DISCURSO EN EL 149°
ANIVERSARIO DE LA BOLSA DE
COMERCIO DE BUENOS AIRES
Nestor Kirchner
[10 de Julio de
2003]
Señor vicepresidente Daniel Scioli; señor
presidente de la Bolsa
de Comercio de Buenos Aires, doctor Julio Werthein; señor jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, doctor Aníbal Ibarra; autoridades nacionales; señores miembros
del cuerpo diplomático; señores empresarios; señores, señoras:
Quiero aprovechar la celebración de los 149 años de la vida dela Bolsa de Comercio de Buenos
Aires para poder intercambiar con ustedes algunas reflexiones y exponer
nuestros puntos de vista en algunos temas que son de elevado interés en el
tiempo que nos toca vivir.
Quiero aprovechar la celebración de los 149 años de la vida de
Estamos conmemorando la fundación de una
institución que ha sido capaz de mantenerse, pese a las muchas dificultades a
las que nuestra Argentina nos ha sometido. Confío en que en este instante en la
historia en que debemos valernos de otras lógicas nos impulse en la
construcción de un país diferente. Son muchos y variados los compromisos que
las instituciones tienen pendientes con millones de hombres y mujeres que
habitan esta tierra.
El corolario de esos años está hoy a la
vista. Tras una primera etapa de crecimiento sobrevino una singular
concentración del ingreso que nunca en nuestra historia se había observado.
Ello, sumado a una recesión que se prolongó por casi 5 años, a la virtual
desaparición de la industria nacional y a una crisis financiera de magnitud,
acabó determinando una marginalidad social en la que millones de argentinos
debieron sobrevivir junto a la falta de trabajo y la miseria. En ese contexto
económico y social se construyó el estallido cívico de diciembre de 2001. No se
trató sólo de la queja de aquellos que expresaron su enojo por la falta de
respuestas de la dirigencia a los problemas que en concreto se vivían, se trató
también de un reclamo ciudadano que le demandó a la democracia un proyecto de
país que contenga a todos los argentinos, un modelo político y económico que
regenere la calidad institucional de la República ,
que termine con el abuso, la concentración y la pobreza, que ponga en marcha la
producción y recupere el trabajo como única forma de desarrollo digno en la
sociedad moderna.
Queremos comportarnos como lectores
cuidadosos de las demandas de nuestro pueblo y adoptar la mejor estrategia para
un crecimiento sustentable. Debemos escuchar lo que cada argentino que hoy no
tiene trabajo está demandando. Debemos estar atentos a lo que reclama cada
joven que hoy no accede al estudio en el que la tecnología exige nuevas
categorías del conocimiento. Debemos responder ante el padecimiento de cada
anciano que no recibe atención a su salud en el momento en que más lo necesita.
Debemos responder ante la impotencia del empresario honesto ante la falta de
crédito que lo posterga. Tenemos que terminar con la competencia desigual a la
que se ve sometido quien cumple con sus obligaciones fiscales. Tenemos que
terminar con la frustración que siente quien se ha arriesgado a competir en un
país que con falta de reglas claras lo desampara.
Que rememoremos en esta hora lo sucedido en
los últimos 20 años tiene que servir para que todos tengamos presentes las
enseñanzas de la historia. Sólo admitiendo lo que nos pasa seremos capaces de
cambiar la realidad. No pretendo, como en otras tantas veces de nuestro pasado,
impulsar planes coyunturales que sólo nos garantizan sobrevivir en la
decadencia. No quiero ser el Presidente que les proponga a los argentinos
convivir con la miseria de un modo remozado. Quiero dejar absolutamente claro
también que no dejaremos que sean los sectores de interés quienes fijen nuestra
agenda o el supuesto proyecto económico que ellos desean arreglado a la sola
solución de sus problemas; aunque lo presenten como la salida única o el único
remedio posible no habrá capacidad de lobby que pueda imponer a la sociedad esa
agenda pública.
