noviembre 03, 2009

Declaración de Avellaneda (1945)

DECLARACIÓN DE AVELLANEDA
MOVIMIENTO DE INTRANSIGENCIA Y RENOVACIÓN [1]
[4 de Abril de 1945]


Imperativo General
La magnitud de los proble­mas que debe afrontar el país y la transformación social que está sufriendo el mundo, obli­gan a todos los argentinos a ex­presar su criterio sobre la forma en que deben encararse las cuestiones de orden interno y externo, y si ello es un impe­rativo general, los que suscribi­mos este documento nos sentimos aún más obligados, ya que somos integrantes de la Unión Cívica Radical, la gran fuerza nacional del civismo argentino.
Los ideales de la Argentinidad
Toda la historia del país es el resultado de una lucha de corrientes populares progresistas, movidas por un profundo ideal de superación, contra oligarquías retardatarias de las grandes realizaciones que de­bían hacer del hombre argen­tino un hombre verdaderamen­te libre. Dentro de ese proceso nacional, la Unión Cívica Radi­cal es la expresión histórica tan­gible, que desde fines del siglo pasado reencarnó los ideales de la argentinidad, que tuvieron su primera y efectiva formula­ción en la revolución de 1810. La doctrina del radicalismo, pues, no fue fruto de elaboracio­nes teóricas, sino la resultante de una larga y dolorosa lucha para instaurar una democracia política, económica v social. Todo esto explica porqué el ra­dicalismo no necesita improvi­sar un programa v una conduc­ta frente a los interrogantes del mundo y del país.
Concepciones Generales
La Unión Cívica Radi­cal, que fue la irrupción del pueblo en la escena política de la Nación, de la cual estaba ausente por la imposición de la fuerza y el fraude, trajo reclamaciones concretas que interpretaban las exigencias de la hora, y, lo que es más fundamental, incorporó a la militancia pública una concepción sobre la vida y sobre la política que serviría de guía para el desarrollo futuro de la Nación. Es así que cuales­quiera sean las transformacio­nes a que asista el mundo, esa concepción será la base incon­movible de la cual los argenti­nos no se podrán apartar: sobe­ranía popular como fundamen­to de las instituciones; libertad y derechos de la persona como exigencia de toda estructura social y moral; personalidad de la Argentina frente al mundo; y por encima de todo esto, el hombre como un ser que no puede desarrollarse sino en el clima moral de la libertad.
El Radicalismo no quedará a la zaga
En esta época de tránsito en­tre las viejas fórmulas económi­co-sociales y las nuevas que se modelarán en el futuro, el radi­calismo no quedará a la zaga de la profunda revolución que se está operando en el mundo, porque sus hombres están bajo el influjo transformador de la doctrina del partido que no re­conoce otros límites que los im­puestos por la moral, la razón, la justicia, la libertad y los idea­les de la nacionalidad.
Afirmación Política
En lo político, afirmamos el régimen republicano, representativo, federal y parlamentario, fundado en el voto secreto, universal y obligatorio, con ex­clusión de toda forma corpora­tiva que intente sustituir la vo­luntad nacional que reside en el pueblo. Pero para que este sis­tema político alcance todas sus posibilidades de desarrollo, debe alentarse el renacimiento de la vida municipal, ya que el municipio está en la base de toda estructura democrática.
Afirmación Económica
La economía, en la vida del hombre y de la Nación, no es un fin sino un medio que per­mite alcanzar los ideales indivi­duales y colectivos; y su impor­tancia en la hora actual está en relación directa con la necesi­dad de asegurar las bases mate­riales para el libre desarrollo de la personalidad del país y de sus habitantes: liberación económi­ca del hombre argentino y de la Nación Argentina.
La tierra será para los que la trabajen, individual o coopera­tivamente, es decir, dejará de ser un medio de renta y especu­lación para transformarse en un instrumento de trabajo y de be­neficio nacional y la producción agraria será defendida de la acción de los monopolios y de los acaparadores, haciendo que su circulación y comercia­lización estén a cargo de gran­des cooperativas de productores y consumidores con el contralor y participación del Estado.
