DISCURSO EN EL ACTO
DE CONMEMORACIÓN DEL 120º ANIVERSARIO DE LA FUNDACIÓN DE LA UNION INDUSTRIAL
ARGENTINA Y CELEBRACIÓN DEL DIA DE LA INDUSTRIA
Néstor Kirchner
[6 de Septiembre de
2007]
Señor jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires; señor Vicepresidente de la Nación ; señor presidente y directivos de la Unión Industrial
Argentina; autoridades nacionales, provinciales; señores empresarios;
representantes de la
Confederación General del Trabajo; señoras, señores; amigos y
amigas:
Quiero comenzar por saludarles muy afectuosamente, recordando que compartí con ustedes el 2 de septiembre de 2003 cuando prácticamente se iniciaban estos cuatro años y medio de gestión que complementaremos el próximo 10 de diciembre. Como en aquella oportunidad, quiero aprovechar la ocasión del “Día dela Industria ”
para compartir algunas reflexiones.
Recuerdo que en aquella ocasión mientras hablábamos de nuestros planes, se podía advertir en muchos de ustedes, un lógico sentimiento ambivalente. Creo que, por un lado les resultaba grato el escuchar de la boca del Presidente el llamado a valernos de otras lógicas superadoras del pasado, en que tan mal nos había ido, para tratar de construir pluralmente un país diferente, el llamado a reconstruir el país con calidad institucional con sustentabilidad económica en un marco de equidad, que facilite la movilidad social ascendente, que incentive y premie el esfuerzo, fue bien recibido en aquella oportunidad. Pero por otro lado, había también cierto pesimismo y cierto escepticismo como si algunos pensaran: “el discurso está bien, pero veamos los hechos”.
Quiero comenzar por saludarles muy afectuosamente, recordando que compartí con ustedes el 2 de septiembre de 2003 cuando prácticamente se iniciaban estos cuatro años y medio de gestión que complementaremos el próximo 10 de diciembre. Como en aquella oportunidad, quiero aprovechar la ocasión del “Día de
Recuerdo que en aquella ocasión mientras hablábamos de nuestros planes, se podía advertir en muchos de ustedes, un lógico sentimiento ambivalente. Creo que, por un lado les resultaba grato el escuchar de la boca del Presidente el llamado a valernos de otras lógicas superadoras del pasado, en que tan mal nos había ido, para tratar de construir pluralmente un país diferente, el llamado a reconstruir el país con calidad institucional con sustentabilidad económica en un marco de equidad, que facilite la movilidad social ascendente, que incentive y premie el esfuerzo, fue bien recibido en aquella oportunidad. Pero por otro lado, había también cierto pesimismo y cierto escepticismo como si algunos pensaran: “el discurso está bien, pero veamos los hechos”.
No era un temor infundado, estaba apuntalado
en la decepción que muchas otras promesas incumplidas habían causado no sólo en
los empresarios, sino en el espíritu de todos los argentinos. Transcurrido ya
la mayor parte de mi mandato, creo que las cosas cambiaron paulatinamente.
Quedó claro que no sólo se trataba de sueños de ideas compartidas, las
realizaciones están a la vista, los hechos y los logros conjuntos sustituyeron
a los meros discursos.
Que nos hemos recuperado está a la vista, es
un hecho palpable; venimos bien y hay que mantener el buen rumbo. Por eso no
hay que detener el cambio; por el contrario, creo que el cambio recién comienza.
Sin caer en euforias ni perder energías en
el pesimismo, en el todo está mal, tenemos que fundar nuestro optimismo
racional en hechos que concreten el cambio de época que en conjunto estamos
protagonizando. No necesitamos ni queremos volver a viejos modelos; queremos
construir con imaginación y creatividad las cosas que nuestra Patria necesita
para hacer un nuevo y buen lugar.
Vivimos un cambio de época y ello exige un
nuevo lugar del Estado, un nuevo lugar de la política y una nueva concepción de
la propia integración local, regional y mundial. No nos contentamos con
impulsar planes coyunturales, que apenas alcanzan para sobrevivir en la
decadencia. Nunca nos propusimos ejercer la presidencia, para proponerle a los
argentinos continuar con la miseria maquillada. Estamos protagonizando un
cambio profundo, que toca intereses monopólicos, que se resisten, presionan y
hacen permanentemente todo tipo de operaciones. Pero nos sentimos acompañados
por la esperanza de millones de argentinos, que creen que otro país es posible,
en ese país que se trabaje todos los días, en ese país que se pueda soñar todos
los días y en ese país que se puedan recrear las ilusiones todos los días.
