Imperativo General
La magnitud de los problemas que debe afrontar el país y la transformación social que está sufriendo el mundo, obligan a todos los argentinos a expresar su criterio sobre la forma en que deben encararse las cuestiones de orden interno y externo, y si ello es un imperativo general, los que suscribimos este documento nos sentimos aún más obligados, ya que somos integrantes de la Unión Cívica Radical, la gran fuerza nacional del civismo argentino.
Los ideales de la Argentinidad
Toda la historia del país es el resultado de una lucha de corrientes populares progresistas, movidas por un profundo ideal de superación, contra oligarquías retardatarias de las grandes realizaciones que debían hacer del hombre argentino un hombre verdaderamente libre. Dentro de ese proceso nacional, la Unión Cívica Radical es la expresión histórica tangible, que desde fines del siglo pasado reencarnó los ideales de la argentinidad, que tuvieron su primera y efectiva formulación en la revolución de 1810. La doctrina del radicalismo, pues, no fue fruto de elaboraciones teóricas, sino la resultante de una larga y dolorosa lucha para instaurar una democracia política, económica v social. Todo esto explica porqué el radicalismo no necesita improvisar un programa v una conducta frente a los interrogantes del mundo y del país.
Concepciones Generales
La Unión Cívica Radical, que fue la irrupción del pueblo en la escena política de la Nación, de la cual estaba ausente por la imposición de la fuerza y el fraude, trajo reclamaciones concretas que interpretaban las exigencias de la hora, y, lo que es más fundamental, incorporó a la militancia pública una concepción sobre la vida y sobre la política que serviría de guía para el desarrollo futuro de la Nación. Es así que cualesquiera sean las transformaciones a que asista el mundo, esa concepción será la base inconmovible de la cual los argentinos no se podrán apartar: soberanía popular como fundamento de las instituciones; libertad y derechos de la persona como exigencia de toda estructura social y moral; personalidad de la Argentina frente al mundo; y por encima de todo esto, el hombre como un ser que no puede desarrollarse sino en el clima moral de la libertad.
El Radicalismo no quedará a la zaga
En esta época de tránsito entre las viejas fórmulas económico-sociales y las nuevas que se modelarán en el futuro, el radicalismo no quedará a la zaga de la profunda revolución que se está operando en el mundo, porque sus hombres están bajo el influjo transformador de la doctrina del partido que no reconoce otros límites que los impuestos por la moral, la razón, la justicia, la libertad y los ideales de la nacionalidad.
Afirmación Política
En lo político, afirmamos el régimen republicano, representativo, federal y parlamentario, fundado en el voto secreto, universal y obligatorio, con exclusión de toda forma corporativa que intente sustituir la voluntad nacional que reside en el pueblo. Pero para que este sistema político alcance todas sus posibilidades de desarrollo, debe alentarse el renacimiento de la vida municipal, ya que el municipio está en la base de toda estructura democrática.
Afirmación Económica
La economía, en la vida del hombre y de la Nación, no es un fin sino un medio que permite alcanzar los ideales individuales y colectivos; y su importancia en la hora actual está en relación directa con la necesidad de asegurar las bases materiales para el libre desarrollo de la personalidad del país y de sus habitantes: liberación económica del hombre argentino y de la Nación Argentina.
La tierra será para los que la trabajen, individual o cooperativamente, es decir, dejará de ser un medio de renta y especulación para transformarse en un instrumento de trabajo y de beneficio nacional y la producción agraria será defendida de la acción de los monopolios y de los acaparadores, haciendo que su circulación y comercialización estén a cargo de grandes cooperativas de productores y consumidores con el contralor y participación del Estado.
Nacionalización de todas las fuentes de energía natural, de los servicios públicos y de los monopolios extranjeros y nacionales que obstaculicen el progreso económico del país, entregando su manejo a la Nación, a las provincias, a las municipalidades o a cooperativas según los casos. Pero a su vez, a todas las actividades económicas que no estén comprendidas en ese proceso de nacionalización debe asegurárseles una amplia libertad económica, sin trabas artificiales creadas por los poderes públicos, por la especulación o por las grandes concentraciones de capitales. En tal forma se concilian los intereses de la Nación, que es la que debe orientar nuestro desarrollo material, con el principio de la libertad económica, que dentro de un plan para el progreso social argentino, tiene una función creadora que desempeñar mediante la iniciativa privada.
Libertad de inmigración para todo extranjero útil, que venga a radicarse en nuestras tierras: amplio desarrollo industrial, en cuanto el mismo no se funde sobre el bajo nivel de vida de los trabajadores ni perjudique los intereses generales: reforma financiera que libere al trabajo de las gabelas que lo agobian y haga recaer el impuesto en forma progresiva sobre las rentas no ganadas con la labor personal restituyendo a las provincias las atribuciones económicas y financieras que le corresponden dentro de nuestro sistema federal de gobierno.