Es evidente que algunos piensan como único
futuro posible el que se solucionen temas de su propio interés de la manera que
ellos quieren, pero ya vimos adónde llegó la Argentina con la
ortodoxia, el fundamentalismo de mercado y el discurso uniforme. Debemos salir
del pensamiento único para consolidar la marcha hacia la construcción de un
proyecto estratégico que con creatividad, pluralidad y capacidad de adecuación
nos contenga a todos los argentinos. Necesitamos que nuestro producto bruto
crezca, que se incremente la inversión, que garanticemos la continuidad del
superávit primario ya obtenido, que mejoremos la recaudación, que bajen las
tasas de interés y que crezca el empleo. Queremos ir cubriendo las asignaturas
pendientes, que sabemos que existen, achicando los márgenes de error,
persistiendo en el esfuerzo de ir modelando políticas económicas que tengan por
finalidad el incremento de la equidad.
El combate a la evasión que propiciamos, las
políticas de reconversión productiva que encaramos, la cristalina renegociación
de los contratos de servicios públicos privatizados que postulamos, nos ayudan
a caminar hacia una Argentina con proyección de futuro en el que los sectores
no estructuren perversas alianzas con el poder político de turno, sino que se
sientan parte de una fecunda asociación con un Estado que defienda lo nacional.
Tendremos que ser artífices de un cambio
profundo en las estructuras financieras y productivas básicas del país y para
lograrlo necesitamos del acompañamiento de todos y cada uno de nuestros
compatriotas. Ningún proyecto político, económico o social tiene sentido si no
sirve para mejorar las condiciones de la vida de cada uno de los componentes de
la comunidad a la que está destinado. Nos toca diseñar un modelo de nación en
el que las economías regionales se desarrollen, se integren entre sí a partir
de un capitalismo tan pujante como inteligente.
La inversión privada y la competencia deben
mostrarse capaces de lograr el desarrollo económico de nuestro país en un mundo
globalizado. No se puede construir un país aislado en la gran aldea, pero no se
debe hacer de la Argentina
un país sin criterio, que arrastre a nuestros productores a una competencia que
por desigual inexorablemente los quiebre. La experiencia nos demuestra que
nuestra integración al concierto de las naciones debe ser llevada a cabo con el
primer propósito de fortalecernos y beneficiarnos razonablemente en el libre
juego de la oferta y la demanda. Tenemos que ser capaces de transformar el
desafío de la globalización y nuestra crisis en una oportunidad que nos ayude a
crecer. Para lograrlo necesitamos recrear un empresariado con decisión nacional,
comprometido con la realidad social y económica de nuestra patria y
absolutamente decidido a aceptar el desafío de la competencia. Queremos contar
con hombres de negocios que con sus empresas, además de buscar réditos,
favorezcan el desarrollo humano y la sociedad en la que se desenvuelven. Así lo
reclama la ética en este tiempo. La Argentina necesita de empresarios que no sean
ajenos a la crisis, al hambre de los argentinos, a la educación que no reciben
los jóvenes y a la atención de la salud que no tienen los ancianos. Si no es
así seguirá disociándose aún más el precario vínculo que hoy media entre las
empresas y la gente. Queremos reglas claras que garanticen la competencia
transparente de los mercados. Ya sabemos lo que pasa cuando algunos sectores
empresarios se enquistan en las cercanías del poder para obtener ventajas que
difícilmente lograrían sin el enorme privilegio que representa contar con la
anuencia de quien gobierna. Necesitamos un sistema financiero comprometido con
el desarrollo y no con la especulación, créditos para el consumo y la
producción, créditos que financien las exportaciones que coloquen nuestros
bienes y servicios más allá de nuestras fronteras. Estos son los objetivos que
deben de crearse en el sistema financiero argentino.
