noviembre 03, 2009

Manifiesto del Comité Capital de rechazo a la "política de las paralelas" (1897)

MANIFIESTO CON MOTIVO AL ACUERDO ELECTORAL DE “LAS PARALELAS"
COMITÉ DE LA CAPITAL (UCR)
[18 de Diciembre de 1897]

Buenos Aires, 18 diciembre de 1897.
Los acontecimientos desarrollados últimamente en el seno del partido, que han producido, como consecuencia inmediata, una división de sus fuerzas, inducen a este Comité a explicar a sus afiliados los poderosos motivos que lo obligan a perseverar en la lucha con los mismos principios, con los mismos ideales y con los mismos ardorosos entusiasmos con que apareció a la vida pública en momentos críticos para las instituciones nacionales.
Los antecedentes del partido son bien conocidos; adquirió popularidad por­que inscribió en su bandera la austera intransigencia de los principios demo­cráticos y su consecuencia y firmeza lo hicieron tan poderoso, que pudo conmover la República al solo influjo de su benéfica propaganda.
Como fuerza orgánica destinada a luchar en una época de descomposición, tuvo que forjarse en la adversidad, y dirigida por el noble republico que llora aún el pueblo argentino, hubiera seguido su acción regeneradora llegando a la meta de sus aspiraciones, si no hubieran obrado dentro de su seno factores que pretendieron desnaturalizar su misión, malogrando la campana sacrosanta.
No es un misterio que dentro de su seno se elabora desde tiempo atrás una tendencia evolucionista, que ahogada por el credo mismo de la causa, aprovechó un momento de expectativa para pronunciarse en la forma conocida. No pudimos seguir esa tendencia, porque la dignidad política nos lo prohibía; no pudimos seguirla, porque la conciencia nos reclamaba el deber imperioso de respetar los principios proclamados.
Resistimos la nueva política con enérgica entereza porque desconociendo los principios de nuestro programa, rompía la unidad de la única fuerza orgánica que existía en la República; la resistimos sin odios ni pasiones, porque con fe en el pueblo, previmos su fracaso y abrigamos la esperanza de reconstruir el partido sobre la base inconmovible de su primitivo credo.
El ruidoso fracaso de la política iniciada, demostró que el Radicalismo no cambiaba rumbos; demostró que la mayoría de sus afiliados querían conservar intacto el programa tantas veces proclamado y tantas veces regado con sangre generosa, porque a él le debía su fuerza y su prestigio.
La voluntad del pueblo se manifestó en forma elocuente, sin que pudieran ejercer influencia sobre ella, ni el nombre ni el prestigio de muchos de los que fueran sus hombres dirigentes.
El momento de nuestra acción había llegado.
Es pública la iniciativa de unión que partió de nuestro seno; pero desgraciadamente el amor innato en los hombres, que los hace persistir en sus errores, hizo fracasar nuestros anhelos.
A pesar de todo, no podemos vacilar; la bandera radical no puede ser arriada; el cumplimiento de un deber sagrado nos obliga a enarbolarla para que se cobijen bajo ella las nuevas generaciones. Conocemos las escabrosida­des del camino, pero sabemos que la santidad de nuestro programa hará desaparecer los obstáculos.
No buscamos las satisfacciones efímeras de triunfos mal conquistados. Ratificamos solamente nuestro programa, perseveramos en nuestra prédica anterior y los resultados serán, aunque lejos, fructíferos y honrados.
El Comité de la Capital, que es el único que tiene el derecho a llevar el nombre que se le dio al partido después del inmoral acuerdo del año 1891, se apresta para la lucha y pide a los centros seccionales activen sus trabajos en pro de su organización definitiva.
J. C. Crotto, presidente; Carlos V. Palacios, José A. Chávez, vicepresidentes; B. Elizaga Place; F. Grande Novoa; Martín Fernández; Julio B. Muzlera, secretarios.

