enero 20, 2014

Discurso de Fidel Castro en el acto de bienvenida a la Delegación cubana que asistió a los X Juegos Centroamericanos y del Caribe (1966)

DISCURSO EN EL ACTO DE BIENVENIDA A LA DELEGACION DEPORTIVA CUBANA QUE ASISTIO A LOS X JUEGOS CENTROAMERICANOS Y DEL CARIBE, CELEBRADO EN EL ESTADIO LATINOAMERICANO
Fidel Castro
[29 de Junio de 1966]

― Departamento de versiones taquigráficas del Gobierno revolucionario ―

Compañeros de la delegación deportiva de Cuba; Compañeros estudiantes; Compañeros y compañeras aquí presentes:
Esta noche culmina el grandioso recibimiento que a lo largo del país ha tenido lugar, como justo reconocimiento y como expresión del orgullo y la satisfacción de nuestro pueblo, por el brillante comportamiento en todos los órdenes, de la delegación que representó a nuestra patria en los Juegos Centroamericanos.
¿Qué circunstancias son las que han contribuido a convertir estos eventos en una singular victoria del deporte, en primer lugar; y, además, de nuestro pueblo?  ¿Por qué le correspondió jugar a nuestra delegación un papel excepcional? ¿Quiénes fueron los que, sin proponérselo, desde luego, y tratando de dañar al deporte, y tratando de hacer daño a nuestro país, crearon las condiciones para que precisamente nuestra delegación haya jugado el papel más relevante?
Aquí el compañero Llanusa explicó más o menos la forma en que llegó nuestra delegación a Puerto Rico.  Alrededor de este evento deportivo, que no tiene nada que ver con la política, y al menos en este caso no podrá acusarse a nuestro país de utilizar el deporte como instrumento de la política, sino que sin escrúpulos de ninguna clase se trató de impedir la asistencia de la delegación cubana a los Juegos Centroamericanos. ¿Por qué, por qué tratar de impedir que participe en esas competencias el país donde precisamente el deporte ha adquirido el más extraordinario auge en los últimos años?  ¿Por qué, por qué tratar de impedir la participación de un pueblo donde por primera vez a lo largo de su historia el deporte es una actividad educacional, el deporte es una actividad del pueblo, de las masas?  ¿Por qué tratar de impedir la participación de un país donde el deporte ya no es privilegio de minorías ricas y explotadoras, donde el deporte ya no es solo actividad de los hijos de los ricos? ¿Por qué?  ¡Por razones de orden político! 
Es decir que el gobierno imperialista de Estados Unidos es el responsable de haber creado todo un problema político alrededor de unos eventos que debían permanecer al margen de la política. 
Ahora bien, ¿qué ocurrió? Alrededor de este hecho se libró una nueva batalla entre el imperialismo y la Revolución Cubana, y alrededor de este hecho la Revolución Cubana le ganó una batalla más al imperialismo (APLAUSOS). 
De eso, desde luego, están bien conscientes los propios imperialistas. 
¿A qué procedimientos acudieron para impedir la participación de Cuba? Acudieron a la simulación, al engaño, a la mentira, a la hipocresía, y por último a la arbitrariedad.  De acuerdo con los reglamentos olímpicos, el país sede tiene la obligación de crear las condiciones y garantizar la participación de todos los países con derecho a competir.  Ese es un reglamento olímpico, internacionalmente aceptado por todos los países. 
Pero, ¿qué ocurría en este caso?  Desgraciadamente, el hermano pueblo puertorriqueño, la pequeña isla de Puerto Rico —de la cual dijo nuestro Apóstol que era, con relación a nuestra patria, como un ala del mismo pájaro, porque no hay que olvidarse de que en la proclamación de la independencia de Cuba, en el Manifiesto de Montecristi, Martí proclamó, en nombre del Partido Revolucionario, que la lucha se realizaría por la independencia de Cuba y de Puerto Rico—, desdichadamente Puerto Rico fue ocupado militarmente por Estados Unidos a principios de siglo y sometido a un régimen colonial de gobierno.  Mucha sangre valerosa de puertorriqueños y muchos sacrificios ha costado a ese pueblo la ocupación imperialista de Estados Unidos.  Muchos son los esfuerzos que Estados Unidos ha hecho por destruir el nacionalismo puertorriqueño, por destruir la cultura de Puerto Rico, por destruir todas las características propias del pueblo puertorriqueño.  Y aun hoy, desgraciadamente, el pueblo de Puerto Rico no es independiente: aun hoy Puerto Rico es lo que se llama un Estado Libre Asociado, que no tiene nada de libre ni nada de asociado.  Y estos hechos se pusieron en evidencia precisamente con motivo de estas olimpiadas.  El imperialismo yanki, cretino y estúpido por excelencia, en vez de tratar de disimular su sistema colonial en Puerto Rico, llevado de su odio a Cuba, de su desesperada hostilidad a nuestra Revolución, llevó a cabo actos que pusieron ante los ojos del mundo, descarnadamente, el tipo de régimen político que existe en Puerto Rico.  Porque Estados Unidos no tenía derecho a competir en estas olimpiadas, era el pueblo de Puerto Rico: Estados Unidos no era la sede, mas, sin embargo, fue el gobierno de Estados Unidos quien impuso descaradamente, desvergonzadamente, sus medidas arbitrarias para impedir que Cuba participara. 
