pueblos del despotismo de estos usurpadores, lanzaron contra ellos un grito de indignación, y el “Seis de Marzo” del año pasado anunció el exterminio de la dominación extranjera. Sobre las trincheras de Elvira, el valor y el patriotismo estamparon con caracteres de sangre, los victoriosos títulos de nuestra nacionalidad, y sobre tan nobles trofeos se ha levantado el nuevo pabellón del honor y gloria que tremola a orillas del Guayas, y que ostenta su gallardía bajo el hermoso cielo de Pichincha y de Imbabura. En su regeneración los pueblos han querido nueva Constitución, nuevas leyes, nuevas instituciones patrias, y una nueva asamblea nacional, que siendo el órgano de la opinión pública, haga olvidar las calamidades del tiempo pasado, satisfaga las exigencias del presente, y abra las esperanzas del porvenir. Para calmar la incertidumbre de los ánimos y satisfacer el voto general, se ha reunido esta Convención. Ella es el vivo reflejo de las varias y heterogéneas opiniones que fermentan en el seno de una sociedad que ha pasado de la condición de colonia al estado de independencia, de la esclavitud a la libertad, del goticismo al liberalismo; y de este conflicto de ideas antiguas y modernas resulta que nuestra legislación esta envuelta en cierto claro-oscuro, que caracteriza bien esta época de transición en que nos hayamos. Los mismos defectos de la Constitución y leyes que se acaban de publicar, servirán de punto de partida, para mejor graduar, en lo sucesivo, los progresos que vaya haciendo el país en la carrera de la civilización. La Constitución que se ha jurado, no es ciertamente la más liberal que puede darse pero es quizás la mas adecuada a nuestras circunstancias y bajo este punto de vista está conforme con la máxima de Solon, que no dio a los Atenienses las mejores leyes, sino las que mas le convenían. Una “Constitución, dice Sismondo de Sismondi, no se contrae únicamente a algunas reglas que norman a los ciudadanos, y a ciertos principios que regulen el ejercicio del poder social; ella comprende todos los hábitos de una Nación, sus afecciones, sus recuerdos, las necesidades de su imaginación, y también de sus leyes, y así es, que jamás puede escribirse sino la parte más pequeña de ella”.
La nuestra tiene por base el principio popular representativo, electivo, alternativo y responsable, divide el supremo poder para su administración en legislativo, ejecutivo y judicial: ella forma por ahora un centro de unión para todos los partidos, y a manera de faro luminoso, indica a cada uno el sendero de sus deberes y derechos, afianza el goce de las garantías individuales, promueve el bienestar general y extiende los beneficios de la libertad.
Los poderes legislativo y ejecutivo, han quedado, como estaban antes, circunscriptos a sus antiguas órbitas; el poder judicial ha salido de su esfera de inamovilidad para entrar en el círculo del sistema alternativo. La experiencia ha recomendado esta reforma en la duración de los Magistrados; los Ministros de la Corte Suprema de Justicia ejercerán sus funciones por el término de seis años y podrán ser reelegidos indefinidamente, según su buena conducta, y las exigencias de la conveniencia pública.
Los Congresos en lugar de ser bianuales son anuales, y aunque no produzcan mas bien que el de avivar la esperanza del progreso y de contener a los funcionarios públicos en la línea de sus deberes, por el temor de que se les exija más fácilmente la responsabilidad, deben merecer la aprobación de los patriotas, y servir de consuelo a los que gimen bajo el yugo de tiranuelos subalternos.
En la organización del régimen interior de la República se ha adoptado el principio de centralización gubernativa en los altos poderes, y descentralización administrativa en las provincias, cantones y parroquias, para que cada localidad pueda más fácilmente desenvolver el germen de ventura que encierra en su seno; por esta razón la ley orgánica del régimen político interior establece consejos parroquiales, que hasta aquí no han existido.
En la ley orgánica de hacienda se han hecho dos reformas muy conducentes al mejor servicio y economía del ramo, se ha suprimido la Contaduría General, y se han extinguido las oficinas de rentas internas.