[1] Cuando muere Alem, la tendencia hacia los pactos surgió en el Radicalismo, porque se vio libre de su influencia intransigente. El Radicalismo se divide entonces en las tendencias de las “paralelas” y en la tendencia “intransigente”, que bajo la dirección de Yrigoyen, no acepta el “acuerdo” de las direcciones. Proclama la necesidad de la revolución y a poco andar fija como método la absoluta abstención electoral. Esta abstención se mantendrá en el orden nacional durante quince años (1897-1912), y sus antecedentes son los documentos que publicamos en el presente.
La Convención Nacional de la U.C.R sesionó en tal sentido del 1 al 6 de septiembre de 1897 en el Teatro Olimpo para elegir candidato ha presidente. No se eligió finalmente ningún candidato pero se expresaron dos tendencias la coalicionista, representada por Bernardo de Irigoyen y la anticolicionista, por Hipólito Yrigoyen. Se aprobó el despacho de mayoría por 65 votos contra 22, proclive al acuerdo de “las paralelas”. Las concentraciones opositoras, en aquellos días, se denominaron “paralelas”, término con que explicaba la vinculación, sin confundirse, manteniendo cada una su propia autonomía. Como anécdota cabe señalar que en dicha Convención renuncia Lisandro de la Torre, acuerdista, mediante una nota severamente crítica a Hipólito y cuyos términos determina tiempo después que estos se batan a duelo.
Tal resolución lleva a que el Comité de la Provincia de Buenos Aires, presidido por Hipólito Yrigoyen, se reuna el 27 de setiembre y resuelva rechazar el acuerdo y disolverse. Quedó así rota la coalición, pues con ello ningún candidato coaligado podría llegar desde ese momento a la Presidencia de la República, puesto que no tendría los electores de la Provincia de Buenos Aires, decisivos para el cómputo. El 1 de octubre el Comité de la Provincia envió al presidente del Comité Nacional don Bernardo de Irigoyen, este famoso documento que fundamenta la decisión tomada y define al Radicalismo como intransi­gencia. En esa pieza política se trasluce íntegramente el espíritu de don Hipólito Yrigoyen, quien desde entonces queda, naturalmente consagrado por los acontecimientos, al frente de la llamada corriente autentica, que abomina de los acuerdos, llamada en la Provincia de Buenos Aires "anticoalicionista", que aspira a retomar la gran tradición y que lu­chará hasta 1904 por organizar el Radicalismo en el orden nacional, en medio de extraordinarias dificultades.

En el Comité de la Provincia de Buenos Aires, votaron por el rechazo del “acuerdo” 27 de los 28 dele­gados; a saber: doctor Francisco Ayerza; don Leonardo Pereyra; doctor Adolfo Moutier; doctor Julio Moreno; doctor José de Apellaniz; doctor Hipólito Yrigo­yen; doctor Tomás A. Le Bretón; doctor Marcelo T. de Alvear; don José León Ocampo; don Mariano H. Alfonso; don Norberto J. Casco; don Emiliano Rey­noso; don Juan Martín de la Serna; don Manuel Rodríguez Ocampo; don Eduar­do Bullrich; don Manuel Durañona; don Francisco Wright; doctor Eufemio Uballes; don Ángel Gallardo; doctor Felipe G. Senillosa; don Emilio Castella­nos; don José Luís Cantilo; don Delfor del Valle; doctor Fernando Saguier; don Ricardo J. Victorica; don Manuel A. Ocampo; don Ángel T. Alvear. Este pronunciamiento, es confirmado en la gran Asamblea de reorga­nización del Radicalismo de la Provincia de Buenos Aires, reunida el 14 de noviembre en Tola Plata (calles 51 y 11), con la adhesión de 76 comités de partido, tuvo eco en la ciudad de Buenos Aires. El 18 de diciembre el Comité de la Capital define la posición radical neta o intransigencia en un manifiesto.

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