Debemos contar con un Estado inteligente que
establezca los límites precisos dentro de los cuales se desenvuelva la
economía. Allí donde el mercado no es capaz de guardar equilibrio el Estado
debe de estar presente. No se trata de reponer el Estado voraz, deficitario,
que consumió gran parte de los ahorros presentes y futuros de los argentinos,
el Estado en representación del bien común debe ser quien arbitre en las
relaciones sociales y económicas sin condenar al país a la soledad en un mundo
que inexorablemente se vincula. Un Estado que no se instituya para favorecer a
uno u otro sector de nuestra economía, pues de ese modo sólo se lo tergiversa y
se corrompe. El poder del Estado se establece por fijar las reglas de la
competencia y sancionar a quienes las infringen para articular políticas que
garanticen la equidad entre los agentes de los distintos mercados, para
garantizar los derechos de los consumidores, para restaurar el equilibrio
social en el mismo momento que se quiebra.
Sólo si somos capaces de observar crudamente
lo que nos ha pasado y lo que nos ocurre podremos entender el desafío que
enfrentamos cuando queremos fijar los pilares de un nuevo país en que los
valores de la producción y el trabajo destierren para siempre los vicios del
oportunismo y la especulación.
Los datos de nuestra economía nos inspiran
confianza y nos animan en el desafío. El crecimiento de la recaudación
impositiva, el incremento del consumo, un superávit fiscal que excede en mucho
lo comprometido con los organismos internacionales y una mayor demanda de
trabajo, son sólo las pruebas del fin del estancamiento al que se vio sometida
la economía nacional por espacio superior a un lustro.
Ante una economía que se recupera les cabe
al mercado bursátil y a sus operadores un rol central. En él la confianza, la
transparencia, la honestidad y el compromiso son y deben ser reglas
invulnerables. Desde él, sobre la base del ahorro y la inversión, debe
financiarse la producción, deben sumarse socios al aparato productivo y debe
generarse así trabajo y crecimiento. La Bolsa , como un escenario para conseguir capital
asociando voluntades debe superar a la
Bolsa como escenario en que la especulación culmine por
actuar en contra del aparato productivo.
Si buscamos una economía productiva y
transparente tenemos que promover un mercado de capitales en el que el azar o
la especulación no sean la única causa motivadora de quien invierte. Debemos
construir aquí una cultura que favorezca la producción y el esfuerzo.
En procura de ese objetivo tenemos que
ocuparnos de retomar el círculo virtuoso del ahorro y la canalización
responsable y transparente de la inversión a través de instrumentos
contemplados en la ley de oferta pública que ha de asegurar el fin que todos
los argentinos necesitamos.
En esa búsqueda necesitamos que las
instituciones y los agentes del mercado de capitales aporten toda su
profesionalidad, eficiencia y honestidad para transformar el ahorro en una
inversión productiva que facilite el crecimiento de la economía. Con el capital,
con un aparato productivo sano pero adormecido, con los instrumentos adecuados
y las instituciones del mercado de capitales, debemos estar dispuestos a
enfrentar el desafío de recomponer aquel círculo virtuoso del ahorro para
favorecer la inversión productiva, el crecimiento y el trabajo.
Las medidas que hoy anunciamos, referidas a
jubilaciones, salarios, aportes e incentivo docente tienen aquel norte e
indican que los esfuerzos y sacrificios que los posibilitan cobran un nuevo
sentido en este marco conceptual.
La circunstancia de nuestra presencia aquí y
la creación de nuevas alternativas de inversión como la negociación en el
mercado bursátil de los cheques de pago diferido en el ámbito de la Bolsa , que implicará una
agilización en la circulación de papeles de comercio con un aporte a la baja de
tasas y un incremento de la transparencia de la negociación de esos
instrumentos de crédito, habla concretamente de la confianza que tenemos en lo
que vuestra institución ha significado y en los aportes que puede brindar.
Es que si bien es cierto que no hay posible
crecimiento sin financiación bancaria, debemos estar atentos a la apertura de
nuevos medios de financiamiento. A diferencia del pasado, y por muy diversos
factores, las inversiones provenientes del exterior serán un excedente por
sobre las necesidades de financiación de la economía nacional que se sumará a
los capitales locales, en vez de ser prácticamente la única fuente de recursos.
