POLEMICA CON EL Dr. PEDRO C. MOLINA
«Preliminares de la polémica»
Carta cordial con motivo del 1° aniversario de la Revolución de 1905
Hipólito Yrigoyen
[4 de Febrero de 1906]
Buenos
Aires, febrero 4 de 1906.
Al
Dr. Pedro C. Molina:
CÓRDOBA
Nunca será suficientemente sentida la adversidad de este día por sus dolorosas consecuencias y por haberse malogrado la más poderosa condensación de fuerzas con quela Nación
hubiera patentizado a la faz del mundo todo el vigor de su protesta contra
treinta años de oprobio y habría sido el punto de partida de la más luminosa
transformación.
Nunca será suficientemente sentida la adversidad de este día por sus dolorosas consecuencias y por haberse malogrado la más poderosa condensación de fuerzas con que
Que
se regocijen de su obra todos los que, de una u otra manera, contribuyeron al
fracaso de ese supremo esfuerzo, como los que vilipendiaron, ignorando sin duda,
que cuanto mayor fuera su profanación, más hondo sería el agravio de la
vindicta pública y más intrépida la reacción en prueba de convicciones
profundas y de acentuados sentimientos de honor y que aquellos que laurearon el
éxito, se aperciban del error, aun mirado tan sólo bajo sus exclusivos
intereses.
Quedó
triunfante el crimen una vez más y, como era fatalmente lógico que sucediera,
ha seguido revelando mayores perversiones y desconciertos, precipitando a la República a los más
extremados e irreparables desastres, y se rinde homenaje, hace su apología y
sanciona su apoteosis.
A
su frente está la Nación
desangrándose desde hace veinte años en esforzada contienda, consagrando sus
afanes a la reconquista de sus derechos, a la restauración de sus libertades, a
la reasunción de su moralidad, al restablecimiento regular de sus gobiernos y
administraciones, al funcionamiento pleno de su soberanía.
La
justicia, en su más alto concepto, dirá si los sacrificios e inmolaciones
rendidos en tributo a la ley de las reparaciones, son ya suficientes o si será
posible que aun sean necesarios mayores desgarramientos.
Todos
son iguales, gobiernos y grupos politiqueros, compuestos de elementos desechados
de las camaraderías predominantes y espiando el momento de volver a su seno.
Es
una descomposición de mercaderes donde nada se agita por ideal alguno de
propósitos saludables, sino por móviles siempre menguados que se consienten
recíprocamente y se abalanzan cuando los intereses se encuentran y no pueden
ser compartidos.
Sí,
son todos iguales y ni la mayor confusión de juicio ni el transcurso del tiempo
ni circunstancia alguna puede modificar esa solidaridad.
Son
reos de los más grandes delitos que se hayan cometido en las sociedades humanas
y nadie ni nada podrá desviar la visión permanente de sus enormes
responsabilidades.
Han
avasallado en todas las formas a la majestad de la patria, han derrumbado todas
sus instituciones, han injuriado y escarnecido todos los atributos morales, que
eran la esencia de su carácter, han fijado su descrédito en todas las páginas
de la historia general, han retrasado por medio siglo la amplitud de su
desenvolvimiento, insumiendo y devastando gran parte de su savia, y si no la
han jugado en las carpetas del mundo y no la han puesto bajo sus dominios
personales ha sido por imposibilidad material de poder hacerlo totalmente.
Por
eso la República
se ha alzado en armas y lo hará tantas veces como se lo marquen sus sagrados
deberes y sus augustos fueros. Si así no lo hiciera, sería indigna de sí misma,
de su cuna, de su tradición, y de la misión que la Providencia le ha
fijado en la escena universal en cuya cima figurará el día en que las naciones
se congreguen para discernir lo que corresponde a cada una por sus
consagraciones en la infinita obra de la civilización humana.
Pero
los que han ejercido la
Presidencia de la República , son los principales causantes de los
males que gravitan sobre ella, porque estando en sus manos evitarlos, los han
reagravado progresivamente por acción propia o conjunta, sostenidos por
aquellas fuerzas militares que, desleales a la Constitución , a las
leyes y a la fe nacional, de la que debieron ser su emblema más austero, se
subyugan al que manda arriba de todos, cualquiera que sea su origen.
Esa
es la Bastilla
argentina, sobre la cual se estrellan hoy las fibras más sonoras del alma
nacional, puesto que aquellos gobiernos, las camarillas y los merodeadores de
todas las prevalencias, son completamente efímeros y sin consistencia alguna
que desaparecerían en cuarenta y ocho horas, como ha sucedido otras veces, al
primer embate de la acción pública.
La
solución está, pues, en manos del Presidente actual y sólo siendo vilmente
empedernido se puede renunciar al grandioso bien de la República y a su gloria
inmortal.
La
opinión no le requiere más que comicios honorables y garantizados, y nada más
que comicios honorables y garantizados, como condición indispensable para
volver decorosamente al ejercicio de sus derechos electorales. Entonces,
propios y extraños se asombrarán de la magnitud de ese sólo acto como punto
cardinal de las más magnas proyecciones nacionales en todas las esferas de su
vida y así se verá la trascendental diferencia que hay entre una nación ahogada
por todas las presiones que la circundan a una Nación respirando en toda la
plenitud de su ser y difundiendo al bien común su inmenso poder vivificante.
Si
desgraciadamente así no sucediera y las generaciones presentes pudieran
consentir en la, continuación del oprobio simulando o aparentando en connivencia
con la prensa mercantil y abyecta, resistencias que no son sino variantes del
mismo oprobio; si la vida nacional siguiera siendo vivida de esa manera, sería
como para estamparle en el rostro el sello del desprecio y la deshonra por la
más cruel de las felonías que se puedan cometer contra el santuario de la
patria y sus celestiales esperanzas.
Entretanto,
prosigamos la labor, no recibiendo más inspiraciones que las del sacro
sentimiento que nos anima, manteniendo siempre nuestro espíritu arriba de todas
las ruindades y malevolencias propias de estas horas. Permanezcamos en el
pedestal del deber y sostengamos impertérritos sobre nuestras frentes todo el
peso reivindicador —que cuanto más invada la depravación mayor sea de nuestra
parte la integridad y la entereza para resistirla y extinguirla. Tengamos
siempre resolución y fe para continuar la obra, y unidos virtualmente a
aquellos que rindieron la vida en su holocausto y solidarizados cada vez más
con los que sostienen la causa de la regeneración, sin que la lava corruptora
les haya salpicado, continuemos el camino trazado desde hace un cuarto de
siglo.
No
dejemos ni un instante de estar a la altura del sagrario de la patria, que
tanta razón y conciencia nos ha dado para comprenderla; y tengamos muy presente
que simbolizamos todas las irradiaciones de la más cruenta lucha después de la
independencia, aquélla que ha causado los mayores mártires a la humanidad a
través de los siglos, y que el calvario de los nuestros sea la luz que nos guíe
e ilumine en el sendero.
Lo
saluda afectuosamente.
H.
YRIGOYEN
Fuente:
“Ley 12839. Documentos de Hipólito Yrigoyen. Apostolado Cívico – Obra de
Gobierno – Defensa ante la Corte ”,
Talleres Gráficos de la
Dirección General de Institutos Penales, Bs. As 1949.-
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