julio 27, 2010

Discurso de Perón de la Bolsa de Comercio (1944)

«Selección de discursos período 1943-1945»
“DISCURSO DE LA BOLSA DE COMERCIO” [1]
Juan Domingo Perón
[25 de Agosto de 1944]

[Fragmentos]
Reproducimos sólo párrafos del discurso -quizás uno de los más polémicos y citado por los opositores para replicar sus intenciones y posición ideológica- con la advertencia que alguno de ellos bien pueden no estar en el orden cronológico con que fue dicho por el orador. La razón es que todavía no hemos podido acceder, en nuestra  provincia, a su texto completo . En cualquier caso, lo aclaramos pues no pretendemos alterar ni tergiversar su sentido.

Perón comienza manifestando: “[...] De un lado, me han dicho que soy nazi, de otro lado, han sostenido que soy comunista; todo lo que me da la certidumbre verdadera de que estoy colocado en el perfecto equilibrio que busco en la acción que desarrollo en la Secretaría de Trabajo y Previsión.
[...] Pienso que el problema se resuelve de una sola manera: obrando conscientemente para buscar una perfecta regulación entre las clases trabajadoras, medias y capitalistas, procurando una armonización perfecta de fuerzas, donde la riqueza no se vea perjudicada, propendiendo por todos los medios a crear un bienestar social, sin el cual la fortuna es un verdadero fenómeno de espejismo que puede romperse de un momento a otro. Una riqueza sin estabilidad social puede ser poderosa, pero será siempre frágil, y ese es el peligro que, viéndolo, trata de evitar por todos los medios la Secretaría de Trabajo y Previsión. [...] hasta ahora estos problemas han sido encarados por una verdadera lucha. Yo no creo que la solución de los problemas sociales esté en seguir la lucha entre el capital y el trabajo. Ya hace más de sesenta años, cuando las teorías del sindicalismo socialista comenzaron a producir sus frutos en esa lucha, opiniones extraordinariamente autorizadas, como la de Mazzini y la de León XIII, proclamaron nuevas doctrinas, con las cuales debía desaparecer esa lucha inútil”.
[…]
“Procedemos a poner de acuerdo al capital y al trabajo, tutelados ambos por la acción directiva del Estado […] porque es indudable que no hay que olvidar que el Estado, que representa a todos los demás habitantes, tiene allí su parte que defender: el bien común, sin perjudicar ni a un bando ni a otro…”
[…]
“Yo llamo a la reflexión a los señores para que piensen en manos de quien estaban las masas obreras y cual podía ser el porvenir de esas masas, que en un crecido porcentaje estaban en manos de los comunistas. […] Un objetivo inmediato del gobierno ha de ser asegurar la tranquilidad social del país, evitando por todos los medios un posible cataclismo de esta naturaleza [la revolución], ya que si se produjera de nada valdrían las riquezas acumuladas, los bienes poseídos, ni los campos, ni los ganados"
[...]
“El abandono por el Estado de una dirección racional de una política social, cualquiera que ella sea, es sin duda el peor argumento porque es el desgobierno y la disociación paulatina y progresiva de las fuerzas productoras de la Nación”. ¿En qué consiste, entonces, la necesaria intervención estatal? En organizar, dar pautas de entendimiento y concertar finalmente a los sectores en conflicto.
[...]
“Las masas obreras que no han sido organizadas presentan un panorama peligroso, porque la masa más peligrosa, sin duda, es la inorgánica. La experiencia moderna demuestra que las masas obreras mejor organizadas son, sin duda, las que pueden ser dirigidas y mejor conducidas en todos los órdenes [...]” […Por el contrario…] “, esas masas inorgánicas, abandonadas, sin una cultura general, sin una cultura política, eran un medio de cultivo para esos agitadores profesionales extranjeros. Para hacer desaparecer de la masa ese grave peligro, no existen más que tres caminos, o tres soluciones: primero, engañar a las masas con promesas o con la esperanza de leyes que vendrán, pero que nunca llegan; segundo, someterlas por la fuerza; pero estas dos soluciones, señores, llevan a posponer los problemas, jamás a resolverlos. Hay una sola forma de resolver el problema de la agitación de las masas y ella es la verdadera justicia social, en la medida de todo aquello que sea posible a la riqueza de su país y su propia economía, ya que el bienestar de las clases dirigentes y de las clases obreras está siempre en razón directa de la economía nacional. Ir más allá es marchar hacia un cataclismo económico; quedarse muy acá es marchar hacia un cataclismo social. [...] He querido presentar solamente, diremos así, una concepción teórica de conjunto”.