Sabemos que ningún proyecto polìtico,
económico social tiene sentido si no sirve para mejorar las condiciones de vida
de los miembros de la comunidad que lo asumen y protagonizan. El fuerte
desendeudamiento, la programación ordenada de sus obligaciones futuras, la
recuperación del crédito interno, la subsistencia y la consolidación del
superávit fiscal y comercial, tienen que ser la base para el nuevo desarrollo
de la industria nacional.
El crecimiento económico no sirve por sí
solo, si no produce un desarrollo de inclusión social. De poco sirve mostrar
indicadores, que muestren una evolución de la economía si los mismos se basan
en desequilibrios sociales, marginación y mayor desigualdad.
En cuatro años hemos disminuido el desempleo
del 20,3, en el primer trimestre del 2003, al 7.8 en junio de este año; también
se ha reducido la pobreza y la indigencia; la pobreza, después de haber llegado
al 54 con topes del 60 ha
bajado el 26,9 y tenemos esperanzas de que siga bajando en forma importante;
igual que la indigencia que hemos recibido del 27 por ciento, se ha reducido al
8,7 por ciento. Se crearon durante este Gobierno 3.400.000 puestos de trabajo;
llevamos - como bien decía el señor presidente de la Unión Industrial
Argentina - 50 meses de crecimiento del empleo registrado; el número de
empresas ha crecido en 90 mil empresas entre el 2003 y el 2007; entre 1996 y el
2001 se destruyeron 17 mil empresas en términos netos.
Los planes sociales pudieron reducirse
gracias a la reinserción laboral de 2.300.000 a 900.000. La participación de los
trabajadores en el Producto Bruto Interno, si bien queremos llegar en algún
momento al 50 y 50 histórico, que fue un verdadero orgullo, una verdadera
distinción de la Argentina ,
ya estamos llegando al 41 por ciento.
Estos logros prueban la capacidad de los
argentinos para recuperarnos de la crisis. Si lográramos mantener un
crecimiento constante cercano al 5 por ciento anual, en 10 años este será otro
país, un país paulatinamente mejor.
No detengamos los cambios, avancemos hacia
un modelo de nación que se desarrolle en base a sus economías regionales, que se
industrialice e integre interna e internacionalmente, a partir de un
capitalismo pujante, inteligente, con solidaridad social.
El crecimiento solo no soluciona todo; el
crecimiento sostenido nos crea nuevos problemas, pero nos da oportunidades para
solucionarlos. Los argentinos en diversidad y pluralidad escuchando,
corrigiendo, estamos llegando a las puertas de salida del infierno en que
caímos. Espero que al terminar mi mandato, le pueda decir al pueblo argentino
que el 10 de diciembre de 2007 que ya estamos saliendo de ese infierno que
tanto nos ha hecho sufrir.
Marchamos hacia la meta de construir un país
donde las dicotomías y las opciones cerradas no nos paralicen. No se trata de
optar entre la actividad agrícola o la actividad industrial; eso es lo viejo,
lo paralizante. Construyamos con inteligencia un país industrial, que aproveche
las ventajas de nuestro campo, que nos integre con autonomía a un mundo cada
vez más globalizado e interdependiente.
A diferencia de aquel discurso que
mencionaba, este “Día de la
Industria ” nos brinda la oportunidad de encontrarnos para
compartir la revalorización de la industria y su protagonismo en esta etapa de
crecimiento económico.
En nuestro país, por su tamaño de mercado,
por su tradición, por sus recursos naturales y humanos, la industria nacional
tiene que ser uno de los protagonistas centrales en el conjunto de la economía.
Un tejido industrial difundido y consolidado es fundamental para la integración
regional, la movilidad social, la creación de empleo, la generación de divisas,
el dinamismo tecnológico, para lograr un crecimiento sustentable a largo plazo.