Pero, ¿cómo lo hicieron?  De una manera farisaica, de una manera hipócrita.  Y fueron librando su partida contra la Revolución, fueron moviendo sus peones, fueron realizando sus jugadas. 
Primero, ¿qué hicieron?  Crear un estado de incertidumbre a nuestra delegación, la inseguridad acerca de si concederían la visa o no.  Por fin, frente a la demanda de Cuba, frente a las exigencias de Cuba en el seno del Comité Olímpico Internacional, no les quedó más remedio que conceder las visas; y concedieron las visas, pero no las concedieron un mes antes, ni dos semanas antes:  las concedieron unos días antes solamente.  Y después que concedieron las visas de la manera más increíblemente hipócrita, plantearon que las visas las daban, pero permiso para aterrizar avión o barco, ¡ah, eso no!  Que Cuba debía utilizar las vías normales. 
¿Pero cómo podía una delegación de casi 400 personas, dos o tres días antes, después de que le dan esas visas, resolver por ninguna vía normal su traslado a Puerto Rico?  Evidentemente que estaban actuando de una manera increíblemente cínica.  Y lógicamente, como sabían que no se podrían obtener medios llamados normales, Cuba no podría asistir. Todas las demás delegaciones tenían facilidades para acudir a los eventos, en barcos incluso de guerra, o en aviones, excepto Cuba.  Ya se sometía a nuestro país y a nuestra delegación a una situación excepcional: se les impedían los medios para ir a Puerto Rico.  No solo eso: vinieron con el chantaje.  Bien se ve que todavía el odio los ciega demasiado para no conocer suficientemente a nuestro país y a nuestro pueblo. 
Cometieron la indignidad de intentar un chantaje:  que nos darían el permiso si el gobierno de Cuba —eso fue lo que le plantearon al Comité Olímpico Cubano— accedía a conceder unos permisos especiales para que unos supuestos ciudadanos americanos —alguno de ellos posiblemente nació aquí y luego se inscribió allá, o quién sabe o vaya a saber por qué dicen que hay aquí mil y tantos ciudadanos americanos y sus familiares; posiblemente muchos de ellos no tienen nada de americanos, cuestión de papeles.  Pero suponían que nosotros, naturalmente, interesados en participar en las olimpiadas, tendríamos que ceder.  ¡Qué poco conocen todavía a este país!  ¡A la Revolución con ese chantaje! 
Y lo que hizo el Comité Olímpico Cubano fue denunciar el chantaje:  de que el Gobierno de Estados Unidos exigía condiciones de tipo político, que no tenían nada que ver con el deporte, para permitir la presencia de Cuba en su colonia de Puerto Rico.  Y, naturalmente, fueron sorprendidos in fraganti, fueron sorprendidos con las “manos en la masa”, en un flagrante delito moral y en una flagrante violación de las normas que rigen el deporte internacional. 
Y estos hechos deben ser oportunamente denunciados en el Comité Olímpico Internacional, porque precisamente ese Comité lo preside un yanki, llamado Brundage —o algo parecido— (RISAS), un señor que ha hecho el papel de Poncio Pilatos en este problema.  Porque lo que correspondía haber hecho —y la principal responsabilidad le correspondía precisamente a este señor— era haber sustituido la sede de Puerto Rico por cualquier otro país que estuviese en condiciones de brindar facilidades a los atletas participantes en las competencias. 
No ocurrió nada de esto.  Estados Unidos, el gobierno de Estados Unidos creyó que se saldría con la suya — ¡un yanki Poncio Pilatos presidiendo el Comité Olímpico, una arbitrariedad más!— y que Cuba no podría participar en las olimpiadas. 
Pero la partida seguía su curso.  Habían concedido las visas, pero se creían que no había medios para llegar.  Ellos, además, pensaban que si enviábamos a la delegación en avión o en barco nos pondrían ante la opinión mundial violando la ley de Puerto Rico, y además tendrían el derecho a confiscarnos los aviones y los barcos. 