[...]
“Todavía hay hombres que se asustan de la palabra sindicalismo [...] Es un grave error creer que el sindicalismo obrero es un perjuicio para el patrón. En manera alguna es así. Por el contrario, es la forma de evitar que el patrón tenga que luchar con sus obreros [...] es el medio para que lleguen a un acuerdo, no a una lucha [...] Así se suprimen las huelgas, los conflictos parciales, aunque, indudablemente, las masas obreras pasan a tener el derecho de discutir sus propios intereses, desde una misma altura con las fuerzas patronales, lo que, analizado, es de una absoluta justicia”.
[...]
“Se ha dicho que en la Secretaría de Trabajo y Previsión hemos perjudicado a tales o cuales fuerzas. [...] La Secretaría responde a la concepción que he explicado. [...] No se produce ningún acuerdo, ningún arreglo por presión, sino por transacción entre obreros y patrones. Nosotros no hemos llegado a establecer ningún decreto, ninguna resolución que no haya sido perfectamente aceptada en nuestras mesas por obreros y patrones. Y ya hemos realizado más de cien convenios colectivos. [...] Nosotros, allí, haciendo de verdaderos jueces salomónicos, ayudamos a la transacción. [...] Vamos realizando una justicia distributiva y evitando que esto que puede ser un negocio transaccional se transforme en huelga con tiros y otras cosas desagradables. Puedo decir que desde que la Secretaría de Trabajo y Previsión se halla en funcionamiento, no se ha producido en el país ninguna huelga duradera, ni ninguna ha resistido más de 48 horas”.
[...]
“¿Cuál es el problema que a la República Argentina debe preocuparle sobre todos los demás? Un cataclismo social en la República Argentina haría inútil cualquier posesión de bienes, porque sabemos -y la experiencia de España es concluyente- que con ese cataclismo social los valores se pierden totalmente y, en el mejor de los casos, lo que cambia pasa a otras manos que las que eran inicialmente poseedoras. [...] La Secretaría persigue el objetivo de evitar el cataclismo social que es probable, no imposible. [...] Pienso cuál será la situación de la Argentina al terminar la guerra, cuando dentro de nuestro territorio se produzca una paralización y probablemente una desocupación extraordinaria. [...] No hay que olvidarse que en nuestro territorio hay hombres que ganaban veinte centavos diarios, no pocos que ganaban doce pesos por mes y no pocos que no pasaban de treinta pesos por mes [...] En este momento, hay industriales que pueden ganar hasta el mil por ciento. En España se explicó la guerra civil. ¿Qué no se explicaría aquí si nuestras masas de criollos no fuesen todo lo buenas, obedientes y sufridas que son? [...] Por eso, hay que suprimir la causa de la agitación: la injusticia social. Es necesario dar a los obreros lo que estos merecen por su trabajo y lo que necesitan para vivir dignamente, a lo que ningún hombre de buenos sentimientos puede oponerse, pasando a ser este más un problema humano y cristiano que legal. Es necesario saber dar un treinta por ciento a tiempo que perder todo a posteriori”.
“[...] Para evitar que las masas que han recibido la justicia social necesaria y lógica no vayan en sus pretensiones más allá, el primer remedio es la organización de esas masas para que, formando organismos res¬ponsables, lógicos y racionales, bien dirigidos, no vayan tras la injusticia, porque el sentido común de la masa orgánica termina por imponerse a las pretensiones exageradas de algunos de sus hombres”.
[…]
“Se ha dicho señores, que soy un enemigo de los capitales y si ustedes observan lo que les acabo de decir, no encontrarán ningún defensor, diríamos, más decidido que yo, porque sé que la defensa de los intereses de los hombres de negocios, de los industriales, de los comerciantes, es la defensa del mismo Estado[… [No se asusten de mi sindicalismo, nunca mejor que ahora estará seguro el capitalismo, ya que también lo soy, porque tengo estancia y en ella operarios[…] Lo que quiero es organizar estatalmente a los trabajadores para que el Estado los dirija y les marque rumbos, de esa manera se neutralizarán en su seno las corrientes ideológicas y revolucionarias que pueden poner en peligro nuestra sociedad capitalista de posguerra. Por eso creo que si