Además el crecimiento de la industria y el crecimiento de trabajadores amplían
el mercado, hace crecer el consumo y potencia todos los resultados. Fue un absurdo
creer que la Argentina
podía desarrollarse por la vía de la desindustrialización y este absurdo no
está tan lejano en el tiempo.
No hace muchos años explicitaba de los
máximos niveles, que nuestro rol industrial era parte del pasado, que eran los
servicios los que avanzaban como eje único y exclusivo del crecimiento. Nuestro
Gobierno ha sido consecuente en cada una de sus decisiones por su vocación
industrial, con su reconocimiento de los roles de los sectores industriales,
con alto valor agregado y con fuerte presencia de la PyMES.
No se trató, no se trataba de simples frases
en un discurso para quedar bien; la dimensión de la recuperación del sector
industrial argentino, en estos 50 meses, lo demuestra. Entre mayo de 2003 y
julio de este año, la industria acumuló un crecimiento del 40 por ciento a un
promedio cercano al 8 ú 8 y medio por ciento anual. Se trata de un impulso
genuino sobre la base de un nuevo perfil cualitativo, que se extiende a todas
las ramas de la actividad y que ha situado a la producción industrial en
niveles récord.
La producción de bienes creció un 45 por
ciento y dentro de esa producción el de la industria fue del 43 por ciento,
mientras los servicios crecieron casi un 35 por ciento. En materia de
exportaciones el 2006 cerró con un nivel cercano a los 47.000 millones de
dólares y para este año se proyecta un nuevo récord histórico, superior a los
50.000 millones de dólares. Dentro de las exportaciones, la venta de productos
industriales gana cada vez más terreno. En el 2006 totalizaron cerca de 15.000
millones de dólares, máximo histórico que representó un 24 por ciento más que
en el 2005. Este crecimiento altamente difundido entre las distintas ramas de
la industria está siendo impulsado, en su gran mayoría, por el crecimiento de
los volúmenes por sobre el de los precios.
Este dinamismo de la producción y de las
exportaciones industriales, está siendo sostenido por crecientes inversiones en
el sector, pasando de 1.100 millones de dólares, en el año 2003, a más de 5.400
millones de dólares, en el 2006, lo que representó un aumento de la inversión
de 391 por ciento; la inversión ya supera el 21 por ciento de la participación
del Producto. Obvio que esperamos que esta relación inversión-producto siga
creciendo pero se han dado pasos realmente importantes.
Es de destacar que estas inversiones, a
diferencia de lo ocurrido durante los ´90, estuvieron principalmente orientada
a la formación de capital en detrimento de las fusiones y adquisiciones de
empresas. Las mismas condiciones que impulsaron a la industria a niveles récord
de producción y exportación, determinaron también una importante generación de
puestos de trabajo. En respuesta a la creciente demanda de mano de obra desde
todos los sectores, en los últimos cuatro años, fueron creados más de 360 mil
empleos industriales formales, dando cuenta de un incremento acumulado del 47
por ciento.
Estos resultados tan notorios dan cuenta del
éxito del enfoque económico de un gobierno, de un pueblo y de sus
organizaciones sociales e intermedias, que en conjunto defiende con clara
acción, nuestra industria nacional y la capacidad de nuestros empresarios y
nuestros trabajadores. Bajo reglas consistentes y favorables a la producción se
desarrolla todo el potencial industrial, capaz de superar al de aquellos países
más desarrollados.
En estos cuatro años hemos transformado la
lógica económica y la propia realidad del país. Y esto lo remarcamos sin
desconocer todos los temas que requieren solución y todas las asignaturas
pendientes que tenemos, si recién apenas estamos tratando de salir del
infierno.
Y esto - que quede bien claro - que estamos
en el principio de un camino de salida, en un país que conoció el abismo por
culpa de la inconsistencia y el dogmatismo neoliberal. Hay que dimensionar que
decisiones históricas como la renegociación con los acreedores privados, donde
por primera vez la Argentina
puede mirar hacia adelante y hacia atrás con absoluta tranquilidad, pues logró
ahorrar 70.000 millones de dólares y la cancelación de la deuda con el Fondo
Monetario Internacional fueron medidas determinantes para el crecimiento
económico, para el desarrollo de nuestro sector industrial. Pero el pago de la
deuda del Fondo marca el recuperar para nuestros gobiernos, para quienes les
toque gobernar y para el conjunto del pueblo argentino y sus instituciones, la
capacidad de decidir.
