Winston Churchill
[8 de Mayo de 1945]
Ministerio de Sanidad, Londres, 8 de mayo de 1945
Dios os bendiga a todos ¡Ésta es vuestra victoria! Es la victoria de la causa por la libertad en todas partes. En toda nuestra extensa historia nunca hemos presenciado un día más grande que éste. Todos, hombres y mujeres, han dado lo mejor de sí. Todos lo han intentado. Ni los largos años, ni los peligros, tampoco los feroces ataques del enemigo, han debilitado de manera alguna la independiente resolución de la nación de Gran Bretaña. Dios os bendiga a todos.
Mis queridos amigos, ésta es vuestra hora. No es ésta la victoria de un partido o de una clase. Es la victoria de la nación de Gran Bretaña en su conjunto. Nosotros fuimos los primeros, en esta antigua isla, en desenvainar la espada en contra de la tiranía. Después nos dejaron solos peleando contra la potencia militar más tremenda que se haya visto nunca. Estuvimos completamente solos durante un año.
Resistimos solos. ¿Alguno queda rendirse? (la muchedumbre grita: ¡No!). ¿Nos sentíamos desanimados?, etc. Pero hay otro enemigo que ocupa largas extensiones del Imperio británico, un enemigo manchado por la crueldad y la ambición: los japoneses. Me alegro de que todos podamos tomarnos una noche libre. Mañana nuestros grandes aliados rusos estarán celebrando la victoria y después de ello debemos comenzar la tarea de reconstrucción de nuestros hogares, haciendo lo posible para convertir este país en una tierra en donde todos tengan una oportunidad, en la cual todos tengan un deber, y hemos de centrarnos en cumplir con nuestro deber para nuestros compatriotas y para nuestros aguerridos aliados de Estados Unidos, quienes fueron atacados de manera tan abyecta y traicionera por Japón. Iremos de la mano con ellos. Aunque sea una lucha ardua no seremos nosotros los que desfallezcan.
Las hostilidades en Europa finalizaron oficialmente en la medianoche del 8 de mayo de 1945.
Ayer por la mañana, a las 2.41 de la madrugada, en los cuarteles generales, el general Jodl, representante del Alto Mando alemán y el almirante Doenitz, el jefe del Estado alemán, firmaron el acta de rendición incondicional ante el Cuerpo Expedicionario de los Aliados y, simultáneamente al Alto Mando soviético, de todas las fuerzas terrestres, marítimas y aéreas en Europa.
El general Bedell Smith, jefe de las fuerzas del Cuerpo Expedicionario Aliado, y el general Francois Sevez firmaron el documento en representación del Supremo Comando de las Fuerzas Aliadas Expedicionarias, y el general Susloparov firmó en representación del Alto Mando ruso.
Hoy este acuerdo será ratificado y confirmado en Berlín, en donde el mariscal Tedder, delegado del comandante supremo de las Fuerzas Expedicionarias Aliadas, y el general de Lattre de Tassigny firmarán en representación del general Eisenhower. El mariscal Zhukov firmará en representación del Alto Mando soviético. Los representantes alemanes serán el mariscal de campo Keitel, el jefe del Alto Mando y los jefes comandantes a cargo de las fuerzas alemanas terrestres, aéreas y marítimas.
Las hostilidades finalizarán oficialmente esta noche, un minuto después de la medianoche, pero con la intención de salvar vidas el «cese del fuego» comenzó a sonar ayer a lo largo del frente y nuestras queri¬das islas del Canal se verán libres hoy.
Los alemanes están resistiendo todavía en algunos lugares a las tropas rusas, pero si continúan haciéndolo después de la medianoche se verán, por supuesto, privados de la protección de las leyes de guerra y serán atacados por todas partes por las tropas de los aliados. No es sorprendente que en un frente de guerra tan extenso y en el existente desorden del enemigo, las órdenes del Alto Mando alemán no sean obedecidas en todos los casos de inmediato. Esto, en nuestra opinión, con el mejor consejo militar a nuestra disposición, no constituye ninguna razón para ocultarle a la nación los hechos que nos comunicó el general Eisenhower de la rendición incondicional que ya se ha firmado en Reims, ni tampoco nos debería impedir celebrar hoy y mañana (miércoles) como los días de la victoria en Europa.
Hoy, quizá, pensaremos más en nosotros mismos. Mañana rendiremos un especial tributo a nuestros camaradas rusos, cuya destreza en el campo de batalla ha sido una de las grandes contribuciones para la victoria general.
La guerra con Alemania está, por lo tanto, en su etapa final. Después de años de intensa preparación, Alemania se lanzó sobre Polonia a comienzos de septiembre de 1939; en cumplimiento de nuestra promesa a Polonia, y de acuerdo con la República francesa, Gran Bretaña, el Imperio británico y la Comunidad Británica de las Naciones declararon la guerra ante esta vil agresión. Después de que la aguerri¬da Francia fuera abatida, nosotros, desde esta isla y desde nuestro unido Imperio, mantuvimos sin la ayuda de nadie, durante un año entero, la lucha, hasta que se nos unió el poder militar de Rusia y más tarde el abrumador poder y los recursos de los Estados Unidos de Norteamérica.
Finalmente, casi el mundo entero estaba unido en contra de estos malignos emprendedores que hoy se postran ante nosotros. Nuestra gratitud para nuestros espléndidos aliados la sien ten todos los corazones de esta isla y del Imperio.
Quizá nos permitamos un breve periodo de júbilo, pero no olvidemos ni por un instante la ardua tarea y los esfuerzos que nos esperan. Japón, con toda su ambición, aún no está sometido.
Éste es el mensaje que me han dado instrucciones de que transmita a la nación británica y a la Comunidad Británica de las Naciones. Tengo sólo dos o tres frases que añadir. Ellas transmitirán mi profunda gratitud hacia ustedes, esta Cámara, la cual ha probado ser la institución más fuerte que alguna vez se haya visto en la larga historia de nuestro país para librar la guerra. Todos nosotros hemos cometido errores, pero la fortaleza de la institución parlamentaria ha demostrado ser capaz de preservar al mismo tiempo todas las propiedades de la democracia y de librar batalla de la manera más severa y durante un largo tiempo. Deseo dar las gracias de corazón a los hombres de todos los partidos, a cada uno de los integrantes del Parlamento, por la manera en que la vivacidad de las instituciones parlamentarias se ha mantenido durante los ataques del enemigo y por la manera en que fuimos capaces de perseverar, y podíamos haber perseverado mucho más tiempo si hubiera sido necesario, hasta que se lograran los objetivos que nos habíamos propuesto: la incondicional e ilimitada rendición del enemigo. Recuerdo bien cuando al final de la última guerra, hace más de un cuarto de siglo, el Parlamento, al escuchar la larga lista de los términos de la rendición, los términos de los armisticios que se habían impuesto a los alemanes, no se sintió inclinado a la discusión o al debate, sino que deseó dar las gracias a Dios Todopoderoso, al Gran Poder que parece dar forma y diseñar la suerte de las naciones y el destino de los hombres, y, por lo tanto, ruego, su señoría, permiso para proponer que esta Cámara acuda ahora a la iglesia de Santa Margarita de Westminster para dar humildes y reverentes gracias a Dios Todopoderoso por la liberación de la amenaza de la dominación alemana.
WINSTON CHURCHILL
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