Nacionalización de todas las fuentes de energía natural, de los servicios públicos y de los monopolios extranjeros y na­cionales que obstaculicen el pro­greso económico del país, entre­gando su manejo a la Nación, a las provincias, a las municipa­lidades o a cooperativas según los casos. Pero a su vez, a todas las actividades económicas que no estén comprendidas en ese proceso de nacionalización debe asegurárseles una amplia liber­tad económica, sin trabas arti­ficiales creadas por los poderes públicos, por la especulación o por las grandes concentraciones de capitales. En tal forma se concilian los intereses de la Na­ción, que es la que debe orien­tar nuestro desarrollo material, con el principio de la libertad económica, que dentro de un plan para el progreso social ar­gentino, tiene una función crea­dora que desempeñar mediante la iniciativa privada.
Libertad de inmigración para todo extranjero útil, que venga a radicarse en nuestras tierras: amplio desarrollo industrial, en cuanto el mismo no se funde sobre el bajo nivel de vida de los trabajadores ni perjudique los intereses generales: reforma financiera que libere al trabajo de las gabelas que lo agobian y haga recaer el impuesto en for­ma progresiva sobre las rentas no ganadas con la labor perso­nal restituyendo a las provincias las atribuciones económicas y financieras que le corresponden dentro de nuestro sistema fede­ral de gobierno.
Política Social
En lo social, el radicalismo no reconoce privilegio de cla­se, de raza, de casta, de religión, ni de fortuna, pero proclama la protección de los de­rechos que resulten de la capa­cidad y del trabajo.
Frente a la realidad concreta actual, afirma el derecho fun­damental a la vida (alimenta­ción, vivienda, vestido, salud, trabajo, cultura); la necesidad de un seguro nacional obligato­rio para toda forma de incapa­cidad, vejez y desocupación: legislación protectora de los trabajadores del campo y de la ciudad y reconocimiento a fa­vor de los mismos, de la liber­tad de agremiación y de huelga, para que cada sector de la vida argentina pueda defender su derecho a las mejoras compati­bles con las posibilidades del país.
La Cultura
La cultura debe dejar de ser un privilegio de pocos para con­vertirse en un derecho de todos. El Estado ofrecerá a través de una enseñanza gratuita y laica en todos sus ciclos, la posibili­dad de que hasta el hombre más humilde tenga acceso a una educación integral y a una ins­trucción técnica, científica y ar­tística. La Universidad sobre la base de la reforma universi­taria, debe gozar de plena auto­nomía espiritual y económica para que pueda cumplir su alta función orientadora.
La Soberanía
La base de la política inter­nacional argentina es la sobe­ranía política y económica del país, armonizada con nuestra condición de miembro de la comunidad americana y de la comunidad de naciones civiliza­das, o sea, según la clásica de­finición de Hipólito Yrigoyen, el gran constructor del radica­lismo: “con todos y para el bien de todos”.
Pero la soberanía externa ca­rece de significado trascenden­te sin la vigencia de la plena soberanía popular interna, pues para invocar ante el mundo los derechos del país, se necesita re­presentar la voluntad del pue­blo, que es la expresión viva de la Nación. Este principio, que tiene validez permanente e in­mutable, adquiere el valor de una exigencia perentoria frente a la nueva situación internacio­nal impuesta al país por el poder de hecho, sin una decisión del pueblo ni de sus representantes. Mientras el pueblos no asuma la dirección política de la Na­ción, por medio de sus mejores valores civiles, ésta no readqui­rirá la personalidad internacio­nal a que tiene derecho y que ha sido comprometida ante el mundo por la política interna y externa de los gobiernos que ha soportado el país desde 1930. Cuando esto se produzca, la Nación Argentina refirmará que, ahora y siempre está dis­puesta a contribuir a los esfuer­zos comunes, para asegurar en el mundo la paz, la libertad y la democracia; y su solidaridad con todos los pueblos que antes, durante y después de esta gue­rra luchen por esos principios.
Intangibilidad de las Libertades