Fíjense lo que escuchamos hace pocas horas
en el país, que alguien muy respetable que aspira a ejercer la presidencia del
Fondo Monetario Internacional, se haya animado a decir lo que para muchos
argentinos era una falta de respeto, inclusive, cuando yo lo expresaba o muchos
de los aquí presentes o no presentes. Dicha personalidad que aspira a presidir
el Fondo Monetario Internacional, hace pocas horas, dijo que el Fondo Monetario
Internacional fue para la
Argentina como el mismo diablo; él se animó mucho más que
muchos otros de esta tierra que se tendrían que haber animado antes a soltar
las ataduras para construir nuestra Patria.
La posibilidad de adoptar autónomamente las
políticas cambiaria, monetaria, fiscal y de negociaciones internacionales es un
paso ineludible para recrear una Argentina que tenga un rol en el mundo como
valor agregado industrial. Los argentinos debemos convencernos, hasta lo más
profundo de las consecuencias positivas que tiene para nuestra economía,
preservar un tipo de cambio competitivo y no repetir las nefastas experiencias
de atraso cambiario que causaron cierres de industria, desempleo y crisis
fulminantes en aquellos sectores de mano de obra intensivo.
Es claro que el elevado superávit fiscal que
nuestro Gobierno ha logrado es central para el objetivo de compatibilizar el
tipo de cambio competitivo, estabilidad y políticas activas y de
sustentabilidad macroeconómica. Es importante acumular reservas para hacernos
fuertes. Nosotros, hasta ahora, nos hemos movido en un promedio entre el 3 y el
4,10, el 4,20 por ciento. Cristina me dice permanentemente, que hemos gastado
mucho, que ella no va a bajar del 4 por ciento de superávit fiscal. Bueno, está
bien.
Los argentinos, después de décadas, tenemos
los grados de libertad para diseñar las políticas adecuadas para alcanzar el
desarrollo económico. Las ataduras al Fondo Monetario Internacional a la
presión de los acreedores externos, las limitaciones fiscales y las necesidades
de endeudamiento recurrente, condicionaron nuestras decisiones a intereses
externos o ajenos a la lógica productiva.
Ganamos libertad, estamos en un proceso de
desendeudamiento con consistencia macroeconómica y frente a esta realidad es
posible sostener este fuerte crecimiento y plasmar en los hechos nuestra
vocación de ser un país industrial.
Todos ustedes conocen, porque las han
padecido, las consecuencias negativas del sistema financiero diseñado en los
´90, en términos de financiamiento a la producción. Y también saben de los
esfuerzos que se están realizando para volver a vincular al ahorro con el
crédito, en lugar de la especulación financiera y el endeudamiento del Estado.
Hoy el Estado no compite por el crédito, es
un factor fundamental para articular la decisiones de los privados en un
horizonte de largo plazo, con objetivos estratégicos en materia de inversión,
de innovación tecnológica, de recuperación de la demanda, del empleo para el
logro simultáneo de equilibrios macroeconómicos y sociales; incentivamos la
producción con fuertes políticas activas, que han permitido potenciar el
crecimiento y retroalimentar el circuito virtuoso del crecimiento de la
actividad y la recaudación fiscal.
Para facilitar la inversión renegociamos en
el MERCOSUR la posibilidad de importar bienes de capital con arancel cero
preservando una política de reintegros a los productores nacionales de estos
bienes. Asimismo se estableció la posibilidad de acceder a la devolución
anticipada del IVA y a la amortización acelerada del impuesto a las ganancias
en los proyectos de inversión.
Se han establecido programas específicos
para promover desarrollos sectoriales, como el régimen de reintegro de la
compra de auto partes; la Ley
del Software; la Ley
de Biocombustibles y la promoción de iniciativas en Nanotecnología. Los
programas de apoyo a las pequeñas y medianas empresas (PyMES) favorecen su
acceso al crédito, la capacitación, la posibilidad de ganar mercados externos y
mejorar estándares de calidad. Contamos con un conjunto de políticas e
instrumentos que potencian el rol de este segmento de empresas y el rol
desarrollo de la cadena de valor.
