REVOLUCION Y ABSTENCION
CARTA A ELPIDIO GONZALEZ, RESPONDIENDO A SU INVITACION
PARA PRESENCIAR LA PRIMERA ELECCION
DE GOBERNADOR DE CORDOBA, BAJO LA LEY SAENZ
PEÑA
Hipólito Yrigoyen
[7 de Noviembre de 1915]
Buenos
Aires, noviembre 7 de 1915.
A
Don Elpidio González.
CÓRDOBA.
Me
es muy satisfactorio contestar su deferente telegrama, por el cual en nombre
del Comité de su digna presidencia e interpretando los sentimientos de la Unión Cívica Radical
de la Provincia ,
me invita a pasar con Uds., la jornada del 14 del corriente.
Las condiciones anormales en que el proceso electoral se desarrolla, me deciden a asistir a las contingencias de esa campaña, que el poder oficial plantea en términos que importan una reincidencia en las transgresiones dominantes, por medio de las cuales se detenta la representación pública.
Las condiciones anormales en que el proceso electoral se desarrolla, me deciden a asistir a las contingencias de esa campaña, que el poder oficial plantea en términos que importan una reincidencia en las transgresiones dominantes, por medio de las cuales se detenta la representación pública.
Las
informaciones de su comunicación, que han sido visiblemente comprobadas por las
delegaciones de la dirección nacional, confirman las dificultades que ofrece la
contienda sostenida contra un régimen acerbadamente empedernido y adueñado de
todos los resortes en que radica el mecanismo electoral.
Resulta
de este modo que los pueblos siguen afrontando la lucha contra el vicio y la
impudicia triunfantes, parapetados detrás de la muralla que constituyen las
fuerzas oficiales de la
República , sin contar siquiera con una prensa nacional que
levante su mente y juzgue los sucesos en su verdadero significado, pues, por el
contrario con honrosas excepciones, los aplaude, considerándolos propios de una
evolución civilizadora.
La
opinión, así indefensa se estrella contra un baluarte de presiones y de
opresiones, de perfidias y de falsedades, y si con sus esfuerzos llega a
prevalecer en las urnas, en definitiva la solución le es adversa, porque el
régimen ejercita su extremo recurso actuando como juez único y, en
consecuencia, se pronuncia frustrando las sanciones públicas, como ha sucedido,
entre otros, en ese Estado.
Aunque
no es éste el momento de profundizar la dilucidación de la gravedad que
entrañan tales delincuencias, no puedo sustraerme, cuando menos, a estos interrogantes:
¿No
es una verdadera profanación traducir en exteriorizaciones de las más
despreciables supercherías esas impresiones ardientes, de puros y saludables estremecimientos
cívicos, que revelan los más elevados sentimientos patrióticos?
¿No
es una inaudita malogración de la probidad del pensamiento nacional y de sus
más justas aspiraciones, pretender desvanecer dolorosamente la esperanza del
triunfo y de la gloria del pueblo argentino, por sus revelantes rasgos en el
ejercicio de sus atribuciones soberanas, que comprenden todas las magníficas
idealidades institucionales, por las cuales se debate desde hace un tercio de
siglo?
¿Se
consentirá por más tiempo que los poderes oficiales continúen siendo elemento
malvado y fuerza rebelada contra todos los fueros de la Nación , en vez de estar
revestidos de su legítima representación, en las más correctas formas de sus
abstracciones superiores?
¿Habrá
de ser ése el camino a recorrer en pos de los horizontes de la patria, y en la
orientación para difundir todas las armonías y las grandezas de cuanta savia
tienen en su seno y de cuanto fuego sagrado llevan impreso en su espíritu?
Será
posible que tan vasto escenario mundial continúe siendo patrimonio de un
régimen nefando, y que la reparación moral y política tenga que debatirse en
tan indignos medios, sin que al fin el resultado de sus esfuerzos alcance otra
solución que la de confundirse con el predominio?
¿El
honor y la austeridad nacional no tienen nada más que ofrecer en holocausto a
la reivindicación histórica a que está consagrada, y esas villanas ostentaciones
son la expresión de su psicología moral, de su cultura política y de sus
genéricos progresos?
¡Podrá
pretenderse que así habremos de salvar a la Nación del enorme desastre que ha abarcado a
todas sus creaciones fundamentales, sus organismos constitutivos y su poderosa
y múltiple vitalidad?
¿Esos
regresivos procedimientos que no hacen sino acumular mayor desdoro en cuanto
acusa crecientes perversiones, serán las que han de hacer la solución de
continuidad en tan hondos y arraigados males?
¿Es
esa la solución con la cual ha de salir de una crisis tan profunda esta
nacionalidad simbólica de todo lo magno y visiblemente destinada a la cumbre de
todas las ascensiones humanas?
No,
seguramente. Y no se infiera el inaudito agravio de pretender que el carácter
con que se van realizando los sucesos electorales, es propio de la psicología
moral del pueblo argentino, cuando es evidente que desde los primeros momentos
se ha identificado en absoluto con el genio de la revolución en las actitudes
más altivas y en las demostraciones más culturales.
De
su seno han surgido en inconfundible expresión de ansia patriótica las acciones
más brillantes y ponderativas que puedan registrar los anales de los grandes
pueblos, sin que la más fugitiva sombra haya empañado siquiera su larga
trayectoria en las reiteradas pruebas severamente acuñadas, en los caracteres
de la más inflexible integridad moral y política, en sus imponentes
recogimientos, en sus grandiosas protestas armadas y en sus poderosos
movimientos electorales.
Así
han culminado las más esclarecidas concepciones reivindicatorias, en absoluta
unidad de pensamientos y acción, presentando el caudal fecundo de esa luminosa
doctrina, que ha, vivido en constante e impertérrita lid de construcción y de
labor armónica hasta llegar a constituir en este momento histórico la más
formidable resistencia que se levanta frente a frente de los gobiernos alzados
contra los beneficios de la paz pública, y que venciendo todas las
dificultades, conducirá a la
Nación a afianzarse de nuevo en el pedestal de sus
tradiciones redentoras y de sus simbolizaciones orgánicas.
Esos
acontecimientos han sido tan prodigiosos que no pueden concebirse con más
lucidez en una situación nefanda, minada de todo orden de perversiones, y su
empuje culmina las glorias de la patria en sus relieves más esplendorosos.
No
debiendo por hoy internarme más en el examen de las cosas que se bosquejan, tan
contrarias a las mejores visiones del espíritu, desviando a designio las que
permitirían elevarle en el bellísimo rango de sus conceptos superiores, para
redimir de todas sus absorciones y asperezas en esta hora de la vida nacional,
de contornos tan expectantes y grandiosos, sólo me resta reiterar a ustedes mi
adhesión más absoluta.
H.
YRIGOYEN
Fuente:
“Ley 12839. Documentos de Hipólito Yrigoyen. Apostolado Cívico – Obra de
Gobierno – Defensa ante la Corte ”,
Talleres Gráficos de la
Dirección General de Institutos Penales, Bs. As 1949.-
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