Le ley de tribunales y la del procedimiento civil que los Magistrados de la Corte Suprema han redactado y presentado a la aprobación del Congreso General, corresponden a la merecida reputación de saber y patriotismo de que gozan sus dignos redactores.
En la ley orgánica de elecciones, se han introducido algunas reformas que llevan por objeto impedir las intrigas de que se valen a veces los agentes del Gobierno, para ganarse las votaciones. Ellos trabajan en sacar Diputados y Senadores del amaño del Ejecutivo, que van a los congresos, no a defender los derechos de los pueblos, sin o a sostener los excesos y tendencias ambiciosas del poder que distribuye empleos y gracias, y que expide ordenes de pago del tesoro.
Hasta aquí la Nación ha sido del ejército, pero en adelante el ejército será de la Nación y llenará el objeto de su instituto, cual es, de conservar el orden interior, de sostener el honor nacional dentro y fuera de la República, y de dar ejemplo de respeto a la Constitución, de obediencia a las leyes, y de sumisión a las autoridades constituidas. La fuerza brutal, primer elemento del antiguo derecho de conquista, no es ya de nuestra época, pasó el tiempo en que un ejército elevado a potencia social disponía del imperio, y formaba una sociedad bélica dentro de otra sociedad inerme y pacífica: en el día se prefiere la oliva de la paz al laurel de la victoria; las virtudes pacíficas del modesto Washington opacan el brillo de la gloria militar de Napoleón, a los héroes de la guerra han sucedido los héroes de la paz, del orden legal y de la libertad. Tal es el espíritu de nuestro siglo, y en su conformidad se ha redactado la ley orgánica militar, que habéis sancionado. Consultando la economía del tesoro que es inseparable de todo sistema de orden representativo, se ha reducido el ejército al pie de 1310 plazas y sus gastos a 291.587 pesos. Para cortar el vuelo a la ambición de los entorchados, se ha resuelto que en lo sucesivo no habrá en la República mas que cuatro Generales y ocho Coroneles. A los oficiales con letras de retiro se les ha removido el obstáculo que encontraban en el goce del fuero tanto civil como criminal, para poder girar y entregarse a sus negocios como los demás ciudadanos. Los propietarios serán en adelante los jefes y oficiales de las milicias nacionales, las que estarán en lo sucesivo bajo las inmediatas órdenes de los Gobernadores, y no de los Comandantes Generales. Una ley especial arregla los reemplazos en el ejército. Quedan por ahora suprimidos de la lista militar los generales, jefes y oficiales de la administración pasada, que no han prestado servicios a la causa del Seis de Marzo, pero podrán ser reinscritos para los próximos Congresos, los que habiendo servido en la guerra de la independencia se hubiesen manejado con honradez, imparcialidad y circunspección. Se ha echado también el velo de la amnistía sobre los procedimientos de los ecuatorianos extraviados y que han sido adictos al partido de la usurpación.
La libertad de comercio debe considerarse como un elemento constitutivo de nuestra regeneración política, y siguiendo sus preceptos en los arreglos de la hacienda pública, se han abolido los derechos de exportación que gravaban los frutos y manufacturas del país; se ha puesto en libertad la extracción de la paja de toquilla que estaba prohibida, poniéndole un derecho de diez pesos por quintal, para favorecer la manufactura de sombreros Manabí y de Santa Elena. Se han reformado los aranceles, y reducido los derechos de importación en las aduanas de la República. Se ha dado un golpe mortal al agiotaje, prohibiendo la admisión de papeles de pago de derechos, y exigiendo que todo se cobre en dinero en efectivo. Se han disminuido los derechos de capitanía de puerto, de limpia y baliza; una ley de jubilaciones pone termino a lo abusos que se habían introducido en este ramo. La ley de presupuesto anual que es de la más alta importancia en todo gobierno representativo, se ha discutido en la Cámara, con aquella viva solicitud que inspiran los intereses nacionales, que tienden a consolidar la paz, a mejorar el país, y a reanimar el moribundo crédito. El total de los gatos asciende a 82.572 pesos.