Se han adoptado medidas de control a las
importaciones para promover el crecimiento de nuestros productores. Así se han establecido
licencias no automáticas para la importación de calzados, juguetes, línea
blanca, juguetes, neumáticos para bicicletas, motos y recientemente también
capelladas de calzado y marroquinería, junto a una serie de medidas aduaneras
para un mejor control de las importaciones, la política de administración del
dumping y de cualquier otra forma de competencia desleal, acompañar la voluntad
de reindustrializar el país dejándose de lado prejuicios antindustriales y
priorizando análisis objetivos que buscan resguardar a nuestra producción de
aquellas importaciones que no respetan las reglas del comercio.
Hemos replanteado estructuralmente el
funcionamiento del MERCOSUR para hacerlo más grande y más profundo. En los años
90 el Estado argentino convalidó un MERCOSUR funcional al neoliberalismo y a la
debilidad de nuestra industria. Algunos de ustedes lo señalaron alertando, en
su momento, los graves daños que la ingenua actitud de Argentina estaba
generando.
Hoy reconociendo la alianza estratégica del
bloque, valorizando el desarrollo de Brasil, reivindicamos también nuestros
intereses nacionales y entre ellos centralmente los de la industria argentina.
Logramos sancionar el mecanismo de adaptación competitiva, es decir las
posibilidades de establecer medidas arancelarias al interior del MERCOSUR
frente a daños sectoriales. Este mecanismo es trascendente como señal de largo
plazo a nuestros inversores y consolida la consistencia del MERCOSUR.
Se han avanzado en negociaciones que
implican limitaciones a las importaciones de Brasil, promoviendo acuerdos entre
los sectores privados más vulnerables o sensibles a los subsidios de nuestro
socio comercial, que debe entender permanentemente que en el MERCOSUR nos
tenemos que desarrollar todos. No se puede desarrollar solamente una nación y
esto el Presidente Lula así lo ha entendido y sé que se van a seguir
profundizando con mucha fuerza este proceso de integración.
La negociación del régimen automotriz es
también una señal clara para la radicación de inversiones en el país y el
crecimiento de las exportaciones industriales de la Argentina. Esta
estrategia comercial en el MERCOSUR se plasma en todas las negociaciones que
encara nuestro país en el exterior, priorizando el resguardo de la producción,
la inversión y el empleo nacional.
En el mes de agosto, la industria automotriz
argentina, nos alegra a todos muchísimo, tuvo el record de producción histórica
referente a un mes, creciendo respecto al mes de julio cerca del 23 por ciento.
Esa es la Argentina
que alienta a seguir luchando por ese amanecer que nos merecemos.
En el ámbito multilateral, nuestro país
tiene una participación muy activa en las negociaciones desarrolladas en el
seno de la OMC ,
sosteniendo con firmeza la necesidad de lograr un equilibrio entre los resultados
que se alcancen en materia agrícola – industrial. No estamos dispuestos a
convalidar resultados inconsistentes, que atenten contra la consolidación de
una economía productiva.
Hay que dar el debate fuertemente y la lucha
en la
Organización Internacional de Comercio con todas nuestras
fuerzas. No sirven acuerdos pequeños, maquillajes o generar un acto de supuesta
convivencia internacional volviendo a conceder. Necesitamos definitivamente que
se discutan las cuestiones de fondo, Argentina, los países de América latina y
creo que la mayoría de los países del mundo tienen que encarar decididamente
una discusión que nos dé un paso superador, en todos los temas que estamos
discutiendo que son fundamentales para el desarrollo de nuestros pueblos.
Priorizamos el crecimiento equilibrado entre
el mercado interno y externo, compatibilizamos rentabilidad e inversiones con
creación de empleo y mejora de la distribución del ingreso consolidando las
altas tasas de crecimiento, sobre pautas macroeconómicas consistentes a largo
plazo.
Argentinos: no le tengamos miedo así como
vemos crecer las exportaciones. La combinación de exportación y consumo interno
es fundamental para consolidar un modelo de crecimiento, con participación
global del conjunto en la ciudadanía argentina. No le tengamos miedo a los
fantasmas del consumo; si tenemos empresarios responsables, si constituimos
como corresponde la cadena de valor, sigue aumentando la inversión, los
argentinos tienen y deben participar activamente de ese crecimiento, de esa
participación y también del consumo. Consumo interno y exportaciones son
fundamentales para la construcción del país que soñamos.