Hay una serie de circunstancias que dan ganas de reírse, porque demuestran hasta qué punto fueron sorprendidos en esto los imperialistas.  La posición nuestra no era una posición ilegal.  Ellos, en sus pasos hipócritas, habían llegado hasta conceder las visas; luego la entrada en Puerto Rico no era ilegal para los miembros de la delegación, era legal; desde el momento que concedieron las visas no podían decir que la llegada de un atleta cubano a Puerto Rico era ilegal.  Podrían decir que ilegal era el barco que entrara e ilegal el avión que llegara y que, por tanto, serían confiscados, pero creyeron que la cosa era demasiado sencilla, se consideró que, efectivamente, la llegada del barco o del avión podría dar lugar a que ejercitaran una acción contra el barco o el avión cubanos, y se decidió por eso que la delegación partiera. 
Y es curioso que los imperialistas que tanto se ufanan de estar bien informados y de tener mucho espionaje, no se enteraron de que una delegación de casi 400 personas y despedida por miles de ciudadanos tomaba el barco en Santiago de Cuba y salía hacia Puerto Rico.  Se enteraron, según dicen algunos gusanos, porque algunos puertorriqueños, algunos patriotas puertorriqueños del Movimiento Independentista, sabían que iba el “Cerro Pelado” y, efectivamente, al parecer los imperialistas no sabían una palabra, pero los independentistas puertorriqueños sí lo sabían.  ¿Cómo?  Al parecer están mejor informados que los imperialistas yankis. 
Y cuando nuestro barco se acercaba, los independentistas puertorriqueños, los patriotas puertorriqueños, estaban esperándolo con lanchas puertorriqueñas.  Luego no habría ninguna ilegalidad: el barco cubano a cinco millas para que no hubiera confusión, y barcos puertorriqueños con patriotas puertorriqueños que irían a buscar una delegación que tenía visa para entrar en Puerto Rico. 
Claro está que los imperialistas tomaron medidas rápidamente para impedir que ningún barco puertorriqueño llegara al “Cerro Pelado”.  Lo primero que hicieron fue volverse locos, empezaron a lanzar panfletos en aviones, suscritos por el Secretario de la Tesorería de Estados Unidos, un tipejo de esos, amenazando que si el barco entraba lo confiscaban.  ¡Pero el barco estaba a cinco millas! y el hecho de que impidieran que las embarcaciones puertorriqueñas llegaran estaba previsto: nuestro barco tenía varios botes, los botes salvavidas, en número suficiente para trasladar una parte de la delegación. 
Bien:  la delegación, los atletas cubanos tenían permiso para llegar, no cometerían ninguna ilegalidad, y puesto que no le daban permiso al barco, si no dejaban venir tampoco barcos puertorriqueños, entonces las lanchas salvavidas cometerían una pequeña violación y los imperialistas tendrían que sancionar las cuatro lanchas salvavidas, pero nuestros atletas legalmente llegarían a Puerto Rico (APLAUSOS).  Desde luego, que quedaba un número en el programa:  si no podían ir todos los atletas porque las lanchas las dejaban dentro y quedaba una parte de la delegación, ese resto de la delegación iba a llegar a nado a Puerto Rico (APLAUSOS). 
Es evidente que los imperialistas perdieron la partida.  Apenas se presentó el “Cerro Pelado” frente a Puerto Rico el escándalo fue tan grande que no resistieron más, e inmediatamente hablaron de que iban a mandar un barco de guerra, porque son unos “camaleones”; en esa situación, como se encontraban ya con una situación muy ridícula, entonces el papel de buenos:  un barco de guerra yanki transportando la delegación cubana, pero la delegación cubana dijo:  ¡No!, ¡en barco yanki no!  (APLAUSOS.)
Entonces dijeron que los vendrían a buscar, pero no venían a buscarlos.  Y cuando vieron que los tripulantes del “Cerro Pelado” estaban bajando los barcos salvavidas se rindieron, se rindieron y mandaron inmediatamente el barco.  Pero todavía no estaban conformes —algo, un pelito, del buey un pelo, como se dice— y cuando la segunda parte de la delegación se trasladaba a Puerto Rico, ¡qué casualidad!, empezó a entrarle agua al barco, y entonces el capitán apurado: “que venga un barco yanki, que se hunde este barco”, y la delegación cubana dijo:  ¡No!, que se hunda este barco y nos hundimos con este barco, ¡no vamos en barco americano!  (APLAUSOS.)
Hay que decir que la primera medalla de oro fue esta, perdieron todos los puntos, todos, y la delegación llegó legalmente a Puerto Rico, y ningún avión fue confiscado ni pudo ser confiscado y ningún barco pudo ser confiscado.  Así fue como se llegó a Puerto Rico. 