Política Social
En lo social, el radicalismo no reconoce privilegio de clase, de raza, de casta, de religión, ni de fortuna, pero proclama la protección de los derechos que resulten de la capacidad y del trabajo.
Frente a la realidad concreta actual, afirma el derecho fundamental a la vida (alimentación, vivienda, vestido, salud, trabajo, cultura); la necesidad de un seguro nacional obligatorio para toda forma de incapacidad, vejez y desocupación: legislación protectora de los trabajadores del campo y de la ciudad y reconocimiento a favor de los mismos, de la libertad de agremiación y de huelga, para que cada sector de la vida argentina pueda defender su derecho a las mejoras compatibles con las posibilidades del país.
La Cultura
La cultura debe dejar de ser un privilegio de pocos para convertirse en un derecho de todos. El Estado ofrecerá a través de una enseñanza gratuita y laica en todos sus ciclos, la posibilidad de que hasta el hombre más humilde tenga acceso a una educación integral y a una instrucción técnica, científica y artística. La Universidad sobre la base de la reforma universitaria, debe gozar de plena autonomía espiritual y económica para que pueda cumplir su alta función orientadora.
La Soberanía
La base de la política internacional argentina es la soberanía política y económica del país, armonizada con nuestra condición de miembro de la comunidad americana y de la comunidad de naciones civilizadas, o sea, según la clásica definición de Hipólito Yrigoyen, el gran constructor del radicalismo: “con todos y para el bien de todos”.
Pero la soberanía externa carece de significado trascendente sin la vigencia de la plena soberanía popular interna, pues para invocar ante el mundo los derechos del país, se necesita representar la voluntad del pueblo, que es la expresión viva de la Nación. Este principio, que tiene validez permanente e inmutable, adquiere el valor de una exigencia perentoria frente a la nueva situación internacional impuesta al país por el poder de hecho, sin una decisión del pueblo ni de sus representantes. Mientras el pueblos no asuma la dirección política de la Nación, por medio de sus mejores valores civiles, ésta no readquirirá la personalidad internacional a que tiene derecho y que ha sido comprometida ante el mundo por la política interna y externa de los gobiernos que ha soportado el país desde 1930. Cuando esto se produzca, la Nación Argentina refirmará que, ahora y siempre está dispuesta a contribuir a los esfuerzos comunes, para asegurar en el mundo la paz, la libertad y la democracia; y su solidaridad con todos los pueblos que antes, durante y después de esta guerra luchen por esos principios.
Intangibilidad de las Libertades
La concepción integral que tiene la Unión Cívica Radical sobre los problemas argentinos, hace que no se reconozca sentido ni trascendencia a ninguna política económica, social, cultural e internacional, si no es sobre la base de la intangibilidad de las libertades individuales de expresión del pensamiento, de asociación de reunión, de conciencia y de culto, que deben ser rodeadas de garantías jurídicas tan efectivas que permitan asegurar que se trata de un clima del cual no puede ser privada la persona. Tampoco tiene sentido y trascendencia la adopción de ninguna política económica, social, cultural e internacional si el pueblo no tiene en sus manos los poderes políticos, ya que el programa más constructivo dirigido por oligarcas o dictadores, conduce necesaria y fatalmente a la formación de una burocracia liberticida que ahoga las fuentes del progreso nacional. Por ello, desde 1930, el radicalismo ha contemplado los acontecimientos que se desarrollaron en_ el país, como estériles esfuerzos de quienes intentan una tarea que no podrán cumplir por carecer del sentido creador de la libertad y de lo popular.
Exigencias Inmediatas
Hemos hablado de la realización del programa del radicalismo que es el programa de la ciudadanía argentina. Pero el cumplimiento de cualquier propósito constructivo tiene exigencias inmediatas cuya consideración no se puede eludir. En el orden general, la desaparición de todas las barreras que se oponen a la normalización institucional y al establecimiento de las libertades, para que la ciudadanía pueda expresarse con todo su vigor, sin tutelas y sin diques artificiales: es decir, libertad de los presos políticos y sociales, levantamiento de la clausura de diarios, e inmediata derogación del estado de sitio y de toda disposición que impida el amplio ejercicio de los derechos constitucionales.