Ya sabemos lo que nos pasó a los argentinos
cuando se decía que el consumo interno era una carga peligrosísima para la economía
argentina. Lógicamente, es muy fácil eliminando las variables: distribución del
ingreso, mejoramiento salarial, defensa de la inversión nacional y restricción
al consumo interno, tratar de consolidar un proceso de crecimiento con
exclusión.
Nosotros queremos un proceso de crecimiento
con inclusión social, con una fuerte clase trabajadora, con la movilidad
ascendente de nuestra clase media, con la consolidación de nuestra clase
empresarial, con la consolidación de nuestros productores del campo, que es
central y fundamental, de nuestros intelectuales, de los estudiantes, de ese
recurso humano que tenemos, que le ofrecemos al mundo y que le podemos dar
lugar aquí en nuestra Patria, se pueda consolidar fuertemente. Esa es la Argentina que soñamos,
en donde todos nos sentimos parte de un país que va avanzando en su conjunto.
Quienes inviertan, quienes arriesguen,
quienes tengan vocación de crear empleo y ganas de contribuir al
fortalecimiento de una Argentina pujante, seguirán teniendo resultados positivos
como en estos últimos años.
Como los países que han logrado los mejores
niveles de desarrollo, preferimos tener una política económica e internacional
propia, que atienda nuestros intereses como país y no una política económica
impuesta por los demás. Por eso se ha
priorizado la reconstrucción de la infraestructura indispensable para el
crecimiento económico y el desarrollo social de un país más equilibrado. La
inversión pública, bajo la forma de gasto de capital y de infraestructura,
viene creciendo a tasas anuales superiores al 50 por ciento. Los gastos de
capital realizados por la nación suman actualmente aproximadamente el 2,5 del
PBI, frente a un promedio del 1 por ciento observado, durante la década pasada.
No nos creemos y no crean a aquellos que
dicen que la inversión es un gasto público improductivo, porque un país que no
invierte en infraestructura, en rutas, en hospitales, en aeropuertos, en el
desarrollo global, evidentemente no tiene ninguna posibilidad de crecer
sustentablemente.
Nosotros queremos una Argentina integrada
desde Jujuy a Tierra del Fuego y sabemos lo que significan las escuelas, las
rutas, los hospitales, las inversiones en universidades, en infraestructuras y
padecemos, ustedes como industriales lo saben, que este crecimiento económico,
muchas veces, necesita una inversión más acelerada en infraestructura. Si se
hubiera invertido en otros tiempos en todas las áreas de la economía y
fundamentalmente en el área energética, muchas veces no tendríamos que pasar
por los problemas que pasamos debido al crecimiento que tenemos, lo que
denomino tensión del crecimiento porque hubiéramos tenido las inversiones
necesarias.
Hay que invertir, el Estado tiene que
invertir, tiene que apoyar fuertemente el desarrollo de la economía privada,
tiene que estar acompañando al crecimiento de la economía en forma global. Y
esto lo tiene que hacer con una buena administración y promoviendo la inversión
necesaria que permita integrar al país, que va desde la generación de autovías
y autopistas que nos permitan acercar a nuestros puertos a los productores,
hasta acercar las industrias al puerto, a los centros urbanos como corresponde,
para poder acercar a nuestros productores del campo, que muchas veces sufren
terriblemente para poder llegar y despachar toda su producción por caminos que
no existen, por lo que sucede hoy por el tremendo crecimiento, como en los
puestos de Rosario en donde vemos largas filas de camiones, donde estamos
invirtiendo en la Ruta
9, en la Circunvalación ,
en todo lo que permita definitivamente terminar con esta situación, que muchas
veces es de urgencia que nos toca vivir. Porque el crecimiento económico se
encontró con un país atrasado en infraestructura. Hay que seguir invirtiendo
fuertemente, hay que soñar en construir esa gran Argentina que todos soñamos y
queremos.
Ustedes lo saben, años de abandono en
inversiones de transporte vial y ferroviario, comunicaciones y energía han
determinado limitaciones y dificultades que estamos comenzando a superar.