La concepción integral que tiene la Unión Cívica Radical sobre los problemas argentinos, hace que no se reconozca sen­tido ni trascendencia a ninguna política económica, social, cul­tural e internacional, si no es sobre la base de la intangibili­dad de las libertades individua­les de expresión del pensamien­to, de asociación de reunión, de conciencia y de culto, que de­ben ser rodeadas de garantías jurídicas tan efectivas que permitan asegurar que se trata de un clima del cual no puede ser privada la persona. Tampoco tiene sentido y trascendencia la adopción de ninguna política económica, social, cultural e in­ternacional si el pueblo no tie­ne en sus manos los poderes políticos, ya que el programa más constructivo dirigido por oligarcas o dictadores, conduce necesaria y fatalmente a la for­mación de una burocracia liber­ticida que ahoga las fuentes del progreso nacional. Por ello, des­de 1930, el radicalismo ha con­templado los acontecimientos que se desarrollaron en_ el país, como estériles esfuerzos de quie­nes intentan una tarea que no podrán cumplir por carecer del sentido creador de la libertad y de lo popular.
Exigencias Inmediatas
Hemos hablado de la realiza­ción del programa del radicalis­mo que es el programa de la ciu­dadanía argentina. Pero el cumplimiento de cualquier pro­pósito constructivo tiene exigen­cias inmediatas cuya considera­ción no se puede eludir. En el orden general, la desaparición de todas las barreras que se opo­nen a la normalización institu­cional y al establecimiento de las libertades, para que la ciu­dadanía pueda expresarse con todo su vigor, sin tutelas y sin diques artificiales: es decir, li­bertad de los presos políticos y sociales, levantamiento de la clausura de diarios, e inmedia­ta derogación del estado de si­tio y de toda disposición que impida el amplio ejercicio de los derechos constitucionales.
Reparación Moral y Depuración
En el orden partidario el pro­blema fundamental es el de es­tructurar y unificar integral­mente el radicalismo, para lo cual basta proclamar su doctri­na y convocar a los hombres que por su conducta puedan servirla. Porque si los partidos necesitan ideales y programas de gobierno, también requieren integrantes condignos que re­presenten una garantía para la reparación moral que exige la República. Como la doctrina y el pueblo radical están intactos, lo único que debe hacerse es depurar algunos elencos diri­gentes y formar de las nuevas generaciones, los líderes capaci­tados para afrontar los grandes problemas que se presentan al país. Esa depuración la hará el partido, sin injerencias extrañas y con su propia disciplina.
Como consecuencia del pensamiento enunciado los radicales que suscribimos este docu­mento, inspirándonos en el bien de la patria,
AFIRMAMOS
Nuestro propósito de seguir sirviendo los grandes ideales nacionales y humanos de la Unión Cívica Radical, cuya continuidad y unidad histórica es indestructible.
Nuestra absoluta intransigen­cia frente a todo lo que repre­sente la negación de los postu­lados de libertad y de repara­ción moral, política, económica, social, cultural e internacional por los que lucha el radicalismo desde que surgió a la vida pú­blica.
Nuestra oposición a que la Unión Cívica Radical concierte pactos o acuerdos electorales, ya que en el juego normal de las instituciones el país debe estar gobernado por partidos orgáni­cos y el radicalismo, como tal, aspira a afrontar por sí la res­ponsabilidad de estructurar una nueva Argentina.
Nuestra convicción de que la Unión Cívica Radical no debe participar en gobiernos que no hayan surgido de sus propias fi­las.
Esta es nuestra palabra de argentinos y de radicales. Que cada cual diga la suya y que cada cual, como nosotros, tome su puesto de lucha en el lugar que sus convicciones le señale, nosotros, como siempre, estamos al pie de la vieja bandera del radicalismo, que continúa siendo una esperanza para to­dos los argentinos.
Avellaneda, 4 de abril de 1945.
Aristóbulo Aráoz de Lamadrid, Ricardo Balbín, César Barros Hurtado. Alberto Candioti, Ángel Daniel Cardozo. Atilio Cattaneo, Roque F. Coulin, Héc­tor Dasso, Jorge Farias Gómez, Arturo Frondizi. Bernardino C. Horne, Crisólogo Larralde, Scalabrini Ortiz, Oscar López Serrot, Ernesto Pablo Maizal, Ataulfo Pérez Aznar, Francisco Ratto; etc
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DECLARACIÓN DE ROSARIO