Reparación Moral y Depuración
En el orden partidario el problema fundamental es el de estructurar y unificar integralmente el radicalismo, para lo cual basta proclamar su doctrina y convocar a los hombres que por su conducta puedan servirla. Porque si los partidos necesitan ideales y programas de gobierno, también requieren integrantes condignos que representen una garantía para la reparación moral que exige la República. Como la doctrina y el pueblo radical están intactos, lo único que debe hacerse es depurar algunos elencos dirigentes y formar de las nuevas generaciones, los líderes capacitados para afrontar los grandes problemas que se presentan al país. Esa depuración la hará el partido, sin injerencias extrañas y con su propia disciplina.
Como consecuencia del pensamiento enunciado los radicales que suscribimos este documento, inspirándonos en el bien de la patria,
AFIRMAMOS
Nuestro propósito de seguir sirviendo los grandes ideales nacionales y humanos de la Unión Cívica Radical, cuya continuidad y unidad histórica es indestructible.
Nuestra absoluta intransigencia frente a todo lo que represente la negación de los postulados de libertad y de reparación moral, política, económica, social, cultural e internacional por los que lucha el radicalismo desde que surgió a la vida pública.
Nuestra oposición a que la Unión Cívica Radical concierte pactos o acuerdos electorales, ya que en el juego normal de las instituciones el país debe estar gobernado por partidos orgánicos y el radicalismo, como tal, aspira a afrontar por sí la responsabilidad de estructurar una nueva Argentina.
Nuestra convicción de que la Unión Cívica Radical no debe participar en gobiernos que no hayan surgido de sus propias filas.
Esta es nuestra palabra de argentinos y de radicales. Que cada cual diga la suya y que cada cual, como nosotros, tome su puesto de lucha en el lugar que sus convicciones le señale, nosotros, como siempre, estamos al pie de la vieja bandera del radicalismo, que continúa siendo una esperanza para todos los argentinos.
Radicales de todo el país nos hemos reunido para considerar la grave situación institucional y las difíciles circunstancias en que se encuentra el partido. Refirmamos que la situación institucional se debe al falseamiento de la soberanía popular que viene sufriendo el país desde hace 15 años por obra de gobiernos que se asientan en el fraude o en la fuerza.
Las dificultades de orden partidario se deben al abandono de la esencia principista y doctrinaria del radicalismo en que han incurrido algunos dirigentes; principios y doctrina que estamos dispuestos a recuperar.
Es decir, que hablamos al país como argentinos y como radicales.
En tal carácter, afirmamos el principio universalista de nuestros ideales, pero sostenemos la absoluta necesidad de que los problemas de la política y de la economía nacional sean resueltos con sentido y responsabilidad de argentinos, oponiéndonos a toda interferencia de intereses extraños que lesionen la soberanía nacional o del pueblo. Concepto éste, que deseamos ver triunfante en todos los pueblos de América, con los cuales estamos indisolublemente unidos.
No existe para la Argentina otra forma posible de convivencia social que la de un régimen de amplia y efectiva democracia, en el cual los destinos del país estén en manos del pueblo y no de intereses oligárquicos, clases o grupos autocráticos o totalitarios.
Nuestro propósito de seguir sirviendo los grandes ideales nacionales y humanos de la Unión Cívica Radical, cuya continuidad y unidad histórica es indestructible.
Nuestra absoluta intransigencia frente a todo lo que represente la negación de los postulados de libertad y de reparación moral, política, económica, social, cultural e internacional por los que lucha el radicalismo desde que surgió a la vida pública.
Nuestra oposición a que la Unión Cívica Radical concierte pactos o acuerdos electorales, ya que en el juego normal de las instituciones el país debe estar gobernado por partidos orgánicos y el radicalismo, como tal, aspira a afrontar por sí la responsabilidad de estructurar una nueva Argentina.
Nuestra convicción de que la Unión Cívica Radical no debe participar en gobiernos que no hayan surgido de sus propias filas.
Esta es nuestra palabra de argentinos y de radicales. Que cada cual diga la suya y que cada cual, como nosotros, tome su puesto de lucha en el lugar que sus convicciones le señale, nosotros, como siempre, estamos al pie de la vieja bandera del radicalismo, que continúa siendo una esperanza para todos los argentinos.
Avellaneda, 4 de abril de 1945.
Aristóbulo Aráoz de Lamadrid, Ricardo Balbín, César Barros Hurtado. Alberto Candioti, Ángel Daniel Cardozo. Atilio Cattaneo, Roque F. Coulin, Héctor Dasso, Jorge Farias Gómez, Arturo Frondizi. Bernardino C. Horne, Crisólogo Larralde, Scalabrini Ortiz, Oscar López Serrot, Ernesto Pablo Maizal, Ataulfo Pérez Aznar, Francisco Ratto; etc
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DECLARACIÓN DE ROSARIO
[1 de Noviembre de 1945]
Las dificultades de orden partidario se deben al abandono de la esencia principista y doctrinaria del radicalismo en que han incurrido algunos dirigentes; principios y doctrina que estamos dispuestos a recuperar.