Y los imperialistas azorados, asombrados, estupefactos, porque fue una especie de Camarioca a la inversa.  Hace apenas unos meses perdieron la batalla de Camarioca, cientos de barquitos empezaron a venir hacia Cuba, le hacían más caso a la Revolución que a las leyes de Estados Unidos.  Perdieron la batalla, volvieron a probar suerte y volvieron a perder, sufrieron otro Camarioca, un Girón deportivo. 
Y dicen, porque los compañeros que vienen de Puerto Rico cuentan infinidad de anécdotas, muchas de ellas muy simpáticas, por ejemplo, han recogido grabaciones, conversaciones, trasmisiones de radio, programas, anuncios, y una entrevista que dice que es una señora ya de cierta edad, de esas que se fue, y la entrevistaron por radio cuando ya el “Cerro Pelado” estaba allí frente a San Juan, y dicen que la señora decía:  “Se lo dije, ustedes decían que no venían y están ahí y se meten ahí (APLAUSOS).  Nos botaron de allí y a ustedes los van a botar de aquí también”, decía la señora porque creía que aquello era una invasión o algo raro, asustada.  Por ahí está la grabación; no estaría mal que muchas de esas anécdotas que recogieron en cintas magnetofónicas los compañeros de la delegación y los periodistas, fueran divulgadas y explicadas al pueblo, porque tienen muchas cosas de verdad simpáticas, dan ganas de reír, mucho más después que todos los complots fracasaron.  De esa forma, les decía, llegó allí la delegación. 
Entonces, ellos creían que todavía les quedaban muchas cosas por hacer.  No se daban por vencidos, decían: bueno, llegaron, ahora vamos a ver si se van, si se pueden ir, cuántos regresan, qué eventos ganan, cuántas medallas obtienen.  Y hay que decir algunas cosas que hablan muy alto de nuestro país, que hablan muy alto de nuestros atletas, de su espíritu deportivo, de su disciplina, de su calidad.  Todos están de acuerdo en que nuestra delegación impresionó extraordinariamente en Puerto Rico; todos están de acuerdo en que impresionaron por su disciplina, impresionaron por su calidad, e impresionaron por su dignidad y por su valor. 
Se ha dicho con toda razón que nuestra delegación triunfó arrolladoramente en Puerto Rico.  Y nosotros no hemos tenido que inventar nada, no hemos tenido que elucubrar nada, para decir que nuestra delegación regresó victoriosa, porque hay una serie de razones que nos permiten afirmar eso, una serie de razones. 
En primer lugar, los imperialistas maniobrando desde que se anunciaron estas olimpiadas, empezaron a fraguar todo tipo de trucos para menoscabar el éxito de la delegación cubana, para contrarrestar el impacto que pudiera causar nuestra delegación.  Así se llevaron a cabo una serie de maniobras, de violaciones, de trucos como, por ejemplo, una de ellas: nuestro país es incuestionablemente el más fuerte en gimnasia. La gimnasia es uno de los deportes fundamentales, porque es uno de los deportes más completos, más universales. 
Pues bien: se las arreglaron y maniobraron para que ni tres delegaciones participaran en gimnasia, y como no había tres, entonces fue suprimida la gimnasia.  Maniobran para suprimir uno de los deportes más importantes, porque sabían que nadie podría competir con nuestra delegación en gimnasia.  Pero no fue eso suficiente: hipertrofiaron la importancia de los deportes, el número de medallas por cada deporte.  Y así hicieron, por ejemplo, con la natación.  Sabían que el punto más débil de nuestra delegación era la natación.  Naturalmente que aquí nadaban principalmente los aristócratas que podían ir a las playas privadas y a los clubes, y los peces: el pueblo no tenía acceso, no existía técnica, ni técnicos, no existía experiencia. 
¿Qué hicieron?  En Jamaica fueron 21 eventos en natación, 63 medallas. En las olimpiadas de Japón la natación solo comprendía 22 eventos, 66 medallas. ¿Qué hicieron los imperialistas?  Utilizando los ardides de un mercachifles, de un politiquero, de un lacayo imperialista, que es el Presidente del Comité Olímpico de Puerto Rico, gestionar y obtener que la natación esta vez en vez de 21 eventos como en Jamaica, en vez de 22 eventos como en las mayores competencias deportivas que son las olimpiadas mundiales, se elevaran a 33 eventos y a 99 medallas, para que otras delegaciones pudieran aparecer ganando medallas a montones en natación. 