Muchos se asombran del estado, a veces, del transporte público, en el cual
estamos invirtiendo, pero muchos se olvidan que decían. “ramal que para, ramal
que cierra”, cómo se desmontaron los trenes en la Argentina porque decían
que no daba rentabilidad. Se olvidaron de la rentabilidad que le daban las
empresas a la gente, a la sociedad uniendo una parte del país con la otra a
bajos costos y llegando a lugares donde nadie llegaba. Se desmontó toda la
inversión ferroviaria y lógicamente, ahora, la inversión que hay que hacer es
millonaria, se está empezando a hacer, pero nos va a llevar un tiempo tener la
infraestructura que nosotros necesitamos. Y un tiempo que no es demasiado corto
porque la inversión para llevar adelante es muy grande.
Las decisiones de inversión pública,
adoptadas en esta materia; el dictado de la Ley de Biocombustible; la recuperación de la
política nuclear argentina; las centrales térmicas e hidroeléctricas que
pondremos en marcha son algunos de los pasos que hemos dado en esta dirección.
Por estas cosas y, sobre todo, porque en
nuestro período de Gobierno el volumen físico de la industria manufacturera
aumentó en un 59 por ciento y superó este año su récord productivo en un 11.6
por ciento, por encima del año anterior, mientras que las exportaciones de
manufactura también se duplicaron por volúmenes exportados y representan ya un
tercio de las exportaciones totales, podemos decir que al sector le está yendo
bien. Es importante entender que a todos nos va mejor, que el país es la suma
de los sectores y no de un sólo sector; el todo es más importante que cada una
de las partes. Hay sectores que se conciben así mismos como defensores o dueños
de una Patria Chica. La industria y el sector industrial no tienen ni pueden
tener esa falsa adopción, tienen que imaginarse cada vez más importante en una
Patria cada vez más grande. Debemos poner fin al mito de que los argentinos
somos muy capaces individualmente, considerados pero no sabemos actuar en
equipo colectivamente.
También, en un tiempo, cuando la crisis era
profunda nos hicieron sentir que éramos los peores del mundo. A veces pasamos
al otro lugar y nos creemos los mejores del mundo. Pero yo creo que lo que
tenemos que recuperar definitivamente, porque la tenemos y no tengo ninguna
duda que hay una gran calidad en los argentinos y argentinas, es consolidar
definitivamente nuestra autoestima. Nunca más la perdamos porque es fundamental
y central para todos.
En ese marco considera muy importante para
nuestro futuro y el futuro de nuestra industria que puedan construir, de una
vez por todas, algo que va a ser orgullo para todos los argentinos, así como
hoy miramos con orgullo el predio que tiene la Sociedad Rural
Argentina, nosotros creemos que ha llegado el momento de construir un Centro
Nacional e Internacional de la Industria Argentina , donde las diferentes
actividades y regiones productivas puedan abrir sus puertas a toda la sociedad
argentina; acompañar los festejos de nuestro Bicentenario mostrando los
productos y servicios de nuestra industria, sus protagonistas, su historia, sus
abuelos, sus pioneros; eso es un cometido noble. Por eso contribuimos hoy con
la firma del acuerdo marco para la transferencia de un inmueble, de casi tres
hectáreas, en la Estación
de Buenos Aires, en la zona de Barracas de esta ciudad.
Espero que en el Bicentenario me inviten, se
acuerden de mí y compartamos con todos ustedes esa fecha que va a ser un
verdadero orgullo por cumplir doscientos años y por tener el centro de
exposiciones, que la industria argentina y la Argentina se merecen.
Ustedes saben que no tenemos el “sí” fácil,
que no nos gustó nunca prometer lo que no estábamos dispuestos a hacer, mucho
pasó entre aquel discurso y este, hemos trabajado mucho y obtenido importantes
avances. Tengo la satisfacción de haber cumplido la transitoria responsabilidad
de encabezar un gobierno. Algunos – diría casi todos – no me creían cuando les
decía que no iba a continuar más allá de estos cuatro años y medio de gestión,
que pasaría la posta. Como ven la disposición al cambio institucional, político
y moral profundo también se demuestra con los hechos.