En este plano, la condena al voluntarismo regulatorio que sabemos que jamás
sustituye la falta de condiciones de crecimiento, no nos debe hacer dudar en la
necesidad del ejercicio de una actividad regulatoria realista tanto en cuanto a
su propósito como respecto de las expectativas con las que se lleve a cabo,
para ser utilizado como una herramienta más a nuestro alcance para la solución
de los problemas que se enfrentan. En todo caso, sin desmerecer la importancia
de la financiación mediante endeudamiento, es importante que rescatemos del
olvido el significado de la financiación mediante aportes de capital. El cambio de conductas y pautas culturales
será el signo de la construcción de una Argentina estructurada para bien de
todos.
Señores, señoras: por sobre todas las cosas
nos toca ser la generación de argentinos que superando el descreimiento se
dediquen a modelar un nuevo país. Un país en que las normas se dicten para ser
cumplidas; un país en que el Estado no permita que en el imperio de la
inequidad unos padezcan lo que otros disfrutan; un país en que la economía se
movilice, no para el beneficio de unos pocos sino para el de todos; un país que
distribuya con justicia sus riquezas; un país en que sus habitantes disfruten
sus días y no los sobrelleven bajo el cono de sombra bajo el que los abandona
la indiferencia colectiva.
Señores: nuestra voluntad y nuestra decisión
inclaudicable es construir un país normal, volver a ser un país normal;
construir un país en serio; construir un país donde entendamos que todos los
sectores de la sociedad tenemos verdades relativas, donde tengamos la humildad
de comprender que en la verdad relativa de cada uno se halla esa verdad
superadora que nos permita encontrar síntesis a los argentinos y que nos
permita crecer en solidaridad.
Yo con absoluta honestidad creo en el país
de la complementación, creo en el país que no puede desperdiciar las
experiencias que ha tenido; creo en un país que debe mirar con absoluta
capacidad de autocrítica constructiva qué es lo que nos ha sucedido, pero que
debe tener la fuerza y la decisión de construir las herramientas de una nueva
Argentina donde el crecimiento, la producción y la solidaridad sean cuestiones
de todos los días.
No creo en una Argentina donde estemos
enfrentados unos con otros, pero tampoco creo en la impunidad, porque la
impunidad también nos llevó a esta Argentina que tenemos hoy, que nos causa
tanto dolor. Por eso les quiero decir,
con absoluta claridad, que cuando a veces se expresa qué es tener un proyecto
económico o qué es no tenerlo, seguramente muchos argentinos visualizamos de
distinta forma cuál es el proyecto económico que hay que llevar adelante.
Nosotros estamos absolutamente claros de por dónde vamos, sabemos cuáles son
los pasos que tenemos que dar, estamos abiertos a escuchar permanentemente y a
corregir cuando sea necesario, pero de lo que sí estamos absolutamente
convencidos, por la experiencia reciente y no por una actitud de querer saberlo
todo, que evidentemente para resolver todas las cuestiones internacionales que
tiene la Argentina
con los organismos multilaterales, con los distintos organismos de crédito con
quienes tenemos relaciones y las distintas instituciones, los argentinos y
quienes van conversando y tienen trato con nosotros, deben darse cuenta de que
la única manera de volver a construir este gran país es garantizando la
sustentabilidad interna con la integración externa; nunca más integración
externa y que la Argentina
explote como lo hizo en el 2001, cuando nos quedamos todos los argentinos
angustiados en un país absolutamente anarquizado.
Por eso, mis queridos amigos, sé que ustedes
sienten la patria y la nación como la sentimos nosotros; sé que ustedes aman la
pluralidad y no el discurso uniforme, como lo hacemos nosotros; sé que en
ustedes vamos a encontrar receptores y autocríticos leales para construir una
Argentina diferente. Nosotros venimos hoy a celebrar junto a ustedes los 149
años de la Bolsa
de Comercio despojados de cualquier situación y de cualquier preconcepto;
venimos como argentinos para tendernos la mano solidaria, para hacer un nuevo
país.
Muchísimas gracias.
NESTOR KIRCHNER
No hay comentarios:
Publicar un comentario