Mas no solo eso.  Cometieron otro fraude: de acuerdo con los reglamentos un atleta solo podía competir en tres eventos —tres eventos individuales y uno colectivo—, pero como tenían una atleta muy destacada en natación, pues violaron también esa regla, y aceptaron que cualquier atleta pudiese discutir en todos los eventos que quisiera. 
A nosotros no nos importa que la regla sea una o sea otra, 20, 30 ó 50 medallas en cualquier cosa, que participe un atleta en 1, en 10 ó en 20; lo que importa es que las reglas sean reglas, y si son reglas no pueden violarse al antojo o a la conveniencia de ninguna delegación.  Se cometieron descaradamente estas violaciones, estas arbitrariedades que no podrán negar, que nadie podrá negar; mas no eran las únicas.  En muchas ocasiones los jueces eran yankis, nada menos que yankis, y posiblemente en una buena parte de los casos agentes de la CIA.  Solo un agente de la CIA, solo un pirata, solo un mercenario se atreve, desafiando la opinión pública en la forma en que lo hizo, desafiando las reglas más elementales del decoro deportivo, arrebatarle a uno de los más brillantes boxeadores que hay en el mundo (APLAUSOS), el triunfo como lo hicieron.  Se cometieron numerosas arbitrariedades en el arbitraje; más que arbitraje hubo “arbitrarietaje” contra nuestros atletas en numerosos eventos.  Nos quitaron la medalla de oro en el boxeo, en el combate de Chocolatico Pérez contra el venezolano; le quitaron el triunfo también —hay que decirlo— a otro magnífico boxeador, el boxeador Regüeiferos de Santiago de Cuba (APLAUSOS).  En ocasiones el adversario propinaba un golpe bajo y el punto se lo quitaban al atleta cubano. 
¡Qué mejor prueba que la propia opinión puertorriqueña!  ¡Qué mejor prueba de que el propio pueblo puertorriqueño, el público puertorriqueño estuvo chiflando durante quince minutos en protesta —les gritaban:  “¡pillos!  ¡Bótenlos!”—, durante 15 minutos en protesta de la decisión en ese combate. 
Mas no solo fue en el boxeo.  En una ocasión nuestro equipo de polo acuático, que por cierto sorprendió a todo el mundo, que causó sensación, que derrotó aplastantemente a los mejores equipos adversarios, en una ocasión aparece empatado a cuatro con un equipo más débil.  ¿Qué había ocurrido?  Pues nada menos que el juez era el entrenador del equipo contrario, y de una manera descarada cometió todo tipo de arbitrariedades para lograr un empate. 
No fue solo en polo acuático; en esgrima también metieron el cuchillo.  En el último juego de baloncesto femenino, también de una manera notoria.  A Figuerola lo pusieron a correr los 200 metros en la carrilera número dos, en condiciones pésimas del terreno; a Miguelina Cobián la pusieron a correr los 200 metros, también en la carrilera número dos. A nuestros más destacados atletas, atletas cuyos récords se acercan a los récords mundiales, los ponían en las más desventajosas condiciones a competir.  Pero a esto hay que añadir que nuestra delegación no pudo practicar durante una semana, cuando las demás estaban practicando, que se vio en la necesidad de invertir una semana en los trámites de viaje, a viajar en barco, a permanecer un día entero frente a las costas de Puerto Rico sin siquiera poder llegar toda a la inauguración, teniendo que competir muchos de ellos inmediatamente, sin ningún entrenamiento, como ocurrió con diversos atletas en natación; algunos todavía con el efecto del mareo del barco, que afectó a algunos de nuestros equipos, como fue el equipo de tiro. 
Además de eso, fueron sometidos a todo género de agresiones, hostigamiento, amenazas, agresiones; tuvieron que vivir en una tensión permanente durante todos esos días, muchas veces teniendo que velar por la seguridad de los compañeros atletas, teniendo que montar guardia, porque allí se reunió toda la gusanera, allí se reunió todo el hampa contrarrevolucionaria, allí se reunieron todos los esbirros, allí se reunieron los malversadores, allí se reunieron todas las prostitutas de la vieja sociedad, allí se reunieron todos los pillos, todos los corrompidos, todos los desalmados, impotentes y cobardes:  allí se reunieron, como dice Llanusa, la “brigada de la compota”, la “brigada de los cocineros de Girón”; allí se reunieron todos esos miserables, se reunieron cientos de agentes de la CIA para hostigar, para tratar de corromper, de sobornar en la villa olímpica; buen número de mujeres destinadas a coquetear con nuestros atletas; un buen número de esbirros con sotanas de cura, parecidos a esos que escondieron al asesino Betancourt, que no iban allí precisamente a salvar almas para el cielo, iban a corromper conciencias, a tratar de sobornar y de comprar.  ¡Vaya ejemplares esos!  ¡Vaya discípulos de Cristo esos!  Qué bien que los vayamos conociendo cada vez más, no solo por lo que fueron capaces de hacer en nuestra patria, sino por lo que son capaces de hacer fuera de la patria como vulgares agentes de la CIA y del imperialismo. 