Consecuente al artículo 108 de la Constitución que declara que nadie nace esclavo en la República, ni puede ser introducido en ella en tal condición, sin quedar libre, el Congreso General ha aprobado el tratado que se ha celebrado con el gobierno de la Gran Bretaña, sobre la total abolición del tráfico de esclavos en África.
También se ha aprobado el tratado de comercio y navegación celebrado en los Estados Unidos de Norteamérica.
Ha merecido la particular atención de la Cámara la ley de crédito público, que asigna fondos para el pago de intereses y amortización de la deuda interior y exterior: ella hace responsable al ejecutivo de cualquiera falta que se observe en el exacto pago de los intereses que causan los capitales acensuados, que se han trasladado o que se trasladaren al tesoro. Nuestros acreedores verán en estas medidas el ardiente deseo que nos anima de cumplir con nuestros deberes, y la esperanza que nos aliente de poderlos satisfacer, con el aumento de las rentas, que será el resultado de nuestro sistema de orden, de paz , y de economía. La confianza en el porvenir nos consuela de la escasez de nuestra actual situación.
La Convención, en los cuatro meses, que ha tenido de sesiones ha podido contraerse sino a la Constitución y leyes orgánicas, que son de absoluta necesidad para la marcha del gobierno, y se separa con el sentimiento de no haber despachado sino muy pocas peticiones particulares, pero se complace en creer que el próximo congreso que debe reunirse en septiembre de este año, llenará el vacío que deja, no por su voluntad, sino por la premura en que se haya el Ejecutivo de trasladarse cuanto antes a la Capital. Su presencia en Quito facilitará las comunicaciones con Pasto, y contribuirá a sacar a los pueblos de la inquietud en que los tiene el estado incierto, en que se hayan nuestras relaciones con Nueva Granada. Los sentimientos de independencia, , de honor y patriotismo que animan al gobierno de Ecuador, serán debidamente apreciados por el ilustrado Gabinete de Bogotá, cuando esté bien impuesto de ellos, y bastará que ambos gobiernos entren en francas y leales explicaciones, para que desaparezcan los motivos de desconfianza que ha podido producir el curso de complicados acontecimientos.
No lisonjees la grata esperanza de un pronto avenimiento, porque de una y otra parte haya demasiado respeto a la opinión del mundo civilizado, y demasiado valor acompañado de ilustración, para dar el escándalo de una guerra fraticida sin objeto ni fundamento. La paz conviene a todos y su triunfo será el primer lauro de la nueva administración; la paz apoyada en la justicia y promovida por consideraciones de recíprocos intereses nacionales, estrechará los vínculos de amistad y de simpatías, que han existido, y deben siempre existir entre pueblos vecinos, amigos y hermanos.
Tal es, Sres. Representantes, el resumen de vuestras nobles tareas, si no producen el efecto que esperáis, os quedará el consuelo de haber puesto cuantos medios han sugerido el honor y el patriotismo para corresponder a los deseos de los pueblos. Ellos os han pedido instituciones patrias, y cumpliendo con sus votos, les habéis dado constitución y leyes: bastante habéis hechos hasta aquí, pero os queda todavía que hacer. Ahora que volvéis al seno de vuestras familias, os oca consolidar vuestra propia obra y dar vitalidad a la naciente patria. Patria significa en el moderno vocabulario de su suramericano: libertad, orden, riqueza y civilización, estos bienes sociales arraigados en el suelo nativo, garantidos bajo un mismo pacto de asociación política y representados por el signo de una misma bandera, son los que constituyen la verdadera patria y no únicamente los ríos, montes, bosques, y materialidad del suelo. Suelo hemos tenido por trescientos años, y no hemos tenido patria, ella ha nacido para nosotros al rayar la aurora del venturoso 6 de Marzo. Mecida en su cuna por el huracán de la revolución, rodeada de los horrores de la guerra, expuesta al furor de la tiranía, amenazada de muerte por todas partes, ella ha pasado en angustias sus primeros días. La variedad de sus padecimientos aumenta el interés de su gloriosa existencia, al paso que estrecha más la obligación en que nos hallamos de amarla, conservarla, ensalzarla y glorificarla. Un noble sentimiento de lealtad y de republicanismo nos impone el deber de circundarla de los atributos de la paz y del orden, de promover el espíritu de unión y de concordia, de calmar la irritación de las pasiones, de purificar las costumbres de difundir la instrucción, y de dar impulso a la agricultura, industria y comercio. Si cumplimos con esta parte de nuestra misión, si logramos abrir un nuevo horizonte de trabajo útil, y de especulaciones lucrativas, que conduzcan a la fortuna por las vías de la honradez, de la constancia y de la inteligencia, mereceremos entonces la aprobación de nuestros electores, el respeto de nuestros conciudadanos, y la gratitud de toda la República.