Es decir, que hablamos al país como argentinos y como radicales.
En tal carácter, afirmamos el principio universalista de nuestros ideales, pero sostenemos la absoluta necesidad de que los problemas de la política y de la economía nacional sean resueltos con sentido y responsabilidad de argentinos, oponiéndonos a toda interferencia de intereses extraños que lesionen la soberanía nacional o del pueblo. Concepto éste, que deseamos ver triunfante en todos los pueblos de América, con los cuales estamos indisolublemente unidos.
No existe para la Argentina otra forma posible de convivencia social que la de un régimen de amplia y efectiva democracia, en el cual los destinos del país estén en manos del pueblo y no de intereses oligárquicos, clases o grupos autocráticos o totalitarios.
En virtud de estas consideraciones y ratificando anteriores pronunciamientos la asamblea declara:
1º - Que reitera la absoluta necesidad de mantener la integridad de los principios radicales.
2º - Que la intransigencia es uno de esos principios fundamentales y que por lo tanto el radicalismo debe oponerse enérgicamente a la acción disgregante del gobierno de facto y de la oligarquía conservadora que persiste en su intención de destruir al partido.
3º - Que mantenemos nuestra posición a toda candidatura oficial y a todo acuerdo o pacto electoral.
4º - Que condenamos la tentativa de quienes llamándose radicales intentan extraviar a la opinión pública invocando un radicalismo que traicionan en su historia y en su esencia al colaborar con la dictadura.
5º - Que dentro de los conceptos principistas enunciados mantendremos la unidad del partido indispensable para defender la integridad de las instituciones libres.
6º - Que es imprescindible la inmediata reorganización del partido en todo el país de acuerdo a su carta orgánica, y sin que graviten quienes en una u otra forma se aparten de la línea principista.
7º - Que lucharemos por el cumplimiento integral del voto directo, representación de las minorías, exigencia de dos tercios para las reelecciones y régimen de asamblea de afiliados para que sea el hombre del pueblo quien trace los rumbos fundamentales de la vida partidaria.
8º - Que es inadmisible toda tentativa de revalidar mandatos caducos de la convención nacional porque ello atenta contra la letra expresa de la carta orgánica y contra el principio de soberanía de los afiliados.
9º - Que expresamos nuestra protesta contra las resoluciones de cualquier autoridad partidaria en cuanto atenten en contra de los preceptos principistas que el radicalismo ha defendido en toda su historia.
Las declaraciones precedentes procuran expresar la necesidad de una acción y pensamiento armónicos encaminados a obtener la definitiva estructuración de la Unión Cívica Radical que debe afrontar de inmediato la lucha para obtener la instauración de la normalidad constitucional. No perseguimos la normalidad para evitar la implantación de medidas de justicia social y económica, sino precisamente para asegurar su pleno imperio mediante la inmediata sanción de leyes que las consoliden y perfeccionen dando así satisfacción a las justas demandas de los trabajadores y asegurando la independencia económica del país.
Ratificamos nuestra convicción de que el radicalismo es el instrumento de liberación económica, política y cultural de las masas trabajadoras y de la economía del pueblo. Esta obra de emancipación social y nacional que será proseguida sin renunciamientos por la Unión Cívica Radical, fue iniciada en 1916 por el presidente Yrigoyen, proseguida por los gobiernos radicales y concretada últimamente en el programa de 1937 y en la declaración de Avellaneda de 1945.
Al ratificar la determinación de proseguir, dentro del partido nuestra lucha para servir al país, no nos mueve propósito electoralista alguno y sí nos alienta la voluntad de contribuir a la construcción de una gran democracia social y económica. Estos propósitos están avalados por la limpia conducta de los hombres que suscriben la declaración entre los cuales figuran viejos luchadores y representantes de las nuevas generaciones.
Hacemos llegar también a la juventud universitaria, auténticamente reformista, nuestro anhelo de que el movimiento liberador de la inteligencia argentina, iniciado por la generación del 18, propagado a todo el continente y sostenido con entereza ideal por la juventud, mantenga altivamente la bandera de la reforma frente a todo intento de desvirtuar sus postulados elevadamente morales y profundamente argentinos y americanos.
Al encarar decididamente nuestro cometido exhortamos a todos los radicales a compartir nuestra tarea en la seguridad de que la labor se desarrollará con la consideración y respeto que merecen los correligionarios que no compartan nuestros puntos de vista.