Allí se reunieron todos los mercaderes del deporte.  Cuando veían pitchear a nuestros campeones, cuando veían a ese magnífico pelotero y ejemplar ciudadano que tuvo la gloria de pitchear dos juegos sin hits ni carreras, Aquino Abreu (APLAUSOS); cuando vieron pitchear a Torriente, a Betancourt, al Curro Pérez, a Guagüita López o a Street (APLAUSOS), inmediatamente querían contratarlos, comprarlos, como se dice en pelota, porque en el imperialismo se compra y se vende al pelotero como un instrumento, como una cosa, como un animal.  Cuando veían batear a Cuevas, o a Chávez, o a Urbano, o a Lino Betancourt, o cuando veían jugar a Tony González, a Lazo, a Herrera, a Sarduy, a Jiménez, al que fuera, lo querían comprar porque a eso se dedicaban.   Y eso debiera estar prohibido.  Eso es una inmoralidad, esa es una corrupción, esa es una indecencia, que en unas olimpiadas de atletas que no son profesionales se aparezcan pandillas de mercachifles ofreciendo, con evidente ultraje del deporte, contratos, sobornos.  Hicieron lo indecible por amedrentar, por asustar, por dividir, por hacer flaquear la delegación.  Y hay que decir que los tres miserables que se acobardaron, que se vendieron, no vale ni la pena mencionarlos, no vale ni la pena recordarlos, esos no pertenecen a la estirpe de este pueblo, esos no tienen el temple de esos hombres y mujeres que allí representaron a la patria y obtuvieron victorias y medallas en todos los deportes.  Muy pocas veces una delegación, y tal vez no haya ocurrido nunca en ningún evento centroamericano que un número tan alto de atletas obtenga medallas, que un porcentaje tan alto de atletas obtenga puntos. 
Decían algunos escritorzuelos que nuestros atletas no eran atletas, que nuestros atletas eran militantes revolucionarios.  ¡Es verdad!  La inmensa mayoría de nuestros atletas son magníficos revolucionarios.
Decían que no sabían de atletismo, que pertenecían al Ministerio del Interior (APLAUSOS).  Y, desde luego, pertenecer al Ministerio del Interior no es una deshonra, ¡es una gran honra!  (APLAUSOS), pero ellos lo decían falsamente, queriendo dar a entender que no eran atletas, queriendo dar a entender que se dedicaban a otras actividades en la Revolución, que ninguno de ellos sabía jugar, ni correr, ni hacer nada.  Claro que para decir esa imbecilidad era necesario estar contando con que los atletas no llegaran: porque decir esa imbecilidad, si sabían que iban a llegar, era eso: una imbecilidad.  Posiblemente se engañaron, posiblemente creerían que nadie los contradiría, porque Cuba no estaría presente. 
¿Adónde habrán metido la lengua, la pluma, ahora después de que casi 200 atletas obtuvieron medallas?  ¿Qué dirán ahora?  ¡A lo mejor empiezan a decir que qué magníficos atletas son los del Ministerio del Interior!  Porque, ¿qué van a decir ahora?  Llegaron, compitieron, asombraron, en las más adversas circunstancias.  De 21 deportes —como decía el compañero Llanusa— salieron vencedores en 11, más del 50%; una sola delegación obtiene más triunfos en deportes que las 15 restantes, como decía el compañero Llanusa que las enumeró; atletismo, masculino y femenino; voleibol, masculino y femenino; esgrima, masculino y femenino; pelota, polo acuático, lucha, pesa y boxeo; además, numerosas victorias en judo; medallas en todos los deportes colectivos, de los siete deportes colectivos, cuatro medallas de oro, una de plata, dos de bronce, ¡noventa y seis medallas de oro trajeron en sus pechos nuestros atletas!  ¡Ciento noventa medallas en total, vencedores en once deportes!  (APLAUSOS PROLONGADOS.)
Después de ellos los que más victorias obtuvieron vencieron solo en cuatro deportes (APLAUSOS).  La delegación mexicana venció en tenis, en basquet femenino, en fútbol, ciclismo y en natación masculina y reñidamente en judo. 
La delegación portorriqueña en basquet masculino, en yatismo y en natación femenina, por supuesto.  Colombia en tiro. 