Concluiré, Señores, dándoos mis mas expresivas gracias por los testimonios de bondad y deferencia, con que me habéis distinguido, mientras he tenido el honor de presidir esta augusta asamblea, y de anunciaros, que quedan cerradas las sesiones de la Convención.
VICENTE ROCAFUERTE
[1] Esta convención es hija de la llamada “Revolución Marcista” del 6 de Marzo de 1845, que destituyó al Presidente ecuatoriano de entonces, el General venezolano Juan José Flores, quien habiendo llegado a ejercer el cargo por un tercer período, pretendió perpetuarse en el poder mediante la Constitución de 1843, llamada “Carta de Esclavitud”, y que el mismo había promovido.
[2] Joseph Vicente Rocafuerte y Rodríguez de Bejarano (1783-1847), Nació en Guayaquil, en el seno de una familia acomodada, constituida por el capitán Juan Antonio de Rocafuerte y doña Josefa de Bejarano y Lavayen. Fue político, diplomático, escritor y presidente constitucional ecuatoriano desde 1835 hasta 1839. Su carrera pública es en cualquier caso muy extensa: Alcalde Ordinario de Guayaquil, Procurador general del Cabildo, Capitán de la Milicia Criolla, Diputado a las Cortes de Cádiz, Diputado por Pichincha, Jefe Supremo del Departamento de Guayaquil, Jefe Supremo de Guayaquil, Puná, Jefe Superior del Guayas, Jefe Supremo del Estado del Ecuador, Presidente Provisorio del Ecuador, Gobernador de Guayaquil, Diputado por Cuenca a la Convención de Quito, Diputado por Pichincha en la Convención de Cuenca. Presidente de la Asamblea Nacional de Cuenca, Senador al Congreso de Quito, Presidente de la Cámara del Senado y ocupó e intervino en numerosos representaciones diplomáticas.
Rocafuerte fue uno de los más notables pensadores de la América revolucionaria y uno de sus más eficaces gobernantes. Hombre de sólida cultura, talentoso y patriota; poseedor de grandes dotes de estadista, en México desarrolló una importante actividad intelectual adecuada a la nueva situación; en defensa de la República publicó Ideas necesarias a todo pueblo independiente que quiera ser libre; contra Itúrbide, el Bosquejo ligerísimo de la revolución de México, desde el grito de Iguala hasta la proclamación imperial; sobre problemas de las nuevas formas de gobierno, El sistema colombiano popular electivo y representativo es el que más conviene a la América independiente. Otras obras suyas fueron Ensayo sobre las cárceles, Ensayo sobre la tolerancia religiosa, Curso de filosofía moral, la serie de manifiestos A la nación y Ensayo político. Favoreció además la publicación de numerosas obras de instrucción en el Nuevo Mundo. Más que liberal y librepensador, Rocafuerte fue sobre todo un hombre de gran sentido práctico que trató de prevenir las graves consecuencias del despotismo político y de la tolerancia religiosa.
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