[1 de Noviembre de 1945]


Radicales de todo el país nos hemos reunido para consi­derar la grave situación institu­cional y las difíciles circunstancias en que se encuentra el par­tido. Refirmamos que la situa­ción institucional se debe al falseamiento de la soberanía popu­lar que viene sufriendo el país desde hace 15 años por obra de gobiernos que se asientan en el fraude o en la fuerza.
Las dificultades de orden par­tidario se deben al abandono de la esencia principista y doctri­naria del radicalismo en que han incurrido algunos dirigen­tes; principios y doctrina que estamos dispuestos a recuperar.
Es decir, que hablamos al país como argentinos y como radicales.
En tal carácter, afirmamos el principio universalista de nuestros ideales, pero sostenemos la absoluta necesidad de que los problemas de la política y de la economía nacional sean resueltos con sentido y respon­sabilidad de argentinos, opo­niéndonos a toda interferencia de intereses extraños que lesio­nen la soberanía nacional o del pueblo. Concepto éste, que de­seamos ver triunfante en todos los pueblos de América, con los cuales estamos indisolublemente unidos.
No existe para la Argentina otra forma posible de conviven­cia social que la de un régimen de amplia y efectiva democracia, en el cual los destinos del país estén en manos del pueblo y no de intereses oligárquicos, clases o grupos autocráticos o totalitarios.
En virtud de estas conside­raciones y ratificando anteriores pronunciamientos la asamblea declara:
1º - Que reitera la absoluta necesidad de mantener la inte­gridad de los principios radica­les.
2º - Que la intransigencia es uno de esos principios fun­damentales y que por lo tanto el radicalismo debe oponerse enérgicamente a la acción dis­gregante del gobierno de facto y de la oligarquía conservadora que persiste en su intención de destruir al partido.
3º - Que mantenemos nues­tra posición a toda candidatura oficial y a todo acuerdo o pacto electoral.
4º - Que condenamos la tentativa de quienes llamándose radicales intentan extraviar a la opinión pública invocando un radicalismo que traicionan en su historia y en su esencia al colaborar con la dictadura.
5º - Que dentro de los conceptos principistas enunciados mantendremos la unidad del partido indispensable para de­fender la integridad de las ins­tituciones libres.
6º - Que es imprescindible la inmediata reorganización del partido en todo el país de acuer­do a su carta orgánica, y sin que graviten quienes en una u otra forma se aparten de la línea principista.
7º - Que lucharemos por el cumplimiento integral del vo­to directo, representación de las minorías, exigencia de dos tercios para las reelecciones y régimen de asamblea de afilia­dos para que sea el hombre del pueblo quien trace los rumbos fundamentales de la vida parti­daria.
8º - Que es inadmisible to­da tentativa de revalidar man­datos caducos de la convención nacional porque ello atenta con­tra la letra expresa de la carta orgánica y contra el principio de soberanía de los afiliados.
9º - Que expresamos nues­tra protesta contra las resolu­ciones de cualquier autoridad partidaria en cuanto atenten en ­contra de los preceptos princi­pistas que el radicalismo ha de­fendido en toda su historia.
Las declaraciones preceden­tes procuran expresar la necesi­dad de una acción y pensamien­to armónicos encaminados a obtener la definitiva estructura­ción de la Unión Cívica Radi­cal que debe afrontar de inme­diato la lucha para obtener la instauración de la normalidad constitucional. No perseguimos la normalidad para evitar la implantación de medidas de justicia social y económica, si­no precisamente para asegurar su pleno imperio mediante la inmediata sanción de leyes que las consoliden y perfeccionen dan­do así satisfacción a las justas demandas de los trabajadores y asegurando la independencia económica del país.
Ratificamos nuestra convic­ción de que el radicalismo es el instrumento de liberación económica, política y cultural de las masas trabajadoras y de la economía del pueblo. Esta obra de emancipación social y nacional que será proseguida sin renunciamientos por la Unión Cívica Radical, fue iniciada en 1916 por el presidente Yrigoyen, proseguida por los gobiernos ra­dicales y concretada últimamente en el programa de 1937 y en la declaración de Avellaneda de 1945.
Al ratificar la determinación de proseguir, dentro del parti­do nuestra lucha para servir al país, no nos mueve propósito electoralista alguno y sí nos alienta la voluntad de contribuir a la construcción de una gran democracia social y económica. Estos propósitos están avalados por la limpia conducta de los hombres que suscriben la decla­ración entre los cuales figuran viejos luchadores y representan­tes de las nuevas generaciones.
Hacemos llegar también a la juventud universitaria, auténti­camente reformista, nuestro an­helo de que el movimiento li­berador de la inteligencia ar­gentina, iniciado por la genera­ción del 18, propagado a todo el continente y sostenido con en­tereza ideal por la juventud, mantenga altivamente la bande­ra de la reforma frente a todo intento de desvirtuar sus postu­lados elevadamente morales y profundamente argentinos y americanos.
Al encarar decididamente nuestro cometido exhortamos a todos los radicales a compartir nuestra tarea en la seguridad de que la labor se desarrollará con la consideración y respeto que merecen los correligionarios que no compartan nuestros puntos de vista.
Rosario, 1º de noviembre de 1945.

[1] El origen más inmediato es el Movimiento Revisionista nacido en 1942, que se diluye a partir de la revolución de 1943, aunque llega ha saludar la caída del “Régimen”, y a partir de 1945 es absorvido por el Movimiento de Intransigencia y Renovación. Su trascendencia e influencia posterior en la historia del partido y del país es innegable. Ejemplo de lo primero es que aún hoy subsisten en las Carta Orgánicas Partidarias incorporadas las Bases de Acción Política y la Profesión de Fe Doctrinaria, de autoría de Moisés Lebenshon, Arturo Frondizi, Gabriel del Mazo y Antonio Sobral, aprobadas en el 1º Congreso del Movimiento reunidos el 9 y el 10 de agosto de 1947, donde se elaboró orgánicamente su pensamiento de reconstrucción del radicalismo. Desde allí surgieron los hombres de conducción del radicalismo, hasta la aparición del alfonsinismo, entre los que se cuenta entre sus filas a hombres de la talla de Balbín, Illia y Frondizi, los dos últimos, que llegaron a Presidentes de la República.

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