No obstante las vicisitudes, los tropiezos, el arbitraje adverso, la falta de práctica durante una semana, el viaje por mar, la presión, la hostilidad; por eso es tan justificada la satisfacción de nuestro país, tan legítimo el orgullo de nuestro pueblo, tan justo el recibimiento tributado a los atletas, tan merecido el calificativo de delegación heroica y ejemplar, y de victoria histórica la victoria de nuestra delegación en estos eventos. 
¿Pero acaso tenemos nosotros la culpa de la necesidad de destacar el papel de nuestra delegación?  ¡No!  Nosotros no tenemos la culpa, pero nosotros tenemos todo el derecho —a la vez que protestamos contra las arbitrariedades, a la vez que protestamos contra la sucia e indecente intervención política del gobierno imperialista de Estados Unidos en el deporte— de exhibir cómo fueron capaces de reaccionar nuestros atletas, con qué dignidad, con qué valor, defendiendo el deporte, defendiendo el derecho, y defendiendo algo que hay que defender, que es la bandera de la patria (APLAUSOS PROLONGADOS). 
No aspiramos a hegemonías de ninguna clase.  Fueron los imperialistas los que convirtieron ese evento en un evento político, y ellos tienen que cargar con el desprestigio y la derrota moral.  Nosotros no nos consideramos superiores a nadie: consideramos, sí, superior nuestro sistema social; consideramos superior nuestra Revolución.  El deporte no es en nuestra patria un instrumento de la política; pero el deporte sí es en nuestra patria una consecuencia de la Revolución.  Fue la Revolución la que erradicó las viejas prácticas y vicios en el deporte; fue la Revolución la que hizo posible que este fuese el primer país de América donde el deporte dejase de ser una actividad comercial, mercantil, para convertirse en una actividad educacional, cultural.  El deporte dejó de ser un instrumento de negocios.  La Revolución liberó el deporte, lo convirtió en una sana práctica de todo el pueblo, erradicó toda fórmula de profesionalismo deportivo. 
Y los que decían que el deporte fracasaría en Cuba porque no había profesionalismo, y que sin profesionalismo no habría estímulo, en Puerto Rico estuvo la respuesta:  fue una victoria moral de los principios más sanos del deporte, porque se demostró allí que el profesionalismo conspira contra el deporte, que el profesionalismo es una antítesis del deporte como instrumento de la educación y como instrumento de la cultura, que el profesionalismo arruina el deporte; y que solo una concepción revolucionaria del deporte como instrumento de la educación y de la cultura, como instrumento de bienestar, de alegría, y de salud del pueblo, que solo esa concepción permite los mejores frutos. 
Históricamente se ha demostrado que nuestra concepción era correcta, que un auge impresionante en el deporte ha tenido lugar en nuestro país, a la vez que fue erradicado el vicio, el mercantilismo, el profesionalismo. 
¿Cuál no sería el asombro de esos miserables cuando venían con sus ofertas a nuestros peloteros y nuestros peloteros los mandaban al diablo?  Ese tipo de hombre no lo conciben, ese tipo de hombre moral, ese tipo de hombre íntegro, ese tipo de hombre digno, que ni se rinde ni se vende, no lo conciben ni lo pueden concebir (APLAUSOS Y COREAN CONSIGNAS REVOLUCIONARIAS). 
Nuestra aspiración por eso no es la hegemonía de ninguna clase, nuestra aspiración es —en todo caso— a que triunfe el deporte, a que triunfe en este continente una concepción sana del deporte; nuestra aspiración es que los demás pueblos puedan también como el nuestro practicar el deporte y utilizar el deporte como un medio de educación y un medio de cultura. 
Por eso nuestra disposición a cooperar con los demás pueblos de América Latina, nuestra disposición a brindarles nuestra experiencia, nuestra actitud y disposición a brindarles toda nuestra cooperación para el desarrollo del deporte.  No aspiramos a la hegemonía deportiva de un país.  Aspiramos, con nuestro ejemplo, al triunfo de una idea digna del deporte, al triunfo de una idea sana del deporte, y no importaría que nuestra delegación fuese la última en medallas y en victorias si pudiéramos tener la satisfacción de ver un día que triunfa el deporte como un instrumento de la felicidad y del bienestar del pueblo (APLAUSOS).
Ahora bien, no es nuestra culpa si, como consecuencia de una concepción correcta, los pechos de nuestros atletas se llenan de medallas y nuestra bandera se llena de victorias, no es nuestra culpa.  Seguiremos desarrollando el deporte, y algún día no solo tendremos campeones centroamericanos, tendremos también campeones panamericanos. 