yo fuera dueño de una fábrica no me costaría ganarme el afecto de mis obreros con una obra social realizada con inteligencia. Muchas veces se logra con el médico que va a casa de un obrero que tiene un hijo enfermo; con un pequeño regalo en un día particular; o el patrón que pasa y palmea amablemente a sus hombres y les habla de cuando en cuando, así como lo hacemos nosotros con nuestros soldados…Con nosotros funcionará en la casa la Confederación General del Trabajo y no tendremos ningún inconveniente cuando queramos que los gremios x o z procedan bien, a darles nuestros consejos, nosotros se los transmitiremos por su comando natural. Le diremos a la CGT., hay que hacer tal cosa por tal gremio y ellos se encargarán de hacerlo. Les garantizo que son disciplinados y tienen buena voluntad de hacer las cosas. Eso sería seguro, la organización de las masas[…]Ya el Estado organizaría el reaseguro, que es la autoridad necesaria para que cuando esté en su lugar, nadie pueda salirse de él, porque el organismo estatal tiene el instrumento que, si es necesario por la fuerza, ponga las cosas en su quicio y no permita que salgan de su curso".
[…]
“está realizando una obra social que será cada día más intensa, eso le ha ganado la voluntad de la clase trabajadora con una intensidad que muchos de los señores quizá desconozcan, pero yo, que viajo permanentemente y que hablo continuamente con los obreros, estoy en condiciones de afirmar que es de una absoluta solidaridad con todo cuanto realizamos. Pero lo que sigue primando en las clases trabajadoras es un odio bastante marcado hacia sus patrones. Lo puede afirmar, mejor que yo, mi director de Acción Social Directa (Mercante), que es quien trata los conflictos.
Existe un encono muy grande, no sé si será justificado o si simplemente será provocado, pero el hecho es que existe. Contra esto no hay más que una sola manera de proceder. Si el Estado es el que realiza la obra social, él es quien gana la voluntad de los trabajadores, pero si los propios patrones realizan su propia obra social, serán ellos quienes se ganen el cariño, el respeto y la consideración de sus propios trabajadores.
Muchas veces me dicen: -Cuidado, mi coronel, que me altera la disciplina-. Yo estoy hecho en la disciplina. Hace treinta y cinco años que ejercito y hago ejercitar la disciplina, y durante ellos, he aprendido que la disciplina tiene una base fundamental: la justicia. Y que nadie conserva ni impone disciplina si no ha impuesto primero la justicia. Por eso creo que si yo fuera dueño de una fábrica, no me costaría ganarme el afecto de mis obreros con una obra social realizada con inteligencia. Muchas veces ello se logra con el médico que va a la casa de un obrero que tiene un hijo enfermo, con un pequeño regalo un día particular, el patrón que pasa y palmea amablemente a sus hombres y les habla de cuando en cuando, así como nosotros lo hacemos con nuestros soldados.
Para que los obreros sean más eficaces han de ser manejados con el corazón. El hombre es más sensible al comando cuando el comando va hacia el corazón que cuando va hacia la cabeza. También los obreros pueden ser dirigidos así. Solo es necesario que los hombres que tienen obreros a sus órdenes lleguen hasta ellos por esas vías, para dominarlos, para hacerlos verdaderos colaboradores y cooperadores, como se hace en muchas partes de Europa que he visitado, en que el patrón de la fábrica -o el Estado, cuando es dueño- a fin de año, en lugar de dar un aguinaldo, les da una acción de la fábrica. [...] De esa manera, un hombre que lleva treinta años de servicio tiene treinta acciones de la fábrica, se siente patrón, se sacrifica, ya no le interesan las horas de trabajo”.
[…]
JUAN DOMINGO PERON
[1] Carlos Fayt dirá después: “En este discurso, Perón desnuda los objetivos manifiestos de su política social: estatizar el movimiento obrero, organizándolo para que opere de acuerdo con las directivas del Estado; fomentar el sindicalismo gremial [...]; propiciar la organización de las entidades patronales, evitar la agitación social de las masas y crear una estructura corporativa, captar al movimiento obrero, dar a tiempo un treinta por ciento para no perderlo todo y presto al llamado que se le hiciese. Pueden ustedes estar seguros de ello”-

1 comentario:

  1. Flor de facista, Perón, nunca quiso a los trabajadores, aquí están las pruebas.

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