2º - Que la intransigencia es uno de esos principios fundamentales y que por lo tanto el radicalismo debe oponerse enérgicamente a la acción disgregante del gobierno de facto y de la oligarquía conservadora que persiste en su intención de destruir al partido.
3º - Que mantenemos nuestra posición a toda candidatura oficial y a todo acuerdo o pacto electoral.
4º - Que condenamos la tentativa de quienes llamándose radicales intentan extraviar a la opinión pública invocando un radicalismo que traicionan en su historia y en su esencia al colaborar con la dictadura.
5º - Que dentro de los conceptos principistas enunciados mantendremos la unidad del partido indispensable para defender la integridad de las instituciones libres.
6º - Que es imprescindible la inmediata reorganización del partido en todo el país de acuerdo a su carta orgánica, y sin que graviten quienes en una u otra forma se aparten de la línea principista.
7º - Que lucharemos por el cumplimiento integral del voto directo, representación de las minorías, exigencia de dos tercios para las reelecciones y régimen de asamblea de afiliados para que sea el hombre del pueblo quien trace los rumbos fundamentales de la vida partidaria.
8º - Que es inadmisible toda tentativa de revalidar mandatos caducos de la convención nacional porque ello atenta contra la letra expresa de la carta orgánica y contra el principio de soberanía de los afiliados.
9º - Que expresamos nuestra protesta contra las resoluciones de cualquier autoridad partidaria en cuanto atenten en contra de los preceptos principistas que el radicalismo ha defendido en toda su historia.
Las declaraciones precedentes procuran expresar la necesidad de una acción y pensamiento armónicos encaminados a obtener la definitiva estructuración de la Unión Cívica Radical que debe afrontar de inmediato la lucha para obtener la instauración de la normalidad constitucional. No perseguimos la normalidad para evitar la implantación de medidas de justicia social y económica, sino precisamente para asegurar su pleno imperio mediante la inmediata sanción de leyes que las consoliden y perfeccionen dando así satisfacción a las justas demandas de los trabajadores y asegurando la independencia económica del país.
Ratificamos nuestra convicción de que el radicalismo es el instrumento de liberación económica, política y cultural de las masas trabajadoras y de la economía del pueblo. Esta obra de emancipación social y nacional que será proseguida sin renunciamientos por la Unión Cívica Radical, fue iniciada en 1916 por el presidente Yrigoyen, proseguida por los gobiernos radicales y concretada últimamente en el programa de 1937 y en la declaración de Avellaneda de 1945.
Al ratificar la determinación de proseguir, dentro del partido nuestra lucha para servir al país, no nos mueve propósito electoralista alguno y sí nos alienta la voluntad de contribuir a la construcción de una gran democracia social y económica. Estos propósitos están avalados por la limpia conducta de los hombres que suscriben la declaración entre los cuales figuran viejos luchadores y representantes de las nuevas generaciones.
Hacemos llegar también a la juventud universitaria, auténticamente reformista, nuestro anhelo de que el movimiento liberador de la inteligencia argentina, iniciado por la generación del 18, propagado a todo el continente y sostenido con entereza ideal por la juventud, mantenga altivamente la bandera de la reforma frente a todo intento de desvirtuar sus postulados elevadamente morales y profundamente argentinos y americanos.
Al encarar decididamente nuestro cometido exhortamos a todos los radicales a compartir nuestra tarea en la seguridad de que la labor se desarrollará con la consideración y respeto que merecen los correligionarios que no compartan nuestros puntos de vista.
Rosario, 1º de noviembre de 1945.
[1] El origen más inmediato es el Movimiento Revisionista nacido en 1942, que se diluye a partir de la revolución de 1943, aunque llega ha saludar la caída del “Régimen”, y a partir de 1945 es absorvido por el Movimiento de Intransigencia y Renovación. Su trascendencia e influencia posterior en la historia del partido y del país es innegable. Ejemplo de lo primero es que aún hoy subsisten en las Carta Orgánicas Partidarias incorporadas las Bases de Acción Política y la Profesión de Fe Doctrinaria, de autoría de Moisés Lebenshon, Arturo Frondizi, Gabriel del Mazo y Antonio Sobral, aprobadas en el 1º Congreso del Movimiento reunidos el 9 y el 10 de agosto de 1947, donde se elaboró orgánicamente su pensamiento de reconstrucción del radicalismo. Desde allí surgieron los hombres de conducción del radicalismo, hasta la aparición del alfonsinismo, entre los que se cuenta entre sus filas a hombres de la talla de Balbín, Illia y Frondizi, los dos últimos, que llegaron a Presidentes de la República.
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