Hoy, 6 de septiembre, hace exactamente 20
años me tocaba ganar las elecciones a la Intendencia de mi Ciudad, sólo por 111 votos.
Miren las cosas que se discuten hoy, pero yo gané (APLAUSOS Y RISAS) sólo por
111 votos y el candidato a Intendente que competía conmigo, el contador Roberto
López, me fue a buscar a mi estudio para decir que salga a celebrar, yo creía
que había perdido por 23 como sumábamos. Así que estuvimos una hora
convenciéndonos uno al otro para que saliera uno u otro. Y me trae este
recuerdo esta reunión, que tenemos acá y también cómo a mi me gustaría – y yo
creo que a ustedes también – que sea la actividad política en la Argentina. Esa
imagen de Roberto y mía convenciéndonos que uno había ganado al otro, porque la
diferencia había sido muy chica. Los dos creyendo profundamente en la
democracia y en la voluntad de la gente. Me tocó ganar a mí y empezar esta
historia en estos 20 años, y le agradezco profundamente a Dios, a la gente y a
todos que durante tanto tiempo me han acompañado.
Allá en el 2003 también me tocó empezar, con
apenas el 22.7 por ciento, y puse todos mis esfuerzos para tratar en forma
conjunta de llevar adelante este proceso de reencuentro y de recuperación de
los argentinos. Y les puedo asegurar que hoy, a punto de terminar mi mandato,
me voy con una profunda felicidad, me voy no diciendo como dicen
tradicionalmente: “cómo sufrí siendo Presidente”. Yo, la verdad, que les puedo
asegurar que me siento agradecido que los argentinos me hayan hecho Presidente
y me hayan dado la oportunidad de servirlos. No me sentí torturado por las
responsabilidades, me sentí halagado. Solamente les quiero pedir disculpas por
todas las veces que me puedo equivocado, pero siempre fui auténtico, siempre me
mostré tal cual soy, nunca traté de tener la doble personalidad de la
convivencia fácil, porque creo que eso no llevaba a ningún lado.
Siempre traté de sentir –en el acierto y el
error – de decir lo que pensaba, pero siempre con respeto por el otro, por la
calidad del otro, por saber que es importante pensar diferente, por saber lo
importante que es la pluralidad, pero también algo que muy importante, que no
sólo la dirigencia política, no sólo los dirigentes empresarios, sino todos los
sectores: periodismo, todos los que tienen que ver con la vida nacional que lo
más importante entre todos es tratar de darnos cuenta que un país lo hacemos
entre todos, que un país no se hace solamente con quienes intentan hacerlo y
los fiscales que a veces tratan solamente de buscar aquello que no funciona.
Está bien que se corrija lo que no funciona, pero el país se hace construyendo,
construyendo.
Muchas veces tienen más tapa en los medios
los que destruyen, pero destruyendo no vamos a ningún lado, hay de una vez por
todos que entrar a premiar la construcción, a premiar los valores, que en la
sociedad los mejores no sean los más pícaros, sino los que más trabajan, los
que más estudian, los más honestos, que son valores centrales y fundamentales
para la sociedad.
Y en el marco de esas imperfecciones, les
quiero decir que hay un gran futuro para la Argentina. Este
año vamos a volver a crecer al 8 o más de ese número, hay una gran tarea para
llevar adelante. Cada uno pensará quién la puede llevar adelante, y me parece
bien, pero como nunca fue mi tarea promover la falsedad o la hipocresía, ni
mucho menos, yo creo que la
Argentina tiene una gran oportunidad por delante, que está en
las manos de una gran dirigente, muy preparada y en esto voy a ser absolutamente
parcial pero estoy convencido que ustedes piensan lo mismo, una gran mujer va a
ser la que va a promover y profundizar la transformación argentina.
Muchísimas gracias presidente de la Unión Industrial
Argentina, muchísimas gracias industriales, muchísimas gracias representantes
de las otras entidades, muchísimas gracias en la Argentina de la
producción, muchísimas gracias trabajadores. Me he sentido feliz como argentino
trabajando con ustedes y hasta el 10 de diciembre con más fuerza, gracias.
¡Arriba la Argentina ,
arriba la industria nacional, arriba los industriales y arriba los que creen en
una Argentina próspera e igualitaria. Gracias.
NESTOR KIRCHNER
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