Porque no importa el desarrollo industrial ni económico del país imperialista que es Estados Unidos, no importa su inmensa población; es que allí el vicio y el profesionalismo corroe el deporte.  Y a pesar de nosotros ser un país que empieza el camino del desarrollo económico, un país tanto tiempo explotado, un país que vivía en tan míseras condiciones de vida, no obstante eso, como consecuencia de una concepción correcta del deporte, de una concepción revolucionaria del deporte, algún día también seremos campeones panamericanos, algún día nuestros atletas superarán también a los atletas yankis, y demostrarán que no hay pueblo superior a otro, pero que sí hay ideas y concepciones superiores a otras, que hay sistemas sociales superiores a otros (APLAUSOS). 
El deporte se convertirá en la actividad de todo el pueblo, de todos los niños.  El desarrollo de la Revolución, el incremento de nuestra agricultura nos permitirá alimentar en condiciones óptimas a nuestro pueblo, sobre todo a nuestros niños.  Y en los años venideros más y más serán los estudiantes becados, más y más serán los niños que irán a los círculos, que irán a las escuelas, y en un período de 10 años esperamos que toda la población infantil y juvenil desayune, almuerce y coma en las escuelas una alimentación balanceada, una alimentación óptima, y gratuitamente, además (APLAUSOS).
Con el desarrollo de nuestra economía, la aplicación de la ciencia y la técnica, el desarrollo de un deporte sano y, además, el desarrollo de un espíritu entero cada vez más heroico, cada vez más firme, nuestra patria cosechará en el terreno del deporte grandes éxitos, que no los veremos nunca como el triunfo de un país, sino como el triunfo de una idea, como el triunfo de un sistema, como el triunfo de una concepción. 
Cuando veíamos esta noche marchar a las escuelas del INDER, la escuela “Manuel Fajardo”, donde se forman magníficos instructores, cuando veíamos desfilar las escuelas de educación física y deportes, decíamos: he ahí los campeones del futuro, he ahí los maestros de cientos de miles, de varios millones en el futuro, de niños y de jóvenes en el deporte. 
No dudamos de que muchos de los que marcharon por aquí esta noche, algún día también traerán medallas a la patria, algún día también serán portadores de una idea justa, algún día también serán abanderados de un deporte sano, de un deporte revolucionario, de un deporte para la felicidad y el bienestar del pueblo; muchos de los que desfilaron por aquí y muchos que no han desfilado por aquí, y que con la práctica intensiva y masiva del deporte irán revelándose como promesas deportivas del futuro.  Y algún día también muchos como ellos recibirán el homenaje del pueblo y se sentarán aquí. 
Son muchas las cosas que tenemos que agradecerle a esta delegación, muchas las cosas.  En primer lugar, lo alto que pusieron el nombre de la patria, lo alto que pusieron el deporte (APLAUSOS), lo alto que pusieron el concepto revolucionario del deporte, pero también la emoción que despertaron en el pueblo, el interés que despertaron en el pueblo, el entusiasmo.  Que a no dudarlo, ellos, además de haberles dado una lección a los enemigos, además de haber logrado una extraordinaria victoria, no para un país, sino para una idea, sin duda de ninguna clase que a partir de estas olimpiadas el deporte se incrementará aún más, las actividades deportivas se multiplicarán, porque en verdad que este ha sido un evento histórico, que esta ha sido una página brillante para el deporte en nuestro país. 
Pero, bien analizado, no estamos más que empezando: el día de mañana obtendremos grandes triunfos, triunfos tal vez mayores.  Pero posiblemente a ninguna delegación nuestra patria tenga que agradecerle tanto como a esta, por la batalla que libraron, por los triunfos que obtuvieron en los momentos más difíciles, por la dignidad que ostentaron en todo momento (APLAUSOS) y porque con su triunfo se abre una nueva era, una nueva y extraordinaria era, una nueva y extraordinaria etapa de auge y de crecimiento en el deporte.  ¡Y de todos los deportes! 
Porque en aquellos que somos débiles, seremos también fuertes, y tendremos también magníficos nadadores, y magníficos corredores de distancias largas, y magníficos tiradores (APLAUSOS), y magníficos deportistas en todos los campos.  Porque, ¿qué puede haber que este pueblo se proponga y no logre? 
¡Viva nuestra heroica y ejemplar delegación a los Juegos Centroamericanos!  (EXCLAMACIONES DE: “¡Viva!”)
¡Viva el deporte revolucionario!  (EXCLAMACIONES DE: “¡Viva!”)
¡Viva el deporte como instrumento de la educación, de la cultura, de la salud y la felicidad del pueblo!  (EXCLAMACIONES DE: “¡Viva!”)
¡Patria o Muerte! 
¡Venceremos!
FIDEL CASTRO RUZ

Fuente: http://www.cuba.cu/gobierno/discursos

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